Describir la historia de los ferrocarrileros mexicanos es hablar de huelgas, represiones, derrotas, triunfos, muertes, mártires, fascismo y democracia, pues fue la clase obrera que desarrolló una consciencia de clase más elevada que los demás trabajadores, por lo cual llegó a ser la vanguardia del proletariado. A esta clase obrera, el gobierno nunca reconoció ninguna huelga, ni siquiera la administración del general Lázaro Cárdenas del Río.
En México, como en el resto del mundo, el inicio y la construcción de la red ferroviaria estuvieron vinculados al desarrollo y la expansión del sistema capitalista mundial. Desde un principio, los propietarios de las compañías ferroviarias fueron de origen británico y estadounidense. La cimentación de esta red fue realizada al amparo del dictador Porfirio Díaz, quien a cada empresa, aparte de regalar tierras, otorgaba jugosos subsidios por kilómetro edificado; sin embargo, esto no fue en beneficio del país sino de utilidad a los intereses económicos del naciente imperio yanqui, pues las rutas fueron diseñadas para saquear los recursos naturales de México.1
Ahora bien, para entender por qué los ferrocarrileros se identificaron desde el principio con el Partido Comunista Mexicano (PCM), es necesario realizar una breve descripción de su desarrollo como clase obrera.
El origen de las empresas y la falta de conocimiento del naciente proletariado tuvieron como consecuencia inmediata que la mayoría de los trabajadores y los salarios mejor remunerados fueran ocupados por estadounidenses, pues los obreros locales desempeñaban sólo las tareas de menor ingreso económico, como fogoneros, carpinteros y jornaleros.2 La discriminación en el empleo y en el salario hacia los ferrocarrileros mexicanos originó que se convirtieran en la clase obrera más nacionalista, pues surgió entre ellos un sentimiento antiestadounidense.3
Por las condiciones económicas y sociales referidas, aunadas a las políticas porfiristas de represión, los ferrocarrileros mexicanos empezaron a formar organizaciones mutualistas, a fin de resistir el embate de las empresas y los empleados extranjeros, lograr la reducción de la jornada laboral y la igualdad en las condiciones laborales, y ayudarse mutuamente en caso de accidentes, despidos o muerte. Derivado de lo anterior, en 1890 en San Luis Potosí nació la Orden Suprema de Empleados Ferrocarrileros –en realidad, el origen del sindicato–. El fundador de ésta fue Nicasio Idar, empleado del Express del Ferrocarril Nacional, quien comprendió el funcionamiento de las fraternidades ferrocarrileras estadounidenses y la masonería.4
Lo anterior motivó la creación de varias organizaciones, pues entre 1890 y 1914 surgieron 15; sin embargo, aparte de la Orden Suprema, otras 3 de ellas tuvieron gran relevancia en el desarrollo del sindicalismo ferrocarrilero: Unión de Mecánicos Mexicanos, nacida en Puebla en 1900, con la dirección de Teodoro Larrey; y la Gran Liga Mexicana de Empleados de Ferrocarril y la Alianza de Ferrocarrileros Mexicanos, originadas en el Distrito Federal, en 1905 y 1907, respectivamente. Las principales demandas de tales agrupaciones, expresadas en huelgas y paros, eran elevación de salarios, reducción de la jornada laboral, el cese de los despidos injustificados y, sobre todo, la mexicanización de los ferrocarriles: el acceso de los trabajadores locales a todos los puestos y las ramas de la industria.5
Las circunstancias económicas, políticas y sociales en que se desarrolló convirtieron desde el origen al gremio ferrocarrilero en la clase obrera opositora al régimen político en turno. El surgimiento del Partido Liberal Mexicano, encabezado por Ricardo Flores Magón, tuvo gran aceptación y simpatía política entre dicho proletariado: fue uno de los sectores que más nutrió a la organización, pues los ferroviarios de Chihuahua, pertenecientes el Ferrocarril Central Mexicano, supusieron pieza clave en el ingreso clandestino del periódico Regeneración, así como de la propaganda y noticias provenientes de Estados Unidos.6
La consciencia política y social que fueron adquiriendo los ferrocarrileros la demostraron durante la Revolución, pues la mayoría de ellos se sumó a los líderes populares y con visión de izquierda: Emiliano Zapata y Pancho Villa. No por nada, la División del Norte y el Ejército Libertador del Sur controlaron entre 3 mil 500 y 4 mil kilómetros de vía férrea, que si bien no representaban ni la cuarta parte de la red ferroviaria, tenían bajo su poder las rutas principales de alimentos, combustibles y minerales, así como los dos talleres de reparación y mantenimiento más importantes del país.7
Para respaldar el Plan de Ayala, el 4 de noviembre de 1914 se reunieron en Amecameca varios ferrocarrileros, lo cual dio origen a la creación del Cuerpo de Ferrocarrileros Insurgentes, cuyo propósito estribó en defender aquél a través de las armas o, en su caso, restablecer o interrumpir el tránsito ferroviario, de acuerdo con las órdenes de Zapata.8
En 1912, tras la creación de la Casa del Obrero Mundial, Venustiano Carranza logró a través de Álvaro Obregón el respaldo y la simpatía política de dicha organización. Formó así en 1914 seis batallones rojos, a fin de aumentar su fuerza militar. Sin embargo, en éstos no participaron los ferrocarrileros, por lo cual Obregón como secretario de Guerra, en mayo de 1916 ordenó al Ejército arrestar a todos los agitadores en el sistema ferroviario. Aunado a ello, Carranza –mediante decreto de fecha 30 de noviembre de 1916– los declaró miembros del ejército constitucionalista. Eso restringió la libertad política y sindical del gremio ferrocarrilero pues, en primer lugar, quedaron bajo las leyes militares y, en segundo, cualquier acción o movimiento de su parte los volvía ilegales.9
En 1917, en el contexto del fin de la Revolución Mexicana y el triunfo de la rusa, y con el temor de que en el país la clase obrera empezase a simpatizar con los bolcheviques, creció el interés de la American Federation of Labor (AFL) por controlar ésta. En 1918 nació la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), uno de cuyos líderes más representativos fue Luis N. Morones. Desde el origen, esa organización revistió un carácter reformista, y Morones empezó a colaborar con la AFL,10 por lo cual los sindicatos más combativos, especialmente los ferrocarrileros, desde un principio se negaron a incorporarse.
Con base en las ideas y los pensamientos socialistas de la revolución bolchevique, en 1919 nació el PCM, en cuyos primeros años se caracterizó por tener en sus filas a gran número de intelectuales; por ejemplo: Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Xavier Guerrero, quienes fundaron en 1924 el periódico El Machete, órgano de difusión del PCM; tenía como objetivos principales incentivar la creación de sindicatos y organizar a los campesinos.
Tras el asesinato de Venustiano Carranza, el 24 de mayo de 1920, el Congreso de la Unión nombró a Adolfo de la Huerta presidente interino de la República. Se desempeñó como tal hasta finales de ese año, pues tras los comicios presidenciales celebrados, Álvaro Obregón fue elegido primer mandatario para el período 1920-1924. En esas condiciones políticas, los ferrocarrileros crearon en diciembre de 1920 la Confederación de Sociedades Ferrocarrileras, a fin de agrupar a todos los gremios ferroviarios existentes.
Con el ascenso de Obregón, la confederación tuvo problemas de reconocimiento, pues las empresas ferrocarrileras y la prensa la tildaron de amenaza para el gobierno, por lo cual en 1921 algunas organizaciones que la formaban impulsaron la realización de una huelga, a fin de que fuese reconocida la confederación; planteaban también demandas obreras para el gremio. No obstante, al enterarse de estas circunstancias y aún antes de realizarse el paro, Obregón ordenó militarizar todas las instalaciones de la red ferroviaria.11
Al estallar la huelga, los ferrocarrileros habían entablado un acuerdo fraterno con la CROM, lo cual significó un grave error para ellos, pues Luis N. Morones negoció en secreto con Obregón el desenlace del movimiento, que culminó sólo con el reconocimiento de la confederación, y se dejaron atrás las demandas obreras.12
La huelga ferrocarrilera de 1921 permitió el acercamiento del PCM con los ferrocarrileros,13 pues el partido demostró que estaba contra las políticas reformistas de la CROM y la represión obregonista. En 1924, tras el ascenso de Plutarco Elías Calles como presidente constitucional (1924-1928), Luis N. Morones se convirtió en secretario de Industria, Comercio y Trabajo, lo cual aumentó el poder de coerción política de la CROM sobre los sindicatos; sin embargo, la Confederación de Sociedades Ferrocarrileras no pudo ser absorbida por Morones, y no hay mejor descripción que la siguiente:
Los ferrocarrileros eran, pues, enemigos de Morones por maromero y traidor; y de Calles, por tirano y farsante. (…)
Los rieleros no fueron presa fácil para el moronismo.
Se defendieron heroicamente, protegiendo sus organizaciones que les habían costado años de luchas intensas contra las empresas y los malos gobiernos.14
En el contexto del régimen callista y la difusión de los primeros ejemplares de El Machete, en la Alianza de Ferrocarrileros Mexicanos, integrante de la confederación, surgió el primer grupo de rieleros comunistas, dado que José López, La Gallina, empezó a circular el periódico del PCM entre el gremio ferroviario, y a quienes no querían comprarlo se los regalaba, a fin de difundir las ideas del partido. Inmediatamente se incorporó a él Enrique Torres, El Pollo, con el propósito de ayudarlo.15
Carlos Rendón, ferrocarrilero que andaba en muletas, repartía folletos entre sus compañeros, pero antes de hacerlo les explicaba los pensamientos revolucionarios de la época, la lucha de clases y, sobre todo, la ideología comunista. Entabló las discusiones más exacerbadas con los anarquistas; sin embargo, con sus ideas persuadía a los camaradas, pese a que no le compraban sus folletos, por lo cual terminó regalándolos. Asimismo, Elías Barrios logró convertirse en presidente del Consejo General de Vigilancia de la alianza.16
Las oficinas del Consejo General de Vigilancia se convirtieron en el seno de las primeras reuniones de ferrocarrileros comunistas, dado que José López, Enrique Torres, Carlos Rendón y Elías Barrios se congregaban ahí para discutir sus problemáticas y plantear las estrategias de lucha sindical. En poco tiempo, el grupo empezó a crecer, pues se incorporaron Hernán Laborde, Francisco Berlanga y Jorge Díaz Ortiz. En ocasiones asistía José María Benítez, encargado de la edición del periódico Alianza. A través de dicho órgano empezaron a difundirse las ideas y los pensamientos del colectivo, lo cual ocasionó el descontento del entonces presidente de la Alianza de Ferrocarrileros Mexicanos, ingeniero Carlos Corral, quien ordenó encerrar en una bodega la edición; no obstante, con base en las facultades del Consejo General de Vigilancia, se revirtieron esos dictados, y eso derivó en la renuncia de él a la dirigencia de ésta y denominó a los cuatro ferrocarrileros fundadores de ese grupo como el Escuadrón de Hierro.17 Mediante Alianza, Valentín Campa conoció las ideas revolucionarias y, por ende, del naciente comunismo, y se inclinó por ellas.18
Durante el régimen de Calles, El Machete fue el único periódico crítico hacia el gobierno. El Escuadrón de Hierro creó el Comité pro Unificación Obrera, a fin de reunir y encauzar el descontento de los ferroviarios contra los dirigentes de la confederación. Ese órgano fue la semilla que condujo a la creación del Sindicato Único.19
Respecto al sector laboral, el obstáculo más fuerte e importante a que se enfrentó Plutarco Elías Calles fueron los ferrocarrileros, pues ni con el poder que le había asignado a Morones y a la CROM pudieron alinearlos y subordinarlos a las políticas del régimen, pese a que gastaron todo tipo de recursos económicos, materiales y políticos, como la creación de gremios con líderes traidores; por ejemplo, el establecimiento de la Federación Nacional de Ferrocarrileros, a través de Samuel Yúdico, la cual tuvo mínima aceptación y no logró restar poder a la Confederación de Sociedades Ferrocarrileras.20 Por el contrario, crecía la influencia del PCM a través del Escuadrón de Hierro, que elevó el nivel de conciencia de esta clase obrera.
A mediados de 1926, en el contexto de una embestida del régimen callista y las empresas ferroviarias, traducida en un plan de reajuste de personal, Elías Barrios fue nombrado segundo secretario del Consejo Directivo de la Confederación de Sociedades Ferrocarrileras, junto a Luis G. Segura, quienes convocaron para el tercer Congreso Ferrocarrilero.21 Ante dicho panorama, se advertía el grado de colaboración estrecha entre el Escuadrón de Hierro y el PCM, pues en una publicación septembrina de El Machete se mencionaba cuáles tenían que ser los objetivos del congreso.
En primer lugar, formulaban una crítica a los dirigentes de la confederación respecto a su actuar, por el descenso o la restringida actividad y lucha sindical ante los embates gubernamentales. En segundo, señalaban cuáles debían suponer las tareas inmediatas de la próxima convención, como el cambio de la confederación en una verdadero ente sindical que uniese a los ferrocarrileros; el establecimiento de relaciones justas con todos los sectores obreros del país a fin de citar a un congreso nacional de unidad; la creación de un solo órgano de difusión como instrumento de propaganda, en logar de todos los periódicos y las revistas, que sólo confundían al proletariado; el debate de su posición política y sindical frente a organizaciones internacionales, y, sobre todo, la elección de los mejores líderes en la dirección: los que tuvieran un estrecho lazo con las masas.22
El 1 de noviembre de 1926 se realizó el tercer Congreso Ferrocarrilero, donde se eligió una comisión integrada por tres miembros, Elías Barrios y otros dos de corte reformista, para evaluar y revisar los proyectos presentados. Sin embargo, el proyecto planteado por Barrios no fue aprobado y, por consiguiente, se logró sólo el cambio de nombre, pues a partir de1927 se denominaría Confederación de Transportes y Comunicaciones (CTC), formada por tres federaciones: oficinistas y similares; talleristas; y trenistas y comunicaciones.23
Con la huelga general declarada a finales de 1926 por la Unión de Mecánicos Mexicanos vendría la primera prueba política y sindical de los ferrocarrileros comunistas guiados por el Escuadrón de Hierro, pues por temor al régimen callista los dirigentes de la confederación se negaban a secundar la movilización iniciada por los mecánicos. “Los líderes reformistas querían ganar a las masas para su táctica derrotista, y nosotros luchábamos por ganarlas para la lucha. Ellos con mentiras, nosotros con la verdad escueta, haciéndoles ver las grandes amenazas que se cernían sobre los trabajadores ferrocarrileros”.24
La presión de las masas sobre los gobiernos generales de la confederación obligó a respaldar la huelga general, pues de no haberlo hecho se habría producido la destrucción de los gremios existentes. En esas circunstancias, líderes y miembros del Escuadrón de Hierro demostraron su capacidad política para desarrollar y promover un movimiento sindical, pues Elías Barrios formó parte del Comité General de Huelga. Berlanga fue comisionado para recorrer el sureste y Rendón fue enviado a Guadalajara. En un principio se designó a Laborde para visitar el norte y noroeste, principalmente la línea del subpacífico; sin embargo, la ardua labor realizada lo convirtió en uno de los líderes más importantes, por lo que le encomendaron los centros ferroviarios de San Luis Potosí, Cárdenas, Tampico, Ciudad Victoria, Monterrey y Saltillo. Tras burlar en varias ocasiones a la policía, Laborde fue capturado en la estación de Doña Cecilia. Su aprehensión derivó en primer lugar en una desaparición de varios días hasta que lo localizaron en la cárcel de Tlatelolco y, en segundo lugar, en una huelga de hambre, que duró 14 días, lo cual generó una enorme campaña por su libertad y no sólo la de los ferrocarrileros y los demás sectores obreros del país, sino como demanda mundial a través del Socorro Rojo Internacional.
El Sindicato de Ferroviarios de la Unión Soviética, en apoyo y solidaridad, envió 50 mil rublos, hecho que la prensa conservadora y gubernamental bautizó como el Oro de Moscú, y fue el motivo y pretexto para expulsar del país a la embajadora de la Unión Soviética, Alexandra Kollantai.25
La derrota de las huelgas de 1926-1927, con base en la represión político-militar del régimen callista, no significó una decadencia de la simpatía de los ferroviarios hacia el PCM; por el contrario, tuvo como resultado el aumento de células comunistas en el sistema ferroviario y, sobre todo, la creación del segundo partido comunista que existió en México: el Unitario Ferrocarrilero (PUF), cuyas secretarías quedaron de la siguiente manera: General, Hernán Laborde; del Interior, Elías Barrios; del Exterior, Guillermo M.; de Organización y Propaganda, Francisco J. Berlanga; de Tesorería, Pedro Torres; de Estadística, Rafael Legorreta; y de Actas y Acuerdos, Pablo Ortega.26
Pese a su corta existencia, el PUF tuvo dos conquistas transcendentes, una política y otra sindical. La primera consistió en que tras las elecciones federales de 1928, logró incorporar en el Congreso de la Unión al primer diputado federal comunista en México, Laborde; y la segunda, en que formó la Liga pro Sindicato Único Ferrocarrilero, a fin de evitar que se dividieran y dispersaran los trabajadores y perdieran así su combatividad y fuerza sindical, y hacer contrapeso a los líderes traidores de la CTC; pero sobre todo, formuló el primer proyecto estatutario de lo que más adelante sería el sindicato.27
Durante el maximato, la dirigencia del PCM quedó a cargo de Laborde y Campa, y pasó por primera vez a la clandestinidad, a fin de eliminarlo, aunque sobrevivió, en primer lugar gracias a que los ferroviarios circulaban en los trenes El Machete a escala nacional, donde la ayuda de los trabajadores expreseros fue relevante. Sin embargo, cabe destacar dos hazañas del ferrocarrilero Juan González en ese periodo: la primera estribó en que tras el asalto a la Embajada soviética, tomó la bandera y la escondió; y la segunda, en que con el desmantelamiento del taller de impresión de El Machete, fue uno de los dos encargados de la imprenta clandestina que se conoció como La Aurora.28 Y en segundo lugar, porque, los intelectuales fundaron la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, entre otras organizaciones culturales.
En 1933, con la celebración del cuarto Congreso Ferrocarrilero, el Escuadrón de Hierro logró incorporarse a través de Alfonso Muriedas, Camilo Ramírez y Margarito Martínez, lo que dio pauta a la creación del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM).29 La influencia más notable de los comunistas radicó en que el primer lema era “Por la lucha de clases”.
En el sexenio de Lázaro Cárdenas, los ferrocarrileros comunistas se caracterizaron por tres motivos: porque fueron elemento clave en la fundación del sindicato petrolero, pues en 1935 en las oficinas de la Sección 16 se reunieron los delegados del gremio,30 y en 1936 participaron en la creación de la Confederación de Trabajadores de México (CTM); realizaron la huelga ferrocarrilera de 1936, declarada ilegal pero que derivó en la nacionalización de los Ferrocarriles Nacionales de México en 1937;31 y en San Luis Potosí, con los profesores, desempeñaron un papel de relevancia en la lucha contra la rebelión fascista de Saturnino Cedillo, quien respondió con la explosión de un tren, donde murieron dos ferrocarrileros.32
En 1937, con la llegada de León Trotsky a México, vino una comitiva de la Komintern en 1939: exigía al PCM una limpieza interna, sobre todo para expulsar a los simpatizantes trotskistas.33 Dadas tales circunstancias políticas, el octavo congreso extraordinario del PCM, celebrado en 1940, fue controlado por la Komintern, que expulsó a Campa y Laborde de la dirigencia del partido e impuso a Dionisio Encina como secretario general. Debido a esos hechos, los ferrocarrileros, quienes representaban más de la mitad de la organización, renunciaron o dejaron de renovar sus carnets.34
Por otro lado, en el ámbito internacional, el PCM se subordinó al dogmatismo de la Unión Soviética, controlado por Stalin.35 Con la presidencia de Ávila Camacho, el partido fue obligado a continuar su existencia en la clandestinidad las siguientes cuatro décadas. La mayor actividad de la izquierda mexicana independiente durante los decenios de 1940 y 1950 provino de los líderes ferrocarrileros y, en menor medida, de los intelectuales.
En el contexto del fin de la Segunda Guerra Mundial y el advenimiento de la Guerra Fría, Miguel Alemán Valdés se convirtió en presidente (1946-1952). Su régimen se caracterizó por incrementar el autoritarismo, pues emprendió una embestida contra las organizaciones obreras. Su principal objetivo era destruir al STFRM, la vanguardia del proletariado, pues en el gobierno de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) inició una campaña contra la carestía de la vida, pero sobre todo porque a principios de 1948 incentivó la creación de una central obrera, con base en los tres principales sindicatos de industria: ferrocarrileros, mineros y petroleros.36 Eso, a fin de hacer contrapeso a la CTM, subordinada a los intereses del régimen.
Por tales motivos, Miguel Alemán, a través del Ejército, asaltó el 14 de octubre de 1948 las oficinas del STFRM y ordenó la aprehensión de los dirigentes, a fin de imponer a Jesús Díaz de León, con lo cual nació el charrismo sindical. El entonces secretario general, Luis Gómez Z., fue encarcelado; sin embargo, a los tres días traicionó a los ferrocarrileros, ya que a través de su hermana logró negociar con Alemán.37 No obstante, Campa pudo escapar de la persecución política, mas fue capturado en 1950.
En 1946, la Alianza de Ferrocarrileros Socialistas incentivó la creación de la Acción Socialista Unificada (ASU) para unificar a los miembros expulsados del PCM. Campa, Laborde y Demetrio Vallejo produjeron en ese espacio los análisis más críticos de la izquierda hacia la dinámica del desarrollo económico y político del México de la posguerra.38
Más tarde, en 1950, la ASU creó con el Movimiento de Reivindicación del Partido Comunista el Partido Obrero-Campesino Mexicano (POCM), El cual reivindicaba la lucha obrera, algo que el PCM había olvidado; contaba con alrededor de 423 miembros, y su mayor peso político se encontraba en el Distrito Federal, Guerrero, Veracruz y Tamaulipas.39
En las condiciones políticas referidas, los comunistas realizaron en los ferrocarriles entre 1954 y 1955 el movimiento tortuguista, consistente en disminuir la velocidad de los trenes al amparo de los reglamentos vigentes de la época; sus líderes más destacados fueron Jesús Topete y Luciano Cedillo.40 Con ello buscaban demostrar su repudio a las estructuras charristas en el STFRM y a la precariedad de los salarios. Sin embargo, el movimiento fracasó, principalmente por la rivalidad habida entre las dirigencias del PCM y el POCM, pues la mayoría de sus líderes provenía de ahí, lo que impidió la unidad sindical.
El descontento de los ferrocarrileros acumulado en una década fue canalizado mediante la creación de la Gran Comisión pro Aumento General de Salarios, en mayo de 1958. Sin embargo, en la sección 13, de Matías Romero, Oaxaca, Demetrio Vallejo formuló el Plan de Sureste, con dos objetivos principales: el aumento de salarios y la democratización del STFRM, a fin de acabar con el charrismo.41
En esas circunstancias, Campa y Vallejo organizaron en 1958 el movimiento ferrocarrilero, a fin de mejorar las condiciones laborales de los ferrocarrileros y, sobre todo, de que Adolfo Ruiz Cortines reconociese a Vallejo como el legítimo líder del STFRM, pues en agosto de dicho año ganó con 59 mil 759 votos a favor, y sólo 9 en contra.42 Tal triunfo fue resultado de la unidad político-sindical dada desde las dirigencias del PCM y POCM, lo que unificó a todos los líderes ferrocarrileros.
Por último, Campa y Vallejo emprendieron el 28 de marzo de 1959 una nueva huelga ferrocarrilera para que el gobierno acabara de cumplir los acuerdos de 1958 y, sobre todo, acabar con las dirigencias charras en los sindicatos. La respuesta de López Mateos fue la represión militar y el encarcelamiento por más de 11 años de los líderes. No obstante, ante el embate gubernamental no fue fácil acabar con la resistencia de los rieleros, pues Román Guerra Montemayor y Pilar Rodríguez, líderes del Partido Comunista en Monterrey, continuaron la lucha, por lo cual el 31 de agosto de 1959 fueron aprehendidos y llevados al cuartel militar del 31 batallón. El 1 de septiembre fue asesinado Guerra Montemayor.43
El movimiento ferrocarrilero de 1958-1959, que culminó con la represión político-militar, significó el debilitamiento del gremio opositor más importante al gobierno. Los ferrocarrileros se convirtieron en la primera fuerza político-sindical en desafiar las estructuras del régimen priista. Y todo ello, gracias a la lucha emprendida por rieleros comunistas que nunca traicionaron a su gremio.
Notas
1 Mario Gill. Los ferrocarrileros, México: Extemporáneos de México, 1971, páginas 10-11.
2 Luz Carregha Lamadrid. ¡Ahí viene el tren! Construcción de los ferrocarriles en San Luis Potosí durante el Porfiriato, México: El Centauro, 2014, páginas188-189.
3 Barry Carr. El movimiento obrero y la política en México, México: Era, 1981, páginas 21-22.
4 Ibídem, página 195.
5 Esther Shabot. Los orígenes del sindicalismo ferrocarrilero, México: El Caballito, 1982, páginas 42-50.
6 Guillermo Guajardo Soto. Trabajo y tecnología en los ferrocarriles de México, México: El Centauro, 2010, página 47.
7 Ibídem, página 78.
8 Ibídem, página 84.
9 Marjorie Ruth Clark. La organización obrera en México, México: Era, 1979, página 41; y Barry Carr. Obra citada, páginas 72-73.
10 Barry Carr. Obra citada, páginas 93-95.
11 Ibídem, páginas 142-143.
12 Marjorie Ruth Clark. Obra citada, página 85.
13 Elvira Concheiro. “Los comunistas mexicanos: entre la marginalidad y la vanguardia”, en Concheiro, Elvira; Modonesi, Massimo; y Crespo, Horacio (coordinadores). El comunismo: otras miradas desde América Latina, México: UNAM-CIICH, 2007, página 543.
14 Elías Barrios. El Escuadrón de Hierro, México: Ediciones de Cultura Popular, 1978, página 24.
15 Ibídem, página 30.
16 Ibídem, páginas 30-31.
17 Ibídem, páginas 31-32.
18 Valentín Campa Salazar. Mi testimonio, memorias de un comunista mexicano, México: Ediciones de Cultura Popular, 1978, página 27.
19 Ibídem, página 48.
20 Barry Carr. Obra citada, páginas 168-169; y Marjorie Ruth Clark. Obra citada, páginas 95-96.
21 Elías Barrios. Obra citada, página 49.
22 “El congreso ferrocarrilero y la unidad sindical”, en El Machete, 30 de septiembre de 1926, México, en Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista.
23 Elías Barrios. Obra citada, página 54; y Mario Gill. Obra citada, página 49.
24 Elías Barrios. Obra citada, página 76.
25 Elías Barrios. Obra citada, páginas 119-132; y Valentín Campa Salazar. Obra citada, página 35.
26 José Rieles. “La primera convención del Partido Ferrocarrilero Unitario”, en El Machete, número 110, México, en Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista.
27 Elías Barrios. Obra citada, páginas 145-146; y Marjorie Ruth Clark. Obra citada, página 145.
28 Mario Gill. Obra citada, páginas 47-48; y Valentín Campa Salazar. Obra citada, páginas 51 y 85-86.
29 Elías Barrios. Obra citada, página 168.
30 Valentín Campa Salazar. Obra citada, página 143.
31 Ibídem, páginas 121-122.
32 Ibídem, página 156.
33 Barry Carr. La izquierda mexicana a través del siglo XX, México, Distrito Federal: Era, 1996, página 84.
34 Ibídem, página 88.
35 Ibídem, y Elvira Concheiro. Obra citada, página 548.
36 Valentín Campa Salazar. “Pacto de amistad y solidaridad de los sindicatos de industria, minero, ferrocarrilero y petrolero”, en Unificación Ferroviaria, 16 de enero de 1948, número 266, página 1, en Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista.
37 Valentín Campa Salazar. Mi testimonio…, obra citada, página 203.
38 Barry Carr. La izquierda Mexicana…, obra citada, página 157.
39 Ibídem, páginas 201-202.
40 Valentín Campa Salazar. Mi testimonio…, obra citada, páginas 239-240.
41 Demetrio Vallejo Martínez. Las Luchas ferrocarrileras que conmovieron a México (orígenes, hechos y verdades históricas), México, 1967, páginas 6 y 9.
42 Begoña C. Hernández y Lazo. “Demetrio Vallejo Martínez, el líder ferrocarrilero”, en Boletín Oficial del Instituto Nacional de Antropología e Historia, INAH, número 92, 2011, página 52.
43 Valentín Campa Salazar. Mi testimonio…, obra citada, páginas 257-258.