ARNOLDO MARTÍNEZ VERDUGO: LA DEMOCRACIA EN LA IZQUIERDA

En los primeros años 40 del siglo XX la izquierda en México era amplia aunque nada robusta pues carecía de un programa básico común y de organizaciones políticas claramente referenciadas. Estaba en todas partes pero disgregada. La Confederación de Trabajadores de México (CTM) y la Confederación Nacional Campesina (CNC) pagaban sus actas de nacimiento de un lustro atrás con la supeditación al gobierno y al partido de éste. Se convirtieron en pilares del sistema presidencialista de partido hegemónico.

La derecha, en cambio, aunque también habitaba en algunas de sus partes dentro del oficialismo, conformó un partido político propio para luchar contra las expropiaciones, alianza de católicos militantes y liberales independientes, llamado Partido Acción Nacional (PAN), con el apoyo de la iglesia y del grupo empresarial de Monterrey.

El Partido Comunista Mexicano (PCM), partido de vanguardia le llamaba públicamente el general Francisco J. Mújica, tal como lo hacían sus propios miembros, no era un grupo pequeño. Sin embargo, a partir de 1940 sufrió una larga crisis, luego de la expulsión de sus principales dirigentes, Hernán Laborde, secretario general, y Valentín Campa, secretario de organización, entre otros. Su presencia en la CTM y en la CNC comenzó a menguar como consecuencia de la exclusión en su contra y del sectarismo de los propios comunistas.

Aquel partido que se había convertido en una fuerza política en la lucha contra Plutarco Elías Calles, así como en la crisis y posterior caída del maximato1, el que desde la izquierda más había impulsado la unidad de los movimientos obrero y campesino y participado en las reformas estructurales del cardenismo, se fue descolocando dentro del nuevo sistema político del presidencialismo sexenal. Pero, además, se fue yendo cada vez más hacia el estalinismo, tanto en su discurso ideológico cuanto en su dirección trasnacional.

Casi 20 años después, en 1958-59, el Partido Comunista Mexicano entró en una nueva fase de su crisis interna, largamente acarreada por la consolidación del presidencialismo, el fortalecimiento del Estado como fuerza económica directa, el rápido crecimiento de la economía, conjugado todo esto con un sistema de control estatal total sobre la vida política, incluyendo a los medios de comunicación.

Esa situación se desató cuando, por una parte, la izquierda avanzaba en los sindicatos y volvía a ser una fuerza; por la otra, el gobierno decidía tomar el camino de la represión bajo un nuevo presidente, Adolfo López Mateos (1958-64)2, cuya expresión más dura fue el violento rompimiento de una huelga de los trabajadores ferrocarrileros, los cuales habían vuelto a ser la gran avanzada del movimiento sindical independiente y democrático.

La represión de 1959 coincidió con un proceso en el PCM de formación de un núcleo crítico que era capaz de tomar la dirección y lo hizo. Dos tercios de su Comité Central fue sustituido en el XIII congreso nacional de mayo de 1960. Arnoldo Martínez Verdugo era el dirigente más destacado y capaz de ese pequeño núcleo de comunistas que buscaban otro camino.3

En 1953 había muerto Joseph Stalin, el gran líder de la Unión Soviética y del movimiento comunista internacional. Como consecuencia, empezó a cambiar la política de ese país y de ese bloque de países y partidos políticos. La desestalinización no fue un cambio ideológico de enorme fondo pero, al menos, se podían buscar nuevas respuestas y había algo de libertad intelectual.

Arnoldo Martínez Verdugo llegó a la Ciudad de México, procedente de su natal Pericos, municipio de Mocorito, en el estado de Sinaloa, para buscar trabajo, el cual encontró rápidamente. Pero también logró ingresar en La Esmeralda, lo que más le interesaba, importante escuela pública de pintura y escultura. Pronto se hizo comunista, en 1946, y se convirtió unos años más tarde en el comisionado para restablecer la Juventud Comunista.

Arnoldo fue a estudiar a Moscú en la escuela leninista. Él era un cuadro profesional, es decir, su trabajo principal lo hacía para el partido. A eso se dedicaba.

El PCM no era democrático tal como muchos otros partidos comunistas en el mundo. Se valoraba altamente el centralismo, la disciplina, el apego a los principios y la unidad. En términos sociales, se consideraba que la democracia verdadera era la expresión de una hegemonía obrera, ejercida justamente a través de su partido, el cual debía llegar a ser la “fuerza superior de la sociedad”. En los países de Europa oriental, la democracia era popular, es decir, no había democracia proletaria sino alianza con los pequeños propietarios, entre ellos los campesinos, pero el sistema de leyes era casi igual.

En México, los otros marxista-leninistas, los seguidores de Vicente Lombardo Toledano, quien había fundado el Partido Popular (PP), al que luego se le añadió la palabra socialista (PPS), tenían exactamente aquella ideología estalinista, la cual sostuvieron hasta el final.

Otras izquierdas mexicanas, señaladamente los cardenistas, no contaban entonces todavía con un programa de democracia política. Ellos fueron la principal fuerza en la creación del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), en agosto de 1961, influenciados por la defensa de la Revolución Cubana de 1959, en donde participaron casi todos los grupos de izquierda. Era un frente antimperialista.

La liberación nacional era entonces un planteamiento teórico y programático de toda la izquierda, incluyendo la que se mantenía dentro del partido oficial. La idea central se basaba en que la tarea más importante era la de dejar de ser un país sometido a Estados Unidos y en lograr que el Estado mexicano estuviera libre de las ataduras económicas y políticas del exterior. Liberar al país del yugo imperialista.

La democracia era vista por la izquierda en México como sistema que mejorara continuamente el patrón de distribución del ingreso y permitiera una mayor intervención del Estado en la economía. Esas tareas estaban íntimamente ligadas al programa antimperialista. Pero la democracia política estaba ausente. 4

En ese marco tenía que jugar un papel relevante la “burguesía nacional”, la cual, se postulaba, era diferente de esa otra burguesía que se asociaba con las empresas extranjeras. En especial, había que evitar el avance de las empresas imperialistas dentro del mercado mexicano que desplazaba a los capitalistas nativos.

En este gran esquema general no había cabida para exigir la libertad política para todos los ciudadanos. El sistema electoral estaba completamente administrado por el gobierno. Desde el registro de partidos hasta la cuenta de los votos y la calificación de los resultados eran funciones absolutamente controladas por funcionarios gubernamentales y del partido oficial.

Como rompimiento con aquellos planteamientos, en 1963 el Partido Comunista y otros grupos y personalidades lanzaron la idea de crear un frente electoral. La dirección del MLN con mayoría cardenista rechazó esa propuesta. La elección presidencial sería en 1964 y Gustavo Díaz Ordaz, entonces secretario de Gobernación, se perfilaba como candidato oficial del Partido Revolucionario Institucional (PRI), así como del PPS y de otro partido por completo gubernamental, el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM).

El Frente Electoral del Pueblo (FEP) solicitó registro y, como era previsible, le fue negado por el gobierno aduciendo que no había cumplido con los requisitos, los cuales eran, naturalmente, revisados sólo por la Secretaría de Gobernación. El FEP postuló como candidato a Ramón Danzós Palomino, dirigente comunista que poco antes había creado, junto con otros líderes y con el apoyo de Lázaro Cárdenas, la Central Campesina Independiente (CCI). No se contaron los votos en su favor porque su nombre no aparecía en las boletas electorales, el elector tenía que escribirlo y se declaraba voto nulo. El FEP había postulado también candidatos a diputados y senadores en todo el país.

El sistema de partidos en realidad no lo era. Había un partido absolutamente hegemónico (PRI), el cual conformaba el listado de electores, instalaba las casillas y contaba todos los votos. Había dos partidos paraestatales (PPS y PARM) y un partido de oposición (PAN).

Arnoldo creyó que la coyuntura política permitía plantear la apertura de los registros electorales como parte de un postulado más general: la libertad política para todos los ciudadanos. Se creó entonces una situación un tanto contradictoria. Los cardenistas consideraban que el FEP era una “aventura electorera” debido a que ellos operaban dentro del partido oficial en especial en la CNC. La llamada ultraizquierda criticaba al PCM por tratar de hacer el juego a la burguesía al exigir sus derechos electorales, pues los comicios eran vistos como un mecanismo de la clase dominante para legitimar su poder. Los sectores del PRI eran por completo contrarios al registro de cualquier otro partido, pero mucho más si se trataba de los comunistas. Al PAN le cayó muy bien la negativa de registro del FEP porque tenía una especie de monopolio de la oposición electoral y ningún deseo de que se abriera el espectro de partidos. La prensa en su aplastante mayoría casi no publicaba las noticias de la izquierda y era enemiga de los “rojillos” y “comunistoides”. El único diario de izquierda de la capital, El Día, tenía como director a un ex comunista convertido en priista y era quien publicaba algo del PCM y del FEP.

A partir del planteamiento de libertad política para todos, Arnoldo postuló que el problema más importante de México era el de la democracia, pero no en el sentido de igualdad en la distribución de riqueza e ingreso, eso era el socialismo, sino en el sentido político.

La cuestión tenía que ser planteada también en forma teórica pues no se trataba de una conveniencia circunstancial del PCM, sino de algo de fondo. Sin libertad política es mucho más difícil que los trabajadores puedan desenvolver sus luchas y elevar éstas al plano de la política, es decir, de la disputa por el poder. La clase dominante en el capitalismo no está interesada en el desarrollo de la democracia en tanto que cuenta con el poder del dinero que le permite influir en el rumbo del poder político. Quien en verdad ha impulsado la democracia política ha sido la clase obrera. Había que ir a hurgar cuando el primer partido obrero, el cartismo en Inglaterra (Carta del Pueblo), luchó por el voto universal de los varones, la igualdad poblacional de los distritos electorales, la participación libre de candidatos y la dieta de los parlamentarios que resultaran elegidos. Los cartistas, obreros sin derecho a votar y ser votados, buscaban ir al parlamento a exponer su programa político y tratar de convertir sus demandas en leyes. En eso consiste justamente la conversión de las luchas económicas aisladas en luchas propiamente políticas; es la base de la lucha por el poder.

Sin embargo, pocos en la izquierda, fuera del PCM, estaban de acuerdo con esa forma de analizar el problema. Arnoldo recurrió también al enjundioso análisis de V. I. Lenin en relación con la participación de los socialdemócratas en las elecciones bajo el zarismo, cuando la Duma (parlamento) no tenía gran poder y el sistema electoral sobre representaba a las clases propietarias. Pero no existía en la izquierda mexicana ninguna otra corriente que concurriera al debate teórico, si acaso eran sólo personas. El pequeño grupo de dirección del PCM estaba como en una gran soledad.

Algunos intelectuales mexicanos e, incluso, no pocos marxistas europeos occidentales, consideraban que la democracia requería cierto grado de desarrollo económico y de progreso cultural. Llegaron a escribirlo en libros y artículos precisamente sobre el tema de la democracia. Se consideraba que en un país pobre, “semicapitalista” y con alto analfabetismo, la democracia, en el sentido de elecciones competitivas y alternancia en el gobierno, no era algo viable en el corto plazo.5 Habría entonces que esperar al progreso social, mientras, la democracia política seguiría siendo una cuestión de ricos y cultos.

Arnoldo insistía en una formulación que a veces parecía redundante pero que no lo era. Libertad política para todos los ciudadanos implicaba que algunos sí gozaban de esa libertad, pero sólo unos pocos, mientras que la inmensa mayoría de ciudadanos estaba imposibilitada de ejercerla. El planteamiento se dirigía hacia la igualdad política de todos, a la ciudadanización de la pugna por el poder, en lugar de que la orientación de éste fuera decidida siempre por una oligarquía.

El derecho de voto no iba acompañado del de ser votado porque la ley limitaba este último a los candidatos de los partidos registrados. La efectividad del sufragio no era posible porque todo el manejo del proceso y la cuenta de votos estaba en manos de la autoridad, la cual tenía su propio partido y sus candidatos. No obstante, algunos sostenían que sí había libertad política, excepto para los “marginados” del “colonialismo interno”, porque había elecciones periódicas en el país.

A la par de postular el objetivo de la libertad política para todos, el PCM estaba abandonando el programa de la “liberación nacional” para asumir otro: la revolución democrática y socialista6. Las relaciones sociales se basaban en la estructura económico-social del capitalismo, con una fuerte clase dominante, precisamente la burguesía. No era una “semicolonia” ni era “semicapitalista”, conceptos que no tenían aplicación en la realidad mexicana. Desde el punto de vista de la producción, México era ya un país industrial con un campo mayoritariamente pobre pero incorporado al capitalismo como sistema. Tenía, además, un propio sistema bancario mixto, cuyo segmento privado se estaba convirtiendo en financiero, es decir, en una fusión entre banca e industria.

La hegemonía del priísmo, el Estado visto en su gran conjunto, arropado en la llamada “ideología de la Revolución Mexicana”, con frecuencia era considerada dentro y fuera del país como fortaleza frente al exterior y ante la extrema derecha nacional. Un gobierno presidencial muy fuerte, con pleno apoyo de los militares, con un control total sobre los poderes legislativo y judicial, con gobernadores del mismo partido, con un robusto laicismo funcional, con política exterior más o menos propia, con su propia intelectualidad, con instituciones cada vez mejor dotadas, con un crecimiento económico continuo, con un sector paraestatal fuerte y en crecimiento, con una izquierda independiente no legalizada y sin prensa libre, se observaba como una situación óptima para un país como México. ¿Cuál sería el objeto de unos comicios competitivos y de la democracia?

En el marco de la Guerra Fría, el gobierno mexicano no secundaba las acciones militares de Estados Unidos en la región ni el bloqueo contra Cuba, pero su conducta era anticomunista dentro y fuera del país.7 México no era una burbuja geopolítica8 pero tampoco era visto como una amenaza potencial contra Estados Unidos.

Arnoldo se enfrentaba, dentro y fuera del país, a visiones desapegadas de la realidad. Sus relaciones internacionales estaban por lo regular llenas de discusiones y carentes de solidaridad.

En universidades y escuelas del país se llevaba a cabo una tremenda lucha por la democracia interna y a favor de la educación popular. Muchos movimientos tuvieron lugar durante toda la década de los años 60 y siguientes, unos de ellos reprimidos, otros victoriosos. La izquierda conducía todo ese renacer con la destacada participación del Partido Comunista y la Juventud Comunista de México.

Desde su inicio, el movimiento estudiantil de 1968 empezó a zanjar el debate sobre el programa de la izquierda debido a las demandas del movimiento, todas ellas de carácter democrático: libertad a los presos políticos, derogación de la legislación represiva, disolución de cuerpos represivos y destitución de los jefes represores, libertad de asociación, reunión y manifestación, diálogo público con los gobernantes. Los estudiantes no plantearon ninguna reivindicación escolar, todas ellas eran democráticas, es decir, políticas en el más amplio sentido del término.

Arnoldo condujo a su partido a participar en el movimiento con el mayor compromiso,9 no sólo porque había un grupo de dirigentes estudiantiles comunistas, sino también porque las demandas eran parte integrante del programa del PCM. En tanto que el movimiento dio la razón a Arnoldo en sus intentos de abrir dentro de la izquierda mexicana el tema de la democracia, la criminal represión confirmó que la mayor tarea nacional era conquistar la libertad política de todos los ciudadanos. Al mismo tiempo, sin embargo, también tomó impulso otra vertiente: el guerrillerismo en la izquierda, el cual discrepaba del programa democrático y convertía la forma de lucha armada en toda una vía revolucionaria.

Algo semejante ocurrió con motivo de la represión del 10 de junio de 1971, cuando una manifestación que exigía democracia en las instituciones de educación superior fue masacrada por un grupo de parapolicías contratados y organizados por el presidente de la República. No habría “apertura democrática”, como se le denominaba a la promesa oficial, sin que se conquistaran derechos efectivos para todos. La ruta no era llegar a acuerdos rituales con Luis Echeverría sino modificar las leyes y acabar con la represión gubernamental. Así se cifró entonces un debate político entre gran parte de las izquierdas. Echeverría no le cambió una sola coma a una sola ley en esas materias.

Cuando en 1976 el partido de la leal oposición legalizada, el PAN, no pudo designar candidato a la Presidencia de la República debido a insuperables diferencias internas, el Partido Comunista Mexicano ya había decidido presentar candidatos sin registro. Valentín Campa,10 el preso político con más años a cuestas, viejo dirigente obrero, encabezó la acción como aspirante a presidente de la República. Había sólo dos candidatos: el oficial, López Portillo, y el opositor, Campa, pero éste carecía de registro, su nombre no aparecería en las boletas ni tendría representantes en las casillas. En consecuencia, no se contarían los votos escritos en las papeletas a favor del único candidato opositor. Todos los votos válidos fueron asignados al candidato a presidente del presidencialismo mexicano.

LEGALIZACIÓN POLÍTICA Y CAMINOS DE UNIDAD DE LAS IZQUIERDAS

En 1977 se produjo una reforma político-electoral.11 El PCM tomó entonces un papel relevante porque estaba preparado para ello y porque el gobierno de López Portillo sabía que no tenía tanto sentido expedir una ley nueva sin que concurriera el Partido Comunista Mexicano. Sin embargo, el gobierno no cedió en lo referente a su control del órgano electoral y del listado de electores.

El Partido Acción Nacional le propuso a Arnoldo que no admitiera la nueva ley, que el PCM no se presentara a las elecciones legislativas de 1979 y que siguiera luchando a favor de un nuevo órgano electoral independiente del gobierno. En la misma conversación con dirigentes del PCM, el PAN se vio precisado a aclarar, por voz de su presidente Manuel González Hinojosa, que su registro seguiría vigente y que no renunciaría a su derecho de presentar candidatos. El PAN deseaba seguir siendo el único partido opositor con registro. Sí había que seguir luchando a favor de un nuevo sistema de organización electoral, pero eso no podría llevar a no ejercer el derecho de presentar candidatos y obtener el registro electoral para el PCM con base en los votos que se emitieran en su favor, según la nueva legislación.

Arnoldo consideró que la reforma electoral era un cambio en una buena dirección, pero criticó gran parte de la misma al proponer cambios, de los cuales sólo algunos se admitieron finalmente. Entre las reformas más importantes propuestas por el PCM destacan la creación de un órgano electoral independiente y la integración de un tribunal electoral imparcial, un mecanismo de información inmediata de los resultados, el sistema de representación proporcional completa en todo el país y a todos los niveles, la simplificación del registro de partidos, así como candidaturas independientes.

Arnoldo se dirigió a varios partidos de izquierda para proponerles la presentación de candidatos comunes, con los que tenían registro, y a conformar una coalición con los demás.12 El planteamiento expresaba la continuidad de una clara política de unidad que iba a tomar mayores expresiones después de las elecciones y en lo sucesivo.

El Grupo Parlamentario Comunista (Coalición de Izquierda) se compuso de 19 legisladores de 100 elegidos mediante representación proporcional.13 Fue el tercer partido por número de votos y de diputados. Ya hubo entonces otra oposición parlamentaria. Arnoldo Martínez Verdugo fue designado su coordinador.

Los señalamientos de que el PCM era oportunista, reformista, cómplice, vendido, etc. siguieron sin embargo en algunos medios de la izquierda que se consideraba pura y radical, pero el debate propiamente dicho sobre el tema continuaba ausente. Arnoldo nunca rehuyó la discusión dentro o fuera del partido sino que la buscaba como forma idónea de hacer avanzar su programa democrático.

El XIX congreso del PCM se llevó a cabo el 9-15 de marzo de 1981, ya como partido legal y parlamentario. Se expresó entonces en forma de crítica de una minoría (“renovadores”) la tesis de que el partido estaba centrado en una actuación dentro de “escenarios de opinión”14, tales como la Cámara de Diputados, la prensa y los medios electrónicos que se habían abierto como parte de la nueva ley electoral,15 en lugar de avocarse a la acción de masas, las manifestaciones, la organización, las huelgas, etc. Se produjo entonces la exigencia de cambiar la dirección del partido.

Algo había ocurrido en el camino de la aplicación del programa democrático, ya que seguían las discrepancias al respecto aun dentro del principal partido que había logrado la reforma electoral, su registro, su participación en los comicios, una votación apreciable (en la Cd. de México el PCM obtuvo en 1979 el 13%) a pesar del control oficial de los resultados. La lucha por la libertad política y el conjunto del programa democrático no habían profundizado lo suficiente en la conciencia, al grado de que en el PCM, donde había surgido ese discurso, no todos y todas lo entendían de la misma forma. Subsistía aquella tesis de que la democracia política es por definición burguesa porque surgió en el capitalismo, haciendo abstracción de que la entonces clase emergente no era la única. Incluso, la minoría “renovadora” propuso volver a la formulación de la dictadura del proletariado como objetivo del partido.

El PCM, con Arnoldo a la cabeza, se mantuvo en la línea en la que se había ubicado desde años atrás y, a pesar de las resistencias, le dio más énfasis a su planteamiento de unidad de las izquierdas en un mismo partido.

Arnoldo se ligó al eurocomunismo, especialmente al italiano. La realidad mexicana y latinoamericana no permitía que en México hubiera un partido de esa tendencia, pero existía, entre otras muchas cosas, algo especialmente en común con el Partido Comunista Italiano: el programa de socialismo democrático y la independencia política de ambos. Ya desde 1968, el PCM condenó la ocupación soviética de Checoslovaquia y Arnoldo envió al partido y gobierno de la URSS un telegrama exigiendo el retiro inmediato de todas las tropas extranjeras de aquel país, publicado en la primera plana de El Día. Esto dio paso a unas discusiones fuertes dentro del PCM y de éste con otros partidos, sin excluir al Partido Comunista de Cuba.

Arnoldo no admitió presiones para modificar el rumbo de independencia al que él mismo llevó a su partido, pero jamás evadió la discusión. Lo mismo ocurrió con su condena a la invasión soviética de Afganistán.

El PCM fue también uno de los primeros partidos comunistas que modificaron su posición respecto de China. Arnoldo mismo fue a Pekín dentro de una delegación latinoamericana encabezada por el cubano Carlos Rafael Rodríguez, la cual planteó a Mao Tse Tung un inicio de discusiones y posibles entendimientos.

El programa democrático estaba vinculado a la propuesta de Arnoldo de nuevo poder en México. La vía revolucionaria ya no se advertía como el necesario uso de las armas, aunque nada permitía suponer que todo tendría que ser pacífico. Dejar de confundir formas de lucha con la estrategia y sus objetivos era un primer paso. Un poder democrático con un contenido social, de carácter obrero, fue la conclusión a que llegó el PCM. Regresarle al socialismo su carácter democrático era ya entonces un planteamiento que se escuchaba en varios lugares del mundo.

El papel jugado por Arnoldo Martínez Verdugo en el proceso de la unidad de las izquierdas mexicanas fue decisivo en sus primeros pasos. El líder del PCM planteó por primera vez que las izquierdas podían unirse en un mismo partido orgánico para luchar por el poder, lo que iba más lejos que el esquema de frente político aplicado muchas veces en América Latina, incluido el frente antimperialista formado el 5 de agosto de 1961 por parte de casi toda la izquierda mexicana.

La unidad de la izquierda abarcaba todo su espectro y todos sus agrupamientos, formales e informales, incluyendo a quienes se mantenían dentro del partido oficial. No había límites. Eso quizá era lo mas perturbador para no pocos militantes del PCM.

Arnoldo sabía lo que era el sectarismo y el doctrinarismo porque ingresó y llegó a ser el dirigente principal de un partido sectario y doctrinario. Era una proeza salir de ahí para ir, como casi siempre que hay grandes cambios, hacia complicaciones impredecibles. Él nunca titubeó.

En América Latina, los “partidos hermanos” no entendieron la política unitaria del PCM. Quizá el único que la apreció positivamente fue Fidel Castro, según se desprende de la relación que adoptó con el PSUM, luego de la primera tanda de fusiones en la izquierda mexicana.

Luego de fuertes debates, se realizó el XX congreso del PCM el 15-18 de octubre de 1981. Al final de la reunión, había desaparecido el Partido Comunista Mexicano, fundado en 1919, por decisión democrática de sus integrantes, luego de lo cual iba a nacer el Partido Socialista Unificado de México (PSUM).

No se trataba del FEP reconstruido. Ya no era la lucha de un frente para buscar el reconocimiento electoral. Ahora, el PCM tenía registro propio, grupo parlamentario, candidatos registrados en todas partes, acceso a la radio y la televisión, interlocución con el gobierno y con la prensa, libertad de desplazamiento. El Partido se encontraba en una buena posición pero, al mismo tiempo, decidía disolverse. Ningún partido de este tipo lo había hecho hasta entonces en tales condiciones.

Arnoldo Martínez Verdugo fue elegido por el PSUM candidato a presidente de la República. Era la persona que más legitimidad tenía para representar esa nueva fuerza política, pues ese partido no hubiera surgido sin su convocatoria y paciente labor. La designación no fue en forma alguna un pacto de cambalaches ni algo parecido, sino expresión de la confianza que tenía en Arnoldo la inmensa mayoría del nuevo partido.16

La política de unidad de las izquierdas apenas se abría paso, mas su continuidad estaba contemplada desde un principio. La creación del PSUM no era ningún punto de llegada. Lo que había caído era el partido doctrinario, dogmático y sectario. Se abría la búsqueda de un partido que diera respuesta a trabajadores, campesinos e intelectuales. En esta dirección Arnoldo siguió interviniendo, tanto en la creación del Partido Mexicano Socialista (PMS) como en la formación del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Cuando a finales de 1987 el PMS contaba ya con un candidato a presidente, Heberto Castillo, quien había sido designado en una elección interna, se anunció la postulación de Cuauhtémoc Cárdenas con el apoyo del Partido Popular Socialista (PPS), el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN), ex PST, que en los años anteriores habían sido cercanos al PRI, los dos primeros, aliados. Era expresión de un rompimiento en el oficialismo.

Casi al final de la campaña electoral, Arnoldo planteó la urgente necesidad de hacer un esfuerzo para conseguir la declinación de Heberto Castillo e ir todos en apoyo de Cárdenas. Se redactó un proyecto de acuerdo entre el PMS y la Corriente Democrática en el que esta última se comprometía a abrir en el eventual nuevo gobierno participaciones, en el nivel de secretario de Estado, a militantes del PMS propuestos por Heberto Castillo y, en caso de no obtener el triunfo electoral, nadie de la Corriente Democrática ni del PMS aceptarían puestos gubernamentales. Sobre estas bases, se logró una mayoría muy consistente tan luego como Castillo aceptó declinar a favor de Cárdenas.

1988 fue un momento de cambio político en el país porque surgió una opción electoral de alternativa. El fraude electoral retrasó las reformas democráticas e hizo que el neoliberalismo se asentara como única política oficial con el apoyo del Partido Acción Nacional que no había mejorado en nada su caudal electoral. Sin embargo, ya estaba ubicada una nueva fuerza política nacional, a partir de un rompimiento, el de Cuauhtémoc Cárdenas, con el apoyo del resto de la izquierda.17

Cuando el 21 de octubre de 1988 se lanzó el llamamiento a la formación del Partido de la Revolución Democrática, Arnoldo Martínez Verdugo se encontraba entre los principales firmantes junto a Cuauhtémoc Cárdenas. La unidad de la izquierda que él había iniciado daba un paso más.

El PRD nació con el programa democrático y social. Durante años, las reformas electorales fueron siempre consecuencia de la consistente crítica y denuncia de ese partido, el cual seguía siendo la principal víctima de represiones y fraudes electorales.

México inició su ruta hacia la libertad política de todos los ciudadanos en 1977 pero fue uno de los países que caminó en forma más lenta hacia la eliminación de las ilegalidades en las campañas, el uso ilícito de recursos públicos y los fraudes electorales, a pesar de sucesivas reformas institucionales.

La corrupción mexicana ha sido un fenómeno estructural, parte de la forma de gobernar, como decía Arnoldo, quien padeció y denunció durante toda su vida el sistema corrupto mexicano y salió indemne. Este sin duda es un mérito mayor, el cual compartió con muchos de sus compañeros de partido ubicados en la primera línea de fuego.

El liderazgo de Arnoldo Martínez Verdugo dentro de la izquierda tuvo siempre su base en la elaboración de ideas. Del estudio de la historia, él tomaba enseñanzas y conceptos que en su opinión se ligaban mejor con la realidad del país y del mundo en que vivía. Por encima de circunstancias o conveniencias, Arnoldo planteaba siempre sus conclusiones aun cuando algunas veces se veía obligado a posponer la adopción de ciertos acuerdos para dar tiempo a un mayor estudio y a la discusión. Todo esto expresaba una honradez intelectual que no suele abundar entre dirigentes políticos de todos los bandos.

Arnoldo fue el primero en investigar el origen y formación del PCM. En su ensayo Partido Comunista Mexicano, trayectoria y perspectivas,18 abordó los primeros años de un partido cuya creación era presentada en la propaganda oficialista y de la derecha como una consigna llegada del exterior. El comunismo mexicano nació de donde esa gran corriente surgió en todas partes, del socialismo obrero que existía en el país, al calor de una revolución que hizo crujir al sistema capitalista mundial, la Revolución de Octubre.

Arnoldo fue un comunista de toda la vida, siempre crítico de su propia corriente, sin auto justificaciones, engaños, complicidades, cobardías ni traiciones.


NOTAS

1 Plutarco Elías Calles fue presidente de 1924 a 1928. Luego del asesinato del presidente electo, Álvaro Obregón, se instauró el maximato (1928-1934), tres presidentes sucesivos bajo el mando del anterior, llamado “Jefe Máximo”, quien fundó el Partido Nacional Revolucionario. Lázaro Cárdenas (1934-1940) rompió el esquema y deportó del país a Calles.

2 El secretario de Gobernación de López Mateos fue el que sería su sucesor, Gustavo Díaz Ordaz.

3 Entre algunos otros, Manuel Terrazas, José Encarnación Pérez Gaytán, Gerardo Unzueta Lorenzana, Alejo Méndez, Fernando Granados Cortés, Juan Duch, Ramón Danzós Palomino, Blas Manrique.

4 El MLN adoptó un programa en el que no se incluía expresamente la libertad de formar partidos y presentar candidaturas ni el respeto al voto; mucho menos ir en pos de un gobierno nuevo. Su programa fue: Plena vigencia de la Constitución. Libertad para los presos políticos. Justicia independiente, recta y democrática. Libre expresión de las ideas. Reforma agraria integral. Autonomía y democracia sindical y ejidal. Dominio mexicano de todos nuestros recursos. Industrialización nacional sin hipotecas extranjeras. Reparto justo de la riqueza nacional. Independencia, dignidad y cooperación internacionales. Solidaridad con Cuba. Comercio con todos los países. Democracia, honradez y bienestar. Pan y libertad. Soberanía y paz. Cfr. Llamamiento al pueblo mexicano y Programa del Movimiento de Liberación Nacional. 1961. https://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/6Revolucion/1961-MLN.html

5 “…la tarea de la extrema izquierda… debe centrarse en acabar con el colonialismo interno y con el desarrollo semicapitalista, en `conquistar los derechos políticos y la libertad política` de la población marginal, semicolonial… a sabiendas de que México seguirá siendo un país de partido predominante, mientras no se desarrolle plenamente en el capitalismo y no desaparezca el colonialismo interno…” Pablo González Casanova, La democracia en México, 2ª. edición (puesta al día) 1967; 14ª edición, 1983, p. 225. México. Ediciones Era.

6 En 1967, en su XV congreso, el PCM presentó el programa de la revolución democrática, popular y antimperialista. En 1973, en su XVI congreso, formuló el programa de la revolución democrática y socialista.

7 En la exclusión de Cuba de la OEA en 1962, el gobierno de México se hizo eco de la tesis estadunidense de que el régimen socialista en la isla era “incompatible” con el sistema interamericano, pero defendió el principio de autodeterminación de los pueblos. Se abstuvo en la votación junto con Brasil, Bolivia y Ecuador. En 1964, México votó en la OEA contra del bloqueo económico de Cuba y mantuvo relaciones diplomáticas con el gobierno de La Habana, pero informaba a EU todos los movimientos de personas y cosas con la isla y las visitas a la embajada en la Ciudad de México. México rechazó la ocupación militar estadunidense de Santo Domingo en 1985 y no formó parte de la llamada Fuerza Interamericana de Paz integrada por siete países de la OEA.

8 La tesis central del procurador en los procesos contra los presos políticos del ´68 consistía en que el movimiento estudiantil había sido una consecuencia del “plan subversivo de proyección internacional elaborado en el extranjero”, en textual referencia a la Conferencia de la OLAS, realizada en agosto de 1967 en La Habana.

9 La inmensa mayoría de los partidos comunistas donde se produjo movimiento estudiantil en 1968 y años inmediatamente posteriores, no se comprometieron con la lucha ni con los objetivos de ésta; en varios países rechazaron las acciones juveniles.

10 Valentín Campa Salazar se reincorporó al PCM, junto a todo su grupo, procedente del Partido Obrero Campesino, estando en la cárcel, después del XIII congreso de marzo de 1960, en el que se integró una nueva dirección que revocó su expulsión dictada en 1940. Campa logró su libertad en julio de 1970, luego de la derogación del delito de disolución social exigida por el movimiento estudiantil, junto con Demetrio Vallejo, quien fuera el principal dirigente del sindicato ferrocarrilero durante la represión de 1959.

11 La reforma anterior, 1963, careció de trascendencia excepto por el ingreso de Acción Nacional a la Cámara de Diputados con 20 de sus integrantes (“diputados de partido”). El acceso del PPS y del PARM, con 5 diputados cada uno, careció de significación debido al marcado oficialismo de ambos. Ningún otro aspecto del sistema electoral fue reformado entonces.

12 El Partido Socialista de los Trabajadores (PST) no respondió al planteamiento; el Partido Popular Socialista (PPS) lo rehusó. El Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) optó por la abstención electoral. Conformaron la Coalición de Izquierda, junto con el PCM, el Partido del Pueblo Mexicano (PPM), el Partido Socialista Revolucionario (PSR) y el Movimiento de Acción y Unidad Socialista (MAUS).

13 La Cámara se integró con 400 legisladores en total, de los cuales 300 fueron de mayoría relativa (uno por distrito electoral), de los cuales el PRI obtuvo 299.

14 La corriente de los renovadores sostenía que se estaba formando un partido de opinión y no de acción, de capas medias emergentes y no fundamentalmente obrero, un partido de ciudadanos y no de clase.

15 Los partidos gozaban de 15 minutos mensuales en todos los medios electrónicos concesionados en horario preferente. Las comparecencias de los secretarios de Estado en la Cámara de Diputados se transmitían en directo por el canal 13 de IMEVISON a todo el país.

16 Al PSUM concurrieron, además del PCM, el Partido del Pueblo Mexicano, el Movimiento de Acción y Unidad Socialista, el Partido Socialista Revolucionario y el Movimiento al Socialismo, así como otros grupos menos formales de la izquierda. El Partido Mexicano de los Trabajadores participó en un principio pero declinó casi al final del proceso de negociaciones. Personas de izquierda sin partido se unieron a la nueva formación de izquierda.

17 El PPS y el PFCRN no concurrieron al nuevo partido, el PRD. Perdieron su registro en siguientes elecciones por falta del mínimo legal de votos y desaparecieron, así como también ocurrió con el PARM, el cual no era un partido de izquierda sino por entero liberal. El registro electoral del PRD es el que obtuvo el PCM en las elecciones de 1979.

18 Arnoldo Martínez Verdugo, Partido Comunista Mexicano, trayectoria y perspectivas. Fondo de Cultura Popular, México, 1971. Una versión mejorada de este ensayo se encuentra en el libro de varios autores que él mismo coordinó: Historia del Comunismo en México, Grijalbo, México, 1985.