MANUFACTURA GLOBAL Y FUERZA DE TRABAJO INDUSTRIAL

El nuevo escenario del siglo XXI a 100 años de la Revolución de Octubre de 1917

El voluntarismo político no se reduce a la franja izquierda del espectro político. Hay también uno de las elites y sus ideólogos, desde mi punto de vista poco advertido y confrontado, pues se acompaña siempre de actos de poder, a partir de los cuales las peores profecías siempre se cumplen por quienes obtienen beneficios de su realización. Las predicciones de la derecha tienen desde luego cierta base material, pero no son un destino ineluctable. Si aparecen como tal es por el avasallamiento de quienes las sufren, cierto, pero reiteradamente, las más de las veces, por el uso de la fuerza de los que la administran desde el Estado. Tal es el caso de la missa pro defunctis de la clase obrera, el fin del trabajo industrial en el mundo, entonado como verdadero acto de fe por los think tank de los países centrales. Ahora no sólo dan cuenta del fin de la clase obrera en los países desarrollados sino que, urbi et orbi, en toda la faz de la Tierra. Así, uno de los voceros de las finanzas internacionales, Charles Keeny, señalaba en la primavera de 2014:

Como consecuencia de la generalización de las nuevas tecnologías en la economía internacional, incluso en los países de industrialización reciente, el peldaño intermedio, el desarrollo industrial, desaparece (en el tránsito de la población de las regiones rurales hacia las ciudades). A diferencia de la productividad en general, la productividad en las industrias manufactureras está convergiendo en las distintas economías nacionales, y ascendiendo rápidamente en los países con plantas industriales hasta ahora menos eficientes. Y el descenso de la proporción del empleo industrial tendrá un impacto político en el mundo, tanto en el centro como en la periferia.1

El presente trabajo busca romper con esta visión sesgada, desde los países centrales, para hacer un recuento riguroso del peso del trabajo industrial en el capitalismo del siglo XXI y su distribución en las regiones de la economía mundial, así como de las profundas mareas poblaciones que la ley general de la acumulación capitalista genera en las más diversas latitudes. Las implicaciones políticas de este ejercicio de economía laboral desde una perspectiva internacional no pasarán inadvertidas para los propios trabajadores, a quienes va dirigido el ensayo, al conmemorarse un siglo de la Revolución de Octubre de 1917.

Asia: el taller del mundo

Quizá no haya mejor indicador del nuevo escenario de la economía mundial en el siglo XXI que las características notables de la impetuosa urbanización en la República Popular China durante las primeras décadas del siglo XXI. Se calcula que para 2025, la población citadina de ese país crecerá en 350 millones de habitantes, quienes se añadirán a los existentes a principios del siglo xxi. De tal proceso surgirá un entramado urbano denso y complejo, con más de 225 ciudades, donde habrá cuando menos 1 millón de habitantes. En contraste, todo el continente europeo posee en la actualidad sólo 35 ciudades complejas, de más de 1 millón de habitantes. Las nuevas urbes, tejidas desde su concepción con fibra óptica, son las “unidades decisivas” de la innovación capitalista, como las describiera Fernand Braudel desde sus ensayos históricos sobre el capitalismo mediterráneo,2 y darán a China una ventaja competitiva formidable. Ya no sólo las grandes ciudades costeras y su tupida red de comunicaciones se confrontarán con un occidente cada vez más ensimismado en sus crisis recurrentes. Como muestran los recientes trabajos de los economistas chinos, el conjunto del país, incluidas las hasta ahora rezagadas regiones del occidente y del norte, se imbrica en un formidable entramado productivo, científico y tecnológico, dando lugar a un crecimiento convergente de su productividad interregional.3

Los “enjambres de innovación productiva”, mejor conocidos por su denominación en inglés como clusters, son el centro de la revolución industrial de quinta generación desplegada en el nuevo entramando urbano de China. Los clústeres, uno de los rasgos más avanzados y creativos de la nueva economía del siglo xxi, son concentraciones sinergéticas de empresas, proveedores, servicios refinados y diligentes, infraestructura especializada estable, productores de bienes y servicios en paralelo, e instituciones de óptima calidad vinculadas con la dotación de recursos humanos de excelencia. Todo ello, entremezclado en un mismo circuito espacial urbano que mezcla manufacturas y servicios, interrelacionados en una densa red que así como permite poderosas externalidades, genera la asociación de ideas creativas inéditas. Son las nuevas “ciudades inteligentes” diseñadas para añadir el mayor valor agregado por unidad de tiempo a partir de la fusión espacial de talentos afines y recursos compartidos. Los clústeres es la forma que asumen la innovación y la productividad en la economía del siglo XXI.4

En el caso de China, el proceso de globalización se ha desplegado con una creciente cohesión e integración intersectorial, al punto de que en 2001, cuando ingresó en la Organización Mundial de Comercio, su coeficiente de importación era de sólo 7.4 por ciento con relación a su producto interno bruto medido por unidades de poder adquisitivo.5 La potente productividad integral de los factores de China refleja su capacidad para nutrir de manera endógena su proceso de transformación productiva, al grado de preservar su ahorro interno y mantener, como muestran sus estadísticas económicas, una tasa de ahorro interna ascendente, en el periodo de 1994 a 2014, de 38 a 51.7 por ciento del producto interno bruto. La alta tasa de ahorro e inversión en China permitió un crecimiento impresionante de empleo industrial de 59 millones de personas en 1980 a 92.4 millones de personas, en cifras cerradas, para finales de 2014, de manera simultánea al ascenso de la productividad laboral, al extremo que la expansión acumulada del empleo manufacturero es de 57 por ciento en 34 años. Considerando la evolución en el conjunto de la industria, lo cual incluye la industria de la construcción, el gas, la electricidad y la minería, no sólo las manufacturas, el empleo industrial en China pasó de 103 millones en 1980 a 231 millones en 2014. Ese aumento absoluto de 128 millones de nuevos puestos de trabajo, a una tasa de 2.4 por ciento anual, constituye en el lapso de 35 años el proletariado industrial más numeroso de los 5 continentes.

América Latina: el “casillero vacío” de la innovación industrial

América Latina y África representan una sexta parte de la fuerza de trabajo industrial, cerca de 60 millones de trabajadores entre ambos continentes. En América Latina, a consecuencia del rentismo de sus clases dominantes, la formación de bloques tecnológicos sustentables ha quedado obstruida en las últimas tres décadas. Con la distribución del ingreso más inequitativa de las grandes regiones del mundo, como sostiene Alan Heshmati6, América Latina se distingue por una convergencia en la desigualdad.

La desigualdad es el principal obstáculo para la capacidad endógena de innovación, como señalara en su momento Fernando Fajnzylber en su notable legado conceptual en torno a las estrategias de desarrollo.7 Al reconstruir las características que debería poseer un bloque industrializador sustentable, Fajnzylber apuntaba al casillero de cambio tecnológico y equidad que, por contraste, permanecía vacío en las experiencias de industrialización latinoamericanas durante el siglo XX.8 Por ello, los bloques industrializadores de América Latina y África se caracterizan por ser subordinados en el conjunto de la manufactura global, y la especialización de sus plantas industriales se da en segmentos o bienes de bajo valor agregado.

En el caso de América Latina, la productividad por trabajador ocupado en la industria es la mitad del promedio mundial. Para el Global Innovation Index 2016, en el caso particular de América Latina, las tres naciones más industrializadas, Brasil, México y Argentina, poseen un volumen en investigación y desarrollo que al sumar sus recursos alcanzarían 52.4 billones de dólares, similar al de Rusia. No obstante, la particular composición y la limitada extensión de su sistema de educación terciario, una infraestructura llena de carencias por el bajo nivel de inversión pública, y un parámetro agrupado por Global Innovation Index como el nivel de sofisticación empresarial muy endeble han obturado la capacidad de innovación tecnológica del capitalismo en América Latina. Asiladas entre sí, ninguna de las naciones latinoamericanas ha logrado condensar la masa crítica de recursos humanos especializados, redes de innovación, o capacidad de transformación/mutación del conocimiento tecnológico exógeno (capacidad de absorción) requeridas para participar de manera real en la economía del conocimiento.9 América Latina permanece subsumida en una exigua capacidad de creación de sus rutas de innovación, como muestra el que países como México, Brasil y Argentina se ubican en posiciones muy rezagadas en el Global Innovation Index de 2016.10

Europa la africana: las nuevas fronteras de la economía mundial

Los temidos salarios africanos. La potente metáfora para describir la precarización de las condiciones de trabajo entre los asalariados europeos ha adquirido en los últimos años una nueva dimensión. En primer lugar, la más evidente, la presencia de millones de trabajadores subsaharianos en el continente europeo, ocupados en el último escalón de la miseria. Las estadísticas de diversas organizaciones internacionales multilaterales dan cuenta de la dimensión del proceso en curso. Al término de la Guerra Fría, Europa era un territorio con una baja composición de migrantes, externos a la propia Europa, en términos de su población total. En 1990, de 50 millones de residentes nacidos en otros países que vivían en las naciones de Europa occidental, sólo 17 millones, 4.1 por ciento de la población europea total, provenía de países de la periferia del mercado mundial, de los países pobres de otros continentes.11  En el caso de Francia, los flujos migratorios de Portugal, España, Italia y el resto de los países de Europa superaban los de los países subsaharianos. Las cosas han cambiado: para 2015, de los inmigrantes en Europa occidental, casi la mitad, 35 millones, provienen de la periferia capitalista, 8 por ciento de la población del continente. Europa se ha llenado de colores y lenguas. Ya no es una isla en el mundo, como en la posguerra: protegida, qué paradoja, por la cortina de hierro, los muros de agua del Mediterráneo y los de arena de un Magreb desafiante, a raíz de sus recientes guerras de liberación nacional. La Batalla de Argel dixit.

Los salarios africanos, impulsados por un proceso de industrialización emergente, no dejan de ser competitivos a escala mundial. Y la manufactura mundial no los ha dejado pasar inadvertidos. En particular las grandes empresas multinacionales que antes se habían desplazado hacia China para potenciar sus ganancias ahora encuentran en los países africanos una nueva veta para recrear condiciones extremas de explotación, y de exportación de bienes manufacturados al resto del mundo. En el curso de pocos años, conforme se ha reconfigurado una gobernabilidad incipiente, África se ha convertido en un potente imán de inversiones extranjeras en el sector industrial y en las exportación de materias primas. Entre 1997 y 2014 recibió cerca de 600 mil millones de dólares en inversión extranjera directa, más nuevos empréstitos a lo largo del mismo periodo, que en 2016 alcanzaron un acumulado de 450 mil millones de dólares.12 África empieza a emerger como un continente con new industrialized countries, y este proceso se acentuará como consecuencia de su potente dinamismo demográfico, coincidente en el tiempo con el ascenso de los salarios en Asia. Para 2030, las proyecciones más conservadoras indican que la población de África en su conjunto alcanzará mil 660 millones de habitantes, más de tres veces la población de toda Europa. Se estima que para 2034, la fuerza de trabajo en el continente africano sea superior a la China o India. Para ese año, la población trabajadora de África alcanzará mil 100 millones de personas, mientras que la fuerza de trabajo de China retrocederá por debajo de los 800 millones y la de India permanecerá en alrededor de 980 millones de personas, a consecuencia del envejecimiento de las poblaciones de los dos gigantes demográficos de Asia.13

Como consecuencia de los procesos de industrialización dinámicos de Asia, los bajos salarios de la África subsahariana empiezan a ser competitivos en la manufactura global. Como señalan analistas del proceso de industrialización subsahariana, países como Tanzania, Kenia, Uganda y Etiopia empiezan a acoger una parte creciente de la manufactura global de prendas de vestir y de zapatos de marcas internacionales. También la fabricación de gadgets electrónicos de todo tipo, incluido el ensamble de teléfonos celulares, que gira hacia los países africanos capaces de garantizar líneas de producción fluidas, confiables y con costos laborales inferiores a los de las ciudades chinas. Pero también algunas empresas de otras regiones, como Turquía, empiezan a relocalizarse en naciones como Etiopía, donde el costo salarial es 50 por ciento menor que el de China. “El desarrollo más notable es en la esquina nororiental de la África subsahariana, la colindante con el océano Índico. En Tanzania, Kenia, Uganda y Etiopía emerge una floreciente industria maquiladora, dirigida a la producción de calzado y prendas de vestir. Un segundo segmento de importancia en la reciente industrialización de las naciones de la región son las plantas destinadas a ensamblar dispositivos electrónicos, como teléfonos celulares de bajo costo y otros productos electrónicos. En el curso de pocos años, más de 50 fábricas antes localizadas en Turquía, se han desplazado hacia Etiopía. Los costos laborales de Etiopía eran, ya en 2015, 50 por ciento más bajos que en China.14 Y la tendencia hacia el ascenso de los salarios en la República Popular China, en términos del tipo de cambio, de más de 17 por ciento en los años precedentes, no hará sino acrecentar la competitividad de las naciones africanas del Índico, concentrando incluso a miles de millones de dólares de inversiones chinas en su territorio. Las naciones africanas, con Sri Lanka, Bangladesh, Indonesia y Myanmar, dan lugar a un nuevo escenario de la manufactura global: la cuenca del Índico y el Mar del Sur de China”.15

La marea de contenedores empieza a saturar los puertos de ciudades como Casablanca y Tánger, en Marruecos, Lagos (Nigeria), Tema (Ghana), Mombasa (Kenia), Dar es-Salaam (Tanzania), Port of Beira (Mozambique), Djibouti (por el que transitan las mercancías de Etiopía) y los tradicionales grandes puertos de Sudáfrica en Durban y Port of Richards Bay, los que sumando su tráfico movilizaban 10 millones de contenedores al año en 2014, 3 veces más que en 2000.16 Las empresas multinacionales encuentran en África tasas de rentabilidad sin precedente, por encima de otras regiones de la periferia semindustrializada.17

Pasarán todavía varios lustros para que la incorporación plena de África en la economía internacional termine de condensarse. La infraestructura en muchas naciones es aún frágil, así como las sinergias entre sus regiones, lo cual implica limitaciones graves para albergar proyectos industriales de mayor profundidad. Pero la presión de los salarios africanos sobre el resto del mundo es la nueva frontera de la clase obrera mundial.18 Según los propios datos la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, la fuerza de trabajo industrial en África pasó de 4.7 a 20.9 millones de personas entre 1980 y 2014. Estudios más recientes señalan que el crecimiento de la fuerza de trabajo industrial en el continente podría añadir otros 14 millones de puestos de trabajo industriales entre 2015 y 2025. Durante este periodo, buena parte del proceso de industrialización africano estará dirigida a cerrar un ciclo de sustitución de importaciones que en su momento vivieron otras regiones de industrialización tardía en el mundo, pero paulatinamente tenderá a volcarse en la producción global.19

Manufactura global y fuerza de trabajo industrial

A partir de la información del cuadro a, elaborado con las bases de datos de la Organización Internacional del Trabajo, la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial y el Fondo Monetario Internacional,20 cabe destacar un hecho esencial: la clase obrera industrial, encargada de llevar adelante la metamorfosis de los valores de uso por procesos de producción, para cimentar la civilización material del siglo xxi, lejos de disminuir a escala mundial, ha acrecentado sus filas en los último 35 años, de 216 a 303 millones de personas, desde luego a través de las oscilaciones de los ciclos económicos. En términos relativos, respecto al conjunto de la fuerza de trabajo disponible a escala global ,es cierto que la proporción de los obreros manufactureros ha descendido de 11.3 a 9.5 por ciento entre 1980 y 2015, pero el dato relevante tendría que ser con el de la fuerza ocupada, dado el creciente número de desempleados en el planeta entero, en cuyo caso la proporción del empleo industrial respecto al empleo total de la economía del orbe manifiesta una estabilidad sorprendente para quienes consideraban la mano de obra industrial una especie en extinción. Antes de la cuarta revolución industrial, la de la robótica y la informática, los obreros de las manufacturas representaban 12 de cada 100 trabajadores. Ahora, pese al despliegue de automatización, son “sólo” 11 de cada 100.21

La razón de ello reside en que la urbanización acelerada del mundo ha implicado un aumento colosal de la demanda de bienes manufacturados. Entre 1950 y 2014, la urbana ascendió de 30 a 54 por ciento de la población total en el orbe. En fechas más recientes, de 1990 a 2014, la población urbana pasó de 2 mil 285 a 3 mil 880 millones de personas, desde la perspectiva y las estimaciones de Naciones Unidas.22 Este proceso ha implicado la construcción de cientos de millones de casas, o de maltrechos nichos que las asemejan, pero buena parte de ellos con su menaje de aparatos y accesorios, así como del consumo de alimentos industrializados, transporte urbano, instalaciones y redes de instalaciones públicas en los ámbitos de seguridad, salud y educación. Todo ello implica la expansión de la demanda de bienes industrializados, desde ladrillos hasta medicinas. Por ello, la demanda de bienes industrializados se explica en más de la mitad por el proceso de urbanización. El restante incremento de esa demanda obedece al conjunto de bienes que las sucesivas innovaciones tecnológicas han traído consigo en el curso de las últimas décadas. El saldo de crecimiento industrial, en términos reales, es de 3 por ciento anual, de 1980 a 2014. Si bien el crecimiento de la productividad de la manufactura global, como consecuencia de los procesos de automatización, ha sido de un notable 2 por ciento anual, se ha requerido crear 2.5 millones de puestos de trabajo industriales cada año; esto es, a una tasa de crecimiento promedio de 1 por ciento, a lo largo de 35 años, para satisfacer la exigencia mundial de bienes industrializados.

Este proceso de industrialización ha sido desigual y combinado. Y la parte de la historia de los países avanzados permite recrear el mito de la desindustrialización de la fuerza de trabajo mundial. La razón de ello estriba en la tendencia al descenso del peso específico de los países avanzados en ese valor agregado industrial, mientras que el número de trabajadores industriales en Europa occidental, América del Norte (tomada restrictivamente sólo como Canadá y Estados Unidos) y Japón ha descendido aún más rápidamente. Y en efecto, si consideramos estas regiones, el número de trabajadores industriales disminuyó de 48.8 a 24.1 millones en Europa occidental, de 24.8 a 14.7 millones en Norteamérica, y de 13.3 a poco más de 7 millones en Japón.

Empero, el descenso de la fuerza de trabajo en las manufactureras en el primer mundo se compensa de sobra por la industrialización acelerada de Asia, y de periferias que, hasta hace poco, se imaginaban ayunas de todo proceso de incubación de tales empresas, como África y Medio Oriente.

En el caso de Asia y el Pacífico, como se aprecia en el cuadro a, la fuerza de trabajo industrial pasó de 67.1 a 165 millones de personas. En África se quintuplicó, pues ascendió de un número reducido en 1980 a un robusto conjunto de más de 20 millones de trabajadores distribuidos en los países del continente que han trenzado sus economías con el mercado mundial.

Respecto a Medio Oriente, la industrialización simultánea de Turquía, Irán, Arabia Saudita e Israel establece el polígono de poder entre las emergentes corporaciones empresariales de la región, en feroz disputa por el hinterland necesario para su expansión, lo que no ha frenado el crecimiento de la fuerza obrera en el conjunto de los países de la zona, que ascendió de 4.1 a 15.7 millones de trabajadores manufactureros entre 1980 y 2014.

América Latina, paradójicamente la región de la periferia capitalista que inició su proceso de industrialización de manera más temprana, a principios del siglo XX, como consecuencia de sus circunstancias específicas ha sido la menos dinámica en el periodo abierto en 1980: uno de los saldos más nefastos de las políticas neoliberales, tácita o descaradamente desindustrializadoras, dependiendo de la suerte de cada una de las naciones. Pese a ello, la fuerza de trabajo obrera ocupada en las plantas manufactureras pasó de 20.4 a 38.4 millones de personas en el periodo descrito en el cuadro. No obstante, el descenso relativo del peso social y económico de la clase obrera no ha dejado de menguar la edificación de un bloque industrializador alternativo a las políticas neoliberales. La reconstrucción de un proyecto alternativo frente a la inserción subordinada en el mercado mundial pasa de manera inevitable por el relanzamiento de una propuesta de desarrollo endógeno. Y esta iniciativa de desarrollo integral deberá partir de una nueva centralidad de la clase obrera en el conjunto de naciones latinoamericanas.

En una perspectiva hegeliana, las naciones más poderosas de la economía mundial viven una particular dialéctica del amo y el esclavo con la periferia capitalista. Los nuevos condenados en las urbes de hierro y humo de las ciudades/fábrica dispersas en los cinco continentes están dotados, si deciden unirse, de un poder inédito. Ante la centralización del capital en el curso del siglo xxi, tendrán que contraponerse niveles sin precedente de coordinación y solidaridad entre los pobres de la Tierra.


* Investigador nacional del Departamento de Derecho de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco.

1 Keeny Charles, 2014. “Why factory jobs are shrinking everywhere?”, en Bloomberg Review, 28 de abril de 2014, en

http://www.bloomberg.com/news/articles/2014-04-28/why-factory-jobs-are-shrinking-everywhere

Otro autor que abunda desde la perspectiva de la socialdemocracai europea de la extinción de la fuerza de trabajo industrial, extrapolando la historia reciente de Europa occidental al resto del mundo, es Joaquín Estefanía, en Estos años bárbaros, editado en Barcelona, por Galaxia Gutemberg Editores, 2015. Ahí desarrolla la idea de Andre Gorz, Guy Standing y Rifkin de la desaparición del proletariado y el ascenso del precariado, los no trabajadores.

2 Gemelli, Giuliana (2005). Fernando Braudel, Publicaciones de la Universidad de Valencia, Editorial de la Universidad de Granada, España, página 120.

3 Yang Yao, y otros (2011). “Economic growth in China: productivity and policy”, en Oxford Bulletin of Economics and Statistics, 73, 6. University of Oxford, páginas 818-824.

4 Porter, Michael (2007). Clusters and economic policy, Institute for Strategy and Competitiveness, Harvard Business School.

5 Muy distinto el caso de México, donde el coeficiente de importación era de 17.6 por ciento del pib para el mismo año. En 2012, tal condición se agudizó al punto que respecto a la producción manufacturera total, el coeficiente de importación nacional de bienes y servicios era tres veces mayor que el equivalente de China. En el caso del país, el ahorro interno se ha diluido, pese a la reducción formidable de la masa salarial durante las últimas tres décadas, en un proceso de mundialización de su industria al amparo de un esquema no sustentable que impide generalizar el progreso técnico y consolidar el mercado interno. Como refleja la ptf medida por el inegi, el progreso técnico en algunos sectores de la economía mexicana no genera el ahorro interno necesario para extender la densidad de capital por persona ocupada al resto de la economía, como consecuencia de la escasa integración del aparato productivo.

6 Heshmati Almas. “Continental and sub-continental income inequality”, en mtt Economic Research and iza Bonn, artículo de debate número 1271, agosto de 2004, IZA, Bonn, páginas 17-20.

7 Fajnzylber, Fernando (1990). “América Latina: de la ‘caja negra’ al ‘casillero vacío’”, en Cuadernos de la Cepal, número 60, Cepal, Naciones Unidas, Santiago de Chile, 1990, capítulo ii, páginas 37-54.

8 “En este punto se resumen las hipótesis que se proponen respecto a la especificidad de la industrialización latinoamericana. Se intenta evidenciar las vinculaciones entre el complejo proceso de cambio económico y social, sus manifestaciones en los ámbitos de la transformación productiva, la inserción internacional, el liderazgo empresarial y el síndrome específicamente latinoamericano del «casillero vacío», que consiste en que ningún país de la región ha logrado simultáneamente crecimiento y equidad…(en contraste) un sistema industrial competitivo internacionalmente, en un contexto social en que se ha superado un umbral mínimo de equidad (transformación agraria), puede tender a favorecer la equidad en el país correspondiente, por lo menos, por las siguientes vías: distribución relativamente más amplia de la propiedad, asociada a la creación de pequeñas y medianas empresas; difusión de la calificación de la mano de obra; crecimiento más rápido del empleo, asociado al dinamismo del mercado internacional; elevación de la productividad y de las remuneraciones; difusión del sistema educativo en una base social más amplia e integrada, como requisito imprescindible para sostener la competitividad internacional; y, finalmente, difusión de la lógica industrial tanto por vías formales como informales al conjunto de la sociedad, lo cual la hará más receptiva a absorber progreso técnico, factor que a su vez favorecerá la elevación de la productividad y, en esa medida, la difusión de los frutos del progreso técnico en forma más equitativa al conjunto de la sociedad.” Fajnzylber, Fernando. “Industrialización en América Latina. De la «caja negra» al «casillero vacío»”, en revista Nueva Sociedad, número 118, marzo-abril de 1992, páginas 21-28.

9 “In the last few gii (Global Innovation Index) editions, Latin America was labelled as a region with important untapped innovation potential. Although significant potential exists, the gii rankings of local countries, relative to other regions, have not steadily improved. Furthermore, none of the economies in the region has recently been an innovation achiever, with performance higher than expected by its gdp… Clearly, most if not all countries in Latin America and the Caribbean, particularly their local governments, firms, and other actors, continue to have the innovation agenda firmly on their radar. This is unlikely to come to a sudden halt anytime soon. Yet, as Latin America and the Caribbean, especially Brazil, has entered into a zone of considerable economic turbulence, it will be important to overcome short-term political and economic constraints and to cling to longer-term innovation commitments and results. Greater regional R&D and innovation cooperation in Latin America and the Caribbean might indeed help in this process, as underlined in this year’s gii theme.”

Cornell University, insead, and wipo, World Intellectual Property Organization (2016): The Global Innovation Index 2016: winning with global innovation, Ithaca, Fontainebleau y Génova, páginas 34-35.

10 México se encuentra en el lugar 61, Brasil en el 69 y Argentina en el 81 del Global Innovation Index, atrás de Malasia (35), Turquía (38), Tailandia (52) y Sudáfrica (54). En distancia absoluta, México está más cerca de Etiopía que de Italia.

11 Todavía en 2008, de los 5 millones de inmigrantes permanentes en Francia, cerca de 50 por ciento procedían de la propia Europa o de otros países occidentales. Les immigrés, les descendants d’immigrés et leurs enfants, Pascale Breuil-Genier, Catherine Borrel, Bertrand Lhommeau, Insee 2011. El Informe Mundial de Migraciones indica que la mayor proporción de población migrante de países pobres a Europa es de Asia, todavía. Las proyecciones indican que en pocos años la presencia africana superará la de otros continentes.

12 unctad, The Economic Development in Africa Report 2016: debt dynamics and development finance in Africa, Nueva York, página 25.

13 McKinsey Global Institute. Lions on the move, Nueva York, 2016, página 37.

14 “With more than 100 million people, Ethiopia is Africa’s second-most populous country, but its per capita gdp has historically been among the continent’s lowest. To accelerate broad-based growth, the government implemented two national five-year plans: the Plan for Accelerated and Sustained Development to End Poverty in 2005-10, and the Growth and Transformation Plan in 2010-15. Industrialization was a key focus of both, and Ethiopia has increased its manufacturing value added by more than 10 percent a year since 2004 and become one of Africa’s fastest-growing economies.Ethiopia has taken a multipronged approach to creating a favorable environment for industry. First, it has strengthened key infrastructure, adding 66 000 kilometers of new roads since 2000 and increasing power supply by 15 percent between 2010 and 2014. At the time of writing, it was also building an electrified railway line between Addis Ababa, the capital, and the port in neighboring Djibouti. Second, Ethiopia has developed industrial parks such as Bole Lemi in Addis Ababa, which already houses 12 manufacturing firms that export leather goods and apparel. Third, it has taken steps to improve its business environment, including waiving customs duty for the import of capital goods and setting up a one-stop shop to handle commercial registration, business licenses, and so on. Finally, Ethiopia has invested in expanding access to schooling, vocational training, and higher education.

Ethiopia’s success has been based not simply on low labor costs, but also on unit labor costs that are competitive when productivity is taken into account. For example, its unit labor costs for the manufacture of polo shirts are $0.14 per unit, less than half the level in China and Vietnam. In the case of leather loafers, its unit labor costs are one-third those in Vietnam and one-fifth those of China. As a result, the country has become a competitive global exporter of labor-intensive goods. For example, the value of its footwear exports has increased at an annual rate of 38 percent from 2004 to 2014, and the value of apparel exports at 22 percent a year over that period.”

McKinsey Global Institute. Lions on the move, Nueva York, 2016, página 76.

15 Fuente: Durden Tyler. The end of cheap China: 16 emerging low wage economies, en http://www.zerohedge.com/news/2016-06-23/end-cheap-china-16-emerging-low-wage-economies.

16 World Bank, World Development Indicators, Container Port Traffic, 20 foot equivalent units, TEU, 2015 Report, Washington.

17 “That upturn in national growth rates was mirrored in the increased profitability of companies operating in Africa. Indeed, three distinct sources of data indicate that returns on investment are higher there than in other regions. One was a comprehensive study of the publicly traded companies operating in Africa for the period 2002-07, mostly in the manufacturing and services sectors. It found that these companies’ average return on capital was around two-thirds higher than that of comparable companies in China, India, Indonesia, and Vietnam. Another source, on the foreign direct investment of us companies, showed that they were getting a higher return on their African investments than on those in other regions. Finally, analysis of a series of surveys of several thousand manufacturing firms around the developing world found that, at the margin, capital investment had a higher return in Africa”. Paul Collier y Jean-Louis Warnholz. “Now’s the time to invest in Africa”, en Harvard Business Review, Harvard Business School Publ. Corp, issn 0017-8012, volumen 87, 2009, 2, página 23.

18 En el caso de México, la frase “salarios africanos” no es una metáfora. Los estudios internacionales sobre salarios en el mundo muestran cómo el salario mínimo y medio de los trabajadores industriales mexicanos se encuentran en el nivel de los países de África mas articulados con la globalización. Tal es el caso de Argelia, Marruecos o Sudáfrica, cuyos salarios en poder adquisitivo son superiores, incluso, a los de México. Véase http://www.wageindicator.org/main/salary/minimum-wage

19 McKinsey Global Insitute. Lions on the move, obra citada, pag. 63.

20 International Labor Organization, United Nations for Industrial Development e International Monetary Found.

21 Puesto en perspectiva, estamos ante la clase obrera mundial más numerosa, en términos absolutos, en la historia del capitalismo. El crecimiento del proletariado industrial, pese a los espasmos y las contracciones de la producción mundial, pasó de 10 millones de trabajadores industriales a mediados del siglo xix a 22.3 millones en 1870, a 51.8 en 1913 y a 70.9 en 1929, justo antes del inicio de la crisis del decenio de 1930. En términos proporcionales, no obstante la notable expansión de los servicios en la economía en el siglo xxi, el peso específico de la fuerza de trabajo industrial no dista demasiado de la existente en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. (Maddison, Angus, 1986. Las fases del desarrollo capitalista, Colmex, Apéndices Estadísticos; y Maddison Angus. Monitoring the world economy 1820-1992.) Más allá de las cifras cuantitativas, la existencia de la clase obrera tiene que ver con la construcción de un sujeto colectivo dotado de cultura específica, que le permite condensar un anticapitalismo radical a partir de sus condiciones de existencia. Su dimensión y concentración, desde luego, son decisivas para la manera en que despliega su hegemonía en el conjunto del cuerpo social.

22 Globally, more people live in urban areas than in rural areas. In 2007, for the first time in history, the global urban population exceeded the global rural population, and the world population has remained predominantly urban thereafter (figure 2). The planet has gone through a process of rapid urbanization over the past six decades. In 1950, more than two-thirds (70 per cent) of people worldwide lived in rural settlements and less than one-third (30 per cent) in urban settlements. In 2014, 54 per cent of the world’s population is urban. The urban population is expected to continue to grow, so that by 2050, the world will be one-third rural (34 per cent) and two-thirds urban (66 per cent), roughly the reverse of the global rural-urban population distribution of the mid-twentieth century. United Nations (2014). World urbanization prospects, Nueva York, página 20.