HACÍA FALTA YA UNA HUELGA FEMINISTA, UNA VERDADERA

El 8 de marzo (8M) en España fueron las manifestaciones masivas en más de 60 ciudades, las camas sin hacer, los bicipiquetes, los comercios cerrados, los periodistas varones sin maquillar, los mandiles colgados en los balcones, las clases sin sus estudiantes, las decenas de puntos de cuidados en los barrios donde las madres podían dejar a sus peques. El 8M es lo que hubo antes, todo el proceso previo de organización y contagio. Y es lo que viene después. Porque algo se ha prendido. El feminismo español se ha impuesto en el debate público, politizando a muchos sectores de mujeres la semana previa e incomodando a sindicatos y partidos, que en el último momento quisieron sumarse al carro con maniobras torticeras.

Una huelga inusual

La Comisión del 8M, un espacio asambleario, independiente de partidos y sindicatos, había lanzado un órdago: Haremos una huelga feminista de 24 horas. Y sucedió.Se trataba de una huelga inusual. El objetivo no era contabilizar el número de mujeres que ese día dejarían de cotizar y renunciarían a su sueldo. El reto estribaba en hacer púbico un debate viejo entre las feministas: “Si las mujeres paramos, se para el mundo”.

Si queríamos que las mujeres pensionistas, las becarias precarias, las paradas, las estudiantes, las cuidadoras, y tantas otras que no pueden hacer huelga en los términos tradicionales estuviesen incluidas en esta lucha, el sujeto político no podía ser el asalariado. Por eso, la Comisión del 8M hizo un llamado a una huelga multidimensional. Sería una huelga laboral, contra los techos de cristal y la precariedad laboral. Pero también una huelga de cuidados para hacer visibles esos trabajos que nadie quiere reconocer, ya sea en la casa, mal pagados o como economía sumergida y para exigir que los hombres también tienen que asumirlos. Era también una huelga estudiantil, que interpelaba al estudiantado y al profesorado para que, en lugar de ir a clase, ese día saliesen juntas a tomar las calles. Y, por último, una huelga de consumo. El 8M, las mujeres tendrían que llevarse el tupper de casa; cocinarían el día anterior, ¡que en el 8M, la cocina también estaba en huelga!

El desconcierto entre los sujetos políticos hegemónicos estaba servido. ¿Una huelga más allá de lo laboral?, ¿y los sindicatos qué papel tendrían? ¿Una huelga sólo de mujeres?, ¿y los hombres qué harían entonces? “Todo el rato nos llevaban a la huelga tradicional, cuando se trataba de hacer algo nuevo. A los sindicatos costaba entenderlo; las señoras en las charlas lo veían rápidamente”, me cuenta Haizea, de la Comisión del 8M.

Los sindicatos mayoritarios, la Confederación Sindical de Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadores, convocaron a paros de dos horas, mientras que CGT y la Confederación Nacional del Trabajo apostaban por las 24, tanto para hombres como para mujeres, “una huelga sólo de ellas es inconstitucional”, alegaban. No entendieron enteramente el significado de este 8M. Pero todos acabaron hablando de la huelga feminista. Objetivo cumplido.

Afortunadamente, hubo hombres que no se sintieron amenazados sino orgullosos de sus compañeras huelguistas, y que encontraron su lugar en este día: ocuparse de los trabajos de cuidados en casa y organizar diversos puntos de cuidados comunitarios, como el del centro social La Ingobernable, donde dinamizaron actividades para pequeños y ofrecieron una comida popular para las huelguistas.

Efecto dominó

Muchas mujeres dudosas decidieron hacer huelga a última hora. Fue el deseo de que las cosas cambien, sentirse manada empoderada. El sector más sonado, como no podía ser de otra forma, fue el de las periodistas. En cuestión de días redactaron su manifiesto #LasPeriodistasParamos.

Dos mil quinientas periodistas y comunicadoras se fueron sumando a través de alguien de confianza a un grupo de telegram que aún sigue vivo. Camarógrafas, correctoras, activistas de medios alternativos y grandes grupos mediáticos. Periodistas de todos los pelajes hablando de techo de cristal y de transfeminismo. Julia Montero, directora de un programa en Onda Cero, anunciaba en el grupo que haría un paro de horas, “¡Qué demonios! –diría más tarde.– Cancelo mi programa”. Otras presentadoras de programas televisivos matutinos con gran tarjet de audiencia también harían huelga casi en el toque de queda. Por primera vez en la Sexta (canal digital “La tele de la gente”) no hubo mujeres presentando informativos.

El otro efecto-contagio que viví de cerca fue en el colegio donde mi socia de cooperativa lleva a sus hijos, y donde hemos participado en el diseño de un patio coeducativo. La bola de nieve corrió así. Como el comunicado de la Comisión del 8M hacía un llamado a la huelga en los centros educativos, varias madres promovieron una reunión informativa para pensar juntas cómo sumarse. Fueron pocas, pero a una semana de la huelga, se organizaron, entraron en todas las aulas a dar talleres de género e hicieron un cómic con recomendaciones socarronas para mujeres y hombres que se hizo viral y levantó alguna que otra ampolla. También hubo una recogida de niños el día de la huelga, pero eso ya fue cosa de los padres. “Feminismo, manifestación. No más machismo, por favor”, era el cántico propio de un grupo de niñas de seis y siete años que salieron juntas desde el colegio.

Hagamos genealogía feminista

La llama feminista de esta huelga se prendió por un cúmulo de factores y de forma inesperada, cierto, pero las condiciones para que este fuego ardiera no surgieron de la nada. Es imprescindible hacer genealogía feminista para reconocer cómo los procesos se cocinan a fuego lento y entre muchas. El feminismo no supone una moda: hay una lucha internacional que lo nutre y sostiene, y que responde a una serie de ataques sistemáticos contra los derechos de las mujeres.

En octubre de 2016, el brutal asesinato de la argentina Lucía Pérez conmocionaba al mundo, las argentinas convocaban a un paro nacional que se replicaba en más de 50 ciudades; #NiUnaMenos se hacía viral.

El 25N de aquel año llegaba cargadito: cinco feminicidios en poco tiempo. La indignación fue el motor en las calles. En esa coyuntura nacía la idea de organizar un paro internacional de media hora el 8 de marzo del año siguiente. “Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”, sería el lema de 2017, en un esfuerzo por unir la lucha contra las violencias machistas con los derechos económicos y laborales. Antes se habían organizado videoconferencias con traductoras donde participaron más de 50 mujeres de Argentina, Perú y España, me cuenta Haizea. Las polacas, que en octubre habían ganado una batalla contra el aborto, también fueron parte activa. Luego llegarían las Women March cuando Trump subió al poder y, más tarde, el MeToo.

En este efervescente contexto internacional, la Comisión del 8M se vino arriba, “HaciaLaHuelgaFeminista” era ya un reclamo en firme. Las asambleas multitudinarias que se celebran mensualmente en Madrid durante un año se desbordan; hay que buscar nuevos lugares. Y los encuentros estatales para dar forma al manifiesto y reforzar la estructura interterritorial, rebasan las expectativas. Más de 400 mujeres acuden al segundo encuentro en enero de 2018.

Hay un esfuerzo titánico por no olvidar a nadie. Tal es el interés por construir en común que debates que pueden resultar muy polémicos, como prostitución o maternidad subrogada, quedan fuera. Si alguien plantea una carencia, se busca una solución creativa. Es lo que ocurre tras un videofórum en un centro social madrileño que no es accesible: de ahí sale el reclamo “no estamos todas, faltan las cojas”. Se genera una hoja de ruta de centros sociales accesibles y se crea una comisión, la de accesibilidad.

En la Comisión del 8M se llegan a crear 11 comisiones que operan en 25 ciudades. Bebiendo del espíritu quincemayista, se crea una comisión de dinamización para asambleas y también una de acogida. La comisión de enlace se encarga de llevar a los barrios y pueblos la huelga, a través de charlas y puntos informativos. En Madrid se llegan a colocar puntos informativos en más de 15 mercados a finales de febrero y se organiza el Eventazo, un día de conciertos y charlas que vuelve a ser llenazo y continúa engrasando un deseo y una convicción: la huelga es ya una realidad.

El feminismo es ahora mismo un significante en la agenda pública. Aprovecharemos este clima para hablar de medidas concretas que comprometan a todos los sujetos políticos que sacan pecho. El próximo 8M está a la vuelta de la esquina, y la Comisión del 8M ya ha fijado su próxima asamblea.


* Periodista y formadora. Licenciada en periodismo y diplomada en el máster internacional de estudio de las mujeres, feminismo y descolonización. Es socia fundadora de Pandora Mirabilia, donde tiene amplia experiencia en la formación con metodologías participativas.