EL VERANO PUERTORRIQUEÑO

El llamado “verano puertorriqueño de 2019” movilizó a las personas en torno a dos temas principales: la corrupción y las “políticas de identidad”. Las activistas feministas y LGBTTIQ fueron las primeras en movilizarse después que cierto chat de WhatsApp con contenido misógino y homofóbico realizado por un boys club (club exclusivo de hombres), compuesto por el gobernador y sus principales asesores, se hizo público. Este grupo de hombres también se burló abiertamente del sufrimiento del pueblo puertorriqueño surgido a raíz de la destrucción dejada por el paso de los huracanes María e Irma por Puerto Rico.

Dicho verano puede servir como ejemplo del tipo de movilización que es posible en esta etapa avanzada del capitalismo. Con la concepción de justicia de Nancy Fraser como compuesta por reclamos de reconocimiento y redistribución, sostengo que hoy es mucho más difícil hacer efectivos políticamente los reclamos de redistribución. En la misma nota cautelosa, Samuel Moyn ha advertido sobre los límites del discurso de los derechos humanos en la era del “neoliberalismo”.

El verano puertorriqueño de 2019 no duró mucho precisamente porque no incluyó una propuesta política orientada a abordar la desigualdad económica. En el país, como en otros, el hecho de que los partidos de centroizquierda hayan dejado atrás la desigualdad económica como parte de sus plataformas políticas para privilegiar los programas vinculados a las “políticas de identidad” y abordar la corrupción (destacando la transparencia y la rendición de cuentas) ha beneficiado a los partidos de derecha, que han podido utilizar un tipo perverso de “políticas de identidad”. Como han destacado distintos comentaristas, ese tipo de política se basa sobre todo en identidades blancas de bajos ingresos y de clase trabajadora, antiinmigrantes (la identidad antiinmigrante está presente con fuerza en los casos de Estados Unidos de América (EUA) y Europa), vinculada en la mayoría de los casos a grupos religiosos fundamentalistas. El verano puertorriqueño de 2019 fue de corta duración, tal vez porque se limitó de manera principal a atacar la corrupción, y la misoginia y homofobia. Se entendió que la corrupción estaba vinculada a personas específicas, no como estructural: no como resultado del capitalismo y el colonialismo. El resultado fue la renuncia del gobernador Ricardo Rosselló.

Nada, sin embargo, ha cambiado en el país. Todo parece girar alrededor de los temas de la corrupción y las políticas de reconocimiento de identidades. Mientras no incluyamos la desigualdad económica, los problemas que nos causa ser colonia de EUA (que no se resolverán con “reinventar” la colonia como una “libre asociación” ni con ser un estado de aquél) ni demos paso a que otros sectores y personas sean protagonistas, continuaremos en lo mismo. La desigualdad económica seguirá aumentando, nuestra vida deteriorándose y el pueblo moviéndose hacia la derecha.

El chat fue el detonante para mucha de la población por la corrupción gubernamental y moral que reveló. La indignación estuvo ligada a individuos en específico al gobernador y los otros participantes del grupo. En esta etapa avanzada del capitalismo, como han dicho otros, todos los problemas –incluidas la pobreza y las deudas públicas– se quieren explicar atribuyéndoselos a la corrupción. El énfasis en lo individual –la corrupción de personas– y no en lo estructural, relacionado con los males causados por el colonialismo y el capitalismo (más específicamente, la desigualdad económica extrema creada en Puerto Rico), tal vez sea un factor por analizar para entender por qué una vez removidos casi todos esos individuos la indignación generada por la movilización desapareció para muchos pobladores. Y el huracán María fue importante, pues el pueblo tenía demasiado sufrimiento acumulado sin haberlo podido expresar.

Los grupos de trabajo que no ponen en el centro de su gestión la erradicación de la desigualdad económica y la pobreza y la lucha por la independencia muchas veces no pueden aceptar que se señale de manera crítica que sus posturas no son tan emancipadoras como pretenden hacerlas parecer. El ataque lanzado por muchas personas de esos grupos viene teñido de cuestionamientos hacia el carácter de quien hace la crítica: se le tilda de mentiroso, pesimista, disociador, o se le acusa de no trabajar, entre otras cosas. Se trata de un desacuerdo político: grupos que no buscan un quiebre con EUA, que persiguen un tratado de libre asociación o que Puerto Rico siga ligado a aquél, y se nombran “anticolonialistas”, y que no creen en la eliminación de un sistema económico basado en la explotación y la desigualdad y se nombran “anticapitalistas”. Buscan reformarlo, pero no eliminarlo. En momentos en que el capitalismo y la colonia están siendo fuertemente censurados por sectores “progresistas” en el país, quienes criticamos su uso de los términos anticapitalistas” y anticolonialistas y sus estrategias políticas somos atacados, más que por la derecha, por esos grupos. Es más fácil enfrentar a grupos que tienen su agenda y posturas políticas claras y no a los llamados de “centro” o “centroizquierda”. La derecha es clara en cuanto a su defensa del colonialismo y del capitalismo, y sus alianzas con los partidos políticos de EUA. Las alianzas con esos grupos en Puerto Rico y Estados Unidos favorecen el statu quo: que nada realmente cambie.

Con el transcurso de los años he notado cómo lo “comunitario”, las “políticas de identidad” y el discurso de los derechos humanos se han utilizado en Puerto Rico y, mientras tanto, la desigualdad económica ha aumentado y se ha restado importancia a la explotación económica de Puerto Rico por parte de EUA. Con dolor he visto cómo lo “comunitario” se ha convertido en un negocio de organizaciones no gubernamentales (ONG, con contadas excepciones) y cómo el capitalismo coopta prácticamente todos los espacios. El país necesita con urgencia un movimiento político organizado liderado por sectores populares que apoye la emancipación política y económica del pueblo.

Demasiados términos confunden la raíz de nuestros problemas. Utilizar neoliberalismo como término sirve para confundir sobre el hecho de que el problema es el capitalismo. Hablar de capitalismo del desastre, emergencia, crisis o catástrofe climática va por el mismo camino. Todo desvía la atención del tema de la desigualdad económica creada por el capitalismo. Se habla de exigir “transparencia” y “rendición de cuentas” como si fueran términos mágicos para atender la situación. Seguimos discutiendo sobre “populismos” de izquierda o derecha, con un término –populismo– que menosprecia al pueblo y no atiende la desigualdad económica. Y ni hablar de la “doctrina del shock” y del “capitalismo del desastre”, tan de moda hoy en Puerto Rico, cuando podría argumentarse que vivimos en choque permanente debido al capitalismo y el colonialismo. El derecho, el discurso de los derechos humanos y el énfasis en las constituciones (“neoconstitucionalismo” o “nuevo constitucionalismo”) también han venido acompañados de un aumento de la desigualdad económica.

Preocupa la ausencia de un proyecto político fuera del bipartidismo tradicional y de partidos nuevos y grupos controlados por las élites. Preocupa la súbita “ONGización” de la política, de tantas ONG surgidas en los últimos dos años, subvencionadas por fundaciones y grupos que realmente no quieren un cambio profundo que altere el statu quo. Y preocupan las alianzas con el Partido Demócrata de EUA, que siempre protegerá los intereses de Washington. El tema de la deuda pública es un ejemplo; el efecto a fin de cuentas es que se evita que haya un reclamo contundente en cuanto a la responsabilidad de Estados Unidos por esa deuda. Mientras tanto, Puerto Rico está a la venta y lo siguen despoblando.

Estamos en un buen momento para cambiar el rumbo de Puerto Rico. Es obvio que la estadidad no es viable. EUA no desea que seamos un estado. Y si se diera, podríamos acabar como Hawái, el estado con el costo de vida más alto en EUA, con pocos habitantes, pues fueron desplazados. El Estado Libre Asociado murió. El engaño de tantos años ha quedado completamente al descubierto. Ha llevado a Puerto Rico a ser uno de los países con más desigualdad en el mundo. La colonia ha beneficiado en realidad sólo a la clase dirigente del país, a las personas privilegiadas económicamente, y a las que se han prestado para ser sus cómplices y enriquecerse también con contratos con el gobierno o puestos de confianza con ganancias excesivas a costa del pueblo. Sin embargo, se hace creer al resto del país que estar asociado a EUA es bueno para “los pobres”. La pobreza se convirtió en un negocio para esa clase dirigente, la más beneficiada de los fondos federales. Las pocas compañías que se dividen millones de dólares para “administrar” residenciales públicos o para dar tutorías en las escuelas públicas son ejemplos claros de esto. Prueba reciente de ello es la cantidad de fondos que han entrado en el país a raíz del huracán María. Muy pocos de esos fondos han llegado a personas de escasos recursos económicos. Las organizaciones sin fines de lucro dirigidas y controladas por profesionales y los contratistas se han beneficiado más. El colonialismo capitalista nos está desplazando del país y nos mata poco a poco de distintas maneras.

En el Puerto Rico posterior a PROMESA1 y a María conviene pensar en un nacionalismo comprometido con la justicia socioeconómica y la redistribución de la riqueza. El nacionalismo no es necesariamente xenofóbico ni de derecha. La idea de que el concepto Estado-nación está muerto ha ayudado a la consolidación, a la globalización del capitalismo. Cabría pensar que un fenómeno como Brexit pudo haber sido un movimiento de izquierda, para separar a Reino Unido de una Unión Europea promotora de un capitalismo rampante. Desgraciadamente no lo es. Se trata de un nacionalismo de derecha. En el caso de Puerto Rico, escindirse de EUA, gran promotor del capitalismo a escala mundial, es la ruta más corta para construir un nuevo país más justo e igualitario. Para atender el tema del desplazamiento-aburguesamiento-sustitución de población, por ejemplo, en Nueva Zelanda se ha legislado para restringir la venta de propiedades a ciertos extranjeros. En Puerto Rico debemos derogar las Leyes 20 y 22 de 2012 (aprobadas para conceder exenciones contributivas y otros beneficios a millonarios extranjeros que establezcan su residencia aquí), que han fomentado el desplazamiento de la población, pero quedarían aún las “zonas de oportunidad” (para estimular la inversión en comunidades de “bajos ingresos”, programa conforme a cuyos parámetros prácticamente todo el territorio es considerado una “zona de oportunidad”), aprobadas por Washington y que estimulan lo mismo. Incluso, con un tratado de libre asociación estaríamos en una postura sumamente desventajosa. Seguiríamos siendo un satélite o neocolonia de Estados Unidos y su capitalismo en crisis. Este proyecto emancipador, de más está decir, es  cuesta arriba porque las élites políticas y económicas que controlan el país, apoyadas por fuerzas en EUA, trabajan con fuerza por mantener sus privilegios en la colonia.


Nota

*Myrta Morales Cruz, catedrática auxiliar, Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana de Puerto Rico.

1 En 2016, el Congreso de EUA aprobó la Puerto Rico Oversight, Management and Economic Stability Act (Ley de Supervisión, Gerencia y Estabilidad Económica de Puerto Rico), conocida por sus siglas en inglés, PROMESA, a través de la cual impuso una junta de supervisión fiscal para gobernar los asuntos fiscales del páis con el objetivo principal de pagar la deuda pública.