Desde el inicio de campaña del ahora presidente Andrés Manuel López Obrador, en múltiples ocasiones se ha planteado en los medios de comunicación como problemática y ambigua su relación con ese elemento constitutivo de las democracias modernas: el laicismo. Un presidente, señalan periodistas, científicos sociales y algunos intelectuales de izquierda, no tendría que manifestar simpatía por símbolos o discursos religiosos. Más bien, debería respetar el espíritu juarista y de las Leyes de Reforma, y consecuentemente mantenerse alejado de la religión. De lo contrario, ¿cómo podría un proyecto de transformación superar las barreras de las creencias personales? O más importante aún: ¿cómo se podría garantizar el respeto a la libertad de creencias y culto, distintivo fundamental de las democracias modernas?
En torno a esta supuesta transgresión de los límites que separan al Estado de la religión, se han señalado cuatro cosas. En primer lugar, la alianza de Morena con el Partido Encuentro Social (PES), de cara a las elecciones del 2018, se interpretó como un augurio de que en México los grupos evangélicos tendrían un papel importante en la esfera pública. Si bien el PES perdió su registro como partido político nacional, las propuestas de algunos miembros de la bancada de Morena han revelado que, en efecto, existe una cercanía entre ciertos representantes y algunos líderes religiosos. En este sentido, en segundo lugar, la cercanía de AMLO con el presidente de Confraternice, Arturo Farela, ha inquietado a no pocos académicos en México. El tercer elemento es el hecho de que en Estados Unidos y en América Latina, sobre todo en Brasil, Costa Rica y Bolivia, en los últimos años, ciertos sectores protestantes han aumentado su incidencia en la política. Por último, tenemos las constantes referencias del presidente a dichos y hechos del fundador del cristianismo.
Las cuatro cosas han aparecido entremezcladas en los comentarios de algunos opinólogos y periodistas, lo que ha generado muchas confusiones. Dicho esto, a continuación planteo algunas ideas con el fin de aclarar un poco esa relación oscura entre el Estado mexicano y la religión. Primero, exhibo el papel que han adquirido en la política los sectores evangélicos, sobre todo los neopentecostales, en Estados Unidos y algunos países de América Latina. Segundo, muestro que con AMLO se sugiere una relación distinta, no sin ciertas ambigüedades, en la que apoya mayormente el Estado laico y que la mayoría de los ejemplos usados en su contra tienen que entenderse en un contexto más amplio, uno de apertura a todos los sectores de la población, sin importar sus creencias personales. Finalmente, argumento que las referencias de AMLO a Jesús tienen que situarse en una discusión más compleja sobre la secularización, y entenderse como el esfuerzo de plasmar una ética del lado de los pobres en la política del país, en sintonía con algunos acercamientos que ha tenido históricamente la izquierda con el cristianismo, en México y América Latina.
De acuerdo con los datos de Gregory Smith, director asociado de Pew Research Center, cerca de cien días después de haber iniciado su gobierno, tres cuartas partes de los evangélicos protestantes blancos manifestaron su aprobación al gobierno de Donald Trump; cifra consistente con el estimado de evangélicos blancos que previamente en 2016 habrían votado por él[2].
En el caso de Brasil, Jair Bolsonaro llegó al poder en 2019 gracias al apoyo que le brindaron algunos grupos evangélicos. De acuerdo con las encuestas que levantó el Instituto Dataholfa, el apoyo que recibió entre los sectores evangélicos significó una diferencia de 11 millones de votos en comparación con los que obtuvo Fernando Haddad, el candidato del PT[3].
En Costa Rica, el excandidato Fabricio Alvarado, cantante neopentecostés, logró colarse en la segunda ronda de las elecciones presidenciales de 2018. A partir de 2014, aunque con antecedentes desde los ochenta del siglo pasado, con cuatro congresistas evangélicos, los neopentecostales han adquirido progresivamente una relevancia mayor en la política. El PRN, partido que postuló a Alvarado, ha ganado terreno a partir de su agenda conservadora[4].
El golpe de Estado que sufrió Bolivia, el pasado 10 de noviembre del 2019, también demuestra el papel que la religión ha asumido en la política. Tanto el líder golpista, Luis Fernando Camacho ─con la frase «Dios ha vuelto al Palacio Quemado»─ como la autoproclamada presidenta Jeanine Áñez ─tomando protesta en presencia de una biblia y una cruz─ defienden su golpismo y racismo con la religión[5].
En México, de acuerdo con datos del INEGI, de la población con 5 años o más (98, 953,886 personas) 89.3% de ese total (84, 217, 138 personas) se adscribe o dice profesar la religión católica en el 2010. El resto de esa población se compone de 10, 076, 056 que practican otra religión y 4, 660, 692 que no se identifican con alguna[6]. En resumen, la mayoría de la población mexicana (cerca de 120 millones de personas en 2010) es aún hoy religiosa.
Sin lugar a dudas los protestantes tuvieron un papel fundamental en el triunfo de Trump, Bolsonaro y los golpistas en Bolivia, pero quisiera argumentar que con AMLO parece entreverse una relación distinta con la religión; de hecho, me atrevería a decir que él como mandatario y la 4T como proyecto político van a contrapelo de los otros que han recibido su apoyo y justificación en el ámbito religioso, a pesar de que con algunos sectores evangélicos por momentos se ha visto con ciertos claroscuros. Analicemos esto por partes.
Partamos del hecho de que AMLO ha declarado públicamente que está a favor de la separación del Estado y la Iglesia. A propósito de una pregunta que le hicieron el 17 de diciembre del 2019 sobre la iniciativa para modificar la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, que presentó la senadora Soledad Luévano de Morena seis días antes, el presidente declaró lo siguiente: “No considero que modificar este principio ayude; al contrario, ya en su momento hubo una confrontación. Eso motivó hasta una invasión extranjera… Eso ya está resuelto desde hace más de un siglo y medio. Se resolvió la separación del Estado y la Iglesia”[7].
La 4T, como se percibe en esas posiciones contrarias, no es monolítica. Pero aún más importante, tampoco ha implicado la aprobación ni por parte del Ejecutivo ni del Legislativo de una “contrarreforma al Estado laico”, como exageradamente la denomina el sociólogo de las religiones Bernardo Barranco. En el mismo sentido, también ese especialista ha llamado la atención sobre las declaraciones de un pastor cercano al presidente: Arturo Farela, líder de Confraternice, una asociación de iglesias evangélicas.
La cercanía de AMLO con el pastor, que simplistamente el periodista Emiliano Ruiz ha denominado “el pastor de la 4T” [8], bien se puede explicar en el hecho de que la 4T se ha propuesto como un proyecto que integra a todos los sectores de la población: pobres y ricos, indígenas y no indígenas, creyentes y no creyentes.
En un mitin del 8 de junio del 2019, que tuvo lugar en Tijuana y fue convocado por el presidente, Farela tuvo la oportunidad de hablar. Algunos se escandalizaron, pero no atendieron que entre los oradores estuvieron cuatro funcionarios públicos, una indígena, un empresario y el Padre Alejandro Solalinde. Lo que se revela es el carácter inclusivo de un proyecto de transformación política, no un atentado contra el Estado laico. En el mismo sentido se puede entender la repartición de miles de ejemplares de la Cartilla Moral de Alfonso Reyes a cargo de las iglesias que conforman a Confraternice, aunque habría que reconocer que el hecho guarda cierta ambigüedad[9].
Sin embargo, a los agoreros del peligro de la contrarreforma al Estado laico les pregunto: ¿Qué es la secularización? ¿Sólo existe una forma de secularización? ¿Qué es el laicismo? ¿En verdad es posible mantener separada a la religión en relación con el Estado y viceversa? ¿No más bien habría que considerar que existen distintos tipos de relación y que hay algunas por criticar y otras por defender?
Me parece que las respuestas que se dan por descontado a las preguntas arriba planteadas no son capaces de aprehender la complejidad que involucra la relación entre la religión y la política en una totalidad social. La presencia de los grupos evangélicos en la política latinoamericana tomó a muchos especialistas por sorpresa y justo por los prejuicios secularistas que guardan, los cuales han impedido que aceptemos que la religión continúa, de una u otra manera, presente en la política.
Distintos filósofos e historiadores (Giorgio Agamben, Walter Benjamin, Ernst Bloch, Reinhart Koselleck, Karl Löwith y Carl Schmitt) han señalado que las estructuras políticas, económicas e histórico-temporales de la modernidad siguen conservando rasgos teológicos y sólo habrían adoptado un nuevo ropaje a partir del siglo XVIII. El aparente triunfo de la razón contra las autoridades religiosas y los dioses tradicionales durante la Ilustración sólo habría servido para encubrir a unos nuevos dioses terrestres que se estaban levantando. El capitalismo, el Estado moderno y el progreso se encumbraron como fetiches arropados por una narrativa secular.
No aconteció una verdadera Ilustración, sino ─en términos de Ernst Bloch─ un mal desencantamiento, el cual solo generó “una salida, inmediatamente mala y de medio pelo, [que] deja tras de sí un vacío que a la larga no es capaz de permanecer limpio, como se había pretendido en la Ilustración. Esta Ilustración sólo a medias no puede ya sostenerse […] significa sustitutivos peligrosamente turbios, terribles como sangre y suelo”[10]. El espacio que otrora ocupaban los dioses tradicionales, se lo apropiaron esos dioses terrestres, con la ventaja de mostrarse como si no lo fueran.
La izquierda ciertamente ha reproducido a lo largo de su historia los prejuicios secularistas, provenientes de ese mal desencantamiento, principalmente basados en una mala comprensión de las palabras de Karl Marx. Usualmente se ha partido del fragmento donde Marx afirma que la religión “es el opio del pueblo”, ignorando su contexto completo: “La miseria religiosa es la expresión de la miseria real y al mismo tiempo la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado de ánimo de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de lo que no tiene espíritu. La religión es el opio del pueblo”[11]. En la religión, de acuerdo con Marx, existe una expresión de la miseria real y una protesta contra ella; el problema, nos dice a lo largo del escrito, reside en su incapacidad para erradicar las condiciones que mantienen al ser humano esclavizado y despreciado.
En América Latina, no obstante, es posible encontrar muchos antecedentes de otra situación, una de alianza entre la izquierda y el cristianismo que sí ha buscado transformar esas condiciones. En los sesentas y setentas, en el contexto de las dictaduras latinoamericanas, muchos cristianos se sumaron a la lucha por la liberación, ya fuera a través de comunidades eclesiásticas de base, movimientos de protesta o, en algunos casos más radicales, sumándose a movimientos guerrilleros.
En México, por ejemplo, el PCM adoptó una posición de diálogo y colaboración con los cristianos progresistas, sobre todo del catolicismo, a partir de los setentas, al punto de que la resolución 27 del XIX Congreso Nacional ─celebrado entre el 9 y 15 de marzo de 1981─ declaraba que “las grandes tareas de la revolución socialista no pueden llevarse a cabo sin el entendimiento entre cristianos y marxistas. La aspiración al socialismo no es monopolio de los marxistas, sino de todos los oprimidos por el capital, sean creyentes o no, pues la lucha por la liberación se libra entre explotados y explotadores”[12].
Figuras como los obispos Samuel Ruiz o Sergio Méndez Arceo, representantes en México de la defensa de los derechos humanos de la población indígena y de la transformación de la Iglesia católica respectivamente, o en la actualidad como el padre Alejandro Solalinde y el obispo Raúl Vera, conservan un lugar eminente en la lucha por defender a los oprimidos.
En esa constelación se sitúa AMLO. El presidente mexicano ha reiterado que el lema de su gobierno es “por el bien de todos, primero los pobres”. Todas las políticas públicas han sido consecuencia de lo que para él es la esencia de su gobierno. En sus antípodas se sitúan aquellos que él denomina «conservadores», definidos por él en una mañanera como “los que tienen por su dios el dinero”. Si el proyecto de gobierno de la 4T tiene preeminencia por los pobres, entonces los idólatras del dinero ni son el centro de las políticas públicas ni están contentos con que su dios sea entregado a los más desfavorecidos por el sistema.
Esa visión de gobierno supone una política indisociable de la ética. El filósofo Enrique Dussel, en algunas clases y entrevistas ha declarado que si bien puede ser criticable la repartición de la Cartilla Moral, sobre todo por sus ideas anacrónicas ante los problemas que enfrenta en la actualidad la sociedad mexicana, insiste en que ese esfuerzo tiene a la base la comprensión de una política que vaya de la mano de la ética. En consecuencia, la pregunta que emerge es ¿qué ética quiere promover el presidente de México?.
La respuesta se halla en las constantes referencias al fundador del cristianismo, incluyendo la que está presente en su lema de gobierno, así como en su definición sobre los conservadores. Según Mateo 6:34, Jesús frente a sus discípulos y seguidores declaró lo siguiente: “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se dedicará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero”. ¿Nos suena parecido?
Antes de que se concluya apresuradamente que ahí está una prueba clara de cómo AMLO atenta contra el estado laico, me gustaría cuestionar si la figura de Jesús se restringe al campo religioso, como algunos suelen pensar, o en realidad siempre ha estado situados en el campo de lo político.
El historiador Antonio Piñero nos dice que muchos de los equívocos sobre la figura de Jesús tienen que ver con el hecho de que se confunde al Jesús histórico con Cristo[13]. En el caso del segundo basta con decir que pertenece al ámbito de la fe, por eso no ahondaremos en él. Por su parte, en el caso del primero, cuando analizamos las narraciones de los Evangelios, observamos que ese humano se posicionó del lado de los pobres y criticó a los poderosos y dominadores de su tiempo. El castigo que recibió era el destino de los considerados rebeldes políticos. Sabemos que esa fue la razón por la cual se le condenó, ya que los romanos colgaron el título «Rey de los judíos» en la cruz. La comprensión política de su predicación incluso fue percibida por pensadores como Karl Marx y Mijaíl Bakunin, a los cuales ninguno se atrevería acusar de creyentes o simpatizantes del dios de la Cristiandad.
En la Antigüedad no existía la separación entre la política y la religión. Pero pensando críticamente la secularización, es decir, como mal desencantamiento, podemos advertir que esa escisión en la modernidad es tramposa. Política y religión siguen caminando juntas, como queda patente con los casos mencionados de Estados Unidos, Costa Riva, Bolivia y Brasil. De lo que se trataría, entonces, sería de distinguir qué tipo de relación entre el Estado y la política es permisible y qué otra habría que criticar.
En la religión, como bien ha mostrado Ernst Bloch, yace una esperanza capaz de dirigirse contra todos aquellos poderes que desean mantener al ser humano subyugado[14]. La izquierda consecuentemente tiene que ser capaz de detectar “los hijos rojos”, los contenidos antifaraónicos de la religión[15], para dirigirlos contra ese tipo de religión dominadora que ha justificado la injusticia en aquellos países mencionados. Pero habría que ir todavía más allá y recuperar también las utopías del cristianismo y de cualquier otra religión que defienda la liberación del ser humano.
AMLO no impone una moral[16] pública que atente contra la libertad de creencias y pensamiento, sino más bien recupera los principios ético-políticos del fundador del cristianismo, esos hilos rojos y su “perspectiva de la rebelión”[17]. Si el neoliberalismo se exhibió como depredador de los más desfavorecidos, AMLO recurre a algunos criterios éticos que posibiliten ponerlos en el centro de la política de la 4T. Sabemos que AMLO se inclina por esa interpretación, por ejemplo, gracias al símil que estableció entre Jesús y Emiliano Zapata el viernes 10 de abril del presente año, día que se conmemoraba la muerte de ambos líderes sociales. Como se puede intuir con lo dicho hasta ahora, la mención de uno y otro no es mera coincidencia.
En este sentido, en su “Mensaje de Navidad” del 24 de diciembre comparte su reflexión sobre el nacimiento de Jesús: “Así como Jesús, hubieron otros dirigentes, profetas les llamaban. Jesús tiene una característica. Jesús nace un día como hoy, por la noche, por eso es la Navidad, y nace en un pesebre, nace en una casa humilde y toda su vida la dedica a predicar en favor de los pobres. Da su vida por los pobres, por eso lo crucificaron. Nosotros queremos que todos los mexicanos vivamos con felicidad, seamos felices. Jesús siempre predicó en favor del amor. […] pero yo sí quisiera poner el acento en […] que nuestro cariño y afecto se dirija de manera especial a los enfermos, a los huérfanos, a las viudas, a los que sufren, a los pobres, ese es mi deseo de Navidad”[18].
Me gustaría resaltar algunas cosas sobre su reflexión. Primero, refiere el carácter humilde de la vida («nace en una casa humilde») y obra de Jesús («predicar en favor de los pobres»). Segundo, explica la crucifixión de Jesús no por salvar los pecados de las personas o porque estaba en el plan divino de dios, sino por haber defendido a los pobres. Tercero, como si estuviera repitiendo las palabras de Jesús en Mateo 25:31-56, insiste en que el amor se dirija a los enfermos, los huérfanos, las viudas, los que sufren y los pobres.
Dicho esto, planteo las siguientes preguntas: ¿en cuál de los puntos reside la afrenta contra el Estado laico? ¿En el hecho de resaltar la congruencia de vida y obra de un rebelde político, el de destacar su defensa de los pobres, o en el haber muerto por ello? ¿La interpretación ético-política se asemeja en algo a las declaraciones de Bolsonaro o de Luis Fernando Camacho en Bolivia? ¿No más bien recupera esos criterios éticos para dirigirlos contra una política y un laicismo defensores de los dioses terrestres, contra aquellos que tienen al dinero como su dios?
Mientras que la autoproclamada presidenta de Bolivia legitima con los símbolos religiosos el golpe de Estado, el presidente de México realiza un gesto de signo contrario: recupera al rebelde político que se han apropiado las élites religiosas, políticas y económicas para justificar sus acciones, y lo hace con el propósito de reivindicar el primado de las víctimas, de los pobres en cualquier proyecto que pretenda hacer justicia.
AMLO se sitúa en la misma constelación que otros movimientos sociales y políticos de izquierda que han entendido que en América Latina no es posible transformar o revolucionar un país sin establecer un diálogo con la religión, y menos en un país conformado por más de ochenta millones de personas que se identifican con el catolicismo. También ha reparado en la necesidad de recuperar los criterios ético-políticos de un rebelde del siglo I, ya que él también tuvo como prioridad a los pobres y oprimidos de este mundo.
En conclusión, podemos decir que AMLO se asume como seguidor de Jesús por la ética que él trata de plasmar en la vida pública del país. Probablemente para comprender en los próximos años el actuar de AMLO debamos abrir más los Evangelios y menos los manuales de Ciencia Política. Ya hace casi dos mil años el lema de la 4T había sido proferido: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios” (Lucas 6:20). Cualquiera que se asuma como militante de izquierda, ya sea a través de un movimiento-partido como Morena o a través de otras vías, tiene que estar a la altura de la cuestión de la religiosidad popular en nuestro país, así como el presidente ha manifestado una profunda sensibilidad ante ella; pero también debe atender la importancia de la lucha que se debe librar no ya contra los dioses celestiales, sino contra los terrestres, de los cuales ciertamente hay que ser ateos. No basta con proferir el «bienaventurados los pobres», se tiene que perseguir su utopía correspondiente: la realización del Reino de Dios en la tierra.
Bibliografía
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NOTAS
[*] Luis Rodrigo Wesche Lira es tesista de la Licenciatura en Filosofía en la FFyL/UNAM y pasante de la Licenciatura en Historia en la ENAH.
[2] Gregory A. Smith, “Among white evangelicals, regular churchgoers are the most supportive of Trump”, Pew Research Center, 26/04/2017, <https://www.pewresearch.org/fact-tank/2017/04/26/among-white-evangelicals-regular-churchgoers-are-the-most-supportive-of-trump/>.
[3] Lumia Oualalou, “Los evangélicos y el hermano Bolsonaro”, Nueva sociedad, marzo-abril 2019, <https://www.nuso.org/articulo/los-evangelicos-y-el-hermano-bolsonaro/>.
[4] Manuel Avendaño Arce, “Movimiento evangélico en Costa Rica: del «servicio de Dios» a la conquista política”, El Financiero, 17/02/18, <https://www.elfinancierocr.com/economia-y-politica/movimiento-evangelico-en-costa-rica-del-servicio/5NROWY6WQVHHRIFU2JSSV2JHEE/story/>.
[5] Javier Buenrostro, “Fanatismo religioso y militarización: el golpe en Bolivia, con tufo a conquista”, Actualidad RT, 15/11/2019, <https://actualidad.rt.com/opinion/javier-buenrostro/333814-religion-militarizacion-golpe-bolivia-tufo-reconquista>.
[6] <https://www.inegi.org.mx/temas/religion/>.
[7] Bernardo Barranco, “La polémica contrarreforma al Estado laico”, La Jornada, 08/01/2020, <https://www.jornada.com.mx/2020/01/08/opinion/017a1pol>.
[8] Emiliano Ruiz Parra, “El Pastor de la 4T”, Gatopardo, 19/01/2020, <https://gatopardo.com/noticias-actuales/el-pastor-de-la-4t-arturo-farela/>.
[9] Astrid Rivera, “Evangélicos alistan distribución de la Cartilla Moral”, 04/07/2019, <https://www.eluniversal.com.mx/nacion/evangelicos-alistan-distribucion-de-la-cartilla-moral>.
[10] Ernst Bloch, Ateísmo en el cristianismo, p. 33.
[11] Karl Marx, “Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción”, en Rubén Jaramillo (ed.), Escritos de Juventud sobre el Derecho. Textos 1837-1847, p. 96.
[12] Elvira Concheiro Bórquez y Carlos Payán Velver (coord.), “XIX Congreso del Partido Comunista Mexicano (9-15 de marzo de 1981)”, Los congresos comunistas. México 1919-1981. Tomo II, p. 465.
[13] Antonio Piñero, Aproximación al Jesús histórico, pp. 26-28.
[14] Cfr. Ernst Bloch, El principio esperanza, t. III, pp. 292-438.
[15] Cfr. Ernst Bloch, Ateísmo en el cristianismo, pp. 16, 84-95
[16] Enrique Dussel señala la diferencia entre moral y ética. La primera refiere a los actos prácticos que están situados en la totalidad del sistema vigente; la segunda refiere a los actos prácticos situados como trascendental al ser del sistema, dirigidos a los excluidos y oprimidos por él (Cfr. Enrique Dussel, 14 tesis de ética. Hacia la esencia del pensamiento crítico).
[17] Ernst Bloch, Ateísmo en el cristianismo, p. 146.
[18] (https://www.youtube.com/watch?v=A2vpRVJezt0)