Para mantener abierto el debate sobre el estado y las perspectivas de las izquierdas en México que iniciamos en el número anterior, Memoria convocó a un grupo de intelectuales, activistas y militantes de distintas generaciones y diversas posturas políticas e ideológicas para debatir sobre la coyuntura, las próximas elecciones del 7 de junio pero también —y sobre todo— acerca de los dilemas que las atraviesan y las opciones de más largo alcance. A continuación publicamos la transcripción de este debate que se realizó en las instalaciones del CEMOS a finales de marzo. Participaron, en el orden en el que hicieron uso de la palabra: Massimo Modonesi, Elvira Concheiro, Miguel Concha, Gerardo De la Fuente, Enrique Pineda, Raúl Romero, Héctor De la Cueva, Samuel González, Luciano Concheiro, Pedro Hernández, Alejandro Encinas, Lucio Oliver y Joel Ortega.*
Massimo Modonesi: En un contexto político como el que vivimos, en donde el tema electoral se está colocando inexorablemente en el centro de la atención, consideramos necesario emprender un debate que, aún incorporando la problemática de las próximas elecciones, la trascienda. Les proponemos, entonces, analizar en qué contexto se inserta la coyuntura electoral, tratando de evaluar cuestiones más de fondo, apuntando a la comprensión del estado de la democracia en México, en el cual estas elecciones se sitúan, el estado de los movimientos sociales en el país y -en particular- el ciclo de luchas y protestas que se abrió tras los acontecimientos de Ayotzinapa. En ese contexto podemos pensar en las tareas y las perspectivas de la izquierda, tratando de no caer simplemente en un debate —que tenemos que dar— sobre qué hacer frente a las elecciones: votar o no, anular el voto o sufragar por Morena. Entendemos que es una disyuntiva problemática de resolución inmediata, no queremos eludirla, pero, al mismo tiempo, quisiéramos que esta reflexión abarcara coordenadas generales y nos permitiera proyectar elementos de evaluación sobre el estado de las izquierdas y sus perspectivas.
Para empezar el debate, formulo una pregunta. Frente al evidente reflujo de las protestas, ya no se puede sostener una alternativa de sabotaje generalizado a las elecciones y, al mismo tiempo, ¿qué tanto sentido tiene votar en estas condiciones y con estas opciones y qué tanto lo tiene anular el voto sin movimiento masivo de anulación de por medio?
Elvira Concheiro: En mi primera participación quisiera lanzar algunas ideas que nos puedan ayudar a abrir un diálogo, ya que percibimos una gran ausencia de debate de altura en las izquierdas en México; las cuales hace tiempo están implicadas en una dinámica bastante pragmática, en muchas ocasiones haciendo lo que pueden y lo que consideran mejor, seguramente. Pero el debate importante, en torno a planteamientos más de fondo, hace muchos años está ausente.
Esa es una de nuestras preocupaciones, ¿cuál es la causa? ¿Qué está reflejando esa ausencia de debate, de construcción colectiva de estrategias, de planteamientos y propuestas? Y quiero sugerir que esto se generó a partir de una gran estrategia que hace más de veinticinco años se instaló entre las izquierdas, a partir de la posibilidad de construir una opción electoral, una gran fuerza política que, se pensó en su momento, alcanzara la presidencia de la República y a partir de esa posición en el mando del gobierno se lograra iniciar los cambios que México requiere. Tenemos más de 25 años en esa lógica general. Desde luego hay agrupaciones de la izquierda que no comparten esa visión, que la han tratado de eludir, pero creo que es la dinámica general que permea a las grandes masas que votan o se pronuncian por la izquierda, o que protestan a partir de grandes demandas. Esa percepción de que estaba a la mano un triunfo y, en consecuencia, había que centrarse en la construcción de una propuesta electoral para ganar la presidencia de la República, ha permitido que sea muy simple el discurso, siempre en función de ciertas siglas partidistas, de uno u otro personaje, de obtener cargos y no en la elaboración más compleja de las propuestas y de los caminos para construir la fuerza autónoma de masas que sea capaz de transformar al país.
Tenemos más de 25 años diseñando qué país queremos y francamente creo que la izquierda ha hecho muy buenas contribuciones, en distintos ámbitos. Sin embargo el cómo lograr esas transformaciones ha quedado reducido a la apuesta por ganar las elecciones, en un país en el que el voto no se respeta. Creo que tenemos un reto sobre el cual reflexionar, pues después de estas décadas metidos en esa dinámica, tenemos que reconocer que hemos fracasado y que el país es un desastre. Los sucesos de Ayotzinapa vienen a poner en claro, una vez más, el deterioro gravísimo, brutal, que tiene el país. Y de eso nadie puede decir: no es mi responsabilidad. Sin duda, Ayotzinapa nos obliga a repensarlo todo.
Miguel Concha: En primer lugar quiero proporcionar una información: a veces se piensa que la Constituyente Ciudadana y Popular tiene orgánicamente una postura de no participar —nada— en el proceso electoral próximo; pero ésta es una apreciación precipitada y errónea. Porque de acuerdo a la información que yo tengo no existe una postura orgánica acerca de ello. Hay que tomar en cuenta que quienes están participando en esa iniciativa lo hacen a título personal, como ciudadanos y ciudadanas individuales. En la reunión que se tuvo el 5 de febrero en el Centro Universitario Cultural (CUC) no hubo ningún planteamiento orgánico acerca de eso, a pesar de que ha habido algunos reportajes en la prensa que han hecho eco a personas que se han pronunciado respecto a boicotear el proceso electoral, como por ejemplo el poeta Javier Sicilia, de una manera muy clara, y después el padre Alejandro Solalinde —el obispo Raúl Vera no tanto—, y que han mostrado su interés por apoyar la iniciativa de la Constituyente Ciudadana y Popular. Y cuando en la reunión del 5 de febrero emergió el tema, no surgió en todas las mesas de trabajo, sino solamente en una de ellas, y no cómo no participar, sino cómo participar con un voto nulo, lo cual es distinto. Pero fue un planteamiento aislado, que no se convirtió en un pronunciamiento general. Además, en la organización de la Constituyente no se quiere que por ese motivo haya una división que impida acumulación de fuerzas sociales en el desarrollo de esa iniciativa. Por supuesto, no hay que perder de vista que se busca que don Raúl Vera siga encabezando esa iniciativa, y se es muy consciente de que por las leyes del país los ministros de culto no estamos facultados para inclinar la balanza para uno u otro lado. Por otro lado, es cierto que se van delineando en México dos grandes corrientes que nos deben interesar a quienes estamos por convicción en la izquierda. Hay una corriente que no quiere saber nada de las instituciones, de los partidos y de los actores políticos, y que piensa en generar un nuevo pacto social, una nueva Constitución y una reconfiguración del Estado. Pero hay otra corriente que lo que busca, lo que sigue buscando y proponiendo, es en primer lugar la transformación de las instituciones. Hay esas dos grandes corrientes, y ello hace que con relación al próximo proceso electoral haya, desde un punto de vista ético, una situación que se conoce como conflicto de deberes, en donde si eliges la no participación se percibe que se van a seguir males, males significativos e importantes, como si te vas a ciegas o acríticamente por una postura de participación electoral, se percibe que se va a legitimar un sistema político decadente. Ante esos dos opuestos que se excluyen, hay que seguir inquiriendo por dónde se darían no los mayores bienes, sino los menores males, aunque también teniendo en cuenta las circunstancias concretas del país, ya que los actos humanos no únicamente se determinan por la finalidad con la que se hacen, sino también por lo concreto de las circunstancias. Lo que se recomienda es tomar aquella decisión donde se consigan menos males, y en el mejor de los casos donde pueda haber mayor bien.
Gerardo de la Fuente: En relación a la coyuntura comparto con Elvira (Concheiro) la idea de que estamos frente a un desastre y hemos fracasado en muchos sentidos en la izquierda. Sin embargo, dentro de ese marco hay un asunto crucial en relación con Ayotzinapa. De pronto la gente coincide en la frase “fue el Estado”, pienso que existe una sabiduría que es muy importante, prácticamente espontánea, a pesar de todos los intentos de la propaganda por desviar el asunto, de superar la perspectiva del gobierno local y plantearse: es el Estado. Yo creo que ese diagnóstico es crucial para nosotros. Estamos viviendo una crisis del Estado mismo y en la coyuntura eso tiene varias expresiones muy concretas. Ayotzinapa permite superar este viejo discurso de que el crimen organizado, el narcotráfico y demás están disputándole al Estado no sé qué soberanía o el monopolio de la violencia legítima. Me parece muy claro a partir de Ayotzinapa que el narcotráfico y el crimen organizado son el Estado. Que no hay una diferencia entre narcotráfico y Estado, sino que hay un dispositivo construido que es posible rastrear empíricamente y que podríamos ver cómo en cada lugar el Estado protege, utiliza y se ejerce como narcotráfico. Me parece que el Estado mismo se ejerce como una banda criminal y eso es terrible.
Al mismo tiempo llega también a su fin un discurso que fue muy dañino para la izquierda, que es todo esto de la transición democrática, que una buena parte de la izquierda elaboró y enarboló con mucha más pertinencia que hoy. El problema es que ese discurso está totalmente desfondado. Cuando cayó el muro de Berlín se nos cayó buena parte de nuestro armazón teórico, dejamos de pensar al Estado y nos dedicamos a reflexionar sobre la transición democrática. Ese tipo de discurso ha llegado a su fin. Lo que más me preocupa es que llega a su fin una cierta manera de apostar por la sociedad civil, sin ninguna otra calificación. En el temblor del 85 el gobierno se cae, la sociedad toma en sus manos el tráfico, los servicios, el rescate y surge esta cosa que es la sociedad civil que celebran mucho Monsiváis y Carlos Pereyra. Después en el movimiento del EZLN aparece también esta entidad que detiene la guerra. En aquellas movilizaciones íbamos los de izquierda con las monjas, con los empresarios, con todo mundo.
La sociedad civil nace como una fuerza, como una entidad a la que todavía el subcomandante le escribía hasta hace poco sus comunicados: “señora sociedad civil”. Una expresión de eso fue el IFE de Woldenberg, donde parecía que la sociedad civil tomaba esa institución. Desde luego después de eso ha habido una agresión del Estado contra la sociedad, el IFE se desfonda, el conjunto de las instituciones donde podía haber sociedad civil han quedado absorbidas por el Estado. El Estado es el problema. Pero yo creo que ya no podemos apostar a ese actor extraordinario que era la sociedad civil. En esos dos momentos que mencionaba —el temblor y el levantamiento zapatista— esa sociedad civil se unificaba y era homogénea. Pero eso ya no va a ocurrir, porque en la sociedad civil se encuentran los que están en contra del aborto y los que están a favor, los de izquierda y los de derecha. Hay contradicciones en una sociedad civil fragmentada y entonces apostar así, en general, a una sociedad civil ya no va tener ningún sentido, a menos que volviera a ocurrir una desgracia crucial y fundamental, que todo se cayera y nos volviéramos a unificar, a menos que sea un terremoto devastador, no veo cómo apostar a eso. Por último, en la idea de “Fue el Estado” estamos viviendo una situación inédita que la teoría jamás había pensado. Vivimos en un orden político absolutamente ilegítimo, por eso los llamados de Sicilia a no votar, a des-legitimar el orden. Pero resulta que ya está deslegitimado, no hay forma de deslegitimarlo más, no le importa, es un orden al que no le importa ser legítimo. Agregaría: los personeros del gobierno no le tienen miedo al ridículo. Nosotros somos gente decente y nos da miedo hacer el ridículo, a ellos no les da miedo, siempre estamos esperando a que reaccionen. Un gobierno ilegítimo, un Estado en el que gobierna directamente Televisa. Ya sin ningún rubor los poderes fácticos deciden ejercer el poder sin mediaciones. Entonces creo que el diagnóstico es correcto: el problema es el Estado, y tenemos que ver cómo reconstruir o no ese Estado, pero asumiendo que es a ese nivel que está ocurriendo el conflicto actual.
Enrique Pineda: Hay que hacer un balance en la perspectiva que señaló Elvira (Concheiro), en el sentido de que hemos fracasado como movimientos y como izquierdas que resisten a la lógica del capital. Hay tres lógicas que se despliegan sobre el país. La lógica de desposesión y ecocidio, que es brutal y que no estamos logrando detener, la lógica de precarización y mayor explotación y de destrucción de derechos de los trabajadores, que no estamos logrando frenar y por último la del capital criminal, empresarios criminales que están controlando el territorio y el flujo internacional de mercancías. Estas tres lógicas que podríamos representar por territorio, maquila y violencia son las formas de despliegue del capital. Y prácticamente todas las izquierdas no hemos podido detener esta ofensiva que se ha desplegado de manera más evidente en la última década, pero que venía construyéndose desde los noventa. En ese sentido es importante hacer un balance crítico que las izquierdas no han hecho, en el sentido de cómo las crisis de 88, 94, 2006 y ahora 2014 con Ayotzinapa, lograron ser sorteadas por el régimen. Este es un punto de diferencia con Ecuador, Bolivia y Argentina, es decir, en México las clases políticas y las élites dominantes han logrado sortear las aristas más peligrosas de los movimientos sociales logrando contenerlos, dividirlos y aislarlos y en otros casos incorporarlos e institucionalizarlos. Esta resulta una cuestión importante en dos vertientes. Una es: esas crisis, probablemente la de 94 y la de 2014 sean las más profundas para el régimen político porque convergieron con otros elementos, como la división de la élite en el caso del PRI , no solo la fuerza del movimiento implicó una crisis para el régimen, lo implicó la convergencia de una serie de eventos que permitieron abrir una coyuntura temporal que provocó un momento de debilidad para el régimen. Es el mismo caso de 2014, donde existió un creciente malestar social en torno al Estado, vinculado con el tema de la violencia. En otras palabras, una serie de eventos que se entrecruzaron y provocaron una de las crisis más importantes de las últimas décadas.
Ante ese panorama de la movilización en descenso tenemos que preguntarnos: ¿Por qué las élites sí están pudiendo, a diferencia de otros países de América Latina, sortear, evadir y contener a los movimientos antisistémicos? Y por el otro ¿Cuáles son las contradicciones internas del movimiento que también favorecieron eso? Desgraciadamente, en muchas ocasiones el debate se evade desde la propia izquierda.
Resulta fundamental considerar que el sujeto que se había construido, alrededor del EZLN en torno a 1994, llamado sociedad civil, no había madurado en todo el país como hoy, que existe una efervescencia local muy disgregada y fragmentada a todo lo largo y ancho del país. Esto significó el aislamiento del EZLN, hay que considerar sus errores internos, pero sobre todo la política de aislamiento que se generó para que quedara como una fuerza política aislada de la dinámica nacional y la institucionalización de la izquierda electoral como parte de un proceso generado en el marco de los acuerdos de reforma política que permitió que el PRD llegara al poder, en este punto existió una bifurcación histórica que debemos considerar.
Finalmente resulta fundamental ubicar que esta bifurcación fue significativa no solo en el sentido político-programático o de unidad de las izquierdas, sino en la debilidad que experimenta la izquierda a través de la escisión entre partidos y movimientos. Una separación que se ha intensificado durante los últimos 15 años, con resultados a veces catastróficos. Esta dinámica se ha expresado claramente en la movilización por Ayotzinapa. El caso del alcalde de Iguala desarma la lógica de votar por el menos peor, esto parecería un sin sentido, es decir, quién asegura que la clase política no está infiltrada por completo a nivel local por el narcotráfico.
Raúl Romero: Quiero insistir en un punto que han tocado a su manera Gerardo (De la Fuente) y Enrique (Pineda) y que tiene que ver con el capitalismo criminal. Efectivamente, se llega a una conclusión sin hacer el proceso de análisis de cómo se fue configurando este fenómeno en el país. Todos recordamos cómo en los años 70 el discurso de Nixon sobre la guerra contra las drogas sirvió como un discurso legitimador para la penetración del imperialismo en otros Estados nacionales. Ese capitalismo criminal, esa forma de crimen organizado de nueva corporación criminal fue ganando poder, lo mismo en países gobernados por la derecha que por la izquierda, en la actualidad ese fenómeno está presente en China y Rusia pero también en Venezuela, Brasil, México, Estados Unidos y Suiza. En la actualidad no se trata solamente de la corporación de la droga sino de un complejo corporativo criminal que contempla más de 22 delitos, desde el lavado de dinero, tráfico de armas, tráfico de drogas, tráfico de personas e inclusive ahora directamente vinculada en el negocio de la minería y de los recursos naturales y maderas preciosas. Esta corporación criminal obedece a una reconfiguración del capital de orden mundial. Eso es precisamente lo que Colombia nos había mostrado, un proceso que comenzó a concretarse en México a partir de los años noventa de manera subterránea. ¿Qué acarrean estos procesos? Por supuesto un proceso de descomposición social muy profunda pero también movimientos impulsados por las víctimas de estas dinámicas.
En el caso de México, los movimientos de víctimas de los últimos años atravesaron tres fases. La primera encabezada por Wallace y Martí, un movimiento funcional al discurso estatal cifrado sobre la exigencia de más seguridad, por lo que terminan acompañando al Estado en la militarización; la segunda emerge con el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, a través de él se cuestiona la política de seguridad, pero se continúa exigiendo al Estado una seguridad más humana, reconociéndolo como interlocutor. Una tercera se revela con Ayotzinapa y en donde el Estado aparece como el responsable directo de la guerra, es decir, no solo se trata de una política de seguridad, sino que su política es una guerra disfrazada de limpieza social que en algunos casos ataca a población civil pero en donde también experimentamos persecución de dirigentes y activistas. Eso Ayotzinapa lo revela nítidamente. También es necesario tomar en cuenta un momento intermedio entre el Movimiento por la Paz y Ayotzinapa constituido por las autodefensas y policías comunitarias, dinámicas que el Estado intenta aprovechar para la paramilitarización del país, por supuesto también los movimientos que entran a la disputa territorial crecen en ese fenómeno. Uno de los casos más significativos es Cherán, que en ese contexto crece como un movimiento que logra poner en evidencia la disputa territorial y el conflicto de la guerra contra el narcotráfico en su nivel más concreto. En ese contexto comenzamos a ver grupos que salen en San Luis Potosí contra la Minera San Xavier y en Guerrero contra la presa La Parota. En estos procesos podemos observar cómo esta corporación criminal empieza a inmiscuirse y tiene influencias en prácticamente todas las esferas, en la esfera económica, en la esfera política y ello también repercute en los lazos sociales, en una ruptura del tejido social que apunta a la individualización en donde todos son potenciales criminales, y eso no es solo un discurso del Estado sino también de la sociedad: hay que temer al que detienen porque en algo andaba. En todo este fenómeno vemos cómo 2011, 2012 y 2013 son puntos de flujo y contraflujo en los movimientos sociales que empiezan a despertar y a cuestionar la reorganización del capital. Sin embargo, no alcanzan a engarzarse con la dirección política. Pues también hay que decirlo: el gran fracaso de los últimos 30 años es el PRD, que había sido el gran éxito de la izquierda desde 1988. Se trata de movimientos sin dirección, sin una organización política, una forma partido y que desgraciadamente no alcanzan a disputar, ya no digamos el terreno electoral, sino a dotar de contenido político a dichos procesos.
Héctor De la Cueva: Debates como éste son fundamentales y afortunadamente están multiplicándose. En la actualidad no solo existe la necesidad de reflexionar sobre la coyuntura, sino de realizar una reflexión estratégica. Algunos compañeros tienen la preocupación de si va a ser más grande la próxima manifestación, pero ese no es el problema. La dificultad es que no hay perspectivas, objetivos claros que hagan que la gente salga a la calle. Estamos precisamente en la discusión de los sujetos y de los referentes. Las elecciones no son el momento culminante de esta coyuntura, independientemente de la posición que tenga cada quien. En este contexto es necesario hacer una reflexión que vaya más allá. Uno de los puntos de partida de eso que hemos estado discutiendo es, como decía Elvira (Concheiro), que tenemos 30 años de luchas y esa derecha neoliberal no nos la hemos podido quitar de encima. En Sudamérica nos preguntan: oigan y los mexicanos ¿cuándo?
Con distintas trayectorias, pero en Sudamérica han logrado quitarse a ciertas derechas de encima. Y la respuesta es muy compleja, pues hemos hecho de todo. Digo, independiente del lugar que a cada quien le ha tocado en las trincheras. Ha habido balas, votos, manifestaciones y plantones. Muchas tácticas que sirvieron para derrocar presidentes en otros países en México no han sido suficientes. Esa es la realidad que tenemos que reflexionar desde las izquierdas, independientemente de la posición que nos haya tocado. El hecho es que no hemos logrado quitarnos de encima a esta derecha neoliberal. En este sentido la discusión sobre la coyuntura electoral no es tan relevante, en primer lugar porque no es novedosa. Algunos argumentan que en Bolivia y en otros países ha funcionado, pero en México lo hemos intentado, incluso se ha ganado pero no nos han dejado llegar.
Entonces la discusión y la reflexión estratégica deben dirigirse a preguntarnos qué nos ha faltado. En efecto, Ayotzinapa ha condensado y generado una crisis política como no había habido en los años recientes. El propio gobierno lo ha tenido que reconocer. El gobierno estuvo contra la pared, incluso hay que preguntarnos si hemos aprovechado lo suficiente esta situación. Y sigue estando porque cada vez que desarrolla estrategias para salir de la crisis política resultan fallidas. Meten gente a la cárcel y falla. El problema es que seguimos sin poderlos sacar. En las manifestaciones se escucha no solamente la exigencia de presentación con vida de los 43 sino “fuera Peña Nieto”. Ello sin duda es correcto, el problema es que la correlación de fuerzas es insuficiente. En estas elecciones, no me quiero meter en esa disputa, pasará lo que pasará, se avanzará o no, pero no van a definir ni la coyuntura ni al país. No sé si las próximas presidenciales lo harán. Además debemos tener en cuenta que va a haber una gran abstención, se haga lo que se haga. Quién va a capitalizar eso es otro tema.
Samuel González: En efecto, no resulta novedoso el debate sobre las elecciones pero habría que preguntarnos en qué medida nos encontramos sobre coordenadas nuevas a partir de lo de Ayotzinapa. En primer lugar quería discutir con lo que planteaba Gerardo (De la Fuente). Quisiera plantear que la crisis política que se experimentó con el caso Ayotzinapa no fue una crisis plena u orgánica del Estado. Sin duda se profundizó la crisis de hegemonía, la cual alcanzó al gobierno federal, pero en la práctica las relaciones de fuerza que desarrolló el movimiento alcanzaron, en su capacidad destituyente, solo a la PGR. Hasta ese nivel ha llegado una crisis del gobierno que no se ha convertido en una crisis de Estado plena.
Durante las últimas décadas han existido otros momentos en donde la crisis de gobierno ha tendido a convertirse en crisis de Estado. Una expresión de ello puede leerse en el hecho de que en un momento dado, durante 2006, las fuerzas armadas estuvieran en la disyuntiva de intervenir en Oaxaca y en el plantón de Reforma. Este escenario proyectó una crisis de Estado. Al mismo tiempo, si comparamos el 88 o el 2006 con la crisis de Ayotzinapa, en efecto, como señalaba Raúl (Romero), podemos detectar una ausencia notable: no hay una dirección política clara, el elemento partidario está ausente, no existe una figura que esté identificada con un paradigma institucional o electoral al frente de la movilización. Esa es una diferencia muy importante.
Todo eso tiene que ver con el contexto histórico que estamos atravesando. En un solo año (2013) hicieron diez enmiendas constitucionales. Por ello, es necesario pensar que Ayotzinapa se genera en un periodo en donde el tránsito histórico de implementación del neoliberalismo parece haberse cerrado. Echaron a la basura la Constitución de 1917, aboliendo el modelo de país que rigió a México durante casi cien años. En este escenario de transición se inserta la crisis de Ayotzinapa poniendo en cuestión los grandes paradigmas bajo los cuales la izquierda se ha manejado durante las últimas décadas. En términos generales pienso que son tres las formas de lucha bajo las cuales la izquierda se ha manejado durante las últimas décadas. Uno, el paradigma institucional-electoral, que es la experiencia del PRD. Dos, el paradigma autonomista, no de las autonomías pues con ellas estamos completamente de acuerdo, sino del horizonte político que se plantea una lucha por fuera del Estado. Y por último, el paradigma de la resistencia, una forma de lucha que encontraron distintos movimientos, organizaciones o sindicatos que, frente a una correlación de fuerzas desfavorable, recurren a la constante renegociación de contratos colectivos y de determinadas demandas sectoriales.
Me parece que estamos entrando en una crisis muy profunda de las formas de lucha de la izquierda. Tras este tránsito habría que preguntarse si todavía es posible reformar en algún grado al Estado, y me parece que no. Por ello, las comparaciones que las últimas semanas se han hecho con el caso de Podemos en el Estado español me parecen falaces, en el sentido de que no toman en cuenta la configuración política que el Estado ha adquirido en México. Es importante no ocasionar una guerra frontal entre quienes van a votar y no. Pienso que desde una postura antisistémica no hay lugar para las elecciones en un contexto como éste. Por supuesto, el debate de fondo no se encuentra ahí. El debate es si las movilizaciones actuales pueden, o no, convertirse en un catalizador para articular contrapoderes desde abajo más allá del Estado actual.
Luciano Concheiro: Como ustedes saben participo activamente en Morena. Pienso que Ayotzinapa es una coyuntura fundante, que pone en cuestión al Estado mismo. Yo diría que al sistema económico-social en su conjunto y a los caminos que ha establecido. Efectivamente, como todo acontecimiento o coyuntura fundante no acaba por definirse ni resolverse. Por eso me parece más que reductivo creer que el tema de las elecciones va a definir la coyuntura actual. Ello implicaría dejar de lado el papel de esta coyuntura que arranca con el tema de Ayotzinapa.
Pienso que no nos encontramos en un panorama de reflujo. Encerrarnos en la cuestión de si votar o no me parece muy electorero. Sería como admitir que ahí se va resolver. Yo preguntaría: ¿empezar a combatir las elecciones nos va a definir el programa, nos va a armar una estrategia de conjunto o nos va confrontar más, a impedir llegar a mucha gente? En Morena por ejemplo, y eso puede verificarse en los datos del INE, el 90% de sus integrantes nunca ha militado en su vida en un partido. Hay un movimiento cívico muy importante que no ha dejado de insistir en la construcción de la ciudanía. Menospreciar eso es tener la idea de que solo los partidos, los dirigentes o las elites son las que pueden construir una alternativa de conjunto. Yo cuestiono la idea de que estamos en un reflujo del movimiento. Si lo de Morelos les parece poca cosa espérense a ver lo que va a pasar en Puebla. Más de 3 mil gentes reunidas y representando a cerca de 200 pueblos que van a luchar en contra del gran capital. ¿Son anti electorales? No. Se va a realizar en un lugar súper “electorero” que es Cuetzalan. ¿Piensan que las elecciones es la única forma de lucha? No lo creo. Desde mi punto de vista están surgiendo movimientos donde ni siquiera existían. Por ejemplo, la coordinación contra el fracking en los Estados del norte, las movilizaciones que existen en Veracruz y Tlaxcala. Por todas partes encontramos esfuerzos, pero los esfuerzos de convergencia no acaban funcionando. Es necesario mantenernos pendientes de la situación en Guerrero, comprendiendo la necesidad de impulsar esfuerzos de convergencia y de no contraponer la lucha electoral con la lucha social.
Pedro Hernández: Nosotros venimos del movimiento sindical de la CNTE. Toda nuestra vida laboral, 30 años, hemos militado en el esfuerzo de construir un referente para la democratización al interior del sindicato, incluso con Elba Esther Gordillo en la cárcel sigue el control de los charros, totalmente apegado al gobierno. Al mismo tiempo, como movimiento social hemos construido, a lo largo y ancho del país, la participación social de los maestros. En muchas ocasiones hemos dicho que uno de nuestros principios es mantener independencia orgánica e ideológica de los partidos políticos, cuestión que a veces pudiera entenderse como antipartidismo o antielectoralismo. Efectivamente, al interior del movimiento hay posiciones que van en ese sentido y han planteado el boicot a las elecciones en distintos momentos, pero también distintos partidos de izquierda en donde convergen maestros que han sido ejemplares en su lucha y que han sido candidatos y parte de estructuras partidistas. Sin dejar de tomar en cuenta el asunto del propio partido creado por la maestra que le ha servido muy bien al régimen, tanto en la elección de Calderón como en la de Peña Nieto.
En la CNTE hemos dicho que reconocemos todas las formas de lucha. Hace poco Omar García, uno de los compañeros normalistas de Ayotzinapa, reflexionaba sobre la acusación a las normales rurales de ser semilleros de guerrilleros, y bueno pues ahí están las figuras de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, símbolos que representan a la Coordinadora. Sin embargo, él mencionaba también que de las normales rurales han salido priístas. Esto nos ha llevado a un debate interno, separando la militancia personal e individual de lo que somos como organización sindical.
Sin embargo, también hemos recurrido a caminos institucionales, hubo un debate incluso en el espacio del Pacto por México sobre la reforma educativa y hubo una serie de promesas que no fueron cumplidas. Sin embargo, tampoco apostamos a que esa sería la forma en que íbamos a resolver la primera reforma estructural que se impuso en el gobierno de Peña Nieto. En la actualidad hay una descomposición de los partidos llamados de izquierda, y creo que no han sido autocríticos, en estas elecciones no va a haber votos como en otras coyunturas, pero eso le sirve al PRI pues menos votos le sirven para ganar. Aquí tendríamos que hablar particularmente de Guerrero, la posición que ha asumido el movimiento de Ayotzinapa y el papel de los maestros de ese Estado. Los agravios son tan fuertes que efectivamente si hay una posición en contra o por boicotear las elecciones. Los padres de los normalistas desaparecidos se han pronunciado por el boicot a nivel nacional, creo que no nos alcanza para una situación así. En Guerrero hemos visto la toma de oficinas del ahora llamado INE y de los propios partidos políticos, hay un desencuentro muy grande, no solo con los maestros sino en general de la población con los partidos llamados de izquierda.
Alejandro Encinas: Me da mucho gusto estar en esta reunión. Como muchas que se están desarrollando en todo el país con este tipo de discusiones, son reuniones en busca de la identidad perdida, sobre el qué hacer en la situación actual. Compartiendo lo que aquí se ha señalado, quisiera agregar unos matices.
El problema que han puesto en evidencia los hechos de Iguala y de Cocula no es de carácter coyuntural. No se trata de una crisis de coyuntura sino de una profunda crisis del Estado mexicano o de ausencia del Estado mexicano. Se trata de una crisis de carácter estructural, muy diferente a lo que vivimos en 85, 88, 94 o 2006, cuando lo que se vivió fueron crisis de carácter político, derivadas de la insurgencia ciudadana, del levantamiento zapatista en Chiapas, de la ruptura de la Corriente Democrática en el PRI y del momento en que la izquierda ganó las elecciones y no tuvo la capacidad de defender un triunfo que fue resultado de grandes movilizaciones sociales, la más importante a raíz del intento de desafuero a AMLO. Pero Iguala es otra cosa, es apenas la punta de un iceberg que pone al descubierto el nivel de descomposición, de degradación política y ética de las instituciones públicas en el país, que ya alcanzó a los municipios, a los tres órdenes de gobierno y a los tres poderes de la Unión, a los partidos políticos, a la sociedad en su conjunto; con lo cual la delincuencia organizada y su nivel de penetración en todos los órganos de gobierno se ha convertido en un factor de poder real que, incluso, domina no solamente en vastas regiones del país sino que incide en la realidad económica de esas regiones y a nivel nacional. Y este es un fenómeno que no habíamos enfrentado, nos encontramos en una situación de excepción.
Además, el país está conducido por una coalición conservadora que se ha venido construyendo a lo largo de tres décadas pero que ahora tiene varios componentes nuevos. Uno es el grupo político que actualmente se encuentra en el gobierno, que no es el priísmo tradicional, eso es algo que también debemos reflexionar. Este grupo que viene del estado de México se propuso ganar la Presidencia en un proyecto transexenal que construyó durante años y ha sabido utilizar muy bien la política y los negocios para conquistar el poder. Esto ha llevado no solamente a cerrar el ciclo de las reformas neoliberales, que lo ha logrado muy exitosamente aunque no totalmente, porque no todas se han implementado. La educativa por más que intentan no la han podido implementar en ningún lugar. La primera reforma estructural fue la laboral, la educativa fue la segunda, y con ellas se trastoca la forma fundamental de la relación entre el capital y el trabajo, al desregular la jornada laboral por hora, día, semana, mes, e imponer ahora la jornada por prueba, capacitación, la fragmentación del salario y la mayor precarización de la relación laboral. Se ha roto así con el pacto social que le había dado origen a este país. Yo creo que nosotros tenemos que hacer una propuesta del nuevo acuerdo social que debe unificar a los mexicanos.
Esta crisis va a afrontar elementos de definición pronto, yo creo que han abierto un nuevo frente de tensión que quizá provoque una protesta social mayor que la que vimos con la reforma energética. La iniciativa de privatizar el agua toca una de las fibras más sensibles. Comparto lo que dice Luciano (Concheiro) cuando menciona que estamos frente a un movimiento regional, con fuertes movimientos locales, porque a nivel nacional no existe el movimiento campesino, todas las organizaciones están cooptadas; tampoco el movimiento sindical está actuando para impulsar una respuesta importante y, por tanto, los fenómenos que tenemos son de carácter local; de defensa de los recursos naturales, de defensa de los bienes de las comunidades y de los pueblos, de defensa frente a la penetración del narcotráfico y la delincuencia organizada.
Mientras tanto la izquierda se encuentra en un proceso de fragmentación y desdibujamiento, sin entender que el sistema de partidos y los partidos actuales ya se agotaron, ya no representan a la gente. La gente los ve a todos como iguales —yo ahora mismo hablo desde la sociedad civil—, por eso el rechazo a los políticos y lo que se necesita es no solamente recuperar una articulación. Ya la elección de junio acomodará las calabazas de cada quien en su lugar, aunque —también hay que decirlo— con un abstencionismo por lo menos del 60% y unos votos duros que representan el 2 o el 3 y el 5% y que van a permitir que el PRI y el Verde tengan mayoría en la Cámara de Diputados con solo el 10% de los electores. Todo lo cual va a profundizar la crisis de representación, cuestión que a los gobernantes actuales les tiene sin cuidado. Hoy no solamente no les pagan a 14 mil maestros en Guerrero, además faltan recursos para las elecciones en Guerrero que no quieren dar: 50 millones son de pasivos laborales y 157 millones de pesos para organizar el proceso electoral y no los dan. Pienso que lo peor es que sí va a haber elección en Guerrero porque el 90% de las casillas y las secciones electorales están en las zonas de cultivo controladas por el narco; esa es la otra parte de la tragedia. Y donde se ubica el movimiento, que es fundamentalmente el distrito de Tlapa, que viene de la Montaña a la Costa Chica y los municipios en donde tienen presencia las guardias comunitarias, la CETEG, etc. con bastiones en Iguala y en Chilpancingo y Acapulco, se encuentran únicamente el 10% de las casillas. Con ese escenario es posible prever mucha confrontación, le están apostando a sacar la elección con el narco. Y los narcos están de candidatos, otra vez, por todos los partidos. Ahí están haciendo candidatos del PRD a gente de la Unión que está ligada con grupos de narcotraficantes, como el actual presidente del Congreso del Estado de Guerrero, que es parte del grupo de “los ardillos”, que lo formó el papá de este diputado y el cual fue asesinado por los hijos para quedarse con el control del cartel.
Hay un antes y un después de Ayotzinapa y eso tenemos que asumirlo porque tiene que plantearse un cambio distinto. Aguirre debería estar en la cárcel desde el primer día. Bueno, al presidente del PRD —que registró a Abarca— ya le demostraron depósitos por 4 millones de pesos en su cuenta personal y 2 millones por fuera y está libre. Abarca financiaba dirigentes del PRD, pero no solo Abarca, Aguirre y el manejo de todo el efectivo era protegido por el Gobierno Federal. Es una crisis de fondo; ética, moral, política, institucional. Y en donde no estamos a la altura de promover o articular una respuesta política y social contundente.
Massimo Modonesi: Quiero tocar brevemente cinco puntos. En primer lugar, en efecto existe una crisis de régimen o Estado pero pienso que no hay que perder de vista la persistencia de la eficacia de los dispositivos de dominación. Observamos una crisis moral pero vemos también grandes capacidades reactivas de las clases dominantes y sus representantes, incluso nos parecen risibles ciertas actitudes pero, al mismo tiempo, hay capacidad de llevar adelante reformas que no nos habíamos imaginado con gobiernos que parten de la ilegitimidad. El principio de hegemonía parece no ser un principio irrenunciable, una condición sine qua non para el ejercicio de la dominación. Por tanto son los dispositivos no hegemónicos para el ejercicio de la dominación con los que tenemos que lidiar, asumiendo que cualquier estrategia política contrahegemónica ya no es simplemente de deslegitimación, sino que tiene que apuntar a un quiebre más de fondo en la correlación de fuerzas. Existe una frontera en la sociedad mexicana entre los que creen que un gobierno es válido o no, es legítimo o menos, pero esa línea no garantiza una acumulación de fuerzas suficiente para poner en discusión un orden dado. Si los gobernantes no se ruborizan, como dijo Gerardo (De la Fuente), quiere decir que el rubor —o si se quiere el pudor— ya no es una variable política decisiva y eso es una novedad porque antes sí lo era, la fachada, una creencia mayoritaria o significativa de la credibilidad, la legitimidad eran requisitos indispensables para la continuidad de los grupos dirigentes. La búsqueda de legitimidad y el manejo de dispositivos hegemónicos eran indispensables para el ejercicio de la dominación. Cuando hablamos de crisis tenemos que preguntarnos si es una crisis funcional, que impide una eficaz reproducción del poder, y creo que lamentablemente no lo es, es decir, la crisis pudre el sistema pero la podredumbre no impide —todavía— ejercer funcionalmente los mecanismos de dominación.
La segunda cuestión tiene que ver con las elecciones y la democracia. Pienso que más allá de que se pueda aceptar que haya fuerzas que escogen el camino institucional y deciden medirse en el terreno electoral, el problema es cómo se entra al terreno electoral para posicionarse institucionalmente o, como se argumentaba antaño en las izquierdas socialistas, para ejercer propaganda y organizar a las clases subalternas desde abajo o para plantear una acumulación de fuerzas estrictamente en el marco institucional. Cuestiono, y lo digo con toda franqueza, lo que está pasando en la campaña de Morena y en su propuesta política en general, pues se expresa la ausencia de una reflexión crítica respecto a la experiencia del PRD. En el fondo pienso que en Morena predomina lo que llamaría neoperredismo, una especie de búsqueda del perredismo de los orígenes, del perredismo perdido, sin una reflexión crítica de fondo sobre lo que se quebró en clave de una cierta estrategia electoralista e institucionalista. Esto no quiere decir que no se pueda ir a las elecciones, quiere decir que el problema de fondo es el institucionalismo como lógica y práctica política. El PRD tuvo una crisis de proyecto al atravesar el pasaje entre el llamado partido-movimiento de 1989-1996 y el momento que la ambigüedad se resolvió en el 1997 con el ingreso pleno en el espacio institucional-gubernamental, ahí se constató que el movimientismo era una táctica funcional y subordinada a la estrategia de larga marcha en las instituciones. Por ello, sin una reflexión crítica en torno a este pasaje, se sigue pensando en las elecciones simplemente como oportunidad por posicionar una organización en el contexto institucional, como contrapeso —de discutible peso agregaría— de cara a mayorías conservadoras y reaccionarias que se reproducen sistemáticamente justo en el terreno electoral. Desde la izquierda, debería disputarse cualitativamente el poder en el terreno del conflicto social y político y solo reflejarse cuantitativamente en las urnas.
Una tercera cuestión es que si bien podemos aceptar en principio la idea de que todas las formas de lucha son válidas, en su segundo plano aparece el problema de que, en un momento dado, terminen siendo contradictorias algunas con otras, que puedan chocar o generar interferencia entre sí. Yo quisiera que no, pero para que eso no ocurriera debiera haber ciertos espacios y ámbitos de coordinación y convergencia general. Es decir, una forma para limitar enfrentamientos y rupturas es que haya respeto reciproco, que existan espacios de diálogo. No creo en la unidad, porque pienso que la unidad es una palabra demasiado fuerte, la unidad generalmente resulta de una lógica impositiva, centralista, pero sí creo en la convergencia, en espacios confederados, en mesas de diálogo y que las condiciones de debilidad en las cuales se encuentran las distintas fuerzas organizadas del movimiento popular exige cierta humildad, respeto reciproco, más aún cuando no estamos en momentos de auge, no está en juego el rumbo y la dirección de la revolución y quién va a decir la última palabra respecto a decisiones estratégicas fundamentales, tampoco se justificaría pero por lo menos se entendería la pulsión por imponer a toda costa una línea y una dirección.
Por otro lado, y es el cuarto punto, creo que el diagnóstico del estado de las izquierdas partidarias y sociales tiene que partir de la constatación de las debilidades, sin que esto provoque desánimo, sino como un realismo de partida. El movimiento de Ayotzinapa fue muy fuerte como movimiento de indignación, por su impacto —llamémosle así— “simbólico”, pero no logró tener un proyección y un impacto político que modificara de forma duradera la correlación de fuerzas, que asentara un ámbito organizativo de acumulación de fuerzas, un polo de izquierda radical. Por eso muchos sostienen que no hay alternativa a Morena, que aún siendo una oposición nacional-popular, con los vicios y virtudes que conocemos, es un polo de acumulación de fuerzas políticas. En otros lados, hay distintas iniciativas y momentos de convergencia, hay movilizaciones, diría Gramsci, esporádicas e inorgánicas, pero las hay, tienen valor en la medida que sedimentan experiencias, pero al mismo tiempo resultan frágiles y efímeras. A pesar de que existe el espacio, no se ha podido constituir otro polo alternativo a Morena, un polo que podría discutir fraternalmente con Morena sobre distintas estrategias. En ese sentido se está desaprovechando la coyuntura. Hubo coyunturas y 2014 fue una de esas, para constituir ámbitos de esa naturaleza y se desaprovecharon. No quiero acusar a nadie, no era fácil, digamos que se desaprovecharon las oportunidades, para no entrar en detalles y usar una fórmula clásica, porque no estaban dadas las condiciones objetivas y subjetivas.
Termino con la última observación, yo sí le apuesto, y no es solo por buscar desesperadamente una esperanza a toda costa en un contexto sombrío, a la nueva generación. Considero que es la única fuerza social que podría convocar con eficacia a ese tipo de convergencia política. Por dos razones, por una razón en positivo de esta nueva generación y una en negativo de las viejas generaciones. Las viejas generaciones tienen acumuladas divisiones y fracasos y en su interior la capa militante es limitada, son los que se quedaron en pie de lucha, una ínfima minoría. Las nuevas generaciones están ensayando sus formas de lucha y han demostrado una cosa, no forzosamente que son capaces de proyectar políticamente, o de concretar políticamente su ímpetu, pero sí están demostrando un impulso que no veíamos desde tiempo atrás. La secuencia que señalaba Raúl (Romero)es una secuencia en donde la juventud se está politizando, radicalizando, no toda la juventud, pero un sector importante, masivo, significativo e influyente de la juventud. Hay una franja activista que tiene mucha credibilidad, mucha legitimidad, también hay posturas divergentes, extremismos y sectarismos, pero al mismo tiempo existe cierta frescura que se retroalimenta con la combatividad y la radicalidad. Es necesario trabajar con eso y sobre eso, pensar la organización de este sector y ver cómo la juventud piensa lo radical, lo antagonista y cómo proyecta una alternativa política, sin perder de vista ciertas inercias o tendencias hacia volverse simples movimientos de resistencia, como decía Samuel (González), o caer en la deriva institucionalista o del neoperredismo que yo considero sigue anidando en Morena.
Lucio Oliver: Quiero plantear dos cuestiones. Por un lado que hay síntomas fuertes de la existencia de crisis de Estado y de gobierno, que son un referente para cualquier análisis, pero también tenemos que ver que esas crisis son la manera en que avanza un proyecto neoliberal trasnacional dirigido por Estados Unidos. Esto es importante porque a veces nos quedamos con una tipificación superficial y alarmista de las crisis sin ver que las mismas están abriendo un espacio para un proyecto más amplio que Estados Unidos está dirigiendo con una visión de dominio de América del Norte. Es necesario caracterizar este proyecto minuciosamente porque al parecer las crisis sirven también al grupo gobernante que coparticipa en ese proyecto de dominio transnacional aun cuando la situación tenga aspectos de descomposición. El grupo gobernante que figura es más una casta de dominio plutocrático que un verdadero grupo dirigente gobernante, casta que está sirviendo de todas formas a los intereses de profundización de un proyecto más amplio. Y está en la espera de que quizá se pueda recomponer como grupo gobernante, pues tiene ciertamente una concepción de política y de negocios parecida o útil para ese proyecto de consolidación del dominio de EU. Es muy importante ubicar este elemento para entender mejor el sentido de las crisis actuales.
Ahora bien, la pregunta sobre Ayotzinapa es qué tan funcional es la actividad del narcotráfico y el crimen organizado para el proyecto transnacional de dominio. Lo ha sido en los hechos, es lo que hemos observado, pero al mismo tiempo tiene sus costos para ellos. Tendríamos que profundizar en la evaluación del fenómeno sin perder de vista este primer elemento que permite entender mejor la dinámica que está más allá de las circunstancias.
Esta coyuntura de Ayotzinapa es significativa porque mostró que la relación sociedad-poder, sociedad-Estado, acumulación-sociedad va por un lado, un tanto separada y diferente de la dinámica electoral del sistema político. Hay otros elementos que son los que cimbraron a México y que no están relacionados directamente con la dinámica del sistema electoral. Más bien, la dinámica del sistema político con todas sus mediaciones parlamentarias, electorales y clientelares de cooptación y transformismo ha servido como colchón mediador de atenuación, siendo sumamente útil para el poder pues ha evitado el agravamiento de la situación social con sus pros y sus contras porque las elecciones han jugado un papel también pero estamos viendo, y Ayotzinapa lo demostró, que éstas tienen un papel sumamente limitado porque se han enmarcado desde 1994 en un sistema de partidos y relaciones políticas de un Estado totalitario.
En esa medida, las elecciones juegan hoy un papel menor con pocas potencialidades frente a una contradicción más fuerte que es la que estamos viendo con la violencia de Estado y del crimen organizado. En esa contradicción, la resistencia apareció como lucha ciudadana contra la violencia, la impunidad y la descomposición de las instituciones. Existen movimientos y convergencias, pero aun no se proyecta como una concepción multidimensional de la democracia. No existe porque desde el Estado ha sido educada durante mucho tiempo para canalizarse exclusivamente hacia el terreno electoral, entonces la democracia en esa concepción más compleja no es aun parte del proyecto de los movimientos, de las fuerzas políticas, se trata de un problema fundamental: la elaboración política por los movimientos y fuerzas políticas críticas de una nueva visión multidimensional de la democracia. Es vital reconocer los movimientos, las convergencias y las luchas pero también sería muy importante ubicar cómo se saca adelante en ese mismo terreno sociopolítico una concepción más compleja de la democracia que permita la configuración de una fuerza política con perspectivas distintas, con una estrategia que tiene que considerar que México ya tiene esa inserción más regional, más amplia. Esa concepción crítica de la dominación regional de Estados Unidos en Norteamérica podría integrar tanto un programa alternativo de democracia como una multiplicidad de formas de lucha en la medida en que va configurando realmente una nueva fuerza con estrategia.
Miguel Concha: Comparto la idea —y así también lo he escrito— de que Ayotzinapa es un punto de inflexión que manifiesta una profunda crisis del Estado; un Estado ocupado por poderes fácticos. Frente a este panorama nuestra tarea como izquierda es en efecto pensar estratégicamente más allá de las elecciones. Es indispensable pensar en cómo vamos a reconformar a la izquierda mexicana, de acuerdo con las circunstancias en las que vivimos ahora. Pero, aunque tengamos esa tarea estratégica, que va más allá del proceso electoral, no tenemos que menospreciar la reflexión sobre lo coyuntural, porque precisamente este régimen si le pone interés estratégico a las elecciones, aunque prima facie sea de manera hipócrita. Nosotros sabemos que las elecciones no van a resolver los graves problemas de México. Pero si dejamos solos a los actores políticos del sistema, van a complicar más las soluciones que podamos encaminar contra ellos. Sabemos que nuestra lucha va más allá de las elecciones, que estratégicamente los problemas son mucho más complejos, y por ello no debemos descuidar la coyuntura. Tengo incluso la sospecha de que los grupos en el poder están radicalizando su posición frente a la ciudadanía, justamente para evitar la participación de la gente en las próximas elecciones, con el fin de seguir contando con sus clientelas acostumbradas. ¿Cómo se entiende que de repente nos radicalicen aún más el panorama social y político nombrando a Arely Gómez como Procuradora General de la República, y presentando a Eduardo Medina Mora como candidato a ministro de la Suprema Corte? Para mí, son claras provocaciones. Esa dinámica tiene el objetivo de radicalizar las posiciones, pero ¿para qué? Por eso mi intervención era en el sentido de no abstenerse, de participar, pero no de cualquier manera, y no necesariamente por un partido; sino participar por aquellas personas que nosotros pudiéramos prever que efectivamente van en una línea de cambio estructural, de cambios de fondo. Yo decía ayer en otro grupo de compañeros analistas y militantes que si me van a dar mi boleta electoral, yo voy a jugar selectivamente a serpientes y escaleras. Voy a ver con quién y por qué.
Elvira Concheiro: Al plantear que Ayotzinapa es un punto de inflexión deberíamos de ser congruentes, porque el seguir en la inercia o en las formas aprendidas que durante estas décadas ha tenido la izquierda, no es asumir que Ayotzinapa debe ser un punto a partir del cual todo debe cambiar. Al respecto no sé si hemos hecho “todo”; pienso que hemos votado por los “menos malos”, hemos asistido a un montón de marchas y luego resistido localmente. Esas son las formas de lucha básicas que se han tenido en estos años pasados. En esos procesos hemos perdido capacidad de construcción de propuesta política en el sentido complejo, que nos permita encontrar cómo construir mayor fuerza y cómo escoger la acción que pueda romper el frente enemigo o debilitarlo. Me sorprende, pero veo a los movimientos y partidos, y a la izquierda en general (incluyendo al movimiento estudiantil), con una carencia de formas novedosas para construir iniciativas políticas, no de qué país queremos (sobre eso cada vez tenemos mejores propuestas) sino de qué manera actuamos para lograr la construcción de una fuerza política capaz de alcanzar sus propósitos.
En cambio, ahora estamos ante una elección en la que vamos a dividir nuestras fuerzas en medio de violaciones flagrantes de las garantías electorales, al grado de que determinadas fuerzas de la izquierda declaran que no pueden estar en el INE, pero sí van a las elecciones. Me parece increíble que en esas condiciones buena parte de las izquierdas sigan por el camino trillado, convencidas de que cualquier otro camino implica violencia o lucha armada. No es verdad, existe un amplísimo campo de construcción de iniciativas políticas que la izquierda no está pensando. Si en este momento se hubiera dicho, por poner un ejemplo, “no hay condiciones para las elecciones”, no que las vamos a impedir como acto arbitrario, sino el señalamiento por parte de las principales organizaciones de las izquierdas de que no existen condiciones, en primer lugar porque no han aparecido los 43 normalistas, en segundo porque no hay respeto a la legislación electoral y a las condiciones del voto libre. Eso nos pondría en una situación de condicionamiento de nuestro ejercicio de votar, porque no es verdad que sea un paradigma o una vía, es una forma de lucha y esas formas se adoptan o no en la medida en que en las circunstancias concretas son captadoras de fuerza. Pero en este momento ¿quién se pregunta si la participación electoral nos da fuerza? Pienso que no se hace, que se da por descontado.
Las luchas locales, o algunos esfuerzos de convergencia no han podido fructificar porque no se ha consolidado la gran demanda política que es la democracia, en el sentido complejo que mencionaba Lucio (Oliver). Las izquierdas abandonaron la lucha por una democracia verdadera, un planteamiento de construcción no solo institucional. Los movimientos políticos transcurren por muy distintos caminos y de pronto se está en una institución y de pronto fuera, pero esa capacidad política es la que las izquierdas han perdido y que debiéramos de señalarlo como un llamado de atención porque sí, estoy convencida, Ayotzinapa era una coyuntura que hacía posible dar un giro político y no se aprovechó.
Enrique Pineda: Me parece que la izquierda tiene una tarea fundamental para determinar y diagnosticar qué tipo de Estado estamos viviendo, pues las definiciones están lejos de ser suficientes, ni Estado fallido ni Estado terrorista o narco-Estado o incluso capitalismo gore o necro-capitalismo, es decir, necesitamos ampliar una perspectiva en el sentido de qué tipo de Estado estamos viviendo y a qué nos estamos enfrentando porque se han rebasado demasiados umbrales para seguir en el modelo tradicional de entender al Estado simplemente como ocupado por fuerzas malignas y eso está empezando, y lo digo por Abarca, porque la franja y la porosidad entre clase política y crimen organizado no se entiende exactamente: ¿Abarca es parte del crimen organizado o es el Estado que utiliza al crimen organizado como brazo armado también para los intereses políticos y comerciales de una parte de la clase política? No es tan sencillo.
Se trata de una tarea que tenemos las izquierdas: diagnosticar qué nos está pasando y a qué enemigo nos estamos enfrentando más allá de converger en que ha sido funcional a la lógica del régimen estadounidense. El segundo punto es que las elecciones podían ser un punto de iniciativa política pero mi crítica también es ¿quién está hablando del movimiento en defensa de la tierra, el territorio y los bienes naturales? ¿Están los partidos vinculados a este tipo de luchas y elaborando políticamente, en la idea de que partido es programa, idea, articulación? ¿Se está dando una explicación de lo que está sucediendo en este país? Cualquiera de los partidos está a años luz de poder explicar por qué está sucediendo el ecocidio y el avance del capital sobre el territorio. Es más, ni siquiera aparece en la lógica de análisis, si es que la hay, de todos los partidos.
¿Aparece un programa, una idea, un proceso para la defensa de la lucha de los trabajadores, por ejemplo, sobre cómo detener la precarización del trabajo y su fragmentación? No pareciera. Menciono esto porque me parece que sí existen luchas, a pesar de su fragmentación y su división, que la están dando y en ese punto estoy de acuerdo con Héctor (De la Cueva); lo que sucede es que la izquierda más institucional no compartió todas estas luchas durante los últimos años. Al respecto se está intentando hacer esfuerzos raquíticos, débiles, fragmentados, esporádicos, si quieren inorgánicos, pero también pondría sobre la mesa el hecho de que no ha habido otro tipo de procesos, por ejemplo, de vinculación de sectores urbanos intelectuales, que permitieron hacer un movimiento de convergencia desde la base campesina integrando a intelectuales de manera orgánica, sectores urbanos, de ONGs y eclesiales que permitieron, más allá de su dinámica actual, avanzar en la consolidación de un proyecto. En la actualidad, estos movimientos están aislados y son cuatro, ya se han mencionado. En su caso, el movimiento en defensa de la tierra y el territorio suma un total de 206 pueblos en resistencia, según la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales, 161 según una investigación del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM. Está el movimiento de trabajadores, a pesar de su dispersión y de no representar una gran fuerza política. Está el movimiento de víctimas, está también esta emergencia especialmente en Ciudad de México de un movimiento estudiantil con altas, bajas y cambios.
Cada uno de ellos expresan resistencias al despliegue del capital pero las izquierdas, intelectual, partidaria y urbana no están dando tampoco soluciones y propuestas que permitan avanzar a estos sectores que están dando las batallas, que tienen presos políticos, que son reprimidos y enfrentan enormes problemas. Tienen encima a las máquinas, a los narcotraficantes, a la precarización, a sindicatos blancos, a toda la maquinaria del poder y deberíamos reconocer que ahí hay un saldo pendiente de cómo estos cuatro procesos, que a veces convergen y son porosos, pudieran ser entonces parte de una nueva generación o ciclo ascendente a partir de los sucesos de Ayotzinapa. Es decir, el ciclo anterior de 88-94-2006 pareciera haberse cerrado, no solo en términos de las viejas izquierdas, sino en la emergencia de una nueva generación, no únicamente jóvenes, de sociedad civil y movimientos antisistémicos, sin un diagnóstico de esta dinámica será muy fácil perder la batalla.
Esa es la potencia verdadera y deberíamos diagnosticarla, tratar de integrarnos para fortalecerla en su organización, orientación y perspectiva analítica, colaborando con ese proceso de emergencia en sus cuatro vertientes para que también converjan, quizás no un proyecto de coyuntura, ahí estaría en desacuerdo, sino en una perspectiva de que necesitamos pensar en ese nuevo ciclo ascendente en un nuevo proyecto a mediano y largo plazo, pensando en una nueva izquierda y en una nueva forma de convergencia para los movimientos sociales, con nuevos paradigmas y nuevas formas organizativas que permitan no solo sacar a la derecha con una elección y ver cuál es el menos peor sino decir: vamos a sacar a la derecha del poder, en los siguientes cinco o diez años, bajo un proyecto que nos permita pensar en los movimientos antisistémicos como una fuerza que frene lo que está sucediendo.
Luciano Concheiro: Para mi una coyuntura no es únicamente el momento, ahí tenemos una diferencia conceptual, al mismo tiempo existe una relativa coincidencia en el sentido en que hablamos de una coyuntura fundante. Aceptando la idea de dominación sin hegemonía, la pregunta sigue siendo referida al Estado y no a la sociedad. Deberíamos también preguntarnos con qué clase de sociedad nos encontramos actualmente, no solamente en términos de la dispersión de las estructuras organizativas, sino también en relación al proceso de descomposición social. Y al mismo tiempo, si los esfuerzos por recomponer a la sociedad efectivamente han ido construyendo alternativas a nivel local. Por ejemplo el esfuerzo que han ejercido las policías comunitarias de administración de justicia en zonas de Guerrero en donde han logrado parar al narco.
Sobre los movimientos sociales y su relación con las elecciones opino que éstas no dividen las fuerzas, por lo menos no lo estoy viviendo así en la práctica política en este momento. El cuestionamiento puede venir de algunos, pero cuando uno está construyendo las alianzas (en estos momentos soy el presidente de la Comisión Nacional de Elecciones de Morena) se puede adquirir una visión nacional. En la estrategia política de Morena no está ganar posiciones, sino posicionar en su conjunto una idea de transformación general. Efectivamente, de insertarse por el camino del PRD ni a tragedia vamos a llegar. Vamos a ser una vil comedia y en una de esas ni siquiera. Agradezco la preocupación sobre Morena, pero creo que le están depositando algunos de ustedes más poder del que realmente tiene. Es una más de las fuerzas que se está moviendo en este momento, ¿es válida o no?, yo en lo personal creo que sí, pero diría que tendríamos que aportar efectivamente una visión de por dónde se construye una estrategia, no solo asumir que ciertas formas de lucha ya están canceladas. Me parece eso asombroso porque la gente no las ha cancelado todavía. En Guerrero nosotros sostenemos que si los padres y los maestros nos dicen que no hay condiciones para las elecciones Morena se retira. Es nuestra decisión, así lo hemos dicho, lo hemos sostenido, tenemos conversaciones con ellos y no nos han puesto la condición de tener que retirarnos de conjunto. Estamos en ese proceso y queremos ver cómo se va desenvolviendo y nos preocupa mucho la ofensiva que hay sobre el conjunto de los movimientos en este momento.
Héctor de la Cueva: Sobre el Estado son ciertas las dos cosas que han sido mencionadas. Hay una crisis tremenda a muchos niveles pero también es cierto que no les importa y van “derecho y no me quito”. Nos pasaron una aplanadora de reformas, y faltan más, por ejemplo la del agua, pero entonces no sé si deberíamos ir todavía más lejos, pues de pronto están desapareciendo todos los “colchones”, los sindicatos, los partidos, que de alguna manera fungían como mediaciones. Las mediaciones se acaban y eso nos conduce a un escenario completamente polarizado del país y en este escenario existen, por supuesto, luchas, resistencias, movimientos y demás pero la fuerza no nos alcanza y no hay sincronía. La izquierda, efectivamente, no existe como tal, como alternativa o referente, existen una serie de agrupamientos, ya ni siquiera están las certezas de antes, independientemente de quién tenía razón o no, cada izquierda tenía convencimiento de cuál era su estrategia, su objetivo, su ruta. Ahora nadie está seguro de lo que es y por lo tanto se dificulta proyectar un eje de articulación del conjunto del movimiento social.
En cambio creo que el movimiento social que se multiplica en toda partes si es una posibilidad de construcción de alternativas, siempre y cuando encontremos la manera no solo de articularlo, sino de construir una perspectiva que permita enfrentar esta crisis profunda, ahí está esa discusión que tenemos años generando. En este país construimos frentes y los deshacemos cada año y resulta que solo agrupan un segmento del movimiento. Ayotzinapa es muy importante pero para que trascienda es necesario articular políticamente, está la Asamblea Popular de Ayotzinapa y muchas otras cosas, cada quien dice “estamos por la unidad, pero la unidad detrás de mí”, “unidad en mi perspectiva” y cada quien tiene su propio carril, incluyendo la Constituyente, estuve en la reunión y demás, aprecio mucho a don Raúl y me parece que puede contribuir en muchas cosas pero en este momento estamos discutiendo la cereza del pastel sin haber cocinado el pastel, todas las contribuciones que pueden ser buenas pero primero hay que amasar el asunto, cocinarlo, profundizar la crisis del régimen y entonces vamos a hablar de la salida, porque si juntamos la salvación en la Constituyente, bueno, tiene que haber algo antes de eso y creo que eso es lo que está pendiente, estamos discutiendo lo de la Convención Nacional, pero así como va en la última discusión en Guerrero va a ser otra frustración, sólo otro frente más. Debemos trabajar para lograr una gran Convención Nacional pero no de palabra o membrete, en donde realmente todas las fuerzas, referentes, luchas locales, pequeñas, medianas y grandes, logren encontrarse y ponerse de acuerdo en algo, de lo contrario vamos a seguir hablando de estas cosas un buen rato.
Samuel González: ¿En qué sentido se puede hablar de descomposición del Estado y en cuál otro no? Como mencionaba Lucio existe un papel geopolítico muy claro que está jugando el Estado mexicano así como la configuración del régimen político. Y en ese sentido el Estado es fuerte, aunque padezca fisuras y tensiones, sin dejar de reconocer la crisis política que experimenta y se expresa en altos índices de abstención y en los niveles de conflictividad socio-política de las últimas décadas; una crisis económica rampante que está tocando las propias arcas del Estado, ocasionando serias dificultades en su financiamiento, en muchos estados no tienen dinero para pagar a sus propios trabajadores y el escándalo del endeudamiento está por los cielos, tendencia que se profundiza como resultado del descenso en el precio del petróleo a nivel internacional; una crisis militar también significativa, pues la farsa de guerra que están impulsando también está ocasionando un dilema al nivel del monopolio de la violencia. La supuesta guerra tiene la función económica de disputar y delimitar el control del mercado de drogas y de saldar parte de la crisis política mediante la fuerza.
El problema es evaluar si frente a la configuración estatal actual las formas de lucha que la izquierda ha impulsado durante las últimas décadas son aún funcionales. Tras las pruebas de dos fraudes electorales monumentales y de condiciones democráticas frágiles -o nulas- no podemos continuar apostando a las elecciones o únicamente a la resistencia local o sectorial. Ese momento se cerró completamente con la crisis de Ayotzinapa y tras el primer año del gobierno de Peña Nieto con todas las enmiendas constitucionales que hicieron, incluida la reforma política que implica una regresión política profunda que es necesario continuar analizando.
En ese escenario obviamente existen insuficiencias de parte de la izquierda que pretende pensar políticamente desde una postura radical o antisistémica, también insuficiencias de parte de los movimientos sociales. Comprendo que en muchas ocasiones las condiciones son sumamente complejas: se trata de procesos que están luchando contra mega proyectos, luchando por sus presos. Pero las insuficiencias políticas frecuentemente se relacionan con insuficiencias ideológicas, en diversos casos desde el terreno de la movilización popular se hace una escisión entre lucha social y lucha política, me parece que ahí hay una disyuntiva muy grande que el propio Enrique (Pineda) reconocía cuando mencionaba que existe una escisión entre partidos y movimientos.
Finalmente es necesario señalar que es posible sumar a los sujetos o movimientos que Enrique mencionaba, un movimiento civil o cívico general, donde se puede incluir a un movimiento de victimas pero también a una cantidad significativa de las bases de Morena que tuvieron una actividad muy importante durante estos años. El movimiento estudiantil está en un paréntesis, es necesario analizar su profunda vocación política, pero también su carácter esporádico y espontaneista, condición que debe reflexionarse con detenimiento pues tras estos años de movilización queda la incapacidad del mismo para consolidar espacios de participación y organización permanentes. Pienso que la carga que coloca Massimo (Modonesi) a la nueva generación resulta un tanto excesiva, pues la respuesta necesaria solo puede surgir de la emergencia de esta nueva generación, pero también de la articulación de los sujetos en lucha. Lo ideal sería que estos movimientos que se enunciaron, descartando a Morena por supuesto, pudiesen articularse políticamente y llevar adelante una campaña de abstención en términos políticos para las próximas elecciones con un programa de demandas mínimas que apunte a profundizar la crisis del régimen. El problema es que eso sería lo deseable, sin embargo, como ese panorama no figura de cara a la coyuntura actual, que no se limita a las elecciones, las tareas de la izquierda siguen siendo más allá de votar o no, avanzar en la articulación de la movilización y la construcción de contrapoder popular a todos los niveles y sectores con el objetivo de construir, a corto plazo, un movimiento destituyente que avance sobre la refundación del Estado desde una nueva mayoría.
Gerardo de la Fuente: Podemos discutir mucho las elecciones, pero si estos tipos obtienen la mayoría absoluta en el Congreso van a privatizar el agua, el aire y a vender la UNAM, son capaces de cualquier cosa. Podríamos intentar que no lo hagan, que no lo logren, ya sé que no es la solución pero hay que proponernos parar esta embestida, podemos proponernos que no tengan mayoría para hacer reformas constitucionales, eso ya sería una gran ganancia, ya sé que eso no es hacer la revolución pero muchas cosas que permitamos ahora que pasen implicarán diez años para quitárnoslas de encima. Bajo una cuestión de objetividad práctica, deberíamos intentar que eso no pase, porque será más fácil defendernos si logramos evitar esto.
Raúl Romero: Es importante que en este espacio hayamos llegado a un primer acuerdo: que votar y no votar no es el dilema. Eso es importante porque a veces mediáticamente se pone eso como la centralidad, sin brindar la oportunidad para este tipo de debates. Efectivamente, coincido con Lucio (Oliver) en el tema de la seguridad hemisférica, del corrimiento de las fronteras y lo que involucra a México para este proyecto. Se trata de otro de los discursos al que hemos renunciado, a la idea de que existe una disputa con el imperialismo norteamericano que se reconfigura y está nuevamente corriendo por América Latina. Denunciamos los ataques imperialistas contra Venezuela, Cuba o Bolivia pero a México no lo mencionamos dentro de un discurso de izquierda en ese tenor, peor aún, ni siquiera es parte de un discurso antagónico, ya no digamos de defender la soberanía nacional, sino de llamar al principio de no intervención que durante mucho tiempo había sido uno de los ejes estratégicos de esta izquierda.
Dentro de esta caracterización que hace Enrique (Pineda) de los tipos de movimientos sociales que hay en el país, me centro en dos vertientes: los movimientos de víctimas y los movimientos de lucha territorial, como movimientos por la vida, porque no solo están por la vida humana, sino también por los recursos materiales. En ningún programa político de ningún partido hay una propuesta de qué se va hacer con 30 mil desaparecidos, más de 100 mil asesinados, más de 150 millones de desplazados de guerra y peor aún, con las generaciones de hijos que vendrán de todo ese proceso de deterioro y degradación social. Existe una incomprensión del fenómeno, de lo que significa esta guerra para las generaciones venideras, estamos hablando de esta coyuntura y decimos: Ayotzinapa es un punto de inflexión que revela efectivamente el nivel de la barbarie. Se acaba la etapa de movilización pero no la etapa de barbarie, cuando decimos que Ayotzinapa no es un hecho aislado es precisamente porque es un ejemplo de lo que está sucediendo en este país. Tuvimos la oportunidad de recorrer en 2011 el país y fuimos escuchando historias de la gente que no está disputando el gobierno, la gente está disputando la vida, el día a día, inclusive obligados a abandonar el país.
El tema del vínculo entre crimen organizado y clase política es sumamente complejo, Gustavo Esteva también lo llamó el “lodo”, esa especie de lazo entre crimen organizado y clase política que hace imposible distinguir entre ambos campos que han pasado a ser una masa imposible de reconocer, alcanzando todas las esferas del poder político, del poder del Estado, inclusive del poder social. En ese caso pienso que la única forma de disputa es territorial, pues disputar los poderes del Estado ha implicado la implementación de remedios parciales que frecuentemente fueron absorbidos por esta dinámica del capital criminal. Quienes están dando precisamente la disputa más importante, la disputa de expulsar directamente al crimen organizado de sus territorios son esos movimientos que están luchando en el territorio. Por ejemplo, los 5 Caracoles y en las más de 250 mil familias que integran las comunidades zapatistas, yo creo que ahí hay un horizonte, no como camino único, pero si como forma de organización social que está siendo paradigmática para subsanar un poco la crisis que se está viviendo hoy en día.
Alejandro Encinas: Da mucho gusto participar en eventos de esta naturaleza y recuperar lo que perdimos en la izquierda: los espacios de discusión y de reflexión colectiva en un ambiente de camaradería, que no es fácil encontrar en estos momentos.
A manera de telegrama quiero agregar: si no paramos este intento de privatización del agua no vamos a parar a los gobernantes. La verdad este es un reto que debemos enfrentar con mucha firmeza, porque es tal el nivel de cinismo que en el peor momento de crisis política en el país, cuando la aceptación de Peña Nieto se ha caído por debajo de los índices de Felipe Calderón y de Ernesto Zedillo en 1995, en medio de un proceso electoral, sacan el tema del agua, la soberbia no los va a detener. Espero que Morena, en serio, se mueva en esta lucha, pues fue terrible que no aceptara que participaran en el plantón el PRD, el PT y Movimiento Ciudadano, fue una vergüenza, por decir lo menos. Hay que ir juntos en esta batalla. Una cosa son las elecciones, por supuesto que van a traer un replanteamiento de las izquierdas: Morena va a tener un muy buen resultado electoral, adquiriendo un grupo parlamentario en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República; va a tener triunfos de mayoría en algunos distritos, municipios o en delegaciones del Distrito Federal, pero esto no alcanza para construir un proyecto hacia el 2018. Además puede ocurrir la desaparición o perdida de registro de algunos de nuestros viejos aliados, como el PT o Movimiento Ciudadano, por eso ahorita todo mundo anda en la pepena, en esta lógica de los candidatos. Este escenario me conduce a otorgar importancia a la cuestión del voto y creo que la abstención no solamente favorece al régimen, además no es un acto de muestra de inconformidad; un acto de protesta es ir y anular la boleta en todo caso. Por eso me parece que lo óptimo es alentar el planteamiento del Padre Concha de ir a votar por el mejor de los candidatos. Pienso que en ese tenor el voto diferencial es válido ¿por qué no votar por Enrique Alfaro para presidente municipal de Guadalajara, es el mejor candidato, o por Raúl Morones, que va por la presidencia municipal de Morelia, por Bertha Lujan en Coyoacán o por Clara Brugada en Iztapalapa? Pero si no están de acuerdo con ningún candidato hay que votar por que haya registro de los partidos progresistas y de izquierda. Lo digo abiertamente, si de plano no están de acuerdo rompan la boleta pero hagan un acto de inconformidad, la abstención no es un acto de protesta. También lo digo abiertamente: qué lástima que Morena se volvió partido, si ese movimiento se hubiera mantenido no habrían llegado las reformas estructurales o no hubieran tenido tal nivel de profundidad. En otras palabras, pienso que la fragmentación de la izquierda abonó el camino a las reformas estructurales y le ha abierto el paso a esta idea de perpetuarse en un proyecto transexenal.
Por último quiero decir: por supuesto que la izquierda no puede reducirse al ámbito de la lucha electoral y tenemos que recuperar la lucha social y la disputa en el territorio, como también creo que los movimientos sociales no pueden quedarse solamente en la lucha reivindicativa sin entrar en lo electoral y que tienen que ganar su posición en el gobierno de su territorio; para lo cual deben tener una imbricación entre ambas dimensiones, sin embargo nos encontramos más en un momento en el que los movimientos no van a poder poner candidatos. Los candidatos ahora los van a elegir los partidos o los narcos; en muchos casos las petroleras, las gaseras o las mineras, que ya imponen presidentes municipales, pues aprendieron bien la lección de los narcos. Los narcos fueron a una disputa territorial y ahora son otros los actores que aprendieron y van a jugar en las elecciones; no solamente van a querer imponer al Presidente de la República, sino hasta los regidores de los municipios donde estén los yacimientos de lutitas o donde se encuentre la principal explotación del hidrocarburo. Este país ya es otro, el país en el que nacimos desapareció en noviembre de 2013. Tenemos que partir de la creación de un nuevo país y de las bases constitutivas y fundacionales —decía Luciano Concheiro—, que nos den identidad y unidad, no solo de izquierda sino en términos nacionales.
Massimo Modonesi: Pasó la reforma energética, lo del SME, la reforma educativa y después de esta secuencia de derrotas, unas más que otras, el fenómeno Ayotzinapa genera movilización masiva. La juventud ha sido el motor de movilizaciones en 2012 del #YoSoy132 y de Ayotzinapa en 2014, pero se ha mantenido ausente de otros espacios que fueron las disputas más socioeconómicas. Existe un quiebre, la juventud se moviliza espontáneamente cuando percibe un agravio inaceptable —generalmente de orden moral— y, al contrario, no está presente y no ha sido lo suficientemente convocada por los partidos, por las organizaciones, a defender el tema del petróleo, para defender al magisterio mismo. Aunque intervenga en el terreno electoral en 2012 no se proyecta políticamente sino cuestiona la imposición y el papel de los medios. Existe un problema en las autoconvocatorias de la juventud, son esporádicas, reaccionan en algunas coyunturas pero que no responden a otros temas cruciales y estratégicos. Por ejemplo, respecto de la privatización del agua: ¿se va autoconvocar masivamente esa juventud o no va a convocarse? De esto depende el éxito o el fracaso de las luchas. Además la juventud es la condición necesaria aunque no suficiente para la conformación de una izquierda antagonista y antisistémica. Históricamente no hay ciclos de ascenso de los movimientos en la historia de México y del mundo, en los años veinte-treintas o sesentas-setentas, que no haya sido motorizado, activado e impulsado por la juventud. Sin una nueva generación que intervenga y se politice en el proceso mismo, no hay movimiento que pueda trascender sus límites y desafiar o transformar el orden existente.
Regresando a la cuestión electoral, yo no sostendría la anulación del voto si tuviéramos otro panorama, si tuviéramos proyecto o proyección política, no tengo una objeción de principio respecto a la participación en las elecciones. Hay muchas formas de participar en una coyuntura electoral, una de ellas es anular el voto, no es la mejor opción pero en la situación actual no queda de otra, considerando además de que no se están disputando los equilibrios fundamentales de poder, no está en discusión la repartición de las cuotas: la mayoría de curules y de gobiernos locales para de los partidos del tripartidismo de Estado PRI-PAN-PRD, ni el registro de la oposición, es decir Morena.
Joel Ortega: Pienso que hay una nueva dinámica de una generación movilizada, una generación política que a partir del #YoSoy132 ha desarrollado enormes movilizaciones como no se habían visto entre la juventud hace mucho tiempo. Es importante señalar que no solo es nacional sino internacional. Las protestas generadas a nivel internacional son también un factor positivo. Pero partiendo de esta dinámica positiva quiero mencionar que este nuevo ciclo de movimientos en la juventud expresa fuertes tendencias a la fragmentación, en ausencia de una identidad clara. Me parece que en las generaciones anteriores existían dos paradigmas muy claros -que ya se mencionaban-: el zapatismo y el PRD. Pero en esta generación existe un enojo y un descontento frente al sistema político y frente a todo lo que ha pasado. Al mismo tiempo, no hay un rumbo claro y en esas condiciones los movimientos acaban en callejones sin salida. Quiero mencionar una anécdota en torno al inicio de este ciclo. El 30 de mayo de 2012, cuando de manera autoconvocada surge una gran movilización que parte de la Estela de luz al Zócalo. Al llegar al Zócalo, con ganas de seguir protestando, con ganas de seguir haciendo algo, a todos los chavos no se nos ocurrió ni cantar La internacional, ni cantar el himno zapatista, lo que se pusieron a cantar fue “Cielito lindo”. Se trata de una anécdota muy significativa que nos habla de la despolitización con la que arranca este proceso. Es decir, no nos identificaba como generación un proyecto de izquierda, un proyecto de sociedad distinto. Lo único que encontramos fue el cliché más nacionalista, porque no había una identidad, un proyecto distinto. También el sectarismo que hay en esta generación y la fragmentación se relacionan con estas condiciones. Esta generación es reflejo del momento actual de la izquierda, no solo de sí misma. Por supuesto existe un aspecto positivo: hay una generación indignada que se plantea participar, que se va a movilizar.
Está bien cantar “Cielito lindo”, pero además es necesaria una perspectiva política. En el 132, por ejemplo, nos pusimos a inventar un programa de lucha de 5 o 6 puntos, con el objetivo de politizar al movimiento y construir un sentido común, pero no teníamos un horizonte de cuál era el proyecto y cuál era el panorama que había que transformar. Y ¿cómo acabó el movimiento? En el callejón sin salida, todo contra la imposición, en un complejo primero de diciembre, pues no era cierto que únicamente eran infiltrados, sino que un sector del movimiento cayó en la desesperación y pensaron que tenía sentido ir a confrontar con la policía. En cierta medida pasó lo mismo con la movilización por Ayotzinapa, finalmente el movimiento terminó también dividido, discutiendo si íbamos o no al aeropuerto. Esto es síntoma de que es necesario disputar el sentido común e ir dotando al movimiento que está surgiendo de un panorama más amplio, más allá de decir: “no a la imposición” o “fuera EPN”. No es que estén mal esta consignas, pero que hay que ir más allá.
Pedro Hernández: Mencioné en mi participación anterior que en nuestro programa (CNTE) reconocemos todas las formas de lucha. Por supuesto es necesario precisar que no son revueltas ni simultáneas, pues son las coyunturas las que van determinando su proyección y realización. En la actualidad la Coordinadora comienza a dedicar valiosos esfuerzos en construcción de una alternativa educativa, pero también en la cuestión organizativa y programática. Desde luego insistimos en la unidad de los movimientos a nivel nacional. Nos encontramos en la perspectiva de un frente único con todos los referentes que se han mencionado y lanzado la iniciativa de “Huelga Nacional”. En nuestra última asamblea, por ejemplo, los maestros de Chiapas decían: “nosotros ya traemos una resolución de nuestras asambleas para realizar la huelga en junio”. Al final, eso podría cristalizar en una nueva oleada de lucha magisterial. Pienso que eso podría atravesar lo coyuntural, pues de concretarse la huelga magisterial hacia finales de Mayo o Junio se convertiría en un factor fuerte en medio de las elecciones, sobre todo en un contexto en donde tiende a incrementarse la confrontación y en donde resulta sumamente grave el asunto de que no se les pague a miles de maestros, situación que está agregando un ingrediente explosivo.
Ayotzinapa continuará siendo un elemento fundamental capaz de aglutinarnos. De hecho, el 26 de enero las cuatro movilizaciones que se hicieron en la Ciudad de México fueron impulsadas básicamente por el magisterio, vinieron maestros de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán, incluso de otras regiones más lejanas. No planteamos ser la vanguardia fuerte del movimiento, pero maestros de la Coordinadora hay en todo el país. Si logramos ser un factor que articule y unifique, que de voz y capacidad de resonancia pienso que estaremos cumpliendo con parte de nuestro papel.
Miguel Concha: Solo dos observaciones. Una para aclarar y matizar algo que se ha dicho aquí. Decía Héctor (De la Cueva) que la Constituyente Ciudadana y Popular no era más que la cereza del pastel, pero que faltaba el pastel. Quiero decir que don Raúl Vera no es politólogo, aunque está aprendiendo. Y él ha insistido mucho en la centralidad que tiene el sujeto social en esta tarea; la constitución del sujeto social, quien es el que va a hacer los cambios. Es decir, promover primero la formación y fortalecimiento del sujeto social, quien es el que tiene que llevar a cabo la tarea de elaborar la nueva Constitución. Además, él subraya en que esto no debe ser de ningún modo desde arriba, sino desde abajo, comenzando por escuchar a la gente allí donde esté, no importa que esté muy lejos, que esté en el cerro. Qué es lo que repela la gente que le han traicionado en todo este proceso histórico de castración de la actual Constitución.
Otro elemento importante para tomar en cuenta es que este proceso está pensado igualmente como una acción de resistencia civil pacífica activa ante la tentación real de la violencia, que de hecho existe. Porque no todos los que han asesinado las Policías y el Ejército son narcotraficantes. Allí hay también otro componente social y político. Frente a ese panorama esta propuesta se plantea como un acto de resistencia civil pacífica activa desde la sociedad civil, como una mediación desde ésta frente a salidas violentas de la desesperación. Lo último que quería decir es que confío mucho en que venga la juventud y no cometa los mismos errores que nosotros hemos cometido. Pero hay que descubrir cuáles son sus causas, cuáles son sus banderas. Me parece que existe una muy importante. Por mi experiencia en el Centro de Derechos Humanos “Fray Francisco de Vitoria, O.P.”, A.C., con la Escuela de Promotores y Promotoras Juveniles de Derechos Humanos en Sectores Vulnerables, desde hace trece años, he detectado que una bandera estratégica para los jóvenes, incluso en medio de su sectarismo, es la no discriminación y el imaginar otra sociedad en la que tengan futuro.
Enrique Pineda: Pienso que hay una desesperación importante y ocasiona que en esta coyuntura un sector significativo de los sectores movilizados se encuentre muy confundido, sin saber si votar o no. En ese sentido es urgente decir que la discusión de las izquierdas se tendría que orientar declarando: votes o anules, organízate y lucha. Es decir, tiene que haber un mensaje de que no existe un gran dilema, puede haber la opción de votar, yo no votaré, pero no me atrevería a hacer un llamado a no votar. Ni tampoco a realizar una campaña de abstención, porque me parece que no es una estrategia correcta, anularé, pero vuelvo a repetir: votes o anules, organízate y lucha. Pienso que para la gente no organizada existe una perspectiva, Samuel (González) dice en los cinco movimientos, opino que allí hay una gran tarea para la gente no organizada que quiere participar. Yo le diría a esa gente: súmate a estos cinco movimientos. Puedes conocerlos, analizarlos, informarte sobre ellos, acudir a sus movilizaciones, analizar su problemática, ver sus libros, crear medios alternativos, reunir recursos para ellos, defenderlos. Si no te gustan estos cuatro o cinco movimientos organiza un movimiento en tu colonia, en tu barrio, en tu escuela, en tu asamblea o colectivo. A los militantes nos queda una tarea muy importante que es la iniciativa de convergencia y articulación local, regional y sectorial.
Para finalizar pienso que las izquierdas necesitamos más militantes abajo, es decir, estoy de acuerdo en la huelga, en la convención, incluso en las iniciativas políticas, que son muy creativas, como las que Elvira Concheiro menciona, pero el problema no es solo de estrategia, el problema también es de sujeto. El sujeto antagonista tiene que fortalecerse frente a la barbarie y a los dominadores. Es vital salir a fortalecer a ese sujeto antagonista, porque el proyecto de la izquierda independientemente debe apuntar a un proyecto de emancipación del capital y el Estado y eso se resuelve en la lucha misma y no solo en la ideología, los programas u opciones de partido, sino esencialmente en la lucha, en la lucha que se tiene que construir desde abajo.
Elvira Concheiro: Antes que nada, muchísimas gracias por asistir y contribuir a lograr un diálogo importante. Desde luego nos quedan muchas cosas en el tintero. Memoria quiere abrir estos debates y ser un instrumento generador de ideas, frente a un panorama en donde la situación de las izquierdas lo demanda con urgencia. A pesar de importantes ausencias, logramos cubrir un espectro que da cuenta de la diversidad existente en movimientos y partidos de las izquierdas mexicanas, de las diversas experiencias que estamos teniendo en estos tiempos. En el fondo estamos convencidos de que hay que repensarlo todo, que vale la pena atreverse a cuestionarlo todo, sin el miedo de estar construyendo un inútil desorden, pues es momento de dar pasos más creativos; necesitamos atrevernos a pensar formas distintas, tenemos que cuestionar a los sujetos, a los que han estado actuando de una u otra forma. Sin duda hay luces, por ejemplo lo mencionado aquí en relación con la CNTE, que ha jugado un papel importante en la Asamblea Nacional Popular bajo una visión amplia y unitaria.
Nos dirigimos hacia un escenario de tensión y confrontación. Seguramente será la propia realidad la que nos indicará por dónde habrá que caminar; una realidad que se va a seguir moviendo, pues estos próximos meses serán de mucha movilización. Supongo que se va a poner en juego todo lo que aquí hemos dicho y ojalá este debate contribuya con un granito de arena en la construcción de una nueva perspectiva política para las izquierdas mexicanas. Esperando que pronto podamos volvernos a reunir en otro escenario sobre cual constatar nuestras hipótesis, les agradecemos su valiosa participación.
* PARTICIPANTES EN EL DEBATE
Massimo Modonesi: Profesor de la UNAM, Director de Memoria.
Elvira Concheiro Bórquez: Profesora de la UNAM, Directora del CEMOS.
Miguel Concha: Director del Centro de Derechos Humanos “Fray Francisco de Vitoria O.P”, AC.
Gerardo De la Fuente: Profesor de la UNAM, integrante del Consejo Editorial de Memoria.
Enrique Pineda: Profesor de la UNAM, militante de Jóvenes en Resistencia Alternativa (JRA).
Raúl Romero: Académico del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Héctor De la Cueva: Coordinador del Centro de Investigación Laboral y Asesoría Sindical (CILAS).
Samuel González: Secretario de redacción de Memoria y activista estudiantil del colectivo Perspectivas Críticas.
Luciano Concheiro: Profesor de la UAM Xochimilco, dirigente de Morena.
Pedro Hernández: Sindicalista de la Sección IX del SNTE e integrante de la CNTE.
Alejandro Encinas: Senador de la República por el PRD, partido al que renunció recientemente.
Lucio Oliver: Profesor e investigador de la UNAM, integrante del Consejo Editorial de Memoria.
Joel Ortega: Profesor de la UNAM, integrante del Comité de Redacción de Memoria.