El 8 de marzo de 2017, la tierra tembló. En años recientes hemos presenciado en todo el mundo un nuevo y cada vez más fortalecido movimiento de mujeres que devolvió a escena la lucha de jóvenes y trabajadoras por derechos sexuales y reproductivos, contra el feminicidio, la violencia y la explotación asalariada.
El carácter masivo e internacional de esta nueva oleada del movimiento de mujeres se ha ido construyendo como los nubarrones de una tempestad que se aproxima. En 2015 vivimos la lucha contra el feminicidio por #NiUnaMenos, que inundó las calles argentinas y se extendió al cono sur. En 2016 vimos el paro de las polacas y las movilizaciones multitudinarias en Corea del Sur a fin de exigir el respeto de los derechos sexuales y reproductivos. En Italia e Irlanda nos movilizamos contra la desigualdad salarial para las mujeres.
En enero de 2017, con la llegada de Trump a la Presidencia de Estados Unidos, millones inundaron las calles en la #WomensMarch, contra el misógino y racista más poderoso del mundo. Posteriormente, el 8 de marzo, renombradas feministas convocaron al #ParoInternacionalDeMujeres desafiando al feminismo burgués y reclamando uno anticapitalista. Académicas como Nancy Fraser o Cinzia Arruzza alertaron del peligro de caer en la trampa del “mal menor” que presentó al liberalismo “progresista” de Hillary Clinton como la “candidata de las mujeres”, planteando la necesidad de construir un feminismo de 99 por ciento.1
Este movimiento ha combinado la lucha contra la violencia con la lucha contra la precarización laboral y la explotación capitalista –doméstica y asalariada–, destacando que las mujeres de sectores populares y trabajadoras son las más golpeadas por las consecuencias del neoliberalismo y los efectos de la crisis.
Y es que luego de tres décadas de neoliberalismo, la estrategia de conquistar mayores derechos en el marco de las democracias capitalistas ha resultado profundamente impotente para transformar las miserables condiciones de violencia y superexplotación que enfrenta la mayoría de las mujeres en el mundo.
La igualdad ante la ley no lo es ante la vida
El límite del feminismo liberal hegemónico fue precisamente que el periodo de “mayores avances” legales tuvo como contraparte la profundización de los agravios contra las mujeres y la clase trabajadora, mostrándose incapaz de resolver las demandas más elementales. Hoy, 40 por ciento del empleo global es femenino; de él, 50.5 por ciento corresponde a trabajos precarios y con jornadas de hasta 16 horas. Cada año, entre 1.5 y 3 millones de mujeres y niñas sufren violencia machista, y es incalculable el número de víctimas que cobra el feminicidio. Sólo en México, 1 mujer es asesinada cada 3 horas. A escala mundial, las mujeres y las niñas representamos 70 por ciento de la población en situación de pobreza; 500 mil mujeres mueren por complicaciones en el embarazo y el parto y otras 500 perecen por las consecuencias de abortos clandestinos cada año. A esto se suma la extensión mundial de las redes de trata y prostitución, y las situaciones de guerra o conflictos armados que cobran entre sus víctimas a miles de nosotras.
La máscara que ocultó estos ataques fue el discurso de “ampliación democrática” que fortaleció al Estado capitalista y significó el reconocimiento de la violencia machista traducido en legislación y política pública. Esto, por la vía de integrar en términos de cooptación al movimiento feminista –otrora combativo–, volviéndolo inofensivo para el poder político de la burguesía. Ese feminismo hegemónico se negó al cuestionamiento radical de la sociedad capitalista que se sirve del patriarcado para imponer su orden social y moral, para plegarse a una estrategia de conquista progresiva de derechos dentro de los marcos políticos y económicos del sistema, renunciando a las calles y a un proyecto emancipador para el conjunto de la humanidad.
Al mismo tiempo, terminó fortaleciendo la confianza en el Estado burgués –que mantiene la explotación asalariada de millones para garantizar los privilegios de clase de los capitalistas–, en sus instituciones y en una legalidad que protege la propiedad privada de los capitalistas mediante el monopolio de la violencia. A este Estado se pedirán reconocimiento de los agravios y castigo para los responsables.2
En México, el caso más emblemático es la Ley de Alerta de Género que, a fin de “prevenir el feminicidio”, procede con un poderoso despliegue de fuerzas represivas para “garantizar la seguridad” de las mujeres como grupo vulnerable cuando la militarización del país disparó el feminicidio y la violencia contra la población, destapando la asociación con el crimen organizado –como en las redes de trata y prostitución–, en cuya administración y funcionamiento están involucradas las policías, el Ejército y la Marina. O el caso de las integrantes del magisterio que enfrentan una reforma educativa impuesta con sangre y fuego que demuestra la intención del gobierno de profundizar la explotación de millones a la par de aprobar leyes contra la violencia machista.
La trampa del derecho burgués radica en un punitivismo, que castiga de manera individual un problema estructural-sistémico –el perverso matrimonio capitalismo-patriarcado–, permitiendo la total impunidad de los capitalistas y la casta política que administra sus negocios. El castigo que ofrece la “tutela” de la democracia capitalista fortalece la concepción de mujeres víctimas, revictimizándolas al eliminar del imaginario la posibilidad de construir una respuesta colectiva contra la violencia y la precarización laboral, incluyendo la transformación radical de las condiciones materiales y de vida de 99 por ciento de la población sobre la base de cuestionar el poder político de la burguesía.3
Los desafíos del movimiento de mujeres en la era Trump
Hoy, el nuevo movimiento de mujeres, su carácter internacional y la convocatoria a un feminismo de 99 por ciento refuerzan la posibilidad de construir un ala anticapitalista que tenga la perspectiva de masificar el movimiento para que millones levanten los reclamos de las mujeres, combatiendo los prejuicios machistas entre la clase trabajadora, convenciendo de luchar por la emancipación de las mujeres y de la humanidad en su conjunto. Un feminismo que hunda sus raíces en la clase obrera y que sea consciente de que no es posible hablar de libertad para las mujeres si la emancipación de algunas depende de la explotación de muchos, y que luche por la independencia política de los partidos capitalistas y contra la opresión imperialista.
La clase trabajadora, la juventud y la comunidad lgbt pueden ser importantes aliados en la lucha contra el binomio patriarcado-capitalismo, como expresó tendencialmente el #ParoInternacionalDeMujeres.
En un momento en el que la clase obrera viene recomponiéndose subjetivamente a escala internacional, como demuestra la huelga general del #28A en Brasil o las movilizaciones contra las políticas de Trump en Estados Unidos, la urgencia de reconstruir la alianza entre la lucha de las mujeres y la de la clase obrera contra el capitalismo es un desafío imperioso del movimiento de mujeres y de la izquierda revolucionaria en México.
Sólo un feminismo que aspire a convertirse en un movimiento político de masas, que ligue la lucha por mayores derechos y libertades elementales al combate por derribar este régimen social de explotación para las enormes mayorías puede ser emancipador.
* Yara Almonte. Militante del Movimiento de los Trabajadores Socialistas, sección mexicana de la FT-CI Fracción Trotskista-Cuarta Internacional y de Pan y Rosas. Pasante de sociología por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Sulem Estrada. Maestra de secundaria, militante del Movimiento de los Trabajadores Socialistas y de Pan y Rosas. Candidata suplente a la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México en 2015 por la fórmula anticapitalista.
1 Murillo, Celeste. “Hillary Clinton y su ‘techo de cristal’”, en revista Ideas de Izquierda, Buenos Aires, diciembre de 2016.
2 Manifiesto de la agrupación internacional de mujeres Pan y Rosas, consulta en línea en www.izquierdadiario.com en marzo de 2017.
3 D’Atri, Andrea. “Patriarcado, crimen y castigo”, en revista Ideas de Izquierda, Buenos Aires, julio de 2016.