LA SUBSUNCIÓN DEL DISCURSO FEMINISTA

Cada determinado tiempo histórico y/o coyuntural renace la conciencia feminista, la búsqueda por ejercer en plena igualdad de circunstancias todo tipo de derechos sociales, culturales, políticos y económicos. En las diferentes “oleadas feministas” se han conjugado en la teoría y la lucha social planteamientos sobre los problemas inmediatos vividos en la cotidianidad del trabajo, las relaciones sociales, familiares y políticas que viven las mujeres. Considero que, aún cuando esencialmente el feminismo surge en el ámbito y lenguaje blanco-burgués; también, en tanto teoría, praxis y discurso ha sido y, espero siga siendo, de resistencia y con un horizonte emancipatorio. Sin embargo, desde la década de los noventa, más o menos, ha cedido su radicalidad crítica. En parte, esto se explica porque se sometió al capitalismo, entendido como “una forma histórica y un sistema de producción. Como un modo de producción social que surge de un tipo particular de acumulación y reproducción que ha producido una red de relaciones entre seres humanos más complicada que cualquier otra en la historia del hombre.” (Rosanda 1973 citada en Enzensberger; 1979:260). Pero este sistema también fetichiza, cosifica y aliena las relaciones sociales y no lo debemos perder de vista. Asimismo, hay que considerar que hay una diversidad de planteamientos teóricos y filosóficos dentro del feminismo, sin embargo, hay una ‘versión’ hegemónica. 

Así, en el presente texto retomo a David Harvey (2007) y Nancy Fraser (2014) para contextualizar sobre la asunción del neoliberalismo, que entiendo como una fase actual del capitalismo y que de acuerdo con Harvey (2007:8) es “ante todo una teoría de prácticas político-económicas que afirma que la mejor manera de promover el bienestar del ser humano, consiste en no restringir el libre desarrollo de las capacidades y de las libertades empresariales del individuo, dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada, fuertes mercados libres y libertad de comercio.”   y el lugar que ocupa el feminismo en este proceso. En un segundo momento, presento la noción de “industria cultural” que desarrollaron Mark Horkheimer y Teodoro Adorno (1998) y que me parece que ante el predominio de la producción y consumo ¿de lo? simbólico es muy importante retomar y recuperar su importancia teórica y vigencia. Asimismo, a través de varios ejemplos, siguiendo el argumento de Veraza (2008), explicaré por qué considero que el discurso feminista es subsumido por la Industria Cultural. 

NEOLIBERALISMO Y SOMETIMIENTO DEL FEMINISMO AL CAPITALISMO

Para David Harvey (2007) el neoliberalismo no sólo es un fenómeno económico, sino también social, político, cultural e ideológico. Desde un enfoque de la lucha de clases, el neoliberalismo significa el triunfo de la clase capitalista-burguesa, entendida aquí en términos de lo que explica el propio Harvey (2007:38) como la élite económica, pues el neoliberalismo trajo consigo un “cambio trascendental hacia una mayor desigualdad social y hacia la restitución del poder económico a las clases altas. Más adelante señala que con el neoliberalismo y la “apertura de nuevas oportunidades empresariales y nuevas estructuras existentes en las relaciones comerciales, han permitido la emergencia de procesos sustancialmente nuevos de formación de clase.” Refiere también los lazos trasnacionales, más allá de una clase capitalista-burguesa nacional, aunque señala que “por cuestiones prácticas todavía tiene sentido hablar de los intereses de la clase capitalista estadounidense, británica o coreana” esto tiene que ver con los intereses económico y corporativos de cada grupo empresarial.  En una perspectiva cultural e ideológica, la victoria del neoliberalismo se refuerza con la promoción del individualismo, la ruptura de lazos de solidaridad social, del miedo neoliberal,[1] el surgimiento y promoción de la ideología neo-conservadora que subsumió diversas luchas emancipatorias, entre ellas, de acuerdo con Harvey (2007), el feminismo y el ecologismo.

Para este autor era necesario construir un consenso o “consentimiento popular” (Harvey; 2007:46) para aplicar las políticas económicas neoliberales privatizadoras; en esa lógica, los medios de comunicación masiva, y más concretamente la Industria Cultural que contiene a la televisión, cine, radio, publicidad, etc., jugaron un papel central. Pero no sólo en el proceso de producción, reproducción y difusión de contenidos informacionales y culturales que sostienen ideologías, sino que, de forma crítica y radical, como lo señala Veraza (2008), como soportes tecnológicos sometidos al capital, como tecnologías que no son neutrales y que se desarrollan en un contexto económico específico y, en tanto ello, hay un empleo capitalista de estos medios. En ese sentido, retomamos este argumento para profundizar sobre la forma en que la Industria Cultural subsume el discurso feminista, más allá de las explicaciones desde lo que se denomina como “posfeminismo”, “feminismo de mercado”, entre otros. 

Nancy Fraser (2014) señala que “el movimiento para la liberación de las mujeres se terminó enredando en una ‘amistad peligrosa’ con los esfuerzos neoliberales para construir una sociedad de libre mercado. Esto podría explicar por qué las ideas feministas, que una vez formaron parte de una visión radical del mundo, se expresen, cada vez más, en términos de individualismo.” Señala que el neoliberalismo planteó la narrativa de empoderamiento de las mujeres y “al invocar la crítica feminista del salario familiar para justificar la explotación, utiliza el sueño de la emancipación de las mujeres para engrasar el motor de la acumulación capitalista.” (Ibíd.)

Esencialmente, el planteamiento de Fraser es que, tras la segunda ola del movimiento feminista, éste perdió su potencial crítico y radical al quedar subsumido por la lógica y el dominio capitalista apuntalando la ideología neoliberal del esfuerzo individual, el empoderamiento, la ruptura del techo de cristal, entre otros. Así, las cuestiones de orden económico y de la lucha de clases, quedaron relegadas. 

Giraldo (2020) hace una extensa e interesante reflexión sobre el “posfeminismo”, “epifenómeno del neoliberalismo, de alcance global que regula la subjetividad femenina en contextos urbanos contemporáneos globales. Manifestación contemporánea de la “colonialidad del poder” respecto a la feminidad.” Este fenómeno cultural e ideológico “simultáneamente incorpora, revisa y despolitiza muchos de los asuntos fundamentalmente avanzados por el feminismo.” (Ibíd.) Así, me parece que sobre el posfeminismo, al que más tarde Giraldo (2020) denominara como un régimen, hay que destacar las siguientes características: 1) la despolitización, 2) la construcción de una nueva subjetividad femenina hipersexualizada, que exotiza la diferencia étnica y de raza, 3) su alcance global, 4) la incorporación de valores conservadores haciéndolos pasar como novedosos, 5) la falsa idea de la libertad de elección, y 6) el planteamiento de que la resolución de los problemas tienen que ver con el individuo y sus decisiones personales, borrando todo tipo de determinación. 

La fetichización del feminismo, que entiendo como una mercantilización de lo que pudo o puede ser un proyecto emancipador ha perdido su potencial en tanto que “la fuerza política del carácter fetichista de la mercancía: los sujetos -sujetas- de la historia, en su conciencia necesariamente falsa, se rebajan a ser objetos de su propio proceso social de vida” (Gandler; 2006:125).  Es así que el feminismo ya definido en su versión neoliberal, como posfeminista o “feminismo de mercado”, es una forma oportunista que se ha adaptado al sistema y que se somete al capitalismo y a su lógica de producción de plusvalor en detrimento de las propias mujeres, aún las que creen estar empoderadas y en libertad de elegir y tomar decisiones. Esta idea del oportunismo y la adaptación la retomo de Rosa Luxemburgo, pues me parece que ilustra muy bien lo que ocurrió con el feminismo tras la segunda ola, como bien lo describe Nancy Fraser. Más adelante describo cómo a través de la Industria Cultural ha sido la mejor forma de adaptar el discurso feminista hegemónico y así generar un consenso.

LA INDUSTRIA CULTURAL Y EL FEMINISMO HEGEMÓNICO

Adorno y Horkheimer (1998) introducen la noción de Industria Cultural para explicar la industria del entretenimiento en el capitalismo tardío. Para estos filósofos, herederos de la tradición marxista, la Industria Cultural supone un “sometimiento radical al capital que abarca el proceso de producción y distribución de productos culturales: cine, radio, TV, revistas, publicidad.” Con ello, la cultura sufre un proceso de tecnificación con la estandarización y producción en serie, así como la repetición del estereotipo y el cliché. Se da un sometimiento total al capital que domestica la crítica e imposibilita la réplica y la rebeldía donde “el ocio se vuelve parte del sistema de producción.” La cultura se fetichiza en tanto que se convierte en una mercancía más, en un producto de consumo. 

La función de la Industria Cultural es la reproducción ideológica y social. Pero Veraza (2008) va más allá, incluso del consumo per se, pues señala críticamente que además de la función de reproducción ideológica, completamente al servicio del capital y del sometimiento a él, la función es no sólo política o económica, sino que es ambas, es decir, que además de la cuestión ideológica, la televisión, yo agrego la Industria Cultural, es económica en tanto que genera plusvalor; así, Veraza señala que el sometimiento es Total. No hay ningún tipo de abandono o rechazo teórico al fundamento de producción del plusvalor tal y como lo explica Marx en El Capital. Crítica de la Economía Política, sino que como lo entiendo en los aportes tanto de Veraza (2008), Adorno y Horkheimer (1998), la producción, distribución y consumo de contenidos culturales está sometida al capital y por tanto abona, en términos ideológicos a la producción del plusvalor. También puede ayudar a la comprensión de este proceso el aporte de Ludovico Silva sobre “plusvalía ideológica” (2017). 

SUBSUNCIÓN DEL DISCURSO FEMINISTA A LA INDUSTRIA CULTURAL

Para desarrollar la cuestión de la subsunción del discurso feminista a la Industria Cultural retomamos a Veraza (2008) y su tesis sobre la “subsunción real del consumo al capital”, en donde expone críticamente la cuestión de los medios de comunicación, específicamente de la televisión y el internet. Explica la noción de subsunción real como una forma de sometimiento real que engloba un conjunto de sometimientos y señala que “el capital puede subsumir ámbitos exteriores al proceso de trabajo. Los sometimientos culturales posibilitan que la gente acepte ciertas formas de racionalidad que son acordes con el capital.” En el planteamiento específico del sometimiento del consumo, Veraza (2008:8) explica que “no hay extracción de plusvalor, pero se garantiza que se explote plusvalor a todo lo largo y ancho del proceso de trabajo local, nacional y mundial.”

En ese sentido, desarrolla su argumento hasta llegar a la cuestión de los medios de comunicación, específicamente la televisión y la publicidad, aunque su planteamiento permite analizar desde esta perspectiva cómo se manifiesta la subsunción real al capital en la Industria Cultural. Explica que esos medios neutralizan la respuesta subversiva contra el sistema capitalista (Veraza; 2008:10), esto ya lo adelantaban Adorno y Horkheimer, al señalar que la crítica negativa se ve neutralizada ante el dominio de la Industria Cultural. Así, para Veraza (2008) la comunicación tiene una función integradora fomentando el consumo capitalista mundial y se vuelve en el factor fundamental del sometimiento globalizado del consumo. No es casual pues que el posfeminismo esté centrado en la producción cultural para así garantizar su éxito.

Explica que “la cultura mundial produce un efecto dual de cohesión y coerción, esto es una unidad enajenada del mundo contemporáneo. La cultura se subordina a las necesidades y funciones de la acumulación del capital” (Veraza; 2008). Por ello, este “régimen posfeminista” (Giraldo; 2020) está completamente sometido al capital y la subjetividad femenina que re-crea no sólo se queda en un plano subjetivo y de identidad, sino también objetivo en el sentido de que a través de los dispositivos ideológico-culturales a los que somete la subjetividad se plantea como meta y función de la existencia el éxito económico, bajo la falsa premisa del empoderamiento, sin cuestionar si en este camino se explota a otras mujeres, como reflexiona Fraser (2014).

Como lo adelantaban Adorno y Horkheimer (1998), Veraza (2008:229) plantea que hay un empleo capitalista de los medios y que no es neutral, “sus efectos nocivos dependen de que ha sido producida dentro de una sociedad en la que las relaciones sociales son de dominio.” 

Los mensajes que emite -la televisión- tanto por su aspecto técnico como por el contexto económico político-empresarial en el que ocurren son valores de uso sometidos o subordinados al capital en los que los contenidos propiamente humanos están distorsionados, coartados, reprimidos. (Veraza; 2008:228).

Hay “un dominio de la psique social por motivos económicos -la realización del plusvalor- motivo político- que las mentes se mantengan sometidas a los requerimientos económicos del capital” (Veraza; 2008:229). En ese sentido, se impulsa una cultura global de subjetividad femenina a través de la Industria Cultural a la que ha quedado subsumido el discurso feminista crítico, impulsando en su lugar su versión liberal y mercantil que es justamente este régimen de subjetividad posfeminista que ha dejado de lado cuestiones como la desigualdad económica y la lucha de clases para centrar la problemática de la cuestión de las mujeres en la toma de decisiones apropiadas para alcanzar las metas del éxito económico y social y, en última instancia, la realización del plusvalor en el sistema capitalista. Y es que 

Este apoyo tecnológico (la tv -la industria cultural-) le permite a la sociedad capitalista contemporánea mantener a la población mejor dominada que si el fetechismo sólo emanara de la circulación de dinero y mercancías o de la presencia dominante del capital y su maquinaria. Al fetichismo que emana del medio tecnológico de comunicación. (Veraza; 2008:233).

Finalmente, me centro en algunos ejemplos que muestran cómo el discurso feminista queda sometido al capital a través de la Industria Cultural, esto no quiere decir que todo discurso feminista quede sometido. La cuestión aquí es que al quedar sometido y fetichizado, en términos de lo que explica Veraza (2008), la versión hegemónica del feminismo canta odas al capitalismo y su sometimiento supone la reproducción del capital, del plusvalor, al tiempo que sigue re-produciendo ideológicamente esa versión útil al sistema. 

WE SHOULD ALL BE FEMINISTS [2]

“Como pueden ver, al fin encontré un final feliz y verdaderamente creo que la felicidad es posible. Aun teniendo 33 años y con un trasero del tamaño de dos bolas de boliche”, esta frase es una de las más icónicas de El Diario de Brigitte Jones(2001) película basada en el libro clásico del género Chick Lit, uno de nuestros primeros ejemplos que muestran esta subjetividad feminista que también fluctúa entre una visión abierta y liberal y la conservadora con relación a los valores tradicionales sobre las relaciones amorosas, sexuales y familiares. Otro ejemplo muy ilustrativo de esta idea de empoderamiento a través del poder adquisitivo, de la “libertad sexual”, de la “libertad de elección” es la serie y película Sex and the City (1998, 2008). 

Una serie más actual que muestra una vida idílica en que las contradicciones de clase están completamente borradas y que parte de la falsa premisa de que las luchas feministas por la igualdad ya se lograron es Dulces magnolias (2020). Narra la historia de tres amigas, una de ellas afroamericana, en la que se observa la ambivalencia entre los valores tradicionales y la emancipación de la mujer, además de la idealización de los roles femeninos en tanto que no se hace ningún tipo de juicio crítico al trabajo de cuidados y doméstico impago, por ejemplo. 

Giraldo (2020) señala que una de las características de la subjetividad femenina impuesta por el feminismo neoliberal es la exotización de la raza y la diferencia étnica, así como la hipersexualización. Los casos más emblemáticos los que encarnan las cantantes y actrices JLo (Jennifer López), Shakira, Beyoncé y las hermanas Kardashian. Llama la atención que en la información de espectáculos se refieren a ellas sexualizándolas y destacando “sus atributos” como el escote (pecho), las piernas, las nalgas y otras zonas erógenas; en cambio, para referirse a mujeres blancas se utilizan adjetivos como “elegante”, “inmaculada”, “angelical”, entre otros.[3]

Aunque Pierre Bordieu ya lo había mencionado en sus estudios sobre la dominación masculina, el tema del male gaze o mirada masculina lo retoman las estudiosas del posfeminismo. Es decir, ser y estar para la mirada masculina, hay que guardar las formas para no parecer ni demasiado sexual, pero tampoco demasiado tímida. En “Existir para la mirada masculina” Pierre Bordieu menciona el caso del uso de ciertas prendas de ropa para diferentes situaciones y contextos, específicamente se refiere al caso de la falda. 

Algunos contenidos de la Industria Cultural ayudan a ejemplificar muy bien este efecto, pero antes de describirlos, enuncio algunos planteamientos de Bordieu sobre el tema. En primera instancia, indica que “la feminidad de la directora ejecutiva debe ser mucho menos femenina que la secretaria. Femenina, pero no demasiado, debe afirmar su autoridad conservando su feminidad sometiéndose a las obligaciones de vestimenta a las que también los hombres se someten (cortes rígidos, colores sobrios, etc.), pero con una ligera sospecha de los detalles femeninos (la falda, el maquillaje tenue).”

Quiero aquí citar dos ejemplos: la película Top Gun (1986) y la serie House of Cards (2013). En la primera, tras verla nuevamente, me pareció que hay una construcción hasta cierto punto feminista de la protagonista interpretada por la actriz Kelly McGillis, pues es experta del Departamento de Defensa de EU, astrofísica experimentada y muy reconocida en su campo, al final de la historia decide continuar con su carrera en ascenso y dejar su romance con el protagonista. Sin embargo, tal y como lo plantea Bordieu, aún cuando tiene un cargo de experta y de mando tiene que mostrar su feminidad y hay una escena icónica al respecto. “Charlie” entra en escena en medio de dos filas de sillas donde reposan los estudiantes de la armada (todos hombres jóvenes), los mejores entre los mejores, camina a paso lento pero seguro. Usa medias negras, en el verano californiano, con línea atrás, zapatos de tacón y una falda recta negra (también conocida como falda lápiz) es la única mujer en la sala, destaca su rubia y voluminosa melena rizada. Más adelante hablaremos de lo que representa la falda, según Bordieu. En el caso de House of Cards se cumple completamente lo que señala Bordieu: las mujeres que tienen acceso al poder por su trabajo en la Casa Blanca visten lo suficientemente femeninas para distinguirse de los hombres, el rasgo distintivo es la falta recta y el tacón muy alto. Un caso icónico de la serie es Claire Underwood (Robin Wright). Con esto también vemos que se repite una y otra vez el cliché de la falda y el tacón muy alto, como una suerte también de fetiche (como el caso de los “Manolos” en Sex and the City, los zapatos Manolo Blahnik de la protagonista).

Bordieu explica que la falda “es un corsé invisible que impone en los modales una atención y una retención, una manera de sentarse, de caminar. También es una suerte de recordatorio, de control profundo y más sutil.” En el caso de la falda recta, icónica en la escena de la película Top Gun referida y como prenda favorita de la señora Underwood en House of cards, se hace complicado dar pasos largos al caminar, son pasos pequeños, un pie tras el otro. Finalmente, Bordieu menciona que existen “disposiciones sociales y culturales de cómo deben ser las mujeres, quienes están más expuestas a existir a través de la mirada ajena y en la medida en que se liberan de la mirada se exponen a ser vistas como masculinas.” 

Además de mostrar diversos ejemplos de cómo la Industria Cultural subsume el discurso feminista, despolitizándolo, convirtiéndolo en una mercancía más al fetichizarlo a través de diversos contenidos y productos como playeras y carteles supuestamente contestatarios, que encubren la desigualdad social y aseguran la producción de plusvalor, hay algunos contenidos que al ‘pelar la cáscara ideológica’ que los recubre nos llevan a descubrir algunas cuestiones interesantes. Por ejemplo, dos películas que se estrenaron en 2020: Mujercitas y Escándalo (sus títulos en español). Ambas películas están situadas en contextos históricos y espacio-temporales distintos, de la primera ha habido diversas versiones cinematográficas, basada en la obra de Louisse May Alcott; la segunda, trata de un caso de acoso sexual en la cadena de noticias Fox News en tiempos de la campaña y llegada a la presidencia de Donald Trump. 

He elegido estas dos películas para ejemplificar que un asunto crucial para las mujeres es la reproducción social de la vida. En el caso de Mujercitas hay un diálogo entre Jo, la joven inquieta que quiere ser escritora, y la Tía March (Meryl Streep), palabras más o menos Jo le dice a su tía que quisiera quedarse soltera como ella y ser escritora, la Tía March, con toda la sinceridad que la caracteriza, le contesta que no puede porque la diferencia entre ellas es que ella -Tía March- es rica y Jo es pobre, necesita asegurar su futuro buscando un ‘buen partido’ (un marido rico). En el caso de Escándaloalgunas de las mujeres en la historia tienen que acceder a las peticiones -favores sexuales- de los directivos de Fox News para poder ingresar o permanecer en la industria y hacerse de un nombre dentro de ella, mantener su trabajo se vuelve central en algunos casos, es eso o caer en la desgracia social y económica.

Fuentes

Adorno, T./Horkheimer, M. (1998). Dialéctica de la Ilustración. Editorial Trotta. España.

Bordieu, P. (2013). Existir para la mirada masculina: la mujer ejecutiva, secretaria y su falda. En línea. Disponible en: https://ssociologos.com/2013/03/31/pierre-bourdieu-la-mirada-masculina-ejecutiva-secretaria-y-falda/?platform=hootsuite

Enzensberger, H. M. (1979). Crítica de la ecología política. Rose y Rose (edit.) Economía política de la ciencia. Editorial Nueva Imagen. México.

Fraser, N. (2014, octubre 1). De cómo cierto feminismo se convirtió en criada del capitalismo. Y la manera de rectificarlo. Debate Feminista50https://doi.org/https://doi.org/10.1016/S0188-9478(16)30133-5

Gandler, S. (2006). “Releer a Marx en el siglo XXI. Fetichismo, cosificación y apariencia objetiva”. En Marxismo Críticohttps://marxismocritico.files.wordpress.com/2012/05/38_releer_marx.pdf

Giraldo, I. (2019, noviembre 15). Posfeminismo / Genealogía, geografía y contornos de un concepto. Debate Feminista, 59. https://doi.org/https://doi.org/10.22201/cieg.2594066xe.2020.59.01

Harvey, D. (2007). Breve historia del neoliberalismo. Akal. España. 

Veraza, J. (2008). Subsunción real del consumo bajo el capital. Editorial Ítaca. México.


 * La autora es doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Adscrita al Centro de Investigación y Docencia Económicas, CIDE, Centro Público de Investigación del Conacyt.

[1] Diversos autores, como Fernández de Rota y Diz (2019) hablan del “miedo y la seguridad como dispositivos de contención conservadora en el neoliberalismo”. Así, surge la noción de miedo neoliberal para identificar diversas prácticas de subjetividad, pero también estructurales, que tienen que ver con diversas acciones de protección y seguridad que llevan a romper lazos sociales y que tienden a separar y magnificar prácticas como la xenofobia, aporofobia, etc. En las zonas urbanas, por ejemplo, se da la separación de barrios y/o colonias de clase alta y media a través de vallas, puentes, etc., así, esta práctica es muy visible en espacios geográficos urbanos. 

[2] Frase impresa en playera de la casa de moda Christian Dior, la frase la acuñó Chiamamanda Adichie, escritora nigeriana. El costo aproximado de esa playera era en 2020 de 710 dólares americanos. 

[3] Ver Dávila, R. (2015) “El cuerpo femenino en la información de espectáculos: la fragmentación como norma y lo erógeno como protagonista” en Gutiérrez et. al. Erotismo, cuerpo y prototipos en los textos culturales. Silla Vacía. México.