LA FUNDACIÓN DE LA CSUM

Diez años después de su fundación, el Partido Comunista Mexicano (PCM) tuvo la iniciativa de formar la tercera central obrera del país: la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM). La historia de ésta ha sido hasta hoy poco estudiada por la historiografía dedicada al movimiento obrero y sindical mexicano. Sin embargo, consideramos pertinente hacer algunas reflexiones sobre sus orígenes.

Las divisiones en la élite gobernante en la segunda mitad del decenio de 1920, el proceso de descomposición de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), el fortalecimiento del cuadro dirigente del Partido Comunista y la definición de una política organizativa más clara y específicamente dirigida hacia América Latina desde la Internacional Sindical Roja (ISR) sentaron las condiciones de posibilidad para la fundación de la CSUM.

Sin embargo, la formación de una organización propia, ajena a la CROM y a la Confederación General de Trabajadores (CGT), fue motivo de intensos debates en el partido a lo largo de 1928. Dirigentes como el cubano Julio Antonio Mella y David Alfaro Siqueiros, en sintonía con la línea que la ISR trazaba para el movimiento obrero latinoamericano, se pronunciaban de modo decidido a favor de fundar una tercera central, mientras que el secretario general, Rafael Carrillo, y cuadros de la Internacional Comunista como Richard Francis Phillips tomaron posición en contra de la iniciativa. La falta de acuerdo obligó, al menos formalmente, a pedir orientación a Moscú.

Rafael Carrillo, Manuel Díaz Ramírez y Carlos Contreras viajarían a la capital de la Unión Soviética para asistir al sexto congreso de la Internacional Comunista y, de paso, plantear el problema de la formación de la tercera central. De acuerdo con el testimonio de Carrillo, Bujarin en persona se pronunció en contra de formar una central aparte de la CROM y la CGT, pese a que la ISR ya había dado pasos importantes para formar no una central mexicana sino una confederación que agrupase a todas las organizaciones sindicales de “lucha de clases” en América Latina.

El primer paso dado por la ISR con ese rumbo fue la celebración, en noviembre de 1927, de la primera Conferencia Sindical Latinoamericana en Moscú, en el marco de los festejos por el décimo aniversario de la Revolución de Octubre y el cuarto congreso de la propia ISR. A dicha conferencia asistieron Siqueiros y Graciela Amador, además de algunos cuadros obreros del partido. Se formó ahí un “Comité pro Confederación Sindical Latinoamericana”, que tendría como sede Montevideo, y un “Subcomité en la Ciudad de México”, que dependería del primero y se encargaría de los trabajos en Centroamérica para fundar la nueva central continental. El subcomité quedó integrado por Siqueiros, el cubano Leonardo Fernández Sánchez y el mexicano V. Muñoz; quedarían dos puestos vacantes para los ferrocarrileros y para los petroleros de Tampico.

El viaje de la comisión mexicana a Moscú a mediados de 1928 para pedir orientación sobre la nueva central fue mero acto protocolario. La posición del secretario general del partido era asediada desde dos flancos, uno nacional y otro internacional. En México, Julio Antonio Mella –quien ocupaba de forma interina la secretaría general del partido ante la ausencia de Carrillo– daba entrada a una petición de la local del Distrito Federal para que en el pleno del Comité Central se discutiera la formación de la tercera central. Esto ocurría casi al mismo tiempo que en Montevideo quedaba formalmente establecido el Comité pro Confederación Sindical Latinoamericana, cuya principal tarea consistiría en convocar al congreso de fundación de la nueva organización obrera en mayo del año siguiente.

La política de la ISR para América Latina tuvo al menos tres rasgos principales. En primer lugar, uno marcadamente antiimperialista, que llevó a múltiples sindicatos en Colombia, Perú y otros países a estallar huelgas contra las compañías estadounidenses. Muy relacionado con ello, la formación de una central obrera latinoamericana era vista como un paso necesario para enfrentar el llamado “monroísmo obrero”, representado por la Confederación Obrera Panamericana, estructura de claro corte reformista integrada principalmente por la CROM y la American Federation of Labor, fundada en 1919, pero que nunca logró desarrollar una estructura orgánica en el resto del continente. En tercer sitio, una peculiar concepción de la huelga como escuela política del proletariado para la lucha de clases, estrategia que contrastaba de modo notable con la propuesta por comunistas como José Carlos Mariátegui, quienes reconocían en la acción huelguística una posibilidad real de obtener algunas mejoras en las condiciones laborales y de vida de los trabajadores. El proceso de fundación de la CSUM se inscribe y obedece a esta iniciativa internacional dirigida desde la ISR, pero el contexto político nacional le impone una lógica y una serie de características peculiares.

En efecto, además de los factores que obedecen a la dinámica del partido comunista y a la ISR, no hay que perder de vista el contexto político nacional. El asesinato del presidente reelecto, Álvaro Obregón, en julio de 1928, desató una grave crisis política que profundizó aún más las divisiones en la élite gobernante y significó una ruptura definitiva entre el Estado mexicano y la CROM. Los obregonistas querían venganza ante el homicidio del caudillo y no dudaron en señalar al secretario de Industria, Comercio y Trabajo, Luis N. Morones, como principal responsable de esa muerte.

Morones, máximo dirigente de la CROM desde su fundación, en 1918, había desempeñado un papel clave en el triunfo político de la fracción sonorense sobre el resto de las fuerzas constitucionalistas. Durante el gobierno de Obregón se mantuvo siempre al lado del caudillo y, a cambio, recibió un considerable margen de maniobra en diversos espacios de participación política. El resultado fue el predominio casi absoluto de la CROM en el movimiento obrero mexicano. Con el ascenso de Calles a la Presidencia y de Morones a la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo en 1924, la CROM prácticamente se convirtió en una organización de Estado dedicada a controlar a los trabajadores.

Desde luego, en ese proceso la CROM encontró múltiples resistencias, algunas de las cuales estuvieron encabezadas por los militantes del Partido Comunista, como la huelga ferrocarrilera de 1927; otras por gobiernos estatales, como el de Emilio Portes Gil en Tamaulipas; y, en algunos casos, por una alianza entre el gobierno estatal y los militantes del partido. El ejemplo paradigmático de este último caso es el de la alianza entre los gobernadores de Jalisco, José Guadalupe Zuno y Margarito Ramírez, con Siqueiros y otros militantes del PCM para organizar, primero, a los mineros de la Amparo Mining Co.; después, la Federación Minera de Jalisco; y, por último, la Confederación Obrera de Jalisco. A partir de 1924, los choques a escala local con la CROM, el gobierno federal, los empresarios mineros, sus guardias blancas, los cristeros y los sindicatos confesionales fueron constantes y violentos.

La postulación de Obregón a un nuevo periodo presidencial significó la convergencia de todas las fuerzas políticas que se habían enfrentado a la CROM en los últimos años. Por su parte, Morones y la mayoría de los dirigentes cromistas siempre mantuvieron una posición crítica y, por momentos, antagónica a la postulación del sonorense, de modo que el asesinato de éste aceleró el enfrentamiento entre la CROM y la coalición obregonista. Morones y todos los dirigentes cromistas que ocupaban puestos en el gobierno de Calles se vieron obligados a renunciar a sus cargos. Múltiples sindicatos y federaciones estatales se escindieron de la confederación. Calles terminó por renunciar a su base social, formada por la CROM, para convertirse en el árbitro de las disputas entre las distintas fracciones que buscaban formar parte del gobierno.

En ese contexto de crisis, el PCM formaliza la integración de un “Comité pro Asamblea Nacional Obrera y Campesina”, cuyo principal objetivo sería convocar al congreso de fundación de la CSUM. La plataforma de dicho comité estaba formada por una serie de demandas económicas, como la lucha contra los reajustes de personal, la disminución de salario, los paros patronales y el desempleo; y a favor de la firma de contratos colectivos, la posesión de la tierra por los campesinos y la abolición de las guardias blancas y de las tiendas de raya. Con un programa similar, el partido también integró a finales de 1928 una especie de estructura intermedia entre el Comité pro Conferencia Nacional y el grueso de los trabajadores, organizados o desorganizados, llamado Comité de Defensa Proletaria.

La convocatoria para realizar la asamblea se publicó en El Machete el 5 de enero de 1929. Cinco días más tarde, un par de pistoleros al servicio del dictador cubano Gerardo Machado ultimaba a Julio Antonio Mella, acaso el principal ideólogo de la CSUM. Ese asesinato, sin embargo, no fue suficiente para detener la formación de la nueva central. La Asamblea Nacional de Unificación Obrera y Campesina inició sus trabajados el 26 de enero de 1929 en el salón Tokio del Distrito Federal, con la presencia de 292 delegados que decían representar a 100 mil trabajadores a escala nacional, más el contingente de la Liga Nacional Campesina (LNC), organización fundada tres años atrás por los dirigentes agraristas del partido, y cuyas filas se calculaban en 200 mil campesinos, ejidatarios y peones.

Desde su fundación, la CSUM sostuvo un programa radical sintetizado en las consignas: “¡Ni un minuto menos de trabajo con perjuicio para los trabajadores; ni centavo menos en los salarios; ni un obrero menos en las fábricas, minas, talleres y haciendas!” David Alfaro Siqueiros fue elegido secretario general en sustitución de Mella. Para los comunistas que dieron vida a la nueva central, la agudización del deterioro de las condiciones laborales y de vida de las grandes masas de explotados durante los últimos años era producto de la incapacidad de la pequeña burguesía para llevar el programa de la revolución mexicana. Ésta se había agotado durante el gobierno de Calles, caracterizado como aliado incondicional del embajador estadounidense Dwight Morrow y, por tanto, como un representante más de los intereses imperialistas. De tal modo, si en un principio la lucha había sido entre las viejas élites porfirianas y la pequeña burguesía a la cabeza de obreros y campesinos, el mismo proceso insurgente había sentado las condiciones para la formación de nuevas clases dominantes aliadas al imperialismo que ahora debían ser enfrentadas, específicamente, por el “proletariado” y los campesinos pobres y sin tierra.

Junto con la CSUM, el Partido Comunista también impulsó la formación de una estructura para presentar un candidato propio a las elecciones presidenciales que tendrían lugar en julio de ese año, el Bloque Obrero y Campesino Nacional (BOCN). Con esta iniciativa, sumaban tres organizaciones de masas afines a las posiciones del partido: la LNC en el terreno agrario, la CSUM en el sindical y el BOCN en la lucha político-electoral. Esto suponía parte de un importante esfuerzo por consolidar, desde la perspectiva de los comunistas, la independencia política del proletariado.

No debe perderse de vista que, apenas un año atrás, durante el sexto Congreso de la Internacional Comunista, se había adoptado la estrategia de “clase contra clase” como principio político-organizativo para el movimiento comunista a escala mundial. La nueva estrategia de la Internacional Comunista, en general, marcó un giro a la izquierda, lo cual llevó a los partidos comunistas de todo el orbe a sostener fuertes enfrentamientos con el resto de las fuerzas políticas, y al movimiento obrero dirigido por los comunistas a chocar de forma directa con la burguesía en el campo de la lucha económica. La mayor parte de las huelgas encabezadas por cuadros de los partidos comunistas durante el periodo se resolvió por la vía de la represión. El caso mexicano, desde luego, no fue la excepción.

En los párrafos anteriores he tratado de describir cómo el proceso de fundación de la CSUM tiene su historia, donde confluyen en distintos niveles factores de orden interno y externo. En todo caso, la fundación de la CSUM y del BOCN convergen con la estrategia de “clase contra clase”, pero no derivan de ella. Por otra parte, a inicios de 1929, la perspectiva del PCM y sus organizaciones parecía inmejorable.

Una vez fundada la CSUM, Siqueiros y el experimentado dirigente ferrocarrilero Elías Barrios salieron rumbo a Montevideo para acudir al congreso de fundación de la Confederación Sindical Latinoamericana y la primera Conferencia Comunista Latinoamericana. Apenas unas semanas después, los generales Escobar, Topete y Manzo se alzarían contra el gobierno provisional de Emilio Portes Gil, poniendo al país ante el escenario de una nueva guerra civil. Los comunistas se dividieron en tres posiciones: intervenir con sus fuerzas para combatir la rebelión, mantenerse al margen o aprovechar las circunstancias para convertir la guerra civil en una revolucionaria. En línea con la idea de mantener la independencia política de la clase, se decantaron por la primera opción.

Sin embargo, la política adoptada por el partido en el contexto de la rebelión escobarista, entre otras cosas, agudizó una serie de contradicciones desarrolladas a lo largo de la década anterior entre los dirigentes de organizaciones de masas, en particular los de la LNC; los gobiernos que habían favorecido la posición y el trabajo organizativo de dichos líderes, sobre todo en Veracruz; y la dirección central del partido. Así, el PCM y todas sus organizaciones quedaron atrapadas en un complicado juego en que el intervenían los poderes locales, el gobierno federal, distintas fracciones del Ejército y toda clase de fuerzas políticas. En estas condiciones, el PCM perdió sus principales cuadros y contingentes.

En Jalisco, por ejemplo, el gobernador Margarito Ramírez era obligado a renunciar, lo cual dejaba a los comunistas a merced de las compañías mineras y del nuevo gobierno, perdiendo el control de la Confederación Obrera de Jalisco. Con ello, la CSUM perdía a una de sus bases más importantes. En Veracruz, el coronel Adalberto Tejeda, reelegido como gobernador, sugería a su viejo aliado, el secretario general de la LNC y dirigente del PCM, Úrsulo Galván, que el BOCN suspendiera sus actividades proselitistas mientras el gobierno sofocaba la rebelión. La dirección del PCM no aceptó la sugerencia, por lo que las relaciones con la dirección de la LNC se deterioraron paulatinamente hasta terminar en una fractura definitiva tras el asesinato de su tesorero, el profesor duranguense J. Guadalupe Rodríguez, a manos de fuerzas federales y cristeras.

El homicidio de J. Guadalupe Rodríguez marcó el inicio de la represión generalizada contra los comunistas. El entonces diputado, y secretario general del partido, Hernán Laborde sería desaforado. En Tampico, Tamaulipas, un mitin era disuelto con saldo de cuatro militantes encarcelados, y la policía tomaba el local de la Federación Obrera de Tamaulipas. Los dirigentes de una huelga en Río Grande, Jalisco, eran expulsados del estado. El 5 de junio, la policía clausuró las oficinas de El Machete y del Comité Central del partido.1 Frente a la represión y las rupturas en el partido, el Comité Central decidió convocar a una reunión plenaria en julio del mismo año.

El pleno del Comité Central marca sin duda un punto de inflexión en la política del Partido Comunista. En el Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, José Revueltas señala que este evento inauguró la “época de los virajes” de la organización. En efecto, el pleno de julio implicó que la dirección del PCM no sólo hiciera un balance de su política durante la década de 1920, sino que también adoptara una serie de resoluciones destinadas a cambiar de forma radical dicha política. El reconocimiento de los errores se convirtió en un punto de referencia y contraste para definir la nueva línea del partido. Si en 1923 se había establecido una alianza con el gobernador Adalberto Tejeda para impulsar la formación de las liga de comunidades agrarias de Veracruz, por ejemplo, ahora Tejeda se convertía en un adversario político que debía ser denunciado y combatido como parte de la clase dominante; si, dentro de esa alianza, se habían dado algunos pasos en el proceso de solicitud y dotación de tierras ejidales, ahora había que renunciar a la lucha por el reparto agrario y orientar la de los campesinos contra el Estado y los terratenientes y recurrir, de ser necesario, a la toma de tierras; si antes era posible formar un frente único con organizaciones cromistas y cegetistas para pugnar por demandas concretas, ahora había que denunciar a esas organizaciones y ponerse al frente de todo el movimiento obrero. En síntesis: un cambio, un viraje hacia la izquierda que, intencionalmente, buscaba inscribirse en la línea de “clase contra clase” trazada por la Internacional Comunista. El viraje fue orientado por el camarada Pedro, Mijail Griegorovievich Grollman, enviado por la propia Internacional Comunista.

El Comité Central del partido adoptó las resoluciones del pleno de julio en un momento de crisis interna e intensa represión política del Estado. En cierto sentido, las resoluciones eran un intento por solucionar ambas circunstancias: enfrentar la crisis y resistir la contención. Ello significó la expulsión de un importante número de dirigentes y militantes a lo largo de los años siguientes, acusados de indisciplina y traición la mayoría de las veces. También implicó un importante despliegue de audacia política, pues ni el partido ni la CSUM renunciaron a mantener en pie sus mermadas fuerzas, sobre todo en Veracruz, Nuevo León, Tamaulipas, Puebla y el Distrito Federal. La audacia significaba la adopción de métodos de trabajo clandestino para sostener la organización, una mayor centralización de las decisiones y la determinación de llevar a cabo múltiples acciones públicas que casi siempre terminaron en represión y cárcel, cuando no con militantes muertos.

En general, el Estado adoptó una política totalmente hostil a todas las organizaciones obreras, pero ninguna fue objeto de una persecución tan sistemática como la CSUM y el Partido Comunista. Incluso El Machete, que había sorteado con relativo éxito la toma de sus oficinas en agosto y la confiscación de algunos números, dejó de salir con regularidad en noviembre de 1929, para reanudar su publicación sólo hasta marzo de 1930. El partido quedó prácticamente ilegalizado, pero la confederación trató de mantener su actividad organizativa a través de una defensa a ultranza de su programa.

Los paros patronales parciales o definitivos, el despido de trabajadores y los reajustes salariales y de jornada eran constantes. En ese contexto, la CSUM mantuvo una posición intransigente basada en cuatro grandes ejes: tratar de encabezar huelgas donde tenía alguna presencia, mantener la confrontación con los sindicatos afiliados a la CROM y la CGT, promover la integración de sindicatos de industria y organizar a los trabajadores desocupados.


Nota

1 “La represión contra los comunistas”, en El Machete, año V, número 161, 20 de abril de 1929, páginas 1-4; “Las oficinas del Partido Comunista de El Machete, cerradas por el gobierno”, en El Machete, año V, número 168, 8 de junio de 1929, páginas 1-4.