Cuando en marzo de este año, en reunión del Comité Editorial de la revista Herramienta a la que tuve oportunidad de asistir, se debatía sobre la conveniencia de aprovechar mejor el efecto en redes sociales (vía Twitter, o un aprovechamiento idóneo de la página en Facebook, o una alimentación de información más frecuente para el sitio web de la revista, a través de las secciones coyunturales), algunos asistentes plantearon la posibilidad de convertir el sello en una salida exclusivamente digital (aun cuando la revista tiene, como una de sus formas de dar salida editorial a ciertos materiales, la opción de la herramienta web activa desde junio de 2009, que cuenta con 20 números editados), lo cual generó para otros de los presentes una reacción en sentido contrario: la necesidad de conservar la publicación en modalidad impresa, así fuera en un plan de publicación de al menos uno o hasta dos números anuales.
Esa opinión se fundamentaba entre otras razones en un reconocimiento de lo que constituye ya un importante archivo patrimonial para la elaboración teórica, y como una manera de honrar el esfuerzo de casi 20 años de trabajo editorial.
Por ambos puntales, Herramienta se afianzó como una de las más longevas publicaciones de pensamiento alternativo en Argentina, y a escala internacional la sitúan como un destacado instrumento de reflexión de innegable orientación de izquierda, amplio y plural.
Concluida la reunión, me permití comentar a uno de sus principales promotores que Herramienta se merecía cuando menos llegar a su edición 60, para alcanzar el número de fascículos que imprimió la revista Cuadernos Políticos, órgano de reflexión de izquierdas editada en México por Era, entre 1974 y 1990, pero sin sucumbir una vez alcanzado ese objetivo. No imaginábamos en aquella fecha que el material ofrecido (distribuido en sus más de 200 páginas y 13 colaboraciones, la mayoría de ellas especialmente enviadas para ser difundidas desde este medio) estaría llamado a convertirse en referencia ineludible para los interesados en estos temas; algunos quizá lo adquirirán en tanto objeto de colección. Y es que los editores fueron generosos: la mayoría de lo publicado exigió ardua labor de traducción del idioma inglés, francés o portugués, de tal manera que acercan al castellano en forma oportuna un acervo no despreciable que complementa y actualiza incursiones teóricas vigentes, y otras en pleno despliegue; sus lectores han de sentirse complacidos con el gesto.
Ni duda cabe de que este año se presenta como uno especialmente colmado de efemérides, y en el marco de nuestra situación histórica tan peculiar, cargada de acontecimientos que suman una larga lista de catástrofes estructuradas alrededor de un alineamiento global a la situación caótica y crítica del sistema, estamos obligados a establecer una relación política con lo rememorado, a recuperar políticamente lo que de otra manera quedaría como un rastro perdido, y no –como sería más propio a las urgencias de nuestro tiempo– como sustrato histórico y cultural que nos ilumina en estos “instantes de peligro”. De entre las posibles conmemoraciones, mencionadas en la Presentación, “150 años de la primera edición de El capital (tomo I), 100 de la Revolución Rusa, 80 del fallecimiento del rehén del fascismo Antonio Gramsci y 50 del asesinato del Che Guevara, en Bolivia…”, el número especial que comentamos se concentra en las dos enumeradas al inicio.
Por eso, el número se estructura en dos partes. La primera de ellas se consagra al tema de la Revolución Rusa, gran acontecimiento histórico que pudo inclinar la historia del siglo XX hacia derroteros que posibilitaran el poder político de la clase trabajadora y que, por ello, todavía ilumina las potencialidades y los límites de la praxis emancipadora de los pueblos que en luchas desiguales y arduas pugnas se oponen a la eternización del orden social vigente. Justo en esa clave debe situarse el contenido de la segunda parte del volumen, como un acumulado de aportes en que se pondera la situación en que la humanidad se debate (nada menos que la posibilidad de supervivencia), con el hontanar teórico que Marx hace 150 años pudo finalmente ver publicado, un proyecto (Das kapital) que le insumió más de tres décadas, y en el que la Crítica de la economía política se despliega como el horizonte categorial, teórico y metodológico todavía insuperable para el enjuiciamiento crítico del capitalismo, obra cumbre del filósofo alemán tanto o más necesaria cuando este patrón de relaciones sociales de dominación/explotación y apropiación encubre sus perturbadores efectos, al amparo de un discurso que promueve un relato emancipador, el que asocia la modernidad con el sostenimiento de sus mitos más eficaces y al amparo de los que se articulan sus marcos fundantes (progreso infinito, autorregulación del mercado, perfil prometeico de la técnica, constitución del orden a través de la voluntad general y soberana del Estado, en que se inscribe esa supuesta tendencia hacia la secularización de las sociedades, etcétera).
El comentario que pretendo formular no aspira desde luego a resumir los contenidos de cada parte; mal haríamos en insinuar siquiera la posibilidad de ahorrar la lectura o, peor, la ocasión de inclinarla hacia determinada orientación. Por el contrario, hemos de reseñar en líneas muy generales los motivos argumentales destacados o que constituyen preocupaciones comunes a diversas de las intervenciones en el debate. La parte primera sobre la Revolución Rusa evidentemente aspira a recuperarla en diversos perfiles como un hecho histórico que estremece los cimientos no sólo del espacio geográfico que compromete, nada despreciable, según la medida continental del imperio ruso (que en unos cuantos meses se derrumbó como castillo de naipes) sino, también, como la medida de una apuesta social por arribar a la construcción de coordenadas políticas en que lo posible se estructura en el reñido espacio, en que lo necesario parece comparecer día tras día en el marco de un conflicto interminable, y de escalas macrosociales, de ahí que sus efectos se proyecten también en modos posteriores del anclaje de lo utópico, en que esta dimensión se avizora en la renovación espiritual de pueblos cuya lucha cobra alcances de cierta universalidad. Este elemento es importante si consideramos que, justamente, el medio editorial ha lanzado obras recientes que han promovido un registro en el que la noción de revolución o la revolución se proyecta a un nivel molecular1 (Félix Guattari dixit), o como un repertorio de instrumentos en un grado de incidencia más cotidiano (como creemos que es el caso en Popović).2 Desde la propia imprenta de Herramienta hace ya tres lustros se abrió camino una interpretación cercana a ese talante.3
No es ése el caso en las páginas que nos ocupan, pues se privilegia un análisis historiográfico o de filosofía política, por lo cual prima un enfoque de dicho proceso a una escala “molar”, según se diría desde cierta jerga. La gran gesta del pueblo ruso se ubica en un sitio histórico localizado en la periferia del punto neurálgico en que se ha erigido Europa para el desenvolvimiento del capitalismo y la modernidad occidental, mas evidentemente enlaza sus coordenadas con el horizonte de emancipación que ahí fue abierto, en su sentido clásico, con la Revolución Francesa, de 1789, y que prolonga su sentido en las llamadas revoluciones europeas de 1848, pero apunta a una deriva de mayor radicalización en la lucha de los comuneros de 1871 (que tanto influirá en el cambio de percepción en cuanto a su programa en Marx mismo) y, por supuesto, en su emplazamiento en la Revolución Alemana de 1919 a 1921 (de la que Lenin esperaba una proyección, que finalmente no se dio, a toda Europa).
Las colaboraciones de Georges Haupt (la recuperación de un texto publicado antes, y entendible como cierto homenaje al historiador prematuramente fallecido) y de Antonio Louçã se concentran en la figura de Lenin y en la noción de lo que el bolchevismo y luego el antibolchevismo llegaron a significar, en primer lugar, como proceso que amplió el campo de lo posible al establecer cierta noción teórica (anunciada ya en las “Tesis de abril”) para la praxis esgrimida ante la ventana histórica abierta entre febrero y octubre de 1917, y con posterioridad en esa especie de elevación a la condición de tabú con que ciertas interpretaciones intencionadas quisieron enterrar el aporte del clásico. Una de las claves con que se soterró el legado leninista fue la polaridad que se sugiere en cuanto a la confrontación con la figura de Trotsky. Por el contrario, el trabajo de Louçã no sólo relativiza esos juicios sino que brinda elementos de una práctica política más afín en ambos personajes e intenta subrayar en Lenin el carácter de ser un precursor de la Oposición de Izquierda.
De esta parte, otros dos trabajos (de Werner Bonefeld y Michael Löwy) abonan a una consideración más actualizada del proceso revolucionario ruso, de la forma en que éste se plasmó y de la herencia con que repercutió en la política del siglo XX. El primero, asociado a las posiciones del llamado marxismo abierto, la encara justamente desde el análisis adorniano en clave de dialéctica negativa y, por supuesto, además de reconocer la ineficacia organizativa de la forma partido o la rigidez de una forma en que se erija el sujeto (proletario, trabajador industrial), la asume en un escenario histórico de mayor incerteza. De ahí que la lucha por construir la sociedad de libres e iguales no pueda encontrar, según esta interpretación, sino una posibilidad en quienes apuesten a la política antiidentitaria guiada por el ejercicio principista de la negación. Otra es la estrategia con que Löwy confronta el legado de Marx y la lucha encabezada por Lenin, y lo es a través de iluminar la insuficiencia por incorporar una de las calamidades más formidables a que nos enfrentamos: la crisis ambiental propiciada por el capitalismo. De ahí que afirme que si una revolución ha de hacerse posible, será la que incorpore la lucha ecocomunista.
Los otros dos trabajos incorporados en esta parte vuelven a situarse en la brecha del análisis histórico. El de Maria Orlanda Pinassi es un apretado examen de la incidencia que tuvo el proceso revolucionario para incorporar las demandas y luchas de las mujeres, que llegan a plasmarse en principios legales, normas y estatutos. Desde luego, el escrito destaca la primordial aportación y el embrión de las luchas feministas en figuras como las de Clara Zetkin o Alejandra Kollontai.
Por último, el trabajo de Hernán Camarero registra en diarios y revistas de la época, en grupos de intelectuales, en las luchas sindicales y anarquistas, y hasta en la revuelta universitaria de Córdoba los primeros indicios de la huella que habrá dejado la Revolución Rusa en Argentina. Ese escrito apunta no sólo a registrar cómo fue la percepción de ese suceso en ciertos protagonistas de la historia del primer tercio del siglo XX en la nación sudamericana sino a detectar cómo ahí puede ser medido el efecto del proceso soviético en una lucha que en lo que resta del siglo comprometerá otras regiones de la periferia.
La segunda parte de la revista, no menos importante, se estructura alrededor de diversas consideraciones sobre una interpretación actual de la obra cumbre de Marx. Los trabajos que la componen ofrecen aspectos relevantes, por autores reconocidos en su campo, que además permiten proyectar la obra de los mismos comentaristas convocados, en tanto hilvanan apreciaciones desde sus constructos analíticos, y desde sus peculiares marcos epistémicos extraerán los elementos a que confieren prioridad en tan gigantesco acervo categorial, como el tomo i de El capital. Crítica de la economía política.
El corpus marxiano es asumido como un trabajo de inconclusa culminación, que ofrece un esquema de interpretación de arquitectónica categorial sólida aunque no impecable, por lo cual favorece una apropiación temática abierta al curso mismo del desenvolvimiento histórico de la lógica apropiativa del valor y acumulativa de capital. De la lectura de las contribuciones aquí ofrecidas se colige que la filosofía compuesta por Marx en El capital debe entenderse en relación no sólo con el curso histórico de redacción de la obra sino con sus formulaciones previas, en particular con los Grundrisse y los materiales de aclaración que Marx analítica y políticamente ofreció, para diversas coyunturas, a la lucha de los trabajadores (en especial “Trabajo asalariado y capital”, “Salario, precio y ganancia”, entre otras).
Aspectos importantes para comprender la obra deben extraerse también de su voluminosa correspondencia y de los posicionamientos políticos y coyunturales que entre las décadas de 1860 y 1870 se modulan por la construcción de la Asociación Internacional de los Trabajadores, por la Comuna de París y por sus reflexiones a propósito del estallido de la crisis europea de 1875. Las tres primeras colaboraciones son acercamientos importantes no únicamente por el denso contenido temático que exploran sino porque ilustran los buenos alcances que exhibe el marxismo descifrado en clave latinoamericana.
Claudio Katz se permite rastrear la actualidad y pertinencia de la obra poniéndola a la luz de las transformaciones más recientes del capitalismo contemporáneo y en lo que nos tiene que decir respecto a las luchas emancipadoras actuales, las de nuestra región y las del mundo entero. Así, los temas expuestos en la obra son cuestionados desde su cualidad heurística para comprender la crisis actual y disputar la hegemonía discursiva al discurso económico convencional.
Edgardo Logiudice, pese a que intitula modestamente su aportación en tanto meros apuntes, ofrece ciertas claves de interés para rastrear modificaciones de forma en cuanto a las lógicas del mundo del trabajo y del aspecto tecnológico para destacar cómo el encuadre metodológico debe ser destacado para una mejor comprensión del aporte marxiano. El artículo enviado por Renán Vega Cantor es un meditado examen del proceso de entera fetichización a que se expone el mundo cuando tiende a ser gobernada hasta la más minúscula molécula de la vida humana y no humana en la Tierra por el predominio destructivo de la forma-mercancía.
Las otras cuatro aportaciones pueden dividirse en dos bloques. Uno de ellos se asocia a la crítica de la abstracción y separación social de cierta afinidad electiva con los motivos argumentales del open marxism. Ahí se incluye la colaboración de Moishe Postone, quien refresca su análisis sobre lo que denomina “teoría crítica derivada del marxismo tradicional” y al exigir de la lectura de El capital que ésta se mida respecto a la clarificación de la singularidad histórica de la crisis por la que atravesamos, profundiza sus análisis en cuanto al carácter dual del trabajo en el capitalismo y en cuanto a la necesidad de comprometer una crítica inmanente de este proceso que no sucumba ante las urgencias del momento ni ante el encumbramiento de un determinado protagonista como el sujeto privilegiado.
John Holloway compone su aportación en una lista de 14 tesis, derivadas del sentido de la primera. No sólo subraya lo que ha hecho en otras obras (las categorías deben expresar su explosión interna y abrirse a su desenlace en cuanto liberación del hacer social) sino que apuesta a una lectura estructurada no sobre la base de lo prometido por Marx (una cientificidad crítica de la riqueza capitalista) sino de lo que no fue capaz de enunciar, el mundo de la mercancía supone el predominio del encapsulamiento de la riqueza que es el mundo en su devenir. De ahí que sugiera no al modo lukacsiano trabajar para una crítica de la cosificación sino de la “enjaulación” (sic) que nos tiene presos de su mandato.
La colaboración de Silvia Federici no se restringe a señalar las limitaciones de Marx, y en especial en la escritura de El capital, para incorporar el enfoque de género en su colosal crítica (que así no sería tan monumental): rastrea en la recuperación de los temas de la comunidad más que de la fábrica y de la reproducción más que de la producción las claves que proyectaron los análisis de los enfoques sobre el trabajo doméstico a inicios de la década de 1970 hacia una de las más finamente hilvanadas críticas que desde el feminismo se elevaron al marxismo, pero también con la intención de abonar a las posibilidades de un feminismo marxista.
La revista finaliza con cierto aporte que es una especie de primicia: No hace mucho, Itsván Mészáros anunciaba que Boitempo se constituía en la editorial que más le había publicado, y así, aun cuando se trata de un autor húngaro que privilegiadamente publicaba en inglés, había caído en cuenta de que su obra más editada circula en portugués, y por esa razón ha de publicar en ese idioma y con dicho sello la que considera será su obra más reciente y ambiciosa, Para além do Leviatã: crítica do Estado.
El texto que ahora Herramienta ha publicado, y que cierra este número especial, ya permite medir en una apretada exposición el calado de los temas de que se ocupará el profesor emérito de la Universidad de Essex, pues sitúa los grados en que la incontrolabilidad del metabolismo social capitalista ha puesto en jaque a la eventualidad misma de debatir la persistencia de la propia humanidad. Así, las productivas mutan en fuerzas destructivas, se activan los límites absolutos del capital, y no sólo se está muy lejos de alcanzar cualquier cauce racional sino que la salida irracional es la racionalmente elegida por las grandes organizaciones corporativas que, imposibilitadas para construir un Estado coercitivo mundial (que lo tienen en su agenda de posibilidades), no hacen sino demostrar en este escenario de guerra de clases contra el ambiente y la humanidad que la posibilidad de construir un planeta habitable como un proceso históricamente imaginable deberá poner en su agenda la necesidad de desmontar en simultáneo las mediaciones de segundo orden del capital y la estructura de toma de decisiones para unos cuantos (los poderosos) en que se ha erigido de modo histórico el leviatán estatal.
Sirvan los comentarios como una invitación para profundizar en el debate de estos dos grandes temas, la revolución política y la de la teoría, y hacer un llamado a la terca persistencia de ese equipo que sostiene tan loable esfuerzo. Quedamos en espera de los números posteriores que, no lo dudamos, también han de sorprendernos.
Herramienta. Revista de Debate y Crítica Marxista, volumen 60, Buenos Aires, invierno de 2017. Número especial.
100 años de la revolución Rusa.
150 años de El capital.
1 Félix Guattari. La revolución molecular, Madrid: Errata Naturae, 2017.
2 Srdja Popović. Cómo hacer la revolución (instrucciones para cambiar el mundo), Barcelona: Malpaso Ediciones, 2016.
3 John Holloway. Cambiar el mundo sin tomar el poder. El significado de la revolución hoy, Buenos Aires: Herramienta, 2002.