Pérdidas, recopilaciones y resguardos*
El historiador Marc Bloch señala en su famoso manuscrito Apología para la historia o El oficio del historiador que “las circunstancias que deciden la pérdida o la conservación, el acceso o el no acceso a los testimonios tienen su origen en fuerzas históricas de carácter general” (Bloch, 2015, página 95). La conservación o pérdida de un acervo documental no es pues resultado de la casualidad sino producto de fuerzas históricas actuantes, que deciden o influyen en el destino del patrimonio documental de un grupo social. Y advierte:
Los documentos no surgen aquí y allá por el solo efecto de quién sabe qué misterioso decreto de los dioses. Su presencia o ausencia en tales o cuales archivos, en tal o cual biblioteca, de tal o cual suelo depende de causas humanas que no escapan de manera alguna al análisis, y los problemas que plantea su transmisión, lejos de tener únicamente el alcance de un ejercicio técnico, atañen a lo más íntimo de la vida del pasado, porque lo que se encuentra ahí puesto en juego es nada menos que el paso del recuerdo a través de las generaciones (Bloch, 2015, página 91).
El acervo histórico del Partido Comunista Mexicano (PCM), resguardado por el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista, es muestra de esas causas humanas o sociales en las que se juega el paso del recuerdo a través de generaciones. Por una parte, las fuerzas del partido interesadas en resguardar su acervo y memoria como un legado político para las generaciones venideras de militantes, y por la otra las fuerzas externas al partido deseosas de limitar o contener la acción de este partido mediante la persecución y represión de esta organización, cuya acción fue una de las causas más importantes de la pérdida del acervo de dicha organización. En otras palabras, la suerte del acervo del partido estuvo sujeta a las condiciones políticas a que se enfrentó el mismo PCM.
Desde los primeros años del PCM se desarrolló una práctica de conservación documental, aun siendo una rudimentaria recopilación y colección de documentos. Es difícil definir esta práctica y sus raíces, dada la falta de fuentes documentales. Sin embargo, según Arnoldo Martínez Verdugo, “casi siempre hubo en el partido una visión histórica que ha caracterizado a los comunistas” (Ponce, 2011). Tal visión estuvo presente desde los inicios del partido y fue parcialmente una herencia de la tradición anarcosindicalista de algunos militantes de esta tradición que fundaron el partido. Es difícil precisar mediante quiénes o por iniciativa de quién y en qué fecha se comenzó a resguardar la documentación del partido en sus comienzos, en parte por la destrucción y pérdida parcial del acervo del PCM mismo, pero basta revisar algunas memorias y testimonios que dan cuenta clara del interés en acervar el legado del movimiento obrero en los momentos de la fundación del Partido Comunista.
Según el dirigente anarcosindicalista Jacinto Huitrón, parte del Congreso Nacional Socialista de 1919 que daría origen al PCM, Adolfo Santibáñez donó algunos libros a la biblioteca de la Casa del Obrero Mundial a finales de 1913, y le obsequió el número 390 de El Socialista, del 15 de diciembre de 1878, “que guardamos con mucho cariño, pues dio pie para saber de aquellas luchas” (Huitrón, 1978, página 57). Adolfo Santibáñez fue uno de los fundadores, en 1911, del Partido Obrero Socialista, luego Partido Socialista Mexicano (PSM), que tras ciertos años de inactividad resurgió bajo su liderazgo y el de Francisco Cervantes López. Comenzó además a publicar El Socialista en 1917, que dejó de circular en 1918 por problemas financieros pero, con ayuda de Manabendra Nath Roy –de ascendencia india– volvió a difundirse de forma más amplia en enero de 1919. Desde el PSM se convocó al Congreso Nacional Socialista de agosto-septiembre de 1919, que supondría la simiente del PCM (Huitrón, 1978, página 57; y Carr, 1996, página 34).
Según Huitrón, Adolfo Santibáñez fue hijo del capitán Luis Santibáñez y mostró a José María González lo mismo el periódico anarquista El Hijo del Trabajo que su biblioteca socialista en su domicilio, en el callejón de López número 8, y les “leyó la obra socialista de Proudhon ¿Qué es la propiedad?” (Huitrón, 1978, página 57).
El ejemplo de Santibáñez es muestra de una preocupación por el resguardo de la tradición socialista en México y su transmisión, incluidos los nombres de los órganos de propaganda previos, que se tradujo en prácticas de preservación documental como la recopilación y colección en acervos personales. Pero no se trataba de una tendencia individual sino, como se ha señalado, colectiva, presente en algunos de los líderes o militantes más destacados del anarcosindicalismo mexicano que estuvieron de algún modo vinculados o próximos a la fundación del PCM.
Cuando señala las razones de la redacción de sus memorias, publicadas como Orígenes e historia del movimiento obrero en México, Jacinto Huitrón menciona que buscaba con ello llenar las lagunas y rectificar las inexactitudes del libro de Rosendo Salazar, Las pugnas de la gleba, a fin de “contribuir a que el conocimiento del pasado sirva para que cuantos quieren reivindicar el sindicalismo encuentren el camino perdido” (Huitrón, 1974, página 10).
Las memorias de Huitrón fueron publicadas post mórtem, en 1974; y el libro de Rosendo Salazar, en 1922, pero señala: “Tendríamos que repetir fotografías, periódicos y demás documentos históricos que prestamos al autor de la obra mencionada y no supo devolverlos ni citar su procedencia” (Huitrón, 1974, página 10). Más allá de la acusación a Rosendo Salazar sobre la devolución y referencia de la colección documental prestada por Jacinto Huitrón, destaca su deseo de “contribuir al conocimiento del pasado” no como una rememoración sino como un encuentro con el camino perdido. Además, resalta el préstamo de una colección de documentos a Rosendo Salazar para elaborar su libro Las pugnas de la gleba. Esto significa, pese al tema de la devolución y citación del origen de dicho acervo, que Huitrón recopiló y resguardó una colección de documentos que él mismo consideraba históricos.
Otro ejemplo significativo es el de José C. Valadés, quien fuera militante del PCM y dirigente de la Federación de la Juventud Comunista hasta 1922 (Martínez Verdugo, 1985; Taibo II, 2008). En una carta al historiador, coleccionista documental y anarquista austriaco Max Nettlau sobre algunos datos de la historia del movimiento libertario en México, fechada el 26 de abril de 1924, Valadés señala: “Espero, además, de un momento a otro, tener en mis manos el archivo de La Social y que en la actualidad posee un librero de viejo, para dejar aclarado el asunto de Sanz y Ganz” (Nettlau, 2008, páginas 74-75). En su interés por la historia del anarquismo en México, del que señala en la carta elabora un texto, recuperó el archivo de una de las primeras organizaciones socialistas del país.
En esa misiva a Nettlau señala: “Su carta me ha hecho recurrir al archivo de El Socialista para aclarar el asunto de Ganz” (Nettlau, 2008, página 77). Aunque no tenemos información de dónde se encontraba este otro acervo ni quién lo resguardaba, destaca que, en 1924, cuando se escribe ese texto, alguien resguardaba dicho acervo, del que también Valadés tenía información y acceso. El interés por ambos acervos, el de El Socialista y La Social, es signo de la inclinación de Valadés por el legado documental del socialismo mexicano.
El 22 de septiembre de 1940, en el número 327 de La Voz de México, entonces órgano del PCM, se publicó el artículo “Llamamiento a todos los miembros del partido”, en el cual al señalar los 21 años que cumpliría el Partido Comunista Mexicano plantea la necesidad de recoger los datos dispersos que forman su “agitada y digna historia”. Respecto a la causa de la dispersión de los datos y la información de la historia del partido, aclara: “La persecución policiaca logró destruir en más de una ocasión documentos valiosos y archivos enteros del partido. La irresponsabilidad, por su parte, se encargó de completar esta obra de destrucción” (La Voz de México, número 327, 22 de septiembre de 1940, página 4).
El artículo señala el objetivo de redactar la historia del PCM para presentarla a los nuevos afiliados y a los trabajadores del país, para lo cual solicitan a quienes “conservan como recuerdo querido ejemplares de El Machete, del periódico de 1924 a 1930, circulares, volantes, manifiestos” envíen esos documentos, que serán usados por la comisión formada para elaborar dicha memoria (La Voz de México, número 327, 22 de septiembre de 1940, página 4).
Ese llamado que se repetiría en las páginas de La Voz, “A los viejos militantes del partido” (La Voz de México, número 329, 6 de octubre de 1940, página 4), es claro respecto al interés por la historia del partido y la recopilación de los documentos que dan cuenta de esta historia, así como las causas de la pérdida de buena parte de los primeros años del acervo oficial del partido.
Un ejemplo claro de lo referido se observa en los ejemplares de El Machete Ilegal, como es conocido el periodo en que fueron ilegalizados el PCM y su periódico, entre 1929 y 1934, producto de las convulsas circunstancias políticas por las que atravesó el país a raíz del asesinato de Álvaro Obregón y la rebelión escobarista en marzo de 1929, que incluso costaría la vida de algunos comunistas (Martínez Verdugo, 1985). La parte superior de esos ejemplares incluye una leyenda que indica la fecha de clausura de El Machete: el 6 de junio de 1929, así como del saqueo que padecieron sus oficinas el 29 de agosto de 1929. Aunque eso se lee como una referencia histórica, y lo es de algún modo, lo significativo de estas indicaciones mora en su intención de dejar constancia de las fechas en que fueron clausuradas y saqueadas las oficinas y la imprenta del periódico, que cambió de formato por la condición de ilegalidad, cuando fue manufacturado en una imprenta de menor tamaño, conocida como Aurora. Según Barry Carr, el saqueo del 29 de agosto de 1929 significó la destrucción de la imprenta del filoso (Carr, 1996, página 58). Esa fecha marca un periodo del Partido Comunista definido por su ilegalización y, en consecuencia, por su acción semiclandestina.
Lo anterior permite señalar que las condiciones a que se enfrentaría el acervo fueron las mismas encaradas por el partido: persecución, ilegalidad y semiclandestinidad. Los ejemplos de ello abundan, como el ataque de los fascistas Camisas Doradas a las oficinas de su Comité Central, entonces situadas en República de Brasil número 5, el domingo 5 de octubre de 1940, cuando además resultaron heridos dos militantes y uno muerto, Ortega Morales, quienes resguardaban el local. De nuevo, igual que el partido el acervo ahí resguardado tuvo pérdidas producto de esa embestida (La Voz de México, número 329, 6 de octubre de 1940).
Un ejemplo dramático de los efectos de la represión política en el acervo se desató entre 1958 y 1959, a raíz de la lucha ferrocarrilera encabezada por Demetrio Vallejo y Valentín Campa, entonces miembros del Partido Obrero-Campesino Mexicano, y quienes permanecerían desde entonces encarcelados hasta 1970. La coacción referida se extendió a toda la izquierda, salvo el Partido Popular, y “estuvo acompañada de una amplia campaña de los medios destinada a presentar la huelga como subversión soviética” (Carr, 1996, página 212). A partir de ello fueron expulsados dos diplomáticos soviéticos el 2 de abril de 1959, y serían detenidos y encarcelados muchos miembros de las direcciones del PCM y del POCM, entre ellos Dionicio Encina, entonces secretario general del PCM, quien estuvo fuera del país durante la huelga de marzo, la excusa de la represión (Carr, 1996, página 212). Ello sometió al Partido a “condiciones de ilegalidad práctica”, como define Martínez Verdugo el periodo comprendido entre marzo de 1959 y diciembre de 1963 (Martínez Verdugo, 1971, página 53).
Entre otras cosas, lo anterior se reflejó en la irregularidad de su periódico La Voz de México, que había logrado la publicación más regular en los meses anteriores como producto de la lucha sindical emprendida. El archivo sufrió una nueva pérdida cuando parte de él fue enterrado sin ninguna protección en un intento por asegurarlo por quien lo resguardaba al mismo tiempo que se ponía a salvo. Aunque no se tienen más datos sobre el entierro de documentos como forma de resguardo del acervo del PCM, el historiador Barry Carr considera que “eso formaba parte de la política oficial del partido, durante los momentos de mayor tensión política. Por ejemplo, en los últimos meses del sexenio alemanista” (Carr, 2017). Es decir, cabe sostener como hipótesis que el partido realizó enterramientos parciales de su acervo como una forma de resguardarlo mediante su ocultamiento. La fragmentación del acervo para su resguardo por militantes supone otra de las prácticas de conservación acostumbradas durante esos momentos como medio para preservar el patrimonio documental del partido.
Otro parteaguas en la trayectoria del acervo del PCM lo constituyen 1968 y las movilizaciones que ese año marcaron la historia del país. El 26 de julio, día en que se realizó la marcha de aniversario de la revolución cubana, que para muchos historiadores constituirá el inicio del movimiento estudiantil de 1968, fueron asaltados los locales del PCM y las oficinas e imprenta de su órgano oficial, La Voz de México (Carr, 1996, página 262). La marca del ataque está grabada en el acervo hemerográfico del CEMOS, con la ausencia del número 1945 de este periódico, correspondiente al 27 de julio de 1968.
El movimiento estudiantil-popular de 1968, y el de 1971, sería un punto de inflexión en el balance histórico del partido como elemento de su análisis político. Así lo señala uno de sus textos clave, PCM: trayectoria y perspectivas, cuando indica: “Para localizar efectivamente las causas más generales y profundas de la debilidad del PCM y del movimiento obrero, necesitamos remitirnos a la historia de nuestra organización” (Martínez Verdugo, 1971, página 16). Este esmero por la historia del PCM será el que apenas unos años después, a mediados del decenio de 1970, verá nacer el Centro de Estudios Marxistas como un espacio para el estudio y resguardo del acervo histórico del partido. Se fundó en el contexto del primer intento, aunque fallido, de la aproximación de la izquierda impulsada por el PCM y la lucha por su registro electoral. El dato posee relevancia pues, como se ha señalado más arriba, el acervo sufrió los mismos avatares que el partido. El registro del PCM significó no sólo su reconocimiento legal sino el fin de la semiclandestinidad en que hasta entonces estaba su acervo.
La disolución del PCM en 1981, y su conjunción con otras fuerzas de izquierda en el Partido Socialista Unificado de México, fue un nuevo episodio de la historia del acervo comunista. En el contexto del debate sobre las dificultades de la integración, el Comité Central del PSUM decidió fundar en febrero de 1983 el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista donde, además del acervo del PCM, se depositaron los de las organizaciones agrupadas a fin de formar un centro en el cual se estudie y discuta la historia del socialismo y las izquierdas mexicanas.
Nota
* El presente artículo es parte de la investigación Historia de la fundación del Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista, una iniciativa política de conservación, realizada para obtener el grado de maestro en conservación documental por la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museología Manuel Castillo Negrete, del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Fuentes
Bloch, Marc (2015). Apología para la historia o el oficio de historiador. México: Fondo de Cultura Económica.
Carr, Barry (1996). La izquierda mexicana a través del siglo XX, México: Era.
Carr, Barry (2017, diciembre 4). Entrevista personal. Ciudad de México.
Centro de Estudios Históricos y Sociales (1975). El Machete Ilegal 1929-1934. México: Universidad Autónoma de Puebla.
Huitrón, Jacinto (1978). Orígenes e historia del movimiento obrero en México. México: Editores Mexicanos Unidos.
Martínez Verdugo, Arnoldo (1971). Partido Comunista Mexicano: trayectoria y perspectivas. México: Fondo de Cultura Popular.
Martínez Verdugo, Arnoldo (coordinador, 1985). Historia del comunismo en México. México: Grijalbo.
Nettlau, Max (2008). Actividad anarquista en México: Rhodakanaty y Zalacosta. Ricardo Flores Magón, “Regeneración” y las insurrecciones por “tierra y libertad”: apuntes sobre la propaganda anarquista y sindical tardía. México: INAH.
Ponce, Armando (2013, mayo 25). “Martínez Verdugo: repaso de la izquierda antiestalinista”, reportaje especial. México: Proceso. Recuperado de http://www.proceso.com.mx/342955/martinez-verdugo-repaso-de-la-izquierda-antiestalinista-2