Gerardo Unzueta nació el 3 de octubre de 1925, en Tamaulipas, y falleció el 10 de enero del presente año, cuando dejara de existir otra de las figuras emblemáticas del comunismo latinoamericano: Julio Antonio Mella. Gerardo Unzueta perteneció a la generación de luchadores sociales que guiaron su actuar político bajo el signo de la bandera comunista y que no recularon ante las múltiples crisis tenidas por esta tradición a lo largo de su historia.
Para Unzueta, el comunismo fue un horizonte que no ha sido superado. Así lo expresó en una entrevista que le hizo David Huerta, a propósito de la publicación de su primera novela, La Grande y el Diablo, que permanecía inédita:
Nunca he dejado de ser comunista. Abordo los problemas de la vida de mi abuela como comunista. Ella no lo fue […] Ésas son las transiciones de Sara. Su vida termina en el 68, en el punto inicial de una nueva transición. Ella lo siente, y me escribe a la prisión y me dice: “No te quiebres. Aunque la gente no te lo diga, están esperando a ver qué haces… Están esperando de ti ayuda, dirección, apoyo. No te quiebres, General”, que es como ella me decía. Eso es lo más vital de todo el tránsito de esa vida tan expresiva (Huerta, 2016).
Comenzó su militancia en las filas de la Juventud Comunista a la edad de 21 años, en 1946. A finales de la década de 1950 estableció lazos de solidaridad con la Revolución Cubana y fue de los pocos que al momento del triunfo de ese proceso pudieron entrevistar a dos de sus figuras emblemáticas: Ernesto Guevara1 y Camilo Cienfuegos,2 quien desapareció días después del encuentro. En ambos se habló no sólo de la vida de los personajes sino de todo del significado histórico de la revolución triunfante y las dificultades a que se enfrentaba el nuevo Estado en los primeros meses de la victoria.
Durante el conflicto estudiantil de 1968 fue encarcelado hasta 1971 por su participación en el movimiento de masas que culminó en la dolorosa masacre de Tlatelolco. De esta experiencia da cuenta en Sobre el movimiento estudiantil popular: cartas desde prisión (1969). Para él, como para tantos otros militantes del movimiento, la cárcel fue también una manera de hacer política, donde convergieron distintas tendencias y generaciones de luchadores. En su pequeña nota en conmemoración que Adolfo Gilly mandó al periódico La Jornada el día de su fallecimiento se lee:
No te olvides de la Comuna Carlos Marx que, dentro de Lecumberri, organizamos en aquellos tiempos del 68 y de Tlatelolco: todos, guevaristas, comunistas, trotskistas, anarquistas, guerrilleros, todos. Estaba allá Rolf Meiners, quien se fue hace poco y ya andará diciendo. Contra todos los vientos y con las familias y los compañeros de afuera, mantuvimos la solidaridad, la igualdad, la fraternidad y el humor. Y tú, Gerardo, siempre reías (Gilly, 2016).
En la década de 1970 fue uno de los personajes que argumentaron sobre la necesidad de que el Partido Comunista Mexicano (PCM) regenerara su línea política e hiciera de la lucha por la democratización política una de sus banderas de lucha. En este sentido, algunas de sus publicaciones dieron cuenta de esa manera en que la izquierda comunista trató de luchar contra el autoritarismo del régimen priista. Nos referimos a obras como Partido Comunista Mexicano, Nuevo programa para la revolución (1974) y Crisis política y sucesión presidencial (1975).
Su actividad como dirigente comunista no se limitó a la política nacional. Sus dotes de organizador y militante de la clase obrera se vieron comprometidas con su acompañamiento y lucha en las filas obreras. Aunque se ha destacado su activa participación en la formación de sindicatos como el de los Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México, el movimiento sindical que más lo impresionó fue el que lo forjó al calor de las luchas de los ferrocarrileros en 1957 y 1958.
Este compromiso con los trabajadores de estar al servicio de sus luchas, de la convivencia diaria en que se compartían no sólo la convicción por la bandera comunista sino las penurias y la falta de condiciones materiales lo hizo un hombre íntegro, de actitud ética incuestionable. De tal compromiso político surgieron las reflexiones del libro Comunistas y sindicatos (1977).
Gerardo Unzueta consideró que la democracia comunista era la vía revolucionaria que debía guiar el actuar del comunismo mexicano, por lo cual fue uno de los impulsores de la unidad de las izquierdas socialistas, en la pugnas internas del pcm y en los intentos de unidad y convergencia política que dieron paso a la creación de auténticos partidos de masas, como el PSUM, PMS y PRD, de los cuales estuvo en los órganos de dirigencia. Con el pcm y el psum tuvo actividad parlamentaria, en la cual fungió como voz crítica y de denuncia de la corrupción del sistema político mexicano, impulsando como miembro del pcm la reforma política que no se limitaba a la apertura en el sistema de partidos sino, fundamentalmente, a una amnistía con los presos y perseguidos políticos, además de mayores libertades a los trabajadores respecto a los sindicatos y las leyes civiles.
Gerardo Peláez ha sintetizado su labor como intelectual comunista mencionando algunas de las polémicas en que se vio comprometido:
En la historia posterior a la gestión de Dionisio Encina en la Secretaría General del PCM (1940-1959), Gerardo Unzueta, con apoyo de Arnoldo Martínez Verdugo, elaboró algunas ideas sobre el desarrollo del capitalismo en el país. En el seno del Partido Comunista polemizó con compañeros que sostenían y defendían ideas erróneas acerca de la realidad nacional, en especial sobre el nivel de desarrollo de la sociedad mexicana, las relaciones de México y el imperialismo estadounidense y las relaciones del PCM con el PC de la Unión Soviética; con Vicente Lombardo Toledano en torno al carácter del Estado mexicano y la permanencia o terminación de la Revolución de 1910-1917; con los espartaquistas alrededor del papel del PCM y los objetivos y las tareas de la clase obrera en México, y con Regis Debray acerca de los métodos de lucha y las formas de organización del movimiento revolucionario en América Latina (Peláez, 2016).
También participó en la fundación del Partido de la Revolución Democrática (PRD), por el cual tuvo otra participación legislativa como coordinador parlamentario de 1997 a 2000.
Unzueta no sólo fue director de los órganos de difusión de los partidos de izquierda: del PCM, La Voz de México y Oposición; del PSUM, Así es; y del PMS, La Unidad. Además, participó en revistas marxistas como Socialismo, Nueva Época, Política o Coyuntura, y fue fundador y activo columnista de la revista Memoria.
En los últimos años de su actividad como escritor incursionó en la novelística: publicó dos trabajos que buscaban abarcar una tetralogía que diera cuenta de las luchas sociales de México desde la Independencia hasta finales del siglo xx. En dichos trabajos se plasmó su actuar en algunos episodios de la lucha obrera y la política mexicana. De este ejercicio intelectual se publicaron sólo las novelas La Grande y el Diablo (2001) y Julia y sus dos ataúdes (2004). Su novelística es un cruce entre lo histórico y lo biográfico, donde si bien descartó ser el personaje principal, pues para él los personajes, quienes hacen la historia y lo que intentó plasmar son los obreros, los trabajadores (Huerta, 2016), ello no impidió que nos dejara un retrato de él apoyando a los trabajadores ferrocarrileros en las gestas de 1958. Quizá éste suponga el Unzueta que el Unzueta novelista quiso dejarnos como retrato:
Era viernes 24 de junio de 1958. Mi viaje a Monterrey no tenía carácter oficial, pues el comité del partido en el Distrito Federal enfrentaba dificultades con la dirección nacional, porque los comunistas de la capital nos habíamos lanzado con todas nuestras fuerzas en apoyo de los movimientos que ese año se habían producido entre maestros, telegrafistas, petroleros y huleros, que culminaban en las acciones de los hombres del riel […] (Unzueta, 2004: 292)
Fui designado para esta tarea y se me proporcionó el viejo automóvil de un camarada ferrocarrilero y un ayudante, Arturo, quien fue dotado de un revólver para algún acto de defensa, si se ofreciera. Contó para mi designación que yo hubiera sido durante nueve años jefe de redacción de La Voz de México, órgano central del Partido Comunista Mexicano, por lo cual era reconocido nacionalmente, y que, por otra parte, hubiera realizado un trabajo permanente de relación con los camaradas maestros y ferrocarrileros (Unzueta, 2004: 293).
Nos gustaría terminar esta breve nota, la cual ofrecemos como homenaje a una de las figuras emblemáticas del comunismo mexicano, recordando que impulsó con Arnoldo Martínez Verdugo la creación y fundación del Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista, como un lugar de resguardo y recuperación de la historia de los trabajadores y de la izquierda comunista. El cariño y la cercanía que ligó a nuestro centro con Gerardo Unzueta hicieron que aún en vida ofreciera su archivo personal para su resguardo y consulta. Con este gesto, los visitantes del cemos pueden acercarse a través de los documentos, revistas y libros al comunista que Gerardo Unzueta nunca dejó de ser.
Referencias
Diccionario de escritores mexicanos siglo XX. Desde las generaciones del Ateneo y novelistas de la Revolución hasta nuestros días, tomo ix, México, UNAM, 2007.
Gerardo Peláez Ramos. “En memoria de Gerardo Unzueta Lorenzana”, en rebelión.org, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=207764 Visitada el 19 de enero de 2016.
Gilly, Adolfo. “Un último mensaje para Gerardo Unzueta”, en La Jornada, 12 de enero de 2016.
Huerta, David, “La historia me ha hecho novelar”, en La Jornada semanal, 24 de enero de 2016.
Sinencio Chávez Raúl (2016). “Tamaulipeco de izquierda”, en http://paginasmexicanas.blogspot.mx/2016/01/tamaulipeco-de-izquierda-por-raul.html visitada 23/01/2016.
Unzueta, Gerardo. 1948: La Julia y sus dos ataúdes, México, Galileo Ediciones, 2004.
NOTAS
1 Esta entrevista puede escucharse en https://www.youtube.com/watch?v=uBsK6-y2QOk
2 La entrevista puede escucharse en https://www.youtube.com/watch?v=gGw5okQHgCI