EL FUTURO DE MÉXICO

UNA VISIÓN PARA LA IZQUIERDA POSIBLE

Introducción

Vivimos una gran conmoción. El estado del capitalismo incluye una de las mayores catástrofes sanitarias de la historia de la humanidad y la crisis económica en ebullición será de gran magnitud y de larga duración. Se gesta una devastación social en el planeta –en medio de una enorme incertidumbre–, simultáneamente para todos en el mundo. 

Pensar y avanzar hacia estadios de creciente justicia social en México, en ese contexto, representa un gran esfuerzo continuado; especialmente si, como ocurre, México experimenta una constante estrechez de sus márgenes de acción. Por hoy estamos como nunca determinados por la coyuntura, debido a la exigencia de pragmatismo que reclama la contingencia sanitaria, y hay poco espacio para la reflexión de largo aliento, una que busque poner un poco de luz más allá de los indispensables programas de corto plazo del gobierno.

El futuro de México es con Morena o no será. Pero Morena necesita, pienso, armarse de muchos trabajos de reflexión que afinen su militancia y ayuden a mantener una comunicación cierta y cada vez más profunda con la corriente social del lopezobradorismo. 

Este texto busca ser una de esas reflexiones aludidas. Está escrito en cuatro apartados: 1) La política detrás de la economía; 2) En torno al curso internacional previsible; 3) El espacio mexicano; y, 4) Tiempo futuro.

El primer apartado contiene una mirada breve sobre el capitalismo como conjunto. Su objetivo es mostrar el estado actual de ese régimen social: sus límites evidentes, y las ingentes dificultades para superarlos. El apartado 2 presenta elementos destacables de la coyuntura internacional, en un intento de acercamiento geopolítico. El futuro se nos vuelve presente y ya son actuales grandes luchas. Las transformaciones serán muy numerosas: el neoliberalismo está muerto y buscará ser revivido mediante reformas gatopardezcas. El apartado 3 es un apunte escueto sobre hechos históricos subyacentes en la configuración del México de nuestros días, una de las sociedades más desiguales del planeta, así como sobre hechos de la etapa neoliberal que profundizaron el desastre social. El apartado 4 está dividido en dos incisos: a) La dependencia respecto a Estados Unidos, un gran intríngulis que definirá, como ha sucedido en el pasado, una gran parte de nuestro presente y del futuro previsible; y b) Conceptos y políticas económicas, que tratan de aportar -esa es la aspiración- algunas herramientas y acercamientos analíticos para pensar de mejor modo la política económica del presente, y buscar así afianzar mejor el futuro de generaciones nacidas en la pobreza inicua. La acción de los militantes de izquierda siempre exigirá muchas de esas herramientas. Ojalá este texto pueda ser útil a su trabajo. 

1. La política detrás de la economía 

El capitalismo no es más un modo de producción con futuro. Su modo de funcionamiento se ensaña con las grandes mayorías en todas las sociedades del mundo, con tasas de explotación intensas en extremo, al tiempo que daña desmedidamente el hábitat de la humanidad. Durante la última década el crecimiento del capitalismo ha sido reptante, pero aún así ha continuado socavando el mundo natural conocido y apto para la vida humana; explota especies animales, vegetales y minerales, como si el planeta fuera infinito. 

Desde su origen y consolidación histórica este régimen económico se configuró haciendo del crecimiento del producto su modo de existencia; su vida y reproducción sólo pueden ocurrir en crecimiento. Es así porque en el largo plazo su modo de operar automatizó –por así decirlo– el proceso de inversión:[1] cada año (puede usarse cualquier lapso) gran parte de las ganancias de los capitales deben revertirse al proceso productivo como inversión; crece así el capital acumulado, con lo que llegarán ganancias aún mayores a las del ciclo anterior; aumentan así, nuevamente, las necesidades de inversión. Alguna vez fueron celebradas las altas tasas de inversión anual mostradas por el capitalismo en el pasado; esa historia ya no puede repetirse. Si la inversión creciera en nuestros días al ritmo que alguna vez lo hizo, atentaría de peor manera contra su propia existencia porque su perfil tecnológico actual arremete aún más severamente que en el pasado contra la naturaleza. Por si fuera poco, el enloquecido consumismo planetario está también en la raíz de la depredación del mundo natural compatible con la vida humana. Inversión y consumo capitalista de hoy dañan con gravedad al planeta y, así, ni el capitalismo ni la vida misma son posibles.

Como nunca en el último siglo, el capitalismo está agotando su tendencia progresista de desarrollo de las fuerzas productivas. Marx y Engels escribieron en el Manifiesto del Partido Comunista acerca del papel revolucionario de la burguesía respecto de ese desarrollo que habría de ser su gran misión histórica. Hoy el modo de producción capitalista atenta contra sí mismo, y está impedido para desarrollar unas fuerzas productivas acordes con una vida genuinamente humana para todos los pobladores del planeta.

De otro modo: el capitalismo demanda una inversión y un consumo infinitos: tal insania implica una constantemente mayor explotación de los bienes naturales planetarios. Esa necesidad imperiosa resulta, hoy está claro, insostenible.[2] De acuerdo con este ángulo del problema, una continuidad sana del capitalismo no podría lograrse sino con una reducción drástica y permanente de los niveles de producción y de consumo; ello, sin embargo, no es posible porque contradice la lógica de crecimiento de la inversión y del producto que exige el capitalismo. La necesidad del crecimiento perpetuo la expresan claramente agencias internacionales, como la OCDE, el FMI y el Banco Mundial, así como la mayor parte de los economistas, empeñados en mantener la distopía. En el colmo, el modo de producción capitalista enfrenta esas contradicciones cuando la inmensa mayor parte de las sociedades del mundo no alcanza un nivel de vida suficiente (con alimentación, salud, educación, vestido y vivienda). De otra parte, parece claro: ese nivel de vida para el conjunto de la humanidad no será alcanzado en el marco de relaciones sociales propias del capitalismo.

Los límites al crecimiento económico capitalista indican que cada vez en mayor medida la fuente de rentabilidad capitalista se halla en el trasvase de valor hacia los grandes capitales desde todos los puntos de la economía planetaria. La continuación de ese hecho de extrema brutalidad no tiene otro resultado sino el crecimiento permanente de una desigualdad social sin freno ni pausa en todo el planeta; una plétora de abundancia sin precedente en el 1%, y un inmenso océano de indigencia en el otro extremo.

Los límites del capitalismo están frente a nosotros, son actuales; pero la transformación social no puede ocurrir porque el proceso político de la liberación de las masas tiene sus propios tiempos, los tiempos de la política, que no son los de la economía, como aprendimos con Gramsci. Las cosas seguirán así, deteriorándose, en tanto los propios humanos no puedan construir un sujeto político de alcance internacional capaz de operar la transformación social que un futuro humano reclama. La mayor tarea política actual de los estratos dominados es luchar contra las peores facetas del presente: las de la globalización neoliberal financierizada. En esa lucha construirán quizá su mayor aprendizaje histórico.

2. En torno al curso internacional previsible

Los grandes capitales del planeta querrían salvar a la brevedad esto que tenemos por régimen capitalista, con todas las reformas necesarias para evitar la más mínima aproximación al naufragio.[3] Para los hombres prácticos del mundo empresarial las cosas no deberían ser complicadas. Pero el mundo real comprende a los Estados-nación, los poderes políticos y militares, la complejidad de la gobernanza internacional, los liderazgos planetarios. Todo está en el escenario, la triple crisis del capitalismo, económica, sanitaria y climática y, al mismo tiempo, la reconfiguración o transformación del liderazgo político mundial, con vastos cambios fluyentes que durarán previsiblemente largos años. 

La crisis económica -esperada como una extensión del estancamiento secular instalado en el planeta desde la crisis financiera de 2007/2008-, venía impulsando respuestas internacionales diversas, que ahora están siendo reforzadas por la crisis sanitaria mundial de la Covid-19. Desde los años referidos, la globalización neoliberal había venido desfavoreciendo a Estados Unidos (EU) en relación con otras potencias. No un golpe adverso para los grandes capitales estadounidenses que operaron una magna deslocalización industrial instalándose como nunca en el pasado en todos los continentes -con especial empeño en China-, pero sí para EU como Estado-nación, como poder político global en la gobernanza del sistema mundo.

Son notorios los pasos de Rusia como potencia militar y de China como gran potencia económica. Menores, tardías y escasamente promisorias, las iniciativas de una Unión Europea que ha sido construida hasta ahora con diversas debilidades para funcionar como unión: los nacionalismos europeos continúan vigentes. Pese a esos problemas, en 2019 alcanzó como región un PIB, medido por la paridad de poder adquisitivo (ppa), mayor al de EU. Ya con Donald Trump el gobierno estadounidense atacó y ha revertido en alguna medida la deslocalización y ha dado numerosos pasos contra la globalización como hasta hoy la conocemos.[4]

Se dan así avances, complejos y heterogéneos, en la construcción de unos nuevos nacionalismos acompañados cada uno de una región multinacional propia. Rusia con la Unión Euroasiática,[5] enfrentando problemas económicos difíciles en ese afán, pero con un poder militar intimidante para sus vecinos y desafiante para EU.[6] China resulta más amenazante aún para EU por su poder económico, con el mayor PIB (ppa) del mundo. La región de su influencia y poder, la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), incluye a Brunei, Birmania, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam; conjuntamente crearon la mayor zona de libre comercio del mundo a partir de 2010. Pero el peso económico de China es también visible en África y, en menor medida y de modo diverso, en América Latina. Además, ha ido volviéndose un poder militar inquietante para EU. Adicionalmente, Rusia y China presentan un frente común, en diversos temas, ante la potencia declinante.

EU vuelve sobre sus pasos, tiende a cerrarse en alguna medida, construye la región de América del Norte, mantiene una influencia decisiva, aunque en declive, en múltiples países del orbe; tiene el mayor poder militar, y conserva el monopolio de la emisión de la divisa principal del mundo. Emitir la moneda con la que se realiza la mayor parte de las operaciones comerciales y financieras internacionales le da a EU ventajosas ganancias imperialistas.

Tanto Rusia como China han tomado decisiones para erigir Estados que profundizan en su estructura y orientación autoritaria. No sólo como vocación de sus poderes ejecutivos y por los personajes que encarnan esos poderes, sino también como un modo de prepararse para una contienda por demás ingente: la reconfiguración en curso de los liderazgos geopolíticos y las formas de la gobernanza mundial. 

Vladimir Putin ha ascendido los peldaños necesarios para mantenerse en el poder, desde el año 2000 y hasta 2036, cuando cumplirá 84 años. Superaría así a Iósif Stalin (un gobierno de 24 años). Por su parte, la Asamblea Nacional Popular de China, aprobó en marzo de 2018 una reforma para permitirle a Xi Jinping reelegirse sin límite de mandatos. Por esas vías ambos gobernantes buscan aplacar el conflicto social y político interno, para concentrarse en las batallas internacionales: cruentas (en la periferia) e incruentas (entre los grandes bloques de poder). Aunque no está excluido el riesgo de una confrontación terminal de carácter nuclear; por el contrario, nunca la amenaza ha sido tan acusada como en el presente.[7]

Los poderes estadunidenses, desde luego, se percatan de los movimientos político-estratégicos de China y Rusia y toman sus propias medidas políticas, económicas y militares. EU ya tiene montada una guerra económica contra ambas potencias, acompañada de incidentes militares.[8] De modo perturbador, ahora -hacia fines de julio de 2020-, Donald Trump ha declarado en televisión no saber aún si aceptará los resultados comiciales de noviembre próximo, y ya ha sugerido sean diferidas las elecciones de noviembre. Parece clara la inverosímil búsqueda de cómo perpetuarse en el gobierno de EU. Trump sabe de los poderes a perpetuidad de Vladimir Putin y de Xi Jinping: ¿por qué, para él, un movimiento equivalente debería ser imposible?

3. El espacio mexicano

México ha vivido desde julio de 2018 un cambio radical en su espacio político, en relación con la configuración operada por los años de gobiernos neoliberales (1982-2018), y efectuada sobre los saldos de los gobiernos de la Revolución Mexicana; el producto más preponderante de la suma de ambas épocas fue la pervivencia de una sociedad con múltiples realidades lacerantes propias de una suerte de colonialismo interno. 

México tuvo una revolución social de enorme impacto social y político. El movimiento revolucionario destruyó al Estado oligárquico incluido su núcleo duro: el ejército. Por su momento histórico, por la configuración sociopolítica y económica de la sociedad en los años de la revolución iniciada en 1910, los sectores dominados no produjeron un programa nacional cuyo objetivo fuera la construcción de un nuevo Estado. La anécdota memorable en la que el General Pancho Villa y el General Emiliano Zapata se ceden y rechazan -alternativamente- sentarse en la silla presidencial, es una de las imágenes más simbólicas de cómo los ejércitos populares no accedieron por voluntad propia al poder del Estado. Decidieron mantenerse con las demandas de un movimiento campesino y agrario; no tuvieron vocación política nacional propiamente dicha. 

La impronta de sus demandas sociales, no obstante, quedó inscrita en la Constitución de 1917 y en leyes secundarias; luego, fueron cayendo en la inobservancia con el paso de los años. Las masas populares, por mejor decir, representantes genuinos de las mismas, al quedar fuera del poder político, dieron paso a la gradual conversión de los gobiernos revolucionarios en sostén de esa especie de colonialismo doméstico, que fue la base del sistema de acumulación de capital en el sector industrial, emergente a partir de los años cincuenta del siglo pasado. Los mecanismos de explotación, de exclusión social, de abundantes formas de desprecio racial hacia los de abajo, la división profunda expresada en una desigualdad tan extrema que frecuentemente no ha tenido parangón en el planeta, en todo ello cayeron los gobiernos “revolucionarios”. México ha sido un país desigual entre los desiguales.[9]

Los gobiernos neoliberales convirtieron al Estado en un espacio para la rapiña implacable de los políticos instalados en el poder público. La corrupción cada vez más desenfrenada tuvo una curva de crecimiento exponencial hasta diciembre de 2018, cuando el movimiento por la Cuarta Transformación (4T) inició la tarea de limpiar el gobierno de México.[10] La perversión extrema de las instituciones de gobierno era evidente y la 4T busca reconstruirlas, al tiempo que ha iniciado el despliegue de los primeros programas sociales orientados por la divisa “por el bien de todos primero los pobres”. La lucha contra la corrupción y los privilegios, la línea política de “primero los pobres” y muchas otras medidas, han desatado una oposición exacerbada de parte de diversos poderes económicos, políticos y mediáticos, que conforman la actual derecha política de México.

Los intelectuales de la derecha -con frecuencia dados a la conspiración política-, que desesperan frente a las acciones de gobierno de la 4T, tuvieron a su disposición los espacios de comunicación más influyentes, como televisoras, radiodifusoras, prensa y publicaciones periódicas, y fueron enriquecidos por los gobiernos neoliberales. Fue una élite con alta visibilidad y mucha docilidad, especialmente frente al jefe del ejecutivo federal. Durante el gobierno de Enrique Peña Nieto recibieron recursos sin precedente como retribución a sus tareas cumplidas. Sin duda, fueron unos servidores útiles al establishment corrupto.

Del seno de ese “círculo rojo” desdibujado y falto de canales proveedores de dinero a manos llenas, ha salido la fingida idea de que la 4T es una revolución que, como “todas las revoluciones, la mexicana de 1910, la francesa de 1789, o la bolchevique de 1917, va contra los bienes de los ricos”. Fingen creer que la propiedad privada de la clase pudiente está en peligro.

En su mensaje del 1º de julio (2020) celebrando el segundo aniversario de la victoria electoral y política de los de abajo, el presidente subrayó y puso números a su principal bandera: “Antes de la crisis sanitaria, 18 millones de hogares, de un total de 32 millones, eran beneficiados de cuando menos uno de los programas sociales en curso; es decir, el 55 por ciento del total de familias. Ahora nos hemos propuesto para finales de este año, llegar a 25 millones de hogares, el 70 por ciento del total del país…; los de abajo, los de la base piramidal reciben más beneficios porque se trata de los pobres y no puede haber trato igual entre desiguales”.

Para el 30 por ciento de los de arriba, ha habido liassez faire, laissez passeer. Una realidad que desmiente las soflamas y diatribas de los intelectuales de derecha. Ese segmento del 30 por ciento de la población está encabezado por acaudalados hombres de negocios habituados al capitalismo de compadres o de amiguetes (como dicen en España), que viven en la antinomia sin siquiera darse cuenta: tienen un discurso de descalificación del Estado por “meterse” en tareas económicas que deben estar “fuera de un Estado liberal”, pero un número crecido de ellos necesitan al Estado para hacer sus negocios, recibir favores múltiples y/o captar contratos y recursos sin cuento.

Frente al yermo social creado por décadas de neoliberalismo, no cabe duda, el programa de AMLO es radical y está ubicado en la extrema izquierda del espectro realmente existente de fuerzas políticas mexicanas; sin duda, el programa del Presidente, por objetivos políticos como los aludidos y por su credibilidad frente a los de abajo, está muy a la izquierda del PRI, el PAN, el PRD y demás negocios político electorales hoy marginales que continúan medrando a costa del erario. Sin duda, la más grande corriente político social del México es una corriente progresista en su contexto, y el segmento de mayorías que configuran el lopezobradorismo es hoy aún mayor que en julio de 2018.[11]

Qué llamativo y sintómatico resulta ver a los enemigos de la 4T visceralmente en contra de sus programas, mientras dicen estar asustados por un proyecto que no irá más lejos de los límites que el liberalismo puede fijarse en el marco del capitalismo. 

Una parte de la literatura analítica sobre el régimen de la 4T lo caracteriza como populismo de izquierda. Coincido con la corriente fundada por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe: el populismo (de izquierda) no es un régimen, sino un momentum de la política de masas. Es el proceso por el que se construye el sujeto político del cambio; un sujeto que puede alcanzar muy diversos grados de organización de las bases populares. Con un bajo nivel organizativo en general, en México la corriente del lopezobradorismo removió del poder a los partidos históricos. Desde el punto de vista político electoral, triunfó Morena, el partido político; pudo hacerlo gracias principalmente a la corriente del lopezobradorismo, que debe ser distinguida de los militantes de Morena.

El régimen de la 4T es liberal desde el punto de vista político y busca en el plano de la economía política crear un Estado social de derecho y un Estado de bienestar con los límites que, sin remedio, le impone su carácter de sociedad dependiente. Por ahora, la idea de un Estado de bienestar se halla en estado preliminar en diversos documentos escritos por el Presidente López Obrador, y adquiere concreción en los programas sociales del gobierno y, más profundamente aún, en la creación de nuevos derechos sociales constitucionales. 

Andrés Manuel López Obrador también ha dicho, principalmente durante su campaña electoral, que la 4T “no es un simple cambio de gobierno, es un cambio de régimen”. Esta idea tampoco se halla desarrollada, ni cuenta con un programa con objetivos específicos. En los hechos, hace referencia a un gobierno que opera de modos del todo distintos a sus predecesores: eliminar la corrupción (mediante la cual se operaba al gobierno); recuperar para el Estado los espacios capturados por el crimen organizado; favorecer en primer lugar al 70 por ciento de la población más pobre; lograr que todos los contribuyentes paguen sus impuestos conforme a la ley (especialmente las grandes empresas); separar el poder económico del poder político; dar creciente autonomía a los poderes de la república; recuperar para el gobierno funciones que fueron repartidas en instituciones “autónomas”, como un medio más del reparto corrupto de los recursos públicos. Sólo esta breve enumeración es suficiente para afirmar que, en efecto, el gobierno de la 4T se halla, en numerosos campos de la responsabilidad pública, en las antípodas de sus antecesores.

El  gobierno de Andrés Manuel López Obrador, Morena, y el lopezobradorismo constituyen, hoy por hoy en México, la izquierda política posible. Una izquierda viva, abigarrada, teñida de muy diversos colores y tonos de las corrientes progresistas de México; también incluye a grupos que treparon al tren de la 4T, sin vocación social genuina, y con la oportunidad u oportunismo necesario para adherirse al poder e intentar, en el futuro, encabezarlo. De ocurrir, sería el fracaso histórico de la 4T.

4. Tiempo futuro

La dependencia respecto a Estados Unidos

La dependencia respecto a EU tiene mil aristas problemáticas y es uno de los mayores intríngulis que enfenta la sociedad mexicana. Los márgenes políticos para la actuación de las izquierdas son estrechos porque la dependencia de México tal vez sea una de las más pronunciadas en el orbe. 

En rubros como el comercio de estupefacientes y el de las armas, o en temas como las relaciones comerciales, productivas y tecnológicas, o en asuntos tan dolorosos como la migración (la mexicana y centroamericana y más allá), o en el renglón relativo al grado de nuestra libertad para relacionarnos con otras naciones y potencias del orbe, México es una voz fuertemente subordinada.

La importancia de la fuerza de trabajo mexicana en la economía estadounidense ha sido de enorme importancia en sus tres sectores: agropecuario, manufacturero y de servicios; en los últimos tiempos también en los campos académico y de la investigación científica. La dependencia indujo históricamente a muchos mexicanos a trabajar en EU -legal o ilegalmente- cuando su fuerza de trabajo era requerida, y a ser expulsados a México en épocas de baja del ciclo económico estadunidense. Siempre se les pagó por debajo de lo percibido por los trabajadores estadounidenses, incluidos los trabajadores negros cuya paga media siempre ha estado por debajo de las remuneraciones de los trabajadores blancos.[12]

Las primeras olas de braceros fueron registradas en 1908, aunque iniciaron poco después del despojo de los enormes territorios arrebatados a México (1846/1848) por el imperialismo yanqui. Ese empleo precarizado es desde hace más de un siglo parte natural de la operación de la economía mexicana y la estadounidense. La cuestión migratoria en general es uno de los problemas fuertemente conflictivos de esa relación, pero el empleo precarizado es uno de sus temas más agudos.

No se ha intentado estimar el efecto adverso en los asalariados estadounidenses debido a la fuerza de trabajo mexicana, disciplinada y barata.[13] Los mexicanos han ejercido el papel involuntario de un ejército industrial de reserva para la economía estadounidense; tanto los que hacen su vida en EU, como los que la hacen en territorio mexicano. Las fronteras no pueden impedir los efectos entre sí de unas economías que constituyen un gran continuum. Especialmente entre el sur de EU y el centro y el norte de México. De modo indirecto se ha señalado ese fenómeno cuando países europeos han dicho que la fuerza de trabajo mexicana es una “ventaja comparativa” de EU en su competencia con China y sus bajos salarios históricos. Ese estado de cosas redunda en mayores beneficios para los capitales estadounidenses.

La revisión del TLCAN fue una decisión de EU, no de México (ni de Canadá). Uno de los resultados más notorios fue el cambio en la industria automotriz de México, cuyas exportaciones superan el 25 por ciento de las exportaciones de manufacturas. El cambio principal entre el T-MEC y el TLCAN lo ilustra bien esta industria. 

El contenido importado para autos fabricados en la región pasó del 62.5 en el TLCAN al 75 por ciento con el T-MEC. Si con el TLCAN los fabricantes podían ensamblar autos en México, EU o Canadá, adquiriendo componentes de los autos en cualquier parte del mundo, con el T-MEC entre el 40 y 45 por ciento del valor de un vehículo deberá suministrarse desde lugares en los que el salario sea de al menos 16 dólares por hora,[14] o sea: EU (o Canadá) 

No obstante los pasos atrás en ese tratado, el presidente de México se vio obligado a hablar con legisladores estadounidenses y debió escribir directamente a la líder de los demócratas, Nancy Pelosi, para que el tratado comercial fuera aprobado antes de las elecciones presidenciales del 2020 en EU. México debió trabajar duro para que EU firmara el tratado, porque a los miembros del Congreso les interesaba más procesar un impeachment contra Donald Trump, que finalmente no tuvo lugar.

Dicho todo lo cual, si en este momento se eliminaran de México todas las operaciones manufactureras y comerciales que se realizan impulsadas por el T-MEC, México descendería muchos escalones en el tamaño de su economía. La dependencia es sí o sí.

No hay que abundar mucho en el tema de nuestra vasta dependencia tecnológica. La siguiente ola de innovaciones técnicas vinculadas a Internet, consisten en el desarrollo de la red 5G y la inteligencia artificial. China con la empresa Huawei, y otras, está varios pasos adelante de Occidente en esos desarrollos; pero México está y estará a expensas de las empresas estadounidenses.

Un sector favorecido por el Tratado (desde el TLCAN) es el de los productores de granos de EU, que hanexportado millones de toneladas al mercado mexicano, aprovechando la caída en la producción nacional provocada por el TLCAN y generando para México dependencia alimentaria. México importa más del 20 por ciento del maíz que consume, y el 90 por ciento de sus importaciones provienen de EU, un maíz de calidad muy inferior al mexicano. Pero estamos muy lejos de consumir sólo maíz importado.

La autosuficiencia alimentaria que quiere el Presidente es extremadamente difícil en un “mercado abierto” como el que rige el Tratado. Las grandes importaciones agropecuarias desde EU no ocurren sólo por falta de producción mexicana, sino por ventajas de los agricultores estadounidenses en sus accesos a recursos financieros, por la logística de aquel país, por los precios, determinados en gran medida por los subsidios que otorga EU a su producción agropecuaria. 

Desde otro ángulo, uno muy distinto, es preciso subrayar que México cambió: dejó de ser un país agropecuario, predominantemente exportador de alimentos y materias primas, como fue en su historia, o como lo es en gran medida América Latina. Hoy es un país exportador de manufacturas. El valor anual de dichas exportaciones en México es de un monto mayor a la suma del valor de las exportaciones manufactureras del resto de América Latina. Profesionales y trabajadores mexicanos de la industria, han acumulado ya una gran experiencia en ese vasto campo. Este es un cambio profundo de la estructura productiva y una transformación muy amplia de su estructura de clases. Todo ello tendrá su juego en el futuro económico y político del país.

La industria mexicana, se ha dicho, se hizo con empresas maquiladoras. Es cierto, pero el hecho no tiene el mismo significado que en las décadas de los años 1950/1980, cuando el país intentaba avanzar en una industrialización por sustitución de exportaciones. A partir de los años 1980 la globalización productiva avanzó con rapidez inusitada y en el ámbito de las manufacturas fueron creadas cadenas productivas en las que participan múltiples países; es decir, en todos los países participantes -la mayoría, países desarrollados- fueron establecidas “maquiladoras”; en realidad se trata de una forma nueva de producir en el mundo, mediante cadenas productivas internacionales. México participa en ese nuevo mundo aunque, ahora mismo, esa red mundial ha empezado a ser revisada y veremos cambios hacia una globalización hecha más de regiones. Y es que la globalización neoliberal está en crisis severa. En ese contexto, a México le ocurre que su poder de negociación internacional es pobre; el hecho proviene de la dependencia multirreferida, su mayor intríngulis. Parece claro que tener tan atadas las manos en nuestra relación con EU, es signo de una soberanía disminuida. La soberanía nacional es un concepto según el cual el poder de la nación lo tienen de origen todos los ciudadanos. Estos a su vez dejan constancia en la Constitución Política, de ceder ese poder al Estado. Ese poder de los ciudadanos y del Estado está en México seriamente acotado.

Pocos asuntos tan amargos –donde la voz de México es mínima– como los mercados de estupefacientes y de armas, dos caras de la misma moneda. Los cárteles mexicanos del crimen organizado mantienen la producción y exportacion de sustancias tóxicas a EU, y se proveen en el mercado estadounidense de armas para sus fechorías; como es sabido, la venta de armas es un negocio legal en EU.  El Departamento del Tesoro ha estudiado la dimensión mil millonaria en dólares del lavado de dinero, pero no tenemos estudios sobre las ganancias de los delincuentes distribuidores de drogas estadounidenses, siempre a buen resguardo. Un negocio creado gracias al prohibicionismo en la política hacia las drogas desde su inicio. 

Esa moneda de dos caras impulsó el crecimiento y la diversificación del crimen organizado en México. EU mantiene sus decisiones sobre la libertad de comercio de armas y sostiene, creciendo, el consumo de sustancias psicotrópicas; no existe en EU un curso de decisiones públicas para revocar ninguno de esos mercados. Las decisiones estadounidenses provocan en México -en la sociedad y el Estado- inmenso sufrimiento y con ello un desgaste extremo; pero al país le es prácticamente imposible detener la acción del crimen organizado: depende de las decisiones que se toman o no se toman en EU.

En el extremo absurdo de esa dependencia intrincada fue organizado por el Estado mexicano mismo, junto con autoridades del gobierno de EU, la operación Rápido y furioso, durante el periodo de Felipe Calderón: dependencia y sumisión. Y no sólo fue Rápido y Furioso. A partir de 2004 agencias de EU realizaron otros siete operativos de “trasiego controlado” de miles de armas hacia México. En al menos cuatro de esos operativos el gobierno cooperó. Lo hizo “al más alto nivel”, según investigación de Fabián Medina, jefe actual de la oficina del secretario de Relaciones Exteriores.

En los primeros 18 meses de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador fueron asesinadas 53,628 personas en México, entre ellas, más de 5,800 mujeres y 1,800 niños y adolescentes: 100 mexicanos por día. Saldos brutales de una forma violenta de dependencia construida por fuerzas tan agresivas como poderosas, solapadas por instituciones estadounidenses y mexicanas.[15] “Es una asignatura pendiente, es un problema que no hemos podido resolver”, dijo el Presidente en enero pasado.

Volvamos a la economía nacional, para cerrar este inciso. La conformación histórica de nuestra idea sobre el desarrollo -que en todas partes significa desarrollo de la industria-, lejos de contradecir coincidió muchas veces con la configuración de nuestras relaciones de dependencia con EU. Así fue durante la era de la Reforma, adquirió después ciertos tintes nacionalistas durante el periodo del intento de desarrollo industrial por sustitución de importaciones (1950/1980), y volvió al carril de la dependencia abierta durante toda la etapa neoliberal.

Como siempre ocurre, con voces en contra, varios de los liberales de la Reforma soñaban con la “necesidad de enganchar el vagón de la economía mexicana a la poderosa locomotora del norte”. Hemos estado históricamente atrapados por el poder de EU y, todo indica, sólo un vuelco en la sociedad mundial podría acarrearnos a otra condición. La alternativa es echar a andar por caminos sinuosos, fortaleciendo paso a paso las alianzas internacionales, transformando gradualmente el entramado de nuestras relaciones con el resto del mundo. No es imposible.

Conceptos y políticas económicas

La dependencia externa de México no es determinante del grado de injusticia social extrema existente ni de la terrible desigualdad en la que hemos vivido de muy larga data. Esa injusticia es antigua: pervivió durante la Colonia y ha pervivido durante la República. Cambiar ese mundo exige un Estado que intervenga en la economía con el objetivo expreso de atemperarla y eliminarla; es necesaria una actuación continuada, de décadas, a la medida de las necesidades sociales de la mayoría históricamente excluida.

Los prejuicios convenencieros neoliberales aconsejan que la economía sea gestionada por los particulares. Nada efectivo en materia de justicia social sería alcanzable por esa vía, como lo prueba el largo periodo neoliberal mexicano. El Estado es la sociedad misma organizada de modos particulares para concentrar el poder de la propia sociedad y operar el gobierno conforme a las demandas y requerimientos de esa misma sociedad. México debe abrazar en todo su significado la divisa de Abraham Lincoln: “la democracia es el gobierno DEL pueblo, POR el pueblo y PARA el pueblo”. Nunca esas palabras destacadas fueron tan decisivas.

El apotegma de Lincoln, cotejado con la realidad, deja ver claramente que la democracia, bien mirada en su existencia histórica, nunca llega a estar realizada, siempre existe un foso a ser colmado con nuevos derechos que estén enraizados en ese apotegma. La democracia ha sido de manera preeminente la lucha por la democracia. La democracia no es tal al margen de la justicia social, separada de la vida efectiva de los ciudadanos como la quiere el neoliberalismo (“democracia sin adjetivos”). Como es visible, los términos del apotegma continúan siendo propósitos de futuro: todo el tiempo la lucha por la democracia sustantiva está obligada a reinventarse.

La lucha por la justicia social exige como objetivo básico otra distribución del ingreso, pero tambien otra configuración productiva. La escuela keynesiana se concentra en la demanda agregada, su asunto es el ingreso, y no atiende a la base productiva: es indispensable una mirada en lo real: los bienes producidos y las necesidades que satisfacen. No puede hacerse justicia social sin mirar la producción física, los bienes básicos que se producen o no se producen. Es elemental, pero así ocurren las cosas, se atiende el lado monetario del gran tema, y no a la producción de los bienes necesarios. No es extraño, ese pensamiento viene del centro capitalista del planeta. Hoy los Estados desarrollados emiten deuda sin freno para salvar a las empresas, a los bancos, o a los clientes de las empresas. Y es que, comúnmente, esos países no necesitan preocuparse de la producción porque tienen un aparato productivo desarrollado.[16] En México, todo el tiempo es preciso vigilar que los productos para satisfacer las necesidades de los mexicanos, se produzcan.

No es trascendente el debate que surgió sobre el producto (el PIB). Se ha argumentado sobre la necesidad de buscar otros indicadores, a efecto de medir la justicia distributiva. El PIB se refiere y mide lo que su nombre indica: el producto interno bruto. Nunca ha sido, ni puede ser, ni nadie lo pretende, un concepto referido a la distribución o al bienestar. ¿Tenemos necesidad de contar con una medida aproximada del valor de los bienes y servicios generados por el país cada año? Desde luego que sí. De modo más enfocado se ha discutido el tema del crecimiento del producto. Se ha criticado al gobierno de AMLO porque el producto no crece; muchas voces exigen crecimiento y hasta las agencias calificadoras nos restan puntos si el producto arroja bajas tasas del indicador; otras voces señalan que sin crecimiento no hay empleo; el gobierno ha respondido que es mejor atender a otros indicadores distintos del PIB para medir el bienestar de la población. Hay equívocos en ambas posturas.

No es preciso eliminar el concepto y medida del producto, para también contar con los conceptos referidos al bienestar. Pero quienes dicen que sin crecimiento no hay empleo, han puesto las cosas al revés. Es la inversión la que debe crecer, para que haya tanto crecimiento (del producto) como crecimiento del empleo. Por supuesto, el crecimiento del producto a su vez da lugar al crecimiento de la inversión; hay un encadenamiento. Pero desde el punto de vista conceptual, la fuerza de la determinación causal está en la inversión.

La causa de que haya un bajo crecimiento del producto y del empleo en México es el bajo nivel de inversión que ha habido desde los años 1980. En esos años las reformas “estructurales” neoliberales echaron fuera al Estado como actor económico relevante, porque debía ser “un asunto de los particulares”, de las empresas señaladamente. De ese modo el crecimiento del producto quedó a expensas, con mucho, de la inversión privada. Así, la crítica al no-crecimiento es poco válida, si quienes no invierten (pero sí critican) son los privados.

Los privados apenas han invertido, en parte por condiciones creadas por las propias reformas “estructurales”. Esas reformas dictadas por la ideología neoliberal mantuvieron en retirada y en achicamiento al Estado y, por tanto, fue abatida la inversión pública. Si la inversión pública y la privada están fuertemente deprimidas, el producto y el empleo alcanzan por necesidad un endémico bajo crecimiento. Así ha sido. 

El Estado dejó de invertir seriamente en uno de los rubros que le es más propio: la infraestructura. Como ha quedado claro, los privados están muy lejos de arriesgar o de poder invertir en proyectos como los de infraestructura, pues estas obras exigen grandes volúmenes de recursos. Además de la falta de inversión pública, se mantuvo y se ha mantenido un tipo de cambio apreciado como instrumento de control de la inflación y, por si fuera poco, fueron puestas severas restricciones al crédito público a los proyectos productivos; han reinado altas tasas de interés, dictadas por el Banco de México y han estado constreñidos los salarios reales, manteniendo así un estrecho mercado interno.[17] No puede haber así sino crecimiento reptante.

Más allá del crecimiento de la inversión en abstracto, es preciso atender a la necesidad de configurar de modo planeado una estructura productiva determinada, coherente con el acceso general a bienes suficientes para todos, insistamos, especialmente para quienes han vivido excluidos de ese acceso.

Antes de la dominación neoliberal, la entonces icónica economista portuguesa-brasileña María Conceição Tavares, escribió un penetrante estudio titulado Más allá del estancamiento: una discusión sobre el estilo de desarrollo reciente”.[18]

“El crecimiento económico, como tal [escribió Tavares], representa una medición que es un resultado del proceso económico, que no considera sus características fundamentales”. Por esa razón propuso el concepto de expansión: “es posible que mientras el producto per cápita esté creciendo a una tasa reducida, en el interior de la economía se estén verificando significativos avances y retrocesos en la marcha de los diferentes sectores o estratos económicos, como también el surgimiento de actividades nuevas `de punta´. En ese sentido, el empleo de la categoría expansión puede resultar más adecuado que el de crecimiento, puesto que se trataría de una categoría que abarcaría, en el seno de la economía capitalista, las fluctuaciones cíclicas del nivel de actividad económica, así como el carácter desigual y combinado del desarrollo de ese sistema…”

Desde esa óptica resulta crucial hoy en México centrarse en la inversión que genera empleo nuevo y de calidad, mirando a las características de la expansión, vale decir, a un crecimiento sectorial diferenciado con fuerte acento en la producción de bienes-salario y, en general, de bienes necesarios a los que debe tener acceso la población históricamente excluida. Se trata de un crecimiento diferenciado, atendiendo centralmente a los sectores productivos no internacionalizados. Estos últimos operan con su propia dinámica. 

No se pierda de vista que la inversión privada sólo tendrá lugar si la tasa de lucro esperada corresponde a sus expectativas. No puede haber tasas de retorno suficientes para las inversiones, sin infraestructura. Se vuelve crucial, por tanto, la inversión pública, como la anunciada para el Tren Maya, o el desarrollo del Transístmico. 

El sur-sureste de México ha estado rezagado durante toda la historia de la república. En todos los indicadores esa región se halla en profunda desconexión con el resto del país; por ejemplo, hacia 2015 para el conjunto de Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán, entre el 50/55 por ciento de las unidades productivas eran micro. En tanto, la proporción nacional era de 25 por ciento. Estos indicadores no cambian sino bajo el impacto de las inversiones. Además la productividad media de esa región ha sido hasta seis veces inferior al promedio del sector de microempresas a escala nacional: una brecha inimaginable (otro México).

La interconexión del sur y sureste con el resto del país es crucial para el desarrollo de esa región olvidada. Con las carencias que padece es imposible incrementar el ingreso de sus pobladores, y tener acceso a los bienes necesarios. Alimentos, educación, salud, techo y vestido de modo permanente y suficiente deben llegar al sur. Es indispensable el mayor crecimiento de los caminos rurales. Es muy penoso que el futuro de esa zona no esté acordado con suficiencia con todas sus poblaciones. Debe decirse, además, que el desarrollo del sur tendrá efectos multiplicadores considerables en el centro y el norte del país. 

De otra parte, harán falta muchos más proyectos y comenzar a acercarse a la planeación de la producción de los bienes básicos, en primer término, de los alimentos.

Hoy, la convivencia entre los sectores “tradicionales” y los internacionalizados, comprime el nivel general de salarios. El cambio en la estructura de los pesos relativos de los sectores productivos, en favor de los sectores no internacionalizados, incidiría de modo favorable en el nivel salarial general, y en el fortalecimiento del mercado interno.

El momento político excepcional del presente puede dar lugar a un nuevo destino y a una era de desarrollo distinta, y debe no ser excepcional, sino la historia futura.


[1] El concepto de inversión, en sentido macroeconómico, se refiere a la producción de medios de producción que se añaden al aparato productivo; de ahí deriva el crecimiento. Se trata de nuevos medios de producción. No se refiere a operaciones como la compra de un inmueble, o la adquisición de una fábrica, que implican sólo un cambio de propietario. 

[2] Durante los últimos cien años -especialmente los últimos treinta- se ha dañado más al planeta que en toda la historia de la humanidad. Apuntemos al menos los siguientes daños a la vida humana: temperaturas más cálidas, tormentas más intensas, propagación de enfermedades epidémicas, olas de calor más fuertes, derretimiento de los glaciares, huracanes más peligrosos, transformaciones adversas de los ecosistemas, desaparición de especies animales y vegetales, aumento en los niveles del mar.

[3] El pasado 13 de julio una gran cantidad de diarios del mundo publicaron una carta firmada por docenas de multimillonarios que entre otras cosas decía: “Hoy, nosotros, los millonarios y multimillonarios abajo firmantes, pedimos a nuestros gobiernos que aumenten los impuestos a personas como nosotros. Inmediatamente. Sustancialmente. Permanentemente.” (The Independent, 13/07/29). Estarán dispuestos a mucho más.

[4] Los grandes proyectos económicos de Donald Trump buscaron desde el principio recobrar la base territorial del poder; reunir nuevamente en su propio territorio el poder político y el mayor poder económico. El T-Mec, tratado revisado y cambiado por demanda del presidente de EU, incluye una significativa relocalización especialmente de la industria automotriz.

[5] El Tratado constitutivo de la unión se firmó apenas el 29 de mayo de 2014 y entró en vigor al año siguiente. Comprende a Rusia, Belarús, Kazajstán, Armenia y Kirguistán, y probablemente incorpore a Uzbekistán en 2020.

[6] Como han escrito diversos observadores, no es relevante si EU posee un arsenal sustancialmente mayor que el de Rusia; con el que posee este país es suficiente para que entre ambos se destruyan en una guerra nuclear, aniquilando también a gran parte de la humanidad. Desde el otoño de 2018 Rusia propuso un acuerdo a EU en el que se asienta el principio básico de que, en una guerra nuclear, no puede haber vencedores ni vencidos y, por tanto, es una guerra que no puede ser iniciada ni declarada; EU no ha firmado el acuerdo.

[7] En diálogo con el filósofo croata Srećko Horvat a finales de marzo (2020), Noam Chomsky dijo con pesadumbre reflexiva: “La idea de que el destino del país [EU] y el mundo está en manos de un bufón sociópata es impactante…; hay un horror mayor acercándose. Estamos corriendo al borde del desastre, mucho peor que cualquier cosa que haya sucedido a los humanos en la historia. Trump y sus secuaces están a la cabeza en la carrera hacia al abismo… Enfrentamos dos amenazas inmensas. Una es la creciente amenaza de una guerra nuclear, que Trump ha exacerbado por el desgarro que queda de los medios de control, y el otro es, por supuesto, la amenza del calentamiento global” (https://www.youtube.com/watch?v=t-N3In2rLI4).

[8] Por ejemplo, el pasado 20 de abril un caza ruso interceptó un avión militar de la Marina de EU sobre el mar Mediterráneo, según informaron los gobiernos de ambos países (Europa Press). Casos como este se repiten con frecuencia. Incidentes militares entre China y EU son también frecuentes. El 29 de abril, China expulsó a un buque de guerra de EU en el Mar del Sur (en disputa por varios Estados, entre ellos EU).

[9] Con frecuencia, descripciones del dominio feroz sobre los de abajo y las formas de su exclusión, suelen no ser aceptadas por “parciales”. Estas descripciones, se señala, no recogen los “muchos beneficios” creados por los gobiernos “revolucionarios”. Pero pueden ser recogidos todos los “beneficios” que se quiera: la desigualdad social extrema permanece después de enumerarlos uno por uno.

[10] El juicio a Emilio Lozoya, el “juicio del siglo”, empieza a arrojar luz sobre la asombrosa dimensión de la corrupción desenfrenada.

[11] El portal TeleSur escribió el 1º de julio (2020): “Dos años después de su llegada a la Presidencia de México, el 68.4 por ciento de los mexicanos aprueba la gestión de López Obrador…. El estudio, elaborado por SIMO Consulting, deja ver que el nivel de aprobación es alto entre los seguidores de su partido, Movimiento Regeneración Nacional (Morena), con más de 78 por ciento”.

[12] Una investigación periodísitica de Univisión reportó que en 2017 un trabajador “latino” ganaba por mes cerca de 2,528 dólares, mientras los trabajadores afroamericanos percibían 2,740. Más abajo aún en la escala salarial están las trabajadoras “latinas”, con un salario promedio de 2 372 dólares.

[13] El Pew Research Center publicabla en agosto de 2018: “a pesar de algunos altibajos en las últimas décadas, el salario medio real de hoy (es decir, el salario después de tener en cuenta la inflación) tiene aproximadamente el mismo poder adquisitivo que hace 40 años. Y las ganancias salariales que se han producido han ido a parar principalmente al nivel de los trabajadores mejor pagados”. La fuerza de trabajo mexicana ha sido un factor concurrente en la evolución de los salarios en EU.

[14] A fines de julio de 2020 ese salario equivalía a más de 350 pesos la hora.

[15] De acuerdo con una investigación periodística de Reporte Índigo de febrero pasado, en 17 estados operan organizaciones criminales. Las actividades ilícitas comprenden “no sólo el tráfico de drogas, también hacen labor de guardias armadas, cobro de piso, secuestro, extorsión a negocios y otros ilícitos”. Según José María Ramos, experto de El Colegio de la Frontera Norte, el CJNG es con mucho el mayor grupo delincuencial, debido a: 1) el debilitamiento de los cárteles que antes eran los más fuertes, como el de Sinaloa, los Beltrán Leyva y los Zetas; 2) ha logrado instalarse en las ciudades de EU con alto consumo de drogas (como Los Ángeles y San Francisco) y, 3) está en todos los puntos cardinales de México, lo que le permite traficar drogas desde Sudamérica hacia EU y Canadá, y también por el Océano Pacífico hacia Oceanía y Asia (Infografía de Animal Político).

[16] EU en época de pandemia ha enfrentado sorpresas: los recursos monetarios han estado disponibles pero las cadenas productivas han sufrido rupturas diversas y el abasto no se concreta.

[17] Véase el ensayo de Jaime Ros ¿Cómo salir de la trampa del lento crecimiento y la alta desigualdad? El Colegio de México, UNAM, México: 2015.

[18] El Trimestre Económico, Vol. 38, No. 152(4), Octubre-Diciembre de 1971. Fondo de Cultura Económica.