PERCUTOR DE UNA ÉPOCA: PENSAMIENTO CRÍTICO

Corrían los primeros años del huracán de la revolución cubana y era febrero de 1963 cuando quedaba constituido el Departamento Central de Filosofía de la Universidad de La Habana, ante el vacío dejado por la fosilizada cátedra de tan vetusta disciplina de la academia, que ya no volvió más tras la reforma universitaria de 1961. El grupo de jóvenes que enseñaría filosofía marxista a las carreras universitarias iría no sólo a un nuevo espacio en la calle K1 sino que constituiría un nuevo modo de investigar, leer y enseñar. Con ellos llegaba el color del uniforme vede olivo, el olor de la cuartilla alfabetizadora y de la carabina de la Sierra, de Girón, de los milicianos que desde el compromiso práctico pretendían llegar a la teoría y poner otros sentidos a los libros y a los modos de educar. El manual se hizo indócil; y el dogma, impugnado. Comenzó a abogarse por modos in-disciplinados (diríamos hoy) de filosofar. La revolución con sus cuatro años de vida ya había conocido en su interior embestidas sectarias.

La tendencia revolucionaria, sin saber al dedillo la doctrina, presentía el saber que la nueva práctica conseguía a diario; y si la teoría pretendía, el acto afinaba la mirada. Se imprimieron textos urgentes para las clases. Llegaron ideas de otras latitudes amparadas por actos revolucionarios en África y el continente americano. Los talleres de la antigua rotativa Omega, donde se imprimían las revistas estadounidenses Selecciones y Life en español, vieron salir con el sello Ediciones Venceremos El capital, de Karl Marx (en tres tomos), los primeros textos de Althusser que se dieron a conocer en Cuba, y Los condenados de la Tierra, de Frantz Fanon, entre muchos otros títulos. En la decisión de estos nuevos planes editoriales participaban, junto a otros, Fidel, Raúl, el Che, Osvaldo Dorticós,2 Blas Roca y Emilio Aragonés.3

Fidel comenzó a visitar a los jóvenes profesores del departamento, retándolos –y tal vez buscando en el pensamiento disruptor–; otros modos de avalar las ideas de una revolución más alta que las palmas. Las disconformidades surgidas con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (urss) desde la Crisis de Octubre,4 sostenidas en estos años con la regeneración de la tendencia sectaria en el partido, con la microfracción, liderada por Aníbal Escalante, la creación del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, fueron entre muchas otras razones estímulo para pensar y volverse a otros referentes de la teoría. Era “la hora de los hornos”, como citara el Che a Martí, y no debía verse “más que la luz”. El 7 de diciembre de 1965 se creó Ediciones Revolucionarias; y en 1966, el Instituto Cubano del Libro. En 1966, a partir de los profesores de filosofía, nació también El Caimán Barbudo y en 1967 salió de imprenta el primer número de la revista Pensamiento Crítico, cuyos 50 años conmemoramos en estas fechas.

Como dijera José Martí, si “de pensamiento es la guerra mayor que se nos hace, ganémosla a pensamiento”; y a ello venían los jóvenes creadores del proyecto editorial de constituir una revista con un rótulo tan sugestivo en aquel entonces como gastado hoy. No era sólo carencia de textos en la universidad, y Fidel Castro lo sabía. El pensamiento vivo que se correspondiera con nuestro estar-siendo, el texto fustigante, que como escalpelo segaba las verdades instaladas como evangelio, eran auxilio y urgencia premonitoria. La descolonización africana, el así denominado “Tercer Mundo”, la Revolución con mayúscula, el antiimperialismo, la lucha armada, la guerra de guerrillas, el antioccidentalismo partícipe, la desmentida del racismo, el nuevo lugar de Cuba para todo el sur, hacían notar que el sujeto del cambio ya no estaba en el norte, como reconociera Jean-Paul Sartre en 1961 en el prefacio a Los condenados de la Tierra, de Frantz Fanon.

Por aquellos años se desarrolló en La Habana la Primera Reunión Tricontinental de Solidaridad Revolucionaria, entre el 3 y el 15 de enero de 1966.5 Se escucharon voces diversas; entre ellas: las de Salvador Allende, de Chile; Amílcar Cabral, de Cabo Verde; Luis Augusto Turcios Lima, de Guatemala; y Rodney Arismendi, de Uruguay. El encuentro dejaba claro que “el principal reducto de la opresión colonial y de la reacción internacional es el imperialismo yanqui, enemigo implacable de los pueblos del mundo” y, por tanto, enfrentaba críticamente “todas las formas de dominación imperialista, colonial y neocolonial, acaudilladas por el imperialismo yanqui”. Entre sus reclamos se afirmaba la necesidad de expulsar de la vida cultural de sus países las manifestaciones del espíritu imperialista, se reclamaba solidaridad y radicalidad en la lucha emancipadora del sur. Un año después, en agosto de 1967, se realizó el encuentro de la Asociación Latinoamericana de Solidaridad, que colocaba el debate en la lucha armada y la guerra de guerrillas, sobre todo.

En estos dos encuentros, los jóvenes profesores de filosofía, redactores de la revista creada, ocuparon un espacio participativo. Con ellos, la atención se ponía en la riqueza teórica de las nuevas prácticas. Las coordenadas quedaban en Cuba y el Tercer Mundo, y no tanto en Europa. Ésta fue coyuntura favorable para compartir y discutir con representantes de los movimientos revolucionarios y reconocer la necesidad de aprehender teóricamente una praxis revolucionaria.

Mientras ello sucedía, la batalla de pensamiento se apresuraba frente el auge rebelde dado en Nuestra América, y también frente al boom en la literatura y los escritores de la región. Para la CIA y Occidente, con EUA de por medio, la guerra cultural estaba clara. El ya gastado proyecto de la revista Cuadernos, del Congreso por la Libertad de la Cultura creado en 1950, abría una nueva empresa: la revista Mundo Nuevo, con la participación de escritores y poetas latinoamericanos.6 Este proyecto, en apariencia con noble propósito, contaba con fondos de Langley, manejados por la Fundación Ford, dato revelado por el New York Times. El nuevo plan se hacía antagonista de otra revista que ganaba prestigio en cada salida: Casa de las Américas. (Mundo Nuevo, dirigida por Emir Rodríguez Monegal, por curiosa e inconexa coincidencia vivió los mismos tiempos que la habanera Pensamiento Crítico).

Fue 1968 un año sobrecargado, para el mundo y para Pensamiento Crítico. Si el tiempo no lo contáramos por meses y días, se nos antojaría empezar el nuevo lapso con la muerte del Che, en Bolivia, en octubre de 1967, lo cual más que una fecha fue un suceso que marcó un tiempo. Los primeros días de enero vieron reunirse el Congreso Cultural de La Habana a intelectuales de más de 70 países, y una vez más se debatió sobre el papel del intelectual revolucionario y el lugar de la cultura en los procesos revolucionarios y de liberación nacional. Aquí se reivindicaron la lucha armada y la defensa de Cuba, de Vietnam, y se aclamaron la figura y el ejemplo del Che Guevara, asesinado en las selvas de Ñancahuazú.7

En el número del 12 de Pensamiento Crítico, de enero de 1968, en las primeras páginas los redactores advertían del peligro del imperialismo estadounidense en la guerra de recolonización cultural, y decían: “Llamamos a los escritores y hombres de ciencia, a los artistas, a los profesionales de la enseñanza, y a los estudiantes, a emprender y a intensificar la lucha contra el imperialismo, a tomar la parte que les corresponde en el combate por la liberación de los pueblos”. A continuación se reproducía el discurso de Fidel en la clausura del congreso el 2 de enero, donde refirió la trascendencia del encuentro, habló de Vietnam, de Regis Debray, del Che Guevara y de la muerte del sacerdote guerrillero Camilo Torres Restrepo. Allí Fidel afirmaba: “No puede haber nada más antimarxista que el dogma, no puede haber nada más antimarxista que la petrificación de las ideas. Y hay ideas que incluso se esgrimen en nombre del marxismo que parecen verdaderos fósiles”. Y con seguridad reconocía que el marxismo “necesita desarrollarse, salir de cierto anquilosamiento, interpretar con sentido objetivo y científico las realidades de hoy, comportarse como una fuerza revolucionaria y no como una iglesia seudorrevolucionaria”. Fidel se preguntaba por las paradojas de la historia. Si con Camilo Torres veíamos a sectores del clero volverse fuerzas revolucionarias, “¿vamos a resignarnos a ver sectores del marxismo deviniendo fuerzas eclesiásticas?” Y, al mismo tiempo, admitía: “Esperamos, desde luego, que por afirmar estas cosas no se nos aplique el procedimiento de la ‘excomunión’ (risas) y, desde luego, tampoco el de la ‘Santa Inquisición’; pero ciertamente debemos meditar, debemos actuar con un sentido más dialéctico; es decir, con un sentido más revolucionario”.

Pero 1968 fue también el año de publicación de El hombre unidimensional, Eros y civilización, de Herbert Marcuse; Piel negra, máscaras blancas, el primer libro de Fanon, escrito en 1952; y el diario del Che, entre tanta otra novedad de importancia filosófica. Fue el del Mayo francés y del asesinato de los jóvenes en la plaza de Tlatelolco en México, de conmociones que llegaron hasta la pequeña isla caribeña de Guadalupe, y la entrada para siempre en la iconografía revolucionaria de la foto del Che (de Korda) presidiendo las manifestaciones populares. Fue tiempo de auge en el movimiento feminista, de luchas por los derechos civiles en Estados Unidos; y cerraría con la entrada –en la noche del 20 al 21 de agosto de 1968– de las tropas del Pacto de Varsovia, con la urss al frente, en toda Checoslovaquia.

También fue 1969 un año de esfuerzos decisivos, de crisis económica, de preparación de una gran contienda: la zafra de 1970.8 También de esperanzas electorales en Chile con el gobierno de la Unidad Popular, que se eclipsara con el golpe de Pinochet y la puesta en marcha del Plan Cóndor. El comunismo y la influencia de Cuba debían quedar extirpados del hemisferio. Tanto Duvalier en Haití como Pinochet en Chile culpaban al marxismo por la represión que ellos llamaron “necesaria”.

Y 1970 se hizo arduo. Se avecinaba un giro. Una nueva década. Razones de Estado, realidad económica, Guerra Fría, coexistencia pacífica por medio, y la mano de la Unión Soviética como garantía de supervivencia para la joven Revolución cubana.9

Contradictorio se hizo nuestro acontecer, y por ello la actual necesidad de volver al legado, desde la capacidad de hacer vivir esa memoria que nos forma y conmina a buscar nuestras maneras de entendernos y decirnos, pero con la urgencia de desalambrar el pensamiento de dogmas y absolutos.

Nuevamente, las circunstancias cercaron los propósitos, y lo consagrado se desvaneció. Cuando en los finales de la década de 1980 volvíamos a preguntarnos por la necesidad de un pensamiento propio que acompañase nuestras maneras de buscar la solución de nuestras contradicciones, el socialismo este-europeo se defenestraba, y nos agarrábamos al marco de la ventana para no ceder al abismo desde donde, por supuesto, siempre asechaban los enemigos invariables de la revolución del 59. Reaparecerían publicaciones que de alguna manera retomaron lo hecho, no para imitar, pero sí por la inconfesa necesidad de dar continuidad a un acumulado cultural de ejercicio intelectual, no baldío, infértil y vanidoso, sino guerrillero, herético e insomne.

Y en éstas andamos. Por eso, ellos y ellas que de una manera u otra formaron parte de un elenco virtuoso de la contienda por un pensar cubano, crítico, revolucionario siguen inspirando, aun cuando ellos y ellas todos y todas altercaron, pero lo hicieron por el significado dado al oficio de pensar.

Si ponemos en coordenadas todos esos acontecimientos en la línea del tiempo, se revelan muchas circunstancias. Si tomamos este concepto en el más estricto sentido orteguiano: el hombre es él y su circunstancia, la revista fue ella y sus circunstancias.

Reescribiendo a Virgilio Piñera, no es el agua por todas partes sino la maldita circunstancia de la ortodoxia dogmática y vulgar del marxismo por todas partes, en el sentido que se unen la virtud y el vicio; es decir, las realidades por las que pasaba la joven revolución, la sociedad cubana en un proyecto que trataba de saltar las barreras de una lógica cultural, de un modo de ser sociedad, seres humanos, comunidad humana, una forma de encontrarse en su identidad.

Es esa fuerza del principio de realidad ¿cómo íbamos a seguir haciendo viable, factible, posible la felicidad soñada y de alguna manera ya comenzada a vivir por los cubanos y las cubanas si se habían agotado todos los recursos, éramos plaza sitiada condenada a la hambruna, la escasez, la violencia y el odio del enemigo más feroz, el imperialismo estadounidense? Sólo una alianza posible nos ayudaría a seguir manteniendo la dignidad sin un costo mayor que el de recortar la autonomía de un ejercicio teórico de pensamiento a un dogma, marcado y pautado por una geopolítica, interna y externa, del socialismo realmente existente en la década de 1960.

Como diría alguna vez Aurelio Alonso, el compromiso intelectual es precisamente mantener su compromiso cuando siente que éste es rechazado. Por eso, para él su generación es de la lealtad y de esos jóvenes con su entusiasmo en la época que les correspondió vivirlo; hoy siguen teniéndolo. Hace unos días, Fernando Martínez Heredia10 hablaba a los y las participantes del 12 taller internacional sobre paradigmas emancipadores, Aurelio Alonso11 presentaba libros y revistas con esa gracia y sabiduría que lo caracterizan, José Bell Lara12 empuja un proyecto de publicación de textos y documentos del proceso revolucionario para que quede en la memoria recopilado, ubicado y salvado todo lo dicho por ellos.

El acontecer de todo ese proceso de la revista Pensamiento Crítico y el Departamento de Filosofía tiene que ver de alguna manera con la formación de un régimen de verdad, y la disputa por él. Un régimen de verdad es lo que clasifica, decide lo que debe ser o no el campo de una disciplina, dentro de una ciencia, sus postulados, es un proceso de construcción de poder desde el saber. Hoy, todas esas clasificaciones de antimarxista, antileninista y antisoviético no serían acusaciones dirigidas a demarcar una violación de límites inadmisibles, sino que sólo pasarían al debate histórico social del devenir del pensamiento marxista; no causan ahora más que curiosidad intelectual e histórica porque el mundo soviético desapareció en un desmerengazo. Pero en aquella época sí era de hecho una acusación política con fuertes implicaciones, y acarreaba por ello sanciones; es decir, marcaba los límites posibles a esas discrepancias, y así fue. Por tanto, algunas verdades perdieron su historicidad y se volvieron absolutas: el marxismo es uno solo, hay una unicidad lineal entre los clásicos, no es posible separar a Lenin del resto, la dialéctica encarna el método único de la ciencia, el marxismo es determinismo materialista, la conciencia supone reflejo de la realidad, hay leyes objetivas inviolables, el marxismo es una ciencia irrebatible como tal.

En realidad se enfrentaron dos maneras de vivir y entender el fenómeno de la ideología en un proceso revolucionario, de la función ideológica que tiene el conocimiento social, la función eminentemente ideológica que tiene la filosofía, el sentido ideológico y el énfasis puesto en la cientificidad de determinados contenidos teóricos. La lógica en la discusión se estableció entre una manera de situar esa función en su historicidad concreta, clasista y otra en la historicidad abstracta a posteriori del propio acontecer histórico del pensamiento, entre una búsqueda analítica para pensar el presente y el futuro, y una manera de santificar un pasado para encerrar un presente o justificar sólo un presente inamovible y automático, no dañable. El marxismo se sellaba en esta contienda con la función de demostrar su verdad a posteriori respecto al pasado, con las implicaciones ya conocidas de esta consideración en el mundo soviético. El marxismo era entonces un conjunto de tesis que se consideraban una verdad objetiva independientemente de la misma práctica, y de esa forma se estableció como régimen de verdad en manos de quienes la esgrimieron. Esto terminaba con la necesidad de diálogo y debate en torno a los sentidos históricos dados al marxismo y sus consecuencias ideológicas, hasta desde la misma experiencia de la revolución cubana en curso.

Se enfrentaron dos maneras de asumir el debate: una por la crítica argumentativa, explicativa y reflexiva de los contenidos, y otra por la forma reiterativa y tendenciosa de selección de citas.

Los debates antes de la decisión de cerrar la publicación13  (no por voluntad de sus creadores) fueron largos, extensos en argumentos, horas y angustia para los involucrados, no llegando siempre a decisiones finales. Éstos pudieron posiblemente haber pasado a la historia no por graves cierres de puertas a la diversidad de pensamiento creativo marxista cubano sino por acopios colectores de esa diversidad; pero los tiempos, las circunstancias todas, malditas o no, apremiaban y cercaban el sueño dignificante de miles de cubanos y cubanas. La revolución de 1959, esa que nos devolvía la virtud y la patria, era más que un proyecto inscrito en un manual de economía política.

Somos deudores de esos tiempos como de otros, y los artículos de Pensamiento Crítico son patrimonio intelectual. Se hace necesario indagar no sólo las intríngulis de una pesquisa de crónica social de acontecimientos, sino estudiar las obras escritas por aquéllos, leer y estudiar los contenidos de los números de la revista, sus paralelos con lo que acontecía en los ámbitos nacional e internacional, ver y señalar sus límites, pues ahí está la genialidad de una obra, personal o colectiva.

Es entonces necesario reconocer esos límites que los propios actores de la contienda tenían, más allá de lo que éstos pudieran desear hacer en términos de actores políticos. Lo que se ha llamado “herejía del pensamiento marxista cubano” siguió presente de alguna manera, pues seguimos ejerciendo un pensamiento revolucionario solidario y cómplice con los procesos revolucionarios en la región y para todo el movimiento anticolonialista y anticapitalista. Seguimos formando a muchos actores y líderes de los procesos insurgentes, de los partidos comunistas y de los movimientos revolucionarios y de liberación principalmente de Latinoamérica, en las escuelas políticas, cursos y asesorías.

Aun así, sin duda significó una mutilación a florestas comenzadas a surgir y formarse de un marxismo con letra y vida propias. Éste enfrentó sus encrucijadas y contradicciones, y se leyó en servicio a una práctica revolucionaria desafiante en los planos interno y externo, llevada a cabo en la cotidianidad por masas populares cada vez más dispuestas a arrebatar el hegemonismo cultural de un sistema voraz de la espiritualidad y la cultura; el capitalismo circundante a Cuba por todas partes.

La gestión de Pensamiento Crítico fue una manera de continuar la revolución, pero desde un desafío epistémico, como un proceso cultural, acumulativo y necesario. Reinvertir los cánones en que se pensaba y desarrollaba el marxismo en esos años era una revolución en la episteme del pensamiento revolucionario, para hacer valer el instrumento crítico de la teoría revolucionaria en el contexto cubano. No se buscaba construir un particular marxismo cubano sino hacer percutir una vocación participativa en el campo popular, donde los cambios se gestaban diariamente en la vida de los cubanos y las cubanas.

Pensamiento Crítico tuvo entre sus muchos contextos el campo del saber sociopolítico y cultural a que se enfrentaba para ofrecer opciones y significados específicos emergentes de las luchas, rebeliones del campo popular, insurgente, de la región latinoamericana y caribeña. Ahí están las luchas revolucionarias de Latinoamérica, África, Asia, el Caribe esencialmente. La revista en su hacer no recurrió al contexto para justificarse como publicación sino se contextualizó para brindar los instrumentos analíticos, la rebelión epistémica ya produciéndose en la región.

En Latinoamérica y el Caribe hoy se tejen una plataforma y sentido compartido sobre desafíos y puntos de partida necesarios al movimiento social popular y a sus objetivos del cambio revolucionario emancipador. Muchos esfuerzos con gran costo de organización, resistencias a la criminalización de la lucha popular y urgencias en las correlaciones de fuerzas se realizan para crear desde diversas propuestas una formación política capaz de impulsar el percutor de los cambios deseados y de las revoluciones.

Epílogo

Fernando [Martínez Heredia] en el duodécimo taller de paradigmas emancipadores, desarrollado en La Habana en enero de 2017, refiriéndose al legado de Fidel, entre otras enseñanzas de la vida del líder cubano señalaba no aceptar jamás la derrota y pelear sin cesar contra ella. Fernando indica como uno de los momentos de derrota 1970 cuando, dice, Fidel “comprobó que lograr el despegue económico del país era extremadamente difícil, pero entonces apeló a los protagonistas, mediante una consigna revolucionaria: ‘el poder del pueblo, ése sí es poder’”. Hacer la revista era hacer la revolución en ese frente cultural y fue un proceso feliz, pero como Fernando advierte en esta presentación en enero de 2017, “para los revolucionarios, y durante los procesos de revolución, hay momentos felices y procesos felices, pero en las revoluciones verdaderas no hay coyunturas fáciles. Cuando puedan parecernos fáciles, es solamente porque no nos hemos dado cuenta de sus dificultades”.

Desde esa visión de mirar en dónde estamos y en qué relación con los procesos, los contextos y las circunstancias nos encontramos y cuánto es posible mover los límites; se gestó, desplegó y permanece Pensamiento Crítico.

El primer número de Pensamiento Crítico en la gráfica de su portada expone las partes de un arma, y señala el percutor. En la revista explica en imágenes cómo hacer un coctel molotov, algo que ya había hecho antes la Tricontinental. Éste era un número sobre la lucha armada, desde una concepción teórica, defendiendo las posiciones de los revolucionarios que se levantaban en armas en Latinoamérica y marcando la postura marxista de la revolución cubana lograda por una lucha armada, movilizada en un pueblo armado, en resistencia permanente ante la agresión del imperio estadounidense. Con esto se expresaban en la revista la postura de la revolución en contraposición con la política soviética.

Sin embargo, el cierre de la revista, con 53 números en su haber, lo antecedió una polémica sobre cuán materialista científico era el marxismo defendido. Es curioso: nada hay más materialista que el percutor de un arma, donde se prepara el disparo, violento sí, que reclame la vida que no permite espera.

Las circunstancias del 71 hicieron cerrar la revista y el departamento, pero no la capacidad inveterada de pensar en función de la emancipación humana, de la ruptura de cadenas de opresión. En esos días, de sobresaltos, de escaso sueño y sostén, de “noches febriles”, nacía otro texto en un amanecer habanero. Tan crítico como conceptual, Roberto Fernández Retamar14 ponía punto final a su ensayo “Caliban”, publicado justamente en septiembre, para reinterpretar “nuestro mundo”, a la luz exigente de la revolución; y Cintio Vitier15 urdía su ensayo poético-histórico “Ese sol del mundo moral”. Sea ello una muestra de la inflexible capacidad crítica cubana, viva, latente, que percuta siempre.


* Ponencia presentada en el coloquio a propósito de los 50 años de la revista Pensamiento Crítico. La Habana, febrero de 2017.

1 [Se refiere a la Calle K del barrio El Vedado, en La Habana, a unos pasos de la universidad.]

2 [Osvaldo Dórticos fue el primer presidente de la Cuba revolucionaria; y Blas Roca, un destacado comunista. Nota del Consejo Editorial.]

3 Rfr Confer: R. López del Amo: “El libro cubano en la etapa revolucionaria”, en Cubarte, 20 de noviembre de 2012.

4 [Se refiere al conflicto entre Estados Unidos y la urss donde los dirigentes de ambos países realizan un acuerdo a espaldas de Cuba. Nota del Consejo Editorial.]

5 [En aquella reunión se fraguó una estrategia de solidaridad con numerosas luchas alrededor del mundo. Nota del Consejo Editorial.]

6 [El Congreso por la Libertad de la Cultura era una organización fachada de la cia. Nota del Consejo Editorial.]

7 [En Bolivia. Nota del Consejo Editorial.]

8 [Se refiere el autor al plan de producción de grandes cantidades de zafra, con las cuales Cuba quería colocarse en mejores condiciones en el mercado mundial y en la soberanía de su proyecto. Nota del Consejo Editorial.]

9 [El fracaso del proyecto de producir 10 millones de toneladas de zafra en 1971 es reconocido como el inicio de un acercamiento más profundo con la urss y las organizaciones económicas del “campo socialista”. A partir de ese momento numerosos cambios en la isla acontecerán, cediendo en mucho a la perspectiva teórica soviética. Entre ellas se encuentra la reducción de espacios de producción independiente, mejor conocida como “Quinquenio negro de la cultura”. Nota del Consejo Editorial.]

10 [Director de la revista Pensamiento Crítico y figura clave. Martínez Heredia falleció el 12 de junio de 2017. Nota del Consejo Editorial.]

11 [Integrante del Consejo de Redacción de la revista Pensamiento Crítico y connotado estudioso del fenómeno religioso en Cuba. Nota del Consejo Editorial.]

12 [Destacado historiador cubano. Nota del Consejo Editorial.]

13 [El cierre de la revista Pensamiento Crítico fue un momento entre otros del giro dado por la política cultural de la revolución, que aconteció en 1971. Nota del Consejo Editorial.]

14 [Destacado poeta y escritor cubano, corazón de gran parte de la actividad de Casa de las Américas. Nota del Consejo Editorial.]

15 [Poeta y ensayista cubano. Nota del Consejo Editorial.]

Publicado en MEMORIA 264