LA AUTOCRÍTICA DEL MARXISMO*

¿Cómo observa la actual crisis del marxismo? Esta es la primera pregunta que hago al filósofo húngaro G. Lukács (GL), el día en que él me recibe en la biblioteca de su modesto apartamento en Budapest, a los márgenes del Danubio. El entrevistado es comunista desde los tiempos de la Revolución rusa de 1917. Tuvo muchas fricciones con el partido [comunista]; salió de él en 1956 y fue obligado a refugiarse en Rumania, pero hace cerca de dos años reingresó al PC. Cuando le hago la pregunta, por un momento se me ocurre la idea de que él podría considerar la expresión “crisis actual del comunismo” una provocación. Pero Lukács sonríe y responde con tranquilidad:

GL: La crisis existe. En el proceso histórico de su desarrollo, el marxismo todavía no ha conseguido dar respuestas realmente satisfactorias a los problemas presentados por las nuevas condiciones mundiales. La división del comunismo es una manifestación de la crisis. Cuando miro los años que están por venir, admito que los problemas con los que nos enfrentamos pueden empeorar todavía más y creo hasta probable que se agraven. Mas, cuando veo las próximas décadas, me vuelvo optimista. Puede parecer paradójico que un viejo como yo hable de las próximas décadas y encuentre en ellas una fuente de optimismo…

Lukács tiene 84 años. Aparenta buena salud, pero está considerablemente encorvado, a pesar de que sus ojos mantienen una extraordinaria vivacidad. Desde 1911, cuando publicó el libro El alma y las formas, es una gran personalidad de la cultura europea. Desde 1919, cuando fue ministro de educación del efímero gobierno de Bela Kun, en Hungría, ha sido una gran figura del comunismo. Participó en importantes polémicas, agitó ideas nuevas en algunos momentos, defendió ideas antiguas e incómodas en otras ocasiones, enfrentó el estalinismo, remó contra la marea; parece un milagro que haya sobrevivido a tantas tempestades. Hoy, como profesor retirado, el cansancio podría haberlo obligado a callarse. Sin embargo, él no se calla:

GL: En la raíz de nuestra crisis está una modalidad de oportunismo que es, tal vez, la más grave de las deformaciones que nos dejó Stalin: el tacticismo. En lugar de utilizar los principios teóricos generales del marxismo para criticar y corregir la acción práctica, los subordinamos mecánicamente, a cada paso, a las necesidades inmediatas, a las exigencias momentáneas de nuestra actividad política. Con eso, renunciamos a una de las conquistas fundamentales de la perspectiva marxista: la unidad de teoría y práctica. La teoría queda reducida a la condición de esclava de la práctica y la práctica pierde su profundidad revolucionaria. Los efectos de semejante situación son catastróficos. Hoy en día, desafortunadamente, todos los partidos comunistas son más o menos tacticistas.

LK: ¿Incluso el italiano?

GL: También. Es el partido que posee el nivel teórico más elevado y el que realiza en sus actividades las experiencias más interesantes en el campo del trabajo ideológico, pero todavía no se ha liberado del tacticismo. Esa convicción no me impide reconocer en Togliatti un revolucionario de alto nivel, un dirigente que aliaba la sensibilidad política con el tejido del intelectual y pensador. Sin embargo, no veo en él algo que se aproxime a lo que podría ser una especie de Lenin de nuestro tiempo.

LK: ¿Y Gramsci? Hasta hace unos pocos años, Lukács no había leído los textos dejados por el fundador del PC italiano, los penetrantes fragmentos escritos por él en la cárcel, donde pasó los diez últimos años de su vida. Ahora, no obstante, ya los conoce y les rinde homenaje:

GL: Gramsci es un pensador de excepcional interés y su influencia fue, sin duda, muy fecunda. Pienso, no obstante, que no se debe buscar en él un elenco de respuestas prontas para los problemas del presente. Para ser correctamente valorado, Gramsci necesita ser ubicado históricamente, necesita ser comprendido en su contexto, en su situación.

LK: En las formulaciones radicalmente historicistas de Gramsci, Lukács percibe el peligro de un relativismo sociológico. Insiste en el hecho de que el marxismo necesita velar por la integridad de sus verdaderos principios filosóficos, reservándolos de las conciliaciones superficiales a que conducen las tentaciones del oportunismo. Y, hablando del oportunismo, retoma su crítica al tacticismo:

GL: Stalin estaba dotado de mucha inteligencia política. Cuando hizo el acuerdo con la Alemania nazi en 1939, tomó una medida que me parece haber sido la respuesta acertada a la situación creada por la procrastinación de los gobiernos occidentales. Para justificar la medida táctica que tomó, no obstante, Stalin forzó una espantosa “adaptación” de la estrategia comunista y de los principios generales de la teoría marxista a la orden táctica, de modo que los comunistas franceses fueron llevados a decir a la clase trabajadora francesa: “El enemigo está dentro de nuestro propio país, el enemigo no es tanto Hitler como la burguesía francesa”. Todavía hoy existen cosas así. Para dar mayor apoyo a los pueblos árabes ante la política imperialista de Israel, hay autores que en nombre del marxismo describen voluntariamente como socialistas determinadas características de los Estados Árabes que nada tienen que ver con el auténtico socialismo. Y hay también ese apoyo dado por la Unión Soviética a Nigeria en esa horrorosa guerra de Biafra. ¿Qué tienen que ver los principios del marxismo y del socialismo con eso?

LK: Después de una breve interrupción para tomarnos un café, él enciende un cigarro y continúa:

GL: Otra manifestación de nuestro oportunismo es el hecho de que, hasta ahora, transcurridos más de 120 años de la publicación del Manifiesto Comunista, no han sido publicados todos los escritos de K. Marx. Le puedo asegurar que existen numerosos escritos de Marx, anotaciones de estudios ligados a la preparación de El capital, que permanecen mohosos en archivos inaccesibles. De cara a las actuales controversias entre marxistas –efervescencia que señala un renacimiento del marxismo–, tal situación me parece particularmente absurda.

LK: ¿Este renacimiento del marxismo, al que usted se refiere, es un proceso apenas pronunciado o ya iniciado?

GL: Es un proceso que ya se inició, pero está todavía muy en el comienzo. Vea: el capitalismo sufrió grandes cambios en estas últimas décadas. No obstante, no conozco ningún análisis marxista del capitalismo actual que pueda ser comparado al que Marx hizo al capitalismo de su tiempo o al que Lenin hizo al imperialismo en la época de la Guerra de 1914. No digo en cuanto al nivel cualitativo, pero, por lo menos, en cuanto a la sistematicidad. Las últimas elaboraciones teóricas realmente fundamentadas realizadas en el desarrollo histórico del marxismo fueron las de Lenin.

LK: ¿Cómo encara usted su propia obra en el cuadro de este desarrollo reciente del marxismo?

GL: Estoy tranquilamente convencido de que no soy un nuevo Marx. Me he limitado a dar algunas indicaciones, que considero útiles, en cuanto a la dirección en que debemos trabajar en el campo teórico.

LK: Me trago el súbito impulso de protestar. Recuerdo la Estética de Lukács, proyectada en tres partes, un proyecto sin precedentes en la literatura marxista, tanto por la amplitud como por el rigor. La primera parte, publicada en castellano, ya llegó a Brasil y despertó un notable interés en los restringidos círculos que la han leído. Le pregunto al filósofo cómo va el trabajo de redacción de las dos partes subsecuentes, pero él me responde que actualmente está dedicado a otro trabajo que lo absorbe. ¿La Ética?

GL: Sí. Para ser más exacto, a la introducción de la Ética, que lleva el título de Ontología del ser social. La elaboración de la ontología del marxismo me parece que es una tarea filosófica básica para nosotros. El desarrollo de un sistema de categorías capaz de dar cuenta de la realidad de lo real (si me permite la expresión) es imprescindible para que los marxistas enfrenten de manera justa los equívocos difundidos en torno al carácter materialista del marxismo, asimismo para que los marxistas profundicen en la crítica a las posiciones existencialistas y a las posiciones neopositivistas. Debemos desarrollar una ontología marxista capaz de determinar más concretamente la unidad del materialismo histórico y del materialismo dialéctico. A base de una concepción que sea historicista sin caer en el relativismo y que sea sistemática sin ser infiel a la historia. Mientras no nos deshagamos de esta tarea, los marxistas estarán deficientemente preparados para enfrentar las tendencias irracionalistas de tipo marcusiano, por ejemplo, o las posiciones racionalistas formales difundidas por los neopositivistas y especialmente por los estructuralistas. Además, el irracionalismo y el racionalismo formal pueden ser rápidamente combinados, conforme a las necesidades de lucha movidas por la ideología burguesa contra la razón dialéctica.

LK: Expongo a Lukács el núcleo de un libro escrito por el crítico brasileño Carlos Nelson Coutinho, en controversia contra el estructuralismo y que está por ser lanzado ahora en Brasil. Según Coutinho, el irracionalismo franco predomina en la ideología burguesa en los periodos en que la burguesía se siente insegura, temerosa, mientras las concepciones fundadas en el racionalismo formal prevalecen en las ocasiones en que la burguesía consigue cierta estabilidad y es llevada a tener más confianza en el funcionamiento del sistema capitalista. El pensador húngaro se interesa por el libro y declara, en principio, estar de acuerdo con la idea. Le pido permiso para fotografiarlo y, después de la foto, vuelvo a la carga:

Si usted volviese a escribir La destrucción de la razón, hoy, ¿no daría mayor importancia a las tendencias neopositivistas que se vienen difundiendo en la filosofía contemporánea?

GL: Sin duda. Además, la parte final de ese libro mío está muy envejecida, necesitaría ser completamente reescrita. En nuestros días, se impone a los marxistas el análisis de las nuevas formas de alienación. En el siglo pasado y en el comienzo de éste, el capitalismo controlaba la producción y explotaba al trabajador, arrancándole la plusvalía, en el ámbito de la producción. Actualmente, el capitalismo extendió su control al consumo. A través de la publicidad, cuya fuerza manipuladora crece día a día, el capitalismo fomenta necesidades artificiales y, por el control de éstas, controla el mecanismo de las compras y ventas, delimita las crisis generadas por el desequilibrio del mercado. Con esto, el trabajador no es explotado sólo como trabajador: es explotado también como consumidor. Por eso, en los países capitalistas ricos, puede incluso recibir salarios reales más elevados, porque será inexorablemente llevado a gastar lo que vale su trabajo en el mercado de bienes de consumo manipulado por el capitalismo. Semejante situación conlleva formas complejas de alienación, que debemos estudiar con espíritu crítico revolucionario. Para ello, debemos romper los equívocos con que los neopositivistas las cubren, cuando procuran desligarlas de la historia y del conjunto de la vida social.

LK: ¿Considera que ocurrirán nuevas crisis del capitalismo, crisis del tipo de la de 1929, por ejemplo?

GL: Es posible que ocurran, sin embargo me siento un tanto escéptico al respecto de esa posibilidad. El desarrollo de la manipulación y del control capitalista de las condiciones de consumo tal vez haya conseguido alejar el fantasma de la crisis. Esa conquista, sin embargo, habrá implicado un precio muy alto, porque las contradicciones inmanentes del capitalismo se agravarán y se extenderán a planos de la existencia humana que, hasta hace no mucho, eran relativamente poco afectados por ellas. La auto-regulación de la vida en el mundo creado por el capitalismo provoca, actualmente, un sentimiento cada vez más generalizado del malestar y es cada vez mayor el número de personas que se disponen a cuestionar los principios de la sociedad capitalista. Ésta es una de las razones más profundas de la revuelta de la juventud. Nuestro papel debe ser el de ofrecer una alternativa concreta para toda esa gente que rechaza el capitalismo, presentándoles un socialismo cada vez más libre de las deformaciones inherentes al sistema capitalista.

LK: Por los efectos confusos que trae consigo, ¿cuál de las dos tendencias debe merecer una crítica más cerrada por parte de los revolucionarios marxistas: la marcusiana o la estructuralista?

GL: Mire, esta pregunta no debe ser formulada así. Tal como usted la está presentando, permanece en un cuadro estrecho, perjudicado por el tacticismo. En el plano de la acción inmediata, las necesidades tácticas de lucha deben ser medidas en función de las circunstancias. En el plano de la teoría y de la confrontación de las ideas, la situación es diferente. Hace un momento nos pusimos de acuerdo en cuanto al hecho de que las tendencias francamente irracionalistas o neopositivistas, en sentido lato, eran expresiones necesarias de la perspectiva ideológica de la burguesía. En ese plano, por consiguiente, los marxistas están obligados a luchar con el mismo rigor y la misma firmeza de principios contra ambas. La elaboración teórica del marxismo, aunque polémica, no puede hacerse en condiciones de estricta dependencia a las vicisitudes tácticas. Nuestra opinión sobre determinados problemas generales no puede variar a merced de las fluctuaciones de la política cotidiana. Si se pretende ser científico, un juicio sobre las leyes de la dialéctica, por ejemplo, o sobre la naturaleza de la ideología burguesa, no puede ser completamente modificado a cada crisis ministerial.

LK: Lukács insiste siempre en la nocividad del tacticismo, en la importancia del respeto a los principios. Le pregunto si, cuando estuvo en Francia, al principio de 1943, tuvo la ocasión de conocer personalmente a Jean-Paul Sartre o Roger Garaudy y él me responde:

GL: A Sartre no. Conocí a Garaudy, que en aquella época era un fanático estalinista.

LK: Ahora cambió… El viejo sonríe, aprieta los ojos y comenta, mordaz:

GL: Sí, cambió el dogmatismo estalinista por el sentimentalismo liberal.

LK: Arriesgo, sin convicción, un bosquejo de defensa: Pero Garaudy, aunque no sea un gran filósofo, ha desarrollado un trabajo positivo en diálogo con los cristianos.

Lukács no se conmueve con el argumento:

GL: Mire, considero la posición filosófica de Sartre equivocada, pero lo respeto y admiro como personalidad. De Garaudy, ya no puedo decir lo mismo. El diálogo con los cristianos es muy importante; para ser provechoso, sin embargo, necesita ser desarrollado sin demagogia, con rigor teórico.

LK: A continuación, el entrevistado empieza a hacer preguntas sobre Brasil, me hace hablar sobre nuestros problemas políticos, de nuestra situación socioeconómica. Critica a los intelectuales europeos que “en general se dan por satisfechos con las informaciones deficientes que poseen sobre la realidad latinoamericana”. Pregunta al respecto de la publicación de libros de orientación marxista en Brasil y procuro ponerlo al tanto de lo que se ha hecho en esa área de nuestro movimiento editorial, diciéndole que en estos últimos años salieron aquí, inclusive, cinco libros de él (Ensayos sobre literatura; Marxismo y teoría de la literatura; Introducción a una estética marxista; ¿Marxismo o existencialismo? [sic]; Realismo crítico hoy) y que está por salir un sexto, intitulado Conversando con Lukács.

Nuestra conversación está llegando a su fin, pero él está animado. Exceptuando que carece de fundamento y que sus observaciones son, en ese campo, las de un lego, arriesga algunas ideas sobre América Latina:

GL: De manera general, me parece que la realidad concreta en diversos países de América Latina no es bien conocida ni siquiera por los mismos latinoamericanos. Los estudios que he podido leer, aun cuando son interesantes, permanecen muy empíricos, fragmentarios, están lejos de la sistematicidad deseable. El enfoque marxista justo de la realidad latinoamericana habrá de resultar de un trabajo hecho por ustedes mismos; no se puede esperar ninguna contribución substancial por parte de los especialistas europeos, de los técnicos marxistas de Europa. Por ahora, las formas concretas de las transformaciones sociales en curso en los distintos países y las posibles formas de transición al socialismo, están lejos de haber sido sometidas a un análisis satisfactorio. No creo, por otro lado, que los cubanos hayan conseguido alcanzar buenos resultados en la teorización generalizadora de su experiencia. Ustedes tienen enfrente, en verdad, un trabajo de proporciones descomunales. Una pregunta que se me ocurre, por ejemplo, es la siguiente: ¿por qué el proceso de transformación revolucionaria en los diferentes países de América Latina presenta tendencias tan fuertes al deterioro? No hablo de las revoluciones en sentido socialista, pero también en el caso de la revolución antiimperialista o en el caso de la revolución democrático-burguesa, el fenómeno es bastante sensible. Vea lo que sucedió con la Revolución mexicana. Comenzó con mucha energía, se desarrolló con intensa participación popular y llegó a la melancólica situación en que se encuentra ahora. ¿Usted conoce algún análisis marxista realmente sistemático de la Revolución mexicana y de sus problemas? ¿Se considera en condiciones de explicar cómo y por qué la Revolución mexicana llegó a su actual punto de estrangulamiento? 

LK: Le respondo que no y él insiste:

GL: Tal vez la experiencia mexicana proporcione enseñanzas que, en general, se revelen útiles para los revolucionarios de otros países de América Latina, inclusive para Brasil. Y, para hablar de Brasil, ¿ustedes ya poseen una interpretación marxista sólida de los acontecimientos de 1964 en su país?


NOTAS

 * Entrevista concedida a Leandro Konder (LK) y publicada en el Jornal do Brasil, el 24-25 de agosto de 1969 [Nota en el original]. Traducción de Juan Fernando Álvarez Gaytán (UPN), a partir de G. Lukács, “A autocrítica do marxismo”, en Lukács e a atualidade do marxismo, coordinado por Maria Orlanda Pinassi y Sérgio Lessa (São Paulo: Boitempo Editorial, 2002), 125-132. Me permito dar cuenta del apoyo brindado por Erica Mendoza y Diego Fernando Álvarez (in memoriam).

  G. Lukács, “El alma y las formas”, en Obras completas (Ciudad de México: Grijalbo, 1975, vol. I, tr. de M. Sacristán), 9-275 [Nota del traductor].

  G. Lukács, “Estética”, en Obras completas (Ciudad de México: Grijalbo, 1966-1967, 4 vols., tr. de M. Sacristán) [Nota del traductor].

La Ontología del ser social no se encuentra traducida en su totalidad al español; existen volúmenes que corresponden a los capítulos de la obra completa editada en dos partes: para el capítulo 3 de la primera parte, véase G. Lukács, Falsa y auténtica ontología de Hegel (Barcelona: Ediciones Bellaterra, 2017, tr. de M. Ballestero); para el capítulo 4 de la primera parte, véase G. Lukács, Marx, ontología del ser social (Madrid: Akal, 2007, tr. de M. Ballestero); para el capítulo 1 de la segunda parte, véase G. Lukács, Ontología del ser social. El trabajo (Buenos Aires: Herramienta, 2004, tr. de A. Infranca y M. Vedda); para el capítulo 4 de la segunda parte, véase G. Lukács, Ontología del ser social. La alienación (Buenos Aires: Herramienta, 2013, tr. de F. García Chicote). En otras lenguas, además de la alemana, existe una versión completa en italiano (Roma: Editori Riuniti, 1976; 1981) y dos ediciones en portugués (São Paulo: Boitempo Editorial, 2012-2013; Maceió: Colectivo Veredas, 2018) [Nota del traductor].

  Se trata, como se sabe, de O estruturalismo e a miséria da razão (Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1972) [Nota en el original]. En español véase C. N. Coutinho, El estructuralismo y la miseria de la razón (Ciudad de México: Era, 1973; La Plata: Dynamis, 2017) [Nota del traductor].

  En español esta obra de G. Lukács se denominó El asalto a la razón (Barcelona: Grijalbo, 1968, tr. de W. Roces), sin embargo, el título original era distinto, como se enuncia en la pregunta de L. Konder: Die Zerstörung der Vernunft (Berlín: Aufbau-Verlag, 1954) [Nota del traductor].

Ensaios sobre literatura (Rio de Janeiro: Editora Civilização Brasileira, 1965, ed. de L. Konder); Marxismo e teoria da literatura (Rio de Janeiro: Editora Civilização Brasileira, 1968, ed. de C. N. Coutinho); Introdução a uma estética marxista (Rio de Janeiro: Editora Civilização, 1978, tr. de C. N. Coutinho y L. Konder); Existencialismo ou marxismo? (São Paulo: Ciências Humanas Ltda., 1979); Realismo crítico hoje (Brasilia: Coordenada-Editora de Brasilia, 1969) [Nota del traductor].

Conversando com Lukács (Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1969) [Nota del traductor].