A REGURGITACIONES DEL DESAFUERO: REVERBERACIONES DEL GRAN CAMPAMENTO DE RESISTENCIA

Es difícil no acordar con Marx en su sentencia acerca de que si la primera es tragedia, la segunda es farsa. El trágico (luego, disparatado) proceso de democratización de nuestro país dio en las últimas décadas, por evocar “al azar” sólo dos extremos, a Salinas y a Fox: a la tragedia del fraude de 1988 (sellado por el pacto PRI-AN), le sucedió -IFE mediante- la farsa de la alternancia que inauguraba el nuevo milenio. ¡Al diablo con sus instituciones!, señaló pocos años después nuestro actual presidente, y el coro del “estricto apego a la ley” bramó escandalizado. Incipit lawfare[1]

Al calor del consiguiente fraude, el carismático personaje cuyo desafuero como autoridad local un año antes había llegado a convocar a las calles a 1.2 millones de personas,[2] en el reclamo del conteo “voto por voto, casilla por casilla” de 2006, preguntó a 2 millones de inconformes que no cupimos en el Zócalo capitalino: “¿nos quedamos?” Y allí se votó, a mano alzada, a favor de la asamblea permanente: un ejercicio cívico de generosidad incalculable.

Así, el 30 de julio de 2006, contra lluvias vespertinas y granizo de amparos legales de los poderes fácticos, inició el carnaval bajtiniano más largo y sostenido que muchos hayamos conocido. Si esta festividad popular se caracteriza por invertir el estatus social de los participantes, los campamentos devolvieron la memoria pública a espacios emblemáticos de la privatización. Lo llamo “carnaval”, con Bajtín,[3] porque su efecto se parece mucho al de la fiesta que cuestiona el statu quo desde la risa y alimenta la napa de utopía que fluye bajo la vida institucional. Pero aquí la risa no era de parodia sino de esperanza: alegría de amor a la vida en comunidad, del descubrimiento de espacios que hasta entonces habían estado vedados para mayorías minorizadas. Y no duró tres días (como los que preceden a la Cuaresma), sino que la fiesta cívica se sostuvo 48 días (y se detuvo allí porque, en un golpe de ilegítima legalidad lo sucedió un largo ayuno de democracia y justicia, que duró dos sangrientos sexenios y dejó una herida que deberemos limpiar a profundidad antes de intentar la sutura).

Pero volvamos a enfocarnos en la memoria viva esperanzada: los campamentos de 2006 fueron una verdadera experiencia utópica. Me refiero al sentido más prometedor del término, esto es: una latencia tan necesaria como factible (como lo son las utopías genuinas: mucho más realizables que las fantasías del sedicente realismo político). Experiencia excéntrica(como caracterizó Bajtín al carnaval): la “periferia” (los empobrecidos) irrumpió en el “centro” (que hasta entonces era detentado como la ciudadela de los enriquecidos). Estos últimos rugieron contra el “desastre” y demandaron ante susinstituciones. El carnaval resignificó esa denostación como palabra-promesa: con Blanchot,[4] constatamos que el emblema de los poderes fácticos se des-astró (esto es, quitó del centro al astro-capital-financiero, dando a luz constelaciones de justicia hasta ese momento soterradas).

A lo largo de 9 kms[5] la ciudad de México desplegó su hospitalidad y generosidad en un semillero de cultura.  31 campamentos en el Zócalo (1 por cada estado) y otros 16 (1 por cada delegación del DF)[6] engendraron una polifacética esperanza vital, en la cual copularon y se gestaron saberes que devolvieron a México sus muchos rostros de sabiduría.

Experiencias amargas -como el desafuero- y esperanzadoras -como aquellos campamentos- tienen un tenor seminal que hoy debería revitalizar nuestra esperanza. 

Regurgitaciones del desafuero: el diablo en las instituciones.

Dos fraudes más tarde, con un cuerpo social desmembrado y una tierra que se traga a sus hijos en innumerables fosas clandestinas, los poderes fácticos -aterrorizados por lo que sus propias manos supieron perpetrar- se vieron obligados a abrir una pequeña puerta para dejar entrar un rayito de democracia. Así, en 2018, el otrora “reaforado” por reclamo popular, aquel a quien habían embestido repetidamente a golpes de calumnias y de nombres que sólo confesaban la voracidad de las bocas que los proferían, ganó la presidencia de la república por la vía legítima.

La legitimidad del “señor López”, a quien están dispuestos a robarle hasta el apellido materno, los hiere. Además, lo bautizaron con el nombre de un pez de los pantanos de una región indígena[7] (en abierta confesión de su deseo de “pescarlo” en alguna de las trapacerías que sólo ellos saben hacer). Haciendo alarde de un racismo tan arraigado como la ignorancia que los caracteriza lo siguen denostando como “mesías tropical”: “un peligro para México”. 

En la farsa de nuestros días lo culpan de “déspota” y, entre muchas otras acusaciones, le imputan haber destruido una separación de poderes que (como bien lo mostró el desafuero,  la legalización de los fraudes subsiguientes o las reformas que acabaron con la res publica) no pasaba de ser un disfraz institucional. Hoy siguen apretando el botón de pánico del “populismo” para distraer la atención ante una indiscutible popularidad que los ofende.[8] Firman solicitadas que denuncian la falta de la misma libertad de expresión que les permite publicarlas. En nombre de la democracia han incurrido en la impudicia de exhibir su golpismo llegando al extremo de explotar la indigencia de gente sin techo para que acampe frente al Palacio Nacional con el fin de exigir la destitución del único presidente que en las últimas décadas llegó a ese recinto por elecciones limpias. El problema es que, con algunas acciones suaves (como, por ejemplo, sin siquiera aumentar impuestos, hacer que los paguen quienes habían sido beneficiarios de millonarias exenciones) se pusieron en evidencia privilegios inaceptables. Pero en 2018, aquellos que hasta entonces habían sido pacientes ante sus abusos, decidieron de manera contundente que llegó el tiempo de cambiar las cosas. ¿Que el dolor y la injusticia están lejos de haberse acabado? Así es. La descomposición social es muy antigua y profunda, y una regeneración (que no mero maquillaje) tomará mucho tiempo. La necesidad de reparar heridas del pasado cercano y lejano requiere una concepción transgeneracional del tiempo y de la responsabilidad de la cual el mediático inmediatismo neoliberal -que se imagina a sí mismo fruto de generación espontánea- no quiere saber nada.

Un capítulo aparte merece la “lopezfobia”. En el contexto de la pandemia, además de las obsesiones que les provoca el presidente López Obrador, el subsecretario de salud López Gatell quita el sueño a la industria privada que se enriquece a costa de la salud pública. En dos frentes, la industria farmacéutica y la de la “alimentación” culpan -a través de sus legisladores a sueldo- al brillante y carismático subsecretario, ni más ni menos que de genocidio…[9] Llama la atención la banalización del término, así como el ensañamiento con uno de los aspectos más acertados del gobierno actual. Se trata de un botón de pánico ante una política pública que deja en evidencia el saqueo sistemático que venían perpetrando y del que no se salvan varios académicos que habían gozado de enorme prestigio. El otro “López” (vocero de una Secretaría que -dentro de la situación crítica en la cual recibió la red de salud pública- tiene un desempeño ejemplar, dando muestras de una creatividad sin par en el mundo) tiene un talento pedagógico y una capacidad de comunicación que sus acusadores consideran insultantes. Entonces no dudan en volver a invocar al mismo diablo atrincherado en las instituciones (que consideran de su propiedad), para injuriar a quienes ponen el cuerpo cotidianamente en plena pandemia a fin de salvar vidas del cúmulo de comorbilidades que sus administraciones generaron. Posiblemente esta “lopezfobia” tenga que ver con una práctica de la palabra que se da a la tarea de rendir cuentas cotidianamente a la ciudadanía con respeto, humildad y sin conceder privilegios. López Obrador en las mañanas y López Gatell en las tardes escuchan y dan la cara ante todo aquel que quiera saber y preguntar de manera franca, sin distinción y sin tener que conceder favores a los pulpos televisivos. Ambos se caracterizan, también, por una pedagogía humilde ante otras formas de saber que a veces recuerdan al ejercicio de confianza del maestro ignorante de Rancière.[10] El desempeño de la actual Secretaría de Salud de México ante la emergencia sanitaria mundial está dando lecciones de un saber médico humilde, sediento de aprender y que se resiste a obedecer recetas tecnocráticas dictadas por un economicismo obtuso.[11] Tal vez la “lopezfobia” sea una variante de la aporofobia acuñada por Adela Cortina, que quisiera enfatizar no como fobia a “los pobres” sino a las personas que han sido sistemáticamente empobrecidas por una minoría enriquecida a costa de ella, que se rehúsa a asumir su responsabilidad y a perder sus privilegios. En la plutocracia, los números y las palabras se pervierten: la mayoría de la población -empobrecida- es minorizada (infantilizada) por una minoría numérica enriquecida que se atribuye a sí misma una mayoría de edad ficticia. En otros términos: en la tele-dictadura una minoría privó de la palabra (infans) a la mayoría detentando adultez.

Estas regurgitaciones del desafuero (el golpismo en nombre de la “democracia”, la calumnia en nombre de la “libertad de expresión”, la pretensión de instrumentalizar causas justas con el solo fin de desacreditar a la 4T, la ofensiva legal para minar la legitimidad) provienen de la constatación de que “el diablo” privatizador sigue campeando en las instituciones públicas. Porque sería más preciso parafrasear el tergiversado “al diablo con las instituciones” como “el diablo en las instituciones”. Ahora bien, no será posible erradicarlo con un simple barrido “como se barren las escaleras: de arriba hacia abajo”, como repite AMLO. Se requiere un desmontaje de largo alcance en la profundidad y en el tiempo. Desmontar el gran teatro de la injusticia encarnada en la ley, con el fin de evitar repeticiones más violentas, requiere mucho cuidado, que la impaciente destrucción desconoce. La apuesta -que apunta a perdurar- es prudente: para algunos -por razones muy atendibles- es insuficiente y para otros -por causas inconfesables- raya en el “comunismo”. Lejos de esto último, apela en lo posible al sentido común y va animándose a trazar entre los aparentemente irreconciliables cierto sentido de lo común(imposible de ajustar perfectamente a ninguno de ellos, aunque de cara a los históricamente desfavorecidos). Posiblemente nada ofenda tanto a los adalides de la acumulación por despojo como la claridad y coherencia con la cual el actual presidente de México distingue entre lo público y lo privado.[12]

El reflujo es un síntoma de acidez en el cual ascienden desde las entrañas vahos rancios que se expelen por la boca y puede tratarse de distintas maneras. Las regurgitaciones del desafuero no provienen solamente de una derecha que intenta groseramente expoliar lo público sino de la entraña del partido comprometido a implementar la 4T, que por momentos olvida que debe su nombre a un movimiento social que lo anima. Esas regurgitaciones son las que más daño causan (incluso sospecho que entre algunos arribistas a la entraña de la novel institución partidaria se están criando algunos demonios que se creen beneficiarios de otra rebelión en la granja…). Sólo la memoria activa del movimiento social podría contrarrestarlas.

Las metáforas médicas en el cuerpo político (y viceversa) han sido trabajadas magistralmente por Susan Sontag.[13] En 2007 escribí un texto sobre los campamentos de la resistencia en donde proponía, para la enfermedad de la palabra, un tratamiento homeopático.[14] Si bien no se trata de hacer exorcismo, es necesario neutralizar la acidez que corroe las entrañas de las instituciones (que, como toda agrura o peor aún, cual enfermedad autoinmune, se cría en el seno de aquel mismo cuerpo que afecta). Las cosas cambiaron desde entonces: una elección limpia en 2018 dio origen a un gobierno legítimo que, desde el oficialismo, está obligado a resignificar la resistencia. En la parte que sigue, sugeriré generosas dosis de reverberaciones de aquellos campamentos como el tratamiento efectivo para terminar con las regurgitaciones que provocan nuestro malestar. 

Reverberaciones de los campamentos: ejercicios de r-existencia

No alcanza con resistir desde el palacio de gobierno. Es preciso activar la memoria contra-hegemónica de aquello que desde el desafuero de desplegó como resistencia creativa, que en los campamentos de 2006 se puso en práctica como experiencias de dignidad y que hoy debería volverse un motor de “r-existencia”.[15]

El presidente, desde el Palacio Nacional, se aboca cotidianamente a cumplir con los 5 puntos que propuso la Convención Nacional Democrática que sucedió a los campamentos (impulsar el Estado de bienestar, defender el patrimonio nacional, luchar contra la corrupción, pugnar por el derecho a la información y transformar las instituciones públicas).[16] Sin embargo, la oportunidad de revitalizar la política requiere que fluya desde distintos ángulos. Desde el espacio público, es responsabilidad nuestra ensayar otras prácticas, movilizarnos de otras formas. Sería un contrasentido esperar que la resistencia se convoque “desde arriba”. Aunque la pandemia no ayude, la palabra es como el agua, pues sabe circular de múltiples maneras y tiene memoria: la denuncia ante las instancias que puedan resolverlas es tan sólo una, frontal, pero hay otras muchas formas de expresarse (tantas como ángulos para abordar la realidad). La inconformidad debe buscar cauces vitales para evitar ser represada (y posteriormente estancarse en rencor y frustración). Dicho con Spinoza: siempre es posible transformar las pasiones tristes (que, desde el odio, nos alejan de la vida) en pasiones alegres (para, con amor, apegarnos a la vida) o, con Stengers hoy: cultivar una cosmopolítica.

Hoy el palacio nacional abre las puertas más que nunca, al menos dos veces al día, para la prensa. El día de muertos de 2020 -cuando por salud, se cerraron lugares públicos de memoria- el presidente repitió a cada uno de los pueblos presentes en el patio que ese espacio emblemático es la casa de los pueblos originarios de México. Si las regurgitaciones del partido que lo llevó a la presidencia son una advertencia para tener en cuenta, la memoria del movimiento se esfuerza en materia de educación política para formar jóvenes críticos y creativos (tarea que no es fácil ni de resultados inmediatos). Así, la política reconoce la necesidad de una ética que le recuerde su raigambre social y sus deberes socioambientales. Pero afortunadamente la vida política no se reduce al ámbito partidario ni a los poderes del gobierno. He aquí nuestra tarea cívica: en las urnas no depositamos cartas a Santa Claus, ni tampoco pedidos a domicilio, sino que nos comprometemos con un proyecto que no se elabora a medida porque debe incluir a tod@s.

La fracasada oposición de derecha se ha propuesto plagiar los campamentos y sólo logró exhibir su mezquindad (los patrones vigilaban a sus contratados desde un balcón de hotel), su vacuidad (a sus carpas vacías las levaba el viento), su irresponsabilidad (en tiempos de pandemia se enfermaron algunos campistas), su religiosidad instrumental (rezaban dando plazo a Dios para que destituyera al presidente) y el colmo fue cuando los que confunden vivir con acaparar quisieron, en presunta defensa propia, alambrar el espacio público por antonomasia. Aquellos que, en 2006, con alaridos albureros, exigían “despejar” el Paseo de la Reforma, abandonaron el Zócalo solos y entre burlas…  Hagamos memoria de esperanzas políticas de hace 15 años: durante 48 días, en un ejercicio cotidiano de convivencia, fue posible recuperar el carácter público del circuito emblemático de la privatización para descubrir un manantial de generosidad. Ríos de cultura y saberes, de convivencialidad, se desbordaron por aquellos días sedimentando esperanza que hoy urge reactivar desde todas partes y en modestas iniciativas. Habrá que animarse a r-exsitir, recuperando la carcajada carnavalesca ante los que se arrogan la palabra correcta, la actitud plausible, que baja la cerviz ante el dios del Mercado. 

Frente a los que siempre detentaron privilegios, que ostentan los trofeos del despojo, propongo intentar -desde la asunción de la fragilidad, acariciando la vulnerabilidad- prácticas de cuidado y r-existencia que, desde todos los espacios posibles, hagan germinar las semillas sembradas hace 15 años. R-existir es resistir al odio desde el amor, asumiéndose como parte de un entramado que excede a la especie humana y nos compromete con la “naturaleza” a quien señalamos erróneamente como objeto externo apropiable. Para que esa generosidad vuelva a brotar es preciso dejar de anteponer la propia persona al bien común, preguntarse sinceramente hasta qué punto nuestros méritos, desde la justicia del otro, no fueron también privilegios a costa de otros y entretejer esperanzas cultivando juntos múltiples formas del cuidado. La tarea de afirmar la vida contra la muerte es ardua y a la vez prometedora. Es una deuda que heredamos (con los que ya no están y con los que aún no vuelven ni nacen) y que no podemos seguir ignorando. Las palabras finales de la Ética de Spinoza (siglo 17) nos convocan aquí y ahora:

Si la salvación estuviera al alcance de la mano y pudiera conseguirse sin gran trabajo, ¿cómo podría suceder que casi todos la desdeñen? Pero todo lo excelso es tan difícil como raro.


[1] Sobre el concepto, cf. Burgos Matamoros, y Cervantes Pérez “INE: abuso o desvío de poder y lawfare” https://revistamemoria.mx/?p=3334

[2] México estuvo al borde de legarle a nuestra lengua el eufemismo “reafuero”.

[3] Bajtin, La cultura popular en la edad media y en el renacimiento. El contexto de François Rabelais. Alianza, Madrid, 2005.

[4] Blanchot, La escritura del desastre, Monte Ávila, Caracas, 1990.

[5] Desde el Zócalo capitalino, por las calles de Madero, Juárez, Reforma hasta la fuente de petróleos.

[6] Cf. https://www.youtube.com/watch?v=aAzNmhXVHUc

[7] Cf. Víctor Toledo “El mesías tropical y los demócratas del neoliberalismo” https://www.jornada.com.mx/notas/2021/05/18/politica/el-mesias-tropical-y-los-democratas-del-neoliberalismo/

[8] Los intentos desesperados del aporofóbico Ricardo Anaya por acercarse a “los pobres” para imitar la popularidad de AMLO se volvieron una humorada.

[9] Legisladores presentaron denuncias penales por homicidio y genocidio. Cf. https://www.eluniversal.com.mx/nacion/lilly-tellez-lopez-gatell-lastima-que-no-existe-una-vacuna-que-atenue-su-imbecilidad

[10] Cf. Rancière, El maestro ignoranteCinco lecciones sobre la emancipación intelectual, Libros del zorzal, CABA, 2007. Ojalá la SEP aprenda de la Secretaría de Salud.

[11] La 4T va tratando, en algunos aspectos más que en otros y en la medida de lo posible, de cumplir con el mandato de separar el poder político del económico que le dio al presidente el “asesor” migrante de San Quintín.

[12] Distinguir no significa impedir el diálogo sino el avasallamiento de los intereses privados sobre la cosa pública.

[13] Cf. Sontag, La enfermedad y sus metáforas. El sida y sus metáforas, Taurus, Madrid, 1996.

[14] Siguiendo la enfermedad de la palabra de Rosenstock-Huessy, propuse a la vida en los campamentos de la resistencia como un tratamiento homeopático metafórico. Cf. “La débil fuerza de la resistencia” en Martínez de la Escalera (ed.), Estrategias de resistencia, PUEG-UNAM, México DF, 2007.

[15] Cf. Carlos Walter Porto Gonçalves, “Da geografia ás geo-grafías: um mundo em busca de novas territorialidades” en Ceceña y Sader (Coord.) La guerra infinita. Hegemonía y terror mundial, CLACSO, Buenos Aires, 2002, pp. 217-256.

[16] Cf. https://web.archive.org/web/20070519011443/http://www.cnd.org.mx/declaracion_cnd_dialogo.html