NADEZHDA KRUPSKAIA

El imperio ruso era un extenso territorio que abarcaba los continentes europeo, asiático y americano con posesión de Alaska, vendida a Estados Unidos en 1867. Gobernado por el régimen autocrático de los zares, sin parlamento, asambleas ni sindicatos, en una sociedad feudal con una economía agrícola y artesanal, donde el zar también era jefe del ejército y la policía. Tras el fracaso de la Guerra de Crimea en 1853, entre los imperios ruso y turco, apoyado por Francia e Inglaterra, se endurecieron el absolutismo y el nacionalismo, en una sociedad conmocionada por el fracaso militar.

La oposición al gobierno zarista se organizó en 1878 con la fundación del movimiento Tierra y Libertad. Poco después fue asesinado Alejandro II, en una acción terrorista en 1881. Su sucesor, el zar Alejandro iii, inició un intenso proceso de reformas, decretó la abolición de la servidumbre y la reorganización del ejército, de la armada, y una reforma judicial con un nuevo código penal. También creó la Okhrana, policía secreta que tuvo  gran poder. Pronto fueron censurados los diarios de oposición, y Alejandro III inició un régimen represivo.

En ese periodo, Gueorgui Plejánov fundó en Suiza el primer partido ruso marxista; mientras, en Rusia se iniciaba un proceso de industrialización basado en la explotación y miseria del proletariado. En respuesta, en 1892 empezaron a formarse grupos obreros, cuya acción se consolidó en 1895, cuando Vladimir Ilich Lenin fundó la Liga de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera a fin de unir las reivindicaciones obreras con la lucha política, llegando a agrupar los círculos obreros marxistas de San Petersburgo, Moscú, Kiev y otras ciudades del país. Entre los grupos unidos a la liga, figuraba el Círculo Marxista de Estudiantes del Instituto Tecnológico de San Petersburgo, donde desde 1890 Nadezhda Krupskaia se abocó a la tarea de alfabetización en las escuelas nocturnas para obreros.1 Posteriormente, en la liga conoció a Lenin y a los principales dirigentes: Yuri Martov, Vladimir Miliutin, Víctor Nogún y Gregory Sokolnikov. Es decir, Nadezhda Krupskaia no ingresó en la política ni en el movimiento obrero y revolucionario por influencia de Lenin: ya era activista cuando lo conoció. Ésta es una necesaria precisión, pues por lo general se le ha visto como la esposa de Lenin, una mujer iniciada en la política por amor al marido.

En ese contexto se fundó el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, y su periódico, Iskra (La Chispa), dirigido al movimiento obrero. En 1903, durante el segundo congreso del partido se produjo la división entre quienes sostenían que no estaban dadas las condiciones para una revolución proletaria en Rusia; y quienes, como Lenin y Plejánov, defendían que éste era el único camino para combatir el absolutismo zarista. Nació así el partido bolchevique.

En 1904 estalló una ola de protestas, huelgas obreras y sublevaciones campesinas frente a la crisis económica y la derrota rusa ante Japón durante ese año. El 9 de enero de 1905, en San Petersburgo, una manifestación pacífica de obreros encabezada por un pope de la iglesia ortodoxa se dirigió al palacio imperial para pedir al zar mejores condiciones de vida y de trabajo, la jornada de ocho horas y el salario mínimo, así como la convocatoria de una asamblea constituyente elegida democráticamente. Pero la policía disparó contra los manifestantes; ocasionó centenares de muertos y heridos, en lo que se hoy se conoce como Domingo Sangriento. Este hecho desencadenó una protesta generalizada en toda Rusia, y la creación de agrupaciones de obreros, soldados y campesinos, llamados soviets, consejos que serían determinantes en el triunfo posterior de la Revolución de 1917.

Nadezhda Krupskaia y la vanguardia femenina de la Revolución de Octubre

Nadezhda Krupskaia nació el 14 de febrero de 1869 en San Petersburgo. Sus padres eran demócratas y compartían las ideas progresistas de los grupos intelectuales de entonces. En 1886, a los 16 años terminó la educación secundaria e inició estudios para ser profesora. En 1890 ingresó en el Círculo Marxista de Estudiantes del Instituto Tecnológico de San Petersburgo. “En cuanto comencé a comprender el papel que había de desempeñar el obrero en la liberación de todos los trabajadores –escribe–, sentí un deseo irresistible de estar entre los obreros, de trabajar entre ellos”.2

Precisamente por la intensa labor que desplegó fue arrestada durante las huelgas de 1896 y pasó seis meses en prisión. En 1898 fue sentenciada a tres años de exilio en Ufá, capital de la República de Baskortostán. Mientras, Lenin, también apresado, fue enviado a Siberia. Krupskaia, quien ya mantenía correspondencia con Lenin, solicitó al ministro de Justicia que la enviaran a Siberia, donde en julio de 1898 contrajeron matrimonio.

Una vez liberada, Nadezhda Krupskaia trabajó en el periódico Iskra, como encargada de la relación con los comités del interior de Rusia. Por ello fue pieza fundamental cuando, en 1903, se produjo la división del Partido Socialdemócrata. Considerada peligrosa por la policía zarista, fue procesada en 1908 y deportada. Vivió en Alemania, Gran Bretaña y Suiza, donde continuó participando activamente en la organización y difusión de Iskra. A la vez, estudió las diferentes experiencias educativas, las escuelas, y las bibliotecas, lo cual le permitió estudiar el estado de la educación en esos países.3

También se aproximó al movimiento femenino, bastante activo durante esos años. Tras intensa actividad, en 1906 las mujeres conquistaron el derecho a realizar conferencias y reuniones públicas. La Primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas se realizó en Stuttgart, en 1907. Alexandra Kollantai presentó como conclusión la necesidad de mayor integración de las mujeres con las organizaciones políticas. Entonces, vivía exiliada en Alemania, país adonde tuvo que huir en 1905 para evitar ser apresada. En 1908 comenzaron a participar en asambleas públicas y militar en partidos políticos.

En la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, realizada en Copenhague entre el 28 de agosto y el 3 de setiembre 1910, participaron 17 delegaciones de diferentes países. Clara Zetkin propuso instituir el Día Internacional de la Mujer, en homenaje de las trabajadoras textiles estadounidenses muertas en un incendio el 8 de marzo de 1897 por la carencia de normas de seguridad, fecha de compromiso y lucha femenina contra la desigualdad social, económica, política y cultural.

Clara Zetkin fundó y dirigió desde 1890 en Alemania el periódico femenino socialista Die Gleichheit (La Igualdad), durante 25 años el de mayor influencia en el desarrollo del movimiento femenino cuyas reivindicaciones estuvieron centradas en lograr el derecho al sufragio y la organización sindical y política.

En 1913, el Comité Central Bolchevique acordó que era necesario organizar a las trabajadoras, para lo cual se decidió la publicación de Rabotnitsa (La Obrera), cuyo primer número apareció el 8 de marzo de 1914, Día Internacional de la Mujer, con 12 mil ejemplares. En su editorial, Rabotnitsa afirmó que su objetivo era educar a las trabajadoras de limitada conciencia política. En los siguientes números se incluyeron artículos sobre las condiciones de trabajo en las fábricas y la carencia de derechos laborales, políticos, de sindicalización.

La intensa labor propagandística de la publicación significó un aspecto central del trabajo bolchevique. Por ello, las integrantes del consejo editorial, Nadezhda Krupskaia, Inessa Armand, Ludmila Stahl, Alexandra Kollontai, Anna Ulianova-Elizarova, Praskovia Kudelli, Konkordia Samoilova, Klavdia Nikolayeva, fueron arrestadas y perseguidas.

Nadezhda Krupskaia integró la delegación rusa asistente a la Tercera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas que, organizada por Clara Zetkin, tuvo lugar en Berna del 26 al 28 de marzo de 1915, donde el Buró Socialista Femenino Internacional se pronunció contra la guerra.

La Revolución de Octubre

Un importante documento posibilita seguir los acontecimientos que precedieron la revolución rusa. Es el libro que escribió Nadezhda Krupskaia, Memorias acerca de Lenin,4 donde relata que el 17 de julio de 1917 una manifestación de medio millón de obreros y soldados de Petrogrado marchó contra el gobierno provisional; la consigna: ¡Todo el poder a los soviets! “Los bolcheviques, quienes consideraban prematuro todavía el momento de la insurrección, encabezaron la manifestación y le dieron un carácter pacífico y organizado. Pero por orden del gobierno provisional se abrió fuego contra la manifestación. Los periódicos bolcheviques Pravda, Soldátskaia Pravda y otros fueron suspendidos. El partido bolchevique pasó a la clandestinidad y comenzó a prepararse para la insurrección armada”.5

Un par de meses después, Lenin –oculto en Finlandia– escribió una carta al Comité Central del Partido de Petrogrado y al de Moscú, donde subraya: “Habiendo obtenido la mayoría de votos en los soviets de diputados obreros y soldados de las dos capitales, los bolcheviques pueden y deben tomar el poder”.6 Poco después retornó clandestinamente a Rusia.

Durante esos días, Krupskaia y Lenin sólo pudieron intercalar esquelas con lo más urgente y preciso de la insurrección, hasta que las primera escribe: “A las 10 de la mañana del 25 de octubre (7 de noviembre) se entregó a la imprenta la proclama: A los ciudadanos de Rusia, firmada por el Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado:

El gobierno provisional ha sido derrocado. El poder del Estado ha pasado a manos del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado: el Comité Militar Revolucionario, a la cabeza del proletariado y de la guarnición de Petrogrado.

La causa por la que luchaba el pueblo –la oferta inmediata de una paz democrática, la abolición de la propiedad terrateniente de la tierra, el control obrero en la industria y la formación de un gobierno soviético– está garantizada.

¡Viva la revolución de los soldados, de los obreros y de los campesinos!7

Alejandra Kollantai refiere: Aquel octubre de 1917 era gris, ventoso. El viento agitaba las copas de los árboles en el jardín del Smolny, del edificio de interminables y tortuosos pasillos y grandes y luminosas salas, con ese vacío propio de las estancias oficiales, donde se llevaba a cabo un trabajo intenso, que el mundo no había conocido nunca. Hacía dos días que el poder había pasado a manos de los soviets. Del Palacio de Invierno eran dueños los obreros y los soldados. El gobierno de Kerenski no existía ya. Pero cada uno de nosotros comprendía que aquello era solamente el primer peldaño de la dura escalera que conducía a la emancipación de los trabajadores y a la creación de una república nueva, laboriosa, sin precedente en la Tierra.8

La sesión del Congreso del 26 de octubre (8 de noviembre) se inició a las 9 de la noche. Escribe Krupskaia. “Asistí a aquella reunión. Recuerdo cómo Ilich pronunció su informe, fundamentando el decreto sobre la tierra. Hablaba con calma. El auditorio escuchaba atentamente. (…) Se abolió la pena de muerte que había establecido Kerenski para los soldados en el frente, se aprobaron los decretos sobre la paz y sobre la tierra, sobre el control obrero, y se ratificó la composición bolchevique del Consejo de Comisarios del Pueblo”.

Había empezado la revolución de octubre, los 10 días que estremecieron al mundo, según el periodista estadounidense John Reed, testigo de los acontecimientos.

La Revolución de Octubre y el movimiento femenino

En 1918, un año después del triunfo de la revolución bolchevique, la Constitución de la Unión Soviética proclamó en el artículo 22 la igualdad de todos los ciudadanos, independientemente de sexo, raza y nacionalidad, y en el artículo 64 se consignó la igualdad de los derechos de mujeres y hombres por primera vez en la historia de la humanidad. Se aprobó también el código sobre el matrimonio, la familia y el cuidado infantil, que puso fin a siglos de poder patriarcal e instauró una nueva doctrina basada en los derechos individuales y la igualdad de sexos. El reconocimiento de estos derechos a las mujeres no fue una decisión de los dirigentes de la revolución rusa: con su presencia en los frentes de lucha, ellas hicieron posible el cambio.

Nadezhda Krupskaia realizó importantes tareas políticas y educativas; fue adjunta del Comisariado del Pueblo y tuvo a su cargo la elaboración y el establecimiento de los aspectos pedagógicos del nuevo sistema de educación. Editó la revista Hacia una Vida Nueva, y publicó La mujer obrera, libro donde destaca un poema de Nekrásov en el que cierta campesina reflexiona sobre su amarga existencia: “Las llaves de la felicidad para la mujer hay que pensar que se han extraviado, que un pez se las tragó. ¿Cuál es el pez que tragó esas llaves recónditas? ¿En qué mar este pez pasea? Dios lo ha olvidado”.

Alexandra Kollontai participó en el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso desde 1899, en los acontecimientos revolucionarios de 1905, y hubo de exilarse en Alemania, Francia y Gran Bretaña, donde tuvo contacto con diversos partidos socialistas. Fue la primera mujer elegida como miembro del Comité Central bolchevique y en ocupar un puesto en el gobierno como comisaria del Pueblo de Asuntos Sociales y de la Mujer.

Propugnó que la unidad de la clase trabajadora era esencial, pero que no podría realizarse sin abordar la opresión a que se enfrentaban las mujeres. Sostuvo que sólo a través de una campaña sistemática, consciente y organizada, la participación de las trabajadoras en el partido podría coincidir con la de su aporte en las fuerzas laborales y, por tanto, fortalecer la lucha por transformar la sociedad. Impulsó el derecho al voto y a ser candidatas, el derecho al divorcio, el acceso a la educación gratuita, y a un salario igual que el de los hombres.

Otra figura importante fue Inessa Armand, encargada de la organización de un amplio movimiento de mujeres trabajadoras. Fue arrestada en 1907, y deportada a Siberia. Pero huyó a París, donde tuvo contacto con Lenin y los bolcheviques, y se integró a la actividad partidista. En 1912 regresó a Rusia para organizar la campaña bolchevique para las elecciones en la Duma. Dos meses más tarde fue encarcelada, y tras su liberación se encargó de la edición de Rabotnitsa. En 1915 se trasladó a Suiza para organizar la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas contra la Guerra. Formó la delegación bolchevique que asistió a las conferencias de Zimmerwald y Kienthal. Fue miembro del Comité Ejecutivo del Soviet de Moscú. En 1920 dirigió la primera Conferencia Internacional de Mujeres Comunistas; poco después murió. Ese año, Lenin planteó la necesidad de “crear un fuerte movimiento femenino internacional sobre una base teórica clara”.

Fue también importante la participación de Yelena Dmitriyevna Stassova, intelectual que asumió cargos de responsabilidad política, sufrió exilio y prisión en las cárceles zaristas. Klavdia Nikolayeva, obrera que se unió a los bolcheviques en 1908, por lo cual fue deportada y apresada. Regresó a Rusia en 1917 y escribió en la primera revista de las trabajadoras. Klavdia Nikolayeva y Konkordia Samoilova se ocuparon de la organización del movimiento de mujeres obreras, así como también Varvara Nikolayevna Yakovleva, Anna Ilyinichna Yelizarova, Maria Ilyinichna Ulyanova, y Vera Slutskaya, quien murió baleada cerca de Petrogrado, lo mismo que Yevgenia Bosh.

Por ello, José Carlos Mariátegui afirmó que la historia de la Revolución Rusa está conectada a la de las conquistas femeninas; y calificó en 1924 como uno de los acontecimientos sustantivos del siglo XX la adquisición de las mujeres de los derechos políticos del hombre, situando a Margarita Bondfield, ministra de Trabajo de Inglaterra, y a Alejandra Kollantai, embajadora de la Unión Soviética en Noruega, como los ejemplos preclaros del cambio que se empezaba a producir en los ámbitos social y político.9

Nadezhda Krupskaia y las bibliotecas

En 1917, Rusia era una sociedad poco industrializada y en gran medida analfabeta. Las pocas bibliotecas públicas tenían fama de haberse constituido en centros sospechosos de propugnar la educación de los campesinos y de los obreros. En este contexto, la labor de Nadezhda Krupskaia fue decisiva en su gestión por la educación y el desarrollo de la biblioteca en la Unión Soviética, lo cual permitió el acceso de millones de personas a los libros y la lectura.

Krupskaia sostenía que los “libros para niños son una de las armas más poderosas en manos de los socialistas en la educación de las nuevas generaciones”. Esta creencia en el poder de la alfabetización impulsó su trabajo en el desarrollo de las políticas soviéticas en la materia para promover la enseñanza de la lectura y la escritura. Para ella, la educación no debía ceñirse sólo a las escuelas, sino que debía incluir la educación continua de adultos, la alfabetización en el campo, la creación de bibliotecas, la emancipación de las mujeres a través del conocimiento.

Desde 1918 hasta 1938, durante el primero y segundo planes quinquenales soviéticos, Krupskaia se dedicó al desarrollo de las bibliotecas, iniciando una campaña para aumentar el presupuesto, mejorar las instalaciones y subir los sueldos. Promovió la lectura para los niños, las bibliotecas infantiles, oportunidades para la educación de adultos. Tales medidas demuestran la influencia que tuvo en el desarrollo de la biblioteconomía en Rusia.10

Elaboró un programa de estudios de dos años dirigido a la formación de aspirantes a bibliotecarios. El primer curso estaba dedicado a la lectura de 20 a 30 libros, de los cuales al final del curso los alumnos tenían que hacer un informe oral. Esa propuesta impulsó la creación en 1918 del Instituto de Educación Extraacadémica, que después se convirtió en Instituto Pedagógico del Trabajo Político Educacional Nadezhda Krupskaia; y en 1925 Instituto de Educación Política. En 1930, la institución adoptó el nombre de Instituto de Biblioteconomía de Moscú.

Nadezhda Krupskaia. Tras la muerte de Lenin

Vladímir Ilich Lenin murió el 21 de enero de 1924, a los 54 años. La primera reacción de Krupskaia está escrita en Memorias acerca de Lenin, donde señala que insistió vehementemente para que el testamento de Lenin fuera divulgado:

Tengo un gran pedido que hacerles. No permitan que el duelo por Ilich se transforme en veneración hacia su persona. No construyan monumentos, no le pongan su nombre a los palacios, no celebren ceremonias lujosas en su memoria. ¡El daba tan poca importancia a todo ello, le pesaba tanto! Recordad la pobreza y el desorden subsistentes aún en el país. Si desean honrar la memoria de Vladimir Ilich, construyan guarderías, jardines de infancia, viviendas, escuelas, bibliotecas, centros médicos, hospitales, asilos para mutilados, pero lo más importante: pongamos en práctica sus principios.11

Debido a las circunstancias en que se escribió el libro, Krupskaia no menciona los años dramáticos de 1921 a 1923, los temores de Lenin sobre el porvenir de la revolución, y sus juicios de quienes conducían el país. Pero sí está registrado su intento por impedir que Stalin asumiera el poder cuando ya Lenin se encontraba muy enfermo, a través de una carta secreta al parecer filtrada por Nadezhda Alliluevna, secretaria de Lenin y posteriormente esposa de Stalin. Lo cierto es que Stalin se enteró de la maniobra, y llamó por teléfono a Krupskaia para insultarla. Indefensa y sorprendida no se atrevió a decirlo a Lenin, pero le escribió una misiva a Leo Borovich Kamenev:

Leo Borovich: A causa de una breve carta que escribí según las palabras que me dictaba Vladimir Ilich, con anuencia de los médicos, Stalin se permitió ayer un rudo estallido dirigido contra mí. No empecé ayer a pertenecer al partido. Durante estos treinta años, jamás escuché de un camarada una palabra grosera. Los asuntos del partido y de Ilich no me son menos caros de lo que puedan serlo a Stalin. En los momentos actuales necesito el autodominio al máximo. De lo que se pueda y de lo que no se pueda hablar con Ilich lo sé mejor que ningún médico, porque sé qué lo pone nervioso y lo que no; en todo caso, lo sé mejor que Stalin. Me dirijo a usted y a Gregory (Zinoviev) como camaradas mucho más íntimos de Vladimir Ilich y les ruego que me protejan de toda grosera intromisión en mi vida privada y de invectivas y amenazas soeces. No abrigo ninguna duda respecto de cuál será la decisión unánime de la Comisión de Control, con la que Stalin considera adecuado amenazarme; sin embargo, no tengo energías ni tiempo que perder en esta estúpida querella. Soy un ser viviente, y tengo los nervios excitados hasta el máximo. Nadezhda Krupskaia.

Fue entonces relegada al papel puramente figurativo de viuda de Lenin, mientras se le atribuían puestos honoríficos. Trató, sin lograrlo, de dar lectura al famoso testamento de Lenin en el decimotercer congreso del partido. Pero el Comité Central, por 30 votos contra 10, se opuso. En 1927 la eligieron miembro del Comité Central; y en 1929, comisaria adjunta para Instrucción Pública. Se consagró a las investigaciones pedagógicas, a la redacción de su libro sobre Lenin, y a la edición de las obras de éste. A lo largo de su vida publicó libros, folletos y artículos. Gran parte de su trabajo ha sido traducido a otros idiomas, y fue reconocida con la orden de la Bandera Roja del Trabajo en 1929, y la Orden de Lenin en 1933. Fue nombrada miembro honorario de la Academia de Ciencias de la URSS en 1931, y se le otorgó un doctorado de ciencias pedagógicas en 1936.

Nadezhda Konstantinovna Krupskaia murió el 27 de febrero de 1939. Sus cenizas se encuentran en el muro del Kremlin, junto al mausoleo de Lenin, en la Plaza Roja de Moscú.


* Escritora. Investigadora de la Universidad de San Martín de Porres; encargada de la cátedra unesco Patrimonio Cultural y Turismo Sostenible. Directora del Centro de Estudios la Mujer en la Historia de América Latina. Directora de la cátedra José Carlos Mariátegui. Directora de la Comisión del Bicentenario Mujer e Independencia en América Latina.

1 Nadezhda Krupskaia. La educación comunista: Lenin y la juventud. Madrid, 1978, páginas 13-26.

2 Tsetsiliia Bobrovskaia. Nadezhda Krúpskaya: 1869-1939. Moscú, 1940, p. 8.

3 Ana Muñoz. “Nadezhda Konstantinovna Krupskaia (1869-1939): Feminista y bibliotecaria”, 2010, páginas 143-156.

4 Nadezhda Krupskaia. Memorias acerca de Lenin. Moscú, 1957.

5 Ibídem.

6 Vladimir Ilich Lenin. Obras completas, tomo XXVI.

7 Ibídem.

8 Alejandra Kollontai. El primer subsidio. Moscú: Progreso, 1973.

9 José Carlos Mariátegui. “Temas de educación”, “La mujer y la política”, en Variedades. Lima, 15/3/1924. Empresa Editora Amauta, 1970, p. 123.

10 Raymond, Boris, Krupskaia and Soviet Russian Librarianship, 1917-1939, 1979.

11 N. Krupskaia. Memorias acerca de Lenin, publicadas en ruso en 1933. Versión en español de 1957. Publicado en Pravda, San Petersburgo, 30 de enero de 1924.

Bibliografía

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Guardia, Sara Beatriz. Mujeres peruanas. El otro lado de la historia. Lima, 2013, quinta edición.

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Navailh, François. “El modelo soviético”. Duby, Georges-Perrot, Michelle. Historia de las mujeres en Occidente: el siglo XX. Madrid: Taurus, 1994, volumen 5, páginas 257-283.

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