UN CANTO Y UN AMULETO

Ataque porril y respuestas universitarias: ¿un movimiento?

 

Los hechos: y un día los porros volvieron a la superficie…

El lunes 3 de septiembre de 2018, un “comando” bastante amplio de porros (se dice que son 30, algunas especulaciones posteriores afirman que fueron más de 60) ataca a un mitin de universitarios con una actitud que sólo en la medida que se conoce el alcance de las agresiones se va revelando como criminal. La avalancha de violencia ocurre en el corazón mismo de la UNAM: comienza en las escaleras que llevan de las Islas a Rectoría y se extiende hasta la avenida Insurgentes. Los “hechos delictivos” son registrados por videos y fotografías que dan cuenta, conforme se difunden en redes sociales, de la magnitud de las agresiones; también se encargan de espectacularizar los hechos y, al avanzar la indignación universitaria y social, así como la negligencia estructural de las investigaciones judiciales, también se demanda su uso para identificar a los agresores. Esto último también lo hace de manera efectiva la misma comunidad universitaria y a las pocas horas ya se tienen identificados a muchos de ellos en redes sociales, lo que pone en evidencia, una vez más, la omisión y la lentitud de la autoridades judiciales y universitarias.

En las primeras horas después de la agresión criminal se habla de más de 15 heridos, diseminados en hospitales cercanos a Ciudad Universitaria. Al final del día se tiene una idea del alcance de la violencia criminal frente a Rectoría: dos estudiantes se encuentran graves (Joel Meza García, del Colegio de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras, y Emilio Aguilar Sánchez, de la Preparatoria número 6), mientras las y los otros estudiantes heridos salen atemorizados de los hospitales que los dan de alta. La noche de la agresión se vive con un miedo que se instala de manera insólita en el Centro Médico Siglo XXI, donde se encuentran hospitalizados Joel y Emilio, y en el CCH Azcapotzalco, que estaba en paro y de donde se presume vienen los porros: el rumor de una posible agresión nocturna de comandos porriles transforma estos lugares en experiencias concretas de absoluta indefensión, una noche en la que nada llena el vacío judicial de las autoridades.

La movilización universitaria: una causa que se vuelve el recomienzo de todas las causas

La causa: el viernes 31 de agosto, la Asamblea de Estudiantes de CCH Azcapotzalco decide seguir con el paro indefinido y realizar una marcha desde el parque La Bombilla a Rectoría el lunes 3 de septiembre. Las demandas parecen básicas y coyunturales de tan estructurales que son las carencias: falta de profesores al comenzar el semestre; denuncia de las medidas represivas de la Directora del plantel, que borra los murales de los estudiantes y acusada de desvío de fondos; presencia violenta de porros en la vida cotidiana del plantel y de todos los planteles del bachillerato de la UNAM; exigencia a las autoridades universitarias para que esclarezcan el feminicido de Miranda Mendoza, estudiante del CCH Oriente.

A las y los estudiantes del CCH Azcapotzalco se les suman universitarios de otras facultades y escuelas, y al marchar ese trágico 3 de septiembre hacia Rectoría los acompañan las consecuencias del centralismo mismo de la vida universitaria antes de que ocurra la agresión; en la “periferia” de la UNAM, en los planteles que están lejos de Ciudad Universitaria, al abandono académico, a la violencia permanente y sistemática sostenida en la complicidad y encubrimiento de las mismas autoridades, los escolta también un olvido forzado y todavía más profundo que el que se da en los planteles “centrales”.

Después de la agresión criminal de los porros, la causa del CCH Azcapotzalco se vuelve la explosión de todas las causas latentes en los últimos años en la UNAM contra una avalancha de violencias: feminicidios, violencias cotidianas contra universitarias y universitarios y respuestas indolentes de autoridades universitarias, raíces autoritarias casi intactas en la máxima institución de educación superior del país, que todavía no experimenta el giro democratizador y el hartazgo de los últimos meses a nivel nacional ante la corrupción y la criminalidad deshumanizadora. Lo que se dibuja en las dos semanas siguientes a la agresión porril es la posibilidad de un naciente movimiento estudiantil: contra todas las violencias en todos los espacios de la UNAM; la necesidad urgente de detener el abandono estructural del bachillerato universitario; la exigencia de que desaparezcan figuras de rancio autoritarismo y abuso constante como Auxilio UNAM, de la que al menos se documenta en los videos e imágenes su omisión en la agresión porril y su presunción de complicidad. Se exige y se quiere otra UNAM, en la que miles de universitarios se reconozcan por reivindicar y defender no sólo el derecho a una educación pública y gratuita, también se quiere una universidad que sea capaz de garantizar la sobrevivencia misma de sus estudiantes, de proteger ampliamente los derechos humanos y el derecho de cuidado de su comunidad, todo esto con una perspectiva de género que se instala también como una demanda en todas las asambleas y conversatorios.

A 50 años del ´68: los espejos de los movimientos estudiantiles

La UNAM vive en los días posteriores a la agresión porril una turbulencia que se expresa en paros activos, marchas otra vez históricas cuyo asombro radica en un reconocimiento entre universitarios de sus propias capacidades organizativas y su actualización a veces trompicada pero mínimamente efectiva, largos conversatorios entre estudiantes y también con profesores que terminan en la afirmación de un nuevo sentido comunitario, a veces más deseado que real y en los que el intercambio generacional de experiencias tiende puentes frágiles pero ciertos entre quienes vivieron el ’68, la huelga del CEU en 1987, la huelga de 1999-2000; asambleas por plantel e interuniversitarias en las que se van reestructurando tanto las herencias de movilización estudiantil como un ánimo de elevar la intensidad de la indignación a nivel de Movimiento que terminará con los porros, pero también con la negligencia de autoridades ante los feminicidios, acosos y abusos sexuales, autoritarismo de autoridades; se exigen nuevos esquemas de seguridad humana, discusión democrática de todos los problemas actuales que vive la UNAM y propuestas de alternativas a esta “crisis” con ánimos de refundación de la Máxima Casa de Estudios… en fin, utopías canceladas en movimientos estudiantiles anteriores, pero que se reavivan gracias a la indignación ante el ataque porril y, al mismo tiempo, se articulan a nuevas formas de pensar la sobrevivencia universitaria ante el tiempo casi apocalíptico neoliberal de todas estas violencias estructurales.

Este giro hacia una indignación generalizada de universitarias y universitarios se expresa en el primer paro generalizado de 48 horas al día siguiente del ataque porril, en los siguientes paros escalonados y activos; en las marchas del miércoles 5 de septiembre, que va de la Facultad de Ciencias Políticas a Rectoría, en la repetición asombrada de una Marcha del Silencio el 13 de septiembre, y de alguna manera culmina en su primera fase con la marcha del 2 de octubre, ante los 50 años de la matanza de estudiantes en la Plaza de la Tres Culturas.

¿Es esto un nuevo Movimiento Estudiantil en la edad de las violencias deshumanizadoras del neoliberalismo? Todavía no lo sabemos. En el Pliego Petitorio que surge de Asambleas Interuniversitarias agotadoras, está señalado ya un posible cruce de caminos para dar lugar a una nueva fase: se plantea la necesidad de impulsar una organización estudiantil de carácter nacional, que pretenda “reconstruir esta sociedad mutilada y que además defienda el derecho humano a la educación”; se exige a los Poderes de la Unión y a las autoridades de la UNAM la democratización de las universidades, de la educación pública y gratuita; seguridad dentro y fuera de las instituciones; una estrategia contra las prácticas porriles y la violencia de género; verdad y justicia ante los feminicidios, asesinatos, desapariciones forzadas y ante la misma violencia porril contra estudiantes.

Al menos, las palabras de las y los universitarias se dejan sentir otra vez como un amuleto: “Y aunque el canto que escuché hablaba de la guerra, de las hazañas heroicas de una generación entera de jóvenes latinoamericanos sacrificados, yo supe que por encima de todo hablaba del valor y de los espejos, del deseo y del placer. / Y ese canto es nuestro amuleto”. (Amuleto, Roberto Bolaño).