MEMORIA A PARTIR DE UN SISMO: LA FÁBRICA DE CHIMALPOPOCA

Cuando llega me encuentro en un taxi rumbo a Xochimilco. El coche empieza a zigzaguear, fuerte. No me doy cuenta de lo que pasa, y grito al conductor que vaya despacio. “Cálmese; es un temblor muy fuerte. Ahora nos estacionamos en un lugar seguro y lejos de los postes de la luz”, responde con tono firme. Me tranquiliza y me ubica: estamos en riesgo y debe tomar las riendas de la urgencia.

Memorias efímeras

Llego a casa. Lo primero que pienso es en escribir a mis padres: “estoy bien, no se preocupen”. Pocas palabras, y la línea de internet cae. La sensación de inseguridad se detona cuando las herramientas de la vida cotidiana se interrumpen. Somos virales, en constante conexión, acostumbrados a comunicar en tiempo real, visualizando en una fotografía la memoria de un acontecimiento cotidiano que desaparece casi en el mismo momento en que la enviamos y compartimos. Paradoja de lo contemporáneo: generamos memorias efímeras, olvidándonos de que Berger enseñó que las imágenes no narran nada por sí mismas: “conservan las apariencias instantáneas, la cámara atomiza, controla y opaca la realidad” (Berger 2013: 14). Sólo que las imágenes del sismo se quedan como heridas abiertas en las calles que habitamos cada día.

El temblor mueve nuestra certidumbre a partir de lo que creemos más estable, seguro de la vida: la tierra, el suelo que tenemos bajo los pies. Este preciso instante nos produce un acontecimiento: nunca como cuando se mueve la casa podemos entender la sensación de una persona que vive un desplazamiento forzado o la experiencia de la migración.

Volver al cuerpo

¿Y ahora qué hacer? Se mueven los pies, se activan las manos, se vuelve al cuerpo. La memoria del cuerpo se hace presente. Como escribe la antropóloga feminista Lea Melandri, el movimiento feminista fue el primero en poner en el centro de la política el cuerpo: una “biopolítica afirmativa” (Melandri: 2011) que quiere poner en juego el cuerpo, interrogar la experiencia, pensar la subjetividad como cuerpo pensante, sexuado, plural –más allá de la figura abstracta del ciudadano–. Un cuerpo pensante capaz de reconocerse en su singularidad y, al mismo tiempo, en lo que lo acomuna a los demás, consciente de que sólo mediante el avance hacia los sustratos más profundos de la memoria del individuo puede llegarse a ver un horizonte más general.

Mirar desde la pérdida

Corro hacia la casa de las amigas más cercanas, y en una imagen empiezo a dimensionar el desastre: cargan mochilas y salen de ahí. Aun ahora, mientras escribo, no logro usar el verbo perder. Perder la casa es perder un espacio de memoria. El archivo que constituye nuestra memoria cotidiana: objetos, plantas, el panorama que ves desde tu ventana. “No pensaba que me pegaría tanto”, me cuenta una amiga que asistió al derrumbe de la casa de su infancia, donde ya no vivía desde muchos años antes. Espacios constitutivos de nuestra identidad. ¿Cómo asumir la pérdida de un espacio de memoria? ¿Cómo volver a construir desde la pérdida?

La fábrica de Chimalpopoca

Bolívar 168, colonia Obrera. Hay que tomar las riendas de la urgencia. Cada una corre hasta donde pueda servir de algo. La fábrica se derrumbó, y a partir de los escombros se reactiva el recuerdo. Una foto en blanco y negro de 1985 parece adquirir los tonos del presente: al centro del escenario, las marchas de las costureras sobrevivientes de las fábricas textiles de San Antonio Abad. En las manos una manta y en los labios un grito: “Una costurera vale más que toda la maquinaria del mundo”. El recuerdo se vuelve más nítido y se refuerza pensando en las maquiladoras de Ciudad Juárez, pieza fundante de la historia de la lucha feminista, territorios que hemos sacado del olvido gracias al trabajo incansable de activistas, periodistas, académicas feministas, estrategias políticas creadas y puestas en acción para nombrar la muerte y cuidar no sólo una vida, sino la existencia digna de todas y todos.

A través de un salto surrealista en el tiempo y en el espacio, camino por Bolívar, voy frente al número 168, como si estuviera viendo San Antonio Abad: en el sismo de 1985 se habló de 300 obreras muertas. Sin embargo, nunca se dio una cifra oficial, aunque años después se proporcionaría la de mil 600 obreras fallecidas. En 2017, la odisea sigue: se reclama a los dueños el número de costureras empleadas, pero no hay un registro confiable de las trabajadoras y los trabajadores de la fábrica. Se pidió el plano del edificio, y tampoco de eso había certeza. Las analogías, paso tras paso, crean certidumbres. Para mí, el escenario estaba claro: Bolívar 168 es una de las muchas fábricas textiles situadas en edificios dañados desde hace años, en pésimas condiciones de higiene y de trabajo donde, por supuesto, se violaban los derechos humanos y laborales de las obreras. Y como obreras identificamos a migrantes, indígenas, madres solteras, las más vulnerables y explotadas.

Cuanto más claro me parecía el escenario, tanto más se demostraba que era una pésima investigadora, pues no estaba partiendo de las preguntas más simples: daba por sentados hechos y circunstancias.

El 20 de septiembre, la Brigada Feminista, que llegó al lugar del desastre desde el primer día, envió un boletín pensado y escrito con cuidado: no se presentaba ningún elemento de la historia como “cierto” y denunciaba la falta de atención de las autoridades para el rescate. “Desconocemos las condiciones laborales exactas de quienes trabajaban en este edificio, pero sabemos que no existe una planilla registrada (…) Sabemos también que esta mañana, el dueño de la maquila declaró pérdida total”.1 Además, las brigadistas intentaron armar una lista con el nombre de las personas desaparecidas que habrían estado en el edificio cuando se colapsó: en total reclamaron la desaparición de 3 mujeres y 2 hombres. Sólo el 4 de octubre de 2017, la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo publicó un informe, donde se afirma: “De acuerdo con el registro del Instituto Mexicano del Seguro Social, están dadas de alta 33 personas trabajadoras de esta empresa. El 19 de septiembre se encontraban en el local de ese negocio sólo 22 personas, 2 de las cuales fallecieron en el lugar”.2 Las periodistas y las activistas que laboraban en los escombros desde el primer día contestaron la versión oficial: afirmaron que en la lista faltaban por lo menos 3 personas.

El viernes 22 de septiembre, la decisión de las autoridades de dejar de buscar sobrevivientes detonó el reclamo de brigadistas. Todo era ambiguo: no hay lista, no hay plano. En un clima de ambigüedad todo puede pasar, hasta hablar del hallazgo de un supuesto sótano donde podía haber más personas.

Las diferentes brigadas llaman a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) para el esclarecimiento de los hechos como tema concerniente a los derechos humanos. La tarde del 22 de septiembre, en Bolívar está todo mundo: al llegar la CNDH, corre también el subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Roberto Rafael Campa Cifrián. Se presentan funcionarios de la Procuraduría General de la República (PGR) y algunos voluntarios se acercan para preguntarles cuál es su papel en la situación. Respuesta: “Hay muchos más lugares en la ciudad que necesitan su ayuda; vayan para allá”. Una voluntaria le contesta: “Está bien; díganos por dónde, y ¡vamos!”; el representante de la PGR no sabe qué contestar. Al anochecer del viernes, todas las autoridades presentes observan desde fuera la zona de excavación, que ha quedado en manos de voluntarias y voluntarios. Alrededor de la explanada donde estuvo la fábrica, ya no hay más escombros, lo han limpiado todo. Agentes de la Marina y de la policía se limitan a gestionar el tráfico de entrada y salida. El clima de ambigüedad se transforma en esquizofrenia cuando gritan que hay una fuga de gas. Llegan los bomberos, y nada detectan. Al anochecer del viernes y en la madrugada del sábado se decide no seguir buscando. La cifra oficial es de 22 personas muertas, 2 vivas y 5 familias en espera de información sobre parientes.

En Bolívar 168, colonia Obrera, estaban todos pero, al mismo tiempo, nadie.

Las preguntas que no nos planteamos

El taller de Chimalpopoca estaba en un contexto barrial de muchas empresas diferentes, no todas del ramo textil. Además, aquél no era tal sino un edificio. En la planta baja había una tienda de ropa barata que “todo mundo suponía producida en el mismo edificio” y “las mujeres que trabajaban allí no eran latinas, creo eran como chinas o coreanas”, me dicen los vecinos. Cuando llegué a la explanada no puse en el centro de la investigación la pregunta más simple: si era una fábrica en la que se producía ropa, ¿dónde está la maquinaria típica de un taller textil? En los escombros no apareció nada. El grito “una costurera vale más que toda la maquinaria del mundo” me impidió ver todo el paisaje.

El 25 de septiembre, el portal periodístico independiente Pie de página3 publica el reportaje “¿Quiénes son los muertos de Chimalpopoca?”, de Ana Cristina Ramos y Celia Guerrero. Ya desde el título nos reubica, planteando preguntas que estábamos dando por sentadas, y usa el masculino para poner en duda el género mismo de las personas que perdieron la vida. Y lanza más interrogantes:

“¿Quién es el dueño del inmueble? ¿De quiénes eran los negocios? ¿Quiénes trabajaban allí? ¿En qué condiciones? ¿Quiénes murieron? ¿Quiénes fueron rescatados? ¿Adónde llevaron a las víctimas? ¿Para qué usaban la antena gigante que estaba en el techo? ¿Había migrantes en el edificio?” (Ramos, Guerrero: 2017).

El análisis de los documentos rescatados de los escombros ofrece algunas pistas, y empieza a armarse un nuevo rompecabezas.

“Hasta 2015, según la documentación recuperada, el inmueble estaba dividido así: en la planta baja estaba la empresa M Hilo; en el primer piso, Línea Moda Joven, un taller de diseño de ropa para las marcas New Fashion y Foley’s; en la segunda planta estaba Florina, SA de CV (que presumiblemente después se convirtió en la comercializadora de obsequios Regalomex); en el tercero, Seo Yung Internacional, una empresa coreana dedicada a fabricar bisutería para vestidos, y el cuarto piso estaba dividido entre Dashcam System –empresa que ofrece cámaras de seguridad para autos– y las oficinas del empresario judío Jaime Achequenaze Azquenazi, dueño de la empresa New Fashion, a quien el Consulado General Argentino ya confirmó como uno de los fallecidos” (Ramos, Guerrero: 2017).

Para acallar los rumores de que entre los escombros se encontraban atrapadas centroamericanas, aclaran: “La relación más palpable del edificio con trabajadores o propietarios extranjeros está en el continente asiático” (Ramos, Guerrero: 2017).

Poco a poco se vuelve más evidente la relación entre la presunta fábrica y la existencia de responsabilidades gubernamentales. El día siguiente, el 26 de noviembre, la periodista Marcela Turati publica en la versión digital de la revista Proceso el reportaje “La fábrica caída en Chimalpopoca, vieja conocida del gobierno”. Describe cómo desde la década de 1990, en el edificio se albergaron tres áreas del Registro Federal de Electores, desalojado “por sus fallas estructurales”. Después, hasta 2014, fue sede de la oficina de la Subdelegación Operativa de Ciudad de México. Aún en junio pasado, el tercer piso “se anunciaba como la dirección para los universitarios que deseen hacer servicio social en la dependencia”. Ahí estaba también el estacionamiento donde quedaron aplastados 15 autos; era uno  “de la dependencia”.

En octubre, Cimac Noticias, gracias al seguimiento del caso por la periodista Lucía Lagunes Huerta –quien desde las primeras horas del desastre estuvo presente en Bolívar 168–, publicó una serie de notas para sacar a la luz todas las contradicciones que siguen obstaculizando el esclarecimiento de los hechos.

1. El baile de las cifras

Las cifras manejadas en los primeros días posteriores al sismo por las autoridades de la Ciudad de México son siempre diferentes, hasta llegar a octubre, cuando se habla de 15 personas fallecidas:

“El pasado 21 de septiembre, tres días después del sismo, en conferencia de prensa, el subsecretario de Desarrollo Humano del gobierno capitalino, Miguel Ángel Vázquez, aseguró que hasta la noche del jueves 21 se habían rescatado 19 cadáveres, 2 personas con vida y faltaba rescatar 2 cuerpos más (…) El viernes 22, nuevamente el subsecretario de Desarrollo aseguró que se habían rescatado 25 cuerpos y 2 personas con vida” (Lagunes Huerta: 2017).

Cimac subraya que la empresa Línea Moda Joven, donde laboraban las dos trabajadoras fallecidas, no se ha puesto en comunicación con los familiares. El único apoyo recibido fueron 2 mil pesos, y sólo por el caso de Irma Sánchez Ramírez.

2. Los derechos laborales

Lucía Lagunes Huerta desarrolla una investigación que intenta sacar a la luz las condiciones laborales de las personas empleadas en las empresas de Bolívar 168.

“La empresa Línea Moda Joven está afiliada a la Organización Sindical de Empleados y Trabajadores del Comercio en General, Empresas Particulares y Similares del Distrito Federal, con un contrato colectivo que no se revisa desde 2012 y cuyo secretario general es Antonio Hinojosa Vázquez, quien hasta el día del sismo era desconocido por las trabajadoras” (Lagunes Huerta: 2017).

El abogado laboral Manuel Fuentes Muñiz declara que las trabajadoras tenían un “contrato de protección”:

“[uno] mandado a hacer por la empresa, firmado por el líder sindical Antonio Hinojosa Vázquez, sin el aval de las y los trabajadores, y el cual se hace como una forma de evitar que alguien más pueda representarlos sindicalmente” (Lagunes Huerta: 2017).

Contratos que prevén los mismos salarios y prestaciones desde 2012, contrarios a la Ley Federal del Trabajo, donde se establece que la revisión y el incremento salarial deben hacerse anualmente, mientras que las prestaciones se revisarán cada dos años.

Reflexiones finales

La derrumbada fábrica de Chimalpopoca nos parece un espacio para la memoria, símbolo de la lucha feminista que parte de San Antonio Abad y pasa por Ciudad Juárez. En el minuto cero empezamos a nombrar sin una investigación previa, sin un análisis de los hechos, sin partir de las preguntas básicas. “Costureras”, escribimos y gritamos.

Cuando empezamos a darnos cuenta de que los cuerpos no sólo eran de mujeres, que la mayor parte no eran migrantes o indígenas, que la fábrica en realidad era un edificio con diferentes empresas, muchas reaccionamos casi con rechazo: había que seguir nombrando en femenino.

¿Cuál era el riesgo? ¿A qué temíamos?

Los logros de las luchas de las mujeres han sido múltiples, pero siempre corren el riesgo de ser silenciados. El sismo movió nuestra certidumbre a partir de lo que pensamos más estable: la tierra, los espacios de nuestra memoria. Y se materializó una sensación constante: siempre corremos el riesgo de la pérdida.

¿Cómo asumir la pérdida de un espacio de memoria? ¿Cómo reconstruir desde la pérdida?

El antropólogo argentino Mario Rufer escribe: “La pérdida articula la simultaneidad de la conciencia política porque vertebra el sentido de historia como continuidad (la pérdida es la continuidad: pérdida de tierras, de cabezas, de cuerpos, de lengua)” (Rufer: 2017).

La pérdida señala una continuidad de expropiaciones y puede articular una narrativa contemporánea capaz de volver a poner en relación el tiempo y los procesos que estamos viviendo:

“La pérdida como narrativa expone una noción de tiempo ‘en rebelión’ que es permanente y afecta el tiempo homogéneo; lo saca de su aparente exterioridad respecto a los procesos: sólo la pérdida como acontecimiento que funda y, a la vez, explica el tiempo vivido de las comunidades parece ser capaz de articular la historia” (Rufer: 2017).

Partir desde la pérdida como acontecimiento permite hundirnos en “los pliegues de la memoria” pues justo allí, como enseña Rufer, se abre una fractura “que sólo puede ser suturada con la narración agónica de ese tiempo continuo de la pérdida”.

El feminismo nunca denunció sólo desigualdad o discriminaciones, sino la expropiación de nuestra existencia misma. Hoy, Ciudad Juárez es paradigma de la violencia que vive todo México. Allí, en la década de 1990 se experimentaron –por primera vez y de manera masiva– contra un amplio sector de la sociedad civil –las mujeres– métodos de tortura, desapariciones forzadas, asesinatos y fosas comunes, que hoy vemos replicados en los cuerpos de todas y todos en cada estado del país.4

La cristalización en una memoria atrapada por el riesgo y el miedo a la pérdida probablemente no nos ayuda a crear herramientas de análisis para mirar el presente o “pensar el presente como historia”, pero sobre todo tampoco nos permite entender el grado de refinamiento de los mecanismos contemporáneos de control y expropiación que estamos viviendo. El entramado resulta siempre más turbio de lo que parece: la fábrica de Chimalpopoca es un conjunto de empresas de dueño no identificable; hay una constante relación empresa-política, las y los obreros en realidad son oficinistas.

La de Chimalpopoca no es una fábrica: disfrazadas de empresas productoras de ropa, la hipótesis –fundamentada a través de documentos que aún se investigan– estriba que en ellas se comercializaban telecámaras, drones, herramientas para vigilar y controlar a la población. No lo es factoría. Seguir nombrándola como tal, seguir hablando sobre todo de “costureras”, ¿qué desplazamiento simbólico produce? ¿Contribuimos a crear un relato que obstaculiza el esclarecimiento de los hechos? Para la historiadora italiana Anna Rossi Doria, importa no borrar acontecimientos dolorosos del pasado, mas para examinar el presente a veces resultan necesarios “saltos de memoria”.

En medio de tanta ambigüedad, hay una certidumbre: siguiendo e investigando a partir de los cuerpos de las mujeres, podemos poner en duda lo evidente, no ceder al relato oficial y volver a una “biopolítica afirmativa”.


* Investigadora y experta en estudios de género. Vive y trabaja entre la Ciudad de México –estancia académica en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM– y Madrid –Departamento de Políticas, Universidad Complutense–. Los temas principales de su investigación son la violencia feminicida y los derechos sexuales y reproductivos.

1 El comunicado fue publicado el 20 de septiembre en la página Facebook del grupo Brigada Feminista de Apoyo CDMX Sismo: https://m.facebook.com/Brigada-Feminista-de-Apoyo-CDMX-Sismo-497544063942201/ Última fecha de consulta: 28 de octubre de 2017.

2 Es posible consultar el “Informe de Amalia García Medina, secretaria de Trabajo y Fomento al Empleo de la Ciudad de México, respecto a la situación laboral de las trabajadoras y los trabajadores sobrevivientes y el proceso de indemnización a familiares de personas fallecidas que se encontraban en el edificio colapsado, en Bolívar 168, colonia Obrera, Ciudad de México” en https://m.facebook.com/notes/trabajo-cdmx/informe-bol%C3%ADvar-168/1560863567267051/?ref=content_filter Última fecha de consulta: 27 de octubre de 2017.

3 Pie de Página es un portal formado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos, http://piedepagina.mx/acerca.php

4 Entre otras fuentes, citamos el informe especial sobre desaparición de personas y fosas clandestinas en México de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, publicado el 6 de abril de 2017. Según el documento, “los estados con mayor número de fosas clandestinas son Guerrero, 195; Nuevo León y Veracruz, 191 cada uno; Zacatecas, 83; Coahuila, 51; Colima, 35; San Luis Potosí, 34; Durango, 18; Jalisco, 17; y Sonora, 12. Adicionalmente, las instancias de procuración de justicia de Coahuila, Colima, Nuevo León y Veracruz informaron haber exhumado o encontrado 13 mil 825; 37; 222 y 21 mil 874 fragmentos de restos óseos o humanos, respectivamente, para un total de 35 mil 958”.

http://www.cndh.org.mx/sites/all/doc/Comunicados/2017/Com_2017_103.pdf Última fecha de consulta: 31 de octubre de 2017.

Referencias bibliográficas

Berger, J. Mirar. Barcelona: 2013.

Melandri, Lea. Amore e violenza. Il fattore molesto della civiltá. Torino: Bollati Boringhieri, 2011.

Rossi Doria, Anna. Dare forma al silenzio. Scritti di storia politica delle donne. Roma: Viella, 2007.

Rufer, Mario. “Herencia, profanación y pérdida: sobre memoria y patrimonio en contextos poscoloniales”, en Agustín Vaca y Estrellita García (coordinadores). Intertextos del patrimonio. El Colegio de Jalisco. México: 2017.

Informes y comunicados

Brigada Feminista de Apoyo CDMX Sismo. Comunicado sobre la fábrica de Chimalpopoca. https://m.facebook.com/Brigada-Feminista-de-Apoyo-CDMX-Sismo-497544063942201/ Última fecha de consulta: 28 de octubre de 2017.

Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Informe especial sobre desaparición de personas y fosas clandestinas en México de la CNDH, 6 de abril de 2017. http://www.cndh.org.mx/sites/all/doc/Comunicados/2017/Com_2017_103.pdf Última fecha de consulta: 31 de octubre de 2017.

Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo de la Ciudad de México. “Informe de Amalia García Medina, secretaria de Trabajo y Fomento al Empleo del Gobierno de la Ciudad de México, respecto a la situación laboral de las trabajadoras y trabajadores sobrevivientes y el proceso de indemnización a familiares de personas fallecidas que se encontraban en el edificio colapsado, ubicado en Bolívar 68, colonia Obrera, Ciudad de México” en https://m.facebook.com/notes/trabajo-cdmx/informe-bol%C3%ADvar-168/1560863567267051/?ref=content_filter. Última fecha de consulta 27/10/2017

Artículos de periódicos

Lagunes Huerta, Lucía. “Continúan contradicciones en información sobre predio de Chimalpopoca”, en Cimac Noticias, 5 de octubre de 2017, http://www.cimacnoticias.com.mx/etiqueta/predio-chimalpopoca Última fecha de consulta: 30 de octubre de 2017

Turati, Marcela. “La fábrica caída en Chimalpopoca, vieja conocida del gobierno”, revista Proceso, 26 de septiembre de 2017, http://www.proceso.com.mx/504893/fabrica-caida-en-chimalpopoca-vieja-conocida-del-gobierno Última fecha de consulta: 30 de octubre de 2017.

Ramos, Ana Cristina; y Guerrero Celia. “¿Quiénes son los muertos de Chimalpopoca?”, en Pie de Página, 25 de septiembre de 2017, http://piedepagina.mx/quienes-son-los-muertos-de-chimalpopoca.php Última fecha de consulta: 30 de octubre de 2017.

Publicado en MEMORIA 264