En una sociedad donde la desigualdad y la violencia son agobiantes, donde se violan de forma sistemática los derechos humanos y se negocian impunidades urge retomar la palabra y hacer del conocimiento un arma de compromiso con la sociedad y sus causas justas.
La política y las calles. Resistencias y continuidades en Oaxaca, del investigador oaxaqueño Eduardo Bautista, tiene este propósito de compromiso en el anhelo de un proyecto democrático, plural e incluyente que apunte a la recomposición institucional y al restablecimiento de las formas de convivencia social.
En una exposición de cuatro capítulos, el autor analiza el ajuste y la continuidad de las estructuras de dominación local, de las rupturas y diversas expresiones de indignación y desencanto que irrumpen y se multiplican en los espacios públicos. Sin embargo, sus páginas deben leerse a partir de coordenadas de mayor alcance: con relación a los procesos de la vida nacional y global; de lo contrario, quedará atrapada en la sola contingencia, en la mera anécdota de hechos aislados.
La visión del autor resulta fundamental sobre todo si consideramos que ha dedicado esfuerzos desde hace varios años al análisis de un contexto local dominado por el autoritarismo, presente en largos periodos de la vida política de Oaxaca. El desgaste de la dominación política, vinculada a la poca o nula credibilidad de quienes gobiernan, de gremios y partidos políticos, al incumplimiento de la ley, o su aplicación facciosa ponen en evidencia una crisis institucional que el investigador señala como la nueva normalidad política que se vive y respira en los rincones de la vida cotidiana de mujeres y hombres.
Así, la política ha desbordado los límites de los espacios institucionales como posibilidad de cambio y se ha trasladado a las calles en denuncia y exigencia. Las calles, menciona el autor, son el contrapeso a la centralización desmedida de las formas autoritarias del poder político, y atestiguan expresiones de protesta legítima, pero también de intereses particulares, caciquiles y ajenos a cualquier forma de lucha social; hay desde quienes buscan como parte de su estrategia la manifestación pacífica hasta quienes buscan la confrontación directa, o la vía armada como expresión de inconformidad e indignación.
Los muros de los edificios contienen imágenes dinámicas que transgreden y transforman el espacio visual y discursivo. Los reclamos apuntan a la defensa de los derechos humanos, de los recursos naturales, de la educación pública, de voces en favor de la libertad de los presos políticos, de los derechos sexuales y reproductivos, del repudio de la acción o inacción de quienes detentan el poder.
Se trata de una política considerada ya no como un sistema rígido de normas sino como expresiones menos formales, más espontáneas y con una gramática de solidaridad popular que evidencia las contradicciones propias de un poder político en progresiva descomposición que no alcanza a comprender las dimensiones de un problema que ha rebasado no sólo las fronteras políticas sino las de lo humanamente aceptable, como recalca el autor.
Observamos que la creciente recurrencia a los aparatos de seguridad pública, el ejército, la gendarmería y policías en sus diversos niveles, está culminando en acontecimientos cada vez más trágicos y que aumentan la interminable lista de muertos, heridos y desaparecidos, la cual va más allá del número 43, ante la represión abierta cuyo objetivo estriba en propagar el miedo y descalificar las causas de una ascendente inconformidad social.
Las referencias para el análisis en la obra son las luchas de los pueblos indígenas, las expresiones locales de movimiento juveniles como el #YoSoy132, las protestas poselectorales de 2012, las expresiones de indignación y solidaridad ante la desaparición de los 43 estudiantes de la escuela normal rural de Ayotzinapa, Guerrero, en 2014, y –cual constante– la persistencia del activismo de la Sección 22 del magisterio disidente oaxaqueño como uno de los grupos de intermediación de mayor relevancia entre las comunidades oaxaqueñas y la clase gobernante.
En esta variedad multicolor de actores, la objetividad del autor se torna evidente al señalar que los procesos de protesta pública se han institucionalizado, al menos para el caso del movimiento magisterial. Si bien no hay otro gremio con poder de convocatoria tan extenso, es necesario situar en el centro de las exigencias la defensa de la educación pública con una estrategia renovada de alianzas hacia el exterior con perspectiva de largo plazo. Lo anterior, considerando que el ejercicio de autocrítica como herramienta resulta imprescindible para renovar las resistencias, sobre todo cuando se trata de sumar a la sociedad y no separarse de ella.
La propuesta de Eduardo Bautista apunta a recuperar la política como posibilidad de diálogo ante la pluralidad y diversidad humanas, de recuperar el arte de la política desde abajo, como resistencia y posibilidad de cambio. Los hechos violentos no son más que la evidencia de la negación del diálogo, las decisiones a través del ejercicio de la fuerza, de la negación de la diferencia y el reconocimiento del otro, de la negación de la vida misma.
La obra del investigador está en contra de un olvido colectivo; busca recuperar la memoria histórica, sobre todo si consideramos que el libro se escribió en el marco de la primera década del movimiento social de 2006. Las múltiples violaciones de los derechos humanos registradas con mayor frecuencia a partir de aquel año han quedado cubiertas por el manto de lo impune con la responsabilidad del Estado y los crímenes de lesa humanidad, como denuncia de manera expresa el informe ¡Ya sabemos! No más impunidad en Oaxaca, de la Comisión de la Verdad.
La interpretación del libro no está terminada, pues deja puntos suspensivos para el análisis de un contexto que nuevamente presenta reacomodos de personajes y grupos producto de la herencia autoritaria del poder local, desacreditados ya desde hace tiempo.
Dicho escenario político se reconfigura de manera evidente a la continuidad de la verticalidad y rigidez ante el entusiasmo mediático por las políticas e interés del gran capital de la burocracia que arribará al poder durante los siguientes seis años. Se trata de una clase política que nunca se fue de Oaxaca ni transitó a ninguna parte en el sexenio denominado “de alternancia”.
De ahí la necesidad de abrir nuevos campos de la subjetividad como posibilidad de vincular a los actores y sus capacidades de agencia, de reflexión, de pensar otros mundos que cuestionen la evidencia del mundo dado, recuperando el habla y la memoria que nos recuerda que el silencio y la indiferencia favorecen el abuso del poder público y la impunidad para una minoría.
Por tanto, el libro insiste en que los cambios no pueden quedar en mano de una sola persona ni de pequeños grupos de poder. La construcción del presente y del futuro corresponde a todos, y el reto es colectivo –enfatiza Eduardo Bautista–. La lucha en las calles y la creación de otras formas de convivencia, de ideas, emociones y lenguajes ponen en evidencia que la diferencia no es sinónimo de fragmentación ni huye a formas de unidad y solidaridad. Por ello hay que comprender la situación actual como una oportunidad de apertura para nuevos caminos hacia una democracia plural e incluyente.
Bautista Martínez, Eduardo, La política y las calles. Resistencias y continuidades en Oaxaca. Miguel Ángel Porrúa/Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, México, 2015.