OTRA MANO INVISIBLE

PARA UNA HIPÓTESIS ECONOMICISTA
(PRIMERA PARTE)

¿Podríamos sostener la hipótesis de que, subyacente a los procesos que tienen lugar en el nivel de la conducción política —el terreno donde se enfrentan izquierdas y derechas, se disputan las reglas del juego económico y se implantan las políticas de los gobiernos electos—, una fuerza más profunda y sólida dispone las economías nacionales según un orden rígido? ¿La hipótesis de que, al margen de los procesos convulsos y contingentes que constituyen la vida política de las naciones, ciertas dinámicas estructurales mantendrían las economías en niveles estables e incluso predecibles? Sucedería entonces como si la vida de las naciones pudiera juzgarse en dos niveles y ópticas. A la vertiginosa serie de acontecimientos que definen la biografía particular de un país —crisis, reformas, elecciones, políticas públicas, cambios de régimen y hasta conflictos armados—, y en los cuales la voluntad de los implicados es determinante, se opondría, en el largo plazo y desde un punto de vista global, una tendencia ordenadora que neutraliza todos estos sucesos y conduce a las naciones hacia resultados regulares. Los periplos que singularizan a cada país perderían importancia ante la acción de dinámicas subyacentes, que en el mediano plazo los reconducen hacia un estadio predeterminado por coacciones externas.

Por ahora, la hipótesis nada dice de la naturaleza del Estado, mucho menos de su imbricación con los procesos económicos. Se limita a sugerir que, en el “concierto de las naciones”, cada una de ellas es empujada como por una mano invisible (otra mano invisible) hacia determinado nivel económico al que pertenece como por fatalidad. Utilizamos a sabiendas la metáfora: si en los mecanismos del libre mercado Adam Smith creyó entrever la acción de una fuerza que trueca el interés personal en un beneficio general, aquí hablaríamos de una fuerza de signo inverso por cuya acción los ganadores y los perdedores del juego de la economía siempre son los mismos y en un orden semejante.

Presentaremos a continuación algunas escenas para avanzar en la fundamentación de esta hipótesis economicista. Dicha labor pasa por detectar la presencia de mecanismos externos a los esfuerzos individuales e incluso de las decisiones colectivas que tendemos a identificar con los movimientos del Estado-nación.

terremoto13minia. De la voluntad individual. En nuestra entrega anterior centramos la atención en que, de acuerdo con los estudios de la OCDE, el nuestro es el país donde más horas se trabaja anualmente a cambio de una de las peores remuneraciones. El dato tiene la mayor relevancia dado que basta para echar abajo al menos dos prejuicios ampliamente admitidos. Primero, la insultante idea de que los pueblos del tercer mundo estarían afectados por una suerte de pereza congénita, causa última de su pobreza. Segundo, el extendido prejuicio —fundamento ético del capitalismo— de que hay una relación directa y justa entre el esfuerzo y la ganancia, entre la cantidad de trabajo rendido y la remuneración obtenida, en cuyo caso, de acuerdo con el mismo informe, los pueblos más pobres deberían ser los ociosos daneses, noruegos, alemanes y holandeses (quienes trabajan entre 1,500 y 1,300 horas anualmente) y no los hiperlaboriosos chilenos, griegos, coreanos y mexicanos (quienes se desloman por alrededor de 2,100 horas cada año). Más aún, las ochocientas cincuenta horas extra de trabajo anual que median entre los extremos de la tabla, es decir, nosotros y los holandeses, deberían traducirse en mayor calidad de vida a favor nuestro. Sin embargo, los hechos apuntan en el sentido opuesto. Si es posible extraer una correlación consistente entre estas variables (tiempo trabajado y nivel económico), resulta que los países con los mayores ingresos tienden hacia jornadas más breves, mientras que las horas extra son monopolio de los países en precariedad.1 Así, mientras la ética capitalista promete que una gran riqueza es efecto de un trabajo más intenso y extenso, los hechos muestran que tal riqueza es la causa un trabajo menor. El trabajo es fruto de la desposesión como el ocio lo es de la riqueza. En esa medida, la situación entre países desarrollados y pobres no difiere de la relación entre trabajadores y capitalistas: lo que se presenta primero como contrato comercial entre socios libres se expresa luego como repartición desigual de los tiempos de trabajo y de disfrute. La división mundial del trabajo reproduce la moraleja contenida en la teoría de Marx: en el capitalismo trabajar no suele ser buen negocio.

Que el resultado general de una economía sea independiente de la cantidad de trabajo rendido por sus habitantes remite a dinámicas producidas en un nivel distinto del correspondiente a la voluntad de los individuos. ¿Sería lícito llevar más allá este principio, hasta preguntarnos por la eficacia de las decisiones estatales en relación con la economía global ––en otros términos, por la capacidad real de la voluntad colectiva expresada en el Estado para incidir en el curso de los procesos económicos?

b. De la voluntad colectiva. El ejercicio es el siguiente: ordenar jerárquicamente las naciones de acuerdo con el tamaño de su PIB per cápita y analizar la evolución histórica de sus movimientos valiéndonos del índice de correlación (donde 0 indica correlación nula, y 1 perfecta), considerando que dicho índice puede funcionar como un indicador del grado de dependencia de una economía respecto de su pasado y, en esa misma medida, un índice de la estabilidad de la dinámica global.

Los datos varían de acuerdo con las distintas investigaciones pero las tendencias generales se mantienen. Por ejemplo, según el ERS International Macroeconomic Data Set, que presenta un cálculo del PIB per cápita para 190 países, de 1969 a 2013, los ordenamientos de estos años mantienen entre sí un grado de correlación de .88. A 44 años de distancia, el estado de la economía en el lejano 1969 influye con vigor (probablemente más que cualquier otra variable) en el estado de esa economía para el futuro. Según la información recopilada por el Banco Mundial, que abarca 191 países, el índice de correlación entre el orden económico de 1962 y el de 2013 es de .86. Los 51 años de distancia no bastan para debilitar la fuerte asociación entre ellos. Y según la información del Proyecto Maddison, el índice de correlación entre los órdenes económicos de 1950 y 2008 para 140 países es de .78. El alto grado de correlación, claro está, no impide a ciertos países conseguir desplazamientos extraordinarios en la jerarquía. Éste es el caso de China o Taiwán, cuyo desarrollo se basa en la superexplotación de la fuerza de trabajo, o Guinea Ecuatorial, donde el descubrimiento de grandes yacimientos petroleros lo catapultó en una década como poderosa economía. El estudio de estos casos será fundamental para determinar los medios por los cuales un país rompe la inercia que arrastra a la mayoría de los países y los encasilla.  La excepción, empero, no es menos importante que la regla: por ejemplo, si del concentrado presentado por la investigación de Maddison retiramos a los 10 países más volátiles, el índice de correlación para los 180 restantes en los mismos 44 años asciende hasta .94.

Estos datos, nos llevan a suponer que, comparativamente, las economías tienden a establecerse en el mismo rango. Un análisis más detenido de estas tenencias podrá determinar con mejor los alcances de la hipótesis, que apunta a sugerir que el margen de maniobra del Estado es mucho más estrecho del que de ordinario imaginamos. Adentrarse en dicho análisis será el objeto de la continuación de esta entrega…


1 Corea representa una excepción de la regla. Su desempeño, con el resto de los llamados “Tigres asiáticos”, constituye un  caso extraordinario que merece análisis aparte a propósito de los costos del crecimiento económico.


Referencias

– Índice para una vida mejor 2013, OCDE. En http://www.oecdbetterlifeindex.org/

– Catalog Sources World Development Indicator, World Bank National Accounts Data, and OECD National Accounts Data Files, 2015. En shttp://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.PCAP.CD

– ERS International Macroeconomic Data Set, United States Department of Agriculture Economic Research Service, 2015. Disponible en http://www.ers.usda.gov/data–products/international–macroeconomic–data–set.aspx

– Maddison Historical GDP Data, en

http://www.worldeconomics.com/Data/MadisonHistoricalGDP/Madison%20Historical%20GDP%20Data.efp