LA CRISIS DEL ESTADO CAPITALISTA Y LOS ESPACIOS ABIERTOS PARA DISPUTAR LA HEGEMONÍA. ALGUNAS LECCIONES DESDE MÉXICO

Introducción: la crisis del Estado como especificidad de la situación actual, como método de conocimiento y opción de desarrollo político.

El actual momento de crisis del Estado en América Latina permite apreciar con mayor claridad las contradicciones y conflictos profundos de las sociedades de la región, las problemáticas que eso genera en la articulación en y entre las estructuras de la economía, la política y la cultura, y constituye un indicador excepcional para valorar las características y consecuencias del predominio de una determinada forma de acumulación de capital y su vínculo con las formas del Estado, así como el grado de correspondencia entre sociedad política y sociedad civil. 

La crisis del Estado conlleva un desenmascaramiento de las apariencias de normalidad y estabilidad inducidas por la ofensiva del capital a través de la globalización y el poder nacional de los países latinoamericanos. Posibilita: a) considerar los problemas de la relación del poder político, las mediaciones político-culturales y las instituciones, respecto a las relaciones orgánicas del poder. Ello implica atender al movimiento orgánico de las estructuras económicas, la clases y agrupamientos sociales del capitalismo dependiente y subordinado que prevalece en América Latina, así como evaluar las problemáticas del patrón de acumulación por exportación transnacionalizada monopólica y la transferencia de valor. 

Permite también, b) realizar una lectura teórica e histórico-crítica de la relación orgánica Estado-sociedad civil, c) Posibilita evaluar tanto las opciones y limitaciones de los gobiernos progresistas, como d) las condiciones, potencialidades y capacidades de un bloque de fuerzas populares autónomas y alternativas de los agrupamientos populares, las clases medias progresistas y la intelectualidad crítica, estimación fundamental para intervenir en la relación de fuerzas existente.   

El hundimiento de las formas aparentes que acompañan y encubren el dominio y la hegemonía actuales (Zavaleta, 2009) ilumina, a partir de la crisis, los intereses, los proyectos reales de las organizaciones políticas e ideológicas y las relaciones de fuerzas, tanto internacionales como internas a cada Estado. Normalmente encubiertos y distorsionados, en la crisis del Estado los intereses en juego afloran en la superficie, de tal manera en que es posible para grandes masas interpretar por sí mismas, con un grado de autonomía ideológica, el sentido profundo de los conflictos y proyectos en juego y asociarlos con los problemas históricos y estructurales de la sociedad. En las crisis se posibilita activar el proceso formativo crítico por la vía del aparecimiento y despliegue de la praxis popular, se acelera la educación política de masas y la incorporación de la intelectualidad crítica a la lucha social y política en la que se disputa la hegemonía.  Por lo mismo, épocas como éstas, de crisis históricas del Estado, abren la posibilidad de un desarrollo político acelerado de las grandes mayorías de la sociedad, impensado en épocas estables de normalidad.  Son un momento de aprendizaje de los asuntos del poder por parte de los sectores populares, les permite un desarrollo del pensamiento crítico y apreciar sus debilidades e insuficiencias respecto del poder real. 

  1. La hegemonía del orden social capitalista y del orden político estatal

El Estado es un orden de dominio de clases, pero, además, también y, sobre todo, una entidad de hegemonía y subalternidad de las grandes mayorías populares. Hoy necesitamos entender al Estado capitalista en su carácter de totalidad orgánica de poder en la sociedad, comprender su evolución en sentido integral como conjunto institucional de relaciones y formas políticas hegemónicas en la sociedad y conocer su interrelación con las formas sociales, organizativas e ideológicas de la sociedad civil capitalista. Ello en tanto relación política e ideológica de fuerzas que actúan y se conforman unitariamente, el estado incluye también, por lo menos en América Latina, a los agrupamientos sociales de tipo comunitario-originarios. en el marco de dadas dominaciones local, nacional e internacional. 

En América Latina se ha llegado a un momento de maduración del Estado moderno, mismo que ha alcanzado un alto nivel en tanto forma política del orden del capital -mercantil, financiero, transnacionalizado y dependiente- y en su carácter de institución parlamentaria hegemónica en la sociedad, a partir de la prevalencia de la democracia liberal, no obstante sus insuficiencias y rasgos “delegativos” característicos (Pérez Múnera, 2007). Esa situación se constituye como concepción social del orden que tiene asidero en el sentido común de la ciudadanía prevaleciente. 

La conformación hegemónica del Estado está asociada a una inclusión subalternizada de las masas, las cuales sufren la influencia definitoria de una dirección ideológica política capitalista dirigente de las instituciones.  Es la cultura como poder y política. En el ámbito económico se sustenta en la relación compleja y contradictoria “capital-Estado” a nivel mundial; en el político, la subsunción hegemónica se produce a través de la legalidad y legitimidad de los arreglos y consensos parlamentarios, la formación de acuerdos histórico-políticos entre los representantes políticos y funcionarios públicos por medio del juego de mayorías y minorías. En el ámbito ideológico se produce por la vía del grado alcanzado por la hegemonía civil (Vacca, 2020 y 2021) que supone el logro histórico político en un determinado grado de la identidad de concepciones y fines entre sociedad política y sociedad civil. Independientemente de las diferencias nacionales de la forma del Estado, el poder político capitalista se constituye como una peculiar ecuación entre Estado en sentido estricto y la sociedad civil. Y esa ecuación está hoy en una crisis de no correspondencia entre dichos ámbitos, lo que en realidad significa la crisis de la hegemonía de los agrupamientos dominantes. 

  1. Los Estados burocráticos nacionales “de competencia” en América Latina y el declive de la hegemonía

Los Estados son conjuntos de instituciones connaturales al proceso de concentración y centralización del capital y al predominio de sus formas financieras productivas y especulativas: en las últimas cinco décadas, a través de la política y la ideología neoliberales, los Estados de competencia -tipo particular de Estado transnacionalizado- fueron impuestos por la acumulación global del capital, los gobiernos de las grandes potencias, las élites políticas mundiales, las grandes corporaciones, las maquinarias militar industriales y las tecnocracias económico-financieras. 

La figura del “Estado de competencia” (cuyo fin es la valorización de capital mundial) en América Latina se ha implantado desde 1975-1985 y ha dejado fuera de las decisiones políticas a la gran mayoría de la sociedad, ha debilitado notoriamente la soberanía de los Estados nacionales, ha impuesto la transnacionalización y focalización de las políticas públicas y el debilitamiento de las formas políticas que procesan la lucha interna de intereses y fuerzas. Cabe recordar que en nuestra región los Estados nacionales se constituyeron bajo la expansión del capitalismo dependiente interno y la aplicación de un dominio de élites (por vía de logros unitarios generales o por pactos de compromiso entre clases), coincidente con la resistencia de la sociedad a dicho dominio, bregando por la conquista de libertades y derechos y la soberanía sobre sus recursos. Bajo los Estados de competencia se debilita la capacidad de representación y conducción del Estado en la sociedad, se sectorizan las políticas públicas, se desarticula y privatiza la economía interna, crecen formas de acumulación ilegal y criminal. La hegemonía, por ende, pierde muchos de sus elementos de legitimidad ante la incapacidad de las instituciones para atender las reivindicaciones populares, garantizar derechos y canalizar los reclamos y propuestas populares, en su carácter de libertades. Los Estados dejan de ser expresión de la lucha interna de los diversos intereses y fuerzas de la sociedad y se convierten en cuasi-vehículos de la expansión mundial neoliberal del capital.

Las actuales crisis políticas del Estado en América Latina son resultado del fortalecimiento de un abanico de descontento popular hacia las políticas oligárquico empresariales globalizadas; son expresión de un amplio cuestionamiento ciudadano respecto de los elementos que conforman la hegemonía del capital y del Estado: son la crítica social a la subordinación transnacional de la economía y la política a la valorización del capital financiero y a la división internacional del trabajoen que América Latina se re-constituye en calidad de economía extractivista agroexportadora y extractivista-exportadora, de despojo de territorios y comunidades, de afectación de la naturaleza y el medio ambiente, y de predominio de empresas transnacionales y de maquilas transnacionales basadas en el despojo y la sobreexplotación de la fuerza de trabajo. 

  1. La crisis como crisis de hegemonía

En nuestros días la situación del Estado, en tanto vehículo complejo de dominio y dirección  de la hegemonía del capital viene declinando crecientemente. Las sociedades nacionales de América Latina han reaccionado a la embestida de una globalización excluyente de la participación política de las periferias y de los trabajadores, desigual y bárbara. No es de sorprender el distanciamiento social, político e ideológico de las mayorías populares respecto de los proyectos de Estado dominantes, ni la agudeza de las crisis políticas en las sociedades latinoamericanas en lo que va del siglo XXI. 

Las crecientes dificultades que han tenido los Estados para mantener su hegemonía dentro de los ámbitos nacionales de los diversos países de las Américas tienen relación con las formas oligárquicas del dominio mundial integrado del capital, que afectan a las grandes mayorías de trabajadores y destruyen economías, territorios y poblaciones. Hoy día se ha hecho evidente la existencia de una crisis de hegemonía del Estado. Esa crisis supone una no correspondencia de fines y concepciones entre Estado y sociedad civil popular, pero en muchos lugares ha ido más allá de la relación conflictiva de los grupos sociales con sus representantes políticos e ideológicos: ha devenido en una crisis orgánica, cuyo elemento distintivo es la conjugación de diversas crisis: del movimiento orgánico del capitalismo, de las formas y mediaciones políticas y de la ideología neoliberal: crisis de la representatividad, crisis de la política y separación como un todo de la sociedad civil respecto de los Estados y las políticas en su conjunto. Y ello afecta a la gobernabilidad de las distintas élites dirigentes de los Estados. Cabe recordar al respecto el lúcido planteamiento de Gramsci (Gramsci, 2000) de que el Estado es la suma orgánica de sociedad política y sociedad civil en términos del poder (Cuadernos 6, prgf 88) y si se produce una separación en esos ámbitos es que está en cuestión la hegemonía del Estado y la unidad amplia del poder en términos de totalidad orgánica (Cuaderno 13, prgf 23). La correspondencia relativa y compleja entre sociedad civil y sociedad política es la condición de la hegemonía. La no correspondencia pone en crisis al Estado. 

  1. El equilibrio catastrófico entre las fuerzas y el escalamiento de la crisis como fenómeno orgánico

El Estado como hegemonía política y civil del proyecto contemporáneo de la globalización y como expresión general del orden del capital está debilitado en la región latinoamericana de capitalismo dependiente modernizado. Sin embargo, en medio de la resistencia popular, persiste la subalternidad ideológica política de las mayorías porque éstas no han superado la despolitización, fragmentación y desorganización. Las grandes mayorías populares no han adquirido autonomía políticay ello constituye el elemento central de la supremacía de las clases oligárquico-capitalistas en gran parte de los países.  No obstante, la lucha social de resistencia y la defensa y profundización de la vida democrática están avanzando en sus pasos para construir un proyecto alternativo de voluntad colectiva nacional popular. La desesperación y desilusión lleva a algunos críticos a suponer que un programa socialista iluminista resolverá la situación de la crisis orgánica. Considero ello un error de tipo vanguardista, pues el problema es la persistencia de elementos dominantes de la hegemonía de las fuerzas y proyectos capitalistas en las masas.

El concepto de crisis orgánica nos permite nuevas reflexiones respecto del deterioro de la hegemonía y hace evidente un escalamiento de las dificultades de la función de dirección de las clases dominantes y el Estado. Empero, la dimensión profunda de la crisis del Estado hace aflorar un nuevo aspecto: la patente incapacidad del conjunto de proyectos nacionales en juego, de los partidos y programas de los diversos agrupamientos de la sociedad política, que no consiguen articular sus proyectos político-culturales con las necesidades y demandas de las masas populares, sus fuerzas históricas, los movimientos sociales y comunitarios (Dagnino, 2006). Y los distintos proyectos en juego en la sociedad política, tienden a entremezclarse en lugar de establecer sus diferencias, lo cual ha profundizado una fractura y una distancia del Estado con respecto de la sociedad civil en su conjunto.

La agonía de las instituciones democrático-liberales de los Estados de competencia latinoamericanos y el aventurerismo de las ultraderechas están asentados en un equilibro catastrófico entre las distintas fuerzas que operan en el Estado, dificultando que alguna de ellas logre imponerse plenamente como dirección consensuada de masas. Está llevando a situaciones de polarización inestables y a la falta de opciones reales para modificar la situación. 

Las dificultades estructurales de gobernabilidad están llevando por un lado a un jacobinismo de ultraderecha que ante las dificultades económicas y la rebelión de las masas ante las políticas desnacionalizadoras de ajuste, exige la declaratoria de Estados autoritarios de emergencia, poderes de excepción prolongados en el tiempo y espacio. Ante la crisis de autoridad, dichas fuerzas buscan construir políticas aún más autoritarias con apoyo de masas. Es una política de estimular un fascismo irracional en sectores despolitizados y fanatizados de clases populares y medias dirigidas por las clases altas. Pero esta opción por los Estados de excepción permanentes al parecer hoy tiene poca viabilidad en cuanto a su apoyo de masas, por la anacronía de sus planteamientos conservadores de élite y sus propuestas desnacionalizadoras ante la crisis económica. El patrón de acumulación extractivista y maquilador neoexportador del actual capitalismo dependiente y el dominio financiero deriva permanentemente en nuevos escalones de la crisis del Estado.  

Por otra parte, los gobiernos progresistas siguen presentes como opción electoral de las masas populares y las clases medias democráticas, pero no acaban por llevar a cabo reformas profundas en las instituciones, en la organización económica nacional, en la inserción dependiente y subordinada de las economías internas, ni han propiciado hasta ahora la autoorganización de las masas, el surgimiento de un poder popular autónomo y organizado que acompañe la universalización de políticas públicas y sociales y permita superar por la izquierda el equilibrio catastrófico y las políticas de conciliación de clases. Los gobiernos progresistas tienen dificultad para realizar transformaciones profundas que modifiquen la situación de crisis (Frei Betto, 2018). Sin embargo, la conciencia de tales reformas también sigue siendo ajena a las masas en resistencia y lucha. La sociedad popular no ha asumido plenamente la política, sino que su lucha persiste en un ámbito económico corporativo (Tamayo, 2021), sin que se de lugar a la creación histórica de una voluntad nacional popular con capacidad organizativa y teórico política autónoma 

La situación parece mostrar como realidad de fondo la persistencia y profundización de la crisis orgánica del Estado. En tal situación el equilibrio catastrófico es propicio, como lo teorizó hace décadas Antonio Gramsci (Cuaderno 13, parágrafo 27) para una prolongación del impasse o para nuevos cesarismos carismáticos de cualquier signo político (Gramsci, 2000). 

  1. La cuestión de la voluntad colectiva nacional popular

El Estado en América Latina no podrá ser transformado en una opción de salida a la crisis sin que las fuerzas progresistas avanzadas profundicen la democracia y sin que sean la expresión y las promotoras de una nueva voluntad colectiva nacional e internacional, que propicie la organización y autoconciencia política autónoma de las masas populares. Solo la existencia de una fuerza histórico-política alternativa puede disputar la hegemonía en crisis y lograr la dirección política cultural en la sociedad, generar una alternativa de gran política, expandir y poner en el eje de la acumulación a una economía social y contribuir con su experiencia a un nuevo orden democrático anticapitalista, como se ha planteado en este evento. 

La construcción de una voluntad colectiva ha tenido avances y retrocesos en los distintos momentos de la civilización y el orden político modernos. Hoy en América Latina, la voluntad colectiva está fragmentada y ha tenido una regresión a procesos locales, muy ajena a sustentar rutas nacionales, regionales y mundiales de cambio social. Es sin embargo necesaria para que el conjunto de la sociedad popular avance en organización, con autonomía ideológica y política, en clarificación crítica de su conciencia y en despliegue de una gran politización de la sociedad en su conjunto. 

  1.  Una incipiente dualidad de poderes: los nuevos gobiernos progresistas nacional desarrollistas y la actividad colectiva de las masas

En México, Argentina y Bolivia, la lucha electoral ha traído consigo recientemente el triunfo de nuevas opciones progresistas en los últimos tres años, debido al rechazo social ante las experiencias fracasadas previas de dirección de los partidos del orden que impusieron políticas de priorizar el lucro en beneficio de las oligarquías empresariales, que llevaron al extremo la privatización de lo público, la corrupción pública asociada al capitalismo criminal y al capital financiero y las políticas de desnacionalización de la propiedad y usufructo de los recursos naturales y territoriales. Bajo la crisis política del Estado, la opción progresista en esos tres países está haciendo confluir en un único movimiento a dos impulsos vitales diferentes, que suponen potencialmente una saludable dualidad -y una potencial convergencia- de poderes; sin embargo, aun es incipiente y no está constituida del todo: por el lado de los gobiernos progresistas recién electos, prevalecen los proyectos políticos de desarrollismo capitalista nacional, sin embargo todavía abiertos a la influencia de masas, con nuevas políticas públicas que los distancian del Estado de competencia neoliberal. No obstante, los nuevos proyectos progresistas carecen de posicionamientos histórico críticos suficientes o adecuados respecto de las causas de los problemas históricos de nuestros países, ni sobre el origen de la desigualdad social extrema, su relación con el capitalismo dependiente, con la acumulación mundial de capital. Tampoco hay crítica a las formas del Estado, a las mediaciones unilaterales, al peso de las instituciones burocrático-militares y policiacas ajenas a la sociedad, o a la persistencia de formas políticas de democracia delegativa.

Los proyectos de estos nuevos gobiernos están llevando a cabo políticas sociales beneficiosas de la situación, buscan garantizar derechos y libertades de las mayorías y tienen un apoyo de masas, pero se trata de proyectos relativamente ajenos a situación y demandas autónomas de las organizaciones de trabajadores urbanos y de las comunidades originarias, además son todavía permisivos ante el extractivismo agroexportador y el peso dominante del capital financiero. 

En los tres casos los gobiernos están bajo la dirección de líderes reconocidos y carismáticos, asociados al avance de partidos-movimientos no plenamente constituidos, sin que se hayan comprometido con programas y políticas que realmente propicien la politización de masas y recojan las demandas de autonomía de los sectores populares. 

Por el otro lado del Estado, el de las mediaciones y la sociedad civil popular, el impulso de los trabajadores, en su mayoría superexplotados, informales y precarizados, los campesinos pobres y las comunidades originarias, tiene como rasgo fuerte su insistencia en ocupar un nuevo lugar en la política y la lucha por la autogestión (Arismendi y Beinstein, 2018); su lucha social y política está constituida por amplios movimientos de descontento y hartazgo social con la exclusión, la subordinación y la precarización de las masas populares. Los movimientos buscan recuperar la política autónoma de masas y hacer avanzar la politización de la mayoría de la sociedad, especialmente de sus sectores populares pobres, aún desorganizados. Pero esas mayorías todavía distan de coincidir con procesos unitarios desde abajo, de tener suficientes perspectivas de elevación ideológico políticas propias y aun carecen de una visión de conjunto de la situación y problemáticas nacionales.

Gobiernos nacional desarrollistas y masas autónomas actuantes en la política, ambos impulsos populares de poder están actuando en México, Argentina y Bolivia en la actual crisis del Estado, a pesar de las discrepancias internas y sus proyectos a veces encontrados. Son la base potencial de un momento constitutivo de cristalización de un Estado democrático popular, que exprese una nueva sumatoria de sociedad política y sociedad civil en un sentido integral. Sin embargo, las perspectivas hegemónicas para que la situación avance realmente hacia un nuevo Estado democrático popular hegemónico que supere la crisis orgánica actual son aún inciertas. 

  1. La democracia como problema político de la lucha social popular en México

Estamos ante un problema teórico analítico que no todos aprecian pero que incide en la evaluación de la situación mexicana actual. ¿Cómo entender las tendencias, el carácter y las potencialidades de las fuerzas sociales, políticas e ideológicas populares en acción? Ahí está la sociedad civil real y concreta, con un específico carácter y acumulación de vida, de cultura política y de participación en los asuntos del Estado ¿Cuáles son sus componentes ideológico políticos en tanto conjunto social articulado y fuerza histórico estatal en sentido amplio? ¿Cómo valorar sus potencialidades en relación con la sociedad política activa y dominante de las élites progresistas actuales? 

Es evidente que en México no existe aún una sociedad civil unificada capaz de participar en la disputa por la hegemonía política y cultural. No hay en dicha sociedad una concepción activa autónoma de carácter ético político, de democracia popular. Es decir, la sociedad civil realmente existente todavía no se configura como “el contenido ético político de masas de un nuevo Estado transformado, avanzado y alternativo”. Sigue pendiente la lucha de la sociedad por generar una nueva voluntad colectiva nacional popular, el formarse como sujeto activo capaz de incidir con sus propias concepciones y políticas en las formas sociales y políticas disponibles, disputar y profundizar la democracia y el proyecto nacional, además de recuperar el Estado y sus instituciones históricas nacionales; llevar esa recuperación al punto de transformarlo en su relación con la sociedad. 

El movimiento-partido MORENA, que hoy sustenta al gobierno de Andrés Manuel López Obrador tiene un alcance nacional y popular evidente. Pero su fisonomía tiene un bajo nivel de politización y de conciencia programática autónoma. Por eso la profundización democrática y la política avanzada, que una la reforma democrática de las instituciones y la vida política de masas con una conciencia crítica anticapitalista y con el acceso popular a la dirección del Estado, sólo será posible si se logra que en la actual crisis del Estado y en el actual momento constitutivo, se despliegue la politización de la sociedad popular y se llegue al reconocimiento colectivo en que todo el pueblo se reconoce entre sí, como planteaba Hegel (Hegel, 1807), en que los movimientos sociales populares del campo y la ciudad se reconocen entre sí y en las reivindicaciones de las clases medias, los intelectuales críticos y los movimientos comunitarios indígenas. Hoy día, sin embargo, aún predominan en la lucha electoral de MORENA las concepciones, formas y fines tradicionales de exclusivamente ganar u ocupar puestos políticos en el marco de las negociaciones cupulares, en las elecciones a los diversos puestos políticos, sin siquiera llegar al nivel político y programático del propio gobierno. Pero la insurrección electoral de los mexicanos en 2018, que apuntó a la recuperación del Estado nacional, a la separación del poder político y el poder económico y a la moralización del Estado, tiene en su seno algo más:  la crítica del Estado, de la economía privada transnacionalizada y de la ideología neoliberal. Es necesario que a ello se una la crítica de la propia subalternidad y la articulación de un bloque de poder popular basado en políticas autónomas. 

La labor propagandista que hoy existe para impulsar dirigentes y su capacidad de hacer política, no se ha transformado todavía en una capacidad social de organización propia, de generación de un programa autónomo de transformación democrático popular, de socialización política, orientada a definir el contenido real de un movimiento político popular de masas (Echeverría,  2011). El partido Morena, anclado en el movimiento social como partido-movimiento, tendrá sentido en la medida en que actúe y logre que una sociedad popular con un bajo nivel de autonomía política y conciencia crítica construya deliberativamente la política y politice al conjunto de la sociedad. Pero hace falta encontrar las formas de modificar la historia electoral y parlamentaria de México y del mundo, para que el movimiento social que actúa también como partido electoral se asuma como autonomía política actuante en relación con la situación y problemas de las grandes mayorías precarizadas y fragmentadas nacionalmente. 

El neoliberalismo ha creado una conciencia individualista muy fuerte en la que los individuos no se reconocen con los otros individuos de la sociedad y no aprecian su situación colectiva. Para el fortalecimiento autónomo del impulso popular que ha empezado a actuar en México es fundamental un reconocimiento nacional y social que permita que lo político sea de todos para todos. Y que “lo político” determine “la política” (Echeverría, B., 2011). Para ello el partido popular Morena tiene como opción que la sociedad sea la que haga política, que la política electoral de su movimiento sea una convocatoria a que la sociedad discuta sus problemas y las soluciones locales, nacionales e internacionales, se organice, profundice la democracia y la cultura política autónoma de masas, elabore un programa a partir del debate interno y con todos los grupos nacionales y populares de México

La actual es una situación que posibilita dicha transformación democrática, liberadora de los pueblos y constructora de un nuevo orden de hegemonía civil popular. La lucha de un partido democrático avanzado se mide por su incidencia en desplegar los elementos de autonomía, de organización, de conciencia con, en y de, la sociedad civil, para constituirse en un proceso social de generación de un poder político propio a partir del reconocimiento popular nacional colectivo. Las circunstancias exigen del partido movimiento ante todo la politización, la conciencia crítica ideológica y la acumulación programática de la propia sociedad, o no será nada.  

Bibliografía citada

Arizmendi, L. y J. Beinstein, (2018) Tiempos de peligro: Estado de excepción y guerra mundial. México, Ed. Unidad Académica de Ciencias Sociales, UAZ y ed. Plaza y Valdés.

Dagnino, E. et. al. (2006) “Introdución” en, La disputa por la construción democrática en América Latina. México, ed. FCE.

Frei Betto. (2018) «Estamos desmovilizados. Con el PT, fortalecimos la mentalidad consumista y no la ciudadana». En Resumen latinoamericano. 20 de marzo. Disponible en: https://www.resumenlatinoamericano.org/2018/03/20/brasil-frei-betto-estamos-desmovilizados-con-el-pt-fortalecemos-la-mentalidad-consumista-y-no-la-ciudadana/

Echeverría, B. (2011) “Lo político en la política” en, Bolivar Echeverría. Ensayos políticos, Quito, Ministerio de Coordinación de la Política y Gobiernos Autónomos descentralizados, marzo.

Gramsci, A. (2000). Cuadernos de la cárcel. México, ed. ERA, 

Hegel, F. (2018, 1807). Fenomenología del espíritu. México, ed. FCE.

Oliver, L. (2017). La ecuación Estado-sociedad civil en América Latina. México, Ed. UNAM-La biblioteca.

Pérez Múnera, C. A. (2007) “La democracia delegativa” en, Revista Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, vol. 37, núm. 106, enero-junio, 2007, pp. 263-289 Medellín, Colombia, Universidad Pontificia Bolivariana.

Tamayo, J y A. Rocha (2021) Gobiernos progresistas y gobiernos conservadores en América Latina del Siglo XXI, México, Universidad de Guadalajara.

Vacca, Giuseppe, (2020 y2021) “De la hegemonía del proletariado a la hegemonía civil”, Revista Memoria, Números 276 (primera parte) y 277 (segunda parte), México, Ed. CEMOS.

Zavaleta Mercado, R. (2009) “Formaciones aparentes en Marx”. En Antología: la autodeterminación de las masas. Bogotá, Siglo del Hombre-CLACSO.


Texto presentado la Conferencia internacional, New politics 2021. Democratic socialism in global perspective. Celebrado del 11 al 15 de enero 2021. Organizada por el Transnational Institute de los Países bajos, con Sede en la Universidad de Wisconsin-Madison. Publicado en inglés por New Politics 2021 y en español por la revista Memoria.