DOÑA MALINTZIN: LA TRANSMISORA DE LA PALABRA

… quiero decir lo de doña Marina, cómo desde su niñez fue gran señora y cacica de pueblos y vasallos; y es de esta manera: Que su padre y madre eran señores y caciques de un pueblo que se dice Painala y tenía otros pueblos sujetos a él…
Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, cap. XXXVI.

Ante la conmemoración del llamado V Centenario, los historiadores nos hemos sentido obligados a revisar una serie de aspectos clave sobre lo que llamamos la “Conquista de México”, o bien ha dado lugar para exponer los trabajos y reflexiones que ya se han gestado en los últimos años. Es bajo este espíritu crítico que hoy abordaré a una de las figuras más sobresalientes dentro del complejo proceso de expansión castellana transoceánica suscitada en el siglo XVI: “doña Marina” o Malintzin. 

En el pasado, la historiografía y la memoria histórica colectiva, influenciadas por el nacionalismo mexicano decimonónico, otorgaron a Malintzin dos rasgos determinantes: el de traidora, prejuicio surgido del maniqueísmo nacionalista y cuya reconsideración ha resultado especialmente problemática; y el de traductora, aspecto que, si bien es cierto, simplifica en extremo el rol que esta afamada mujer desempeñó en las filas de Hernán Cortés. Al respecto, me enfocaré en el segundo punto, pero antes me permitiré un breve paréntesis para hacer una sucinta reseña sobre la vida de esta notable mujer y, así, poner en contexto el resto del análisis.

Una vida en fragmentos

La vida de Malinztin, entre 1519 y 1521, es relativamente bien conocida, siendo un caso excepcional de estudio sobre la participación de las mujeres en la conquista; no obstante, la información sobre el resto de su trayectoria vital es fragmentaria, confusa y sólo puede inferirse o reconstruirse parcialmente mediante el estudio comparado de las fuentes.

No existe una fecha certera para el nacimiento de Malintzin y las crónicas son un tanto contradictorias en cuanto a su lugar de origen. Por mencionar dos ejemplos: Bernal Díaz del Castillo, compañero de armas de Cortés, afirmaba que Marina provenía de un pueblo llamado Painala, mientras que fray Bernardino de Sahagún, autor del hoy llamado Códice florentino, dejó registro de que la afamada intérprete era originaria de Tetícpac, poblado cercano al “mar del norte”, aunque posteriormente se contradice al afirmar que era de Yucatán. 

Asimismo, las fuentes ofrecen ciertos indicios que señalan a Malintzin como miembro de una familia gobernante que, en algún momento, perdió su elevado estatus social y se vio en la necesidad de comercializar a su descendencia. A partir de ese momento, doña Marina ingresó en un extenso circuito comercial que debió llevarla a conocer varias regiones geográficas donde entraría en contacto con más de una lengua, esto explicaría, al menos en parte, la notable poliglotía que la caracterizaría en años posteriores. Posiblemente, Malintzin hablaba náhuatl como lengua nativa, pues, según la Historia… de Bernal, este era el idioma de sus padres; posteriormente, adoptaría una de las numerosas variantes lingüísticas mayas, quizá aprendido en las localidades en las que fue comercializada o directamente de los comerciantes putunes con los que posiblemente viajaba.

En cualquier caso, sabemos con certeza que Malintzin se unió a las tropas de Cortés en marzo de 1519, es decir, tras la victoria de los hispanos en Centla, actual estado de Tabasco. Varios cronistas (Bernal, Aguilar, Tapia, etc.) coinciden en que Malintzin fue parte de un generoso regalo ofrecido al capitán extremeño por los señores indígenas locales: entre los presentes se contaban algunas joyas de oro, mantas ricas y, desde luego, un grupo de 20 mujeres. Así pues, desde 1519 y hasta la caída de Tenochtitlan en agosto de 1521, Marina fungió como intérprete y estuvo presente en los momentos más significativos para la compañía cortesiana, como la alianza concertada con los tlaxcaltecas, por ejemplo.

Malintzin falleció en enero de 1529,[1] y aunque su deceso se dio en el contexto de las grandes epidemias que diezmaron a la población indígena, no se sabe con exactitud la causa de su muerte. A lo largo de su vida, Marina pasó de un extremo a otro: de ser una mujer que perdió su libertad y fue comercializada, e incluso objetivizada, a convertirse en un personaje femenino poderoso y de prestigio, en un mundo donde el poder residía, eminentemente, en hombres; se ganó el respeto de los indígenas y, de igual forma, obtuvo gran decoro entre los españoles, quienes se refirieron a ella con el reverencial de “Doña”. 

Las representaciones

Tras la batalla de Centla, Malintzin estuvo presente en todas las interacciones habladas entre Cortés y sus interlocutores indígenas. Como ya he mencionado, reducir su papel al de una intérprete, simple y llanamente, no hace justicia a la complejidad historiográfica y representacional que gira en torno a su figura.

Malintzin fue representada mediante dos tipos de registro: el escrito (ya fuese en castellano o en náhuatl) y el pictográfico; en el primer grupo encontramos textos tanto de tradición hispana como indígena, mientras que el segundo, al estar compuesto por códices, corresponde a una vertiente eminentemente indígena, aunque no exenta de considerables influencias europeas. En todos los casos, doña Marina aparece ligada a varios aspectos nodales: como transmisora de la palabra, como una constante acompañante de Cortés y, por lo tanto, como una persona siempre cercana a contextos relacionados con dinámicas de poder, es decir, como intermediaria entre los grandes gobernantes mesoamericanos y el capitán extremeño, quien, a su vez, se decía representante de la Corona española. 

En efecto, podemos afirmar que Malintzin tuvo un papel sumamente relevante y complejo durante el proceso de conquista, debido a su gran capacidad como traductora e intérprete. El cronista tlaxcalteca Diego Muñoz Camargo, por ejemplo, refirió con gran elogio y prestigio la figura de Malintzin en su obra: Historia de Tlaxcala; al describir las huestes castellanas menciona:

[…] traían consigo una mujer y que era hermosa como diosa, porque hablaba la lengua mexicana y la de los dioses, y que por ella se entendía lo que querían y que se llamaba Malintzin, porque como fue bautizada la llamaron Marina […][2]

En general, las llamadas fuentes de tradición indígena dieron gran importancia a Malintzin e incluso omitieron la participación en los procesos de traducción de Jerónimo de Aguilar, el náufrago español que había aprendido maya. De hecho, estas narrativas confirieron a Malintzin una gran capacidad de decisión e influencia en las acciones de Cortés, ejemplo de ello son los Anales de Tlatelolco, donde la intérprete figura a la par del extremeño en sus negociaciones con los mexicas, es decir, que ya no solo se le representa como una mera intérprete, sino como una hábil diplomática que sabía desenvolverse en el complejo ámbito político de los nahuas.[3]

Específicamente, los relatos históricos de tradición tlaxcalteca ubican a Malintzin como una mujer de gran importancia, al grado que su figura ocupa un lugar privilegiado en numerosas representaciones pictográficas: este el caso del Lienzo de Tlaxcala, en cuyas escenas se plasmó el proceso de conquista. 

Malintzin aparece en el Lienzo en escenas que, generalmente pero no siempre, nos remiten a interacciones habladas. En dichas escenas el capitán extremeño, ya sea que vaya a caballo, esté sentado o de pie, suele estar rodeado por sus huestes y recibiendo o encontrándose con individuos indígenas de alto estatus social, casi siempre caracterizados como pipiltinricamente vestidos con tilmas y plumas; no obstante, el espacio central de estos conjuntos es ocupado por Malintzin. En estas láminas, a Malintzin se le ve delante de Cortés y en otras ocasiones ocupa un espacio totalmente central entre los interlocutores, además, la intérprete nunca aparece de forma genérica, sino que siempre porta un huipil de color naranja y una falda de color azul, lleva el cabello largo y sus gestos faciales se aprecian finos y delicados; los ademanes de sus manos dan la sensación de que siempre intenta explicar algo, en alusión a su papel de intermediara y transmisora de la palabra.[4] Este discurso pictográfico, con sus respectivas variaciones, se repite en otros documentos, entre los que podemos mencionar el Manuscrito de Texas, el mal llamado Códice entrada de los españoles a Tlaxcala, el Códice Azcatitlan y las ilustraciones del Códice Florentino.

Llama la atención que doña Marina, sin ser de Tlaxcala, fuera tan respetada en los relatos históricos procedentes de esa región. Al respecto, debemos recordar que Malintzin se adaptó con rapidez y habilidad a la situación que le tocó vivir, y sus constantes interacciones con los hispanos le permitieron aprender un tercer idioma, el castellano;[5] esto facilitó sin duda su labor como traductora, quizá desplazó a Aguilar y se volvió cada vez más cercana a Cortés. La presencia de Malintzin fue tan protagónica que los indígenas comenzaron a identificar al capitán extremeño con el término de Malinche, es decir, el conquistador perdió su nombre en detrimento del de una mujer indígena.[6]

Ahora bien, el binomio Cortés-Malinche no resulta del todo desconcertante. Los nahuas daban gran importancia a la palabra hablada, esta era un símbolo de poder y conocimiento; para ejemplificar, basta mencionar dos ejemplos: el título de tlahtoani, concedido a los gobernantes supremos de Tenochtitlan, se traducía como “el que habla”, además, los nahuas poseían una rica tradición oral que contenía valiosos conocimientos sobre las etapas de la vida, la política, los ritos, etc., y sobre todo los viejos se volvían repositorios vivientes de la oralidad, pues ellos eran los guardianes de los famosos huehuetlahtolli. En ese sentido, no es de extrañar que aquella que “daba voz” al conquistador, que volvía inteligible su discurso y su voluntad, quedará indisolublemente vinculada con este.[7]

La aparente exaltación de la figura de Malintzin, presente en algunos de los corpus documentales indígenas o cuasi indígenas, ha generado inquietudes y discrepancias sobre el “verdadero” peso que ésta pudo tener durante la conquista. No obstante, las crónicas de tradición hispana también coinciden en cuanto a la gran relevancia de Marina dentro de la compañía de Cortés.  

Irónicamente, son los “silencios cortesianos” los que nos proporcionan una de las primeras pistas sobre la relevancia de Malintzin. Hernán Cortés, en sus Cartas de relación, se cuidó de nunca mencionar la presencia de doña Malintzin en todas aquellas ocasiones en que esta pudo desempeñar un papel protagónico; de hecho, el extremeño nunca llega a mencionarla por su nombre, más que una vez, sino que se refiere a ella con términos genéricos e impersonales, como “una lengua” o “faraute”, es decir, una persona cuyas habilidades de comprensión de uno o más idiomas facilitaban la comunicación entre grupos.[8] Al respecto, recordemos que Cortés siempre invisibilizó o minimizó la ayuda recibida de sus aliados, sobre todo la de aquellos que fueron indispensables en la conquista de Tenochtitlan y la posterior expansión del territorio que conformaría a la Nueva España. Cortés se valió de estas estrategias narrativas para presentarse a sí mismo como la gran mente brillante detrás de todo el proceso de conquista; en ese sentido, sus silencios iban encaminados a evitar la pérdida de protagonismo ante otros sujetos. Así pues, el análisis del discurso cortesiano y su comparación con el amplio corpus novohispano sobre la conquista, nos arroja fuertes indicios de que, en efecto, Malintzin debió ejercer una función clave en este proceso histórico.

Lo cierto es que la capacidad de traducción de Malintzin fue muy apreciada por Hernán Cortés, quien, antes de la batalla de Centla, dependió totalmente de un solo traductor: Jerónimo de Aguilar, llegado a la costa de Yucatán tras el naufragio de su navío, unos ocho años antes de la expedición cortesiana. Al tocar tierra, Aguilar fue capturado por los mayas y se vio en la necesidad de aprender la lengua local. 

Aguilar acudió al encuentro de sus coetáneos en 1519, cuando la armada de Cortés permanecía en Cozumel. A partir de ese momento, el náufrago fungió como principal intermediario lingüístico entre el capitán y los grupos mayenses. Sin embargo, el papel de Aguilar como intérprete se vio limitado cuando la compañía cortesiana entró en contacto con grupos que hablaban otras lenguas; fue en ese momento cuando Malintzin cobró mayor importancia para los objetivos de Cortés. 

Aguilar y Malintzin hicieron funcionar un circuito de traducción que fue de gran utilidad para Cortés: Malintzin se comunicaba con los hablantes de náhuatl, traducía las conversaciones al maya y se las transmitía a Aguilar, quien finalmente traducía al castellano para su capitán. Esto conformaba un complejo fenómeno de comunicación en el que, seguramente, la fidelidad del discurso original mermaba de traducción en traducción, al transitar entre códigos lingüísticos que obedecían a diferentes tipos de pensamientos y estructuras lingüísticas.  

Este complicado proceso fue mencionado por fray Francisco de Aguilar, a quien no debemos confundir con Jerónimo, en su Relación breve de la conquista de la Nueva España, quien de joven participó como soldado en la conquista de Tenochtitlan. Según el fraile, Cortés se valió de la triangulación lingüística para entenderse con los señores principales de Tlaxcala y, posteriormente, concertar una alianza con estos. Así pues, es posible afirmar que la alianza hispano-tlaxcalteca, la más fructífera para los hispanos, no habría sido posible sin la intervención de Jerónimo de Aguilar y, desde luego, una mujer: Malintzin.[9]

Por otra parte, Malintzin no sólo era importante durante los momentos más críticos, como la creación de alianzas, sino también en ámbitos mucho más “cotidianos”, como cuando los hispanos requerían del apoyo de los indígenas para abastecerse de comida y otros recursos, urgencia que difícilmente habrían comunicado sin la ayuda de la traductora; de esta forma; el actuar de Malintzin transcurrió y se desarrolló en el marco de los motivos e intereses personales de Cortés, pero también en la supervivencia misma de la hueste castellana.[10]

Ahora bien, existen algunas representaciones de Malintzin que corresponden al periodo en que las tropas hispanas se encontraban en Tenochtitlan. La mujer aparece hospedada en los palacios de Motecuhzoma y cumpliendo, como siempre, con su trabajo de intermediaria y traductora. En la foja 29 r. del Códice Florentino, Malintzin aparece sobre el techo de un edificio, a su lado se encuentra Cortés y ante ellos se observa un indígena; de la boca de Malintzin surgen vírgulas de la palabra que se dirigen hacia su interlocutor, quien responde emitiendo más vírgulas. De esta forma, observamos una de las pocas escenas donde el proceso de traducción realizado por Malintzin es claramente explícito.

“Doña Marina” fue el vínculo entre las tropas castellanas lideradas por Cortés y el crisol de grupos mesoamericanos con los que entraron en contacto. Por una parte, esta mujer permitió el enlace directo entre interlocutores por medio de la palabra hablada, pero también fue la gestora de los encuentros y contradicciones entre diferentes estructuras mentales, diversos sistemas de creencias y dinámicas del poder muy asimétricas, es decir, las de tradición indígena y las de tradición hispana. Al fungir como “la voz del conquistador”, Malintzin se constituyó como una especie de binomio indisoluble con Cortés: ahí donde iba el conquistador, iba Malintzin y ahí donde estaba Malintzin, también estaba Cortés. La habilidad de esta mujer para hilar discursos entre grupos y la liga entre su nombre y el del capitán extremeño, fueron factores que le confirieron un aura considerable de autoridad, haciendo de ella, hasta cierto punto, una transmisora del poder, a pesar de que esta no perteneció a los linajes gobernantes de las grandes ciudades de la Cuenca.


[1] Camilla Townsend, Malintzin. Una mujer indígena en la Conquista de México, traducción de Tessa Brisac, México, Ediciones Era, 2019, p. 245

[2] Diego Muñoz Camargo, Historia de Tlaxcala (Ms. 210 de la Biblioteca Nacional de París), paleografía, introducción, notas, apéndices e índices analíticos de Luis Reyes García, con la colaboración de Javier Lira Toledo, México, Universidad Autónoma de Tlaxcala, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2013, p. 164

[3] Anales de Tlatelolco. Unos annales históricos de la nación mexicana y Códice de Tlatelolco, versión preparada y anotada por Heinrich Berlin, con un resumen de los anales y una interpretación del códice por Robert H. Barlow, México, Antigua Librería Robredo de José Porrúa e Hijos, 1948, p. 72. 

[4] Es necesario precisar que existen varias versiones y fragmentos del Lienzo de Tlaxcala, si bien su proceso de manufactura claramente denota diferencias entre ellos, en todos se representó a Malintzin como parte fundamental de la narración pictórica. Véase: Camilla Townsend, Malintzin…, pp. 103-119. 

[5] Bernardino de Sahagún, Historia General…, Lib. XII, cap. XVIII, p. 1204.

[6] Fernanda Núñez Becerra realizó una exhaustiva pesquisa sobre los diferentes nombres que se le atribuyeron a Malintzin, entre los que se encuentran: Malinani, Tenepal, la lengua, Marina de Jaramillo, Malinche y Malinalli. Véase: Fernanda Núñez Becerra, La Malinche: de la historia al mito, México, Secretaria de Cultura, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2019, pp. 50-61. 

[7] Véase Clementina Battcock,”Doña Malintzin”, en Las mujeres en el México antiguo: Las que hilan, legitiman y renuevan, México, Fondo Editorial de Nuevo León, 2021, pp. 74-87.

[8] Hernán Cortés, Cartas de Relación, nota preliminar Manuel Alcalá de la Academia Mexicana de la Lengua, México, Editorial Porrúa, 2013, 399 p. 

[9] Francisco de Aguilar, Relación breve de la conquista de la Nueva España, edición, estudio preliminar, notas y apéndices por Jorge Gurría Lacroix, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1980, p.  74

[10] Bernardino de Sahagún, Historia General…, Lib. XII, cap. XXVI, p. 1204. María Elena Landa Ábrego menciona que Malintzin debió de estar atenta a todas las situaciones que pasaban a su alrededor ya sea hablando durante las traducciones que realizaba, así como escuchando lo que pasaba entre los castellanos. Véase: María Elena Landa Ábrego, Marina en la conquista, México, Gobierno del Estado de Puebla, Comisión Puebla V Centenario, 1992, pp. 43-44.