Según cuenta en su autobiografía titulada Mi Vida, León Trotsky se convenció de hacerse marxista leyendo a Antonio Labriola (1843-1904), durante su primera detención en la cárcel de Odesa.[1]
Trotsky había iniciado su militancia en una organización populista y era reactivo frente al marxismo, pero Labriola le resultó convincente en la explicación de los procesos históricos y su relación con las ideas:
Me resistí relativamente por mucho tiempo a aceptar al materialismo histórico, aferrándome a la teoría de la multiplicidad de los factores históricos, que es hasta al presente, como se sabe, la teoría más expandida en las ciencias sociales. Las personas llaman “factores” a una serie de aspectos de su actividad social, dando a este concepto un carácter suprasocial y explicando luego supersticiosamente su propia actividad social como un producto de la acción mutua de estas fuerzas independientes. ¿De dónde vienen estos factores, es decir, en qué condiciones se han desarrollado desde la humanidad primitiva? El eclecticismo oficial apenas se detiene en esta cuestión. Leí con entusiasmo en mi celda dos ensayos en francés muy conocidos del viejo hegeliano italiano Antonio Labriola, también marxista, que habían sido introducidos en la prisión. Labriola manejaba como pocos escritores latinos la dialéctica materialista en el campo de la filosofía de la historia, si bien en cuestiones políticas no podía enseñar nada. Bajo el intenso diletantismo de su exposición, se ocultaban profundas verdades. Labriola hacía un magnífico ajuste de cuentas con la teoría de los múltiples factores que pueblan el Olimpo de la historia y que desde allí gobiernan nuestros destinos. Aunque hayan pasado treinta años desde que leí sus ensayos, todavía recuerdo perfectamente su pensamiento como un refrán: “las ideas no caen del cielo”. Después de esto los teóricos rusos de la multiplicidad y la diversidad de factores como Lavrov, Mijailovsky, Kareiev y otros me parecieron poco consistentes[2].
Trotsky había intentado y finalmente escribió un ensayo sobre la francmasonería, apoyándose en la lectura del marxismo de Labriola, pero le faltaban elementos mayores de formación marxista, según él mismo señalaba retrospectivamente:
Hasta entonces no había tenido ocasión de consultar las obras fundamentales del marxismo. Los ensayos de Antonio Labriola eran escritos filosóficos de carácter polémico. Exigían conocimientos que yo no tenía, y me veía obligado a suplirlos por medio de conjeturas. Al término de la lectura de Labriola, tenía un montón de hipótesis en la cabeza. El trabajo hecho sobre la francmasonería me sirvió para verificar el valor de mis propias hipótesis. No descubrí nada nuevo. Todas las argumentaciones metodológicas a las que llegué, hacía largo tiempo que estaban descubiertas y aplicadas. Pero el caso era que yo había llegado a encontrarlas por mi cuenta –hasta cierto punto– y tanteando en la sombra. Pienso que esto tuvo importancia para toda mi evolución ideológica posterior[3].
Incentivado por la lectura de la Labriola, con muchas lagunas en cuestiones de marxismo, Trotsky había iniciado sin embargo un camino en el materialismo histórico que tendría una larga duración y que se había abierto por vías no dogmáticas:
Más tarde, encontré en Marx, Engels, Plejanov, Mehring, la confirmación de lo que en la cárcel me parecía una simple conjetura aún sujeta a la verificación y que necesitaba ser fundamentada. Desde el principio, asimilé el materialismo histórico de una forma no dogmática. La dialéctica se presentó frente a mí, para comenzar, no en sus definiciones abstractas sino como una energía viva que yo descubría en el proceso histórico mismo, en la medida en que yo buscaba comprenderlo[4].
Entonces Labriola había convencido a Trotsky de hacerse marxista, pero además le había proporcionado ciertos elementos teóricos para una apropiación no dogmática del materialismo histórico y en especial de la dialéctica, según comentaba el mismo Trotsky. Esto se puede constatar tempranamente, por ejemplo, leyendo su artículo sobre la filosofía de Nietzsche, publicado en 1900, texto que por un lado señalaba la base social de las ideas del pensador irracionalista, pero también sus contradicciones ideológicas con la sociedad burguesa por un lado y con los anarquistas que buscaban tomarlo como “uno de los suyos” por el otro.[5]
La influencia de Labriola en Trotsky merece ser rastreada más allá de las afirmaciones explícitas de este sobre ella porque se proyecta sobre importantes aspectos de su pensamiento. Si nos proponemos buscar afinidades entre ciertos planteos de Labriola y otros de Trotsky, veremos que hay mayores áreas de confluencia entre sus concepciones del marxismo de las que se podría suponer ateniéndonos solamente a lo manifestado por Trotsky. Al reconocimiento de esas afinidades dedicaremos estas líneas.
Método genético y desarrollo desigual y combinado
Las lecturas de Labriola prepararon a Trotsky para pensar con su propia cabeza en los problemas del materialismo histórico y luego, según él mismo dijo, para una apropiación no dogmática de la dialéctica. La dialéctica no debía ser tomada en términos de “definiciones abstractas” sino como “energía viva”. Los problemas históricos debían ser analizados en su singularidad, a la vez que contextualizados en una totalidad. Tal fue el caso de su formulación temprana de la revolución permanente para pensar el posible desarrollo de la Revolución rusa y posteriores elaboraciones como las “leyes del desarrollo desigual y combinado”.
Pero no nos adelantemos, señalemos primero la afinidad metodológica entre Labriola y Trotsky sobre la dialéctica. En primer lugar, diremos que ambos fueron partidarios de no discutir la dialéctica en abstracto sino en “bajar a tierra” las indicaciones de un famoso método que Marx había prometido alguna vez sistematizar de manera explícita sin haberlo finalmente llevado a cabo.
Labriola consideraba que expresiones como “dialéctica” y “método dialéctico” dificultaban la comprensión de la dialéctica como algo asequible a quienes no estaban familiarizados con la tradición filosófica alemana y la filosofía profesional. Por este motivo, buscaba la forma de “traducir” la dialéctica a un lenguaje materialista más directo y proponía hablar de método genético o concepción genética. Se refería a un método que busca explicar su objeto de estudio, en este caso la sociedad capitalista, a partir de las condiciones históricas concretas que le dieron origen, tanto como de la “dilucidación de su proceso”[6], es decir la explicación del proceso histórico objetivo en atención a los intereses materiales derivados de la complejización de la vida en sociedad, más allá de las formas en que el género humano (incluidos los historiadores) se lo representaron. Este método genético tenía para Labriola dos momentos o procedimientos intelectuales. Un primer momento de “análisis y reducción” es decir de descomposición de los distintos aspectos de la realidad histórica, en el que se podían tomar como objeto de análisis planos específicos como la economía, las formas de representación ideológica o religiosa predominantes en un período histórico, las instituciones políticas, etc., para comprender cada uno en su singularidad; y un segundo momento de “mediación y composición” es decir de reconstrucción de las relaciones entre los distintos elementos antes seccionados por el análisis para comprender la realidad histórica en su carácter unitario. Este método es el que utiliza Trotsky en su Historia de la revolución Rusa. Trotsky considera que el desarrollo histórico obedece a ciertas “leyes”, pero estas “leyes” no se plantean a priori, sino que deben ser dilucidadas a partir de la explicación del proceso histórico tal cual fue y no como debería ser. Esto requiere remontarse al pasado para comprender los procesos que configuraron el presente que dio lugar a la Revolución rusa, reconstruyendo su historia y a la vez las peculiaridades de la formación económico-social y el Estado rusos, cuyo análisis y composición llevó a Trotsky a formular las “leyes del desarrollo desigual y combinado”:
Las leyes de la historia no tienen nada en común con el esquematismo pedantesco. El desarrollo desigual, que es la ley más general del proceso histórico, no se nos revela, en parte alguna, con la evidencia y la complejidad con que la patentiza el destino de los países atrasados. Azotados por el látigo de las necesidades materiales, los países atrasados se ven obligados a avanzar a saltos. De esta ley universal del desarrollo desigual de la cultura se deriva otra que, a falta de nombre más adecuado, calificaremos de ley del desarrollo combinado, aludiendo a la aproximación de las distintas etapas del camino y a la confusión de distintas fases, a la amalgama de formas arcaicas y modernas. Sin acudir a esta ley, enfocada, naturalmente, en la integridad de su contenido material, no sería posible comprender la historia de Rusia ni la de ningún otro país culturalmente rezagado, cualquiera sea su grado.[7]
Si bien Trotsky fue quien con más claridad señaló esta relación de superposición entre un principio de diferenciación y otro de integración en los procesos históricos, no es muy difícil rastrear un antecedente de la misma formulación en Labriola:
El tiempo histórico no ha transcurrido uniformemente para todos los hombres. La simple sucesión de las generaciones no fue nunca indicio de la constancia e intensidad del proceso. El tiempo como abstracta medida de cronología, y la sucesión de generaciones en tiempos aproximados en años, no dan criterio ni constituyen indicación de ley o proceso. Los desarrollos fueron hasta ahora varios, porque varias fueron las obras realizadas en una misma unidad de tiempo. Entre tales formas varias de desarrollo hay afinidad o bien similitud de móviles, o sea, hay analogía de tipo, o sea, hay homología; tanto que las formas avanzadas pueden, por simple contacto o por la violencia, acelerar el desarrollo de formas atrasadas. Pero lo importante es entender que el progreso cuya noción es no sólo empírica, sino siempre circunstancial y por esto limitada, no figura en el curso de las cosas humanas como un destino o un hado, ni como manda la ley. Y por esto nuestra doctrina no puede estar dirigida a representar toda la historia del género humano en una visión perspectiva o unitaria, la cual repita, mutatis mutandi, la filosofía histórica[…].[8]
Las afinidades son notorias en cuanto a la crítica de una visión teleológica de la historia, de la comprensión de esta en términos de leyes esquemáticas, en el reconocimiento de la desigualdad del desarrollo y la posibilidad de que las “formas avanzadas” aceleren el proceso de las “atrasadas” y en la noción del “progreso” como algo siempre circunstancial y limitado. En el caso de Trotsky, es mucho más clara la formulación del desarrollo combinado y por ende se acentúa el problema de la singularidad del desarrollo específico de un país, cuestión que en Labriola está más esbozada que formulada con claridad, mientras hace más hincapié en el estímulo externo. Pero la cercanía de ambos planteos es evidente.
La crítica de la “teoría de los factores”
Una de las polémicas más importantes realizadas en su momento por Labriola fue contra la llamada “teoría de los factores” (a la que como vimos Trotsky afirmaba haberse aferrado por un tiempo). Labriola adjudicaba el peso de la explicación por interacción de múltiples factores en la historia, a la insuficiencia de la investigación histórica misma, pero también como punto de partida de una explicación más profunda, que debía realizar la crítica de los factores para mostrar aquello a lo que estos factores remitían: el proceso de la organización social en su totalidad:
Los factores se originan en la mente por la vía de la abstracción y la generalización de los aspectos inmediatos del movimiento aparente y están a la par de todos los otros conceptos empíricos, los cuales, surgidos en todo otro campo del saber, se mantienen allí hasta que son reducidos y eliminados por vía de nueva experiencia o son reabsorbidos por una concepción más general, sea genética, evolutiva o dialéctica[9].
Entonces, crítica de la teoría de los factores por su falta de perspectiva genética y unitaria, pero reconocimiento de la importancia de una explicación histórica totalizadora que no fuera reduccionista, pudiendo integrar el subyacente proceso económico con las vicisitudes político-jurídicas, a través de un “proceso de derivación y mediación” que a su vez es “bastante complicado, a menudo sutil y tortuoso, no siempre descifrable.”[10]
Trotsky retomaría la crítica de los factores en un texto inédito, denominado “Las tendencias filosóficas del burocratismo”, publicado por primera vez póstumamente en francés por Pierre Broué en su edición de las Obras de Trotsky.
En ese texto, Trotsky recoge la crítica de Labriola, pero le agrega un elemento específico de su propia crítica al stalinismo, señalando la afinidad de una “teoría de los factores” con el funcionamiento de un aparato burocrático y su necesidad de un César o un Bonaparte que corone el sistema:
El sistema más apropiado para una burocracia es la teoría de la causalidad múltiple, de la multiplicidad de los “factores”. Esta teoría se levanta sobre la base más grande de la propia división social del trabajo, en particular de la separación del trabajo intelectual y manual. Únicamente es por este camino que la humanidad emerge de la dificultad del monismo primitivo. Pero, la forma perfeccionada de la teoría de los múltiples factores, que transforma a la sociedad humana, y en su movimiento, al mundo entero, en un producto de juegos mutuos (o en lo que se puede llamar “las relaciones entre categorías”) de factores variados y fuerzas administrativas, en la que a cada uno se le asigna su propia provincia particular o zona de jurisdicción –este tipo de sistema puede ser elevado al status de “perla de la creación” solamente si existe una jerarquía burocrática, que con todos estos ministros en los departamentos, se eleva por encima de la sociedad. Un sistema burocrático, tal como lo ha demostrado la experiencia, necesita de un individuo único para coronar el sistema.[11]
Una vez más, la presencia de Labriola, en este caso a través del tratamiento de una misma problemática, pero utilizada para el debate con otros adversarios, se hace evidente en el pensamiento de Trotsky.
Comunismo crítico y teoría de la revolución
Yendo a las lecturas del marxismo en términos más globales, podemos encontrar también importantes afinidades. Labriola señalaba que más que de marxismo era mejor hablar de “comunismo crítico”, el cual tiene “por sujeto al proletariado y por objeto a la revolución proletaria”[12] y era la consciencia de la necesidad de la revolución, pero también en ciertos momentos “la consciencia de sus dificultades”[13]. Sus premisas filosóficas eran las de la «filosofía de la praxis» que Labriola definía como la «filosofía inmanente a las cosas sobre las que se filosofa. De la vida al pensamiento y no del pensamiento a la vida»[14]. El término “crítico” tiene una larga historia y en el caso del marxismo, se relaciona con la crítica joven-hegeliana y su influencia en Marx[15]. Recordemos que Marx, por su parte, había señalado que “la revolución proletaria se crítica a sí misma” tanto como que la crítica debía trascender la mera refutación de textos y sistemas filosóficos, incluso superar el estadio de crítica de la religión para ser una actividad práctico-crítica revolucionaria, como sostiene en sus celebres Tesis sobre Feuerbach. Recogiendo esas reflexiones marxianas, Labriola acuñaba el concepto de “comunismo crítico”. No rechazaba la definición de comunismo o socialismo “científico”, pero por las específicas condiciones de lucha ideológica contra el socialismo spenceriano y cientificista italiano, su hincapié estaba puesto en el carácter crítico de la nueva doctrina.
En el caso de Trotsky, por la influencia de las específicas condiciones de constitución del marxismo ruso, la idea del marxismo como ciencia será muy fuerte a lo largo de toda su trayectoria como marxista. Sin embargo, la noción de comunismo crítico aparece perfectamente reconocible en su trabajo teórico, no por la obviedad de su carácter crítico, sino por la centralidad que tiene la teoría de la revolución en la elaboración teórica de Trotsky. La teoría de la revolución, diferente de la crítica de la economía política o de los análisis de coyuntura, pero nutrida por estos, consiste en una generalización de las conclusiones de las experiencias de la lucha de la clase obrera, en particular sus revoluciones, estableciendo conceptos, hipótesis y “leyes” que permitan pensar la dinámica, agentes y alternativas de las revoluciones contemporáneas. Así fue procediendo Trotsky con su teoría de la revolución permanente, que primero fue una formulación relativa al carácter específico de la revolución rusa, luego formuló como teoría centrada en el problema de la revolución internacional (1927-1928) y finalmente reformuló en 1929-1930 como teoría de la revolución para todos los países coloniales, semi-coloniales y de desarrollo burgués rezagado. Lo que queremos -señalar marcando la afinidad entre la comprensión del marxismo como “comunismo crítico” por Labriola y la centralidad de la teoría de la revolución en el marxismo de Trotsky- es que la teoría de la revolución es consecuencia lógica de una comprensión del marxismo en términos de comunismo crítico. Una doctrina que tiene por sujeto al proletariado y por objeto la revolución proletaria necesita desarrollarse como crítica y autocrítica de las revoluciones y en ese sentido, constituir una teoría de la revolución, campo en el que Trotsky fue mucho más sistemático que otros marxistas.
A modo de conclusión Hemos esbozado a lo largo de este artículo algunos elementos sobre las relaciones entre el pensamiento de León Trotsky y el de Antonio Labriola, que incluyen en algunos casos la reivindicación o utilización explícita de planteos del marxista italiano por Trotsky y en otros, afinidades que pueden reconocerse como tales a partir constatar la similitud de ciertos planteos realizados por ambos. Para concluir, queremos señalar que la presencia de Labriola en Trotsky no es circunstancial ni se refiere a cuestiones secundarias, sino que está relacionada con puntos nodales del marxismo de Trotsky: su comprensión del “método” marxista, su forma de pensar y exponer los procesos históricos, su crítica de la burocracia soviética y su teoría de la revolución. Una cuestión poco visitada en los análisis del pensamiento de Trotsky, que vale la pena tener en cuenta.
[1] Trotsky León, Mi vida, Buenos Aires, Ediciones IPS-CEIP, 2012, pp. 158-161 (Obras Escogidas 2, coeditadas con la Museo Casa León Trotsky).
[2] Ídem, p. 158.
[3] Ibídem, p. 161
[4] Ibídem, p. 161.
[5] Trotsky, León, “A propos de la philosophie du superhomme” (1900) disponible en https://www.marxists.org/francais/trotsky/livres/litterature/nietzsche.htm .
[6] Labriola, Antonio, La concepción materialista de la historia, México D.F., Ed. El Caballito, 1973, p. 130.
[7] Trotsky, León, Historia de la Revolución rusa, Tomo I, Bs. As., Ediciones IPS-CEIP, 2017 (Obras Escogidas 11, coeditadas con la Museo Casa León Trotsky), p. 23.
[8] Labriola Antonio, La concepción materialista de la historia, op. cit., pp. 143/144.
[9] Ibídem, p. 149.
[10] Ibídem, p. 153
[11] Trotsky, León, “Las tendencias filosóficas del burocratismo”, disponible en http://www.ceipleontrotsky.org/Las-tendencias-filosoficas-del-burocratismo.
[12] Labriola, Antonio, La concepción materialista de la historia, op. cit., p. 72.
[13] Ibídem, p. 96.
[14] Ibídem, p. 264.
[15] Ver Sacristán, Manuel, “El trabajo científico de Marx y su concepto de ciencia” en Sobre Marx y Marxismo, Panfletos y Materiales I, Barcelona, Icaria Editorial, 1983, pp. 317/367.