LA POLÍTICA EXTERIOR DEL PRIMER GOBIERNO DE LA CUARTA TRANSFORMACIÓN HACIA LATINOAMÉRICA. UNA AGENDA CARGADA DE FUTURO

Introducción:

México cierra un ciclo político impuesto por la agenda electoral y no así por el agotamiento de su proyecto de transformación social, que continuará con Claudia Sheinbaum, la primera mujer en llegar a la presidencia del país. 

El fin del sexenio de Andrés Manuel López Obrador exige un balance en múltiples materias. Ha corrido mucha tinta con ese propósito, pero quizá falta uno que haga justicia a la política exterior que ejerció el presidente y a su apuesta por una América Latina más democrática, más soberana y más digna. Este ensayo se enfoca en repensar e hilar hechos que podrían parecer dispersos, pero responden a una estrategia política precisa hacia la región.      

La ausencia de México en la primavera latinoamericana

Durante casi todo el siglo XX, los sucesivos gobiernos de México se situaron arriba y a la derecha de una Latinoamérica que reclamaba transformaciones en favor de las mayorías. A fines de ese siglo y principios del XXI, inició un maremoto de cambios políticos y sociales progresistas que aún está en marcha. 

Durante los 70 años (1929-2000) que gobernó el Partido Revolucionario Institucional, PRI, el gobierno mexicano mantuvo una política exterior con la región basada en el principio de la no intervención, autodeterminación y la resolución pacífica de los conflictos. Sin embargo, mientras México brindaba asilo y protección a las y los revolucionarios del Cono Sur durante las dictaduras del Plan Cóndor, -como años antes lo habría hecho el propio Lázaro Cárdenas con el exilio español-, o apoyaba esfuerzos por la pacificación en Centroamérica (Grupo Contadora), fronteras adentro perseguía y aniquilaba a la disidencia y reprimía los esfuerzos de cambio social de las organizaciones campesinas, sociales y populares que escapaban del sindicalismo corporativo de la CTM, la CROM y la CROC, por mencionar algunos de los aparatos de control del régimen confeccionados por el partido-Estado post-revolucionario.

Con los gobiernos del conservador Partido Acción Nacional, PAN (2000-2012), se perdió hasta la mínima decencia de los gobiernos del PRI en materia diplomática, llegando a la grosería extrema del “comes y te vas”, vergonzosa indicación de Vicente Fox al comandante Fidel Castro Ruz en el marco de la Cumbre Extraordinaria de las Américas (Monterrey, marzo de 2002) para evitar que el entonces presidente George W. Bush tuviera el disgusto de un eventual encuentro con el mandatario cubano. Exhibida su grosería, lejos de recular, Fox escaló las asperezas hasta expulsar del país al embajador cubano y romper relaciones con Cuba.

Fuera de estas viñetas que develan la visión de los gobernantes del periodo neoliberal y neocolonial, uno de los principales hitos de la política exterior del panismo fue firmar la adhesión de México la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN), un nuevo acuerdo trinacional que profundizaba la subordinación de nuestro país a los Estados Unidos, amplificando la influencia del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN). De la misma forma, se puso en marcha la Iniciativa Mérida, calco y copia del Plan Colombia del expresidente Álvaro Uribe Vélez. Ambos, programas de seguridad trasnacional confeccionados en Estados Unidos para su implementación por gobiernos afines.

Durante casi cuatro décadas, México parecía transitar en otro tiempo y espacio que el resto de Latinoamérica, en plena efervescencia revolucionaria y con estallidos populares que modificaron el mapa político de la región al conquistar espacios de poder con una legitimidad incuestionable. A partir de ella, transformaron las estructuras de desigualdad social -y del poder mismo con novedosos procesos constituyentes- en la región andina; con su correlato y sus propias intensidades en Argentina y Brasil.

La desconexión era tal que, mientras en algunos países de la región andina y el Cono Sur se nacionalizaban recursos estratégicos y se redistribuía la renta priorizando a las mayorías empobrecidas por el modelo neoliberal, en México el entonces presidente Fox proponía gravar medicinas y alimentos con 15% de impuesto al valor agregado, IVA, así como incrementar el precio mensual del gas doméstico. Si bien la movilización social pudo frenar esas contrarreformas, no pudo hacer mucho ante el desfalco del Estado, la privatización de los bienes públicos y la conculcación de derechos sociales mediante otras medidas de “ajuste estructural”. 

Un giro a la izquierda, el reencuentro con el Sur

En el año 2018, México dio el giro a la izquierda que los fraudes electorales y mediáticos habían impedido en 2006 y 2012 y se hizo del gobierno con Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en la Presidencia. ¿De qué manera este cambio impactó en las relaciones con América Latina?, ¿Qué tipo de política exterior impulsó el primer gobierno de la llamada “Cuarta Transformación”? 

¿El saldo de dos embajadoras y un embajador mexicanos expulsados de los países en los que cumplían sus misiones diplomáticas durante el sexenio de López Obrador, es resultado de acciones aisladas y exabruptos del presidente -como lo presentan los medios corporativos-, o forman parte de una inédita política de reposicionamiento de México en la arena internacional? Que, dicho sea de paso, parece ir más allá de la defensa férrea del principio de la no intervención y se plantea el reforzamiento de la soberanía y la construcción de un proyecto popular para América Latina.

El análisis que realizamos, basado en los hechos más significativos en materia internacional que involucran al gobierno de AMLO, nos lleva a afirmar que se trata de lo último. Más todavía, la política de justicia social que abandera dicho gobierno rebasó la escala nacional y dibujó una agenda latinoamericana en clave soberana y de autodeterminación que reposiciona a nuestro país en el escenario internacional. Veamos por qué. 

La 4T y su política para Latinoamérica 

A estas alturas no cabe duda de que las transformaciones del sexenio de AMLO en el plano económico, político y social de México han modificado las viejas lógicas de poder. Nos encontramos en un momento histórico particular en el que las mayorías del país refrendaron su apoyo a este proyecto, abanderado por la Cuarta Transformación, un bloque amplio y heterogéneo de izquierda social y electoral.

Por razones de espacio, no profundizaremos sobre las cualidades y la magnitud de esta transformación al interior de nuestro país; por ahora nos interesa valorar la impronta del gobierno de AMLO en la política exterior, específicamente en su relación con América Latina.

En el marco de la celebración oficial por los 238 años del natalicio de Simón Bolívar el año 2021, un acto cargado de simbolismos, López Obrador dejó entrever las claves de una consistente política para la región basada en el reconocimiento y fortalecimiento del multilateralismo, el ascenso de China como actor protagónico en el sistema internacional y el anacronismo de la Doctrina Monroe. 

Desde ahí, AMLO lanzó varios mensajes al gobierno de Estados Unidos, “Es ya inaceptable la política de los últimos dos siglos, caracterizada por invasiones para poner o quitar gobernantes al antojo de la superpotencia.” Criticó la política migratoria de ese país contra México y vaticinó el declive comercial de esta potencia, pues de continuar con las tendencias actuales, “para el 2051, China tendría el dominio del 64.8 por ciento del mercado mundial, y Estados Unidos entre el cuatro y 10 por ciento, lo cual, insisto, además de una desproporción inaceptable en el terreno económico, mantendría viva la tentación de apostar a resolver esta disparidad con el uso de la fuerza, lo que nos pondría en peligro a todos.”

En esa misma tribuna se posicionó a favor de la autodeterminación de Cuba y condenó el genocida bloqueo que el gobierno de Estados Unidos mantiene desde hace más de 60 años contra la Isla. También cuestionó fuertemente a la Organización de Estados Americanos, OEA, de la que propuso su sustitución: “No debe descartarse la sustitución de la OEA, por un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie, sino mediador a petición y aceptación de las partes en conflicto en asuntos de derechos humanos y de democracia”. 

Ya en 2019, en el marco del golpe de Estado contra Evo Morales, la diplomacia mexicana acusó a ese organismo regional de intervencionismo y demandó “el respeto del orden constitucional y de la democracia en Bolivia.” La política de México a favor de la restauración de la democracia y del legitimo gobierno de Evo Morales fue contundente, al punto de enviar un avión de la Fuerza Aérea Mexicana para trasladar al ex presidente de su refugio en la zona del Chapare rumbo a México, donde obtuvo asilo político junto a buena parte de su gabinete. 

Los detalles de esta misión, los devela el propio Andrés Manuel en su libro “A mitad del camino”, en el que publica la relatoría sobre “La misión Bolivia” que realizó la Secretaría de la Defensa del Gobierno de México y cuyo objetivo era uno: “Traer a salvo a México al señor Evo Morales”. No vamos a ahondar en detalles de este evento, pero conviene recordar las dificultades que afrontó la misión. Las más conocidas fueron las revocaciones de los permisos de sobrevuelo o aterrizaje en Bolivia, Perú y Ecuador, pero no es simple retórica decir que México salvó la vida del expresidente.  Fue menos conocido el ataque directo que sufrió el piloto aviador Miguel Eduardo Hernández tras el abordaje de Evo Morales a la Aeronave 3916 del Escuadrón Aéreo 501:

(…) “un grupo de tres personas armadas portando el uniforme del ejército boliviano, se dirigieron desde el extremo norte de la plataforma hacia la aeronave, encontrándose con el piloto ordenándole uno de ellos levantar los brazos, diciéndole que bajarían a Evo Morales de su avión (…) otro de los individuos se le aproximó por detrás y lo golpeó en la espalda baja con la culata de un arma larga (…) otro de los individuos, también uniformado, le golpeó en el abdomen con el rompeflamas de un fusil automático ligero, cargando su arma y apuntándole al pecho”.  

Por si eso fuera poco, la embajada mexicana en La Paz, Bolivia, fue objeto de asedio durante casi un año por parte de los grupos golpistas que, en repetidas ocasiones, cortaron la luz o el agua de la sede diplomática, invadieron con drones su espacio aéreo e incluso sobrevolaron con aeronaves de la fuerza armada boliviana las instalaciones. El personal diplomático mexicano fue agredido por la policía boliviana cuando acompañaba a algunas de las personas asiladas en su sede a salir del país con los salvoconductos correspondientes.

Sin embargo, y por paradójico que parezca, el golpismo boliviano no se atrevió a violar abiertamente la inmunidad diplomática y secuestrar a asilados políticos, como sí lo hizo el gobierno de Daniel Noboa en 2024 con el ignominioso allanamiento de la embajada mexicana en Quito y el secuestro del exvicepresidente Jorge Glas, que se encontraba en condición de asilado. 

Sin ambages y con un discurso juarista, López Obrador y su gobierno mantuvieron una férrea defensa de la soberanía y autodeterminación de los pueblos, interpelaron a quienes rompieron democracias, persiguieron y encarcelaron presidentes electos democráticamente y masacraron a ciudadanos de a pie que resistían los nuevos golpes de Estado. 

El cuerpo diplomático mexicano tuvo una actuación honrosa y heroica al anteponer sus propios cuerpos y arriesgar su integridad para proteger a las personas asiladas en sus embajadas. María Teresa Mercado y Pablo Monroy, embajadores de México en Bolivia y Perú, respectivamente, salvaron junto a AMLO las vidas de Evo Morales, Álvaro García Linera y Luis Arce Catacora (actual presidente boliviano). Así como la de la familia de Pedro Castillo, expresidente de Perú. Raquel Serur y Roberto Canseco fueron impedidos a la fuerza de salvaguardar al exvicepresidente Glas.

Simultáneamente, AMLO buscó reforzar espacios de integración como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), al tiempo que cuestionó fuertemente a la OEA y su reiterado injerencismo en la región, solicitando ante el pleno de ese organismo su disolución. 

El 24 de octubre de 2023, en un osado movimiento, el presidente mexicano solicitó formalmente a su homólogo norteamericano, Joe Biden, dejar sin efecto “todas las medidas de bloqueo a Cuba y las sanciones impuestas a Venezuela” así como “establecer formalmente, lo más pronto posible, un diálogo abierto y bilateral con los Gobiernos de estos países”. 

Para sorpresa de algunos, México respaldó al pueblo y gobierno venezolanos, cuando otros presidentes latinoamericanos se prestaron al juego de la ya conocida maniobra de invocar sin pruebas la existencia de “fraude electoral” para robar las elecciones que no ganan en las urnas. Las grotescas declaraciones del presidente Gabriel Boric contra su par venezolano y triunfador de las elecciones Nicolás Maduro, la tibieza y torpeza con las que los presidentes Lula da Silva y Gustavo Petro se manejaron respecto a las elecciones de ese país en julio pasado, contrastan con la lucidez y dignidad de un mandatario como López Obrador, respetuoso del orden internacional y la democracia.

López Obrador llenó el vacío de liderazgo regional existente en un contexto de inestabilidad alimentado deliberadamente para romper el marco legal en diferentes países (Bolivia, Perú, Venezuela, Brasil, Honduras, Colombia). 

Más allá de la región latinoamericana, AMLO abanderó causas tan relevantes como la libertad de Julián Assange, fundador de Wikileaks, intercediendo a su favor de manera directa frente a los presidentes Donald Trump y Joe Biden y ofreciendo asilo político al periodista australiano. 

Estas acciones tienen algo en común: representan la defensa de la soberanía y el apoyo a los gobiernos legítimos asediados o derrocados por intereses ajenos a sus pueblos. Lejos de ser hechos aislados o reactivos, son parte de una política consistente de defensa de los principios y disposiciones del derecho y los tratados internacionales, pero también forman parte de una apuesta por el fortalecimiento de los proyectos progresistas en la región acechados por el bloque conservador supranacional.

Los golpes duros o blandos, el impeachment​​​, el lawfare, el desafuero y otros artilugios de intervención contra gobiernos legítimos se inscriben en una estrategia de control geopolítico enfocada en recuperar territorios y recursos indispensables para la etapa actual del capitalismo. 

Litio, petróleo, gas y agua, son tan solo algunos de los recursos estratégicos que disputan las potencias mundiales a las naciones del Sur global. Su control y uso dependerán del tipo de gobierno y los márgenes de soberanía que éstos y sus pueblos le puedan imprimir. México, por los más de tres mil kilómetros de frontera compartida con el hegemón en crisis y por las importantes reservas de recursos que posee, se sitúa en una condición de vulnerabilidad que requerirá del acompañamiento de las fuerzas progresistas del país y la región.

Lo que está en juego no es menor, se trata de la viabilidad de otro proyecto de vida que se contrapone a la lógica de acumulación y devastación social y ambiental. Si alguien duda de lo anterior, que revise el contenido profundo de las 20 iniciativas de reforma constitucional que AMLO envió al Legislativo el emblemático 5 de febrero de 2024, mismas que enunciamos enseguida.

La agenda de futuro y el segundo gobierno de la 4T

Estas iniciativas son el eje de la agenda social y medioambiental postneoliberal del México de los próximos años, con ellas se busca garantizar: el reconocimiento pleno de los derechos de los pueblos indígenas, la consulta previa en sus territorios; la proscripción en el territorio nacional del maíz transgénico y la extracción de hidrocarburos mediante el fracking; el freno a las concesiones para la actividad minera a cielo abierto; el respeto a las zonas con escasez de agua y sólo autorizar en ellas concesiones para uso doméstico.

En materia laboral y de seguridad social se busca revertir el régimen individualista y especulativo de pensiones de la etapa neoliberal y garantizar el incremento del salario mínimo mayor a la inflación anual. En materia social se pretende constitucionalizar los derechos que hoy se ejercen vía programas sociales, como el derecho a sembrar una parcela y recibir una remuneración por ello o a capacitarse en el primer empleo y recibir un salario mínimo durante un año, así como el de gozar de una pensión digna para las personas adultas mayores y una beca para estudiantes de bajos recursos de cualquier nivel educativo.

La profundización de la transformación contempla una auténtica refundación del poder judicial en la que jueces, magistrados y ministros sean electos directamente por el pueblo. Esta reforma se debe contextualizar en un escenario político de mayor escala y recordar que el poder judicial en América Latina ha servido en múltiples ocasiones como actor político representante de las fuerzas conservadoras y las potencias globales mediante el famoso lawfare o guerra judicial que se menciona líneas arriba. En este sentido, es notorio que el propio gobierno estadounidense buscó detenerla en uno de sus recurrentes episodios de injerencia y bravuconería contra nuestro país; no pudieron.  

El contexto global y la apuesta por el multilateralismo y la paz, exigen de nuestra región una mayor unidad y complementariedad, desde la soberanía y la autodeterminación, pero con una visión estratégica sobre los recursos naturales y el territorio, la migración, la crisis climática o la transición energética, cuestiones todas que, lo hemos visto, pueden significar “espacios” para la disputa política, no siempre desde la arena democrática por la que apuestan las fuerza populares, sino por escenarios de inestabilidad y ruptura, como los vividos en Honduras (2009), Brasil (2016), Bolivia (2019) o Perú (2022).

El reciente protagonismo de México en la defensa de la democracia y la justicia debiera ser fortalecido con una agenda de integración regional y cooperación que nos haga menos vulnerables ante los embates de quienes ven “reservorios de materias primas”, en territorios donde hay comunidades, vida natural y cultural, ecosistemas y raíces profundas.

México tiene la oportunidad o la responsabilidad de seguir enfocando sus esfuerzos en preservar a nuestra región como zona de paz, América Latina es la primera zona libre de armas nucleares, desde el Río Bravo hasta Tierra del Fuego y así debe seguir. En el mismo sentido, resulta muy cuestionable que la IV Flota del Comando Sur estadounidense continúe realizando ejercicios militares en nuestra región, tan solo en junio de 2024 se reportaron operaciones conjuntas en aguas de Colombia, Brasil, Chile, Ecuador, Argentina y Perú. 

Lo anterior enciende alertas si recordamos las declaraciones de Laura Richardson, jefa del Comando Sur de Estados Unidos, quien en una entrevista en enero de 2023 explicó por qué a Washington le importa Latinoamérica:

“¿Por qué es importante esta región? Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras raras, tienes el triángulo de litio, que hoy en día es necesario para la tecnología. El 60 % del litio del mundo está en el triángulo de litio: Argentina, Bolivia, Chile” (…) “las reservas de petróleo más grandes” (…) “crudo ligero y dulce descubierto frente a Guyana hace más de un año” (…) “Tienes los recursos de Venezuela también, con petróleo, cobre, oro” además la importancia del Amazonas “los pulmones del mundo” (….) “tenemos el 31 % del agua dulce del mundo en esta región” [a EE.UU. le queda] “mucho por hacer” (…) “esta región importa”. “Tiene mucho que ver con la seguridad nacional y tenemos que empezar nuestro juego”.

Por todo ello, resulta más que urgente fortalecer desde México los esfuerzos de integración regional a favor de un nuevo orden internacional, democrático, justo, incluyente y equitativo. Bajo el precepto del respeto a la libre determinación de los pueblos, sin intervencionismos y a favor de la cooperación y el multilateralismo.

NOTAS

 * Licenciada y Maestra en Estudios Latinoamericanos por la UNAM, actualmente cursa el doctorado en el Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la misma universidad.

 La Confederación de Trabajadores de México, fundada en 1936; la Confederación Regional Obrera Mexicana, fundada en 1918; y la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos fundada en 1952. 

 López Obrador, Versión estenográfica, disponible en: https://www.gob.mx/presidencia/articulos/version-estenografica-simon-bolivar-el-libertador-natalicio-238-anos?idiom=es 

Ibid.

Ibid.

 Intervención de la Embajadora Luz Elena Baños Rivas, Representante Permanente de México ante la OEA, en la sesión extraordinaria del Consejo Permanente sobre la situación en Bolivia Washington, D.C., 12 de noviembre de 2019. Disponible en: https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/509933/MEXICO_INTERVENCIO_N_CP_BOLIVIA_121119.pdf 

 López Obrador, 2021, A la mitad del camino, Ed. Planeta, México, pp.162.

 Glas fue arrebatado de las manos de Roberto Canseco, diplomático mexicano, que quedó a cargo de la embajada tras la deliberada expulsión de la Embajadora Raquel Serur de ese país.

 Raquel Serur escribió en primera persona su testimonio de la crisis con el gobierno de Ecuador que culminó con el asalto a nuestra embajada en Quito, titulado “Mis últimas horas aciagas en el entrañable Ecuador”, disponible en: https://elpais.com/mexico/opinion/2024-04-14/mis-ultimas-horas-aciagas-en-el-entranable-ecuador.html

 Carta al Presidente de los Estados Unidos de América, Joseph Biden, publicada en el libro Gracias del presidente Andrés Manuel López Obrador (2024, Planeta, México) pp. 536.

 “Realizan EU y Colombia maniobras militares en costas del Pacífico”, La Jornada, 24 de junio de 2024, disponible en: https://www.jornada.com.mx/2024/06/29/mundo/022n2mun

  “Video: Jefa del Comando Sur de EE.UU. aclara qué busca su país en Latinoamérica”, RT, disponible en:  https://actualidad.rt.com/actualidad/455823-jefa-comando-sur-eeuu-explica-importancia-latinoamerica