Y se mostraba entonces al público: “¡Miren cómo el tiempo estalla dentro de un marco! El más pequeño trozo auténtico de la vida cotidiana dice más que la pintura”. Tal como la huella de sangre dejada por los dedos de un asesino sobre la página de un libro dice más que el texto.
Walter Benjamin, El autor como productor
El original jamás existió
No es azaroso el vínculo entre crítica y estética. Desde los orígenes de la tradición crítica inaugurada por Immanuel Kant se abre un espacio para la estética como operación crítica de la realidad.
En su tercera crítica, dedicada a la capacidad de juzgar, Kant anunciaba ya el vínculo entre moral, política y estética. Tal lazo filosófico fue continuado por Hegel quien, con las lecciones sobre historia, dedicó parte importante de su pensamiento a la estética. Esa tradición se ha prolongado desde entonces, encontrando en el siglo XX un desarrollo sin precedente; las mejores críticas de la realidad dominante se hacían de la mano de una crítica estética. Es impensable acercarse al pensamiento crítico de autores como György Lukács, Ernst Bloch, Walter Benjamin, Theodor Adorno, Henri Lefebvre, Herbert Marcuse o Guy Debord sin considerar sus análisis sobre estética. En todos ellos se presentan formas de entender la estética más allá del terreno exclusivo del arte, demostrando su dimensión social y sus potencialidades transformadoras.
Por eso, si bien extraño, no es impensable que una artista como Ambra Polidori emprendiera la tarea en sentido inverso: de la producción estética al pensamiento crítico. De las inquietudes de la producción estrictamente artística, Ambra abrió una puerta para agrupar un conjunto diverso de reflexiones a fin de ofrecer para el mundo hispanohablante, especialmente el mexicano, un producto policromático y polifónico para releer la tradición crítica inaugurada por la Escuela de Frankfurt y las derivas del pensamiento crítico a partir de ella. El resultado, un par de volúmenes cocoordinados con Raymundo Mier, intitulados Nicht für immer! (¡No para siempre!, Introducción al pensamiento crítico y la teoría crítica frankfurtiana), publicados por Gedisa y la Universidad Autónoma Metropolitana, campus Xochimilco, en 2017.
Como se señala en el largo prefacio, estamos no ante un libro sino una obra expandida, enmarcada por un texto dilatado que pretende hacer un ajuste de cuentas sobre una tradición muy enunciada pero poco reflexionada: la teoría crítica y sus secuelas en el pensamiento crítico. Compuesto por más de 70 plumas, el texto enmarca un collage de expresiones estéticas: fotografías, aforismos, composiciones visuales y el concierto Simurg, del músico mexicano Mario Lavista.
Los diversos ensayos sirven de pausa para seguir apreciando la obra expandida y recordar que la música también se hace de silencios, que la mirada requiere parpadeos y la apreciación estética a veces necesita textos. Estamos, pues, no ante un libro sino una producción estética que recupera y reinterpreta la tradición de la crítica. Un gesto recuerda que no es un libro, pues cada ejemplar tiene una marca única, una hoja en blanco intervenida de manera singular para decir a quien tiene en las manos el objeto que está ante un original que es una copia hecha por una imprenta.
Contra la melancolía de la razón
Gracias a esta decisión estética fue posible reunir a un conjunto tan ampliamente heterogéneo de personas para que, desde distintas voces, miradas y escrituras, tejieran un mapa de la tradición crítica a partir del cisma que representó la Escuela de Frankfurt en el pensamiento moderno. Posiblemente, ninguna persona dedicada a la vida académica habría logrado una empresa así; los celos, las filias y las fobias del pensamiento crítico impiden su encuentro. La crítica ha sobrevivido en los últimos años en guetos, parcelas amuralladas que no cultivan las conversaciones ni el debate. El trabajo emprendido por Ambra Polidori, acompañada de Raymundo Mier, permitió que en un mismo objeto dialogaran interpretaciones de personas distantes académica y políticamente. A la manera del director de orquesta, se logró ensamblar en una pieza los sonidos de setenta y nueve cabezas.
Para lograr esa policromía intelectual, el libro ofrece un acercamiento sui géneris. En el primer volumen se abre una serie de problemáticas a través de las cuales se generan apropiaciones de la tradición crítica. El primer tomo ofrece problemas e interpretaciones en tres grandes líneas. Una, la histórica, que ensaya una reconstrucción de la trayectoria del pensamiento crítico y su materialización en la Escuela de Frankfurt. Una segunda línea, la política, presenta el esbozo de una agenda de estudio donde se muestra la actualidad del pensamiento crítico y de la teoría crítica para el estudio de problemas específicos (el derecho, la ciudad, la educación, la producción artística y el género, entre otros). Finalmente, en una tercera línea, la intelectual, se presentan reflexiones sobre los vínculos creativos entre personajes clave de la tradición crítica. Por medio de esas vías se reapropia y reactualiza la tradición de la crítica. Estos tres caminos regresan al problema del concepto y su aprehensión, condición de toda dialéctica, sin la cual no es posible la crítica.
El segundo tomo presenta un panteón filosófico, donde se esboza una cartografía intelectual del pensamiento crítico. Pequeñas monografías introducen a más de 80 intelectuales, la mayoría muertos, que son imprescindibles (pero no suficientes) para entender la trayectoria del pensamiento crítico. Este tomo es un espacio de encuentro, de las personas interpretadas y de las que interpretan. En un poco más de 600 páginas cohabitan personajes disímiles y, en ocasiones, contrapuestos. Esto recuerda que el pensamiento crítico no es terreno exclusivo de una tradición política ni de una línea de pensamiento. Lo que lo hace común es el objetivo de entender la realidad para superarla.
Esta operación policroma y polifónica expone un cambio de época, del que la actitud crítica no puede eludirse. Asistimos al fin de la figura de la intelectualidad unipersonal, la cabeza que en relativo aislamiento producía interpretaciones críticas de la realidad, abarcando los más inusitados campos de conocimiento. Esa figura ha llegado a su fin. Hoy, la tarea de la crítica es posible sólo colectivamente: sólo juntos podremos saber lo necesario para la superación de las contradicciones de la modernidad capitalista.
Si bien la obra no es consciente de eso, y por momentos se filtra la nostalgia por la figura de la gran mente pensante (singular e irrepetible), presenta un ejercicio colectivo de pensar, que rompe, al menos en esta pieza, las falsas fronteras entre tradiciones de pensamiento. La apertura no se confunde con eclecticismo, ni falsa igualdad, donde todo cabe y todo vale por igual. La cartografía intelectual presentada tiene un núcleo común: el pensamiento crítico como uno político, como forma de intervenir y transformar la realidad para liberar las potencias emancipatorias de la humanidad. Las figuras recuperadas en el segundo tomo generaron de alguna u otra forma críticas a la realidad, ofreciendo interpretaciones innovadoras y construyendo piezas del rompecabezas de la crítica radical. Sus ideas operan como estrellas de constelaciones de pensamiento crítico, que llaman a su reapropiación y continuidad, no como mero ejercicio intelectual sino como práctica política.
Anexactitud o lo inacabado de la obra
La obra expandida, como toda producción estética, convoca a quienes la perciben a completarla. Toda obra resulta inacabada, interpela para ser completada de manera parcial, efímera, por las personas que la consumen. Para ello es necesario reconocer los límites, las zonas grises donde se tratan de difuminar la imposibilidad de la forma o la descomposición del sonido o el desencuadre de la mirada. Además, en una responsabilidad y coherencia con el pensamiento crítico, no podrían dejarse de lado los comentarios sobre lo ausente.
En principio, la monumentalidad de la obra (literal y metafóricamente hablando) eclipsa una de las ausencias fundamentales. El esfuerzo por recuperar y reapropiarse de la tradición de la crítica olvidó que una de las condiciones que caracterizó la teoría crítica inaugurada por la Escuela de Frankfurt, pero antes que ella el pensamiento crítico radical, fue hacer un balance de la realidad en que se inscribe. La teoría crítica resulta de una interpretación política de época: la del ascenso del fascismo europeo. Hay en esta perspectiva un núcleo temporal, que recuerda que la realidad siempre es más compleja que toda teoría posible. Su posición crítica es resultado del entendimiento de un tiempo de catástrofe; de ahí el llamado a superar la teoría tradicional. No es un esfuerzo intelectual entre otros sino una operación política que reconoce la urgencia de la época.
Aunque a lo largo de los dos volúmenes se anuncia la emergencia del momento y, por tanto, la necesidad de reorganizar la crítica, no hay un ensayo dedicado a la caracterización de la época contemporánea y los retos que debe enfrentar la crítica. Ahí surge una segunda disonancia, la ausencia de la crítica de la economía política como columna vertebral de la crítica radical. Si bien hay una monografía sobre Marx y una reflexión respecto a la lógica espectral del capitalismo, son notas marginales en la unidad de exposición.
La teoría crítica supone una teoría ligada a la transformación y superación del capitalismo, por lo cual demanda una reinterpretación de las tendencias generales que definen la trayectoria de la civilización capitalista, en un sentido no sólo económico sino social y político. Sin este esfuerzo, la crítica pierde uno de sus pilares fundamentales y corre el riesgo de convertirse en mero problema intelectual, desvinculado de la necesidad política; la teoría crítica puede volverse teoría tradicional.
Hay otra zona de desenfoque no intencionado, pero que en estas épocas resulta imperdonable, la del eurocentrismo de la cartografía crítica. Con ello, un implícito sesgo étnico y de género. La construcción de una tradición de pensamiento está obligada a recorrer a contrapelo la historia intelectual para encontrar las voces silenciadas, olvidadas o borradas que han contribuido a abrir reflexiones críticas sobre la realidad más allá de los centros discursivos dominantes. Si bien es un primer esfuerzo para agrupar en una pieza un amplio espectro de personas, no justifica la ausencia de figuras de tradiciones no dominantes.
Pero estamos ante una obra de arte expandida, un texto dilatado que enmarca críticas de la realidad. Por tanto, hay una convocatoria a un esfuerzo colectivo para dar seguimiento al juego: reapropiarse del pensamiento crítico y reactualizarlo.
El camino inició en la estética; es tiempo de devolverlo a la crítica de la economía política, no para que lo monopolice sino para que le proporcione coordenadas a fin de caminar en la catástrofe contemporánea; para entenderla y, también, transformarla.