¡GRACIAS!, EL LIBRO DEL PRESIDENTE

El Presidente López Obrador ha escrito un libro voluminoso pero ameno e interesante. En él ha volcado toda su imaginación, memoria y destreza política, de manera que, en más de un sentido, puede considerarse su testamento político. Por eso es necesario leerlo, más allá de filias y fobias, como un documento indispensable para comprender la historia reciente del país. 

Por supuesto, no se le puede pedir imparcialidad a un contendiente político del tipo del Presidente. Pero sí hay objetividad y mesura, tal vez más de la que sus adversarios esperaban, de tal forma que ¡Gracias! no es un panfleto en ningún sentido de la palabra. A lo largo de las casi 500 páginas se presentan argumentos y, en muchos casos, documentos que sustentan lo afirmado. En cuanto al estilo, lo que priva es el tono pedagógico pues está dirigido, preferentemente, a los jóvenes. 

El libro es, en primer lugar, una crónica política del presente. De la mano del autor asistimos a los hechos más sobresalientes de la historia reciente del país: la privatización neoliberal de los bienes públicos durante el salinato, los fraudes electorales de 1988 y 2006, las primeras experiencias de gobierno de la izquierda, el alzamiento zapatista de 1994, la defensa de la industria petrolera, el desafuero contra López Obrador, el crimen de Ayotzinapa, etc. 

Pero se trata de algo más que una simple crónica. Siguiendo el orden establecido de la narración, es posible ir desgranando las ideas que conforman el imaginario político del Presidente: que “el PRI ya no tenía remedio” desde inicios de los años ochenta, que “lo imprescindible era acabar con el régimen antidemocrático de corrupción y privilegios”, que es necesario evitar “el radicalismo sin ton ni son evadiendo el acoso y la provocación” y que los dirigentes “nunca deben dejar de convivir con el pueblo ni de recoger sus sentimientos”, por citar sólo algunos ejemplos de convicciones que se formaron con las experiencias específicas de lucha en las que participó el Presidente  desde joven. Porque aquí lo formativo es, ante todo, la experiencia política: de allí salen las enseñanzas que el autor pone al servicio de las nuevas generaciones y de sus lectores en general. 

Y de esta experiencia, forjada en casi medio siglo, es de donde también sale el programa de gobierno, sintetizado en cuatro ideas fundamentales en la página 231 del libro: “rescatar las instituciones políticas del Estado, cambiar el modelo económico, moralizar al gobierno y crear una nueva corriente de pensamiento”.

Justo en la última de estas cuatro tareas el libro toma mayor vuelo. Porque una de las cosas más importantes del texto es la clarificación del proyecto denominado Cuarta Transformación y los aportes para la caracterización de lo que el autor denomina “humanismo mexicano”. Aquí se va a lo hondo. La crisis del país ya no sólo se caracteriza como económica y política sino también como crisis moral (e intelectual), de tal forma que es necesario ofrecer otras ideas y generar una “revolución de las conciencias”, ambas basadas en la reserva moral que constituyen las clases más pobres del país, sobre todo las comunidades indígenas. Allí está el corazón del proyecto, enunciado en la página 305 del libro: “insistir en la necesidad de impulsar cambios éticos para transformar México” y, más puntualmente, abatir la corrupción que convirtió al Estado en “un mero comité al servicio de una minoría”, para sacar a millones de mexicanos de la pobreza. 

¿De qué fuentes ha surgido este nuevo “humanismo mexicano”? La pregunta se responde en el capítulo 19, que por esto se vuelve también uno de los capítulos centrales del libro. De acuerdo con esto, habría cuatro fuentes o “reservas morales” para el cambio ético: la antigua concepción comunitaria en la explotación de la tierra, el añejo principio de la ayuda mutua, el espíritu libertario del pueblo mexicano y la innata inclinación de los más pobres hacia la  honestidad. Tenemos, además, nuestra herencia política, la dejada por las vidas ejemplares de Hidalgo, Morelos, Juárez, Flores Magón, Madero, Zapata y Villa, de quienes el Presidente tiene una idea bastante decantada e informada, nutrida de fuentes primarias y de los estudiosos de cada caso (como lo demuestra en las citas a documentos y libros).

Finalmente, hay que decir que de los veinte capítulos del libro, el que tiene un estilo más sobresaliente es el primero: “de Tepetitán a la Ciudad de México”, donde se recrean los primeros años de la larga vida política del Presidente. Incluso, movido por la nostalgia, se raya en lo poético, como cuando se dice que en el trópico “los ríos se desbordan, el cielo es proclive a la tempestad, los verdes se amotinan y el calor de la primavera o la ardiente canícula enciende las pasiones y brota con facilidad la ruda franqueza”. También es destacable este capítulo por las referencias a las primeras influencias que recibió el Presidente en una ambiente, el de la UNAM en los años sesenta, caracterizado por la lucha social y el magisterio marxista de profesores como Raúl Olmedo (con quien el Presidente leyó el ¿Qué Hacer?, de Lenin).Así pues, ¡Gracias! es una crónica política del presente, una clarificación del proyecto  del Presidente, un balance sexenal  y un rastreo de las raíces ideológicas, teóricas y políticas de la llamada Cuarta Transformación. Podemos estar o no de acuerdo con el autor, pero lo cierto es que aquí hay sustancia, conocimiento de la historia mexicana y posicionamiento político, además de una guía que proporciona las coordenadas de lo que sigue. Me parece que propios y extraños deberíamos leer y discutir esta propuesta.