LAS FEMINISTAS AL FRENTE EN LA LUCHA GLOBAL POR LA DEMOCRACIA

Entrevista A Geoffrey Pleyers

Por Alma de Walsche*

“Los movimientos sociales son los actores del cambio en la colectividad”, dice el sociólogo francés Alain Touraine. Empero, a menudo no entendemos cómo están cambiando también esas expresiones. Hace 15 años, la de los altermundistas dominaba la sociedad civil en América Latina, con el Foro Social Mundial, iniciado en Porto Alegre, Brasil. Hoy, las fuerzas ultraconservadoras determinan el clima en un creciente número de países.

Según el sociólogo Geoffrey Pleyers, resulta urgente preguntarnos cómo pudo darse tal cambio, investigar las interacciones entre actores conservadores y progresistas y buscar a los capaces de contrarrestar esta evolución y oponerse a las derivas reaccionarias y autoritarias.

Geoffrey Pleyers es profesor en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, y vicepresidente de la Asociación Internacional de Sociología. Su libro Movimientos sociales en el siglo XXI, donde presenta los nuevos desafíos y formas de los movimientos sociales, fue publicado a finales de 2018 por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales y se encuentra disponible, con acceso gratuito, en el sitio web del editor.

¿Cómo calificaría el presente clima social en América Latina?

Geoffrey Pleyers: Al comienzo de este siglo, una ola de gobiernos socialdemócratas y progresistas surgió en América Latina. Desde 2014, y más aún a partir de 2016, hemos visto un fuerte giro a la derecha. No es un fenómeno exclusivamente latinoamericano. En 2016, [Donald] Trump llegó a la Casa Blanca, en el verano de 2016 [Recep Tayyip] Erdoğan fortaleció su poder en respuesta a un golpe fallido en Turquía, [Rodrigo] Duterte [y Roa] fue elegido presidente en Filipinas, el grupo partidario de Brexit ganó el referéndum, y un golpe de Estado sacó a la mandataria Dilma Rousseff de la primera magistratura en Brasil. América Latina forma parte y es protagonista de este ciclo global y atestigua el surgimiento de una derecha reaccionaria, la cual habíamos pensado que ya no existiría más en América Latina. La velocidad con que ha surgido es asombrosa. Nosotros –académicos, activistas, periodistas– no nos hemos dado cuenta de cómo fuerzas de una derecha tan reaccionaria se han vuelto vigorosas en la última década, y a menudo durante los gobiernos progresistas.

¿En qué fuerzas piensa usted específicamente?

Geoffrey Pleyers: El movimiento religioso neopentecostal, por ejemplo. Las Iglesias pentecostales están presentes en América Latina desde el final del decenio de 1970, pero se han consolidado de manera impresionante. En Brasil apoyan a figuras como Bolsonaro; en Colombia, los actores religiosos más conservadores han tenido influencia importante en el voto por el “no” en el referendo sobre el acuerdo de paz. Estos neopentecostales se encuentran en Perú, Costa Rica, Guatemala y Argentina. Ganan almas con la teología de la prosperidad, por completo en línea con el capitalismo neoliberal, y anima a las personas a comprometerse con la política.

En Brasil, más de una cuarta parte de los ciudadanos pertenece ya a una Iglesia neopentecostal. Estas fuerzas reaccionarias son nacionales y muy locales, pero al mismo tiempo están respaldadas e influidas por tendencias internacionales. Ya en la década de 1980 se escribió sobre las estrategias para “exportar el evangelio estadounidense”. Hoy, las campañas reaccionarias, por ejemplo contra lo que llaman “teoría del género” o la homosexualidad, reciben un importante apoyo internacional, como lo muestra digamos el reportaje de Centurión respecto a las conexiones entre los movimientos en Perú, Colombia y Brasil. Encontramos también un elevado nivel de coordinación en la derecha reaccionaria más clásica, como atestigua el protagonismo de Steven Banon, ex consejero de Donald Trump y ahora cercano al presidente brasileño, Jair Bolsonaro, que organiza conferencias, seminarios y talleres en Europa y América Latina relativas al uso eficiente de las redes sociales, entre otros temas.

El Movimento Brasil Livre (MBL) es buen ejemplo del hecho de que estos grupos prosperan dentro de una corriente ultraliberal internacional, muy bien organizada. El MBL fue creado por líderes de la red brasileña ultraliberal Estudiante pela Liberdade, instituida como parte de la red basada en Nueva York Students for Liberty y tanto a escala internacional como en Brasil reciben apoyos financieros y talleres de formación por el think tank [centro de pensamiento] ultraliberal Atlas Network, con sede en Washington, DC. Su movimiento nacional en Brasil, en Belo Horizonte, organizó entre 2013 y 2015 más de 650 encuentros en 357 instituciones de educación superior, donde se integraron unos 200 grupos locales para promover su agenda ultraliberal y formar “jóvenes líderes” de ideología ultraliberal y en el manejo de los medios y las redes sociales. De allí surgió el MBL, protagonista mayor del impeachment, o golpe de Estado, contra la presidenta Dilma Rousseff en 2016.

Al mismo tiempo, otra evolución concomitante observada en Brasil, como en muchos países de América Latina, es el protagonismo político de actores del Poder Judicial. Recientemente salió a la luz que el juez Sergio Moro armó todo tipo de maniobras políticamente motivadas para acusar a Lula de corrupción, lograr encarcelarlo y evitar así que participara en las elecciones, mientras el mismo juez protegía a otros actores políticos. Moro fue premiado luego con el puesto de ministro de Justicia en el gobierno de Bolsonaro, y perdura en el cargo pese a la reciente revelación mediática del escándalo.

¿Cómo se explica que esta corriente haya podido instalarse tan fácilmente?

Geoffrey Pleyers: Las noticias falsas y la gran difusión a través de las redes sociales desempeñaron un papel importante en América Latina y Europa. Estas fake news llegan en un terreno propicio, con medios masivos, Iglesias neopentecostales y actores conservadores que difundieron visiones del mundo y la política a partir de las cuales los ciudadanos interpretan tales fake news y las integran en su percepción de la realidad. Cada uno cree en la fake news que confirma su manera de ver las cosas.

¿No podría revertirse tal efecto de la derecha con un claro énfasis en los problemas sociales que la gente de verdad siente en la vida concreta?

Geoffrey Pleyers: En la realidad concreta de América Latina, la desigualdad es de hecho un tema mucho más importante que los valores morales. Pero como en el resto del mundo, en América Latina la izquierda política pasa por un tiempo difícil en la gran mayoría de los países, con la gran excepción de México, aunque falta un poco más de distancia para evaluar las realizaciones concretas del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, más allá de los discursos.

Sin dejar de lado las críticas, en particular en lo que va del refuerzo de la economía extractivista en el continente, los gobiernos progresistas de izquierda en América Latina han tenido logros sociales sumamente importantes.

Sin embargo, el poder de los grandes capitalistas, el “1 por ciento” de los superricos, como dijeron en [el movimiento de protesta] Occupy Wall Street, ha mantenido fuerte influencia por los medios masivos que controlan y las redes de corrupción, parte sistémica de la política neoliberal, según lo demuestra –por ejemplo– el caso Oderbrecht. Las empresas transnacionales y las élites capitalistas de cada país no sólo gozan de los frutos de esa política neoliberal: ellas mismas plasman este sistema con los grupos de presión que manipulan a su gusto la política.

¿Puede el movimiento ecológico ser una fuerza renovadora?

Geoffrey Pleyers: El movimiento ecologista y los grupos que luchan por la defensa de su territorio se enfrentan con gobiernos cerrados a un modelo de vida y de sociedad alternativa, que respete a la gente y el entorno. No hemos salido del imperio ideológico del crecimiento económico como indicador del bienestar, cuando a menudo es todo lo contrario. ¿Cómo defender la selva amazónica y los territorios indígenas cuando las políticas de Bolsonaro estimulan su destrucción cada día? Y frente a las crecientes resistencias de los pueblos, la respuesta es a menudo una militarización, o una paramilitarización, como ocurre en Colombia o en varios estados de Brasil, del territorio y en particular del campo.

Todas las organizaciones campesinas que hoy luchan contra los proyectos mineros en Colombia son estigmatizadas como comunistas, terroristas, guerrilleras… una terminología que produce enseguida el pretexto para matar a sus integrantes. Por el momento, esos movimientos no tienen otra salida que formar un frente defensivo y resistir y, cuando se puede, organizar su vida a escala local.

Tiempos muy oscuros entonces para movimientos progresistas…

Geoffrey Pleyers: Así es, pero al mismo tiempo se vislumbran en las bases movimientos progresistas y creativos, concretos y dinámicos; por ejemplo, las luchas para la autonomía local o iniciativas que plantean otro sistema educativo. Si bien la elección de Bolsonaro y de muchos de sus partisanos fue un duro golpe para los progresistas en Brasil, fueron los comicios donde se eligieron más mujeres negras que nunca antes. La personalidad de Marielle Franco queda como bandera común detrás de la cual se reconocen todos los progresistas. Marielle creció en una favela de Río de Janeiro. Estudió sociología en la universidad gracias a los programas de acceso a la educación superior. Luego se volvió concejal de Río de Janeiro, como negra, lesbiana y políticamente de izquierda. Fue encargada de hacer un relato sobre las violencias de la policía militar en las favelas de Río y, a la mitad de su investigación –en marzo de 2018– fue asesinada.

Aun después de su muerte, Marielle sigue siendo el blanco de los políticos reaccionarios, quienes destruyeron las placas simbólicas con su nombre. Empero, al mismo tiempo, despertó en Río de Janeiro, Brasil y todo el mundo las conciencias de la importancia de defender la democracia y tolerancia frente a regímenes autoritarios, y en el caso de Brasil, reaccionario y racista. El 21 de septiembre, París bautizó un parque con el nombre de dicha socióloga, prueba de la solidaridad internacional. Más allá de que sus causas no se limitan a Brasil, resultan comunes a todos los demócratas.

Hoy, las feministas siguen activas en Brasil, como en toda América Latina y en muchos países. Asistimos a la feminización de los movimientos sociales progresistas. Fue muy claro en la contracumbre de movimientos sociales frente a la junta del G20 en Buenos Aires, en diciembre de 2018. No sólo los grupos centrados en temas feministas tienen prácticas feministas.

El feminismo se ha vuelto transversal a muchos movimientos sociales. En Buenos Aires, la sección dedicada a la economía solidaria, a la ecología o a la crítica del neoliberalismo era organizada en su conjunto por mujeres feministas. En México, las zapatistas tienen un protagonismo creciente y se han vuelto referencia global para un feminismo que asume siempre más su dimensión interseccional.

En Brasil, durante la campaña electoral de Bolsonaro, decenas de miles de personas salieron a la calle con el eslogan “Ele não” (“No él”). En Estados Unidos, cuatro mujeres de color asumen ahora el papel de principales opositoras a Donald Trump, pero también a todo el establishment partisano que domina el país. Quieren que la política lleve a más justicia social. Vemos la feminización de les expresiones progresistas, de la manera de practicar los movimientos y la política, y del modo de pensar y construir la emancipación.

¿Eso también significa que la experiencia personal se ha vuelto más importante que la dimensión política?

Geoffrey Pleyers: También en la política institucional se da una renovación. Entre los movimientos sociales se notan tres corrientes: el feminismo, la expresión indígena y los ecologistas, en resistencia contra el extractivismo, una economía basada en la explotación a menudo devastadora. Juntos ganan fuerza en cuanto a sus planteamientos, sus ideales y la renovación interna.

A diferencia de los movimientos políticos anteriores, para los referidos las prácticas concretas suponen elementos importantes del cambio social, más que la ideología y los marcos teóricos. Se trata de un deseo de la autonomía local, motivado por la desconfianza hacia el Estado, el modelo capitalista y la sociedad de consumo.

En Brasil se están organizando nuevas combinaciones entre la participación en la política institucional y los movimientos horizontales, como muestra la investigadora Flavia Faria con sus análisis de la “bancada activista”. Son jóvenes y organizaciones sociales que quieren comprometerse y buscar acuerdos con ciertos segmentos de los partidos-sociedad, pero sin identificarse por eso con ellos y guardando sus raíces en la sociedad.

Hay esperanza, innovaciones y exploraciones tanto en las maneras de establecer vínculos con la política institucional como en la construcción colectiva de horizontes emancipadores. Se vislumbra la dinámica de un movimiento cuya trascendencia se hará sentir en el largo plazo.

Ideas solas no cambian el mundo. En el quinto capítulo de su libro Movimientos sociales en el siglo XXI se refiere al intelectual neoliberal Von Hayek, quien elaboró numerosas iniciativas concretas para apoyar y difundir sus planteamientos, mientras que la izquierda generalmente se detiene en concepciones demasiado teóricas.

Geoffrey Pleyers: De hecho, las ideas no bastan para cambiar el mundo. Se requiere construir redes, establecer mecanismos y buscar medios para elaborar, difundir e implantarlas. Una parte de esto se juega a escala internacional, como fue el caso de las redes de Von Hayek. Es más, aun el caso en nuestra época. El movimiento feminista o el ecologista revisten carácter global, pero también las Iglesias pentecostales y las corrientes conservadoras. Estoy impresionado por la velocidad con que las iniciativas de éstas se dispersan. ¿Cómo un eslogan que tiene éxito en Perú circula en un instante en Brasil, de allí en Argentina y luego en Rumania? Se nota que es una red bien organizada, con muchos recursos a su disposición, una excelente mercadotecnia y habilidad para manejar las redes sociales.

Para los progresistas, representa un problema que va más allá de asuntos de organización. También supone una cuestión ética: no quieren usar las mismas armas que esta derecha para convencer a la gente. Difundir fake news para ganar votos o excluir a ciudadanos de minorías culturales de las listas de electores, como hacen los republicanos en Estados Unidos o los nacionalistas en India, no es práctica aceptables para triunfar en comicios para los actores políticos progresistas.

Desde la perspectiva progresista, el camino para convencer a la población es más largo. Se trata de formar ciudadanos críticos y con valores democráticos. La educación pública resulta fundamental en esta batalla, desde la primaria hasta la educación superior; y, por tanto, lo son los movimientos estudiantiles o de profesores que defienden esta educación pública en todo el continente. Pero formar ciudadanos críticos lleva tiempo. La democracia entraña un desafío permanente.

También capta la atención hoy que los populistas de la extrema derecha se perfilan como opositores de la élite, en Brasil como en Estados Unidos y en Europa. Ésta supone entonces una pregunta urgente: frente a estos actores reaccionarios, ¿cuánto peso puede tener un movimiento crítico e intelectual que defiende la democracia y la tolerancia? ¿Qué capacidad de acción y de influencia tienen cuando los gobiernos reaccionarios no respetan las reglas del juego democrático?

¿Cómo procurar que estos nuevos activistas no caigan en cinismo?

Geoffrey Pleyers: En cuanto a los movimientos feministas, su consistencia tiene raíz en la fuerza interna de los grupos y movimientos, y sobre el vigor interno de tantas mujeres extraordinarias, una fuerza interna, una subjetivación articulada con la subjetivación de las demás en relaciones interpersonales donde la compasión, la solidaridad, la intersubjetividad y el cuidado poseen un lugar central: la sororidad.

Otro componente de su fuerza colectiva yace en la visión del mundo y la profundización del horizonte emancipador. Tienen una conciencia siempre más alta de la dimensión interseccional de su experiencia cotidiana y de la opresión, pero también de los caminos hacia la emancipación. Sufren el patriarcado, pero también el capitalismo y el racismo, estructurales en el sistema actual. A partir de esta experiencia y de la experiencia personal y colectiva para sobrepasarla construyen un movimiento a distintas escalas que es sin duda el actor progresista de mayor fuerza en el mundo. En todo el orbe se notan fenómenos similares. En tal sentido, esta lucha es internacional.

Si todavía no se ve tanto el efecto de estos actores, es que cada vez que cobran mayor fuerza, viene una fuerte ola de odio y ataques en su contra, mediante actores conservadores que adquieren también fuerza y presencia en los medios. Si las feministas brasileñas son tan atacadas, es porque su movimiento está hoy en primera fila de una lucha global por la democracia.

Empero, no se trata sólo de problemas particulares del género. A partir de sus denuncias de lo que llaman “la ideología de género”, los conservadores atacan los elementos fundamentales de la democracia: la igualdad, la tolerancia, los derechos humanos y las resistencias de lo que se mueve por lógicas distintas de la del dinero.

Frente a dichas resistencias, grupos de extrema derecha se forman a escala internacional, con reuniones en Milán, Portugal, Bruselas y otros lugares de Europa. La Iglesia católica conservadora de derecha también gana fuerza y va contra el papa Francisco. El género y el papel de las mujeres es uno de los campos principales de la batalla entre ambos frentes.

Y en ello, lo que pasa en Brasil, desde el asesinato de Marielle Franco hasta la violencia de los discursos de los políticos reaccionarios, es una batalla nacional y global. Tanto lo que acontece en la Amazonia como la confrontación entre las feministas y los reaccionarios nos afectan a todos, en América Latina y el resto del mundo. No hay país a salvo de una evolución similar a la que Brasil tuvo en el último lustro.


Nota

* Periodista, para la revista belga flamenca MO

Publicada en neerlandés en el número 133 de ese medio, otoño de 2019