El propósito central de Gabriel Vargas y Raúl Páramo, autores del libro Marx y Freud. Hacia una nueva racionalidad de la sociedad y la historia, es presentar de manera sucinta, pero con amplio respaldo bibliográfico, contextual y biográfico, la obra de dos autores fundamentales en la historia del pensamiento occidental moderno: Carlos Marx y Sigmund Freud, quienes realizaron revoluciones científicas equiparables con las de Copérnico, Galileo, Darwin, Lamarck o Einstein, pues desarrollaron visiones radicalmente opuestas a las que prevalecían y eran aceptadas de manera convencional en su tiempo.
La impronta de ambos pensadores en las ideas y la historia de nuestro tiempo es innegable y ha sido reconocida de modo amplio. Sin embargo, los ensayos escritos por Gabriel Vargas y Raúl Páramo demuestran que tiene sentido volver a revisar las ideas de Marx y Freud porque la interpretación hecha de ellas está marcada por dos hechos paradójicos: la totalidad de la obra de estos autores es escasamente conocida y lo que de ella se conoce ha sido sometido a profundas distorsiones y malas interpretaciones.
En el caso de Marx, sus obras completas no empezaron a publicarse hasta 1998 y abarcan 144 volúmenes, mientras que en el de Freud la obra es también inabarcable y poco traducida, por lo cual el conocimiento sobre ella es exiguo fuera del ámbito de la lengua alemana. En ambos casos han abundado no sólo “seguidores” en varios campos sino, también, detractores, interpretaciones simplistas y algunas tergiversaciones que han contribuido a deformar los conceptos fundamentales de sus edificios teóricos. A esto se suman tentativas para convertirlos en productos mercantiles, que desactivan el potencial crítico de las dos perspectivas.
Este libro fue escrito por un filósofo y un psicoanalista que conocen como pocos en el país las obras de Marx y Freud y las utilizan de manera cotidiana en su trabajo intelectual. Se trata de una revisión erudita y sólida, muy útil para incitar a los jóvenes que empiezan a formarse en el ámbito de las ciencias sociales a leer estos dos clásicos del pensamiento social. Es también una excelente introducción a sus vidas, a las influencias que recibieron, a sus legados intelectuales, a sus obras y conceptos fundamentales y al contexto intelectual, histórico, económico y político donde desarrollaron sus trabajos. Asimismo, los autores realizan un balance crítico de los alcances y las limitaciones, complementariedades y nuevas posibilidades de desarrollo abiertas por ambas perspectivas.
Sin embargo, el libro también es una obra original, cercana a la sociología del conocimiento, que se propone situar e interpretar a Marx y Freud utilizando los marcos históricos y sociales donde desarrollaron su trabajo. Vargas y Páramo desmontan equívocos e interpretaciones falaces, revelan los usos ideológicos hechos de sus ideas primordiales y eluden lugares comunes a través de una cuidadosa revisión del corpus teórico de ambos autores, análisis lleno de sutilezas.
El trabajo es acompañado de cuidadosas contextualizaciones, la cuales permiten situar las ideas en los momentos históricos cuando fueron pensadas y en los lugares donde fueron desplegadas, subrayando las resistencias que generaron, los debates que suscitaron, los desarrollos conceptuales a que dieron origen y la riqueza viva que sigue plenamente vigente en ellas y en la obra de quienes dialogan con ellos y contribuyen a la prolongación del marxismo y el psicoanálisis.
Otro mérito innegable del libro: muestra que los dos pensadores realizaron tareas análogas, contra un racionalismo ingenuo, a partir de perspectivas epistemológicas dialécticas complementarias, materialistas y prácticas, que buscaban revelar estructuras observables no a simple vista sino a partir del reconocimiento de los efectos que producen, perspectivas animadas por un propósito emancipador: “convertir en historia lo [que parece] destino”.
Los autores señalan que Freud, representante de un fuerte escepticismo, tenía como objetivo primordial estudiar lo inconsciente, mientras que Marx se concentró en el análisis del sistema capitalista, ambos en busca de realizar una contribución práctica a la emancipación de los seres humanos: el primero, emplazado en la Viena de finales del siglo xix y la primera mitad del xx; y el segundo, situado en Alemania o refugiado en Francia e Inglaterra, en el contexto revolucionario de mediados del xix. Ambos desarrollaron sus obras a partir de visiones que podríamos considerar sociológicas, pues remarcaban cuán erróneo resulta hablar de individuos aislados.
Freud subrayó la necesidad de pensar, tomando como sustrato el lenguaje, la interacción de los individuos con la naturaleza (filogénesis), la historia, la sociedad y la cultura (ontogénesis). Marx desarrolló una crítica radical de la sociedad capitalista, partiendo también de la idea de que cada individuo expresa el conjunto de las relaciones sociales. Por ello no sorprende que el estudio de lo inconsciente llevado a cabo por Freud conduzca a una crítica radical de la civilización occidental; mientras, el análisis marxista del capitalismo se orienta a formular un nuevo horizonte histórico: la construcción de una sociedad sin explotadores ni explotados.
La recuperación del pensamiento de Marx
Para comenzar el ensayo, Gabriel Vargas Lozano reconoce cuán difícil resulta analizar la obra de Marx si se consideran diversos factores: su carácter inconcluso y el conocimiento fragmentario que se tiene sobre ella, pues muchos trabajos no se publicaron hasta finales del siglo xx, las traducciones poco rigurosas de que ha sido objeto, los conflictos de interpretación y las tensiones entre estudios esclarecedores de su legado y trabajos que lo han deformado. Por si esto fuera poco, el autor señala que el pensamiento de Marx se caracterizó por estar en continua evolución y sus posturas sobre algunos aspectos centrales en su obra variaron gradualmente.
Gabriel Vargas despliega de manera cuidadosa un diálogo entre la biografía y la obra de Marx. Comienza presentando sus deudas intelectuales con Hegel, sitúa sus primeras obras en el contexto revolucionario francés en 1844 y su adopción del comunismo, destaca la importancia de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, donde por primera vez propuso los conceptos de praxis, enajenación, esencia humana y comunismo. Aborda también la relación de Marx con Friedrich Engels (1820-1895), la cual permitió desarrollar una crítica profunda a la sociedad capitalista, que desembocaría en una nueva concepción científica de la historia y culminaría con la escritura del primer tomo de El capital a cargo de Marx y con la publicación de los volúmenes segundo y tercero por Engels a partir de los manuscritos dejados por Marx antes de su muerte.
El autor revisa algunas de las obras principales producidas por Marx y Engels: La ideología alemana, donde se propone su nueva concepción de la historia, el materialismo histórico. Analiza las Tesis sobre Feuerbach, que critican el empirismo y el idealismo, subrayan la praxis como un proceso fundamental en la construcción de la sociedad y destacan las relaciones sociales cual fundamento de la vida social y se proponen una nueva tarea a la filosofía: transformar el mundo.
Vargas Lozano muestra la crítica que Marx y Engels realizaron del socialismo utópico y el anarquismo a partir de una perspectiva científica sobre la sociedad capitalista, y subraya la formación de la Liga de los Comunistas, cuyo célebre manifiesto –equiparable sólo con la Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano de la Francia revolucionaria, el Manifiesto del Partido Comunista, publicado en 1848– reflexiona sobre los alcances mundiales del capitalismo, propone concebir la historia de la sociedad como la de la lucha de clases, plantea la abolición de la propiedad privada y de la familia burguesa, y formula una versión radical de la democracia.
El autor advierte que la era de las revoluciones de 1848, encaminadas a poner fin al absolutismo en Francia, Alemania, Suiza e Italia, fue un periodo de desventuras personales y grandes penurias familiares: habla del arresto de Marx en Bélgica, de su deportación a Francia y de su traslado a Colonia, donde fundó y dirigió La Nueva Gaceta Renana, que impulsaba la creación de una república democrática en Alemania y fue proscrita tras la derrota del movimiento revolucionario alemán. Vargas subraya que el resultado de estas experiencias fue la publicación de Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850 y de El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, donde aparece una de las frases más célebres de Marx: “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, en circunstancias elegidas por ellos mismos, sino en las circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”.
Posteriormente, Vargas Lozano aborda una de las obras más importantes de Marx, redactada entre 1857 y 1858, los Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (los famosos Grundrisse), publicados entre 1939 y 1941. En este trabajo, Marx desarrolla el método empleado para escribir El capital: aborda la relación entre lo concreto real y lo concreto pensado, la dialéctica entre las categorías que emplea, su idea de totalidad. También reflexiona sobre El prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política de 1859, donde Marx analizó a la sociedad capitalista y bosquejó su idea de estructura social (relaciones sociales de carácter objetivo, relaciones de producción ligadas a un nivel de desarrollo de las fuerzas productivas) que condiciona las formas de conciencia social, los modos de vida, y los procesos sociales y los políticos. En este texto se encuentra otra de sus frases más célebres: “No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia”. También aparece una de sus ideas de mayor importancia: las fuerzas productivas y las relaciones de producción pueden entrar en contradicción, lo cual da inicio a una época de revolución social.
Vargas Lozano indica que la siguiente etapa en la vida de Marx fue la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores, entre 1864 y 1866, periodo durante el cual éste terminó de redactar el primer volumen de El capital, cuya primera edición se publicaría en 1867. Muestra que ésa fue una etapa de efervescencia social marcada por La Comuna de París en 1871, en la que participaron diversos grupos políticos radicales (los blanquistas, proudhonistas, socialistas, comunistas) que intentaban construir una nueva sociedad pero fracasaron, lo que fue determinante en la desaparición de la Primera Internacional. En esta etapa, Marx formuló la idea de la “dictadura del proletariado” y analizó el proceso en el libro denominado La Guerra Civil en Francia. Sin duda, la obra más relevante de este periodo fue el primer tomo de El capital, donde el autor expuso las principales características del sistema capitalista. Confluyen ahí su crítica a la filosofía clásica alemana, a la economía política inglesa y al pensamiento utópico francés, y sintetiza las leyes y contradicciones de este tipo se sociedad. En ese texto, Marx realiza su inigualable análisis de la mercancía y el dinero como fundamentos de la sociedad capitalista, propone su teoría sobre el valor y analiza el brutal proceso de acumulación originaria que sirvió de punto de partida de un nuevo tipo de sociedad.
Entre 1876 y 1877, Marx preparaba la publicación de dos volúmenes más de esa obra, pero en 1881 murió su esposa, Jeeny, y en 1883 también murió su hija, del mismo nombre. Tan desafortunados acontecimientos seguramente influyeron en la muerte –el mismo año– de Marx, enterrado en el cementerio de Highgate, Londres.
La recuperación del pensamiento de Freud
Raúl Páramo inicia su ensayo señalando la dificultad de intentar esbozar la articulación de la vida y la obra de Sigmund Freud, pues se trata de un pensador inabarcable, como Marx. Subraya que aquél fue un judío ateo, nacido en Moravia (hoy República Checa) en 1856, en el seno de una familia judía empobrecida, que migró a Viena en 1859 y padeció años de penurias económicas y una atmósfera antisemita. Pese a ello, en su etapa adulta vivió en esa ciudad en un ambiente multicultural y multilingüístico excepcional, que influyó de modo favorable en el desarrollo de su obra. Esta etapa fue interrumpida abruptamente en 1939, cuando huyó y se exilió en Londres para escapar del Nacional Socialismo y del Holocausto.
El ensayo muestra cómo, desde muy joven, Freud se interesó por descifrar los factores que condicionan la conducta humana, en una época en la que prevalecía un rígido paradigma positivista. Reconstruye el camino intelectual que poco a poco le permitió forjar una mirada propia y transgresora, situada desde un principio en la frontera de las ciencias sociales y las naturales, en el límite entre lo natural y lo cultural, entre lo material y lo simbólico, entre lo manifiesto y lo latente, entre la realidad biológica del individuo y su realidad social, entre lo objetivo y lo subjetivo, entre lo sano y lo patológico.
Esta mirada le proporcionó herramientas para desarrollar una terapia innovadora que empezó a esbozarse en una explicación de la histeria que escapaba totalmente a la óptica médica de la época. Esos primeros pasos, situado ya como crítico de la ciencia médica y la psiquiatría, lo llevaron a forjar conceptos fundamentales como lo inconsciente, la represión, la trasferencia y la resistencia.
La trayectoria intelectual de Freud fue extensa, y en el ensayo se hace un recuento de ella. En 1900 publicó La interpretación de los sueños y en 1905 Tres contribuciones a la teoría sexual, obras fundamentales para el desarrollo de la teoría psicoanalítica así como en 1908 La moral sexual “cultural” y la nerviosidad, en 1913 Tótem y tabú, en 1921 Psicología de las masas y análisis del yo, en 1927 El porvenir de una ilusión y en 1929-30 y El malestar de la cultura, trabajos muy importantes para la crítica de la cultura moderna y de la religión, para su tentativa de exploración de la infraestructura inconsciente de la razón y para una crítica del lenguaje marcadamente supeditado a lo inconsciente.
Raúl Páramo señala que las derivaciones del pensamiento freudiano y las críticas de que ha sido objeto son muy extensas y también muchos los intentos encaminados a domesticar o erosionar el psicoanálisis; en este libro se mencionan algunas de ellas. Entre las derivaciones sobresalen los trabajos de Otto Gross, Wilhem Rich, Otto Fenichel, la Escuela de Frankfurt, en especial Max Horkheimer, Theodor Adorno, y Herbert Marcuse, Helmuth Dahmer y el etno-psicoanálisis o psicoanálisis comparativo, perspectivas que intentan continuar el trabajo de crítica social realizado por Freud, en busca de una modificación radical de la sociedad.
Entre los críticos destacan autores contemporáneos de Freud como Karl Krauss y autores actuales como Michel Onfray e incluso el nieto de Freud Eduard Bernays, publicista, periodista y autor de la teoría de la propaganda y las relaciones públicas.
Por lo que concierne a la erosión del psicoanálisis, particularmente en Estados Unidos, el autor señala a Heinz Hartmann, Robert Waelder, los hermanos Menniger y William Alston, quienes en su concepto se caracterizan por eliminar el filo crítico del psicoanálisis.
El autor subraya que desde una etapa temprana en la trayectoria de Freud está presente su convicción de que la sexualidad humana influye profundamente en la conducta individual y social, que se expresa en la tensión existente entre una poderosa afirmación de la vida, crucial en la construcción de la cohesión social y una intensa pulsión destructiva y de dominio presentes tanto a escala individual como en el mundo social y en la historia de las repetidas barbaries del siglo XX en el mundo occidental.
La freudiana, señala el autor, es una mirada lingüística y dialéctica (que considera el lenguaje como depositario de visiones de diferentes culturas y épocas), que busca desentrañar, desencriptar y traducir al idioma consciente el idioma inconsciente, metafórico, ambiguo de nuestros deseos encubiertos y trasladar nuestras experiencias, sueños, pensamientos y sentimientos, malas conexiones y deficientes interpretaciones a la realidad del lenguaje.
El psicoanálisis es concebido así como una empresa hermenéutica y dialéctica que enfrenta numerosos obstáculos, inscritos en el lenguaje, donde lo representado se encubre a través de condensaciones, contradicciones, simbolizaciones, desanclajes espaciales y ausencia de secuencias temporales. El propósito de esta empresa, afirma el autor, no es sólo deconstruir un lenguaje ambiguo, dañado, algunas veces nocivo, que expresa un divorcio entre hechos y palabras, sino reconstruirlo para poder hacer frente a la realidad escondida detrás de los sueños o de las palabras, tarea crucial porque para Freud éstas son un llamado a la acción.
Raúl Páramo considera a Freud –calificado por Paul Ricoeur como “el maestro de la sospecha”– un crítico social que tomaba muy en cuenta el contexto sociohistórico en que se origina todo el mundo inconsciente, el de lo “no sabido”, de las pulsiones, de lo reprimido a lo largo de la historia personal y social, de las herencias arcaicas de orden filogenético.
El ensayo insiste en la óptica social desarrollada por Freud, basada en la intersubjetividad. Remarca que esa sensibilidad social le permitió realizar una crítica radical a la civilización occidental, a la que consideraba “enferma”, pues en ella prevalece el narcisismo como modelo identitario (situación que a los ojos de los autores no ha cambiado en nuestra época). Esta vertiente social acerca el psicoanálisis y el marxismo a una perspectiva sociológica que considera fundamentales las relaciones sociales.
En el ensayo se subraya que lo inconsciente no es una dimensión puramente individual sino un aspecto de la cultura, una memoria “biologizada” de la especie, una forma de preservar e institucionalizar el pasado. A partir de esa postura social se proponen un cuestionamiento y una crítica a la civilización tecnocrática actual que, en palabras del autor, es “cada vez más destructiva y menos erótica”, una civilización capitalista en la que el amor es amenazado, virtualizado por las nuevas tecnologías y convertido en una mercancía.
El autor indica que el psicoanálisis, como Freud lo concebía, permite acceder a la condición inacabada de los seres humanos, atrapados en una profunda precariedad existencial y que, con el marxismo, puede articular la carga externa de la alienación, la explotación, la opresión y la carga interna de la introyección de estas realidades.
También destaca que el psicoanálisis revela la condición “sumamente deficitaria” del aparato cognoscitivo y de la comunicación humana, que facilita la construcción de sistemas religiosos y olvida el carácter profundamente social e histórico de nuestra individualidad. Considera también que la perspectiva freudiana desenmascara el carácter patológico del individualismo y la coexistencia de pulsiones creativas y destructoras en todas las escalas de la vida social, que abren y cierran puertas para el futuro de la humanidad, para una vida en común, para la evolución o involución de la especie humana en interacción con el entorno natural y sociohistórico.
Como se aprecia, los autores del libro pasan revista al arsenal de conceptos utilizados por Marx y Freud y muestran un horizonte común del psicoanálisis y el marxismo: visiones transdisciplinarias, difíciles de clasificar, incómodas, trasgresoras, profundamente críticas de la religión, que se enfrentan al zeitgeist de su época y buscan contribuir a desarticular procesos como la alienación, la explotación, y la opresión externa e interna.
Páramo y Vargas subrayan el carácter crítico de las contribuciones de ambos pensadores, a contracorriente, enfrentando la resistencia de viejas disciplinas. Subrayan las aportaciones realizadas por Freud y Marx. En el primer caso: mostrar que lo consciente es un engaño, que la ambivalencia constituye el aparato psíquico (estructurado dialécticamente), que los individuos son “un destilado histórico social”, que el único futuro posible para humanidad tendría que provenir del impulso amoroso/sexual (eros) capaz de sobreponerse a la pulsión de muerte. En el segundo caso: realizar una crítica radical de la sociedad capitalista encaminada también a formular un nuevo horizonte histórico poscapitalista.
Para concluir
Como ha quedado claro, para los autores del libro la obra de Freud y la de Marx, independientemente de sus detractores y de las perversiones de que han sido objeto, continúan siendo obras abiertas y críticas, recursos importantes para la construcción de una sociedad más racional, justa y sustentable. Por todo ello recomiendo ampliamente su lectura.
Vargas Lozano, Gabriel; y Páramo, Raúl (2016). Marx y Freud. Hacia una nueva racionalidad de la sociedad y la historia. Ciudad de México: Triant Humanidades y Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.