En los días y las semanas siguientes al golpe de Estado en Bolivia contra el presidente Evo Morales proliferó una serie de manifestaciones neutrales y equidistantes ante el conflicto entre algunos destacados intelectuales de la “izquierda crítica”, boliviana y latinoamericana. Estas posturas recibieron además amplia atención en los ámbitos mediático e intelectual internacionales, lo cual sirvió para amplificar su efecto. Con algunas variaciones y matices, las tesis dominantes de estas críticas se basaban en dos pilares: por un lado, la acusación sobre un supuesto fraude cometido por el MAS (Movimiento al Socialismo, partido de Evo Morales) en las elecciones del 20 de octubre, que se vinculaba a la pérdida de apoyo popular al gobierno (denuncia realizada originalmente por la derecha boliviana e instrumentalizada por la OEA); y, por otro, la equiparación entre las políticas de Evo Morales durante sus 13 años de mandato y el modelo productivo-social de la oligarquía boliviana, que acababa de tomar el poder.
Así, la destacada socióloga Silvia Rivera Cusicanqui salió a cuestionar lo que denominó la “hipótesis del golpe de Estado”, como si de un simple mecanismo discursivo se tratara, y subrayó la “degradación” del gobierno de Evo Morales que habría conducido a los acontecimientos internos que se vivían.1 Por otro lado, Pablo Solón, conocido ambientalista boliviano y antiguo embajador ante la ONU hasta 2011, vertía una acusación similar en un debate en Democracy Now! el 13 de noviembre; una intervención que Solón utilizó para desencadenar un ajuste de cuentas con sus antiguos compañeros de gobierno y negar que lo que ocurría en su país fuera un golpe de Estado.2
Otra voz prominente era la de María Galindo, del colectivo feminista Mujeres Creando, quien, habiendo sido radicalmente crítica con Evo Morales desde el primer día, calificó a éste como “macho” y “caudillo” justo después del golpe.3 Así, haciéndose eco de las acusaciones de fraude electoral y alabando la “resistencia” que según ella siguió a éste, Galindo describió el golpe como “sólo la mitad del conflicto”, y el desenlace violento como el cauce natural del “callejón sin salida” a que el MAS había llevado al país, por lo cual concluía que “lo más subversivo es no tener bando”. Esta visión equidistante (como “una pelea de gallos entre dos caudillos”) coincidía con las de otras feministas, como la de la socióloga mexicana y fundadora del Ejército Guerrillero Tupac Katari, Raquel Gutiérrez –en su día compañera y esposa del vicepresidente Álvaro García Linera–, quien entrecomilló el “golpe-cívico” para hablar de él como una historia de la cúpula del MAS para “nega[r] sus responsabilidades y regodea[rse] en su papel de víctimas”. 4 Por su parte, el periodista y activista uruguayo Raúl Zibechi también entrecomilló el “golpe” para negar su existencia, acusar de golpista al propio Evo Morales y dar su apoyo crítico a lo que denominaba “un levantamiento popular”.5 Por supuesto, todas estas posturas se situaban al margen de “los bandos en guerra”, lo cual subrayaba la superioridad intelectual de su autonomía e independencia crítica.
El presente texto pretende exponer la debilidad de esos pilares en que estos intelectuales “críticos” basan sus argumentos, para lo que haré primero un breve repaso de tales limitaciones respecto tanto al supuesto fraude electoral como a la equiparación entre las políticas del MAS y el modelo de la oligarquía boliviana. A continuación revisaré la relevancia política de estos intelectuales “críticos” en el ámbito local y regional, así como la de otras voces cuyas posiciones han sido significativamente marginadas en los medios hegemónicos y la academia. Por último, abordaré de forma escueta el papel orgánico de los intelectuales ante conflictos políticos análogos al de Bolivia, con la intención de establecer algunas conclusiones, desde una perspectiva histórica, sobre lo vivido en estos meses en el ámbito intelectual.
¿Fraude? ¿Cuál?
Una pregunta enunciada repetidamente por estos intelectuales al referirse al supuesto fraude electoral tenía que ver con los motivos que llevaron a la suspensión del conteo rápido y la responsabilidad detrás de ésta. Sin embargo, la insistencia en este aspecto resulta alarmante dada la evidencia de que desde el 11 de noviembre estaba disponible el informe del Center for Economic and Policy Research6 (CEPR) que aclaraba a la perfección quién y por qué se detuvo la transmisión de resultados electorales preliminares. Así, en el documento se describe con todo detalle que ésta se suspendió “cuando 83.85 por ciento de las hojas de conteo ya había sido verificado” como “el TSE había anunciado que haría a más de una semana previamente a las elecciones”, conforme a un procedimiento recomendado y elogiado antes por la OEA.
Algunos de estos intelectuales “críticos” hacían también referencia a que el supuesto fraude había sido verificado por la OEA, pasando por alto (además de la “función histórica” de la propia OEA en la región) que la OEA hasta entonces había publicado sólo un informe preliminar, que éste se había emitido sin datos concluyentes –además de algunas maniobras turbias en el manejo de los tiempos y la información dada al gobierno de Evo Morales–7 y que el mismo informe había sido criticado con dureza incluso por quienes integraron la misión.8 Pero además, el estudio del CEPR señalaba con claridad que “ni la misión de la OEA ni ningún otro partido han demostrado que hubo irregularidades generalizadas o sistemáticas”.
Del mismo modo, el 13 de noviembre se publicaba otro informe, en este caso del profesor de la Universidad de Michigan Walter Mebane, experto internacional en fraudes electorales, quien después de analizar con todas las mesas volcadas las escasas irregularidades que encontró (equiparables con las que podían darse en cualquier comicio), concluía que “aun eliminando todos los votos ‘fraudulentos’, el MAS tiene un margen de más de 10 por ciento sobre [el partido opositor] CC”.9
Hoy, después que la auditoria final de la OEA fuera misteriosamente publicada con 44 días de retraso, se ha seguido señalando que este informe sigue sin probar fraude alguno, entre otros aspectos porque las evidencias sobre el supuesto engaño fueron destruidas por la propia oposición durante las protestas. Además, la intencionalidad política de este informe ha sido cuestionada públicamente una vez más por el CEPR10 y el bioinformático argentino Rodrigo Quiroga en las redes sociales.11
Pese a todas estas evidencias, los intelectuales “críticos”, ensimismados en su autonomía e independencia, no han salido durante todo este tiempo a retractarse de las acusaciones infundadas de fraude sobre las que fundamentaban su crítica.
¿Equivalencia entre Evo Morales y la oligarquía boliviana?
El otro aspecto central de las críticas vertidas contra el gobierno de Evo Morales por estos intelectuales ha tenido que ver con una equiparación entre las políticas del MAS y las propuestas productivas y sociales de la oligarquía. De ese modo, mientras en algunas críticas se reconocía la incontestable reducción de la pobreza a que ha llevado la política redistributiva de Evo Morales y la transformación del país en un Estado plurinacional bajo su mandato, los intelectuales “críticos” cuestionaban el modelo económico por no haber modificado la matriz productiva boliviana, mientras veían el reconocimiento de la población indígena como una simple operación de política cosmética del MAS.
Muchas de estas críticas a las medidas económicas se detenían en señalar que las regalías sobre las que se han sustentado las políticas sociales del gobierno han procedido principalmente del extractivismo y los agronegocios, cuestionando los motivos por los cuales no se intentaba modificar este modelo de desarrollo que replicaba un origen colonial. Un elemento central en algunas de estas críticas ha sido la cuestión ecológica, una preocupación ciertamente crucial ante la crisis a que el capitalismo global ha empujado al planeta. Frecuentemente, además, estas críticas se han adornado con una retórica feminista posmoderna, mediante una retorcida aplicación de categorías biopolíticas para vincular el extractivismo al patriarcado.
Sin embargo, tales críticas parecen no tomar en cuenta factores históricos y políticos concretos que determinan la correlación de fuerzas internas (respecto a las oligarquías locales) y externas (con las oligarquías foráneas y los intereses imperiales), y –en consecuencia– determinan las posibilidades de la propia práctica política. En ningún momento estos intelectuales “críticos” se interrogan por la capacidad de maniobra de países periféricos como Bolivia, inscritos en la lógica del capital global, la dependencia que esta lógica implica ante las urgencias ciudadanas o la presión con que altos índices de pobreza heredados pueden condicionar las políticas económicas y los mecanismos para llevarlas a cabo, afectando también el aspecto ecológico, más allá de buenas intenciones o principios sagrados. Parecen olvidarse así de que Evo Morales tomó el país con la pobreza en cifras de 60.6 por ciento y la redujo a 34.6 (de 38.2 a 15.2 en el caso de la pobreza extrema),12 y que ambas circunstancias –cómo se llegó a esas cifras y qué se hizo para contraerlas– son producto de la voluntad y la acción política de esos dos bandos que se esfuerzan por equiparar; voluntad y acción que, en el caso de la derecha, ha sido una constante histórica en Bolivia, como bien documentan las condiciones en que vivieron las clases populares bolivianas durante siglos.
Tampoco se cuestionan estos intelectuales si ese margen de maniobra de la periferia le ha permitido históricamente, y en grados muy limitados (no sin dejar de estar amenazada o perseguida, como muestran tantos casos, de Cuba a Chile o Venezuela), algo más que disputar el control por los recursos nacionales. O si, en procesos tan extensos por la soberanía y la emancipación, la alternativa de que la gestión política esté en manos de la oligarquía (como lo está después del golpe) ha mejorado alguna vez las condiciones de vida de las mayorías sociales en estos países.
Visto con toda crudeza, la forzada comparación entre 13 años de gobierno de Evo Morales (en los que el PIB creció 327 por ciento)13 y siglos de dominación colonial oligárquica no debería llamar a nadie al engaño: con todas las limitaciones que las particularidades de cada proceso puedan tener, aspirar al control soberano de los recursos y la tecnología (por ejemplo, sobre el litio, del que Bolivia dispone de cerca de 70 por ciento de las reservas mundiales)14 para contribuir al desarrollo económico no es una cuestión menor para las mayorías que hasta hace tan poco sufrían la voluntad y la acción política de la oligarquía, y que hoy la vuelven a sufrir.
Si estos intelectuales “críticos” no lo creen así, bien harían en preguntarse por el hecho de que nadie muriera en las protestas tras las elecciones del 20 de octubre y que más de 30 (todas del mismo bando) lo hayan hecho tras las masacres después del golpe, y también si ese dato pertenece sólo al mundo de lo “hipotético”, “discursivo” o “simbólico”.
Referentes en la academia y los medios; insignificantes en lo demás
A la luz de estas evidencias, resulta alarmante el parecido existente entre este grupo de intelectuales “críticos” y los “socialistas verdaderos” a que Marx y Engels denunciaron en su día.15 Y es que las muestras de neutralidad ante el golpe de Bolivia ponen de manifiesto hasta qué punto estos intelectuales, instalados en su universalismo e idealismo y desprovistos de todo análisis histórico y geopolítico, son incapaces de entender la correlación de fuerzas concretas, locales e internacionales, dada en la política boliviana y en la región, así como la alternativa que la realidad ofrece cuando un gobierno como el de Evo Morales cae: la de que se establezca un gobierno oligarca y racista con fuerte tendencia hacia el fundamentalismo religioso. Su postura equidistante acaba, cómo no, por hacer el juego a los golpistas pue, como ha señalado el periodista de The Grayzone Max Blumenthal, “cuando sacrificas un liderazgo de izquierda imperfecto, obtienes la dictadura derechista perfecta”.16
No debe por tanto llamar especialmente la atención el hecho de que algunos de estos intelectuales, con incidencia minúscula en la escena política local, acaben por naturalizar alianzas que desde otra óptica puedan sorprender. Así, por ejemplo, y como no hace tanto hizo Edgardo Lander con Juan Guaidó en Venezuela,17 Pablo Solón ha aparecido públicamente con alguien con la relevancia para el golpe en Bolivia como Marco Pumari, presidente del Comité Cívico Potosinista.18
Por supuesto, tales posturas no son las únicas manifestadas respecto al golpe en Bolivia. Desde la mantenida por esta revista hasta Enrique Dussel, Néstor Kohán o Ramón Grosfogel, pasando por Atilio Borón, Noam Chomsky, Vijay Prashad, Pablo González Casanova, Marcos Roitman Rosenmann y tantos más,19 muchos otros intelectuales han mostrado, con dignidad, una posición inequívocamente opuesta a los golpistas y las manifestaciones racistas y coloniales de la oligarquía boliviana, así como a la equidistancia con que intelectuales “críticos” como Rivera Cusicanqui, Solón, Gutiérrez, Galindo o Zubecchi se han manifestado.
Sin embargo, y pese a la insignificancia de los intelectuales “críticos” en el tablero político, posturas como las suyas han encontrado (como tantas veces antes) gran acomodo en los ámbitos académico y mediático regional e internacional. Y es que, por motivos que exceden las dimensiones del presente artículo (y no necesariamente aplicables a todos los casos aquí expuestos), estos sectores acostumbran a ser en especial cariñosos con los intelectuales “izquierdistas” que, con frecuencia privilegiados socialmente, algún día se mostraron “demasiado comprometidos” (de acuerdo con los estándares falaces de una ciencia –social– desideologizada) y hoy se presentan arrepentidos de sus juveniles “traiciones de clase”.20
Un ejercicio para comprobar esta deferencia hacia dicho grupo “crítico” se basaría en el contraste de su retórica feminista con la de otras visiones que, desde la misma perspectiva, sí se manifestaron contra el golpe, y que sin embargo han quedado sumergidas en espacios contrahegemónicos o marginales. Así, estas otras voces, no sin reconocer la complejidad interna del conflicto, dejaron de destacar los logros institucionales extraordinarios de la mujer boliviana a escala internacional en estos años.21 Éste es el caso de Adriana Guzmán, de Feminismo Comunitario Antipatriarcal de Bolivia y Feministas de Abya Yala (y a la que Pablo Solón despreció en su debate en Democracy Now!), quien, además de subrayar que con Evo Morales hubo logros antes inimaginables y el escenario para avanzar, siendo mejorable, era más adecuado con él que en otras condiciones (“pude mandar a mis hijos a la universidad [y] eso no podría haberlo hecho antes”), señaló: “Las feministas no estamos por encima de lo que está pasando, porque a nuestras hermanas y nuestros hermanos están agrediendo. Y decir que todo es lo mismo no nos parece suficiente ni que aporta a la resolución de los conflictos ahora”.22
Una panorámica del movimiento feminista boliviano permite vislumbrar también las denuncias del feminismo indígena contra el golpe23 y los múltiples grupos feministas que manifestaron “esta[r] de pie, junto a las mujeres, y al pueblo de Bolivia. Rechazamos el golpe de Estado, y la reacción racista, misógina, colonial y patriarcal de los comandos cívicos. Rechazamos la injerencia imperialista (…), con sus políticas violentas, golpistas, guerreristas”; o que al preguntarse “¿qué no perdonaban, los sectores dominantes, al pueblo, a Evo, al MAS y al proceso de cambio? ¿Por qué tanto odio y rabia?”, no tuvieron problema en responder, con la claridad que otros no veían: No nos perdonan, al pueblo, a los indios e indias, a las y los empobrecidos, que en su cancha con su pelota, con árbitro vendido y sin el apoyo de las grandes ligas internacionales (embajada de EUA), hemos abierto un espacio y tiempo para pensarnos y descubrirnos capaces de autogobernarnos”.24
También las indígenas del grupo Jallalla-Marichiwew (por supuesto, con mucha menos visibilidad que otras estrellas de la academia) respondieron a otra expresión del intelectualismo equidistante, esta vez en la voz de la antropóloga argentina Rita Segato, cuando llegó a comparar a Evo Morales con Jair Bolsonaro (con relación a los incendios de entre julio y octubre) e insistió en la supuesta “visión binaria” que domina la interpretación del conflicto –ya que, según ella, Evo Morales no es “una figura perfecta” sino un machista; y, en una mistificación condescendiente del “buen salvaje”, tampoco es un aymara sino un sindicalista–.25 Las feministas indígenas no tuvieron inconveniente en calificar el feminismo de Segato como “blanco”, para señalarle que “los discursos ‘no binarios’, como lo plantea (…) terminan asimilando dos posiciones contrarias como si fueran equivalentes”.26
Llegados aquí, cabe preguntar a estos intelectuales neutrales: ¿Cómo podría hablarse de dos posiciones, la de un gobierno legítimo y la de uno de facto apoyado en la oligarquía y el imperialismo, como si fueran iguales en fuerza o en historia? Y es que, como bien han destacado otras voces, también femeninas y feministas como la de la educadora popular Claudia Korol, “necesitamos decir que el feminismo popular sabe distinguir entre las dificultades históricas de la cultura patriarcal de nuestros pueblos, y las políticas imperialistas y oligárquicas que nos golpean. Sabemos distinguir entre Salvador Allende y Pinochet, entre Hugo Chávez y Guaidó, entre Mel Zelaya y Micheletti, entre Lula y Bolsonaro. No hacerlo supone ser indiferentes a los sentires y las luchas de las mujeres y los pueblos”.27 Porque como también ha subrayado Sandra Cossio, de la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias Bartolina Sisa, con el golpe “sabemos que como mujeres hemos perdido un espacio entre los actores políticos”.28
Todas estas mujeres, en su expresión de diversidad y compleja visión de la actividad política, han puesto en evidencia que el discurso equidistante de que “Evo cayó por su propio peso” pasa por alto un dato incuestionable, más aún con las investigaciones disponibles y señaladas arriba: que Morales, con o sin “degradación”, venció en las elecciones con más de 47 por ciento de los votos y una diferencia de más de 10 sobre Carlos Mesa. Ante un golpe de Estado, las masacres que le han seguido y la represión que continúa imperando, la intelectualidad “crítica” debería marcar ese dato como una línea roja intraspasable. Porque con los muertos dejados por la derecha en las calles y las múltiples expresiones de coerción, racismo y fundamentalismo religioso que se han vivido y se siguen viviendo, debe haber límites al relativismo moral. Y estos límites pasan hoy por defender el proceso democrático del 20 de octubre, su legitimidad y legalidad; exigir el reconocimiento de la limpieza de los resultados, así como de la mayoría social que continúa apoyando al MAS y a Evo Morales, y la restitución del orden constitucional; y reivindicar los logros sociales de estos últimos 13 años, porque sobre ellos se augura más factible que las clases populares, las comunidades indígenas y las mujeres logren otros cambios igualmente necesarios, incluso urgentes, que sobre la restauración del poder oligárquico que dominó la política boliviana durante tantos siglos.
Intelectuales orgánicos. ¿Orgánicos para quién?
Como es bien conocido, Antonio Gramsci, en su distinción entre intelectuales tradicionales y orgánicos, entendía a los segundos como los que sirven para explicar la realidad de acuerdo con los intereses de la clase a que representan. Así, en su capacidad para dotar de autonomía y homogeneidad a determinada concepción del mundo, su función es fundamental para que las clases dominante forjen y perpetúen su hegemonía social, pues tienen la capacidad para legitimar esta dominación mediante el consenso. Es decir, los intelectuales orgánicos contribuyen con su labor a que las clases subalternas asuman como propias las concepciones del mundo (y los intereses que éstas conllevan) de las clases hegemónicas. Y así, cuando Gramsci llamaba a crear intelectuales orgánicos en el movimiento obrero, entendía que, sobre su capacidad para unificar las concepciones del mundo del proletariado, sería posible disputar la hegemonía de las clases dominantes, y pasar así del sentido común establecido a un nuevo sentido común que acabara transformándose en el buen sentido que representaría el socialismo.
No pocos intelectuales han entendido, mediante la práctica y el compromiso políticos, a menudo de manera casi intuitiva, la relevancia de estos principios en su labor orgánica. Y en la historia intelectual latinoamericana no escasean los ejemplos que han confrontado a esos “socialistas verdaderos” acomodados en su idealismo y ahistoricidad, y que a veces parecen preferir que, como diría Rosa Luxemburgo, el conocimiento “siga siendo el privilegio de un puñado de ‘académicos’”.29
Uno de esos intelectuales latinoamericanos, enfrentados a universalismos abstractos y otras realidades paralelas, bien podría ser el escritor y periodista argentino Rodolfo Walsh, quien se reconocía como marxista (“pero un mal marxista porque […] no tengo tiempo para formarme ideológicamente”). Consultado en 1972, periodo de gran confluencia entre distintas corrientes revolucionarias peronistas y socialistas –cuando militaba en las Fuerzas Armadas Peronistas–, si se consideraba parte del movimiento peronista que llevaba proscrito desde el golpe de 1955, replicó:
Si se admite que la antinomia básica del régimen, antiperonismo-peronismo, traduce la contradicción principal del sistema, opresores-oprimidos, no me voy a anotar en el bando de los opresores ni en el de los neutrales.
Años después, en diciembre de 1976, pocos meses antes de ser asesinado y desaparecido por la Junta Militar pero ya con una hija y muchos amigos y compañeros muertos por la represión militar, Walsh se dirigió a la Conducción Nacional de Montoneros, organización a la que se había integrado. En aquellos documentos orgánicos criticaba duramente el “déficit de historicidad” del “pensamiento montonero” y denunciaba el “pronunciamiento prematuro sobre el agotamiento del peronismo” que había hecho la dirección. Y añadía:
Cabe suponer que las masas están condenadas al uso del sentido común. Forzadas a replegarse ante la irrupción militar, se están replegando hacia el peronismo que dimos por agotado (…) En suma, las masas no se repliegan hacia el vacío sino (…) hacia relaciones que dominan, hacia prácticas comunes; en definitiva, hacia su historia, su cultura y su psicología, o sea, los componentes de su identidad social y política. Suponer (…) que las masas pueden replegarse hacia el montonerismo es negar la esencia del repliegue, que consiste en desplazarse de posiciones más expuestas hacia posiciones menos expuestas, y es merecer el calificativo de idealismo que a veces nos aplican hombres del pueblo.
Sin renunciar a los “objetivos estratégicos (…) de poder socialista”, que debería trascender al propio peronismo, Walsh exponía así cómo “nuestra teoría ha galopado kilómetros delante de la realidad”, con “la vanguardia corr[iendo] el riesgo de convertirse en patrulla perdida”.
Las palabras de Walsh, pese a la distancia y las particularidades históricas de cada caso, sirven para fijar los límites a la equidistancia de estos intelectuales “críticos”, neutrales ante el golpe de Bolivia. Porque tales límites ponen a estos intelectuales ante el espejo, y los interrogan también sobre su “organicidad” intelectual. O, en otras palabras, si la realidad social deja al desnudo la independencia y autonomía que pregonan con su equidistancia, ¿a quién beneficia su posición? ¿Quién la puede instrumentalizar y rentabilizar?
Pongamos estas interrogantes ante una situación análoga: ¿Alguien esperaría que en septiembre de 1973, días o semanas después que hubieran bombardeado el palacio de La Moneda, los intelectuales hubieran salido a discutir los errores de Salvador Allende para, por ejemplo, dar respuesta a las exigencias del proletariado chileno como explicación (si no justificación) del golpe de Augusto Pinochet? Es más, ¿y si se hubieran puesto a debatir sobre si debía ser calificado como golpe o no, y a quién beneficiaría denominarlo así o qué legitimaría y qué no? ¿Podría considerarse a esa intelectualidad digna de autoridad política o ética alguna? ¿Alguien se acordaría de ella hoy, excepto para evidenciar las dimensiones infinitas de la desvergüenza intelectual? Desde luego, si hubo intelectuales que plantearon cuestiones de ese tipo, hoy, por suerte, nadie los recuerda. Y esto es así porque, más allá de las miserias achacables a la democracia liberal –debate en el que me identifico como constante agitador–, ante la reacción criminal de las oligarquías, todas las posiciones progresistas, revolucionarias y reformistas (como también hicieron en el decenio de 1930 ante el avance del fascismo), entendieron entonces y entienden hoy que la legitimidad democrática de Allende debía ser un límite infranqueable.30 Se comprendió entonces y se comprende hoy que, en circunstancias históricas críticas y particulares, ciertos bastiones, como el de la democracia representativa, deben ser defendidos frente a la regresión, aun cuando eso lleve a aparcar determinados proyectos revolucionarios, a hacer política de retaguardia y no de vanguardia. Porque no son pocos los avances en las sociedades burguesas logrados y se logran gracias a las luchas populares enfrentadas al propio dominio burgués; y esos avances, aun recortados, deben ser reivindicados y protegidos ante la amenaza reaccionaria de la oligarquía.31
Posiciones como las del colectivo intelectual “crítico” manifestado de manera neutral frente al golpe de Bolivia (como antes otros lo hicieron con Venezuela o Cuba, y mañana quizás otros lo hagan con México), no hacen más que sustituir una supuesta “visión binaria” por una extensión de la “teoría de los dos demonios”, en su momento aplicada en Argentina y que, evidentemente, hoy resulta instrumental para quienes han dado el golpe en Bolivia. Ese “universo binario” del que acusan a las otras expresiones de la izquierda existe sólo en su cabeza, pues nadie busca “figuras perfectas” (o buenos y malos) en los dirigentes políticos más que los fanáticos o los ingenuos. Nadie pretende, por tanto, minimizar la complejidad de los conflictos políticos nacionales en Bolivia, ni los errores, las torpezas, las expresiones patriarcales o las limitaciones político-económicas del gobierno de Evo Morales, pero eso no puede servir para “explicar” el golpe o derribar todo el proceso vivido por el país en estos 13 años, menos aun cuando el apoyo popular a él sigue siendo extraordinariamente amplio.
Todo conflicto refleja la pugna por intereses materiales y entre prioridades en la voluntad política de los actores involucrados en él, ya sean para beneficio de las mayorías o para el de las élites locales o extranjeras, y habitualmente ninguna de esas posiciones alcanza sus objetivos de forma pura, sino mediante negociaciones y disputas que a veces concilian y otras enfrentan posturas antagónicas. Por mucho que estos intelectuales no quieran asimilarse a ningún bando en conflicto, el trabajo intelectual no se elabora sobre un mundo abstracto de ideas y sin repercusión en el suelo que pisan los demás mortales, sino sobre situaciones históricas específicas. Y en medio de una confrontación que ha costado tantas vidas y sufrimiento conviene preguntarse a quién beneficia su labor.
Los intelectuales equidistantes que, entretenidos en sus juegos relativistas y ante la reacción criminal de la oligarquía boliviana, insisten en esta variante de la teoría de los dos demonios para equiparar golpismo y legitimidad democrática en Bolivia se parecen hoy más que nunca a los intelectuales apolíticos a quienes se dirigió en su día el poeta y guerrillero guatemalteco Otto René Castillo para advertirles de que cuando fueran “interrogados / por el hombre / sencillo / de nuestro pueblo (…) / sobre lo que hicieron / cuando / la patria se apagaba / lentamente, (…) / Os devorará un buitre de silencio / las entrañas. / Os roerá el alma / vuestra propia miseria. / Y callaréis, / avergonzados de vosotros”. Porque si, como dejó escrito Gramsci, “la indiferencia es el peso muerto de la historia”, ante la tragedia y la barbarie de ésta, la equidistancia no es más que el peso muerto de la intelectualidad.
Notas
Alejandro Pedregal es escritor, cineasta, profesor e investigador. Su libro más reciente, Evelia: testimonio de Guerrero (Akal/Foca, 2019), recoge el testimonio de la defensora social Evelia Bahena García en su lucha contra las mineras en Guerrero, México. Es doctor por el Departamento de Cine, Televisión y Escenografía de la Universidad Aalto, Finlandia y profesor en la Unidad de Arte Expandido de la misma institución.
El presente texto toma como punto de partida mi artículo “El golpe de Bolivia y la equidistancia de los intelectuales”, publicado en La Marea el 11 de diciembre de 2019 y disponible en <https://www.lamarea.com/2019/12/11/el-golpe-de-bolivia-y-la-equidistancia-de-los-intelectuales/> Recoge por tanto algunas de las reflexiones que ya se exponían ahí, incluyendo también algunas partes del texto original. Aun así, el contenido y la forma han sido ampliados y modificados, por lo cual debe interpretarse como un texto distinto del anterior.
1 Silvia Rivera Cusicanqui. “Esta coyuntura nos ha dejado una gran lección contra el triunfalismo”, en https://desinformemonos.org/esta-coyuntura-nos-ha-dejado-una-gran-leccion-contra-el-triunfalismo-silvia-rivera-cusicanqui-desde-bolivia/
2 “¿El fin de la presidencia de Evo Morales? Debate sobre la crisis política en Bolivia”, en https://www.democracynow.org/es/2019/11/14/un_golpe_de_estado_debatimos_sobre
3 María Galindo. “Bolivia: la noche de los cristales rotos”, en https://www.lavaca.org/notas/bolivia-la-noche-de-los-cristales-rotos-por-maria-galindo/
4 Raquel Gutiérrez. “Bolivia: la profunda convulsión que lleva al desastre”, en https://www.elsaltodiario.com/bolivia/bolivia-la-profunda-convulsion-que-lleva-al-desastre-
5 Raúl Zibechi. “Bolivia: un levantamiento popular aprovechado por la ultraderecha”, en https://desinformemonos.org/bolivia-un-levantamiento-popular-aprovechado-por-la-ultraderecha/
6 “¿Qué sucedió en el recuento de votos de las elecciones de Bolivia de 2019? El papel de la misión de observación electoral de la OEA”, en http://cepr.net/images//stories/reports/bolivia-elections-2019-11-spanish.pdf
7 He escrito sobre el tema en el artículo “La OEA con Evo, como Pinochet con Allende”, en https://www.elsaltodiario.com/mapas/golpe_estado-oea-con-evo-como-pinochet-con-allende
8 Véase Alejandra Dandan. “Todos los caminos conducen a Almagro: la trastienda de los observadores argentinos en Bolivia”, en https://www.elcohetealaluna.com/todos-los-caminos-conducen-a-almagro/
9 Walter R. Mebane Jr. “Evidence against fraudulent votes being decisive in the Bolivia 2019 election”, en http://www-personal.umich.edu/~wmebane/Bolivia2019.pdf
10 “El informe final de auditoría de la OEA sobre las elecciones en Bolivia plantea más preguntas sobre su trabajo de las que responde, concluye el análisis del CEPR”, en http://cepr.net/en-espanol/spanish-press-releases/el-informe-final-de-auditoria-de-la-oea-sobre-las-elecciones-en-bolivia-plantea-mas-preguntas-sobre-su-propio-trabajo-de-las-que-responde-concluye-el-analisis-del-cepr
11 https://twitter.com/rquiroga777/status/1202413848160067584
12 “Bolivia, entre los países de la región que más redujo la pobreza”, INE, marzo de 2019, en https://www.ine.gob.bo/index.php/prensa/notas-de-prensa/itemlist/category/190-marzo-2019
13 “PIB nominal creció en Bolivia 327 por ciento en 13 años de gobierno de Evo”, en https://regeneracion.mx/pib-nominal-crecio-en-bolivia-327-en-13-anos-de-gobierno-de-evo/
14 He escrito sobre la importancia del litio en el golpe de Bolivia en el artículo “En el golpe de Bolivia todavía huele a litio”, en https://revistamemoria.mx/?p=2674
15 La crítica a los “socialistas verdaderos” se encuentra en la parte referida a la “Literatura socialista y comunista” de El manifiesto comunista.
16 Simon Liem y Pascal Volker Anguita. “Max Blumenthal: cuando sacrificas un liderazgo de izquierda imperfecto, obtienes la dictadura derechista perfecta”, en https://www.telesurtv.net/opinion/Max-Blumenthal-Cuando-sacrificas-un-liderazgo-de-izquierda-imperfecto-obtienes-la-dictadura-derechista-perfecta-20191126-0014.html
17 “Juan Guaidó mantuvo un encuentro con ex funcionarios chavistas”, en https://www.infobae.com/america/venezuela/2019/02/06/juan-guaido-mantuvo-un-encuentro-con-ex-funcionarios-chavistas-seguimos-escuchando-a-todos-los-sectores-que-quieren-un-cambio/
18 Pumari instrumentalizó las protestas en Potosí previas a las elecciones en favor del candidato opositor Carlos Mesa, protestas marcadas por algunos episodios racistas, y se adhirió al discurso fundamentalista de Luis Camacho, con el que le ha acabado uniendo una estrategia común ante las próximas elecciones. A pesar de que los analistas hoy no dudan en situar a ambos en el espectro ideológico de la extrema derecha, Solón flirteó con la idea de unirse a Pumari en una futura apuesta electoral. Más tarde, y a pesar de que durante las negociaciones se destaparan las peticiones vergonzantes de Pumari para formar parte de la candidatura de Camacho, ambos han formado binomio electoral bajo la marca Creemos. Sin embargo, y ante las bajas expectativas electorales, en estos momentos parece probable que la candidatura acabe integrándose en alguna de las otras opciones golpistas, presumiblemente la de la presidenta de facto Jeanine Áñez, cuya postulación había sido duramente criticada con anterioridad por Camacho. He escrito sobre el papel de Pumari en el golpe en el artículo “En el golpe de Bolivia todavía huele a litio”. Sobre los flirteos políticos de Solón con Pumari, véase Francine Mestrum. “The hara-kiri of the ecological left”, en https://www.alainet.org/en/articulo/203355
19 Véase “Jeanine Áñez es presidenta ‘absolutamente ilegítima’ de Bolivia: Enrique Dussel”, en <https://aristeguinoticias.com/1411/mundo/america-latina-atraviesa-una-situacion-de-politica-de-recuperacion-en-donde-hemos-vuelto-al-golpe-de-estado-dussel/>; “El golpe de Estado en Bolivia y los límites del progresismo posmoderno”, en <http://atilioboron.com.ar/el-golpe-de-estado-en-bolivia-y-los-limites-del-progresismo-posmoderno/>; “Ramón Grosfoguel sobre el golpe fascista/racista neoliberal en Bolivia”, en <https://www.youtube.com/watch?v=mGlx4O0JtHc>; “Nos oponemos al golpe”, en https://ctxt.es/es/20191106/Firmas/29475/Vijay-Prashad-Noam-Chomsky-DOCUMENTOS-CTXT-Bolivia.htm>; “Ceceña: Lamentable, que AL se enfrente de nuevo a golpes de Estado”, en <https://www.youtube.com/watch?v=Gl74X1ARihM>; “Bolivia, la whipala se respeta”, en <https://www.jornada.com.mx/2019/11/12/opinion/022a1pol>; o el manifiesto “En Bolivia se condensan todas las luchas contra el capitalismo”, en <https://twitter.com/cancerbero_mx/status/1200432595269345280>
20 Para una análisis certero sobre esta realidad referida al caso de Venezuela, pero con muchos paralelismos con el caso boliviano, véase el capítulo ‘Guerra de IV generación: los opinólogos del mundo contra Venezuela’, del libro de Arantxa Tirado Venezuela: más allá de mentiras y mitos (Akal).
21 Véase, por ejemplo, “Bolivia es el tercer país del mundo con más mujeres en un parlamento”, en http://www.cslatinoamericana.org/bolivia-es-el-tercer-pais-del-mundo-con-mas-mujeres-en-un-parlamento/
22 Véase Claudia Korol. “Adriana Guzmán: ‘El golpe de Estado en Bolivia es racista, patriarcal, eclesiástico y empresarial’”, en <https://www.pagina12.com.ar/230580-el-golpe-de-estado-en-bolivia-es-racista-patriarcal-eclesias>; Laura Cruz. “Adriana Guzmán: ‘No se acaba por ley con el racismo, y en Bolivia ha habido un golpe racista y fascista’”; y Agustina Paz Frontera. “A los golpes con las feministas”, en <https://www.elcohetealaluna.com/a-los-golpes-con-las-feministas/>
23 “Bolivia: las feministas indígenas repudian el golpe de Estado”, en https://latinta.com.ar/2019/11/bolivia-feministas-indigenas-rechazan-golpe-estado/
24 “Feministas bolivianas rechazan golpe de Estado y llaman a solidaridad internacional”, en https://latinta.com.ar/2019/11/feministas-bolivianas-rechazan-golpe-estado-llaman-solidaridad-internacional/
25 “Rita Segato, durísima con Evo Morales: dijo que ‘no fue víctima de un golpe’, y recordó su machismo y autoritarismo”, en https://www.infobae.com/america/america-latina/2019/11/20/rita-segato-durisima-con-evo-morales-dijo-que-no-fue-victima-de-un-golpe-y-recordo-su-machismo-y-autoritarismo/
26 “Mujeres indígenas responden a Rita Segato”, en https://quevivalamatria.com/2019/11/20/mujeres-indigenas-responden-a-rita-segato/
27 Claudia Korol, “Bolivia: ¡Nos están matando, compañeras!”, en https://latinta.com.ar/2019/11/bolivia-nos-estan-matando-companeras/
28 “Entrevista a Sandra Cossio: ‘Esta dictadura busca un revanchismo contra los pueblos originarios’”, en https://quevivalamatria.com/2019/11/22/esta-dictadura-busca-un-revanchismo-contra-los-pueblos-originarios/
29 La expresión se encuentra en la “Introducción” de Reforma o Revolución.
30 Cabe señalar que esta legitimidad se fundamentaba en 36.62 por ciento de los votos y una diferencia de menos de 1.5 sobre su principal contrincante presidencial en 1970, habiendo perdido las elecciones parlamentarias de 1973 frente al bloque de la derecha y estando acosado por el esfuerzo de Estados Unidos para “hacer que la economía [chilena] gritara”, como pidió Nixon a Kissinger desde el principio del mandato de Allende.
31 Esta defensa parece hoy, si cabe, aún más apremiante, como reflejan las llamadas de autores que van de John Bellamy Foster a David Harvey o Boaventura de Sousa Santos a esfuerzos unitarios en las izquierdas ante la confluencia entre neoliberalismo y fascismo que amenaza la supervivencia de la democracia representativa formal, sin que ello signifique renunciar a las críticas de las carencias de esta. Véase “The rise of the right”, en <https://monthlyreview.org/2019/10/01/the-rise-of-the-right/>; “The neoliberal project is alive but has lost its legitimacy”, en <https://thewire.in/economy/david-harvey-marxist-scholar-neo-liberalism>; o el libro Izquierdas del mundo ¡uníos!, de Boaventura de Sousa Santos.