TRADUCTORES Y EDITORES DE LA “BIBLIA DEL PROLETARIADO” (2)

La suerte de El capital en el mundo hispanoamericano

(SEGUNDA PARTE)

III.5. Las tribulaciones editoriales de los comunistas argentinos

Con el golpe militar que en septiembre de 1955 derroca al presidente Juan Domingo Perón, se abre en Argentina un ciclo de efervescencia política y modernización cultural, en el cual tendrán lugar dos décadas de auge de la cultura marxista.1 Hegemonizada en los años iniciales por los intelectuales comunistas, la iniciativa modernizadora irá pasando a lo largo del decenio de 1960 a manos de una nueva generación de intelectuales partícipes de la que dio en llamarse la “nueva izquierda intelectual”.2

Pero a mediados de la década de 1950, el Partido Comunista de Argentina proyectaba una ofensiva cultural intensa, renovando su sistema de prensa y reestructurando su aparato editorial, afectado por reiteradas persecuciones durante el decenio peronista. Mientras las editoriales de los “compañeros de ruta” (como Lautaro, Procyón, Futuro, Platina o Proteo) contribuían a modernizar la cultura marxista, el partido reactivaba la edición de los clásicos del marxismo a través de Editorial Anteo, nacida en la posguerra, y lanzando en 1956 su casa editora más ambiciosa: Cartago, srl.3 Por ejemplo, a través de este sello se publicarán entre 1956-1960 y por primera vez en español las Obras completas de Lenin en 44 tomos, traducidas del ruso.4

Según el testimonio del que fuera entonces su gerente editorial, Cartago se propuso publicar una edición propia de El capital, pero se encontró con un escollo difícil de salvar: el aparato editorial partidario contaba con traductores profesionales del ruso, el italiano, el francés y el inglés, pero no sucedía lo mismo con el alemán.5 Los expertos en el idioma de Goethe eran escasos y, sobre todo, literarios, desconocedores de la terminología técnica del marxismo. Pero como el traductor de la edición del Fondo de Cultura Económica era en definitiva un camarada, se optó por introducir algunas correcciones a la edición de Wenceslao Roces sobre la base de un cotejo con la versión francesa de Editions Sociales y la italiana de Delio Cantimori.6 La tarea fue llevada a cabo por un equipo de una docena de integrantes de la Comisión de Economía del partido, que encabezaba Paulino González Alberdi (1903-1989). A los tres tomos de El capital se añadía, como el IV y V, la Historia crítica de la teoría de la plusvalía, también basados en la edición mexicana de Roces de 1945.7 La edición no llevaba indicación de traductor, y se limitaba a aclarar en una nota:

En base a [sic] la versión en castellano del conocido profesor Wenceslao Roces hemos reunido en esta edición la obra completa El capital e Historia crítica de la teoría de la plusvalía.
Al presentar a profesores, intelectuales, obreros, economistas, profesionales y público en general este ya histórico trabajo del gran pensador y filósofo Carlos Marx, entendemos prestar una decidida contribución a la bibliografía económica argentina, dado que hasta la fecha no se disponía de una edición completa en castellano [sic].
Editorial Cartago, SRL, se complace, pues, en brindar este extraordinario esfuerzo editorial a todos los estudiosos de la economía política y de las ciencias sociales de nuestro país.
Los Editores.8

Se imprimieron de esta primera edición 3 mil ejemplares. Y se reimprimieron otros 3 mil en 1960 con el mismo pie de imprenta de 1956, pues entonces la editorial estaba clausurada por el gobierno de Arturo Frondizi. (Imagen 1) Sin embargo, la edición de 1960 es fácilmente distinguible de la anterior, pues tiene un formato menor (15 por 22 centímetros) y tapas de cartoné color marrón.9 Además, fue acompañada de un folleto con tiraje aparte que contenía un índice de temas.10 Ese año, 1965, la editorial Venceremos, de La Habana, reeditaba la Historia crítica basada en la edición porteña.11 Y todavía en 1977 reimprimía El capital Librerías Allende de México.12

La edición porteña apareció en librerías a inicios de octubre de 1956. Si bien los 5 tomos se ofrecían a 420 pesos argentinos, competían con ventaja con el precio abultado por los costos de importación de la edición del Fondo de Cultura Económica. Antes de fin de año, cuando la sucursal de Buenos Aires del FCE advirtió la copia, inició una demanda contra Editorial Cartago. En febrero de 1957, uno de los directivos de la editorial argentina dirigió una carta personal a Roces para solicitarle su “colaboración” en el litigio. Le informaba que “un conjunto de economistas, un traductor y diversos correctores trabajaron en la confrontación (cotejo) de expresiones, citas, cifras, etcétera” entre su traducción y “otras ediciones”. Pero le confesaba a continuación, seguramente buscando halagar su vanidad: “La verdad es que, frente a algunas particularidades o diferencias surgidas entre las mismas y que nos ofrecieron alguna duda, nos hemos inclinado en todas las ocasiones por la traducción que hizo usted”. El encargado de Cartago reconocía, mediante un rodeo, que la labor colectiva de “cotejo” no había dado otro resultado que la aprobación de la traducción de Roces, que finalmente se había reproducido en forma casi literal. De todos modos, apelando a “sus ideales de amor a la verdad y a la justicia”, la misiva terminaba solicitando a Roces el envío de una nota que, avalando la “labor” de “corrección” del equipo argentino, los ayudara a evitar el juicio con la editorial mexicana.13 Roces no se dejó llevar por la vanidad ni por la camaradería: respondió a Cartago que su edición era, “salvo ligerísimas variantes, introducidas sin duda con el frustrado propósito de borrar las huellas del plagio, una reproducción de mi versión anterior, cuyos derechos han sido cedidos por mí debidamente al Fondo de Cultura Económica”. Y manifestaba que su proceder era “absolutamente contrario a todas las normas jurídicas y éticas de un editor. Al obrar como lo han hecho, no sólo han atentado contra los derechos formalmente reconocidos de la editorial Fondo de Cultura Económica, sino también contra los míos propios, que son los de un trabajador intelectual”.14 Y días después, en carta dirigida al presidente del FCE, Arnaldo Orfila Reynal, ofrecía un cuidadoso cotejo entre ambas ediciones para mostrar que la edición de Cartago no era sino “un plagio fraudulento de mi traducción”, al punto que reproducía incluso las erratas, los lapsus, los empastelamientos e incluso las líneas y letras saltadas por el tipógrafo, recomendando pues avanzar con el juicio a los “asaltadores cartagineses”.15

Los editores porteños apelaron al comunista, pero les había respondido el abogado. El gerente de Cartago, Antonio Giolito, debió viajar personalmente a México para encontrarse personalmente con Roces y tratar de evitar el juicio. Una vez en México, el traductor asturiano se negó reiteradas veces a recibirlo, pero ante la mediación de los camaradas mexicanos, accedió a regañadientes. Giolito llegó al encuentro cargado de una carpeta que contenía los borradores de la edición de Cartago, que ofreció antes que nada a la inspección de Roces. Según el testimonio del editor argentino, intentó convencerlo de que las modificaciones eran “tantas en realidad que superaban la autoría”:

Roces pudo comprobar que el trabajo de cotejo de ediciones había sido real. Y entonces, me dijo: “¿Por qué no comenzaron por avisarme que una nueva edición argentina se haría sobre la base de las correcciones de mi texto?” Le di la razón en ese punto, de modo que finalmente llegamos a un acuerdo, y el juicio no prosiguió.

De todos modos, el equipo de Cartago emprendió una serie de reuniones para emprender una nueva edición de El capital.

En 1971 se decide hacer otra versión, directa del alemán: pero los alemanes en Argentina no sabían suficiente español, y los traductores argentinos no sabían suficiente alemán. Entonces viajo personalmente al Instituto de Marxismo-Leninismo de Berlín, donde me cuentan que en realidad ¡Roces no había traducido El capital del alemán sino del ruso! [sic] Bueno, cuando les planteo el problema, los mismos alemanes del instituto me recomiendan traducir el tomo I de la edición francesa de Roy, supervisada y corregida por el propio Marx; y que los tomos II y III los tradujéramos del francés, cotejando con la edición inglesa. Y nosotros seguimos el consejo: la traducción la dirigió Floreal Mazía apoyado por un equipo de especialistas en economía del partido. Apareció en 1973, con una tirada de 8 mil ejemplares, y se agotó en 9 meses.16 (Imagen 2)

El lanzamiento fue acompañado de un prospecto de propaganda que anunciaba “Nueva traducción exclusiva del original francés”:

Es una versión absolutamente nueva, no una corrección o simple pulimiento de otras anteriores. Es además una versión autorizada y en todo sentido definitiva. La traducción se basa en fuentes certificadas y complementarias entre sí, que la convierten en un instrumento textual certero.17

La prensa partidaria lo anunció a doble página como un “gran acontecimiento cultural”,18 y la editorial lo acompañó con la edición de un folleto de uno de los miembros de la Comisión de Economía partidaria, que comenzaba anunciando “un importante acontecimiento. Editorial Cartago, SRL, ha presentado El capital en una nueva traducción, realizada por Floreal Mazía, quien trata de ceñirse al verdadero pensamiento de Marx”.19 Además de la edición de Cartago en 3 tomos, se hizo un tiraje aparte de la misma versión para la edición de Obras escogidas de Marx y Engels en 12 tomos que se publicaba a través de la editorial comunista paralela Ciencias del Hombre.20

No obstante el esfuerzo editorial, los propios intelectuales del partido, sobre todo los más jóvenes, no tardaron en advertir que la edición no soportaba los requerimientos que para entonces se esperaban de una traducción rigurosa pues, si bien Floreal Mazía (1920-1990) era un traductor profesional, una verdadera máquina de traducir,21 tenía escasa familiaridad con los conceptos marxianos, a lo que se añadía la contrariedad de una retraducción desde el francés. Para peor, como veremos enseguida, una editorial como Signos (luego Siglo XXI argentina), que había nacido de una fractura del propio partido, lanzaba desde 1973 cuidadas traducciones de los manuscritos económicos inéditos de Marx, vertidos directamente del alemán, y anunciaba por entonces una edición crítica de El capital. El testimonio de Giolitto:

Cuando aparece la nueva edición de El capital se arma en el partido un alboroto bárbaro: hubo que hacer una reunión con varios especialistas en economía para explicarles los criterios de traducción que, bueno… finalmente fueron aceptados.22

III.6. El capital para exhibir en la biblioteca

Aunque sea sólo como curiosidad, consignamos la existencia de una versión retraducida del francés aparecida en Madrid en 1967 en dos tomos. Se trata de un emprendimiento comercial del sello EDAF (sigla de Ediciones y Distribuciones Antonio Fossati), que desde 1959 publicaba en España una colección de obras clásicas en papel biblia, encuadernadas en vistoso cartoné de color rojo o verde, debidamente preservados en estuches plásticos. Ocho traductores, sin la menor noción de la terminología marxiana y sin mayor conexión ni coherencia entre sí, tradujeron las secciones de los tres tomos para la colección Grandes Libros de EDAF, sobre la base de la versión francesa de Editions Sociales.23 La edición lleva una introducción del economista español Jesús Prados Arrarte, “Síntesis y crítica de El capital de Marx. La opinión de los economistas del presente”.

III.7. Raúl Sciarreta, o El capital en clave althusseriana

En pleno auge del marxismo estructuralista, diversas revistas de la nueva izquierda anunciaban en 1973 el lanzamiento de una nueva traducción de El capital. La “autorización” ya no provenía de Moscú sino de París, y no la garantizaba el Instituto Marx-Engels-Lenin sino el pequeño círculo de la rue d’Ulm. Se trataba del equivalente en castellano de la nueva edición de Le capital que Garnier-Flammarion había lanzado en 1969 con el célebre prólogo de Louis Althusser: “Advertissement aux lecteurs du L. I du Capital”.24

Se tiraron de esta edición 5 mil ejemplares, en formato libro de bolsillo. En verdad, este tomo 1 correspondía sólo a la primera sección y al inicio de la segunda (capítulos I a IV). Estaba precedido de “Palabras a los lectores del libro I de El capital”, de Louis Althusser. No se indicaba el nombre del traductor; apenas se señalaba en tapa y portada: “Traducción supervisada por Raúl Sciarreta”. Tampoco se daba la menor indicación de la edición que se había tomado como referencia para la traducción, pero es posible que se haya basado en la edición francesa de Garnier-Flammarion, cotejándola con alguna edición alemana (en el texto hay varias expresiones en alemán que el traductor decidió no verter al español) y con algunas ediciones castellanas existentes, sobre todo la de Roces.

A primera vista puede sorprender que el encargado intelectual de la edición, Raúl Sciarreta (1922-1999), no la haya acompañado siquiera de un prólogo breve. Sin embargo, los testimonios de quienes lo trataron coinciden en presentarlo como un profesor socrático de pequeños grupos extrauniversitarios. Esquivo a la escritura y proclive a la oralidad, fue el filósofo secreto de dos generaciones argentinas de epistemólogos y psicoanalistas.25 En uno de sus escasos escritos, saludó la aparición de la edición castellana de Leer El capital con una reseña en la que, apoyado en Marx, Nietzsche, Freud, Althusser y Bachelard, postulaba en 1969 la necesidad de “una teoría científica de la lectura”:

Leer El capital, práctica “inocente”, no es el simple acceso a un libro abierto, espejo transparente donde se mostrarán resueltos todos los problemas como en un sagrado y misterioso texto de revelación. Althusser nos dice que palabras tan obvias como leer y escribir, hablar y callar, ver y no ver, escuchar, querer decir, decir sin querer están trágicamente cargadas de ambivalencias insospechadas. Marx, Nietzsche y Freud abren una nueva perspectiva desde la que hacen indispensable teorizar el hacer, el querer o el decir, que se han vuelto obstáculos fetichísticos de la práctica social.26

Conforme esta perspectiva althusseriana, dictó durante años cursos privados de lectura de El capital entre finales de la década de 1960 y comienzos de la siguiente. “Hemos estudiado El capital –recordaba José Pablo Feinmann–. Incluso, para mi generación, el filósofo Raúl Sciarreta pasó a la merecida inmortalidad por haber explicado la ley del valor a toda esa generación”.27 Sin embargo, Ediciones Corregidor no continuó la publicación de los siguientes volúmenes. Es posible conjeturar que la situación social y cultural de los dos años previos al golpe militar de 1976 no era propicia para una empresa de esta envergadura, sobre todo para una editorial independiente, por entonces considerablemente pequeña. Y es también cierto que en la segunda mitad de la década de 1970 Sciarreta había reenfocado sus intereses intelectuales en el estudio de la obra de Jacques Lacan, consagrándose al dictado de seminarios para psicoanalistas. Además, por fuera de los fieles seguidores de Sciarreta, la nueva edición fue recibida con cierta frialdad por los lectores de Marx. Cuando un año y medio después aparecía la cuidada edición de Siglo XXI, con sus referencias bibliográficas, su aparato de notas y sus anexos, El capital de Ediciones Corregidor no respondía a los estándares de “cientificidad” que Althusser mismo exigía en la advertencia. A tal punto que el traductor de Siglo XXI, Pedro Scaron, despachaba rápidamente la labor de Sciarreta, apenas con una irónica nota al pie:

No nos referimos aquí a la [traducción] efectuada por un equipo de traductores anónimos supervisados por Raúl Sciarreta […] ya que de la misma hasta ahora sólo se ha publicado un volumen que comprende los capítulos I-IV, precedidos de una introducción teórica de Louis Althusser en la que recomienda “dejar deliberadamente de lado, en una primera lectura”, los capítulos I-III. Hemos seguido su consejo.28

III.8. Pedro Scaron, o lecciones para marxistas de un marxólogo libertario

El principal acontecimiento en esta historia política de las traducciones y las ediciones se produjo en julio de 1975, cuando apareció el primer volumen de El capital publicado por Siglo XXI y traducido por Pedro Scaron. En todo caso, un acontecimiento cuya importancia sólo puede equipararse con la primera traducción directa del alemán por Juan Bautista Justo en 1898. Sin llegar a ser –ni pretenderlo– una edición crítica de El capital, Scaron sometía a una crítica demoledora las traducciones previas amparadas en sucesivas fuentes de autoridad y reponía el problema de la necesaria elección entre las ediciones “originales”; sentaba así las coordenadas para una futura edición crítica. De todos modos, que la versión preparada por Scaron fuera la más rigurosa y cuestionase la autoridad de los centros políticos de edición –ya fueran Stuttgart, Moscú o Pekín– no significa que ella misma quedara ajena a las querellas políticas.

La editorial Siglo XXI, fundada en México en 1966 por el argentino Arnaldo Orfila Reynal (1897-1998), después de haber sido defenestrado del Fondo de Cultura Económica, si bien no respondía a una orientación política, desarrollaba en el continente desde una década atrás intensa labor de modernización intelectual, en la cual la actualización crítica del marxismo fue uno de los pivotes, publicando autores como Gramsci, Marcuse, Althusser, Balibar, Mandel o Löwy, junto a otros no pertenecientes a la tradición marxista pero que dialogaban productivamente de un modo u otro con ella, como Foucault, Barthes o Bachelarld.

La filial porteña de Siglo XXI, que comenzó a funcionar en 1966 sobre todo como casa importadora, alcanzó un elevado nivel de productividad propia desde 1971, cuando se fusionó con Editorial Signos, un emprendimiento de intelectuales de la nueva izquierda –José Aricó, Héctor Schmucler, Juan Carlos Garavaglia, Santiago Funes y Enrique Tándeter– que habían roto con el Partido Comunista de Argentina pocos años atrás. El grupo editor de Signos había lanzado en 1970 un programa de ediciones críticas de Marx que significaban tomar el relevo de las editoriales comunistas. Un dato que puede parecer menor, pero que en su formalidad encierra enorme significación: es la primera casa editorial que abandona la españolización de los nombres propios que se arrastraba al menos desde la España del siglo XIX, estampando en tapas y portadas “Karl Marx”, en lugar de “Carlos Marx”.

Comenzaron ese año con el lanzamiento de una cuidada edición de Miseria de la filosofía29 y siguieron en marzo de 1971 con la primera versión castellana del manuscrito correspondiente al capítulo VI (inédito) del libro I de El capital, redactado por Marx entre 1863 y 1866.30 (Imagen 3)

En un folleto promocional aparecido el mismo año, Editorial Signos anunciaba para febrero de 1971 el lanzamiento del primer volumen de los Grundrisse, traducido por un equipo que formaban Pedro Scaron, Miguel Murmis y José Aricó.31 Se trataba de una edición crítica de los manuscritos redactados por Marx entre 1857-1858 y editados por el Instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú, en dos volúmenes, con el título de Grundrisse der Kritik der politischen Oekonomie.32 Pero en el ínterin se produjo la fusión de Signos con Siglo XXI de Argentina, de modo que la obra apareció finalmente por esta casa editorial en tres volúmenes, publicados de manera sucesiva en 1971, 1972 y 1976.33 (Imagen 4)

En forma simultánea a la edición argentina aparecían otras versiones castellanas en Madrid34 y La Habana35, pero retraducidas del francés. Sólo a finales de la década de 1970 y comienzos de la siguiente se emprendieron nuevas ediciones basadas en el original alemán, una en Barcelona36 y otra en México, esta última realizada por el incansable Roces.37 Pero ninguna de ellas alcanzó el reconocimiento y la circulación internacional de la edición traducida por Scaron, que aún se reimprime.

El lanzamiento del primer volumen de El capital fue promovido por Siglo XXI de Argentina con otro folleto que circulaba en librerías en forma gratuita a finales de 1974 o comienzos de 1975. Una presentación carente de firma, sin duda redactada por José Aricó, anunciaba un plan general de ediciones de la obra de Marx que después de Miseria de la filosofía, El capital. Capítulo VI (inédito) y los Grundrisse, seguiría con una “edición popular” de El capital en ocho pequeños volúmenes, Teorías sobre la plusvalía en seis pequeños volúmenes y, finalmente, La Guerra Civil en Francia traducido por Ramón Alcalde. Es curioso que el folleto promocional hable aún de plusvalía cuando uno de los signos distintivos de la edición de Siglo XXI es corregir la traducción de ese concepto por el de plusvalor.38

La traducción de Pedro Scaron fue el primer esfuerzo por establecer una edición crítica de El capital en cualquier idioma, incluso el alemán, ruso o francés.39 (Imagen 5) Era el primer volumen de una colección llamada a alcanzar enorme significación en los años siguientes para la cultura marxista hispanoamericana: la Biblioteca del Pensamiento Socialista, que dirigirá José Aricó. En una antológica “Advertencia del traductor” que alcanzaba 40 páginas, numeradas en romanos, Pedro Scaron ponía en cuestión la noción de “texto definitivo”, ya fuese que se tratara del establecido en la edición preparada por Engels, en la de Kautsky o en la del Instituto Marx-Engels-Lenin. Scaron señalaba que en vida de Marx se habían publicado tres versiones distintas: la original alemana de 1867; la segunda versión alemana de 1872-1873, donde el autor suprimió algunos pasajes al mismo tiempo que añadió o reelaboró otros; y la “popular” francesa (1872-1875) para la cual Marx, “quien solía estimar a los franceses como revolucionarios prácticos pero no como teóricos, simplificó –por momentos adocenó– muchos de los pasajes más complejos y profundos del original”. No obstante, Marx “compensó en cierta medida esas simplificaciones al injertar en el tronco endeble del texto francés una serie de agregados, en su mayor parte muy valiosos” y al reelaborar algunos tramos. “El tomo I de El capital –concluye Scaron– comienza a convertirse en algo así como un enorme palimpsesto en el que capas de redacción generalmente (no siempre) más ricas recubren buena parte de la redacción originaria”.40

Ante la existencia de estas tres versiones marxianas, quienes asumieron la tarea de editar El capital tras la muerte de Marx debían escoger entre diversas opciones. Para preparar la tercera (1883) y cuarta (1890) ediciones alemanas, Engels optó razonablemente por tomar como base la segunda edición alemana, corrigiéndola con un ejemplar de la versión francesa que Marx había dejado anotada, indicando qué pasajes de ésta debían incorporarse a aquélla. Esta labor presentó a Engels no pocas dificultades, manifestadas en ciertos problemas de ensamblamiento y algunas frases repetidas. Kautsky, quien tuvo dicho ejemplar a la vista, señaló que Engels “no tomó en consideración todas las anotaciones manuscritas de Marx”. Por otra parte, el albacea y amigo de Marx incorporó cierto número de comentarios y aclaraciones de su cosecha que no siempre aparecían distinguidas con sus iniciales.41

Scaron concluía que no había “una versión del primer tomo de El capital sino varias. […] Optar por una es sacrificar las otras (en la medida en que no coinciden con la elegida”:

Descartar cualquiera de ellas es desechar una etapa en la evolución dialéctica de El capital –que no brotó de la cabeza de Marx tan cabalmente formado como Atenea de la cabeza de Zeus– y renunciar al conocimiento de textos y variantes de enorme valor.42

Por tanto, una edición crítica del tomo I debería “necesariamente incluir (además de los borradores éditos e inéditos correspondientes a él) todas las versiones del libro publicadas por Marx. Podría reproducirlas sucesivamente, con el registro más completo posible de sus coincidencias y diferencias”. O bien, tomar como referencia la segunda edición alemana y registrar en notas y apéndices: a) las diferencias entre primera edición y segunda; b) los agregados y las variantes de la versión francesa; c) las enmiendas y los comentarios introducidos por Engels; d) el texto original de todas las citas efectuadas por Marx.43

Scaron anticipaba el criterio que una década después adoptarían los editores de la sección II de la nueva Mega. La edición preparada por Siglo XXI no aspiraba “a tanto. Pretende ser, sencillamente –declaraba Scaron–, una primera aproximación a una edición crítica de El capital en castellano”.44 Llevar a cabo una edición crítica escapaba a sus posibilidades: ni una editorial como Siglo XXI habría podido solventarla, ni Scaron y su reducido equipo de traductores y colaboradores podían acceder, en una capital periférica, a la totalidad de ediciones que tal trabajo habría requerido. Por ejemplo, no les fue posible obtener en Buenos Aires un ejemplar de la primera edición alemana de 1867. En cambio, localizaron la segunda edición en la biblioteca de la antigua asociación Vörwarts, fundada por exiliados alemanes a finales del siglo XIX.

Su versión castellana tomó como referencia la segunda edición alemana (1873), reponiendo en notas y apéndices las variaciones respecto a la primera edición, de 1867. Así, por ejemplo, Scaron optó por ofrecer en anexos la versión primera del capítulo I (“La mercancía”) y el apéndice sobre las formas del valor, así como los subrayados de la edición de 1867, cuyas itálicas se habían suprimido en la segunda edición por un simple problema de costos de imprenta. Además, ideó un sistema de subnotas para registrar todas las variantes y notas introducidas por Engels. Para no recargar más de la cuenta esta edición, Scaron optó por incorporar sólo de modo excepcional los pasajes de la versión francesa señalados por Marx que Engels no había incorporado a la tercera y cuarta ediciones alemanas. Asimismo, ofreció las citas que Marx hace de terceros en versión castellana, sin retraducirlas del alemán sino acudiendo a las versiones originales inglesa, francesa, italiana, etcétera.45

En la labor de traducción del alemán confesaba haberse ceñido “al texto original con la mayor fidelidad posible, aun al precio, aquí y allá, de sacrificios estilísticos”. Los términos técnicos, por ejemplo, debían ser traducidos a otra lengua siempre por una misma expresión, conforme había establecido Engels.46 Scaron había contado para ello “con la importante colaboración de Miguel Murmis, defensor tenaz –a veces demasiado inflexible, a nuestro juicio– de la norma enunciada por Engels. Murmis leyó las primeras 300 páginas de la traducción y contribuyó a establecer el vocabulario empleado” en ella.47 El recuerdo del propio Murmis:

El trabajo con Perico Scaron fue dialógico. Oh, ¡qué memorables, casi apasionadas discusiones! Teníamos traducciones distintas, muchas libros de referencia y hacíamos largas sesiones. ¡Eso era trabajar! Aun cansados, buscar y buscar cómo entender, cómo encontrar las palabras necesarias para traducir a Carlitos. Un trabajo con sentido. […]
Pancho [Aricó] era verdaderamente el hombre de consulta. Sabía más que nosotros sobre los temas en que estábamos trabajando y estaba cerca de nosotros. […]

También revisamos El capital con una lista de términos que los de la Academia soviética pensaban que habían sido mal trascritos en su edición. Enrique Tándeter había andado por Moscú y nos consiguió esas hojitas. Todavía recuerdo un caso gracioso incluido en la lista: “Donde dice Revolution debe decir Revaluation”.48

Acaso la decisión más osada del traductor fue de la verter mehrwert por “plusvalor”, allí donde Pedroso y Roces (o el propio Scaron en los Grundrisse) habían establecido “plusvalía”. Desafiando el uso arraigado en la cultura marxista, el uruguayo se proponía ligar morfológicamente ciertas categorías establecidas en el idioma alemán: wert, “valor”; mehrwert, “plusvalor”. Si wert se traducía como “valor” –sostenía el traductor uruguayo haciendo gala de casticismo idiomático frente a los propios españoles–, no tenía sentido el femenino “valía” cuando se vertía mehrwert. “En castellano –ironizaba Scaron–, las mercancías tienen valor y no valía”.49

Su historia crítica de las traducciones de El capital merece un párrafo aparte. Destacaba Scaron la “fidelidad al original” del precursor Juan Bautista Justo, reconocía méritos en la labor de Pedroso y se dedicada luego a demoler sin piedad durante varias páginas la traducción de Roces, tanto por su sumisión a la autoridad de los soviéticos en la elección de las ediciones de referencia como por el uso de equivalencias inadecuadas en el léxico técnico, formulaciones incomprensibles, inversiones de sentido (convertir una negación en afirmación, o viceversa; o un sustantivo en su contrario), omisiones de palabras, de grupos de palabras, de frases y, ocasionalmente, de párrafos enteros. “El éxito de la versión se basa, si no estamos equivocados, en el elegante, cálido estilo español de Roces, quien en no pocos lugares redacta con tanta frescura e inspiración como si él fuera autor, no traductor de la obra”.50

Finalmente, no sólo identificaba graves errores de traducción en la edición de Cartago llevada a cabo por Mazía, sino que cuestionaba incluso el carácter “autorizado” por Marx de la edición francesa que los comunistas argentinos habían tomado como referencia. Era improbable –sostenía Scaron– que Marx hubiera revisado totalmente la traducción francesa de Roy, donde figuran “errores que no podían escapar a la atención del autor si éste hubiese leído los pasajes correspondientes”. Si a los errores de Roy no corregidos se sumó la simplificación practicada por Marx mismo, hay que convenir que la edición francesa constituye otra edición51, una versión más vulgarizada que popular, por momentos una “vulgarización defectuosa de la obra original” en la cual se desdibuja y confunde “la terminología en general tan precisa de las versiones alemanas”. Scaron no sólo presentaba la versión de Mazía como la mala traducción de una mala traducción, sino que llegaba incluso a considerar inconcebible que en la propia Francia, en lugar de una nueva traducción científica, se siguiera publicando la “defectuosa versión de Roy”.52 Y hasta sugería, no sin ironía, una hipótesis explicativa: una versión tan deshegelianizada era perfectamente funcional a la lectura althusseriana de El capital.53

Un criterio semejante adoptó a la hora de encarar los tomos II y III de El capital. Éstos, señalaba en una segunda advertencia, acrecentaban las dificultades señaladas para el tomo I, pues no eran otra cosa que manuscritos de Marx seleccionados y compaginados por Engels. Cuando éste, tras la muerte de Marx, acometió “la ímproba y sacrificada tarea de publicar esos dos tomos de El capital” se encontró ante un cúmulo de manuscritos y frente a un dilema: transcribir dichos manuscritos en el estado en que se encontraban, ofreciendo una edición científica a los especialistas; o bien, “seleccionar, compaginar, redactar de nuevo partes oscuras o elaboradas sólo a medias, introducir títulos y nexos explicativos” de modo de conferir coherencia a una obra destinada a los militantes socialistas. Engels optó por lo segundo, decisión que en aquel momento y en esas circunstancias Scaron consideraba “perfectamente defendible”.54 Sin embargo, a la hora de establecer una edición crítica, o de sentar las bases para su realización futura, se tornaba necesario distinguir la activa, casi autoral, labor de Engels respecto a los manuscritos legados por Marx. Ahora bien, para establecer su edición sin tener acceso directo a los manuscritos de Marx depositados en el Instituto de Historia Social de Ámsterdam, Scaron “deconstruyó” hasta donde le fue posible la edición de Engels, sometiéndola a un minucioso cotejo con las ediciones parciales de dichos manuscritos ofrecidos en el tomo XXIV de las Werke alemanas y en la edición francesa de Oeuvres preparada por Rubel.55 La labor del editor científico consistía, para Scaron, en hacer transparentes al lector sus intervenciones, en revelar las sucesivas intervenciones que fueron configurando una “obra” sin confundirse o solaparse jamás con el autor. Por ello, si bien se apoyaba en la labor de Rubel, no dejaba de censurar la decisión del marxólogo francés de proceder a una “selección” e incluso “abreviación” de los manuscritos económicos de Marx, aplicando en 1968 y “con menos autoridad” los mismos criterios que guiaron a Engels al editar a Marx en 1885. “Por este camino […] podemos llegar a tener tantos tomos II de El capital como investigadores estudien los manuscritos”.56

¿Quién era este ignoto traductor que se atrevía a tomar semejantes libertades para enjuiciar no sólo la labor de Kautsky o de los comunistas sino, también, la de Engels e incluso la del mismísmo Marx? Resulta difícil establecer la biografía de Pedro Scaron. Gracias a su viejo amigo Luis Sabini, sabemos que nació en Montevideo en 1931 y murió exiliado en París en 2014. Sin estudios regulares, “fue autodidacto radical, aprendió alemán y ruso a partir de lecturas”. Tuvo una experiencia de vida comunitaria a los 20 años en la selva paraguaya con los cristianos primitivistas de la Bruderhof, las iglesias de paz. Poco después formó parte de otra experiencia comunitaria, ahora de signo anarquista, la Comunidad del Sur, de la que fue fundador en 1955. Permaneció en ella sólo hasta 1957, pero enseguida fue parte de las Juventudes Libertarias, acompañando en forma independiente el giro de la Federación Anarquista de Uruguay, en apoyo de la Revolución Cubana, que lideraba su amigo Gerardo Gatti. “Perico” Scaron formó parte de los colectivos editores de las revistas Lucha Libertaria (1957-1958) y Rojo y Negro (1968), “pero ya nunca volvió a integrarse a organización anarquista alguna”.57 Hugo Cores dejó testimonio de una generación de anarquistas que ponían en tensión los viejos esquemas doctrinales y se abrían a nuevos horizontes, como la Revolución Cubana o el “tercermundismo” y a nuevas lecturas, como las del marxismo. Tal fue el caso de Scaron, “fundamental en el sesenta y pico para sacar, con Gatti, Cariboni y Marta Casal, la revista Rojo y Negro. Scaron era otro anarquista que se abría del anarquismo ortodoxo por otro camino, por influencia directa del marxismo. Tenía una influencia compleja en nosotros: era y es muy erudito, a veces agobiadoramente erudito”.58

A comienzos de la década de 1960 tradujo textos anarquistas, como el clásico de Landauer, La revolución, o La problemática de la autoridad en Proudhon, de Peter Heintz.59 Pero la cultura marxista latinoamericana debe a este traductor libertario algunas de las mejores y más cuidadas ediciones de Marx, comenzando por la recopilación de los escritos de éste y Engels sobre América Latina, aparecidos inicialmente en 1968 en Cuadernos de Marcha, de Montevideo.60 La cuidada edición, profusamente anotada, atrajo la atención al otro lado del Río de la Plata de José Aricó, quien le propuso reeditar esa recopilación en forma extensa en uno de los más celebrados Cuadernos de Pasado y Presente.61 Aparentemente, su labor de traductor lo condujo a Buenos Aires a comienzos de la década de 1970, componiendo un singular equipo con José Aricó y Miguel Murmis en las oficinas porteñas de Siglo XXI de Argentina.62 El espacio intelectual de la nueva izquierda había hecho posible que aunaran en una misma labor y camaradería tres figuras provenientes de diversas tradiciones: el anarquismo (Scaron), el socialismo (Murmis) y el comunismo (Aricó). Apenas dos días después del golpe militar del 24 de marzo de 1976, las fuerzas represivas allanan las oficinas porteñas de Siglo XXI, secuestrando a dos de sus editores, Alberto Díaz y Jorge Tula. Scaron debió exiliarse en París, donde continuó en soledad la traducción de El capital, cuyas copias enviaba ahora a la sede de Madrid, completándose entre la capital española y la mexicana una edición imposible de proseguir en Buenos Aires. Scaron es un caso singular de anarquista marxólogo, una suerte de Maximilien Rubel rioplatense. Como veremos enseguida, los traductores de El capital venidos después debieron tomarlo como referencia obligada, aunque más no fuera para discutir sus criterios de traductor y editor.

Una vez clausurada la sede argentina de Siglo XXI, donde se alcanzaron a publicar los primeros cuatro volúmenes, su continuidad fue asumida por la filial de México en coedición con la de España. La obra iniciada en 1975 con el primer volumen sólo pudo completarse con el volumen octavo en 1981. Pese a esta vida accidentada, la edición de Siglo XXI disputó con éxito la comercialización de El capital con la casa madre, Fondo de Cultura Económica. Entre 1975 y finales de 2016, los diversos volúmenes habían conocido en promedio más de 20 reimpresiones.63 A comienzos de 2017, coincidiendo con los 150 años de la aparición del primer tomo de El capital, Siglo XXI de España relanzó la edición de Scaron, pero ahora en los clásicos tres tomos y en una nueva colección: Clásicos del pensamiento crítico.

III.9. La edición de bolsillo de Akal

Para mediados de la década de 1970, Editorial Akal, sello independiente fundado poco tiempo atrás en Madrid, también proyectaba una edición popular de El capital en ocho tomos. A diferencia de Argentina, donde concluía un periodo de intensa politización y auge de la cultura marxista, cuando Ramón Akal González creaba en 1972 su sello editorial, España se encontraba en las postrimerías del franquismo y en los albores de un proceso de radicalización política e intelectual.

La labor de traducción había sido encomendada a Vicente Romano García (1935-2014), comunicador social que había iniciado estudios superiores en la Universidad Complutense de Madrid y los había completado en Alemania, en la Universidad de Münster. Sus múltiples intereses en el mundo de la comunicación y la cultura, su conocimiento de la lengua alemana y su formación política en el Partido Comunista Español aseguraban los créditos necesarios. En septiembre de 1975, cuando el traductor castellano –Vicente Romano nació en Alamillo– ya tenía traducido el primer volumen de El capital, lo sorprendió la reimpresión madrileña de la traducción de Pedro Scaron. Hasta entonces se había propuesto una misión menos ambiciosa que la emprendida por el uruguayo y más circunscrita al universo de los editores comunistas. Según su testimonio, se había basado en la edición de Dietz de 1962, preparada por los institutos de marxismo-leninismo de Moscú y de Berlín sobre la base de la cuarta edición alemana dispuesta por Engels. Había apelado complementariamente para su labor a la versión francesa de Joseph Roy, había desestimado la retraducción de Floreal Mazía para Editorial Cartago y tenido “siempre a la vista la versión más conocida de Wenceslao Roces”.64 Ahora, la aparición de una edición que se anunciaba como “la más completa de las ediciones de El capital publicadas en cualquier idioma y la primera aproximación crítica de la obra en castellano” lo obligaba a “hacer referencia a esta versión, aunque no la hayamos cotejado línea a línea con el original”.65 Pero Romano, más que “hacer referencia”, consagra a la versión de Scaron dos tercios de su prólogo. Además, no los dedica tanto a defender su traducción como la versión de su camarada Wenceslao Roces, que habría sido objeto de “la obsesión” de Siglo XXI, pues si Roces había cometido, como Romano mismo reconocía, “algunos errores”, “Scaron los exagera, amplifica y, por tanto, deforma”.66

La meritoria versión de Romano, que no pudo enriquecerse como la de Scaron de un control terminológico de conocedores de la obra de Marx como Murmis o Aricó, no alcanza el rigor conceptual de la traducción de Scaron. Acepta, por ejemplo, sistema de producción y modo de producción como conceptos equivalentes, según él “empleados indistintamente en la terminología económica”.67 O rechaza el uso de plusvalor como un neologismo innecesario, pues plusvalía había adquirido “carta de naturaleza en la terminología marxista de nuestra época”.68

La edición de ocho volúmenes en formato bolsillo se completó entre 1976 y 1977, dentro de la colección Akal 74, totalizando 3 mil 230 páginas. En contratapa se remarcaba su condición de edición popular: “El capital, reputado por economistas y propagandistas burgueses como algo intrincado y difícil, es una obra escrita para las masas trabajadoras, las cuales la encontrarán fácilmente asequible por ellas, estimulante, esclarecedora, vigente”. (Imagen 6)

En 2000 se reeditó en otra colección (Akal Básica de bolsillo) con un estudio preliminar del economista Enrique Palazuelos, “El capital a casi siglo y medio de distancia”, que se ofrecía en folleto complementario. Nuevas reimpresiones se lanzaron en 2007 (primera), 2012 (segunda), 2014 (tercera) y 2016 (cuarta) en un estuche donde los lomos de los 8 volúmenes formaban un retrato de Karl Marx, según un modelo del diseñador Sergio Ramírez.

III.10. Manuel Sacristán, o la lealtad a la edición histórica

La cultura marxista hispanoamericana tiene una deuda considerable con el filósofo español Manuel Sacristán (1925-1985), cuya labor se desplegó desde sus perfiles de investigador, ensayista, docente, editor y traductor. Vertió al castellano más de 80 títulos, entre ellos obras de Antonio Gramsci, Theodor W. Adorno, Rosa Luxemburg, Georg Lukács, Karl Korsch, Galvano della Volpe, Antonio Labriola, Agnes Heller y E. P. Thompson. A comienzos de la década de 1970, mientras se alejaba del Partido Comunista español para convertirse en un faro intelectual de la nueva izquierda, proyectó en acuerdo con Editorial Crítica (por entonces parte de Grupo Grijalbo) una edición en lengua castellana de las Obras de Marx y Engels (conocidas por su siglas, OME) en 68 volúmenes, que tomaba como referencia los conocidos tomos de tapas azules de la edición alemana MEW (Marx-Engels-Werke). El reflujo que conoció la cultura marxista en España en el decenio de 1980 en tiempos del “desencanto” y la prematura muerte de su impulsor poco antes de cumplir 60 años hicieron que de aquel ambicioso proyecto llegaran a ver la luz sólo 12 volúmenes, entre ellos las traducciones de los libros I y II de El capital.69

Sacristán introdujo la “Nota editorial sobre OME 40-44 (El capital)”, donde justificaba su decisión de llevar a cabo su traducción sobre la base de la edición MEW, fundada a su vez en las ediciones preparadas por Engels.70 Aunque no cite expresamente a Scaron sino a Maximilien Rubel como “un caso digno de nota” en lo que hacía a poner en discusión el criterio tradicional de aceptación de la edición de Engels, es evidente que Sacristán ha considerado la edición de El capital de Siglo XXI a la hora de llevar a cabo su labor. Si el filósofo español ha optado por traducir dicha obra con base en la versión MEW, es porque la considera la forma “más corriente en la tradición editorial”, si bien admite que su “solución editorial es discutible, nada inconcusa”.71

En la presentación de la segunda parte del libro I, Sacristán discutía explícitamente algunos criterios adoptados por Scaron, a la que por otra parte reconoce como una “importante traducción de El capital”.72 Y en la presentación del libro II, fechada en enero de 1980, admitía las consideraciones de Rubel y de Scaron según las cuales “El capital II es una composición de Engels con materiales de Marx”,73 pero seguía sosteniendo que “El capital de Engels es un libro muy libro en la historia de la Europa moderna[…] presente durante casi un siglo en la historia del movimiento socialista y en las universidades”, mientras que las postuladas ediciones críticas que quieren recuperar los textos marxianos “no son más que fantasmas de libros que nunca fueron”.74

Sacristán admitía los problemas que enfrentaba el editor contemporáneo de El capital, pero optaba finalmente por una solución que, sin renunciar a la calidad y el rigor de la traducción, respondía sobre todo al respeto por la tradición editorial, a la lealtad por los libros históricos.

De todos modos, a comienzos de la década de 1980 Sacristán se refirió en diversas oportunidades a los méritos de la labor de Pedro Scaron, a quien incluso convocó para integrar el equipo de traductores de OME.75 En un curso dictado en la Universidad Nacional Autónoma de México en el invierno de 1981-1982 se refería a la traducción de Scaron de los Grundrisse como “literariamente la mejor”, reconociendo que la que había traducido Pérez Royo para su colección OME era “literariamente más dura”, aunque ofrecía la ventaja comparativa de haberse basado en la nueva Mega.76 Lamentablemente, Sacristán dejó inconclusa su traducción del libro III de El capital, por lo cual esta cuidada edición engelsiana no ha sido objeto de reediciones.

III.11. Un regalo soviético inesperado: la traducción de Cristián Fazio

La Unión Soviética inició en 1931 una política de ediciones de clásicos del marxismo y de autores rusos con el nombre de Editorial de los Trabajadores Extranjeros en la URSS, con sede en Moscú. En 1939 cambió de nombre por Ediciones en Lenguas Extranjeras hasta que, tras una reorganización ocurrida en 1963, adoptó el definitivo: Editorial Progreso. Sus cuidadas ediciones, impresas en tapas de cartoné e interiores en papel ilustración, se ofrecían en un principio en inglés, francés, alemán y español, pero para las décadas de 1970 y 1980 sus publicaciones destinadas a satisfacer una demanda global superaban las 40 lenguas. Era política suya mantener en el anonimato el nombre del equipo de traductores, en un principio formado por un grupo de exiliados españoles para las versiones en lengua castellana que en años posteriores fue renovándose con el arribo sucesivo de exiliados latinoamericanos a Moscú.

A mediados del decenio de 1980, los editores de Progreso decidieron “llenar un vacío” en “su línea de publicaciones en español con relación a la obra de Marx”.77 En efecto, contaban desde hacía medio siglo con cuidadas traducciones de obras como El manifiesto comunista, Miseria de la filosofía o El xviii Brumario de Luis Bonaparte, pero nunca habían emprendido una traducción española de El capital en la propia URSS. Acudieron entonces a un economista exiliado, el chileno Hugo Fazio, quien fuera vicepresidente del Banco Central de Chile en el gobierno de la Unidad Popular. Pero éste delegó la labor de traducción en su hijo Cristián, entonces estudiante de economía en la Universidad de Lomonósov y buen conocedor de alemán y del ruso, reservándose para sí el papel de revisor técnico. Padre e hijo trabajaron, como era previsible en el mundo comunista, sobre la cuarta edición alemana preparada por Engels, teniendo además a la vista la edición soviética. Hugo Fazio estima hoy que el trabajo de traducción del libro i “debe haber durado su par de años”, facilitado por el hecho de que su hijo era entonces “estudiante universitario y podía traducir en horas libres”. Respecto al método de trabajo, Fazio recordaba que el hijo “iba traduciendo y escribiendo en un cuaderno, luego lo pasaba a máquina de escribir, porque no había computadoras, y finalmente yo entraba a trabajar en la traducción y le hacía observaciones”. El primer tomo apareció en Moscú en 1990.78 Lamentablemente, el segundo que entregaron ya traducido al castellano a Editorial Progreso ese año, en vísperas de la disolución de la Unión Soviética, hoy está perdido, y ellos no tuvieron la precaución de guardar siquiera un borrador.79

De regreso del exilio, los traductores entregaron un ejemplar de la edición soviética de El capital a LOM Ediciones, de Santiago de Chile, con vistas a la publicación de una versión chilena. La editorial encomendó a un equipo de jóvenes economistas –Sebastián Zarricueta Cabieses, Manuel Hidalgo, Rafael Agacino– una revisión de erratas, pero éstos consideraron imprescindible someter la traducción de los Fazio a un examen minucioso con la última versión de la traducción de Wenceslao Roces para el Fondo de Cultura Económica, así como con la edición de Pedro Scaron para Siglo XXI.80 (Imagen 7)

Si bien la edición de referencia, como en todas las comunistas, es la cuarta alemana de 1890 preparada por Engels, en la de LOM se hace visible una vez más la marca del criterio editorial de Scaron, en decisiones como la adopción del término plusvalor en lugar del tradicional plusvalía, o la reposición de las itálicas de la edición prínceps. Resultado de esta labor colectiva fue la publicación de la primera edición chilena de El capital en 2010, dos décadas después del lanzamiento de la soviética.81

IV. Los resúmenes populares de El capital

Marx aspiraba a que El capital fuera leído por la clase obrera. Sin embargo, su opera magna constituía, como señaló Andreucci, “una lectura difícil”. En la Europa de las últimas dos décadas del siglo XIX, los obreros socialistas preferían ampliamente obras de divulgación, como La mujer de Bebel, La doctrina económica de Marx de Kautsky o los populares ensayos de Paul Lafargue y Gabriel Deville. Además, los volúmenes segundo y tercero de El capital no tuvieron siquiera la acogida del primero, el que –como había señalado Rosa Luxemburg– había interesado al militante socialista porque ofrecía una “explicación científica de la explotación, así como de la tendencia a la socialización del proceso de producción; es decir, la explicación científica de los fundamentos objetivos de la transformación socialista”. Pero incluso el primer volumen de El capital fue más conocido por los resúmenes populares de Cafiero, Deville y otros que a través de su lectura directa.82

Las dificultades de lectura de El capital aparecen incluso entre los dirigentes socialistas de fin de siglo. En Estados Unidos, Eugene V. Debs, líder del Socialist Party, confesaba que Marx lo “dejaba frío”, pero que leía a “Kautsky con mucho gusto”. El inglés William Morris reconocía: “Si bien he apreciado plenamente la parte histórica de El capital, mi cerebro ha experimentado el miedo a la confusión al leer la parte meramente económica de esta gran obra”. Y en Italia, Antonio Labriola se quejaba de la falta de lectura directa de los textos de Marx y Engels. Sin embargo, pese a que era escasamente leído, El capital se iba instalando a finales del siglo XIX y comienzos del XX como la “Biblia del movimiento obrero”. Como escribía el español Adolfo Posada en 1904:

Hasta hoy no ha habido en la historia una popularidad tan grande y universal como la de El capital de Marx. Es suficiente hablar con nuestros obreros para convencerse de ello. Desde luego, no lo han leído. ¿Cómo podrían leer una obra de tales proporciones y características? Pero saben de ella: están informados, discuten con argumentos y reflejan, con mayor o menor fidelidad y pureza, la doctrina de El capital.83

En efecto, si bien abordaba la lectura directa de El capital sólo una franja de los dirigentes socialistas y un sector de la intelectualidad, las categorías y las concepciones de la opera magna de Marx, aunque pasadas por cierta criba, se difundían a través de reseñas, resúmenes, debates teóricos y políticos, artículos en la prensa burguesa y en la obrera. “Así pues, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, el marxismo había llegado al ama de casa de Chicago, a grupos de intelectuales chinos, a numerosos estudiantes de todas partes, y sobre todo a millones de obreros de todo el mundo. Éstos no habían leído a Marx, pero discutían con argumentos procedentes de sus obras. No conocían El capital, pero sabían que su destino estaba finalmente en sus manos: habían conquistado, a través del partido y del marxismo, formas más elevadas de conciencia, aunque se trataba de un marxismo pobre, reducido a esquema, transformado en argumentos para la discusión de café”.84

En el contexto latinoamericano, las dificultades de recepción de este texto complejo fueron acaso mayores que en Europa. Recordemos que en 1873, cuando Wilmart trae entusiasmado los fascículos de la versión francesa de El capital para difundirlo entre los internacionalistas franceses, no encontró eco alguno. No había en la Buenos Aires de 1873 contexto posible de recepción. Dos y hasta tres décadas después, cuando se constituye el movimiento socialista en el cono sur y aparece la traducción castellana de Justo, es una obra frecuentemente citada en los medios de prensa, en los mítines y en el aula, e infaltable en todas las bibliotecas públicas y populares. La biblioteca popular Bernardino Rivadavia, de Buenos Aires, según consta en su catálogo, disponía a principios del siglo XX de una edición castellana de El capital de Marx; incluso contaba con otro ejemplar la biblioteca popular de Salta, según un catálogo de 1908.85 Pero a pesar de su relativa circulación y del reconocimiento intelectual que alcanzó fue, según Aricó, una obra “más referenciada que leída, excepto por el propio Justo”.86

Robert Paris señala que la introducción del marxismo en América Latina seguirá pasando un largo tiempo por divulgadores como Loria y Ferri, mientras que la difusión de El capital se realizará a través de los compendios de Deville o Cafiero. Trae, a propósito, el testimonio del socialista chileno (más tarde dirigente comunista) Elías Lafertte:

Creo que ninguno de nosotros –salvo Recabarren– había leído a Marx o a Engels. Los libros de estos pensadores eran escasísimos. […] No éramos propiamente marxistas. El marxismo llegó al pos [Partido Obrero Socialista] andando el tiempo, a través de los estudios, de los libros que vinieron de Europa, de las relaciones internacionales, de los viajes de los compañeros y de la cooperación de la Internacional Comunista.87

De modo similar, contamos para el socialismo argentino con el sincero testimonio de Nicolás Repetto, uno de los dirigentes de la primera línea del Partido Socialista:

Confieso, para que se me crea, que no alcancé a leer todo El capital de Carlos Marx, traducido al español por el doctor Juan B. Justo; me resultaba más comprensible el compendio escrito por Gabriel Deville, el exegeta francés más autorizado del fundador del llamado socialismo científico.88

Otro testimonio significativo es el del socialista argentino Roberto F. Giusti, cuando recapitulaba el universo de lecturas de los jóvenes que llegaban a la vida política y universitaria a principios del siglo XX:

Nadie había leído, en verdad, El capital, a lo más, hojeado en un compendio… Atemorizados por el tecnicismo de las teorías económicas del genial profeta de Tréveris, preferíamos enfrascarnos en las glosas y polémicas, no siempre tampoco de fácil comprensión, suscitadas por la doctrina del determinismo histórico o las inexorables leyes de la evolución y crisis de la sociedad capitalista; o bien, en las más accesibles divulgaciones de Engels. Aunque habíamos leído el Manifiesto comunista, nadie se decía tal. La palabra no estaba todavía entre nosotros.89

Como ha señalado Ribas, la verdadera difusión de El capital entre los lectores obreros tuvo lugar a través de las ediciones resumidas. La primera de todas, preparada en prisión por Johann Most y reeditada con correcciones introducidas por Marx y Engels, apenas encontró un traductor en el mundo hispanoamericano.90 La de Kautsky conoció numerosas ediciones en alemán y en ruso, pero se difundió en español sólo de modo tardío y parcial.91 De las versiones resumidas, las más difundidas fueron las del italiano Carlo Cafiero, el francés Gabriel Deville y las de los alemanes Julian Borchardt y Otto Rühle.

iv.1. Una de las primeras en aparecer en el ámbito de las lenguas latinas es la del anarquista italiano Carlo Cafiero (1846-1892), precursor del movimiento obrero italiano y miembro de la AIT. Es indudable que la edición de Cafiero, de 1879, muy popular en Italia, circuló en América Latina, y sobre todo en Argentina. Sin embargo, es probable que la temprana traducción del resumen de Deville por los socialistas españoles haya restringido la circulación de la versión italiana de Cafiero a los años de la Segunda República española, donde conoció tres ediciones (1931, 1932 y 1937).92

iv.2. De las ediciones resumidas de El capital, la que alcanzó mayor difusión en lengua española fue la preparada por Gabriel Deville (1854-1940), socialista francés vinculado en su juventud a Jules Guesde y Paul Lafargue, y una de las estrellas de la publicística socialista de fines de siglo XIX, aunque alejado del movimiento tempranamente, hacia 1900. Deville había propuesto a Marx realizar un compendio de El capital cuando para 1876 la traducción gala se había agotado. Marx, temiendo complicaciones contractuales con La Châtre, su editor francés, le responde en carta del 23 de enero de 1877 y le propone aplazar el proyecto. Más tarde, en 1882, Marx se reunió con Deville en París, y el proyecto revivió: Marx pudo ver parte del manuscrito y el resto fue revisado por Engels, quien lo calificó en carta a Kautsky como el mejor de los realizados hasta entonces.93

El volumen apareció en París en 1884 como Le capital de Karl Marx. Résumé et accompagné d’un apercu sur le socialisme scientifique. Según el testimonio de un contemporáneo, no tardó en llegar “a las librerías madrileñas”. Tan sólo dos años después, un tipógrafo de El Socialista de Madrid, Juan Gómez Crespo, que trabajaba también en la imprenta de Ricardo Fe, propuso a éste la publicación por su establecimiento de esta versión de Deville, pagando los derechos de traducción con “unos cientos de ejemplares”.94 “Aceptó la idea, se logró permiso del autor y realizó la traducción óptimamente Antonio Atienza”.95

Un nivel extraordinario de circulación, tanto en España como en América Latina, alcanzó sin embargo la versión castellana de T. Álvarez que publicó Sempere de Valencia a partir de 1903, que incluía ahora sólo el resumen de Marx, pues el estudio de Deville sobre el socialismo científico había cobrado vida editorial aparte.96 Según una carta de Sempére a Miguel de Unamuno, las ediciones y tiradas hasta 1909 fueron las siguientes: “Primera, noviembre de 1903, 8 mil; tres posteriores, a 4 mil; una, a 6 mil; venta en España, 9 mil; América, 14 mil”.97 Además, otros editores españoles como Beltrán y Bergua de Madrid, o Cervantes y Helios de Barcelona, se lanzaron con el resumen de Deville.98

En Argentina, la posta de Sempére será retomada a partir de la segunda mitad de la década de 1920 por un editor socialista local, el emigrado español Antonio Zamora (1896-1976), cuya Editorial Claridad realizará al menos seis ediciones masivas del célebre resumen de Deville entre 1930 y 1961.99 (Imagen 8) Las editoriales comunistas argentinas Problemas y Calomino lanzarán sus propias ediciones.100 Y harán lo propio algunas casas comerciales, como el sello Tor.101 Ediciones semejantes se realizaron en Chile, Cuba, Colombia, México.102

iv.3. Otro resumen fue realizado en 1920 por el socialista de izquierda alemán Julian Borchardt (1868-1932), cuya singularidad consiste en que resume por primera vez los tres volúmenes de El capital. Enseguida se llevaron a cabo numerosas traducciones, siendo las primeras la inglesa en 1921 (The peoples’s Marx, Londres) y la rusa en 1922. Pero la francesa tuvo mayor difusión en América Latina.103 Probablemente en esta versión se basó el aprista peruano Carlos Manuel Cox (1902-1986), entonces exiliado en Chile, para traducir la primera edición latinoamericana aparecida en Santiago.104 Sólo muchos años después fue reeditada en México.105

iv.4. Un cuarto resumen fue realizado por otro comunista de izquierdas alemán, Otto Rühle (1874-1943), entonces exiliado en México. La editorial Losada de Buenos Aires ofreció a León Trotsky la preparación de una antología de Karl Marx precedida de un estudio, para la colección Biblioteca del Pensamiento Vivo. Trotsky escribió una introducción al resumen de El capital preparado por Otto Ruhle, fechado en Coyoacán el 9 de abril de 1939. También fue publicado como folleto en Nueva York en 1940 por Longman, Green, & Co., con el título Marxism in our time. El volumen de Losada apareció en Buenos Aires en 1940 y conoció numerosas reediciones.106

iv.5. Un caso curioso es una versión argentina adaptada a la economía del país por el nacionalista de izquierdas Eduardo B. Astesano (1913-1991) en las postrimerías de la segunda presidencia de Juan Domingo Perón.107 (Imagen 9) En su prólogo, el decano de los disidentes comunistas argentinos recomendaba “este resumen y adaptación de El capital de Carlos Marx a los problemas argentinos y latinoamericanos”, pues ni siquiera Juan B. Justo, su primer traductor, “ni ningún otro después aplicaron la teoría del nacimiento y desarrollo del capitalismo y del paso al socialismo a la realidad nacional”.108 El problema de la adaptación estaba en que las contradicciones del capitalismo no se resolvían, como en la obra de Marx, en la revolución proletaria sino en la “nueva síntesis dialéctica del gran monopolio del Estado liberador” erigido por el peronismo.109

V. Presente de El capital en el mundo hispanoamericano

La mayor parte de estos resúmenes ha caído en desuso y no se reimprime desde hace décadas. Su declive coincide con la desaparición del universo de la folletería popular y de los libros impresos en papel de diario, ofrecidos a centavos a un público lector compuesto por obreros autodidactos ávidos de aprender. Ese mundo de la cultura obrera, muy intenso en el mundo hispanoamericano entre finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, ha desaparecido.110 Si bien se han producido últimamente nuevos compendios como el del español Diego Guerrero,111 la divulgación se canaliza sobre todo a través de los medios audiovisuales, comenzando por el cómic y las ediciones ilustradas112, pasando por el cine113 y llegando hasta los videos didácticos, cuya oferta en YouTube es múltiple y creciente.

Además, si la obra de Marx ha perdido sus viejos lectores obreros, ha conquistado otros lectores, mejor capacitados para un abordaje sin mediadores ni vulgarizadores. En la década de 1960, El capital comenzó a ser abordado en forma directa por amplias franjas de la intelectualidad radical. En la medida en que su estudio exhaustivo estaba excluido de la universidad (con la excepción de Cuba, del Chile de los breves años de la Unidad Popular y de la UNAM de México, donde el Seminario de El Capital fue reconocido curricularmente en 1974), la forma privilegiada que adoptaron los intelectuales fueron los grupos de lectura extracurriculares, muy difundidos en países como Brasil y Argentina.114 En las últimas tres décadas, el marxismo ha ingresado por derecho propio en las universidades hispanoamericanas, y son frecuentes los seminarios curriculares sobre El capital. Los estudiosos que acuden a la obra original cuentan hoy con herramientas de apoyo más elaboradas y rigurosas que las del pasado115, como la excelente Guía de El capital de Marx del británico David Harvey, editada recientemente en España y difundida en Latinoamérica.216

Para comienzos del siglo XXI, cuando los centros de lectura canónica han desaparecido y la aureola de la “Biblia del Proletariado” se ha difuminado, El capital conquista incluso más lectores que en el pasado, aunque seguramente otros que los que Marx imaginaba. Objeto de abordajes acaso más profanos y menos candorosos, los lectores del presente siguen buscando en sus páginas, un siglo y medio después, las claves para comprender la mundialización del capital y sus crisis. Paradojas de la traducción: mientras las versiones españolas envejecían, reemplazándose unas a otras, el texto original alemán permanecía, e incluso se actualizaba con nuevas lecturas. De cualquier modo, con sus oscuros y sus claros, gracias a la labor acumulativa de Correa y Zafrilla y de Juan Bautista Justo, de Manuel Pedroso y de Wenceslao Roces, de Vicente Romano y de Manuel Sacristán, de Pedro Scaron y de Cristián Fazio, acompañando el quehacer de reconocidos editores y de ignotos tipógrafos e impresores, los lectores hispanoamericanos tenemos hoy acceso a las más cuidadas ediciones de El capital en español.


1 Horacio Tarcus, “El corpus marxista, 1955-1976”, en Susana Cella (coordinadora), La irrupción de la crítica, Buenos Aires, Emecé, 1999, volumen 10 de Noé Jitrik (editor), Historia crítica de la literatura argentina, páginas 465-500.

2 Óscar Terán, Nuestros años sesentas. La formación de la nueva izquierda intelectual argentina. 1955-1966, Buenos Aires, Puntosur, 1991.

3 Horacio Tarcus, “Las colecciones de cultura marxista en la Argentina: un mapeo de las estrategias políticas y las prácticas editoriales entre 1893 y 1976”, conferencia presentada en el segundo Coloquio argentino de estudios sobre el libro y la edición, Córdoba, 21 a 23 de septiembre de 2016.

4 Para ser precisos, entre 1956 y 1960 se publicaron 42 tomos, sobre la base de la cuarta edición soviética. En 1967 se agregan dos volúmenes complementarios (43 y 44) con los artículos incluidos en la quinta edición soviética publicada por el Instituto de Marxismo-Leninismo tras la apertura posterior al vigésimo congreso del pcus. Una nueva edición de 52 volúmenes apareció entre 1970 y 1972. En ambos casos, el tiraje fue de 3 mil ejemplares. Sobre la base de las ediciones argentinas se publicaron Obras completas de Lenin de la Editora Política de La Habana (1963) y de Akal, de Madrid (1975).

5 Testimonio de Antonio Giolito (Ingeniero Luigi, La Pampa, 1927-Buenos Aires, 20 de abril de 2006, seudónimo: Héctor Blanco) al autor, sede del Comité Central del Partido Comunista de Argentina, Buenos Aires, 4 de abril de 2001.

6 Carlo Marx, Il Capitale. Critica dell’Economia Politica, editado por Delio Cantimori, Roma, Editori Riuniti, 1964.

7 Carlos Marx, El capital. Crítica de la economía política, Buenos Aires, Cartago, 1956, 3 volúmenes: 1, 730 páginas; 2, 458 páginas; 3, 787 páginas. Carlos Marx, Historia crítica de la teoría de la plusvalía, Buenos Aires, Cartago, 1956, dos volúmenes. Tomo IV, 569 páginas; v, 409 páginas.

8 Página sin numerar, al inicio de cada volumen.

9 Carlos Marx, El capital. Crítica de la economía política, Buenos Aires, Cartago, 1956, tres volúmenes: 1, 730 páginas; 2, 458 páginas; y 3, 787 páginas. Carlos Marx, Historia crítica de la teoría de la plusvalía apareció como tomo IV (569 páginas) y v (413 páginas).

10 Carlos Marx, El capital. Índice analítico, Buenos Aires, Cartago, 1965.

11 Carlos Marx, Historia crítica de la teoría de la plusvalía, La Habana, Venceremos, 1965, 2 volúmenes: 569 + 413 páginas. “Editorial Venceremos ha tomado la versión de Editorial Cartago, srl, de Buenos Aires”.

12 Carlos Marx, El capital. Crítica de la economía política, México, Librerías Allende, 1977, 3 volúmenes.

13 De “Julio” por Cartago, srl, a Wenceslao Roces, Buenos Aires, 10 de febrero de 1957, en Archivo Histórico del Fondo de Cultura Económica, Sección Autores, caja 1, expediente 287, “Roces, Wenceslao”, legajo 1, folios 7 y 8. Gentileza de María Antonieta Hernández Rojas.

14 De Wenceslao Roces a Editorial Cartago, srl, México, 28 de febrero de 1957, ibídem, folios 9 y 10.

15 De Wenceslao Roces a Arnaldo Orfila Reynal, México, 1 de marzo de 1957, en ibídem, folios 11 a 13.

16 Carlos Marx, El capital. Crítica de la economía política, Buenos Aires, Cartago, 1973, 3 volúmenes. Edición de Floreal Mazía y colaboradores.

17 “Carlos Marx. El capital en tres tomos. Nueva traducción exclusiva del original francés”, Buenos Aires, Cartago, sin fecha [1973].

18 “Gran acontecimiento cultural: El capital traducido y editado en la Argentina”, en Nuestra Palabra, segunda época, año i, número 17, 17 de octubre de 1973, página 10; [Floreal Mazía], “Cómo se tradujo la genial obra de Marx, explicado por Floreal Mazía”, en Nuestra Palabra, segunda época, año I, número 17, 17 de octubre de 1973, página 10.

19 Mauricio Lebedinsky, “La obra básica del comunismo científico. El capital”, Buenos Aires, Cartago, febrero de 1974.

20 Obras escogidas de Marx y Engels, Buenos Aires, Ciencias del Hombre, 1973, volúmenes 1 a 3.

21 Aunque vertió al castellano cierto número de textos de psicología y epistemología (para Editorial Proteo, Paidós y Granica de Buenos Aires), fue sobre todo un traductor literario (Sudamericana, Jorge Álvarez, Tiempo Contemporáneo, Orión, Fausto, Corregidor, Vergara, Hermes de México, etcétera). “Hijo de inmigrantes centroeuropeos, aducía que su inmensa capacidad para los idiomas –se manejaba perfectamente en 5 de ellos y en 17 dialectos– provenía del contacto con vecinos de múltiples rincones de la Tierra, con los que había convivido en los conventillos del barrio de Villa Crespo, donde transcurrió su infancia. Fue poeta, narrador y periodista y, fundamentalmente, dueño de una sólida formación en español, base ineludible de todo buen traductor”. Jorge Fondebrider, “Recuerdos de un traductor”, en la web del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, disponible en http://clubdetraductoresliterariosdebaires.blogspot.com.ar/2009/10/recuerdo-de-un-traductor-vi.html

22 Testimonio de Antonio Giolito al autor, Buenos Aires, 4 de abril de 2001.

23 El capital. Crítica de la economía política, Madrid, edaf, 1967, 2 volúmenes, 2 mil 600 páginas, traducido de la versión francesa por Juan Miguel Figueroa, Rodrigo Peñaloza, Miguel Ángel Muñoz Moya, Aníbal Froufe, Antonio Sama, Mauro Fernández Dios, Francisco Crespo Méndez y Francisco Álvarez Velasco.

24 Carlos Marx, El capital 1. Crítica de la economía política, Buenos Aires, Corregidor, diciembre de 1973, 288 páginas.

25 Horacio Tarcus, Diccionario biográfico de la izquierda argentina. De los anarquistas a la “nueva izquierda”. 1870-1976, Buenos Aires, Emecé, 2007, entrada “Sciarreta, Raúl”.

26 Raúl Sciarreta, “Leer El capital”, en Los Libros, número 4, Buenos Aires, octubre de 1969, páginas 23-24. Disponible en el portal AméricaLee: http://americalee.cedinci.org/wp-content/uploads/2016/08/LOS-LIBROS-4.pdf

27 José Pablo Feinmann, “Distribuir es crecer”, en Página/12, Buenos Aires, 14 de noviembre de 2004, contratapa.

28 Pedro Scaron, “Advertencia del traductor”, obra citada, página xxviii, n. 24.

29 Karl Marx, Miseria de la filosofía. Respuesta a La filosofía de la miseria del señor Proudhon, Buenos Aires, Signos, 1970, 210 páginas. Edición a cargo de José Aricó. Ésta se basaba en la del Instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú, pero había sido cotejada, corregida y aumentada con el sistema de notas que Maximilien Rubel había preparado para la edición de Oeuvres de Karl Marx que había publicado La Pléiade en 1963, incluyendo las observaciones marginales de Proudhon.

30 Karl Marx, El capital. Libro I, capítulo VI (inédito), Buenos Aires, Signos, marzo de 1971, colección Pensamiento Fundamental. “Presentación” de José Aricó. Traducción de Pedro Scaron, quien firma además una “Advertencia del traductor”. Scaron tradujo de la edición ruso-alemana: Das Kapital. Erstes Buch, Der Produktionsprozess des Kapitals. Sechstes Kapital. Resultate des unmittelbaren Produktionsprozesses, en Arjik Marksa e Engelsa, Instituto Marx-Engels, Moscú, 1933, tomo II (VII), páginas 4-266, edición bilingüe (alemán/ruso), y cotejó dicha edición con la italiana (de Bruno Maffi, 1969) y la francesa (de Maximilien Rubel, 1967-1968). A partir de la segunda edición fue publicado por Siglo XXI: segunda edición (corregida): Buenos Aires, Siglo XXI, febrero de 1972; tercera edición: Buenos Aires, septiembre de 1974; quinta edición Buenos Aires, Siglo XXI, 1975, etcétera.

31 “Karl Marx. Elementos fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Borrador) 1857-1858 (borrador)”, Buenos Aires, Signos, sin fecha [finales de 1970]. Además de la “Presentación” firmada por Signos, el folleto ofrecía el texto de Martin Nicolaus, “El Marx desconocido”, que sería utilizado como estudio preliminar a la edición porteña de los Grundrisse.

32 Karl Marx, Grundrisse der Kritik der politischen Oekonomie, Moscú, Verlag für Fremdsprachige Literatur, volumen I: 1939, xvi + 764 páginas; volumen II, 1941, 339 páginas. Una reedición de ésta apareció en Berlín, Dietz, 1953, en un volumen de mil 102 páginas. La edición rusa está incluida en Marx-Engels, Sochinenia, tomo 42, Moscú, 1968-69, 2 volúmenes. Respecto a las lenguas latinas, los Grundrisse también se tradujeron al francés e italiano a finales de la década de 1960: Karl Marx, Fondements de la Critique de l’Economie Politique, París, Anthropos, 1967-68, 2 volúmenes: xii, 513; y xii, 762 páginas. Traducción de Roger Dangeville; Karl Marx, Lineamenti fondamentali della critica dell’economia politica, Firenze, La Nuova Italia, 1968-69, 2 volúmenes, traducción de Enzo Grillo.

33 Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858, Buenos Aires, Siglo XXI, 3 volúmenes, 1971, 1972, 1976. Traducción de Pedro Scaron, edición a cargo de José Aricó, Miguel Murmis y Pedro Scaron, a partir de la edición alemana: Grundrisse der Kritik derr Politischen Oekonomie (Rohentwurf) 1857-1858, Berlin, Dietz Verlag, 1953. Antecedida de “Presentación” de los tres editores, “El Marx desconocido”, de Martin Nicolaus, “Prólogo a la primera edición en alemán (Moscú, 1939)”. A partir de la segunda edición la reedita Siglo XXI de México; totalizó, entre 1971 y 1997, 7 ediciones. Los primeros dos volúmenes aparecieron en la colección Pensamiento Fundamental, retomando la denominación de Signos, pero luego se integró en la Biblioteca del Pensamiento Socialista de Siglo XXI.

34 Carlos Marx, Los fundamentos de la crítica de la economía política, Madrid, Alberto Corazón, 1972, 2 volúmenes, 399 y 708 páginas. Serie Comunicación, 14, 15. Traducción de Agustín García Tirado y Socorro Thomas.

35 Carlos Marx, Fundamentos de la crítica de la economía política, La Habana, Instituto del Libro / Ediciones de Ciencias Sociales, 1970, 1971. Traducción del francés de Mario Díaz Godoy. Incluye el prólogo a la edición francesa de Roger Dangeville.

36 Karl Marx, Líneas fundamentales de la crítica de la economía política (Grundrisse), Barcelona, Grijalbo / Crítica, 1977, 2 volúmenes, mil 138 páginas, OME 21, 22, traducción de Javier Pérez Royo.

37 Marx, Carlos, Grundrisse. Lineamientos fundamentales para la crítica de la economía política 1857-1858, México, FCE, 1985, 2 volúmenes, 461 y 544 páginas, traducción de Wenceslao Roces. Colección Economía.

38 “Karl Marx. El capital. Libro primero…, Buenos Aires, Siglo XXI, sin fecha [cerca de 1974], 36 páginas. El folleto ofrecía también la conferencia de Roman Rosdolsky, “Observaciones sobre el método de El capital” [1967], en la que es interpelado por Iring Fetscher, Alfred Schmidt y Oskar Negt.

39 Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, Buenos Aires / Madrid / México, Siglo XXI, 1975-1981, 8 volúmenes, traducción, advertencia y notas de Pedro Scaron.

40 Pedro Scaron, “Advertencia del traductor”, en Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, Buenos Aires, Siglo xxi, 1975, tomo I, volumen I, página viii. Las itálicas son de Scaron.

41 Ibídem, página ix.

42 Ibídem, página x.

43 Ibídem, página xi.

44 Ibídem, página xi. Las itálicas son de Scaron.

45 Ibídem, páginas xiii-xvi.

46 Friedrich Engels, “Wie man Marx nicht ûbersetzen soll” [Cómo no debe traducirse a Marx], en Marx-Engels, Werke, Berlín, Dietz, 1962, tomo XXI, página 230. Citado en Pedro Scaron, obra citada, página xvii.

47 Pedro Scaron, “Advertencia del traductor”, obra citada, página xvii.

48 Testimonio de Miguel Murmis al autor, Buenos Aires, correo electrónico del 28 de septiembre de 2016. Para ciertos pasajes complejos se consultó a Margarita Rittau. En la traducción de los siguiente tomos se constituyó un pequeño equipo de traductores por Diana Castro (quien tuvo a su cargo la primera versión del tomo II), León Mames (llevó a cabo la primera versión del tomo III) y el propio Scaron, que revisó dichas versiones. [Pedro Scaron], “Diálogo con el traductor de la nueva edición de El capital. Arrojar la cara, no el espejo”, en La Opinión Cultural, Buenos Aires, 7 de diciembre de 1975, página 8.

49 [Pedro Scaron], “Diálogo con el traductor de la nueva edición de El capital. Arrojar la cara, no el espejo”, obra citada, página 8.

50 Pedro Scaron, “Advertencia del traductor”, obra citada, página xxi.

51 Como sugiere el propio Marx, al afirmar que “posee un valor científico independiente del original”. Karl Marx, “Al lector” [1875], en Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, Buenos Aires, Siglo XXI, 1975, tomo I, volumen I, página 22.

52 Pedro Scaron, obra citada, página xxxvii.

53 Ibídem.

54 P. S., “Advertencia a la presente edición”, en El capital: Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política. Tomo ii, volumen iv. El proceso de circulación del capital, Buenos Aires, Siglo XXI, enero de 1976, página vii.

55 Ibídem, páginas xii-xiii.

56 Ibídem, página xi, n. 5.

57 Testimonio de Luis Sabini al autor, Buenos Aires, sucesivos correos electrónicos de octubre, noviembre y diciembre de 2016.

58 Ivonne Trías, Hugo Cores. Pasión y rebeldía en la izquierda uruguaya, Montevideo, Trilce, 2008, páginas 49-50.

59 Gustav Landauer, La revolución, Buenos Aires, Proyección, 1961; Peter Heintz, La problemática de la autoridad en Proudhon, Buenos Aires, Proyección, 1963.

60 Pedro Scaron (selección, traducción y notas), “Karl Marx y América Latina”, en Cuadernos de Marcha número 14: Marx y la evolución del marxismo (II), Montevideo, junio de 1968, páginas 12-40. En su “Advertencia”, Scaron hace referencia a los marxistas latinoamericanos y también a quienes “no nos denominamos marxistas”, obra citada, página 12.

61 Pedro Scaron (editor), Karl Marx-Friedrich Engels, Materiales para la historia de América Latina, Buenos Aires, PyP, agosto de 1972, primera edición.

62 Testimonio de Miguel Murmis al autor, Buenos Aires, octubre de 2016.

63 A finales de 2016, el primer volumen conocía 28 reimpresiones, el segundo 24 y el tercero 8, más una nueva edición con índice en 1988 que, a su vez, alcanzaba las 10 reimpresiones. El cuarto volumen fue reimpreso 19 veces y el quinto 6, a las que se suma una segunda edición con índice en 1987, que conoció 9 reimpresiones. El volumen 6 conoció 21 ediciones, el séptimo 16 y el octavo 13. Datos proporcionados por Siglo XXI de México el 13 de octubre de 2016, que debo a la amabilidad de la gerente de Producción, María Oscos, y de la editora de Siglo XXI de Argentina, Caty Galdeano.

64 Vicente Romano, “Nota preliminar del traductor”, en Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, Madrid, Akal, 1976, páginas 7-8.

65 Ibídem, página 8.

66 Ibídem, página 9.

67 Ibídem, página 9.

68 Ibídem, página 12.

69 Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, Barcelona, Grijalbo, 1976, libro I, parte I: El proceso de producción del capital. Colección OME (Obras Marx-Engels), volumen 40, 424 páginas; Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, Barcelona, Grijalbo, 1976, libro I, parte II: El proceso de producción del capital. Colección OME, volumen 41, 482 páginas; Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, Barcelona, Grijalbo, 1980, volumen II: El proceso de circulación del capital. Colección OME, volumen 42, 563 páginas.

70 “La forma en que se presenta en OME El capital es la más corriente en la tradición editorial, la forma última que le dio Engels: la de la cuarta edición alemana del libro I y las primeras ediciones alemanas de los libros II y III. […] El criterio de OME para la edición de Capital I-III es el MEW, edición tomada como base”. Manuel Sacristán, “Nota editorial sobre OME 40-44 (El capital)”, en Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, Barcelona, Grijalbo, 1976, libro I, parte I, volumen 40, página xiii.

71 “Esta solución editorial es discutible, nada inconcusa. Y ha sido ya puesta en discusión y abandonada en la práctica en un caso digno de nota: Maximilien Rubel, pese a expresar gran estimación del trabajo editorial de Engels, ha optado por separarse de él en algunos puntos de su edición de las obras económicas de Marx (también se aparta en un punto de los criterios del mismo Marx, al organizar el libro I de El capital). De acuerdo con los principios generales de OME, aquí no se va a emprender la discusión posible sobre ese asunto, del mismo modo que, en general, los prólogos y las notas de esta edición intentarán abstenerse de afirmaciones doctrinales y de interpretaciones. En la presente nota se trata sólo de reunir para comodidad del lector informaciones, elementos de juicio acerca de la forma editorial en que se suele presentar y se presenta en OME la obra: principalmente, se ofrece un fichero de textos de Marx y Engels que documentan el proceso editorial de El capital”. Ibídem, página xiii.

72 Manuel Sacristán, “Nota editorial sobre OME 41 (El Capital)”, en Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, Barcelona, Grijalbo, 1976, libro I, parte II, volumen 41, página xiii.

73 Sacristán comenta aquí la “Advertencia a la presente edición” que aparece firmada “P. S.” en Karl Marx, El capital. Tomo II, volumen IV, Buenos Aires, Siglo XXI, obra citada, páginas vii-xvi.

74 Manuel Sacristán, “Nota editorial sobre OME 42 (El capital, libro II)”, en Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, Barcelona, Crítica. Grupo Editorial Grijalbo, 1980, libro II, volumen 42, página xv.

75 Manuel Sacristán, Escritos sobre El capital (y textos afines), Barcelona, El Viejo Topo / Fundación de Investigaciones Marxistas, 2004, página 391.

76 Manuel Sacristán, Escritos sobre El capital (y textos afines), obra citada, página 95.

77 Sebastián Zarricueta Cabieses, Manuel Hidalgo, Rafael Agacino, “La edición chilena del tomo I de El capital”, en Carlos Marx, El capital. Crítica de la economía política, Santiago de Chile, LOM, 2010, tomo I, página 11.

78 Carlos Marx, El capital. Proceso de producción del capital. Tomo primero, libro I, Moscú, Progreso, 1990, 790 páginas. Traducción de Cristián Fazio. Redactor de la revisión en castellano: Hugo Fazio.

79 “A fruncir el ano los momios: ¡Marx a la vista!”, en The Clinic, 11 de septiembre de 2010, Santiago de Chile, disponible en http://www.theclinic.cl/2010/09/11/a-fruncir-el-ano-los-momios-%C2%A1marx-a-la-vista/

80 Carlos Marx, El capital. Proceso de producción del capital. Tomo primero, libro I, Santiago de Chile, LOM, 2010. Traducción de Cristián Fazio. Redactor de la revisión en castellano: Hugo Fazio. Véase Javiera Olivares, “El joven economista que redactó el prefacio de El capital”, Santiago de Chile, 4 de mayo de 2011, disponible en http://colectivoandamios.blogspot.com.ar/2011/04/el-joven-economista-que-redacto.html

81 Carlos Marx, El capital: Proceso de producción del capital. Tomo primero, libro I. Proceso de producción del capital, Santiago de Chile, LOM, 2010, 856 páginas. Traducción de Cristián Fazio. Redactor de la revisión en castellano: Hugo Fazio.

82 Franco Andreucci, “La difusión y vulgarización del marxismo” [1979], en Eric Hobsbawm, y otros, Historia del marxismo, Barcelona, Bruguera, volumen 3, 1980, páginas 76-78.

83 Adolfo Posada, “Socialismo y reforma social” [1904], citado en Andreucci, obra citada, página 80.

84 Ibídem, páginas 85-86.

85 Catálogo general de la Biblioteca Popular de Salta. Confeccionado por el bibliotecario Sr. Francisco E. Gallegos, Salta, Imprenta y Librería del Comercio, 1908. Figura el tomo I de El capital, aunque lamentablemente no indica datos de edición.

86 José Aricó, La hipótesis de Justo. Escritos sobre el socialismo en América Latina, Buenos Aires, Sudamericana, 1999, página 40.

87 Elías Lafertte, Vida de un comunista (Páginas autobiográficas), Santiago de Chile, Talleres Gráficos Lautaro, 1957, páginas 95-96.

88 Nicolás Repetto, Mi paso por la política. De Roca a Yrigoyen, Buenos Aires, Rueda, 1956, páginas 34-35.

89 Roberto F. Giusti, Visto y vivido. Anécdotas, semblanzas, confesiones y batallas, Buenos Aires, Losada, 1965, página 86.

90 Johann Most, Kapital und Arbeit. Ein populärer Auszug aus „Das Kapital“ von Karl Marx, Chemnitz, Zweite verb. Aufl., Genossenschafts-Buchdruckerei Chemnitz, 1876; Johann Most, Capital y Trabajo. Extracto popular de El Capital, revisado y reelaborado por Marx y Engels, México, Extemporáneos, 1973, trad. de Manuel Arbolí Gazcón sobre la base de la reedición preparada por Hans Magnus Enzensberger en 1972.

91 Karl Marx’s oekonomische lehren. Gemeinverständlich dargestellt und erläutert von Karl Kautsky, Stuttgart, Dietz, 1887. La primera traducción completa que registramos es Carlos Kautsky, La doctrina económica de Carlos Marx, Buenos Aires, Lautaro, 1946, traducción de Anny Dell’Erba. Esta versión fue reeditada en la década de 1970 por diversos sellos: Santiago de Chile, Quimantú, 1972; Buenos Aires, El Yunque, 1973; Buenos Aires, Distribuidora Baires, 1974.

92 El capital de Carlos Marx al alcance de todos, Barcelona, Biblioteca Liberación, 1931, prólogo de J. Guillaume; El capital de Carlos Marx al alcance de todos, Valencia, Biblioteca Orto, 1932, 101 páginas. Versión española de Eloy Muñiz. Dos pesetas; El capital de Carlos Marx al alcance de todos, Mataró, Ediciones Julio Pi, 1937, versión española de Eloy Muñiz.

93 Pedro Ribas, La introducción del marxismo en España (1869-1939), obra citada, páginas 43-44.

94 El capital. Resumido y acompañado de un estudio acerca del socialismo científico, por Gabriel Deville, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Ricardo Fe, 1887, lvi + 263 páginas. Traducción de Antonio Atienza. Cuatro pesetas.

95 “La traducción castellana de El capital”, obra citada, página 20.

96 Carlos Marx, El capital. Traducción del arreglo francés hecho bajo la dirección del autor. Versión española de T. Álvarez, Valencia, F. Sempere y Cía., [sin fecha noviembre de 1903], 251 páginas. Biblioteca Filosófica y Social; Carlos Marx, El capital. Traducción del arreglo francés hecho bajo la dirección del autor. Versión española de T. Álvarez, Valencia, F. Sempere y Cía., [sin fecha, cerca de 1904?], 251 páginas. Biblioteca Filosófica y Social; Carlos Marx, El capital. Traducción del arreglo francés hecho bajo la dirección del autor. Versión española de T. Álvarez, Valencia, Prometeo [sin fecha, cerca de 1905], 246 páginas; Carlos Marx, El capital. Traducción del arreglo francés hecho bajo la dirección del autor. Versión española de T. Álvarez, Valencia, Prometeo [sin fecha, cerca de 1907].

97 Rafael Pérez de la Dehesa, “Estudio preliminar” a Federico Urales (seudónimo de Juan Montseny), La evolución de la filosofía en España, Barcelona, Laia, 1977, página 33; Ribas, La introducción del marxismo en España (1869-1939), obra citada, página 44. En total, 26 mil ejemplares del resumen de Deville editados en menos de 9 años: la cifra es importantísima para el mercado de lectores de la época, pero en términos relativos es apenas poco más de la mitad de lo que vendió La conquista del pan, de Kropotkin, para un periodo algo más breve en la misma editorial. La cultura anarquista seguía siendo hegemónica en el mundo de habla hispana, al menos en España y Argentina.

98 El capital, por Carlos Marx, resumido por Gabriel Deville. Nueva traducción española precedida de un estudio crítico por Wilfredo Pareto y seguida de un apéndice de Pablo Lafargue, Madrid, Beltrán, 1922, 270 páginas. Biblioteca Moderna de Filosofía y Ciencias Sociales; Carlos Marx, El capital, Barcelona, Editorial B. Bauzá [1930], 264 páginas + viii. Biblioteca Helios. Tres pesetas. Traducción de Dionysios [Dionysios era el seudónimo del anarquista catalán Antonio García Birlan (1891-1984)] Edición resumida por Gabriel Deville; Carlos Marx, El capital, Barcelona, Editorial B. Bauzá [1932], 200 páginas + viii. Biblioteca de Cultura. Tres pesetas. Traducción de Dionysios (seudónimo). Edición resumida por Gabriel Deville; Carlos Marx, El capital. Crítica de la economía política, Barcelona, Editorial Cervantes, 1931, 215 páginas. Versión española de Vicente Clavel. Edición resumida por Gabriel Deville; El capital resumido por Gabriel Deville. Nueva traducción española precedida de un estudio crítico por Wilfredo Pareto y seguida de un apéndice por Pablo Lafargue, Madrid, Beltrán, 1932, 270 páginas, segunda tirada. Biblioteca Moderna de Filosofía y Ciencias Sociales. Rústica, cinco pesetas, tela, siete pesetas; “El capital”, en Carlos Marx, El capital. Manifiesto comunista. Precios, salarios y ganancias, versión de Juan España, Madrid, Bergua, 1932, 389 páginas. Biblioteca de Bolsillo, 6; “El capital”, en Carlos Marx, El capital. Manifiesto comunista. Precios, salarios y ganancias, Versión de Juan España, Madrid, Bergua, 1935, 375 páginas. Biblioteca de Bolsillo.

99 El capital resumido por Gabriel Deville, Buenos Aires, Claridad [sin fecha, cerca de 1930], 201 páginas, versión de Gabriel Deville. Estudio preliminar sobre Marx de R. Wilbrandt y apéndice de P. Lafargue. Traducción de Luis Bertrán Contreras. No sabemos los años de publicación de la segunda y tercera ediciones. Una de esas ediciones, sin fecha, de los decenios 1930 o 1940, 228 páginas. Según la sexta edición (de 1961), las ediciones siguientes fueron cuarta: 1946, quinta: 1957, sexta: 1961.

100 Carlos Marx, El capital (resumido por Gabriel Deville), Buenos Aires, Problemas, sin fecha [cerca de 1939]; Carlos Marx, El capital, La Plata, Calomino, 1946. Traducido del alemán [sic] por Carlos Kolbert.

101 El capital. La producción capitalista y su desarrollo, Buenos Aires, Tor, 1946, 189 páginas, prólogo de Walter Oldson (versión resumida de Deville). Incluye una nota erudita sobre “La[s] traducción[es] castellana[s] de El capital”, escrita presumiblemente por un español.

102 Carlos Marx, El capital. Resumido por Gabriel Deville. Nueva traducción española y seguida de un apéndice por Pablo Lafargue, México, Impresora Clásica, 1963, 215 páginas. Síntesis de El capital de Carlos Marx, La Habana, Imprenta Nacional de Cuba, 1961, 295 páginas.

103 Karl Marx, Le capital. Édition populaire par Julien Borchardt. Texte francais étable par J.-P. Samson, Paris, Presses Universitaires de France, 1935, 488 páginas. Una tercera reimpresión apareció en 1956 y una cuarta en 1963.

104 Carlos Marx, El capital. Análisis de la producción capitalista. Edición compendiada de los tres libros que abarca la obra, por Julian Borchardt, Santiago de Chile, Ercilla, 1935. Traducción especial para Ercilla por Carlos Manuel Cox.

105 Carlos Marx, El capital. Versión abreviada de Julian Borchardt, México, Sánchez Mato editor, 1980, 1981, 3 mil ejemplares.

106 León Trotsky, El pensamiento vivo de Karl Marx, Buenos Aires, Losada, 1940. Traducción de Luis Echávarry.

107 Carlos Marx, El capital. Tomo I. Síntesis y adaptación a la economía argentina de Eduardo B. Astesano, Buenos Aires, Clase Obrera, 1955, 252 páginas. Prólogo de Rodolfo Puiggrós.

108 Rodolfo Puiggrós, “Prólogo” a Carlos Marx, El capital. Tomo I. Síntesis y adaptación a la economía argentina de Eduardo B. Astesano, Buenos Aires, Clase Obrera, 1955, página 12.

109 Eduardo B. Astesano, obra citada, página 211.

110 Luis Alberto Romero, “Una empresa cultural: los libros baratos”, en Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero, Sectores populares, cultura y política. Buenos Aires en la entreguerra, Buenos Aires, Sudamericana, 1995, páginas 45-68; Dora Barrancos, La escena iluminada. Ciencias para trabajadores. 1890-1930, Buenos Aires, Plus Ultra, 1996; Luis de Francisco, Cincuenta años de cultura obrera en España, Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 1994.

111 Diego Guerrero, Un resumen completo de El capital de Marx, Madrid, Maia Ediciones, 2010.

112 Karl Marx, El capital (el manga), Barcelona, Herder, 2013, 400 páginas. Traducido del japonés; Polylux Marx. Material educativo para la lectura de El Capital, México, Fundación Rosa Luxemburgo, 2014, traducido del alemán.

113 Alexander Kluge, Nachrichten aus der ideologischen Antike. Marx – Eisenstein – Das Kapital, 2008.

114 Roberto Schwarz, “Un seminario de Marx”, en Punto de Vista número 54, Buenos Aires, abril de 1996, páginas 34-43.

115 Marta Harnecker, El capital. Conceptos fundamentales / I. Lapidus y K. Ostrovitianov, Manual de economía política, Santiago de Chile, Universitaria, 1971. Luego reeditado ampliamente por Siglo XXI.

116 David Harvey, Guía de El capital de Marx. Libro primero [2009], Madrid, Akal, 2014.