Para apreciar globalmente el importantísimo fenómeno que es el muralismo mexicano del siglo xx hay que tomar en cuenta no solo la producción de superior calidad estética de los principales maestros, sino también aquellas que realizaron por todo el país pintores con otros talentos y otras capacidades de invención, tratando de atar en imágenes: tradiciones, historia, ideología, rebeldías y anhelo colectivos del pasado y del presente, con la evidente finalidad de educar al espectador en sentido cívico.
Decía Siqueiros en una conferencia, ofrecida el 10 de diciembre de 1947 en el Palacio de Bellas Artes, que los muralistas mexicanos agregaron a su concepción revolucionaria mexicana un concepto universal de los problemas. Pero la mayoría de quienes siguieron a los iniciadores del muralismo en verdad pusieron énfasis en un nacionalismo muchas veces esquemático, pintoresco y aún oficialista. La versión artístico-visual de grandes asuntos, que preocupaban a hombres de muchos países, fue casi siempre sustituida por episodios y anécdotas locales. Esto llevó a Siqueiros a pronunciarse, desde los años treinta, en contra del folklorismo, el indigenismo, el arqueologismo y al chauvinismo; no aceptaba que en las composiciones murales prevaleciera lo circunstancial y lo regional, y que de manera acrítica se idealizara al indio y al campesino, pues por ahí el arte público terminaría sometido al flujo y reflujo de la demagogia oficial así como a un deleznable oportunismo, siendo el peor de todos el ser “valiente con los muertos y cobarde con los vivos”.
Dijo Siqueiros en mayo de 1934: “El movimiento mexicano es un movimiento utópico en el camino hacia la pintura revolucionaria. De sus errores tremendos y frecuentemente repetidos podemos sacar algunas lecciones útiles”. Muchas lecciones útiles fue obteniendo en su transcurso el muralismo mexicano; pero con demasiada frecuencia no supo evadir el estancamiento, uno de cuyos principales lastres fue la historicidad ilustrativa, la cual fue practicada desde fines de los años setenta por varios artistas del movimiento chicano en los Estados Unidos.
Memoria, número 36, octubre de 1991.
Raquel Tibol (Argentina, 14 de diciembre de 1923-México, 22 de febrero de 2015)
Raquel Tibol fue una de las figuras claves del arte y la cultura en Latinoamérica. Desde su llegada a México en 1953 se incorporó a los medios culturales del país, convirtiéndose en un referente en la crítica del arte, la difusión y la promoción de la cultura. Dentro de los numerosos artículos que publicó en vida destaca la participación que tuvo en la revista Memoria, de la cual fue integrante destacada de su comité editorial. En las páginas de esta revista Tibol plasmó importantes reflexiones sobre el muralismo mexicano, las características de las corrientes estéticas y en torno a problemas de la cultura en México. La intensidad de sus colaboraciones se ve reflejada en más de 50 artículos de su autoría que aparecieron en las páginas de Memoria, en donde además seleccionó las ilustraciones que acompañaron más de 30 números de la revista.