¿“TENÍA QUE SER MUJER”?

Desde que tengo memoria, sin importar en dónde me encuentre, vengo escuchando a innumerables automovilistas ofuscados que, ante el menor inconveniente de tránsito, ladran el clásico regaño machista, cargado de desprecio ¡tenía que ser mujer! Gracias a la rebeldía propia de las palabras, hace un tiempo que esa misma reprensión, en otro contexto, a mi parecer, cobra un vuelo y un brillo insospechados por cualquier malhumorado conductor que se pretenda juez y parte en un altercado de tránsito. Es que el gritón posiblemente esté confesando su impotencia (y falta de creatividad) al no tener elementos para enfrentarse con una conducta -cuyas razones ignora- que lo descoloca (y, sobre todo, como si él estuviera a salvo de imprevistos que en algún momento le impidieran cumplir -o incluso cuestionar- las reglas).

Cabe aclarar que empecé a escuchar esas palabras en acento rosarino. Al nombrar a mi ciudad natal, muchos asociarán su nombre con la cuna de Messi o la del Che Guevara, algún patriota la reclamará como “cuna de la bandera” (a lo cual otras, con afortunado humor, corregirán: “cuna de lavanderas” como replica alegre y dignamente una lavandería ubicada en una esquina de esa misma ciudad). 

Lo cierto es que allí hay una mujer que, iniciando el milenio, revolucionó el plan de estudios de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario. Con algo de empeño, es posible encontrar en internet el nombre de la doctora Raquel Madis Chiara, quien fuera decana de esa Facultad entre 1998 y 2006, logrando implantar en 2001 el plan de estudios actual.[1] Claro que la doctora Chiara, comprometida toda su vida, por convicción, con causas sociales (y sin dejarse atar por ninguna bandera partidista), insiste en que ella no es la creadora de dicho plan, sino que ayudó a impulsar -desde un puesto clave al que nunca antes había accedido ninguna mujer- una iniciativa que se debe a muchas otras personas también. En este camino, hace más de dos décadas, la UNR implementó un plan de estudios integral de Medicina que, desde una concepción humilde y honesta de los saberes, entrena a estudiantes en la práctica de escuchar a un cuerpo dotado de emociones, y a mirarlo desde una perspectiva crítica respecto a un medio socioambiental y económico que lo afecta. Un programa que, sin descuidar lo biológico, considera insoslayables los aspectos ético y social. Un cuestionamiento profundo del concepto de “normalidad” y de “salud”.

Tuve noticia de la doctora Chiara por un excelente profesor de aquella Facultad cuyo plan de estudios, a contracorriente de las especializaciones obsesivas, se enfoca en la enfermedad como un hecho social. Así, dejando de lado la costumbre punitiva que versa “si algo en tu cuerpo no funciona como indica la norma, algo estás haciendo mal o lo heredaste de tus ancestros”, la medicina comparece ante la ética y la universidad no cierra los ojos ante la política… La carrera de Medicina en Rosario se atrevió a revertir esa especialización dañina y atomizadora que, desde una mirilla, reduce al ser humano a un órgano enfermo inconexo. En palabras de la exdecana, para ampliar el horizonte del perfil del profesional que requiere la sociedad: 

“ya se ha puesto en marcha el programa de médicos comunitarios que intenta reconvertir a los profesionales ya formados porque no están capacitados para ejercer las acciones de salud que se requieren en el país. El médico en su esquema de formación, que es muy hegemónico, todavía cree que tiene la posibilidad de pensar por el otro. Pero la salud no es sólo vacunas y medicación, sino también saneamiento ambiental, cloacas, trabajo digno, educación…”.[2]

La médica rosarina, antigua directora de la Facultad durante dos períodos consecutivos, debe rondar los 80 años y, además de haberse dedicado desde el inicio de su carrera, sin escatimar recursos propios, a hacer llegar vacunas y sanidad a los lugares históricamente desatendidos, cuenta que se dejó enseñar por otros saberes, por ejemplo, los de comadronas y curanderas. Es esperanzador ver cómo el enfoque de la salud, en un trabajo transdisciplinario comprometido (en diálogo horizontal con filosofía, psicoanálisis, sociología, economía, ecología, entre otras) es capaz de cambiar el rumbo de un enfoque individualista de especialización a uno integral y social cuyo objetivo es el de “humanizar a los futuros médicos”. Ya egresaron varias generaciones de facultativos formados en ese marco -que, por supuesto, siempre es mejorable- en el cual se concibe a la medicina como servicio social y no como un servicio de la sociedad a los intereses privados. Se trata del difícil aprendizaje de la humildad para una profesión tan empoderada que, como recuerda esta médica, es la única ante la cual, hasta el más poderoso, al desnudarse, expone su ineludible vulnerabilidad. Ponemos nuestras vidas en manos de los médicos. 

Claro que esta inquietud no es exclusiva de la Universidad Nacional de Rosario; pero allí, hace más de dos décadas, una mujer directora se animó a cuestionar las normas hegemónicas cambiando el rumbo del programa de formación de los profesionales de la salud. El entorno socioeconómico puede ser decisivo para las condiciones de salud (la alimentación con base en productos industrializados, la contaminación de los suelos y el agua por el uso de pesticidas y fertilizantes, así como la angustia ante la falta de trabajo, son parte de una larga lista de factores muy diversos).

Narro esto porque me parece que, en el México de la cuarta transformación, la política de salud pública está esforzándose por hacer un cambio de rumbo en esa dirección (algo así se vio cuando durante la pandemia, y con el fin de reducir las comorbilidades, se implementó cierto intercambio de saberes en el marco de la “intervención comunitaria” que atendía con mucho respeto a la milpa). Sin embargo, creo que la universidad pública está tardando en acompañarla. Con tantos rectores médicos que hemos tenido en la UNAM, cabe preguntarse por qué todavía ese cambio tan necesario no se produce aquí… Pues, como indicaba la doctora Chiara, en Rosario, hace 17 años:

“Hay ciertos aspectos de la autonomía que son intocables, como la libertad de cátedra, el régimen de concurso y la forma de gobierno, pero hay toda otra serie de acciones de la universidad que tiene que estar acorde a las políticas de Estado. Sin embargo, hay una universidad metida entre muros defendiendo la autonomía, que en este último aspecto termina en aislamiento, sin enterarse de la realidad y de lo que está demandando la sociedad.”

Aunque resuene tan cerca en los actuales reclamos de “autonomía”, no sólo universitaria, sino de los poderes en nuestro México de la 4T, recuerdo a quien me lee que Chiara se refería a una universidad argentina. Pero ¿cómo no leer a la luz de esta descripción, aquí y ahora, la pretendida defensa de “autonomía” por parte de un poder judicial o de un instituto electoral, que -a golpes de medios de información mercenarios- intentan amedrentar a los mexicanos disfrazando de autonomía a su escandalosa trinchera de privilegios? 

Inicié este texto evocando mi ciudad de nacimiento. Si bien nací en Rosario, casi tres décadas más tarde, en la Ciudad de México, renací. Aunque me acunó la Universidad Nacional de Rosario, fui criada por la Universidad Nacional Autónoma de México y -entre patria y matria- encuentro prometedores vasos comunicantes (como esta cita que alude a muros tan significativos, aquí y ahora).

La exdecana de la UNR insta a que, en su ejercicio humilde, los saberes científicos asuman su vulnerabilidad y responsabilidad social (y explica -libre de esencialismos- que su condición de mujer le permite concebirlo así).[3] Al admitir con honestidad las limitaciones y la responsabilidad por la crisis planetaria, el mundo científico debe renunciar a la comodidad de los privilegios a fin de atreverse a explorar alternativas necesarias entre los saberes. 

En este contexto crítico, imagino un diálogo entre la experiencia de la exdecana de la FCM de la UNR y las palabras que escandalizaron, tanto a oídos de derecha como de izquierda, provenientes de una bióloga mexicana. Me refiero a cuando la actual directora del Conacyt, la doctora María Elena Álvarez-Buylla, puso el epíteto de neoliberal a determinado ejercicio hegemónico de la ciencia que hace alarde de ser “apolítico” mientras usa recursos públicos para servir a intereses privados. Las palabras de Álvarez-Buylla, a luz de las enseñanzas de Chiara, no hacen sino señalar la funcionalidad y complicidad política que ha tenido el ejercicio científico hegemónico para un sistema productor de los males que -siguiendo el método del Barón de Münchhausen- se exige a esta misma ciencia remediar. Como aquel valiente que se atrevió a decirle al rey que iba desnudo, desde lugares clave, tanto Chiara como Álvarez-Buylla pusieron al descubierto la responsabilidad moral de no seguir confundiendo autonomía con cotos de poder, o servicio público con entreguismo a los poderes fácticos.

A la luz de este diálogo imaginado, respondiendo a la pregunta que da título a estas reflexiones: para atreverse a hacer oír lo inaudito, es decir, cuestionar la normalización de aquello que todo un sistema meritocrático y punitivista se esfuerza por perpetuar como única realidad posible, mostrando a la vez que es tan factible como urgente señalar las mezquindades, compromisos políticos y prepotencias del saber hegemónico, Raquel Madis Chiara y María Elena Álvarez-Buylla, ¡tenían que ser mujeres!


* Texto no apto para quienes se desgarran las vestiduras ante la expresión “ciencia neoliberal”. Aprovecho a agradecer al Dr. Carlos Alberto Martínez, profesor con enorme vocación docente de la FCM de la UNR, que me ha hecho conocer el nombre y obra de la Dra. Chiara.

[1] Puede verse su foto junto a la de los otros decanos en https://www.fucimed.org/actividades-ampliada.php?id=186

[2] Entrevista realizada por Adrián Gerber en el diario La Capital, 13 de marzo de 2005 https://archivo.lacapital.com.ar/2005/03/13/ciudad/noticia_178685.shtml

[3] Lejos de “mujerismos”: basta señalar que el actual poder judicial está presidido por la prepotente Norma Piña quien, tomando al pie de la letra su nombre de pila, cree encarnar la Ley…