Los autores se han tomado el salomónico cuidado de rivalizar por partes iguales con las dos tradiciones que compiten por la última palabra en el viejo debate sobre la acumulación de capital: la economía neoclásica y la teoría marxista. Semejante desatino autopublicitario puede disminuir la predisposición del auditorio hacia sus ideas, y en el peor de los casos granjearse cierta animadversión a manera de acto reflejo. Y sin embargo, estimo que El capital como poder (Eccp) de Shimshon Bichler y Jonathan Nitzan, puede sobrevivir a su deliberado exilio del mundo de los marcos teóricos célebres y, con la complicidad del lector proclive a la heterodoxias, ofrecer una novedosa interpretación del objeto en cuestión. En una era de publicaciones dominadas por el formato del paper y el género de la exégesis, pocos libros se imponen el desafío de realizar una contribución original a un debate sobre el que han corrido ríos de tinta. Mucho menos poseen consistencia suficiente para llevar a buen puerto una empresa de tal envergadura. En las líneas siguientes expongo algunas razones que, a mi juicio, colocan a Eccp en esta selecta minoría de textos.
1. Una teoría de la praxis burguesa
Primera anomalía del libro: su singular ubicación en un mapa dividido entre (simplifico un poco) un pensamiento crítico escasamente familiarizado con las finanzas, y un lenguaje financiero ajeno al pensamiento crítico (simplifico mucho: marxistas que no son acumuladores de capital, y acumuladores de capital no muy interesados en acabar con el capitalismo). Tal división pone al investigador ante el problema de cómo aproximarse a la plétora de elementos para los que carece de conceptos, y que sin embargo desempeñan un papel determinante en la configuración del capitalismo contemporáneo: ¿es posible adentrarse en ese ámbito de objetos inmateriales e inestabilidad perpetua –de riquezas y cantidades monetarias exorbitantes que se crean y destruyen en instantes, de “valores” sin más soporte que la actividad especulativa, de flujos informáticos que son dinero y títulos de propiedad– sin cargar con la culpa de estar defraudando al materialismo, o de haber cedido ya a los espejismos de la fetichización? Pero en sentido opuesto: ¿es posible construir una teoría completa de la acumulación sin estudiar a fondo los usos y las costumbres de la región donde el poder del capital se concentra y desde donde se despliega?
A contracorriente de esta división, Eccp se ofrece como una alternativa capaz de mantenerse en el terreno de la crítica, al tiempo que estudia las prácticas y los términos con que el capital erige su imperio: se trata en efecto de un texto que aprendió a hablar el lenguaje hermético de los libros de contabilidad empresarial, las bolsas de valores, los activos y los pasivos de las hojas de balance, la capitalización, los índices bursátiles, las primas de riesgo, las prácticas corporativas; en suma, la densa red de términos y hábitos culturales a través de los cuales la clase que acumula capital codifica y da forma a su dominación sobre la sociedad. De su odisea en la tierra y la lengua enemigas, los autores vuelven con una lista de artefactos que, aun cuando resultan poco familiares para los críticos del capitalismo, son –nos aseguran– fundamentales en la práctica de la clase dominante.
El efecto doble de este hallazgo sella el destino del libro, pues la incorporación del nuevo material a la teoría no es posible –sostienen Bichler y Nitzan– sino al costo de abandonar algunas ideas y conceptos que por mucho tiempo han estado en el corazón de nuestra comprensión de la realidad social: ¿qué hacer si, al estudiar el proceso de acumulación de capital según las prácticas concretas en que se despliega, resultara que sus tendencias son ajenas o hasta contrarias a lo que nuestros conceptos nos permiten explicar o anticipar? ¿Si la observación nos obliga a concluir la existencia de una brecha insalvable y creciente entre la acumulación tal como nuestras categorías la conciben, y la acumulación tal como la clase dominante la pone en marcha? Eventualmente, el cuestionamiento toca las puertas del marxismo: ¿qué hacer con el conjunto de fuerzas y acontecimientos que no parecen dejarse deducir de los procesos que presuntamente rigen la producción de las mercancías, y con el hecho de que, por el contrario, las mercancías parecen determinadas por ellas? ¿Qué hacer cuando la riqueza de la clase dominante se presenta como un inmenso cúmulo de activos financieros?
En la crisis orgánica de la teoría –la tensión entre problemas que la tradición no acaba de resolver y los fenómenos emergentes que la crítica no comienza a desentrañar–, Eccp encuentra un espacio que reclama como propio y que lo configura como un material extraño, atractivo y necesario: el desafío de construir una teoría de la acumulación realmente existente, una teoría de la praxis de la clase dominante, una lectura de la acumulación del capital a partir del código en que sus agentes lo hacen funcionar, no del que, mirándolo de lejos, la teoría le impone.
2. Para leer El capital
Ya que es imposible desarrollar en este espacio un cuadro completo de los planteamientos centrales del libro, me limito a enumerar algunos aspectos relevantes de su propuesta:
• La crítica de Bichler y Nitzan se concentra en lo que las teorías neoclásicas y marxista tienen en común: el supuesto de que las entidades “nominales” de la economía (los precios) son expresión de una magnitud económica subyacente (la utilidad para la economía neoclásica, el tiempo de trabajo socialmente necesario para la marxista) que constituye la base real de sus movimientos. Los autores muestran que ninguno de estos conceptos puede dar cuenta de las tendencias constatables del proceso de acumulación. La primera crítica se despliega como un ejercicio de demolición de la economía neoclásica, cuya cientificidad, a juicio de los autores, está en el mismo nivel que el de una religión –cabe resaltar, sin embargo, el gran valor didáctico de las secciones dedicadas a este fin, pues el libro desarrolla una crítica “interior” a la teoría neoclásica, una exposición de sus fracasos en los términos y criterios que ella misma se impone–. La segunda crítica, de mayor interés, se despliega como un diálogo con la teoría marxista, donde se pasa lista a un conjunto de problemas para los que los marxistas no han encontrado solución. El veredicto de Eccp es categórico: entre lo que el capitalismo desvaneció en el aire debemos contar las condiciones en que la teoría del valor-trabajo podría reclamar cierto poder explicativo.
• La determinación del capitalismo como un modo de poder que se ejerce, cuantifica y reordena a través de la estructura omniabarcante e hiperflexible del precio. En la medida en que se desembaraza de la carga que las nociones de utilidad o trabajo abstracto imponen a sus usuarios, Eccp aspira a sustituir dos versiones del mismo reduccionismo por un concepto de acumulación abierto a la multiplicidad y heterogeneidad de las fuerzas sociales concurrentes en ella. La acumulación de capital, por ende, no se deduce de lo que sucede en el estrecho ámbito de la producción sino que remite al poder de controlar el proceso de reproducción social en su conjunto. Y lo que encontramos en la compleja arquitectura nominal de los precios no puede emanar de, reducirse a, ni explicarse por, una variable determinable al nivel de la producción, sino que expresa el conjunto de fuerzas sociales en lucha: dicha arquitectura es pues una representación simbólica del poder.
• La incorporación de la capitalización al radar de la teoría crítica. La capitalización es tal vez el punto en que con mayor radicalidad se visibiliza el desfase entre las prácticas que constituyen el proceso de acumulación realmente existente y el rezago de la teoría. En su definición más general, la capitalización consiste en asignar un valor presente a algo, a partir del valor que se espera obtener de él en el futuro. Esta práctica, a juicio de los autores, se ha convertido en el algoritmo y el ritual que unifica la actividad de los capitalistas de todo el orbe, integrando cada vez más aspectos de la vida a la arquitectura del poder capitalista: “Por su naturaleza misma –afirman–, la capitalización convierte y reduce aspectos de la vida social cualitativamente distintos a cantidades universales de precios denominados en dinero” (página 184). Ésta es la base que permite a Eccp liberar las finanzas del poco prestigioso campo de la “apariencia” en que la teoría las ha mantenido. Y con ello sienta las bases para una nueva comprensión de la acumulación, pues mientras las determinaciones de la mercancía no alcanzan para explicar el movimiento de los activos financieros, la capitalización (el algoritmo que los crea) puede explicar los movimientos de las mercancías.
• Tanto la tesis central de este libro (el capitalismo es un modo de poder) como la determinación de su objeto de estudio (las relaciones no de producción sino las de poder que las sostienen y les dan forma) dependen de la estricta separación entre –por un lado– el conjunto de las prácticas productivas, patrimonio colectivo de una comunidad y –por otro– el de prácticas a través de las cuales la clase capitalista controla ese proceso para obtener una riqueza privada, monopolio de una clase transnacional de “propietarios ausentes”. Por ende, el capital es concebido aquí como una magnitud exclusivamente negativa: no produce, controla. Y lo que está en juego en la acumulación es el poder de incapacitar la potencia creativa y productiva de la comunidad. Desde esta perspectiva, la ganancia de los propietarios resulta proporcional al “daño total que un propietario pueda infligir al proceso industrial en su conjunto” (página 248).
• El diálogo con la teoría marxista. Pese a elaborar una amplia y documentada crítica a la teoría del valor, Eccp no esconde su deuda con la obra de Marx: al menos en su parte más agreste, la menos sistemática, la que sabe que el capitalismo es demasiado salvaje como para suponer que acataría la ley del valor (una posible interpretación de Eccp: un marxismo donde el único modelo teórico admisible es el de la acumulación primitiva a perpetuidad, no el de los intercambios entre equivalentes, una ficción de la teoría burguesa).
• Los regímenes de acumulación diferencial: amplitud y profundidad. Elaboradas las categorías que nos permiten desentrañar en qué consiste la acumulación de capital, los autores se lanzan a describir el proceso de su acumulación a lo largo del último siglo, teniendo como punto de referencia el grupo de corporaciones del capital dominante en Estados Unidos de América. Para ello distinguen entre dos regímenes generales de acumulación (llamados respectivamente por ellos amplitud y profundidad), en cuyas características encontramos las cualidades del periodo económico en el que alternadamente dominan. Así, a las fases de amplitud, caracterizadas por el crecimiento en la inversión, las fusiones corporativas y (tendencialmente) una relativa contención de la conflictividad social, las suceden fases de profundidad, caracterizadas por la inflación, el desempleo, y la intensificación del conflicto social. Una cualidad suplementaria: la abundante evidencia empírica que ofrecen los autores para sostener sus hipótesis. Constituye el mayor logro del libro que el paciente trabajo desplegado en el nivel de los conceptos sobreviva a la prueba de su contrastación con la realidad.
El texto exige del lector disposición para dirigirse hacia territorios extraños a las preocupaciones más habituales de la crítica. Le ofrece a cambio de ello una serie de proposiciones organizadas, mediciones y conceptos que presentan bajo una nueva luz los problemas más apremiantes del capitalismo contemporáneo: la inflación, el crecimiento económico, la desigualdad, el desempleo, las crisis, etcétera.
Evidentemente, el lector no está obligado a compartir las soluciones de los autores, pero asumo que, en cualquier caso, se beneficiará de atender los problemas planteados por ellos: un enigma más profundo que el que creemos descubrir en la mercancía puede esconderse en el universo de los activos financieros; una máquina más demencial que la de las fábricas reside en la capitalización; una forma específica de dominación acontece en y mediante la arquitectura de las cantidades monetarias. La crítica no puede permitirse no acudir a examinar la región en que el capital se concentra, ni eximirse del estudio del lenguaje en que se propaga y reorganiza. Para quien desee asumir esta tarea, Eccp se ofrece como una de las apuestas interpretativas más desafiantes, actualizadas y consistentes en el panorama del pensamiento crítico.
Jonathan Nitzan y Shimshon Bichler, El capital como poder: un estudio del orden y el creorden. The B&N Archives, Montreal y Jerusalén: 2018. Versión gratuita descargable en bnarchives.yorku.ca/541/