ANTE EL MOMENTO HISTÓRICO, AMPLIAR EL DEBATE

Hay hechos políticos que por su contundencia permiten ver el entramado de fuerzas e intereses enmarañados en el subsuelo social. Salen a la luz las formas distintas de entender las muchas cuestiones que en México son verdaderas urgencias. Sin duda, de esta naturaleza es el acontecimiento del 1 de julio, donde no sólo se mostró una nueva e insólita fuerza electoral sino que se reconfiguró el panorama político nacional, con repercusiones aún por verse.

El país tiene enormes problemas sociales, insultantes injusticias y una endeble y estrecha democracia, ahora deformada al extremo por el poder del dinero. Esa combinación ha producido fenómenos contradictorios expresados en explosiones inesperadas, actos de fuerza, derrotas y frustraciones, al tiempo que generan una tenacidad sorprendente, una inusual creatividad política y cambios imprevistos. Así ha sido también la experiencia de anteriores transformaciones de fondo y de las que ahora tanto se habla. Es decir, hay una experiencia histórica acumulada de la que se echa mano en estos momentos.

Estamos ante un tiempo privilegiado de disposición de grandes segmentos de la sociedad a iniciar un rumbo diferente, para lo cual se requiere recordar y refrendar lo mejor de nuestra historia. Esta disposición abre enormes posibilidades que, ciertamente, dependen de la acción de las fuerzas, los intereses y las distintas perspectivas sobre el país que se pondrán en juego, y de la capacidad para identificar los caminos apropiados que permitan soltar las bridas y superar las dificultades que enfrentará todo intento por construir un proyecto popular. Las izquierdas no pueden seguir actuando como hasta ahora; se requieren su despliegue y reconfiguración, pues unas serán gobierno y otras empujan las diversas movilizaciones, luchas y demandas que se  a lo largo y ancho del país.

Se trata de una de esas situaciones infrecuentes, si bien cada vez más imperiosas, en las cuales pueden alcanzarse aspectos medulares del programa de transformaciones que estas izquierdas han enarbolado. Tras décadas de un despliegue neoliberal de consecuencias devastadoras, se abre un escenario inédito que obliga a las fuerzas hoy triunfantes en las urnas a elaborar estrategias políticas y no sólo soluciones de corto plazo. Se requiere superar las miras cortas en que el proceso abierto puede atascarse.

En el conjunto de la sociedad mexicana hay ahora enorme interés en lo que ocurrirá en adelante, y tanta esperanza en los cambios anunciados como preocupación por lo que resulta contradictorio y aún incierto; además, en muchos ámbitos permanecen el escepticismo y la desconfianza sembrados en el país durante los muchos años de engaños y fraudes, abiertas mentiras, impunidad y cinismo gubernamentales.

En medio de las evidentes contradicciones políticas y programáticas, así como en la formación misma del nuevo grupo gobernante, se hace urgente el análisis que esclarezca las posibilidades, fuerzas, características y limitaciones, y contribuya de alguna manera a impulsar y profundizar los cambios, aprovechando la enorme experiencia dada por otros procesos latinoamericanos similares.

Como nunca, se hace necesaria la más rigurosa crítica, lo cual en sentido estricto demanda un conocimiento y empeño que, por desgracia, no han mostrado hace tiempo las izquierdas mexicanas. En términos generales, hoy se carece de elaboración profunda y colectiva que sostenga y proyecte la lucha política; ello expone a esas fuerzas y sus organizaciones a regirse por el errático pragmatismo y limitarse a las transformaciones más inmediatas o viables.

Frente a la nueva situación se requiere un debate que trascienda las formas inmediatas y permita indagar sobre las causas de fondo de los fenómenos. Éste debería abrirse como iniciativa democrática y democratizadora.

Hemos acometido una tarea en realidad nada fácil, pues lo más habitual es moverse entre apoyar a secas o ponerse en la acera de enfrente, posiciones que resultan tan cómodas como nada fructíferas. Se trata, por el contrario, de apostar por avanzar en terrenos de extrema necesidad, como la violencia, la desigualdad y la corrupción, al tiempo que se trabaja para ensanchar las veredas y hacer crecer las fuerzas capaces de impulsar cambios más profundos. Ambos aspectos requieren la mirada crítica, el análisis comprometido y el debate colectivo. Buscamos subvertir el orden de las cosas, y eso reclama compromiso y pasión, creatividad y pensamiento propio.

Con esta preocupación, el equipo editorial de Memoria ha convocado a un amplio número de compañeras y compañeros con el propósito de impulsar el análisis de la situación actual, el significado político del 1 de julio, las posibilidades que este hecho ofrece y algunas de las experiencias de la pasada elección que deben recogerse. Todos adquirieron en sus respectivas trincheras el compromiso de contribuir al triunfo electoral de Morena, pero no necesariamente desde sus filas.

En este número se ofrece así un conjunto de textos que forman un mosaico de aspectos de la magna obra nacional del 1 de julio. Se trata de una voz colectiva comprometida, aunque construida a partir de la opinión individual de quienes desde diversas visiones y trincheras de las izquierdas mexicanas participaron en el reciente proceso electoral, permitiendo un abordaje desde diferentes ángulos. Varios apuntan la mirada hacia la complejidad de la tarea que hay por delante para las izquierdas en México, sabiendo que no sólo no hay garantía de éxito sino que se desnudan y actúan en contra las poderosas fuerzas que han sostenido el rumbo que ahora se quiere superar. Por tanto, nos invitan a sostener un optimismo que va de la mano de la alerta. Muchos aspectos aún no se han definido, y la atenta y crítica mirada toma partido cautelosamente.

Aquí, junto a reflexiones teóricas de la mayor importancia, se recoge una experiencia práctica que debe ser asimilada y repensada. Unas y otras dan cuenta de la magnitud del acontecimiento que puede cambiar al país.

En este primer acercamiento al análisis, las temáticas abordadas no son inocentes sino prioritarias en un proyecto que se quiere encaminado a superar las enormes desigualdades imperantes, y ahí aparecen tanto el asunto de género como el de clase, del régimen político y de la violencia, de la acción legislativa y de la movilización ciudadana, entre varios otros. La democracia rige estas miradas de unas izquierdas forjadas en la pelea, pero que aún tiene la dificultad de dibujar con mayor claridad un cambio económico antineoliberal de largo aliento.

Por lo mismo, sabemos que el análisis riguroso y crítico que recorre las siguientes páginas abre muchas otras problemáticas que deberemos abordar en próximos números de la revista. Con entusiasmo queremos adquirir el compromiso de contribuir desde estas páginas a pensar sobre el nuevo reto, el cual reclama el concurso de millones de mexicanos.