SOBRE EL DIECIOCHO BRUMARIO DE LUIS BONAPARTE

La revolución social del siglo XIX no puede extraer su poesía del pasado sino sólo del futuro. No puede ella misma dar comienzo antes de desprenderse de toda la superstición del pasado. […] La revolución del siglo XIX tiene que dejar que los muertos sepulten a sus muertos.
Karl Marx

A 200 años del natalicio de Karl Marx, la necesidad de recurrir a sus obras se mantiene latente pese a la lejanía de la temporalidad que les dio origen. Es preciso recurrir a ellas no únicamente para comprender el ideario de este pensador sino, también, para hacer uso de ellas como herramientas históricas y de análisis. Si bien para muchos hay una división clara entre los textos de su autoría considerables meramente políticos y los que hacen referencia a lo económico, la crítica se mantiene como un elemento constante en todos ellos, y hace imprescindible su lectura.

Entre los ejemplos de los textos clasificados como políticos –o de coyuntura– destacan dos: el Manifiesto del Partido Comunista,1 escrito en coautoría con Friedrich Engels entre 1847 y 1848, y El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte,2 que realizaría entre 1851 y 1852. El segundo atañe al análisis del presente texto pues, además de ser una crónica detallada y contemporánea al ascenso del sobrino de Napoleón Bonaparte al poder, significa un parteaguas para el acercamiento a otras obras que llegan a omitirse, pero que son igualmente de la autoría de Marx y parte importante de su pensamiento.

El hilo conductor de los acontecimientos y procesos entre El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte y los textos compilados como los Materiales para la historia de América Latina3 y Las revoluciones de 18484 (selección de artículos de la Nueva Gaceta Renana), es la crítica y el estudio que tanto Marx como Engels hacen a la coyuntura política e internacional de su época, dejando de lado el mito de ambos autores como “eurocentristas”. En tan exhaustivo análisis internacional, América Latina es observada bajo la óptica del pensamiento crítico desarrollado por ambos autores.

Al referirse a la cuestión latinoamericana y, específicamente sobre lo relativo a México, sorprende la claridad con que Karl Marx hace hincapié en diversos temas. A modo de artículos, estos temas van desde el descubrimiento y la conquista de la región hasta la guerra de México frente a Estados Unidos, pasando por la intervención contra el México de Benito Juárez.

La Francia decimonónica, Marx y Luis Bonaparte

Enmarcado en una Francia cuya condición generalizada era el descontento social y el desencanto de sus instituciones, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte5 se sitúa en el lapso iniciado con la caída de Luis Felipe de Orleans y su monarquía burguesa, en 1848, y el establecimiento de un gobierno provisional que finalizaría con un golpe de Estado: en total de cuatro años. Eventualmente, ese golpe dio pauta a la invasión gala en México (criticada por Marx), a la guerra franco-prusiana y, en un último momento, al trágico desenlace de la Comuna de París.6 

Aquí se describe cómo el pacto social que venía desarrollándose desde una década anterior agonizaba y, con ello, la Segunda República Francesa (1848-1852) se veía a sí misma en una constante encrucijada ante los distintos intereses en pugna en su interior. No obstante, la serie de sublevaciones en Francia no ocurren de manera aislada, ocasionando que el resto de las naciones europeas gobernadas a través de monarquías –y el conservadurismo inherente a ellas– sea puesto en riesgo por la inercia que el movimiento proletario de febrero llevaba consigo.

Iniciando con una referencia a Hegel, Marx menciona que “todos los grandes hechos y personajes de la historia universal acontecen dos veces: una como tragedia y la otra como farsa”,7 ante el surgimiento de una imagen totalmente distorsionada, la figura del sobrino de Napoleón, Luis Napoleón Bonaparte, y su golpe de Estado de 1851. Con ello destaca la noción de que los hechos emergentes necesitan revertirse del pasado, pretendiendo encontrar eco en la serie de sus significados populares, legitimando su origen. Asimismo, afirma que la revolución del siglo XIX carece de esta posibilidad, pues su principal y único recurso es el futuro.

Con el legado de la Revolución de 1789, las clases populares que de ella no habían obtenido más que la conmoción encontraron en la abdicación de Luis Felipe de Orleans la coyuntura adecuada: con su salida del país se dio paso a la formación de un gobierno provisional, donde el conservadurismo significaba la norma. Sobre ello, Marx señala:

El primer periodo, desde el 24 de febrero o desde la destitución de Luis Felipe hasta el 4 de mayo de 1848, la convocatoria de la Asamblea Constituyente –el periodo de febrero propiamente dicho–, puede describirse como el prólogo de la revolución. Su carácter se manifestó oficialmente en que el gobierno por ella improvisado de declaró a sí mismo provisional y, como el gobierno, todo lo que en este periodo se estimuló, intentó y declaró se dio por provisional.8 

Destaca su condición de temporalidad breve como un punto de partida y acumulación de la potestad popular, más tarde concentrada en las barricadas. Pese a su pronta acción y la huida de la monarquía, las viejas fuerzas de la sociedad, apoyadas ahora por una incipiente clase burguesa y un sector campesino relegado, se reconfiguraban y fortalecían para saltar de nuevo a la arena pública. A juicio de Marx, el proletariado se volvió apacible porque se dejó obnubilar por el gran camino que se le mostraba posible.

Ante el breve triunfo de la revolución de febrero, la crítica de Marx demuestra que la verdadera lucha no era la que estaba contra el monarca. Aquí se destaca la presencia de una burguesía aglutinada a raíz de la antipatía generalizada. Este sector de abigarrados intereses formaba la oposición del momento. Para ellos, un personaje tan poco estimado como Luis Felipe no aparentaba ser sobrino del mítico Napoleón Bonaparte, personaje que desestabilizó a todo el viejo continente.

Para este momento, Marx señala que Napoleón creaba las condiciones idóneas para la libre competencia, la explotación de las tierras y el uso de la fuerza productiva nacional en función del capital, sin advertir la remoción de los colosos antediluvianos que ello significaba. Es decir, la posibilidad de una fuerte insurrección futura.

La revolución de febrero fue la revolución hermosa, la de la simpatía general, porque las condiciones que de ella estallaron contra la monarquía eran aún contradicciones incipientes, adormiladas todavía bajo un manto de concordia, porque la lucha social que le servía de fondo no había cobrado aún más que una existencia, la existencia de la frase, de la palabra.

Posteriormente, en mayo de 1848 inició el periodo que Marx considera el de la fundación de la república burguesa, donde se encuentra el comienzo de la Asamblea Nacional, organismo que representa un punto central en el análisis de la obra en cuestión. En sus orígenes, dicha institución se visualizó como la viva representación del pueblo francés, elegida a través del voto sin poder rehuir al destino de verse tergiversada ante la presencia de intereses aristocráticos y reaccionarios.

No obstante, esta república pasó a ser considerada la consecución lógica de una monarquía burguesa. Pese a ello, la falsa representatividad no pasó de largo para el proletariado parisino, cabeza de una insurrección que, ante los ojos de Marx, era “el acontecimiento más grandioso en la historia de las guerras civiles europeas”.9 

Respecto a esas insurrecciones, es preciso atender a la comparación que hace Marx de ellas al referirse a la revolución de junio:

La revolución de junio, en cambio, es la revolución fea, la revolución repelente, porque las frases han sido desplazadas aquí por la realidad, porque la República, al echar por tierra la Corona, que la amparaba y la encubría, puso de manifiesto la cabeza del monstruo.

Atendiendo a la comparación y a la idea más general de revolución, es preciso acercarse a esta última referencia. La revolución –de acuerdo con Marx– debe ser fea, como ocurrió en junio. Tal condición será entendida como algo intrínseco, pues la revolución significa una ruptura y confrontación con el estado actual de cosas para lograr el cambio.

El lumpemproletariado en la revolución

En esta crónica, Marx destaca la presencia de un sector poblacional, abundante en la Francia del momento, el lumpenproletariat, el remanente más olvidado de la clase proletaria y que encuentra ocupación al formar la Sociedad del 10 de diciembre de Luis Bonaparte. Esta milicia personal es responsable de deshacerse de cualquier rastro de oposición al régimen napoleónico que pudiese haber en la Asamblea General. Es además el modelo que este monarca pretende extender al grueso del ejército.

Este lumpenproletariat es acompañado por una gama de clases sociales dentro de lo que se concibe en las reducciones de “burguesía” y “proletariado”. Bajo el mando de Luis Felipe de Orleans –anterior a Luis Bonaparte– había ya una gran burguesía fragmentada en sectores. Dominaba la aristocracia financiera formada por banqueros y propietarios de minas y vías férreas, empoderada a través de empréstitos emitidos por la fracción de esta clase representa en las Cámaras.

Al respecto, el análisis de Marx pretendía hacer hincapié en la composición del gobierno galo, a menudo tambaleante, llevando a la liberté, legalité y fraternité como palabra divina en su interior. Al momento en que Luis Bonaparte pasa a tomar el liderazgo francés, la presencia de los partidos dinásticos (partidarios de las dinastías de Borbón y Orleans, respectivamente) y de los republicanos “azules y rojos” (burgueses, demócratas y socialistas) desaparecían de modo paulatino. A la par de la anquilosada aristocracia, la izquierda continúa retrocediendo.

América Latina para Karl Marx, a la sombra de la Europa de Luis Bonaparte

A los ojos de Marx y Engels, la condición de susceptibilidad de América Latina se hacía presente desde sus primeros contactos con el mundo europeo. Al respecto, Karl Marx menciona:

…el descubrimiento de América y la circunnavegación de África crearon un nuevo campo de actividad para la burguesía en ascenso. El mercado de las Indias Orientales y China, la colonización de América, el intercambio con las colonias, el incremento de los medios de cambio y de las mercancías en general imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso jamás conocido hasta entonces y, con ello, un rápido desarrollo al elemento revolucionario dentro de la sociedad feudal en descomposición.10 

Aunado al ascenso de Luis Bonaparte al mando de Francia y a la sociedad feudal ya en descomposición, Marx advierte las repercusiones que esta coyuntura tendría a escala internacional, haciendo hincapié en América. Ante la posibilidad de una intervención europea, dirigida por una coalición de naciones formada por Inglaterra, Francia y España sobre México, Marx enuncia que dicha empresa es una de las “más monstruosas jamás registradas en los anales de la historia internacional”.11 

Los intereses expansionistas europeos y la rivalidad entre naciones son factores que permanecen constantes en el análisis y se manifiestan a través de diferentes formas; la diplomacia entraña un ejemplo de estas últimas. Marx critica la diplomacia inglesa: la cree un instrumento para aprovecharse de naciones más débiles, como México, país que era considerado notablemente inferior e incapaz de autogobernarse; e incluso, sobre la misma Francia eclipsada que, a los albores de la segunda mitad del siglo XIX, encontraba su dominio en decremento.

Es probable que entre las muchas cartas que Luis Bonaparte, para distraer al público francés, está obligado a tener permanentemente en la manga, pueda haber figurado una expedición a México.12 

Marx retrata así el proceso de debilitamiento español y francés ante la presencia hegemónica inglesa, la cual se coronaría sobre el resto de las naciones europeas a partir de la segunda mitad del siglo; pese a sus intentos, no logra legitimar por sí misma una invasión a México a través de intereses económicos de los tenedores de títulos sobre la nación.

No obstante, pese al dominio inglés, Estados Unidos de América aparece como personaje principal en el lío europeo sobre México, que debía ser contenido de inmediato. Por eso, la iniciativa inglesa de abrir fuego contra los estadounidenses se mantiene en pie y busca encontrar consenso con Francia.

Finalmente, contrario a lo que podría pensarse, Marx emite su opinión acerca del gobierno mexicano del momento, encabezado por el presidente Juárez. A través de cierta correspondencia privada, cuya única especificación es su procedencia, anota que México representa una constante amenaza para la corona española y su deseo de designar de nuevo a un rey para esta nación de la siguiente forma:

Respecto a las intrigas españolas, personas bien conocidas aseguran que el general Márquez ha recibido de España la misión de reunir las dispersas fuerzas del partido clerical, incluyendo a los elementos mexicanos y españoles. Este partido debe entonces aprovechar la oportunidad, que se presentará pronto, de impetrar a su majestad católica un rey para el trono de México.13 

Para la posteridad

Con base en el texto de El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, además de la sátira, Marx expone una crónica en la cual se refleja la condición de inestabilidad que se prolongaría durante el resto del siglo XIX y la primera mitad del XX, pues hasta la Quinta República, con Charles de Gaulle, en 1958, la nación francesa no retomó el control de sí, dejando de lado la grandeza y el dominio, de manera discreta y sin ninguna interferencia imperial ante el concierto de naciones.

Destaca de la misma manera el énfasis que se da a un máximo ideal francés: el anhelo de la libertad. Pese a ser subsumido ante la personalidad (o falta de ella) del personaje en cuestión, subyace en un proletariado adormilado que retomaría su estandarte años después –entre las trincheras de la Comuna de París.

A modo de conclusión preliminar, es preciso mencionar que las observaciones y los trabajos de Karl Marx no se limitan al campo de “lo económico”, sino que éste es el resultado de una serie de intrincadas relaciones sociales entretejidas en el interior de las fronteras de cualquier Estado-nación. Asimismo, el análisis de coyuntura presente en sus llamadas “obras políticas” no carece del elemento que representa la crítica de la economía política.

Pese a lo lejano que, a simple vista, aparenta ser el contacto de Karl Marx con los acontecimientos propios de América Latina del siglo XIX, su trabajo periodístico muestra un análisis que, si bien breve, refleja el vínculo existente entre el pensamiento crítico y la historia de los pueblos, pese a cualquier distancia.


1 Karl Marx; Friedrich Engels, Manifiesto del partido comunista, Grijalbo, México, 1970.

2 Karl Marx, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Alianza Editorial, España, 2015.

3 Karl Marx; Friedrich Engels, Materiales para la historia de América Latina, México, Siglo XXI, segunda edición, 1975.

4 Karl Marx; Friedrich Engels, Las revoluciones de 1848, Fondo de Cultura Económica, México, 1989.

5 Karl Marx, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Alianza Editorial, España, 2015.

6 Carlos Illades, El futuro es nuestro: historia de la izquierda en México, Océano, México, 2018, páginas 34-35.

7 Karl Marx, obra citada, páginas 37-38.

8 Karl Marx, Ibídem, página 52.

9 Karl Marx, obra citada, página 52.

10 Karl Marx; Friedrich Engels, Materiales para la historia de América Latina, páginas 41-42.

11 Karl Marx; Friedrich Engels, Materiales para la historia de América Latina, página 256.

12 Karl Marx; Friedrich Engels, ibídem, página 257.

13 Karl Marx; Friedrich Engels, obra citada, página 267.

Referencias

Engels, Friedrich, Marx, Karl, Materiales para la historia de América Latina, México, Siglo XXI, 1975, segunda edición, 350 páginas. 

Illades, Carlos, El futuro es nuestro, historia de la izquierda en México, Océano, 2018, primera edición, 216 páginas.

Marx, Karl, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, España, Alianza Editorial, 2015, segunda edición, 217 páginas.

Marx, Karl, Engels, Friedrich, Las revoluciones de 1848. Selección de artículos de la Nueva Gaceta Renana, México, Fondo de Cultura Económica, 1989, primera edición, 586 páginas.