SCHELLING, EL FILÓSOFO EN CRISTO, O LA TRANSFIGURACIÓN DE LA SABIDURÍA DEL MUNDO EN LA SABIDURÍA DE DIOS

Para los cristianos creyentes que no están familiarizados con el lenguaje filosófico

“Les digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión” (Lucas 15,7).

Esta palabra del Señor puede fácilmente venir a la mente cuando se quiere hablar de Schelling porque en él las maravillas de la Gracia divina han tenido lugar visiblemente para que el nombre del Señor sea exaltado. Pues se compadeció de él como también lo hizo con Pablo, quien, antes de convertirse, también fue y destruyó a las Comunidades y manifestó abiertamente, con amenazas y asesinatos, su irá contra los discípulos del Señor. Pero cuando se dirigía a Damasco, de repente una luz brilló a su alrededor y cayó sobre su rostro. El Señor le habló y lo atrajo hacia sí, de modo que empezó a creer y en esa misma hora se dejó bautizar y predicó el nombre del Señor a todos los pueblos y se convirtió en un instrumento elegido del Señor. Del mismo modo, la gracia del Salvador mantuvo su mano sobre Schelling y, cuando llegó el momento, una gran luz brilló sobre él. Porque ¿quién podría haber predicho, según el entendimiento humano, que el hombre que puso el fundamento, a principios de este siglo, con su amigo de entonces, el célebre Hegel, de esa vil sabiduría mundana, la cual ahora no se escabulle más en las tinieblas sino que sus flechas se pervierten al mediodía, que este hombre un día tomaría su cruz y seguiría a Cristo? Pero así es como ha sucedido. Aquel que dirige los corazones de los hombres como corrientes de agua, según su Gracia, también lo había elegido y solo esperaba la hora adecuada para atraerlo hacia sí. Y ahora lo ha hecho, lo ha iluminado y lo ha convertido en uno de sus luchadores contra la incredulidad y el ateísmo. Ya no queda duda alguna: él mismo, desde la cátedra, llama a los fieles: ¡vengan y vean, y alaben la gracia que el Señor ha hecho en mí! Sí, el Guardián de Israel no duerme ni dormita, el antiguo Dios sigue vivo, a pesar de todos los burlones, hace señales y prodigios todavía para todos los que quieran ver. Los ateos hacen bullicio y dicen en sus corazones que no hay Dios pero el que habita en el cielo se ríe de ellos, el Señor se burla de ellos. Ha triunfado sobre ellos mientras el mundo ha estado en pie y triunfará sobre ellos por toda la eternidad. Ha mantenido su régimen con brazo fuerte y ha levantado instrumentos para la glorificación de su nombre en todos los lugares. Y ahora, nuevamente, ha triunfado brillantemente sobre los filósofos, quienes han sido, en todo momento, una abominación para él, pues ha sacado de entre ellos al mejor y más capaz, al verdadero fundador de sus enseñanzas y lo ha hecho su servidor. Porque antes, lamentablemente, el mismo Schelling solía estar profundamente involucrado en el llamado panteísmo, en esa deificación del mundo y de sí mismo, eso está tan claro, como la luz del día, en sus primeros libros. Él vió, solo que no correctamente, todo en sus conexiones y no supo realmente hacia dónde ese camino conducía. Que agradezca al Señor que lo ha sacado de ese camino y lo ha conducido por el estrecho sendero que lleva al cielo y que a través de él haya demostrado su poder, de la manera más clara posible, a todos los enemigos de la fe. Ahora ya no pueden decir: ¿Dónde está tu Dios? ¿Qué hace? ¿Dónde anda? ¿Por qué ya no hace milagros? Aquí está, en su propio rebaño su brazo golpea como el rayo y hace fuego del agua, blanco del negro, justo del injusto. ¿Quién de aquí puede todavía negar que es el dedo de Dios?

Pero eso no es todo. A través de la vocación de Schelling, el Señor nos ha preparado un segundo triunfo sobre los descreídos y blasfemos. Escogió a Schelling precisamente porque él, familiarizado con la sabiduría de este mundo, era el más adecuado para refutar a los orgullosos y arrogantes filósofos y, en su inconmensurable Gracia y amor, abrió un camino para que ellos retornen de nuevo a él. ¿Se le puede pedir más? Aquellos que le maldicen, que se enfurecen contra su existencia, que son sus enemigos más locos, más furiosos, más obstinados, en lugar de extinguirlos de la faz de la tierra y hundirlos en las fauces más profundas del infierno, les ofrece, siempre de nuevo, la mano salvadora para sacarlos del abismo de perdición en el que yacen con el fin de ser conducidos a la luz. Sí, la Gracia del Señor es tan vasta como los cielos abarcan desde el amanecer hasta el ocaso y su misericordia no tendrá fin. ¿Quién podría resistirse a tanta paciencia y amor? Pero sus corazones están tan obstinados y endurecidos en el pecado que incluso ahora rechazan la mano que quiere salvarlos; tan cegados están por las lujurias de este mundo y por el demonio de su propia arrogancia. Cavan pozos agujerados para sí mismos y desprecian la fuente de la vida que fluye en la sangre de Cristo. Se tapan los oídos contra la salvación que viene de arriba, se complacen con todo aquello que desagrada al Señor. “De su naturaleza no tienen secreto y se jactan de su pecado como los de Sodoma y no lo ocultan. ¡Ay de sus almas! porque al hacerlo se meten en toda miseria” (Isaías 3,9). Pero aún así, el Señor no ha dejado de invitarlos, por lo que no tienen excusa. Él les ha mostrado, a través de Schelling, cuan débil e insignificante es la razón humana. Si no se convierten ahora es solo culpa suya y no pueden decir que no han conocido el Evangelio.

Pero como ahora el Señor ha hecho algo tan grande y ha dado a toda la Cristiandad una señal tan reconfortante de que está cerca de ella y no quiere dejarla en la miseria ni en las luchas de este mundo, debe estar en el corazón de cada creyente proclamar esta buena noticia a sus compañeros cristianos. Y como ahora Schelling ha confesado aquí su creencia en Cristo en forma de lecciones, lo cual, por un lado, solo ha llegado a ser conocido por unos pocos pero, por otro lado, también ha sido escrito en un lenguaje filosófico tan difícil que solo es comprensible para aquellos que se han ocupado de la sabiduría mundana durante mucho tiempo y, en tercer lugar, sin embargo, mucho fue calculado para los filósofos y otras cosas para los creyentes, de modo que el cristiano de mente simple tendría dificultad para encontrarse por aquí. Por eso, el autor de estas líneas, para no quedarse de brazos cruzados en la viña del Señor, ha considerado que no es del todo superfluo explicar a todos aquellos que no tienen tiempo ni deseo de dedicarse al estudio infructuoso de la sabiduría mundana, pero que, sin embargo, quisieran saber, en pocas y simples palabras, lo que realmente hay en el famoso Schelling. Que el Señor le conceda su bendición para que prospere en beneficio y piedad de su Reino.

Pero de antemano se debe señalar que Schelling, con todos sus servicios hechos al verdadero Cristianismo, todavía no puede deshacerse por completo de su vieja y perversa sabiduría. Aún tiene muchos juicios que llevan a uno a creer que todavía no puede suprimir la arrogancia de su propia razón y como si aún tuviera algo de miedo o vacilara frente al mundo para confesar, con todo gozo y gratitud, su completa conversión a Cristo. No queremos culparle demasiado por esto, pues quien tan maravillosamente hizo que la Gracia se abriera paso en él, también le lavará estas manchas porque Aquel que comenzó el trabajo también lo concluirá. Pero que el valiente luchador de la verdad, del que nosotros hablamos, recuerde esa espina en la carne cuando el diablo del orgullo venga sobre él y le tiente. Que se despoje de todo orgullo de su antigua filosofía, la cual solo dio a luz hijos impíos, y que solo se enorgullezca de Aquel que, por su libre e inconmensurable Gracia, le salvó de esta perdición.

Lo primero que hizo Schelling aquí en la Cátedra, y con la frente en alto, fue ir en contra de la filosofía y sacar el suelo, la razón, de debajo de sus pies. Con las razones más contundentes, tomadas de su propio arsenal, les demostró que la razón natural no es capaz de probar ni siquiera la existencia de una brizna de hierba; que con todas sus demostraciones, razones y conclusiones no saca ni a un perro de la estufa y no puede, en absoluto, elevarse a lo divino porque en su torpeza siempre permanece postrada en el suelo. Lo hemos sabido desde hace mucho tiempo pero a los obstinados filósofos aún no se les había dicho tan hermosa y claramente. Lo ha hecho en todo un largo sistema de la llamada filosofía negativa, en la que les demuestra claramente ante los ojos que su razón solo puede reconocer lo que es posible pero nada real y menos aún a Dios y los misterios del Cristianismo. Este esfuerzo, que ha hecho con un objeto tan estéril como son las especulaciones de la sabiduría mundana, es digno de agradecimiento por el Reino de Dios. Mientras estos filósofos pudieron seguir insistiendo en su razón, no se pudo hacer nada con ellos pero ahora que, incluso desde su propio punto de vista, se han convencido de que su razón es completamente inadecuada para el conocimiento de lo verdadero y solo saca a la luz fantasías vacías y huecas que no tienen derecho a existir en absoluto, se necesita una cabeza obstinada que se ha vuelto gris en el pecado para permanecer en la doctrina pagana, y es posible que, bajo la asistencia de la Gracia divina, uno u otro se convierta de sus malos caminos. Es muy correcto, y debe repetirse una y otra vez, que la oscurecida razón del ser humano es completamente incapaz y carece de la gloria que debería tener ante Dios porque ese es el principal bastión de los incrédulos: que su razón les dice otras cosas como la Palabra de Dios. Pero es sacrilegio contra el Altísimo, enemigo de todo pecado, querer reconocerlo con la razón manchada y cegada por el pecado. Sí, poner esta razón, que está dedicada a todas las concupiscencias de este mundo, a todas las tentaciones de Satanás, por encima de Dios mismo es lo que, por supuesto, hacen los sabios del mundo. Al criticar la Palabra de Dios, aquello que no les gusta, con esa refutadora razón suya, no solo tiran con manos inicuas la santidad de la Biblia sino que también niegan la existencia de Dios con el fin de ocupar ellos mismos su lugar. Estas son las consecuencias naturales de que la razón, como lo fue aquella ramera en los días sangrientos de la Revolución Francesa, sea elevada al trono de Dios y que caiga presa de criticar las disposiciones del todopoderoso Señor del Mundo. Aquí es donde se debe curar, no en la superficie sino en la raíz del mal. ¿Acaso se parcha con una tela nueva un vestido viejo? ¿Cómo puede estar Cristo de acuerdo con Belial? No es posible, es una blasfemia, si se quiere entender con la razón natural la muerte redentora del Señor, la Resurrección y la Ascensión al cielo. Por eso se va a trabajar vigorosamente con Schelling y se arroja la razón del cristianismo al paganismo pues es el lugar donde ella pertenece. Ahí puede rebelarse contra Dios y tener al mundo, con sus concupiscencias y deseos, a los que nosotros hemos renunciado, por divino; encubrir todos los pecados y vicios, las atrocidades de la gula y la lujuria como virtudes y culto divino y establecer como modelos de humanidad el suicidio de un Catón, la falta de castidad de una Lais y una Aspasia, el parricidio de un Bruto, el estoicismo y la furia de la persecución de los cristianos por parte de un Marco Aurelio. Entonces ella se opone abiertamente al Cristianismo y todos saben dónde está con él. Pero ha sido la principal estratagema del adversario para pasarla de contrabando al Cristianismo, donde luego dio a luz a bastardos como el pelagianismo, el socinianismo, el racionalismo y la teología especulativa. “Pero Dios escogió lo que es necio a los ojos del mundo para avergonzar a los sabios” (1 Corintios 1, 27). Por lo tanto, “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios porque para él son locura y no las puede entender porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2, 14).

Así pues, es un esfuerzo verdaderamente cristiano cuando Schelling, en la ciencia pura de la razón, que es precisamente la filosofía negativa, en lugar de permitir a la razón cualquier tipo de superioridad, la humilla y la degrada muy profundamente, de modo que llegue al conocimiento de su debilidad y pecaminosidad y vuelva arrepentida a la Gracia, pues solo ésta puede santificarla, iluminarla y hacerla nacer de nuevo para que sea capaz de conocer a Dios. Crucificar a la razón es más difícil, y por lo tanto más, que crucificar a la carne. Ésta, al fin y al cabo, está sujeta a la conciencia, la cual se ha dado incluso a los gentiles para domar sus lujurias y juzgar sus pecados internamente. Sin embargo, la razón se eleva por encima de ella e incluso se relaciona bastante bien con ella y solo se da a los cristianos para someterla al suave yugo de la fe. Pero la Escritura exige esto de nosotros, y no hay objeciones ni excusas: o das tu razón cautiva a la fe o te pasas a la izquierda, a las cabras (los peores de esos autodefensores se llaman a sí mismos la izquierda, como para burlarse). ¡Ahí estás tú en tu lugar!

De esta manera, Schelling ha despejado el terreno para sí mismo. Todos los remanentes del paganismo, que en nuestro tiempo vuelven a surgir y que valen como la nueva verdad, todos los abortos distorsionados de la razón inculta y lujuriosa han sido eliminados, y sus oyentes ahora están listos para absorber la leche del Evangelio. Este es el camino correcto. Los paganos eran comprensibles en sus lujurias y deseos mundanos pero nuestros filósofos, al menos hoy en día, todavía pretenden reconocer la moralidad cristiana. Por lo tanto, si los Apóstoles exigieron a los gentiles un corazón arrepentido, contrito y quebrantado, a los orgullosos sabios de esta época se les debe exigir una mente arrepentida, humilde y quebrantada antes de que puedan disfrutar de la gracia del Evangelio. Solo así podría Schelling juzgar correctamente a su antiguo camarada en la impiedad, el infame Hegel. Porque este Hegel tenía tal engreimiento en la razón que la declaró Dios cuando vio que no podía llegar con ella a otro Dios verdadero que estuviera por encima del ser humano. Por eso Schelling declaró abiertamente que ya no quería tener nada que ver con este hombre y sus enseñanzas y decidió no seguir dándole importancia.

Después de que la razón se haya humillado y muestre la voluntad de aceptar la salvación, puede ser nuevamente levantada e iluminada por el Espíritu de la Verdad. Esto sucede en la filosofía positiva, donde ella, a través del pensamiento libre, es decir, iluminado, es admitida, con la ayuda de la revelación divina, en las gracias del Cristianismo. Ahora que su comprensión del mundo superior está abierta, de repente ve toda la maravillosa conexión en la historia del Reino de Dios y lo que antes era incomprensible para ella, ahora es claro y comprensible como si no pudiera ser de otra manera. Porque los ojos que el Señor ilumina son en primer lugar ojos verdaderos y ven, pero donde reina la oscuridad y los deseos y las lujurias de este mundo siguen su curso, nadie puede ver nada. Schelling expresa este efecto de la Gracia al decir que esta filosofía es solo para los dispuestos e inteligentes y encuentra su prueba en la Revelación. Así que, quien no crea en esto, tampoco la filosofía es para él. En otras palabras, esta cosa no es realmente una correcta filosofía, sino que este nombre fue elegido solo por el bien de la sabiduría del mundo, como está escrito: “sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas” (Mateo 10,16). Pero en todos los demás aspectos es un Cristianismo correcto y verdadero, como pronto se mostrará. Schelling ha sacado a relucir los buenos viejos tiempos, donde la razón es capturada bajo la fe y la sabiduría mundana, al someterse a la sabiduría de Dios como sierva de la teología, se transfigura en la sabiduría de Dios. “Porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido” (Mateo 23,12).

En este camino del pensamiento ilustrado, el querido hombre, del cual nosotros hablamos, llega inmediatamente a la verdadera doctrina fundamental de todo el Cristianismo, a saber: la Trinidad de Dios. No se puede esperar que el lector temeroso de Dios siga este camino porque sabe y cree que este camino solo puede conducir a la verdad. Esto solo se ha dicho para los incrédulos con el fin de mostrarles cómo pueden llegar a la verdad, cuánto debe purificarse y santificarse su razón para reconocer y concebir la redención en Cristo Jesús. Ignoremos, por lo tanto, estas cosas que no tienen valor para el conocimiento de la salvación entre los creyentes. Schelling describe, según las Escrituras, cómo Dios creó el mundo de la nada y cómo el ser humano, seducido por Satanás en la forma de una serpiente, perdió su primer andar y cayó ante el Príncipe de las Tinieblas. De esta manera, había arrancado el mundo entero de Dios y lo había llevado al poder de Satanás. Todas las fuerzas que antes estaban juntas por la divina unidad ahora se han separado y han caído en una salvaje enemistad para que Satanás pueda morar con placer en el mundo. No hay que dejarse cegar por las expresiones filosóficas de nuestros teólogos. Los sabios del mundo, en nuestros tiempos impíos, ya no entienden el simple lenguaje de las Sagradas Escrituras, que fue inspirado por el mismo Dios. Deben ser enseñados a su manera hasta que estén de nuevo maduros para entender la Biblia, como está escrito: “Te alabo, Padre y Señor del cielo y de la tierra, porque lo has escondido de los sabios y los inteligentes y lo has revelado a los menores” (Mateo 11,25). Por eso Schelling llama “a los ángeles que no guardaron su primer estado, sino que abandonaron su propia morada” (Judas 1,6), al Diablo y sus huestes impías las nombra como potencias cósmicas, lo que significa que son soberanos de este mundo. Ahora, por supuesto, Dios ya no puede tener ningún gusto en el mundo. Lo rechaza según su justicia y donde en él obra, lo hace con ira y sin su plena voluntad. Pero el Eterno Misericordioso no puede dejarlo. El Verbo, “por el cual todas las cosas fueron hechas y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1,3), el Hijo Unigénito de Dios permanece, con su inconmensurable amor y Gracia, con el pobre y rechazado mundo. Su estado de sufrimiento comienza con el pecado original y no solo con su encarnación bajo Herodes, ya que con el pecado original es expulsado completamente de la humanidad, en la que vivió aún más que el Padre. De hecho, al interponerse entre el Dios enfadado y el mundo caído, el cual Aquel quería destruir, poniéndose de su lado se separó del Padre y, en cierto sentido, fue cómplice y no podía reclamar la gloria divina mientras el Padre no estuviera reconciliado. Esta gran obra de reconciliación, la lucha contra el Príncipe de este mundo, comenzó ahora en esta forma no divina y no humana, en esta separación del Padre, la cual constituye su sufrimiento y dolor. Que esta interpretación se basa en las Sagradas Escrituras se muestra claramente en el capítulo 53 del profeta Isaías, donde se habla de un sufrimiento presente, no futuro. Esta gran disputa comienza ahora en el judaísmo y en el paganismo. La historia del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento muestra cómo el Señor somete al judaísmo a sí mismo y los gloriosos liderazgos, a través de los cuales el Señor ha guiado a su pueblo, son bien conocidos por los cristianos. ¿Pero en el paganismo? ¿No era el Diablo el Dios de los Paganos? Intentemos responder a esto tan claramente como sea posible sin desviarnos de los dichos de la Sagrada Escritura.

Probablemente todos ya han oído que incluso entre los paganos, en los Libros Sibilinos y en otros lugares, había profecías sobre Cristo. Aquí ya es evidente que no fueron tan abandonados por Dios, como normalmente se piensa, ya que estas profecías son de origen divino. Pero eso no es todo. ¿Por qué el Señor, en su misericordia, los dejaría extraviarse y caer en las garras del Diablo? ¡Él permite que llueva sobre el bien y el mal y que el sol brille sobre los justos y los injustos! Sí, si los paganos hubieran estado en el poder del enemigo maligno completamente sin la protección y guía de Dios, ¿no serían sus pecados más grandes y más escandalosos de lo que realmente fueron? ¿No habrían gritado entonces todos los deseos vergonzosos y las concupiscencias antinaturales, los pecados carnales y otros, asesinato, adulterio, prostitución, robo, ojo pícaro, impudicia, tan alto al cielo que Dios los hubiera tenido que exterminar sin dudarlo? Sí, ¿no se habrían matado y devorado mutuamente? De esto se deduce que Dios debió tener misericordia incluso de los gentiles y que también debió darles alguna luz desde lo alto y esto consiste en el hecho de que, gradualmente y sin que ellos se dieran cuenta, fueron llevados a través de todas las etapas de la idolatría al culto del verdadero Cristo pero sin que ellos supieran que su Dios y el de los cristianos eran el mismo y que el Dios que estaba oculto en el paganismo se ha revelado ahora en el Cristianismo. Los que no se dieron cuenta cuando se les predicó el Evangelio ya no adoraban al Cristo escondido porque perseguían al revelado pero su Dios era ahora el enemigo de Cristo, el Diablo. Es un gran mérito de Schelling que haya sido el primero en asumir la responsabilidad de buscar la guía de Dios entre los paganos, dando así una nueva alabanza al amor de Cristo por la pecadora humanidad.

Desde que los judíos, de manera consciente, y los paganos, sin saberlo y en forma falsa, fueron llevados al conocimiento del verdadero Dios; cuando los orgullosos palacios de los griegos se estaban desmoronando y la mano de hierro del emperador romano yacía en todo el mundo, entonces se cumplió el tiempo y Dios envió a su Hijo para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Ésto sucedió de la siguiente manera: al someterse al paganismo, Cristo era su Dios pero no el verdadero Dios, ya que no podía serlo sin el Padre. Así había arrancado el mundo al Diablo y podía hacer con él lo que quisiera. Podía guardarlo para sí mismo y gobernarlo solo en esta forma divina pero por libre obediencia no lo hizo, sino que lo entregó a su Padre, despojándose de la forma divina y haciéndose ser humano. “El cual, siendo en forma divina, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los seres humanos; y estando en la condición de ser humano, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2, 6-8). Todavía hay muchos pasajes en las Escrituras que explican y prueban que esta interpretación es correcta. También se puede, de acuerdo con esta manera, tomar todo de forma simple y literal sin tener necesidad de recurrir a muchos subterfugios y erudición.

Esto es precisamente lo grandioso de la obediencia de Cristo, que el Salvador pudo poseer todo el mundo para sí mismo y renunciar al Padre y, sin embargo, no quiso esto, sino que puso el mundo que había arrebatado al Diablo a los pies de su Padre y sufrió la muerte por la reconciliación de muchos.

Aquí también vemos qué significa la historia de la tentación de Cristo. Si no hubiera sido por la libre elección de Jesús de someterse o no al Padre, el Diablo no podría haberlo tentado en absoluto porque debía saber que sería en vano. Por lo tanto, la interpretación anterior de Schelling es correcta.

Hemos escuchado que Cristo es el verdadero Dios y ahora nuestra autoridad (3) pasa a la segunda naturaleza del mismo: el humano. Él también tiene la firme creencia que Cristo fue verdaderamente un auténtico ser humano y no, como muchos herejes piensan, una mera apariencia o el Espíritu de Dios que descendió sobre un ser humano ya existente.

Al representar al mundo contra Dios, como garantía de ello, Cristo salió de Dios y lo enfrentó. Mientras el mundo no se reconciliara de nuevo con Dios, Cristo no era Dios, sino un estado intermedio que tomó la forma de Dios a través de la derrota del paganismo, pero no era en sí mismo el verdadero estado de la divinidad. Para volver a ponerse en esto, Cristo tuvo que entregar a su Padre el mundo que había arrebatado al Diablo, tuvo que despojarse de la forma divina y someterse humildemente al Padre para asumir el castigo por la iniquidad del mundo. Esta humildad la mostró haciéndose en un ser humano, nacido de una mujer, y siendo obediente hasta la muerte, incluso la muerte en la cruz. Toda purificación y sacrificio no había sido capaz de reconciliar a Dios y había sido meramente el preludio del único gran sacrificio en el que no solo se destruyó el mal sino que también se reconcilió la ira de Dios. Ésta sólo podía ser reconciliada por la más grande, voluntaria y humilde sumisión y esto solo el Hijo podía pero no el ser humano a quien el miedo y la angustia de la conciencia, la ira apremiante de Dios, forzaba a la sumisión. Ahora Cristo también podía representar a los seres humanos ante Dios, porque a través de la adoración que le hacían, sin saberlo, se había convertido en su Señor, su Defensor. Para soportar realmente el castigo debido a la humanidad en lugar del castigo debido a él, se hizo ser humano; la decisión de hacerse ser humano es un milagro de la disposición divina. Así, el que estaba en el principio con Dios, sí, Dios mismo y después del pecado original en la “forma divina”, nació ahora en Belén como un ser humano, es decir, de María a través del Espíritu Santo sin la intervención de hombre alguno.

¿Quién se hubiera atrevido a esperar que en 1842 un filósofo, de hecho, el fundador de la nueva escuela de la blasfemia, se arrepintiera y profesara tan alegremente las principales doctrinas del cristianismo? Lo primero que siempre es puesto en duda, lo que los mediocristianos siempre han rechazado y que, sin embargo, es la piedra angular de la fe cristiana: el nacimiento de Cristo por María sin la mediación de hombre alguno, lo cual también ha sido expresado por Schelling como su convicción, esto es uno de los signos más agradables de los tiempos y el hombre altamente favorecido, que tuvo el valor de hacerlo, tiene derecho al agradecimiento de todo creyente. ¿Pero quién no reconoce aquí la mano del Señor en esta maravillosa y gloriosa providencia? ¿Quién no ve que aquí está dando a su Iglesia una señal de que no la ha abandonado y que la recuerda día y noche?

Sobre la muerte del Señor, Schelling habla de una manera igualmente cristiana y edificante. Se dice que esto se decidió desde el principio del mundo en el Consejo de los Guardianes y que es un sacrificio exigido por la mente divina. Dios es justo también con Satanás y le ha concedido tan plenamente sus derechos que entregó a su propio Hijo hasta la muerte para que todos los que creyeran en él no perecieran sino que tuvieran vida eterna, de modo que el Diablo no tuviera la más mínima razón para decir que había sido derrocado injustamente por el mayor poder de Dios. Es la majestad y la gloria del Señor mismo la que no tolera ni la más mínima aparición de tal mancha. Por lo tanto, Cristo tuvo que hacerse ser humano y tomar sobre sí mismo la iniquidad de la humanidad abandonada por Dios y sufrir la muerte en la cruz para que, a través de una muerte, muchos pudieran venir a la vida. Por eso el Señor, en su Gracia y misericordia, tuvo que sacrificarse por nosotros, respondiendo por los pecadores ante el Padre y pagando nuestra deuda, para que pudiéramos tener de nuevo acceso al trono de la Gracia. Los otros hombres también, es verdad, son uno y todos entregados a la muerte pero ninguno ha muerto como el Señor, ninguno ha sufrido tal muerte de salvación como Jesucristo. Y así también esta corona de fe, la purificación del pecado en la sangre de Cristo, ha sido una vez más salvada milagrosamente de las garras del Viejo Dragón, que ahora vaga en la forma de la sabiduría mundana y el espíritu vejatorio de los tiempos, y una vez más el Señor ha cumplido la preciosa promesa de que las puertas del infierno no prevalecerán sobre su Iglesia. Schelling continúa diciendo muy hermosamente de Cristo: “esta muerte es un milagro tan grande que ni siquiera nos atreveríamos a creerla si no la conociéramos con tanta certeza”. En su muerte, toda la humanidad fue representada: los judíos y los paganos estaban presentes y los dos lados4 de toda la raza humana. El principio de los paganos, como Cristo se había convertido en el paganismo, a través de su lucha con Satanás, tenía que morir la muerte de los paganos: la muerte en la cruz. La crucificción es solo la solución de la larga tensión en la que había estado entre los paganos, es decir, la posición extra-divina del Señor se disolvió y, a través de la muerte, se hizo de nuevo uno con Dios, como está escrito: “por cárcel y por juicio fue sacado y su generación ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes y por la rebelión de mi pueblo fue herido” (Isaías 53,8).

De la Resurrección del Señor, dice Schelling que es la prueba de que Cristo no asumió su humanidad por las apariencias, sino que seriamente y para siempre se hizo ser humano y que Dios asumió la forma y la esencia humanas de nuevo en Gracia y no sólo la humanidad en Cristo, sino toda la humanidad en general, de la cual Cristo era sólo el representante. Porque no era el pecado individual lo que disgustaba tanto a Dios que tuvo que abandonar a la humanidad por esa razón, sino que lo peor era el estado pecaminoso de toda la raza humana, vendido al Maligno y por eso Dios encuentra desagrado en el ser humano incluso antes de que haya pecado, de modo que ante Dios equivalía a un pecado ser un humano. Por eso no hay ninguna buena voluntad que le agrade a Dios, por eso no se pudo encontrar ni una sola buena obra que sea justa antes de que Dios se encontrara en el mundo, antes de que Cristo hubiera muerto y por eso también ahora solamente los creyentes pueden hacer buenas obras y tener buena voluntad. A través de la Resurrección del Señor la condición humana es nuevamente justificada ante Dios y reconocida por Dios sin más pecado. Así la justificación solo se completa a través de la Resurrección. Así que Cristo ha sido elevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios Padre, como un verdadero ser humano y un verdadero Dios, representando a la humanidad ante el Padre.

La Resurrección, pues, es una prueba más para nosotros de la inmortalidad de nuestra propia alma y la resurrección de la carne. Schelling también reconoce esto y añade que si en esta vida la carne reina sobre el espíritu, debe seguir una segunda, donde el espíritu ha dominado a la carne y donde finalmente es necesario un equilibrio de ambos lados. Esto está completamente de acuerdo con la enseñanza de la Escritura, ya que el último estado después de la resurrección y el Juicio Final, después de la transfiguración del cuerpo, no es otra cosa que lo que Schelling llama el equilibrio entre el alma y el cuerpo. Schelling también ofrece una conjetura sobre la condición de los impenitentes y condenados que han muerto en la incredulidad, la dureza de corazón y los pecados. Él sostiene la segunda, la muerte eterna por un morir eterno sin poder llegar nunca a la muerte real. Parece mejor abstenerse de reflexionar sobre esto y dejar que el Señor decida cómo quiere castigar y atormentar a sus despreciadores y blasfemos.

Finalmente, sin embargo, el querido Schelling da el siguiente testimonio invaluable de la Resurrección de nuestro Señor y Salvador Jesucristo: esta Resurrección es un destello de la historia interior en la historia exterior. Cualquiera que niegue tales hechos, la historia del Reino de Dios para él no será más que una serie de acontecimientos externos y coincidentes sin ningún contenido divino, sin lo trascendente (lo que va más allá de la razón), que es la única historia propiamente dicha. Sin ella, la historia es sólo una cuestión externa de la memoria, nunca un verdadero y completo conocimiento de los acontecimientos. Esta es una palabra hermosa y cristiana, mientras que el parloteo de la sabiduría mundana sobre la presencia de Dios en la historia y el desarrollo de la conciencia de la especie es una vana tontería y una blasfemia. Porque si estos orgullosos seductores de la juventud tienen a su dios en la historia de todos los pecados y crímenes humanos, ¿dónde puede el dios permanecer fuera de estos pecados? Estos burlones no quieren darse cuenta de que toda la historia del mundo es una proliferación de toda clase de injusticia, maldad, asesinato, adulterio, fornicación, robo, blasfemia, iniquidad, ira, enojo y borrachera, las cuales se lanzarían infaliblemente al infierno y al mundo entero con ellos si no se viera por todas partes la mano salvadora de Dios, que frena y controla el mal y esta vergonzosa escena de blasfemia es su cielo, toda su inmortalidad, ellos mismos lo han dicho abiertamente. Pero estas son las finas consecuencias de echar fuera de la historia todas las acciones divinas. Dios se venga de ellos cerrando su mente a su verdadera naturaleza y permitiéndoles hacer un dios para sí mismos que es menos aún que un ídolo sordo de madera y paja, que es un vago fantasma de aire, un así llamado espíritu del mundo y espíritu de la historia. Hemos visto lo que surge de tal consideración de la historia, cuyo principal impulsor es Hegel, quien tiene una mala reputación entre todos los buenos cristianos. Así que sostengamos contra eso la imagen de la historia que un hombre de Dios, como Schelling, esboza.

Entre los doce, dice Schelling, que siempre rodearon al Señor y fueron designados por él como apóstoles, había tres en particular a quienes, en cada oportunidad, indultó antes que a los demás: Pedro, Santiago y Juan. En estos tres se dan los modelos de toda la Iglesia Cristiana, si aceptamos como sucesor de Santiago, quien antes fue asesinado por el nombre de Cristo, a Pablo, quien se convirtió más o menos al mismo tiempo. Pedro, Pablo y Juan son los gobernantes de tres períodos diferentes de la Iglesia Cristiana, como en el Antiguo Testamento Moisés, Elías y Juan el Bautista fueron los tres representantes de tres períodos. Moisés fue el legislador, a través del cual el Señor puso los cimientos. Elías, el espíritu ardiente, que trajo nuevamente vida y actividad al inerte y apóstata pueblo. Juan el Bautista, el consumador, que transfirió el Antiguo Testamento al Nuevo. Así también para la Iglesia del Nuevo Testamento, Pedro fue Moisés, el fundador, a través del cual la esencia judía de ese tiempo fue representada en la Iglesia Cristiana; Pablo fue el impulsivo y ardiente Elías, quien no permitió que los creyentes se volvieran tibios ni se durmieran y representó la esencia del paganismo: la educación, la erudición y la sabiduría mundana -en la medida en que se sometía la fe-. Pero Juan será de nuevo el consumador, el que está apuntando al futuro, pues a aquellos a quienes el Señor ama, les da la tarea de acabar. Así escribió también Juan, ya en su vida apuntando al futuro, el Apocalipsis. La Iglesia del Apóstol Pedro es ahora la Católica, cuyo culto ceremonial así como su doctrina de las buenas obras están de acuerdo con la ley judía y no se puede negar que la palabra del Señor: “tú eres Pedro y sobre esta roca quiero yo mi Iglesia edificar y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella”, se refieren a la Iglesia que él fundó. Como él negó al Señor tres veces, así también puede demostrarse que la Iglesia Romana ha negado al Señor tres veces. Primero, cuando ella misma aspiraba a un dominio mundano; luego, cuando supo cómo usar el poder mundano para sus propios propósitos y, por último, cuando se entregó al poder mundano como un medio para sus fines. La segunda Iglesia, la del apóstol Pablo, es ahora la Iglesia Protestante, en la que predomina la erudición y toda la sabiduría divina, es decir, la esencia de los cristianos que han venido del paganismo y en la que, en lugar de lo fijo, lo permanente de la Iglesia Católica, entra ahora la vida dinámica y partidista de la Iglesia Evangélica, que se desintegra en muchas sectas. ¡Quién sabe si la versificación y aspiración de estos cristianos paganos no serán finalmente más beneficiosas para el Reino de Dios que las de los cristianos judíos!

Pero ninguna de estas dos partes es la verdadera y última Iglesia del Señor, sino que ésta será sólo la que atraviese desde el fundamento Pedro, pasando por Pablo hasta Juan y así prepare los últimos tiempos. Esta última Iglesia es la Iglesia del amor, ya que Juan fue el mensajero del amor. La consumación de la Iglesia, en cuyos tiempos será la gran apostasía profetizada del fin, será seguida por el Juicio Final. Se han construido muchas Iglesias para todos los Apóstoles pero muy pocas para San Juan. Si tuviera que construir una Iglesia, se la dedicaría a él. Sin embargo, un día se construirá una Iglesia para los tres Apóstoles y ésta será la última, el verdadero panteón cristiano.

Estas son las palabras con las que el primer filósofo verdaderamente cristiano concluyó sus conferencias y así lo hubiéramos seguido hasta el final. El autor de estas líneas cree haber mostrado suficientemente el instrumento elegido que el Señor ha despertado para su Iglesia en este apreciado hombre. Este es el hombre que expulsará a los paganos del mundo actual, los cuales mueven ahí de diversa forma su esencia: como gente mundana, como Joven Alemania, como filósofos y como quiera que se llamen a sí mismos. En efecto, cuando uno entraba en la sala donde Schelling daba sus conferencias y escuchaba a esta gente burlarse y bromear sobre el elegido entre los sabios del mundo, uno tenía que recordar al Apóstol Pablo cuando predicaba en Atenas. Es como si la historia se repitiera, como está narrado en Hechos 17,16 ss., donde las palabras rezan: “Pero mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se irritó dentro de él porque veía la ciudad muy idólatra. Y hablaba a los judíos y a los temerosos de Dios en la sinagoga y también, todos los días, en el mercado a los que venían. Pero varios de los filósofos epicúreos y estoicos disputaron con él. Y algunos decían: ‘¿Qué quiere decir este palabrero?’ Pero otros: ‘Parece como si quisiera predicar nuevos dioses’. Eso hizo, predicando a ellos el Evangelio de Jesús y la Resurrección”.

Schelling también pudo haberse enojado aquí en Berlín, ya que vio la ciudad adsolutamente idolátrica. Porque ¿dónde se practica más idolatría con las cosas terrenales, con las riquezas y la gloria de este mundo, con el propio y querido ego y dónde está el verdadero Dios más apartado que precisamente aquí? ¿Dónde la vida del mundo, con su opulencia, su lujo y su esplendor hueco y vano, con sus vicios relucientes y pecados embellecidos se ha elevado a un nivel más alto que precisamente aquí? ¿No quisieron sus eruditos, sus escritores superficiales y poco cristianos adularle cuando, tan a menudo, compararon su ciudad con Atenas? ¡Oh, qué amarga verdad te dijeron! Sí, Atenas llena de orgullosa educación y civilización pagana, la cual ciega los ojos a la simple verdad del Evangelio; Atenas llena de brillo y glamour y gloria terrenal, llena de bienestar y holganza confortable que se estira y bosteza en un suave y miserable lecho y encuentra la palabra de la Cruz demasiado aburrida y el arrepentimiento demasiado agotador; Atenas llena de voluptuosa y salvaje embriaguez y delirio sensual, en la que la fuerte voz de la conciencia gritó y fue vencida, la inquietud y la agonía interior ocultas bajo una cubierta brillante! Sí, Atenas llena de soberbios sabios mundanos que se quiebran la cabeza por el Ser y la Nada y otras cosas rancias y que hace mucho que terminaron con Dios y el mundo, pero que se ríen de la palabra de humillación y pobreza de espíritu como una estupidez y una curiosidad de tiempos pasados; Atenas llena de eruditos escrupulosos que se saben de memoria todas las clases de infusorios y todos los capítulos de la ley romana y se olvidan de la salvación eterna que es la dicha de las almas! Allí tambien un Schelling podría muy bien enojarse como una vez lo hizo Pablo cuando entró en una ciudad así. Y cuando llegó allí, los sabios del mundo hablaron como lo hicieron en otros tiempos los epicúreos y estoicos en Atenas: “¿Qué quiere decir este charlatán?” Ya hablaban mal de él antes de que abriera la boca, lo insultaron incluso antes de que hubiera entrado en su ciudad. Pero veamos cómo la Sagrada Escritura nos cuenta más: “Pero lo tomaron y lo llevaron al lugar del juicio y dijeron ‘¿Podemos saber nosotros también qué tipo de doctrina nueva estás enseñando? Porque traes algo nuevo ante nuestros oídos. Así que nos gustaría escuchar lo que es’. Pero todos los atenienses, incluidos los extranjeros y los invitados, no se concentraron en otra cosa más que a decir y oír algo nuevo”.

Bueno, ¿no es así como los berlineses viven y respiran? ¿No están también demasiado concentrados solo en escuchar y ver algo nuevo? Vaya a sus cafeterías y pastelerías y vea cómo los nuevos atenienses corren detrás de los periódicos, mientras que la Biblia está polvorienta en casa y ningún ser humano la toca. Escucha cuando se juntan para ver si su saludo es diferente a: ¿Qué hay de nuevo? ¿Nada nuevo? Siempre algo nuevo, siempre algo sin precedentes, de lo contrario se aburren hasta la muerte con toda su educación, su magnificencia y sus placeres. ¿A quién consideran amable, interesante y digno de mención? ¿Al que está más iluminado por el Espíritu Santo? No, el que siempre sabe cómo contar la mayoría de las novedades. ¿Qué es lo que más les preocupa? ¿Si se ha convertido un pecador, de lo cual se alegran los ángeles de Dios? No, qué historias de escandalo han ocurrido durante la noche, ¡lo que se informa en el “Leipziger Allgemeine Zeitung” de Berlín! Pero sobre todo, la cría de víboras por parte de los políticos y oradores de cervecerías es lo peor y lo más ansioso de noticias. Estos hipócritas se mezclan de la manera más descarada en el gobierno, en lugar de dejar al rey lo que es del rey. Y no se preocupan ni un momento por la salvación de sus almas inmortales. Quieren quitar la astilla del ojo del gobierno y no quieren notar la viga en su propio ojo incrédulo, que está ciego al amor de Cristo. Estos son muy especiales, como los atenienses de antaño que también merodeaban por el mercado todo el día buscando nuevas noticias y, por otro lado, yacía la vieja verdad intacta en sus armarios. ¿Qué más querían de Schelling sino oír algo nuevo, y cómo levantaron la nariz cuando les trajo solo el viejo Evangelio? ¡Cuán pocos eran los que no siempre buscaban cosas nuevas, sino que solo exigían la vieja verdad de Schelling: la Palabra de Salvación a través de Cristo Jesús!

Y así es con toda la historia, como allí con Pablo, así aquí con Schelling. Escucharon su sermón con rostros críticos, sonrieron elegantemente aquí y allá, sacudieron la cabeza, se miraron a sí mismos de manera significativa y luego a Schelling con lástima y cuando escucharon la resurrección de los muertos, se burlaron de él (Hechos 17,32). Solo unos pocos se adhirieron a él porque actualmente, como en Atenas, la resurrección de los muertos es su principal molestia. La mayoría de ellos son lo suficientemente honestos como para no querer saber nada de la inmortalidad. La minoría admite una inmortalidad del alma muy incierta, vacilante y brumosa pero deja que el cuerpo se pudra para siempre. Y todos son iguales en mofarse de la resurrección real, definitiva y abierta de la carne y la consideran una cosa imposible, como si no estuviera escrito: “para Dios nada es imposible”.

Pero todavía nos queda hacer una observación más cuando volvamos a la historia de la Iglesia de Cristo presentada al lector creyente como se nos expuso a modo de ejemplo en los tres apóstoles: Pedro, Pablo y Juan. De esto se deduce que es altamente injusto y pecaminoso contra el mandato del mismo Dios si nosotros, como algunos hacen aún hoy, queremos despreciar y menospreciar a la Iglesia Católica frente a la nuestra. Porque está, como la Protestante, igualmente predestinada por el Consejo Divino y podemos aprender mucho de ella. La Iglesia Católica todavía tiene la antigua disciplina de la Iglesia Apostólica, la cual se ha perdido completamente con nosotros. Sabemos por las Escrituras que los Apóstoles y las congregaciones expulsaron de la comunión del Espírtu Santo a los incrédulos, a los falsos maestros y a los pecadores que eran escándalo para la congregación. Pablo nos dice en 1 Corintios 5,3-5: “Yo, aunque no estoy presente con el cuerpo, sino presente con el espíritu, ya he juzgado como presente sobre aquel que ha hecho tales cosas: En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, en su asamblea con mi espíritu y con el poder de nuestro Señor Jesucristo: que el tal sea entregado a Satanás para la destrucción de la carne, con el fin de que el espíritu se salve en el día de nuestro Señor Jesús”.¿No le dijo Cristo a Petro: “Y te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra será atado en el cielo y lo que desates en la tierra será desatado en el cielo?” (Mateo 16,19). ¿No dijo a todos sus discípulos después de la Resurrección: “A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”? (Juan 20, 23). Tales pasajes de la Sagrada Escritura se refieren a una vigorosa disciplina eclesiástica, tal como floreció en la Iglesia Apostólica y todavía existe entre los católicos. Y si la Iglesia Apostólica es nuestro modelo y la Sagrada Escritura nuestro principio rector, también nosotros debemos esforzarnos por restaurar esa antigua institución y, considerando la furia con la que el malvado enemigo persigue y ataca hoy en día a la Iglesia del Señor, haríamos bien en armarnos no sólo interiormente con la fe y la esperanza, sino también exteriormente mediante el fortalecimiento de la comunidad en el espíritu y la expulsión de los falsos profetas. El lobo no debe entrar en la manada sin ser expulsado nuevamente. Además, el celibato de los sacerdotes católicos no puede ser rechazado por completo. Está escrito en Mateo 19, 10-12: “Los discípulos le dijeron: ‘Si la relación de un hombre con su esposa es así, no es bueno casarse’. Pero él les dijo: ‘La palabra no es para todo el mundo, sino para aquellos a los que se les da. Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres y hay eunucos que se hicieron eunucos por el Reino de los Cielos. El que pueda recibirlo, que lo reciba’”. En 1 Corintios 7 se habla, desde el principio hasta el final, de las ventajas del estado célibe sobre el estado casado, sólo citaré algunos pasajes de él. En los versículos 1.2 se dice: “Está bien que un hombre no toque a una mujer, pero por el bien de la fornicación cada hombre tiene su propia esposa, y cada mujer tiene su propio marido”. Versículo 8: “Digo a los solteros y a las viudas: ‘Es bueno para ellos que permanezcan como yo’”. Versículo 27: “Pero cuando estés libre de la esposa, no busques ninguna esposa”. Versículos 32.33: “El soltero se preocupa por lo que es del Señor, cómo agradar al Señor; pero el que es libre se preocupa por lo que pertenece al mundo, por cómo agradar a la mujer”. Versículo 38ss: “Finalmente, quien se casa hace bien, pero el que no está casado lo hace mejor. La mujer está sujeta a la ley mientras viva su marido; pero si su marido se muere, ella queda libre de casarse con quien quiera; solo que sea frente al Señor. Pero ella, en mi opinión, es más feliz si permanece así. Y creo que también tengo el Espíritu de Dios”. Estos dichos son lo suficientemente claros y es difícil entender cómo, con tales regulaciones, la clase célibe podría caer tan mal entre los protestantes. Así vemos que la Iglesia Católica está más cerca de la Sagrada Escritura que nosotros en algunos aspectos y no tenemos ninguna razón para despreciarla. Por el contrario, nuestros hermanos en la Iglesia Católica, si son creyentes y temerosos de Dios, están más cerca de nosotros que los protestantes apóstatas y no cristianos. Y es hora ya de que comencemos a preparar la Iglesia de San Juan uniéndonos con los católicos contra los enemigos comunes que amenazan a toda la Cristiandad. Ya no hay tiempo para discutir sobre las diferencias entre las confesiones individuales, tenemos que dejar eso al Señor después de que los humanos no hemos podido dejarlo claro en trescientos años. Debemos vigilar y rezar y estar preparados todo el tiempo, “ceñidos con la verdad y vestidos con la coraza de la justicia y nuestros pies calzados con la preparación del Evangelio de la paz. Pero sobre todo, debemos tomar el escudo de la fe, con el cual podremos apagar todos los dardos de fuego de los malvados. Y tomar el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6,14-17). Porque los tiempos son malos y “el adversario, como león rugiente, anda alrededor buscando a quién devorar” (1 Pedro 5,8). Y si se le permite al autor expresar su humilde opinión, donde tantos hombres piadosos e iluminados podrían hablar, es de la idea de que la Iglesia de San Juan y con ella los últimos días están a la puerta. ¡Quién ha observado los acontecimientos de los últimos años con respecto al Señor sin darse cuenta de que se avecinan grandes cosas y de que la mano del Señor actúa en los acontecimientos de los reyes y de los países! Desde la atroz Revolución Francesa, un espíritu diabólico completamente nuevo ha entrado en una gran parte de la humanidad y el ateísmo ha levantado su cabeza tan descarado y arrogantemente que uno debe pensar que las profecías de la Escritura se están cumpliendo ahora. Pero veamos lo que la Escritura dice sobre el ateísmo de los últimos tiempos. El Señor Jesús dice en Mateo 24, 11-14: “Y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos. Y mientras prevalezca la injusticia, el amor se enfriará en muchos. Pero quien persevere hasta el fin, ése se salvará. Y el Evangelio del Reino será predicado en todo el mundo, como testimonio para todas las naciones, y entonces vendrá el fin. Y en 24: “Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que, si es posible, engañarán a los mismos elegidos”. Y Pablo dice en 2 Tesalonicenses 2, 3ss: “Se manifestará el hombre de pecado y el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; según la actuación de Satanás con todo poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de injusticia en los que se pierden, porque no recibieron el amor de la verdad para ser salvados”. Y por esta causa, Dios les enviará fuertes errores para que crean la mentira, con el fin de que sean juzgados todos los que no crean en la verdad pero se complacen en la injusticia. Y en 1 Timoteo 4, 1: “Pero el Espíritu dice claramente que en los últimos días algunos dejarán la fe y seguirán los espíritus seductores y las doctrinas de los demonios”. ¿No es esto como si el Señor y Pablo vieran nuestro tiempo ante sus ojos como si estuviera vivo? La caída general del Reino de Dios es cada vez mayor, la impiedad y la blasfemia son cada vez más descaradas, como dice Pedro en su 2ª. carta 3,3: “Y sepan que en los últimos días vendrán burladores que andan tras sus propias concupiscencias”. Todos los enemigos de Dios se unen y atacan a los creyentes con todas las armas posibles. Los indiferentes, que se entregan a la lujuria de este mundo y para quienes la palabra de la Cruz es demasiado aburrida, ahora se unen, aguijoneados por la conciencia, a los sabios mundanos ateos y por sus doctrinas tratan de adormecer al gusano interior. Éstos, en cambio, niegan con la frente abierta todo lo que no se puede ver con los ojos, a Dios y a toda la vida después de la muerte, y huelga decir que este mundo es lo más elevado para ellos, este mundo con sus placeres carnales: comer, beber y prostitución. Estos son los peores de los paganos, los cuales se han endurecido y obstinado contra el Evangelio y de los que el Señor dice que, en el Juicio Final, será más tolerable con los habitantes de Sodoma y Gomorra que con ellos. Ya no es indiferencia ni frialdad contra el Señor, no, es una animadversión abierta y declarada. Y en lugar de todas las sectas y partidos ahora sólo tenemos dos: los cristianos y los anticristianos. Pero el que tenga ojos para ver que vea y no los ciegue porque ahora no es el momento de dormir ni de poner excusas, pues donde los signos de los tiempos hablan con tanta claridad es importante prestarles atención y escudriñar las palabras de la profecía, que no nos ha sido dada en vano. Vemos falsos profetas entre nosotros, y les es dado hablar grandes cosas y blasfemar y abren sus bocas contra Dios para blasfemar su nombre, su tabernáculo y a los que habitan en el cielo. Y les es dado reñir con los santos y vencerlos (así parece) en Apocalipsis 13,5-7. Toda la vergüenza, el respeto y la reverencia se han desvanecido de ellos y las abominables burlas de un Voltaire son un juego de niños comparadas con la horrible seriedad y la deliberada blasfemia de estos seductores. Deambulan por Alemania y quieren colarse por todas partes, predican sus doctrinas satánicas en los mercados y llevan el estandarte del Diablo de una ciudad a otra, atrayendo a los pobres jóvenes detrás de ellos para arrojarlos en el más profundo abismo del infierno y caer en la muerte. La tentación se ha ido de las manos de una manera inaudita, y el hecho de que el Señor lo permita no puede ser sino un propósito especial. ¿Debería entonces decirse también de nosotros: “Hipócritas, pueden juzgar la forma del cielo pero no pueden discernir también los signos de este tiempo?” (Mateo 16,3). ¡No!, debemos abrir los ojos y mirar a nuestro alrededor; el tiempo es importante y hay que vigilar y orar para no caer en la tentación y que el Señor, que vendrá como un ladrón en la noche, no nos encuentre dormidos. Vendrá gran aflicción y tentación sobre nosotros pero el Señor no nos abandonará, porque ha dicho en Apocalipsis 3,5: “El que venza será vestido con ropas blancas y no borraré su nombre del libro de la vida y confesaré su nombre delante de mi Padre y de sus ángeles”. Y en el vesículo 11: “Mira, yo vengo pronto. Asegura lo que tienes para que nadie tome tu corona”. Amén.


Notas

* Hay muchos materiales de Engels, de su etapa de juventud, en especial de la anterior al encuentro con Marx, que no se han traducido a otros idiomas, Memoria. Revista de crítica militante pone hoy a disposición de sus lectores este importante trabajo sobre Schelling, entre cuyos temas se configuran diferencias entre opciones de ruptura con y al interior de la Cristiandad, y el debate que, en esa época, se daba, en Berlín, entre la escuela de los post hegelianos. El texto tiene una enorme actualidad alrededor de la discusión mundial sobre los temas de lo teológico-político, y creemos estar aportando un material valioso para animar esa discusión en el medio filosófico en lengua castellana. La traducción del alemán a nuestro idioma fue realizada por Juan Manuel Contreras Colín y Heidi Dení Contreras Godfrey. La edición original procede de Karl Marx – Friedrich Engels. Ergänzungsband. Schriften, Manuskripte, Briefe bis 1844. Zweiter Teil. (Volumen suplementario. Escritos, manuscritos, correpondencia hasta 1844. Segunda parte) Dietz Verlag, Berlin, 1967, págs. 225-245. La edición en inglés corresponde a la Marx & Engels Collected Works. Volumen 2 Frederick Engels 1838-42, Lawrence & Wishart, Electric Book, 2010, pp. 241-264. Fue escrito a principios de 1842, y publicado por primera vez como un panfleto anónimo en Berlín en 1842.

  1 Imagen bíblica que puede significar “para no estar de flojo aquí”, “para hacer algo aquí”.

  2 Expresión de la época que se empleaba para indicar que “algo no servía” o “era inútil”.

  3 Aquí se refiere a Schelling.

  4 Aquí se refiere a las mujeres y los hombres.