Con el provocador título de Tomar el poder sin cambiar el mundo. El fracaso de la izquierda latinoamericana, el libro de Pierre Gaussens busca contribuir a la discusión sobre el vínculo entre los gobiernos progresistas latinoamericanos de las últimas décadas con los movimientos sociales, tomando el caso ecuatoriano como muestra. La tesis central es demoledora: el gobierno de Alianza País (AP) constituye la restauración en Ecuador del orden estatal favorable a las clases dominantes a través de un proceso que el autor define como revolución conservadora, donde los movimientos sociales quedan desarmados en el plano ideológico, mientras los aparatos represivos resultan fortalecidos. Esto se da en el marco de una nueva configuración geopolítica global, donde la dependencia estructural se reorienta hacia China, la potencia en ascenso que requiere la expoliación de recursos naturales presentes en los territorios que las organizaciones campesinas e indígenas buscan preservar.
La investigación parte de la propuesta de Wallerstein para reconstituir el proyecto de una ciencia social contrahegemónica, capaz de hacer una crítica fundamentada pero comprometida políticamente. Para llevar a cabo su cometido, Gaussens se apoya en dos afluentes teóricos importantes. Por un lado, está el análisis de sistemas-mundo que le sirve para dar cuenta del nexo entre los nuevos movimientos antisistémicos con las tendencias estructurales de la economía mundial. Por el otro, la sociología de Bourdieu le sirve para dar cuenta del origen social del proyecto político de la nueva casta gobernante de AP, calificada por él como una burguesía meritocrática. Desde esta perspectiva, el autor señala con dureza las caracterizaciones que buscan legitimar a estos gobiernos bajo distintos términos (posneoliberalismo, antiimperialismo, postextractivismo), o que han aprovechado su vinculación con ellos para mejorar su posición en el campo intelectual, como en su opinión sucede con el llamado giro decolonial.
Gaussens profundiza en los efectos que el gobierno de AP tuvo en los movimientos indígena, ecologista y sindicalista. Especial interés reviste la forma en que las demandas de estos sectores fueron incorporadas formalmente al proyecto constitucional de 2008. A través de un minucioso análisis sobre los textos jurídicos, compaginado con la revisión de las estadísticas pertinentes, el autor muestra cómo las reivindicaciones del Sumak Kawsay (Buen Vivir), los derechos de la naturaleza, la protección laboral y de reconocimiento de la plurinacionalidad terminaron subsumidas al programa keynesiano de AP a través de argucias legales y medidas punitivas, posibles por una mayor capacidad de control estatal. Eso debilitó los movimientos antisistémicos y permitió que el gobierno de Rafael Correa impusiera las medidas frenadas en los enfrentamientos con los regímenes neoliberales previos. Así, se concluye que la llamada “Revolución Ciudadana” significó una renovación del orden dominante, denominada por el autor revolución conservadora, en un sentido similar al concepto de revolución pasiva de Gramsci.
El resultado es un texto que encara las polémicas contemporáneas sobre la realidad latinoamericana de manera franca y explícitamente escéptica frente a los discursos de los gobiernos progresistas y sus intelectuales afines. Gaussens lleva a cabo una crítica sin miramientos, que recuerda el estilo de Bourdieu, con una sinceridad no muy común en el medio académico actual, donde muchas veces se intenta quedar bien con todos los colegas. Por ejemplo, el juicio de los decoloniales se hace conforme a la premisa de que su argumentación contra el eurocentrismo ayuda a ocultar la prevalencia de la lucha de clases como eje articulador de la conflictividad social, sustituyendo esta categoría por un léxico importado del posmodernismo, lo cual –en su opinión– no sucede en la obra de los autores que los decoloniales pretenden emular, como Fanon, Césaire y Mariátegui.
Otro mérito del trabajo es su uso de datos cuantitativos de diversas fuentes, lo cual le permite sustentar sus argumentos con evidencia empírica, y esto lo distingue de los enfoques culturalistas o filosóficos, tan frecuentes en el pensamiento crítico contemporáneo.
Sin embargo, una de las debilidades del libro es que muestra una visión idealizada de los movimientos sociales, lo cual es quizás herencia de los autores en quienes se apoya, como Zibechi y el citado Wallerstein. Así, las características de los grupos subalternos latinoamericanos y de los espacios donde sobreviven son ensalzadas sin matices. Por ejemplo, las formas laberínticas de las favelas o villas son apreciadas en tanto que dificultan la penetración de las clases dominantes y sus aparatos de control. No obstante, el carácter heroico de las múltiples resistencias no desaparece el hecho de que las cooptaciones que hacen proyectos políticos como el de AP deben su éxito a que los grupos subalternos, quizás equivocadamente, buscan modificar esas formas de vida por todos los medios posibles. Por ello se vuelven proclives a establecer acuerdos con actores políticos, nos guste o no. El problema, que se vuelve irresoluble desde un punto de vista normativo, se halla en el grado en que los movimientos sociales pueden efectivamente permanecer autónomos a las lógicas de poder promovidas desde los modelos estatalistas de organización social. Es una cuestión estratégica que sólo puede solucionarse en la práctica política dentro de situaciones concretas.
La relación entre los movimientos sociales que surgieron en Latinoamérica en los albores del siglo XXI con los gobiernos que aprovecharon la pérdida de legitimidad de las élites políticas de la oleada neoliberal para sustituirlas, ha sido objeto de un álgido debate por lo menos desde la mitad de la década de 2000. Sin embargo, es hasta ahora, cuando tales empresas políticas han expuesto sus límites y alcances, que se les puede evaluar objetivamente. El trabajo de Gaussens brinda elementos para avanzar en esta dirección. En nuestro contexto más próximo, el estudio de las recientes experiencias políticas latinoamericanas resulta necesario para reflexionar sobre los desafíos que enfrentarán los grupos subalternos en México con la llegada al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, cuya “Cuarta Transformación”, cuando menos como ha sido enunciada hasta ahora, comparte muchas de las contradicciones presentes en la “Revolución Ciudadana” de Correa. Tanto en el plano nacional como regional, las lecciones que podamos extraer de estos episodios deben contribuir a clarificar el escenario actual. Esto con miras a la construcción de opciones políticas propias de los grupos subalternos que sean capaces de superar al progresismo y al mismo tiempo, eviten que las versiones más salvajes del conservadurismo se hagan del poder, como recientemente ha sucedido en Brasil.
Pierre Gaussens, Tomar el poder sin cambiar el mundo. El fracaso de la izquierda latinoamericana, México, 2017, Yecolti Editorial/Prodecuc, 328 páginas.