EL RETORNO DE ENGELS

Pocas asociaciones políticas e intelectuales pueden compararse con la que establecieron Karl Marx y Frederick Engels. No sólo participaron en las revoluciones sociales de 1848, sino que escribieron, ese mismo año, el famoso Manifiesto del Partido Comunista, y también otras dos obras anteriores: La Sagrada Familia en 1845 y La ideología alemana en 1846.

A finales de la década de 1870, cuando los dos científicos socialistas finalmente pudieron vivir a gran proximidad y conversar entre sí todos los días, a menudo paseaban de un rincón a otro en el estudio de Marx, o cada uno en su propio lado de la habitación, marcaban surcos en el piso mientras giraban sobre sus talones, mientras discutían sus diversas ideas, planes y proyectos. Frecuentemente se leían entre sí pasajes de sus obras en curso.[3] Engels leyó el manuscrito completo de su Anti-Dühring (en el que Marx contribuyó con un capítulo) a Marx antes de su publicación. Marx escribió una introducción a Del socialismo utópico al socialismo científico, de Engels. Después de la muerte de Marx, en 1883, Engels preparó los volúmenes II y III de El Capital para su publicación a partir de los borradores que su amigo había dejado. Si Engels estaba, como fue el primero en admitirlo, a la sombra de Marx, sin embargo, era un gigante intelectual y político por derecho propio.

No obstante, durante décadas, los académicos han sugerido que Engels degradó y distorsionó el pensamiento de Marx. Como observó críticamente el politólogo John L. Stanley en su libro póstumo Mainlining Marx (2002), los intentos por separar a Marx de Engels -más allá del hecho obvio de que eran dos individuos distintos con intereses y talentos diferentes- han tomado cada vez más la forma de disociar a Engels, estigmatizándolo como la fuente de todo lo que es reprobable en el marxismo, de Marx, glorificando a éste como la personificación del hombre de letras civilizado, y él mismo declarado como un “no marxista”.[4]

Hace más de cuarenta años, el 12 de diciembre de 1974, asistí a una conferencia dictada por David McLellan sobre “Karl Marx: Las vicisitudes de una reputación”, en The Evergreen State College, en Olympia, Washington. Un año antes, McLellan había publicado su Karl Marx: His Life and Thought (1973), que yo había estudiado con detenimiento.[5] Por lo tanto, entré en la sala de conferencias esa tarde esperando ansiosamente su charla. Sin embargo, lo que escuché fue profundamente desconcertante. El mensaje principal de McLellan ese día fue simplemente que Karl Marx no era Frederick Engels. Para descubrir al Marx auténtico, era necesario separar el trigo de Marx de la paja de Engels. Fue Engels, sostenía McLellan, quien había introducido el positivismo en el marxismo, apuntando a la Segunda y la Tercera Internacional, y finalmente al estalinismo. Algunos años más tarde, McLellan incluiría algunas de estas críticas en su breve biografía, Frederick Engels (1977).[6]

Esta fue mi primera introducción a la perspectiva anti-Engels que surgió como una característica definitoria de la izquierda académica occidental, y que estaba estrechamente relacionada con el surgimiento del «marxismo occidental» como una tradición filosófica distinta -en oposición a lo que algunas veces se denominaba el marxismo oficial o soviético. En este sentido, el marxismo occidental, tenía como su principal axioma el rechazo de la dialéctica de la naturaleza de Engels, o «dialéctica meramente objetiva», coonforme a la designación de Georg Lukács.[7]

Para la mayoría de los marxistas occidentales, la dialéctica era una relación de identidad entre sujeto-objeto: podíamos comprender el mundo en la medida en que lo habíamos creado. Esa perspectiva crítica constituía una bienvenida corrección al tosco positivismo que había infectado a gran parte del marxismo y que había sido racionalizado en la ideología soviética oficial. Sin embargo, también tuvo el efecto de empujar al marxismo en una dirección más idealista, lo que llevó al abandono de la larga tradición de ver el materialismo histórico como relacionado no solo con las humanidades y la ciencia social -y, por supuesto, la política- sino también con la ciencia natural materialista.

Despreciar a Engels se convirtió en un pasatiempo popular entre la izquierda académica, y algunas figuras, como el teórico político Terrell Carver, construyeron carreras enteras sobre esa base. Una maniobra común fue utilizar a Engels como dispositivo para extraer a Marx del marxismo. Como lo escribió Carver en 1984: “Karl Marx negó ser marxista. Frederick Engels repitió el comentario de Marx pero falló al asumir su opinión. De hecho, ahora es evidente que Engels fue el primer marxista, y es cada vez más aceptado que, de alguna manera, él inventó el marxismo”. Para Carver, Engels no solo cometió el pecado capital de inventar el marxismo, sino que también cometió muchos otros pecados, como promover versiones de semi-hegelianismo, materialismo, positivismo y dialéctica, todas las cuales, según afgirmaba, estaban «a kilómetros de distancia del minucioso eclecticismo de Marx».

La idea misma de que Marx tenía “una metodología” se atribuyó a Engels y, por lo tanto, se declaró falsa. Apartado de su asociación con Engels y despojado de todo contenido determinado, Marx podría ser aceptado con facilidad por el statu quo, como una especie de precursor intelectual. Como dijo Carver recientemente, sin siquiera un aparente sentido de ironía, “Marx era un pensador liberal”.[8]

Pero la mayoría de las críticas a Engels fueron dirigididas a su supuesto cientificismo en el Anti-Dühring y a su inconclusa Dialéctica de la naturaleza. McLellan, en su biografía de Engels, aseveró que el interés de este último por las ciencias naturales «le hizo enfatizar una concepción materialista de la naturaleza más que de la historia». Engels fue acusado de introducir «el concepto de materia» en el marxismo, que era «completamente ajeno a la obra de Marx». Su principal error fue el intento de desarrollar una dialéctica objetiva que abandonara «el lado subjetivo de la dialéctica» y que habría conducido a «la gradual asimilación de las concepciones de Marx en una perspectiva científica del mundo».

“No debiera sorprender”, acusó McLellan, “que, con la consolidación del régimen soviético, las vulgarizaciones de Engels se tornaran en el principal contenido filosófico de los manuales soviéticos”.[9] Así como Marx fue paulatinamente presentado como el intelectual refinado, Engels fue visto cada vez más como un vulgar popularizador. Engels ha servido así, en el discurso académico sobre el marxismo, como un conveniente chivo expiatorio.

Sin embargo, Engels también tuvo sus admiradores. La primera señal real de un retroceso en su decadente fortuna dentro de la teoría marxista contemporánea surgió con Miseria de la teoría, del historiador E. P. Thompson, en 1978, cuyos dardos estaban dirigidos principalmente contra el marxismo estructuralista de Louis Althusser. Ahí Thompson defendió el materialismo histórico contra una teoría abstracta e hipostasiada divorciada de cualquier sujeto histórico y de todos los puntos de referencia empíricos. En el proceso, él valientemente -y en lo que siempre consideré como uno de los puntos culminantes de las letras inglesas de finales del siglo XX- defendió al “viejo imbécil de Frederick Engels”, que había sido el blanco de gran parte de las críticas de Althusser.

Sobre estas bases, Thompson defendió una especie de empirismo dialéctico -lo que más admiraba en Engels-, como esencial para un análisis histórico-materialista.[10] Algunos años después, el economista marxista y editor fundador de la Monthly Review Paul Sweezy comenzó sus Four Lectures on Marxism(Cuatro conferencias sobre el marxismo) reafirmando con osadía la importancia del enfoque de Engels sobre la dialéctica y su crítica de las visiones mecanicistas y reduccionistas.[11]

Pero el cambio real que restauraría la reputación de Engels como un gran teórico del marxismo clásico, junto a Marx, no provino de los historiadores y economistas políticos, sino de los científicos naturales. En 1975, Stephen Jay Gould, escribiendo en Natural History, celebró abiertamente la teoría de la evolución humana de Engels, que había enfatizado el papel del trabajo, describiéndola como la concepción más avanzada del desarrollo evolutivo humano en la época victoriana -pues habría anticipado el descubrimiento antropológico, en el siglo XX, del Australopithecus africanus. Unos años más tarde, en 1983, Gould extendió su argumento en la New York Review of Books, señalando que todas las teorías de la evolución humana eran teorías de la «coevolución gen-cultura», y que «la mejor defensa, en el siglo XIX, de la “evolución biocultural” fue la realizada por Frederick Engels en su extraordinario ensayo de 1876 (publicado póstumamente en su Dialéctica de la naturaleza), “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”.[12]

El sociólogo y doctor en medicina Howard Waitzkin también dedicó gran parte de su notable libro de 1983 The Second Sickness (La segunda enfermedad) al papel pionero de Engels como un epidemiólogo social, mostrando cómo Engels, a sus veinticuatro años, mientras escribía, en 1844, The Condition of the Working Class in England (La situación de la clase obrera en Inglaterra), había explorado la etiología de la enfermedad en formas que prefiguraban descubrimientos posteriores dentro de la salud pública.[13] En 1985, Richard Lewontin y Richard Levins publicaron su ahora clásico The Dialectical Biologist (El biólogo dialéctico), que inicia con su puntual dedicatoria: “A Frederick Engels, que se equivocó muchas veces, pero acertó en lo que importa».[14]

La década de los ochenta fue testigo del nacimiento de una tradición ecosocialista dentro del marxismo. En el ecosocialismo de la primera etapa, representado por el trabajo pionero de Ted Benton, Marx y Engels fueron criticados por no haber tomado los los límites naturales malthusianos con la debida seriedad. Sin embargo, a fines de la década de 1990, los debates subsecuentes dieron lugar al ecosocialismo de la segunda etapa, comenzando con Marx and Nature (Marx y la naturaleza) de Paul Burkett, en 1999, que buscó explorar los elementos ecológicos que se encuentran dentro de los fundamentos clásicos del materialismo histórico.[15]Estos esfuerzos se centraron inicialmente en Marx, pero también tuvieron en cuenta las contribuciones ecológicas de Engels. Esto se vio reforzado por el renovado proyecto de la MEGA (Marx-Engels Gesamtausgabe), en el que los cuadernos de las ciencias naturales de Marx y Engels fueron publicados por primera vez. El resultado fue una revolución en el entendimiento de la tradición marxista clásica, gran parte de la cual resuena con una nueva y radical praxis ecológica que avanza al par de la actual crisis de nuestra época (tanto económica como ecológica).

El creciente reconocimiento de las contribuciones de Engels a la ciencia, junto con el auge del marxismo ecológico, han reavivado el interés por la Dialéctica de la naturaleza de Engels, junto a sus otros escritos relacionados con las ciencias naturales. Gran parte de mi propia investigación desde 2000 (para un libro que pronto he de concluir) se ha centrado en la relación de Engels -y otros influenciados por él- con la formación de una dialéctica ecológica. No estoy solo a este respecto. El economista político y marxista ecológico Elmar Altvater publicó recientemente un libro en alemán que aborda la Dialéctica de la naturaleza de Engels.[16]

La defensa de cuan indispensable es Engels para la crítica del capitalismo de nuestro tiempo tiene su raíz en su famosa tesis vertida en el Anti-Dühring, según la cual: “la naturaleza es la prueba de la dialéctica”.[17] Este planteamiento a menudo ha sido ridiculizado en la filosofía marxista occidental. Sin embargo, la tesis de Engels, que refleja su propio análisis dialéctico y ecológico profundo, podría traducirse en el lenguaje actual: la ecología es la prueba de la dialéctica -una proposición cuyo significado pocos ahora estarían dispuestos a negar. Visto de esta manera, es fácil entender por qué Engels ha asumido un lugar tan importante en las discusiones ecosocialistas contemporáneas. Las obras del marxismo ecológico suelen citar como leitmotivsus famosas palabras de advertencia en La dialéctica de la naturaleza:

“No debemos lisonjearnos demasiado de nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Esta se venga de nosotros por cada una de las derrotas que le inferimos. Es cierto que todas ellas se traducen principalmente en los resultados previstos y calculados, pero acarrean, además, otros imprevistos, con los que no contábamos y que, no pocas veces, contrarrestan los primeros […] todo nos recuerda a cada paso que el hombre no domina, ni mucho menos, la naturaleza a manera como un conquistador domina un pueblo extranjero, es decir, como alguien que es ajeno a la naturaleza, sino que formamos parte de ella con nuestra carne, nuestra sangre y nuestro cerebro, que nos hallamos dentro de ella y que todo nuestro dominio sobre la naturaleza y la ventaja que en esto llevamos a las demás criaturas consiste en la posibilidad de llegar a conocer sus leyes y de saber aplicarlas acertadamente”[18]Para Engels, como para Marx, la clave del socialismo era la regulación racional del metabolismo de la humanidad y de la naturaleza, de manera que se promoviera el mayor potencial humano posible, salvaguardando las necesidades de las generaciones futuras. No debe sorprendernos, entonces, que estemos presenciando, en el siglo XXI, el retorno de Engels, quien, junto con Marx, seguirán delineando las luchas e inspirando los anhelos que definen nuestro tiempo crítico y, necesariamente, revolucionario.


[1] La versión portuguesa apareció en Critica Marxista, Núm. 46, 2018, págs. 9-15. Versión original en Monthly Review, v.68, n.10, marzo de 2017. Traducida del portugués al español (cotejada con la versión en inglés) por José Gandarilla. Disponíble en: <https://monthlyreview.org/2017/03/01/the-return-of-engels>.

[2] John Bellamy Foster es editor de la Monthly Review y profesor de sociología en la Universidad de Oregon. Reputado autor sobre economía política y marxismo socio-ambiental. Autor, entre otros, de La ecología de Marx. Materialismo y naturaleza, Madrid: El Viejo Topo, 2004.

[3] Eleanor Marx Aveling, “Frederick Engels”, en Institute of Marxism-Leninism, Reminiscences of Marx and Engels (Moscú: Editorial de lenguas extranjeras, sin fecha), 186.

[4] John L. Stanley, Mainlining Marx (New Brunswick, NJ: Transaction, 2002).

[5] David McLellan, Karl Marx: His Life and Thought (New York: Harper and Row, 1973). [Existe versión al español] N. del T.

[6] David McLellan, Frederick Engels (Harmondsworth: Penguin, 1977).

[7] Georg Lukács, History and Class Consciousness (London: Merlin, 1968), 24, 207. [Existe versión al español] N. del T.

[8] Terrell Carver, “Marxism as Method”, en Terence Ball y James Farr, ed., After Marx (Cambridge: Cambridge University Press, 1984), 261–78; Terrell Carver, “Terrell Carver Recommends the Best Books on Marx and Marxism” August 4, 2016, http://fivebooks.com. Para una crítica de los puntos de vista de Carver, véase Stanley, Mainlining Marx, 32-33, 50-54, 123-30. Véase también la revisión de Carver por parte de Gareth Steadman Jones,” Karl Marx” (Marxism and Philosophy Review of Books, 28 de septiembre de 2016, http://marxandphilosophy.org.uk) donde se nos dice que en su proyecto político Marx simplemente “aspiraba a contribuir a un movimiento popular de amplia base para las instituciones democráticas «.

[9] McLellan, Frederick Engels, 79–107.

[10] E. P. Thompson, The Poverty of Theory (New York: Monthly Review Press, 1978), 50–57.

[11] Paul M. Sweezy, Four Lectures on Marxism (New York: Monthly Review Press, 1981), 11–25.

[12] Stephen Jay Gould, Ever Since Darwin (New York: Norton, 1977), 207–13, An Urchin in the Storm (New York: Norton, 1987), 111.

[13] Howard Waitzkin, The Second Sickness (New York: Free Press, 1983).

[14] Richard Lewontin and Richard Levins, The Dialectical Biologist (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1985). [Existe versión al español] N. del T.

[15] Ted Benton, “Marxism and Natural Limits,” New Left Review 178 (1989): 51–86; Paul Burkett, Marx and Nature (Chicago: Haymarket, 2014). Ver también John Bellamy Foster, Marx’s Ecology (New York: Monthly Review Press, 2000). [Existe versión al español] N. del T.

[16] Ver la reseña del libro de Elmar Altvater Engels neu entdecken de Palle Rasmussen en Marxism and Philosophy Review of Books, August 6, 2016. En este mismo número ofrecemos a nuestros lectores la traducción al español de los capítulos 9 y 10 de ese libro.

[17] Frederick Engels, Anti-Dühring, second ed. (Moscow: Foreign Languages Press, 1959), 36–37. [Existe versión al español] N. del T.

[18] Engels, Federico. Obras Filosóficas. Tomo 18 de las Obras Fundamentales de Marx y Engels, México: FCE, 1986, pág. 420. Traducción de Wenceslao Roces.