RETOS DE UNA ELECCIÓN EN CUBA

El 18 de abril de 2018 recibo un correo electrónico de mi padre, quien tiene 78 años y ha pasado toda la vida en Cuba, como él afirma y me consta, trabajando para la Revolución. Su tono, melancólico, de incertidumbres evidentes, confiesa una nostalgia a flor de piel por los que se fueron temprano luchando y por los que hicieron mucho en el proceso pero ya no están. Su añoranza por ellos es también por él: dice que mira todo lo que pasa, y recorre 58 años de vida, en aquel inicio, donde todo se veía tan lejos, por hacer, por construir y aunque sabían que en algún momento terminaría, es muy duro para ellos ver que ese momento ya está aquí.

Esto es una muestra de cómo percibe la denominada generación histórica los cambios electorales que se dan en Cuba hoy. Nada pudo contra el proceso en sí: ni invasiones, bloqueos, caídas del socialismo real, migración voluntaria e inducida, el consumo o –más bien– sus crisis, las economías capitalistas y socialistas, en fin. Tampoco nada ha podido con los destinos de la dirigencia de la revolución cubana, excepto lo natural, el tiempo y su devenir. Mientras, otros-nosotros, de sucesivas generaciones, también con la historicidad que nos ha correspondido durante estos casi 60 años, estuvimos desde todas las ventanas televisivas, virtuales o físicas, atentos a lo ocurrido por primera vez en Cuba el 18 y 19 de abril de 2018: la concreción de la transición generacional de la dirección del proyecto político, pues fue elegido en su mayoría un grupo de personas para formar la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), el Consejo de Estado y su presidencia, junto a la del Consejo de Ministros, nacidos con la revolución, que no participaron en las luchas guerrilleras de la década de 1950. Éste no es un proceso comenzado en estas elecciones: lleva cerca de 30 años de preparación y consolidación hasta llegar a este momento. También se constata que quedaron en puestos estratégicos algunos compañeros de aquella ya tan lejana Sierra Maestra, pero que en mi criterio representan confianza, respaldo y, en todo caso, contención si es necesario, no sólo para los actuantes sino para esos padres nuestros a quienes hoy resulta difícil ir cerrando y dejando en otras manos sus pasos de continuidad, aunque renovados, diferentes y también con su hacer original.

Sobre las elecciones en Cuba (2018)

Sí, en Cuba tenemos una Constitución, aprobada y vigente desde 1976, reformada en 1978,1 1992,2 2002,3 que prevé, como casi todas las del mundo, una parte dogmática con principios políticos, sociales y económicos, junto al marco de los derechos, deberes y garantías fundamentales, y una parte orgánica donde se establecen los principios de organización y funcionamiento de los órganos estatales.

Cuba es una república, unitaria en cuanto a la distribución territorial, con la forma de ejercicio del poder estatal: democrática, definido así en el artículo 1o. constitucional. Además, declara que los órganos estatales se rigen por la democracia socialista, que implica principios de funcionamiento: elegibles, renovables, colegiados, con jerarquía subordinada de los órganos inferiores respecto a los superiores en cuanto a la toma de decisiones y, controlados por el pueblo mediante la rendición de cuentas y la revocación de sus cargos (artículo 68 constitucional).

El sistema político tiene como principio esencial la unidad de poder, diferente de la famosa división de poderes de carácter liberal. El poder así emana soberanamente del pueblo; lo ejercen las Asambleas del Poder Popular (Nacional, provinciales y municipales) y demás órganos derivados de ellas, las cuales se eligen mediante el voto libre, directo y secreto para que éstos lleven a cabo el ejercicio del poder (artículos 3o., 69 y 71 constitucionales).

La ANPP es el órgano supremo del poder estatal, con potestad constituyente y legislativa, unicamaral (actualmente renovado y con 605 diputados)4 que, como no funciona con carácter permanente, elige de entre sus diputados al Consejo de Estado (31 miembros), como órgano suplente del poder estatal intersesiones de la propia asamblea. El Consejo de Estado es un órgano colegiado y ejecuta los acuerdos asamblearios, pero sobre todo suple a la asamblea de manera casi permanente, representando incluso al Estado cubano nacional e internacionalmente. Este órgano tiene 1 presidente, 1 primer vicepresidente, 5 vicepresidentes, 1 secretario y 23 miembros más, elegidos en segundo grado; es decir, por los diputados a la ANPP.

El presidente del Consejo de Estado, jefe de Estado y de gobierno, tiene la función estatal y administrativa en la misma persona, pero por ser miembro de un órgano colegiado carece de potestades unipersonales (artículos 74 y 89 constitucionales). Como señalamos, todos esos cargos del máximo órgano estatal suplente han sido renovados en las elecciones de Cuba efectuadas en abril de 2018. Ello constituye un cambio paradigmático, denominado por muchos como la transición generacional de la revolución cubana.

El diseño de nuestro sistema político fue exportado desde la década de 1970 del modelo establecido por los países del socialismo real, aunque con particularidades propias: nuestra historicidad institucional y constitucional previa al triunfo revolucionario, los cambios fundamentales realizados al modelo cuando cayó el campo socialista en el decenio de 1990, las condiciones especiales de enfrentamiento político y económico con Estados Unidos de América (EUA) durante estos 60 años, y el liderazgo indiscutible de Fidel Castro Ruz y su hermano Raúl durante el proceso revolucionario.

Los resultados electorales, comparativamente con los países latinoamericanos siempre resultan asombrosos, pero son unidades de análisis incompatibles por las concepciones y los desarrollos de sus modelos políticos institucionales. Resulta de mayor utilidad la comparación de Cuba consigo misma. Un análisis de los datos electorales de 19925 a la fecha nos daría el dato público más exacto que nos delimita los niveles de legitimidad del sistema político, en cuanto a disensos totales, críticas parciales y apoyos con mayor unanimidad. Recordemos que, en Cuba, pertenecer a los órganos del poder popular a escalas provincial o nacional, más que como un proceso competitivo electoral con respectivos beneficios personales como en otros países, se percibe cual proceso meritocrático y de fidelidad respecto al proyecto político, y está establecido legalmente que es honorario en cuanto a percepciones salariales.

Además, participar como electores constituye un medio de apoyo al sistema actual. De hecho, oficialmente se llama a la participación en el ejercicio del voto de manera no selectiva, que se ejerza el sufragio por todos los candidatos propuestos en las boletas (voto unido), como una forma de apoyo a la revolución y su sistema socialista. De esa manera, la abstención, el voto parcial (por algún candidato y no por todos) y la existencia de nulos y blancos, es muestra significativa, mas no total, de ciertos disensos parciales y completos con el sistema actual de la isla.

Respecto a los resultados electorales, vemos que para los comicios generales (niveles nacional y provincial cada cinco años) en 2018 votó 85.65 por ciento de los ciudadanos capaces de hacerlo. Observemos las cifras iniciales de votación directa desde la década de 1990: en 1993 votó 98.71 y su disminución fue paulatina pero mínima; en 1998, 98.35; 2003, 97.64; hasta 2008, cuando ejerció ese derecho 96.89 por ciento. Más bien, hubo una tendencia a la baja en las dos últimas elecciones, de entre 7 y 5 puntos porcentuales: en 2013 votó 90.88 por ciento; y en 2018, 85.65, como mencionamos. Si este patrón de conducta se mantiene, podría descender la participación en 10 por ciento o más en los próximos 10 años.

En cuanto al voto unido de los sufragios válidos, por todos los candidatos, las tendencias han sido las siguientes: 1993, 88.48 por ciento; 2003, 91.35; 2008, 91; 2013, 81.30; y 2018, 80.44. Respecto a los nulos y en blanco de los votos válidos, los números responden así: 1993, 7.03; 1998, 5.02; 2003, 3.86; 2008, 4.75; 2013, 5.83; y 2018, 5.58.

Es evidente, tras ver estos resultados oficiales, que la tendencia en los últimos 10 años fue de disminución, en participación electoral (baja en un total aproximado de 15 por ciento) y el voto unido por todas las candidaturas propuestas (baja en total de alrededor de 20), lo cual en mi criterio implica disensos parciales, críticos, pero no completamente en oposición al sistema político social establecido. Mientras, los votos blancos y nulos es un tanto porcentual duro (5 por ciento promedio aproximadamente.), en mi opinión contrasistémico, que se ha mantenido en el mismo promedio durante los últimos 25 años, lo que al parecer mostrará la misma tendencia.

Ahora, respecto a lo que denomino un disenso parcial, crítico y que, agregaría, completamente legítimo, éste tiene causas en varios elementos que van en conjunto. Primero, el desgaste evidente propio de cualquier sistema político, después de casi 60 años de inicio y desarrollo, pasando por momentos críticos de efervescencia política ligados a la construcción del proyecto revolucionario y el enfrentamiento histórico con EUA, y otros de menor respaldo, más relacionados con procesos de crisis económicas, sobre todo a partir de la década de 1990. Segundo, el cambio de dirección del país6 en los últimos 10 años, cuando se pasó a formas de liderazgo no acostumbradas, incluso afirmaría que contrarias a las usadas durante todo el proceso revolucionario, caracterizado ahora por la austeridad discursiva para los problemas, las crisis y los debates sobre cualquier tema, pero también de menos contacto social directo con las personas y los grupos poblacionales desde el centro. Lo anterior ha sido siempre un parámetro de comparativa entre los dos liderazgos fundamentales del proceso revolucionario, realizando mayores críticas al segundo, contribuyendo a su detrimento. Tercero, y diría que muy relacionado con los otros dos, e incluso el más relevante: las condiciones económicas presentes Cuba desde la caída del campo socialista.

Aun cuando en estos 10 años se han llevado a cabo los cambios económicos más profundos desde el decenio de 1990, con objeto de mejorar la economía personal y colectiva de los cubanos, en realidad ello ha sido insuficiente. La crisis económica en la isla y en el ciudadano de a pie se entiende como permanente, aunque se manifieste de muy modo muy distinto de aquellos cuando nos pregonaron el fin de las historias, donde lo único abundante era el “no hay”, y la escasez se volvió forma de vida.

Finalmente, ante los resultados en los comicios, los disensos parciales y críticos, y ante el contexto de la transición generacional, partimos de un hecho temporal ineludible: muy probable en 5, pero seguro en 10 años, la revolución cubana caminará realmente sin los guerrilleros de hace 6 décadas, sin los consensos que ya van mermando, sin los liderazgos y, como se ha repetido en estos días, sin la fuerza de esa legitimidad fundante.

El discurso de la nueva generación dirigente ha evocado la continuidad del proyecto revolucionario, mas es relevante que los cubanos pensemos en nuestros problemas institucionales: de diseño (formas de elección de los mandatos estatales y gubernamentales; definir temporalidades, crear incompatibilidades y generar límites etarios, todo, para los cargos públicos; dar poder real a la ANPP como soberano popular con cambios en su composición y funcionamiento actual, y revocación de mandatos hasta la presidencia del Consejo de Estado) y de funcionamiento (procesos efectivos de rendición de cuentas y revocación de mandatos estatales y gubernamentales, y real equidistancia de los órganos estatales, gubernamentales y partidistas en la actuación institucional, por mencionar dos destacados).

Además, tenemos los retos de legitimidad, el consenso, que pasan por establecer un diálogo entre las diferencias y las disidencias (que no compradas ni cooptadas) sino críticas, socialistas, pero no conformes.

Los desafíos se muestran múltiples y arduos: hay que realizar múltiples reformas y reorganizaciones ordenadas de la economía; adecuar y actualizar todos los ordenamientos, comenzando por la Constitución; mantener como principio y postulado el proyecto socialista en el marco global del capitalismo, con la apertura del mercado privado interno mediante relaciones económicas locales y externas y, las consiguientes relaciones de independencia, autodeterminación, no subordinación ante el proyecto dominante imperial de EUA o el norte global, junto a la solidaridad y fraternidad con los pueblos del sur global; mantener, expandir y redimensionar el proyecto de justicia social universal (salud, educación, alimentación, transporte, vivienda, agua como elementos vitales), caminando siempre hacia una mayor socialización del poder (económico-político) y, por tanto, de la capacidad de poder hacer, pensando que el mercado abrió los márgenes de la desigualdad, y se expandirá, por lo cual uno de los fines principales será acotarla, medirla, reconocerla, pero sobre todo –en su inevitabilidad– proteger a los grupos que estarán en riesgo y caminarán por el umbral de la vulnerabilidad, si no están inmersos ya en ella.

He aquí cúmulos de problemas y retos que podríamos explicar en otro texto, el andar tendrá premura, pero irá con calma, mirando hacia detrás con el referente de la historia y hacia delante en la dialéctica del porvenir.


* Profesora investigadora de la Academia de Derecho de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y de la Facultad de Derecho de la UNAM.

1 La reforma constitucional de 1978 modificó sólo el nombre del municipio especial Isla de Pinos por el de “Isla de la Juventud”.

2 Los cambios constitucionales de 1992 tuvieron grandes alcances para el ámbito de los principios de funcionamiento políticos, económicos y sociales, motivados por la caída del campo socialista y las transformaciones necesarias de realizar en el país en los nuevos contextos global y local.

3 La reforma constitucional de 2002 se relaciona con la declaración de irreversibilidad del socialismo para el sistema político cubano.

4 La jornada donde se eligió los diputados de la IX Legislatura se efectúo el 11 de marzo de 2018.

5 En 1992, con la reforma constitucional, se estableció el voto libre, directo y secreto a escalas provincial y nacional de los diputados y delegados a las Asambleas del Poder Popular nacional y provinciales, pues eran elegidos de segundo grado, por los delgados de las Asambleas Municipales del Poder Popular, ellos sí elegidos de manera directa por los ciudadanos.

6 Recordemos que Fidel, el líder de la revolución cubana, se tuvo que retirar por enfermedad primero en 2006, y decidió no seguir en los cargos estatales y gubernamentales a partir de 2008, cuando Raúl Castro Ruz fue al inicio designado vicepresidente primero del Consejo de Estado en sustitución (2006), y después elegido como presidente del Consejo de Estado y de Ministros (2008 y 2013), culminando en la actualidad, 2018.