La filosofía de la praxis de Sánchez Vázquez forma parte de una tendencia muy crítica en el marxismo y de la lista de autores que dedicaron relevantes reflexiones al asunto de la filosofía en la teoría marxista, tales como Labriola, Lenin, Gramsci, Korsch, Lefebvre o Lukács. Sin embargo, su obra se caracteriza, como él reconoció, por tener como fuente primera y fundamental los textos de Marx, en concreto del joven Marx. Textos que, leídos bajo la influencia del marxismo de los años veinte y de los autores que criticaron el marxismo oficial de la Unión Soviética, le permitieron concebir al ser humano como ser práctico y creador, así como producir una reflexión profunda y metódica sobre los fundamentos de una filosofía marxista. Por ello, el impulso del análisis crítico de Sánchez Vázquez es inseparable de su intención por redefinir el marxismo en la perspectiva de la reivindicación de un proyecto de emancipación social que permitiera la superación del capitalismo.
Tal redefinición implicó un estudio concienzudo de los textos marxianos, de los cuales a su parecer no se había hecho una interpretación adecuada. El origen de este esfuerzo se remonta a una obra de 1961, Ideas estéticas en los Manuscritos económico-filosóficos de Marx. Al año siguiente (1962), gracias a la traducción al español de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 por Wenceslao Roces, inició un curso monográfico que contribuyó al texto que después se incluyó en el libro Las ideas estéticas de Marx, de 1965. Para 1967 publicó la primera edición de Filosofía de la praxis, que fuera el resultado del trabajo de su tesis doctoral y reeditado en 1980 con algunos cambios que buscaban actualizar el texto1. Ese año apareció otra obra de particular interés, Filosofía y economía en el joven Marx, que en 2003 volvió a ver la luz como El joven Marx: los Manuscritos de 1844.2
En una justa valoración, hoy observamos que la empresa iniciada por Sánchez Vázquez con su tesis doctoral no representa un intento de generar un acercamiento exegético más entre las diversas disquisiciones de los marxólogos; por el contrario, el objetivo expreso fue desentrañar los conceptos que permitieran fundamentar una filosofía marxista para una práctica política revolucionaria, tal como se expresó en la elaboración de su Filosofía de la praxis al ubicar el carácter medular del concepto praxis para el marxismo, abrevando directamente de las lecturas de Las tesis sobre Feuerbach, los Cuadernos de París y los Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Su reconocimiento demandó la demarcación de los alcances de dicha categoría, como el elemento central y distintivo del marxismo frente de cualesquiera otras filosofías.3
Sánchez Vázquez coloca el marxismo como el único pensamiento con capacidad de vincular la teoría y la práctica. El propósito explícito del nexo es la transformación radical de la sociedad como una especie de emplazamiento que determina las posibles relaciones entre ambas. Para ello se sirve del vocablo praxis, que designa la actividad caracterizada por ser un acto consciente (subjetivo) que transforma la realidad (objetiva), a diferencia del término práctica, que alude la actividad humana en un sentido utilitario. La práctica sin más se refiere en todo caso a la conciencia ordinaria, la del hombre común que posee una perspectiva unilateral e inmediata para la que todo acto práctico debe generar una utilidad material, sin que dicho acto se comprenda como resultado de una acción humana. En oposición y como una forma superior, la praxis representaría un acto consciente al que se ha llegado a través de un proceso histórico. Es ella, por esto, la forma histórica de la unión entre teoría y práctica.
Por supuesto, el gran problema teórico al que atiende la filosofía de la praxis se halla en la determinación de las mediaciones: las interrelaciones y las formas particulares que adquiere el vínculo entre teoría y práctica. Sánchez Vázquez localiza, por ejemplo, una serie de relaciones equívocas entre ambas que permiten pensar en los efectos de su separación. Si se considerara que la teoría por sí misma es práctica, caeríamos en la filosofía idealista que Marx criticó por confundir el concepto con su materialización. Si en cambio se identificara la práctica con la teoría, si se afirmara que cualquier práctica es ya de suyo teórica o que en su devenir produce teoría o pensamiento conceptual, se incurriría en el error de confundir, como se señala en la tesis VIII sobre Feuerbach, la práctica y la comprensión de esa práctica. “La práctica no habla por sí misma”4, dice Marx. Esto significa que se necesitan conceptos, categorías o hasta sistemas que nos permitan dar razón de lo verificado en el actuar. A su vez, la teoría escindida de la práctica está constitutivamente incapacitada para transformar la realidad. De este modo, en esta relación cuasi dialógica, la práctica sirve como criterio epistemológico, como criterio de verificación de la teoría, y la teoría alumbra y da cuenta del sentido del actuar, por supuesto solo al establecerse dicha relación.
Sin duda, la gran apuesta de Sánchez Vázquez está dirigida a reivindicar la dimensión subjetiva de toda acción política, sin perder de vista que a fin de que ésta tenga radicalidad suficiente para modificar las relaciones sociales vigentes, se debe atender a la efectiva constitución de la realidad social. Tal cambio es producto no de un hecho único, momentáneo y fulminante sino de una sucesión de actos que enfrentan lo establecido y demandan permanente trabajo de análisis frente a lo imprevisto o a lo ni siquiera visto antes. Se trata de una apuesta por la práctica individual y colectiva conscientes, la cual demanda de la teoría, antes de lanzarse a la acción, que proporcione conocimientos para determinar el cómo, el cuándo, el por dónde y el porqué de la transformación. Esas condiciones siempre son parte de un proceso histórico-social que marcan los límites y las coincidencias entre teoría y práctica: los modos o las formas concretos de la praxis.
Por todo esto, la Filosofía de la praxis de Sánchez Vázquez, en tanto reflexión sobre la compleja dialéctica entre la subjetividad y el mundo objetivo, tiene gran vigencia, afirma como un proyecto de emancipación social. A cien años de su nacimiento y a casi medio siglo de la publicación de su obra más destacada, las preguntas parecerían en muchos sentidos las mismas: ¿cómo el pensamiento teórico contribuye o no a la transformación de la realidad?, ¿cómo la práctica produce experiencias concretas que transforman el pensamiento? Para Sánchez Vázquez, la forma de pensar estas dos dimensiones puede ser verdaderamente radical solo si en la relación de ambas se tiene siempre como finalidad construir un proyecto social capaz de subvertir las relaciones de explotación contemporáneas. Ese proyecto para él fue siempre el socialismo y su discurso teórico no podía ser otro que el marxista.
1 En el prólogo de la edición de 1980, Sánchez Vázquez señala sobre la primera edición de la obra que sus objetivos fueron, primero, deslindar el marxismo del que filosóficamente lo reducía a una interpretación más del mundo; segundo, marcar distancias respecto de un marxismo cientificista; y, por último, revalorizar el contenido humanista del marxismo. Sánchez Vázquez, Adolfo. Filosofía de la praxis, México. Siglo xxi, p.19.
2 Por supuesto que en más de cuarenta años de producción teórica Sánchez Vázquez publicó un sinnúmero de obras y ensayos sobre estética, filosofía política, filosofía moral y análisis político entre otras materias.
3 Filosofía de la Praxis, p. 63.
4 Ibdi., p. 311.