1983: NACE LA REVISTA MEMORIA

La importancia de hacer memoria de la Memoria estriba en la manera de reconocernos como parte de una tradición de izquierda que si bien debe ajustarse a pensar los problemas actuales de la sociedad, mira su pasado de una manera propositiva. Así, traer a cuento los debates en que parte de la izquierda convergió, y en el espacio que esta revista ofreció -a lo largo de 252 números que nos anteceden- es una forma de traer a cuenta viejas discusiones que abren perspectivas de diálogo y comprensión con los debates actuales. En este sentido, recuperar reflexiones como las que aquí se vertieron en ediciones especiales resulta de suma importancia hoy, tales como el devenir de las izquierdas en México, la relación entre feminismo y marxismo, la actualidad de la perspectiva comunista, y un largo etcétera que trataremos de ir abordando de manera explícita a manera de diálogo y de puente constructivo.

El primer número del Memoria salió con el subtitulo de Boletín del CEMOS en abril de 1983. El proyecto surgió como una iniciativa del Partido Socialista Unificado de México, cuyo dirigente histórico fue Arnoldo Martínez Verdugo. Al igual que hoy,  se proponía que a través de la creación del Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS) y su órgano de difusión, la izquierda estableciera la construcción de su propia tradición dentro del devenir de la política mexicana. La actualidad y la urgencia de que la izquierda establezca su propia tradición de lucha sigue siendo una cuestión urgente, por ello, no es casualidad que las palabras con las que Martínez Verdugo abrió el primer número de Memoria tengan tanta vigencia en el momento actual, con una izquierda atomizada y que parece no tener un proyecto claro a seguir. Apuntaba Martínez Verdugo en ese entonces:

Probablemente haya quien piense que el momento que atraviesa el país no es el más adecuado para dedicar esfuerzos y tiempo a la investigación del pasado, y al estudio de las tendencias actuales del movimiento obrero y nacional. Pero nosotros estamos convencidos que precisamente hoy, cuando el país se hunde en la crisis más profunda del último medio siglo, insistir en el estudio de un movimiento de larga tradición histórica, poner de relieve sus aportes al desarrollo nacional y analizar las peculiaridades de su actuación tienen una importancia vital para el presente y para el futuro del movimiento obrero.

Ese primer número de 1983 contenía un discurso de Pablo Gómez, en el cual se ponía énfasis en la necesidad de crear un centro de estudios independiente que sirviera a los intereses de la clase obrera en su lucha a favor del socialismo. Le siguió un artículo de Arnaldo Córdova titulado “La lucha de tendencias en el Constituyente de 1917 y las tareas actuales sobre la reforma democrática del Estado”, en el cual tomando a la Revolución Mexicana como el proceso forjador del Estado Mexicano, centraba al constituyente de 1917 como el momento de gestión de la legalidad impuesta por dicho Estado en formación. La peculiaridad de este proceso, para Córdova, era que el nuevo hacer de la política que se instauró fue una política de masas y el Constituyente fue uno de los momentos más democráticos que ha tenido la política mexicana, pues expresó cierta pluralidad de las tendencias revolucionarias, exceptuando el villismo y el zapatismo que eran contrarios al carrancismo. Córdova es claro y apunta que el nuevo Estado que surgió fue un Estado si burgués, pero que la vez logró también representar a los campesinos y trabajadores en los artículos 27 y 123 constitucionales.

La propuesta de Arnaldo Córdova apuntaba a que el PSUM podía plantear una reforma democrática a partir del incumplimiento de la reformas sociales que habían sido traicionadas. Quizá podemos disentir en cuanto a la manera en que Córdova entendió dicho proceso, es interesante llamar la atención sobre la necesidad de una reforma del Estado en medio de una fuerte agresión neoliberal marcada por la instauración de las reformas estructurales. Por último, se presentó una breve nota de Javier Aguilar García sobre el primer Ciclo de Mesas Redondas acerca de los sindicatos nacionales en México, llevado a cabo del 17 al 28 de enero de 1983 en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, la cual apuntaba a señalar los intentos de un acercamiento entre académicos y trabajadores.

Hacer el rescate de lo que fue la tradición comunista en México, sus alcances, su complejidad y sus límites es una tarea que debería mostrarse como urgente. Una reflexión que nos explique porqué si el gran tema del movimiento comunista mexicano, por lo menos, de la segunda mitad del siglo XX, fue la unión de todas las izquierdas ¿por qué ese proyecto se ha mostrado clausurado? ¿No será que hoy la urgencia de unión de las izquierdas se mantiene como tarea impostergable? Sin embargo, también surgen otro tipo de cuestionamientos, a partir del fracaso de la izquierda, que logró expresarse como bloque, más o menos homogéneo, hasta inicios del 2000. ¿Cuál es el sector que puede aglutinar o tener la suficiente legitimidad para pensar en un proyecto de unidad? ¿Por qué ningún grupo político parece tener una política de unidad como táctica revolucionaria? Y sobre todo ¿cómo debe relacionarse la izquierda marxista con los demás sectores de izquierda?

Tenemos toda una serie de cuestionamientos que exigen en medio de la turbulencia de los tiempos hacer un espacio y reflexionar sobre la actuación de la izquierda. En este sentido, volver hacer memoria de la Memoria, rescatar lo propositivo del legado que tenemos como tradición política y hacer el justo balance de los errores y las derrotas que se han tenido, nos imponen como necesidad pensar que avanzamos sobre un terreno que ya ha sido arado, pero que falta que continuemos surcando.