El concepto de hegemonía, en los escritos de Gramsci entre 1926 y 1935[*]
El concepto de hegemonía, de origen leniniano, aparece por primera vez en los escritos de Gramsci, en la biografía de Lenin publicada en el primer número de la tercera serie del “Ordine Nuovo” (1 de marzo de 1924). Dicho escrito constituía originalmente la introducción al primer volumen de las Obras de Zinóviev, editadas el año anterior en Moscú, mismo que Gramsci publicó en forma anónima, interpolándolo y adaptándolo al contexto italiano. La fórmula en que aparece el concepto es la de hegemonía del proletariado y se refiere a la alianza entre obreros y campesinos que había permitido el éxito de la Revolución de Octubre y que en la historia del socialismo constituía una innovación estratégica de valor universal.
El concepto de “hegemonía del proletariado” había sido elaborado por Lenin en 1905, en el ensayo Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, y representaba la posición de los bolcheviques en la primera revolución rusa, en polémica tanto con los mencheviques como con Trotsky; con los primeros, dado que en la lucha contra el zarismo sostenían la hegemonía de la burguesía liberal; con Trotsky en tanto teórico de la “revolución permanente”.
A lo largo de 1923, con el deterioro de la salud de Lenin, se había abierto en la élite soviética la lucha por la sucesión y había tomado cuerpo bajo la forma de disputa acerca de la historia del bolchevismo. En la introducción a sus ObrasZinóviev se había inspirado en el prefacio a 1905, obra escrita por Trotsky en enero de 1922, y en contra de Trotsky dirigió el golpe de manera acelerada en 1923 y en 1924. En polémica con la teoría de la “revolución permanente” la concepción de la “hegemonía del proletariado” quedaba elevada a canon del bolchevismo.
El bolchevismo -escribía Zinóviev en el texto libremente traducido por Gramsci- es el primero que en la historia internacional de la lucha de las clases ha desarrollado la idea de la hegemonía del proletariado y ha prácticamente sentado los principales problemas revolucionarios que Marx y Engels habían planteado teóricamente. La idea de la hegemonía del proletariado, precisamente porque fue concebida histórica y concretamente, ha conllevado la necesidad de buscar un aliado para el proletariado: el bolchevismo ha encontrado este aliado en la masa de los campesinos pobres”.[1]
En 1923 la confrontación entre los jefes bolcheviques tenía como trasfondo sobre todo la NEP, y Trotsky se encontraba completamente aislado en oponerse. El concepto de “hegemonía del proletariado” circulaba ampliamente en los escritos de la élite soviética: por ejemplo lo reencontramos, en términos del todo análogos a los formulados por Zinóviev, en el artículo de Stalin La cuestión de la estrategia y la táctica de los comunistas rusos, publicado en el diario “Pravda” el 14 de marzo.[2] Gramsci. que de mayo de 1922 a noviembre de 1923 había estado en Moscú, participa por lo tanto de una discusión que le permite profundizar directamente el conocimiento del bolchevismo. Pero como se sabe, el problema que lo acribilla es el de “traducir en lenguaje histórico italiano” la experiencia de las revoluciones rusas y la “táctica de Frente Único” establecida por el Comintern en su tercer Congreso (1921). Él por lo tanto no se limita a apropiarse de la fórmula “hegemonía del proletariado”, sino que se esfuerza por ubicar la alianza entre obreros y campesinos en la realidad italiana. En el cumplir tal “traducción”, muy pronto comenzará a especificar aquella fórmula, a desarrollarla y a innovarla. Los puntos de referencia esenciales de su elaboración son conocidos: en Italia, ya hace un año, está en el poder el fascismo, cuya vocación totalitaria ya es manifiesta; por lo tanto, la revolución proletaria se presenta inicialmente como lucha por la reconquista de la democracia. La presencia del fascismo en el poder actualiza la fórmula marxiana de la “revolución en permanencia”: en el curso de una revolución democrática es que se puede y debe afirmarse la hegemonía del proletariado para conducirla al arribo históricamente maduro del socialismo. La situación evoca analogías con las revoluciones rusas de 1905 y de febrero de 1917, y, al recuperar la fórmula de la “hegemonía del proletariado”, Gramsci remonta a las Dos tácticas de Lenin para avalar la necesidad de la dirección proletaria de una revolución simultáneamente democrática y socialista. Otro punto a resaltar de la “traducción” gramsciana es la profundización de la cuestión campesina en Italia, que, desde la carta para la fundación del diario “l’Unitá” (12 de septiembre de 1923), al Congreso de Lyon (enero de 1926) ha sido articulada como “cuestión meridional” y “cuestión vaticana”. En fin, en la carta dirigida a Togliatti y a Terracini del 9 de febrero de 1924, desde Viena, Gramsci comenzaba su reflexión sobre las diferencias entre Oriente y Occidente, las cuales dieron inicio, en los Cuadernos de la cárcel, al ulterior desarrollo de su pensamiento estratégico y a la reelaboración del marxismo en clave de filosofia de la praxis.[3] Entre los tres puntos de referencia citados, creo puede afirmarse que en la evolución del concepto gramsciano de hegemonía el leit motiv haya sido la profundización de las diferencias morfológicas entre Oriente y Occidente. En mi opinión, el paso crucial de tal evolución es el escrito sobre la cuestión meridional del verano-otoño de 1926 y la célebre carta al Comité Central del Partido comunista ruso, del 14 de octubre: dos escritos sustancialmente contemporáneos.
Oriente y Occidente
Gramsci emprende su reflexión sobre la “hegemonía del proletariado” inmediatamente después de la III reunión ejecutiva de la Comintern (junio de 1923) que había lanzado la consigna del “gobierno obrero y campesino” (proyección política de la “táctica del frente único”) y se plantea el problema de especificarla:
Nuestro partido no tiene un programa inmediato que se funde en las soluciones probables que la actual situación [de crisis del fascismo, G.V.] pueda tener -escribe el 21 de marzo de 1924 a Togliatti, Terracini y Scoccimarro. Nosotros estamos por el gobierno obrero y campesino, pero ¿qué cosa significa esto concretamente en Italia? ¿Hoy? Nadie sabría decirlo, porque nadie se ha cuidado de decirlo[4]
En la concepción bolchevique de la hegemonía del proletariado tanto en el momento de la Revolución de Octubre, como con el lanzamiento de la NEP, el punto sobresaliente era la necesidad, para la clase obrera, de “hacer concesiones” de carácter económico a los campesinos[5]: en la Revolución de Octubre se había logrado adoptando el programa agrario de los socialistas revolucionarios que preveía la asignación de la tierra los campesinos; con la NEP introduciendo una limitada economia de mercado en el campo. En el planteamiento gramsciano, en cambio, el punto sobresaliente es la necesidad de “hacer concesiones” no sólo económicas, sino también políticas. De hecho, en la carta a propósito de la fundación del diario “l’Unitá”, una vez considerado el carácter “territorial” de la cuestión campesina en Italia, Gramsci escribía:
Después de la decisión del ejecutivo ampliado sobre el gobierno obrero y campesino, nosotros debemos dar importancia especialmente a la cuestión meridional, o sea a la cuestión en la cual el problema de las relaciones entre obreros y campesinos se pone no sólo como un problema de relaciones de clase, sino también y especialmente como un problema territorial, esto es como uno de los aspectos de la cuestión nacional. Personalmente, yo creo que la consigna “gobierno obrero y campesino” en Italia deba ser así adaptada: “República federal de los obreros y campesinos”.[6]
Según Gramsci, en Italia la alianza entre obreros y campesinos abarcaba no sólo el problema del gobierno, sino también el de la forma Estado. El Estado de la dictadura del proletariado no podía ser solo un Estado obrero, sino, a diferencia del Estado soviético, debía ser un Estado obrero y campesino. Por lo tanto, el papel de las dos clases habría tenido que ser paritario y la hegemonía del proletariado debería haber surgido de la libre adhesión de las masas campesinas a su guía: la función dirigente de la clase obrera, respecto a su principal aliado, habría tenido que asumir el carácter de la influencia y de dirección política e intelectual, no aquel de subordinación y de coerción. En una investigación inédita, realizada para la Edición nacional de los escritos de Antonio Gramsci, Anna di Biagio ha reconstruido las oscilaciones del concepto de “hegemonía del proletariado” en los escritos de Lenin del ¿Qué hacer?, de 1902, hasta el último artículo titulado Sobre la cooperación, del 6 de enero de 1923: sólo en Dos tácticas la hegemonía del proletariado era concebida como dirección política de una alianza entre clases de igual rango y relevancia; en los otros escritos en los cuales el concepto aparecía o se encontraba presente operativamente, la hegemonía del proletariado en cambio asumía el carácter de predominio de la clase obrera sobre las masas campesinas y, desde 1920, de coerción, más o menos elástica, ejercida para inducir a los campesinos a aceptar el programa del partido obrero. Entre 1920 y 1923, la discusión interna al partido ruso sobre este asunto había sido muy áspera y, después del lanzamiento de la NEP, había sido resuelta a favor de la coerción de los obreros sobre los campesinos. En el otro sentido se pronunciaban, en cambio, las tesis del Comintern, especialmente desde que, lanzando la “táctica del frente único”, Lenin había invitado a los partidos “hermanos” a estudiar a fondo la experiencia rusa, pero no a imitarla al pie de la letra y a “adaptarla” a las particularidades nacionales[7]. Como hemos dicho, en junio de 1923 Gramsci recién comenzaba a reelaborar la “táctica del frente único” para adaptarla a Italia. No sorprende que en la biografía de Lenin publicada en el primer número de “L’Ordine Nuovo” tercera serie, se toma como punto de referencia lo dicho en Dos tácticas: la revolución proletaria habría tenido que ser una revolución al mismo tempo democrática y socialista no sólo porque en Italia existía el fascismo, sino también porque Italia era un país de la Europa occidental. El elemento sobresaliente de la diferenciación entre Oriente y Occidente era indicado en la relación entre Estado y sociedad civil. Este tema constituyó el núcleo dinámico de la reflexión de Gramsci sobre la hegemonía. En el célebre parágrafo de los Apuntes de filosofia II (Cuaderno 7), en el cual volvía a reflexionar sobre el significado de la política del “frente único”, distinguía definitivamente la relación entre Estado y sociedad civil en Rusia y en Europa occidental.
Me parece que Ilich comprendió que era preciso un cambio de la guerra de maniobras, aplicada victoriosamente en Oriente en el 17, a la guerra de posiciones que era la única posible en Occidente, donde, como observa Krasnov, en un breve espacio los ejércitos podían acumular inmensas cantidades de municiones, donde los cuadros sociales eran capaces todavía por sí solos de constituirse en trincheras bien aprovisionadas de municiones. Esto es lo que creo que significa la fórmula del «frente único», que corresponde a la concepción de un solo frente de la Entente bajo el mando único de Foch. Sólo que Ilich no tuvo tiempo de profundizar su fórmula, aun teniendo en cuenta que podía profundizarla sólo teóricamente, mientras que la misión fundamental era nacional, o sea que exigía un reconocimiento del terreno y una fijación de los elementos de trinchera y de fortaleza representados por los elementos de la sociedad civil, etcétera. En Oriente el Estado lo era todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa; en Occidente, entre Estado y sociedad civil había una justa relación y en el temblor del Estado se discernía de inmediato una robusta estructura de la sociedad civil. El Estado era sólo una trinchera avanzada, tras la cual se hallaba una robusta cadena de fortalezas y de casamatas; en mayor o menor medida de un Estado a otro, se comprende, pero precisamente esto exigía un cuidadoso reconocimiento de carácter nacional.[8]
El ensayo sobre la cuestión meridional: primer esbozo de la teoría de los intelectuales
Desde el regreso a Italia hasta el Congreso de Lyon, la profundización de la cuestión agraria fue uno de los mayores empeños del nuevo grupo dirigente reunido en torno de Gramsci. Un punto destacado de las Tesis de Lyon fue el planteamiento de la “cuestión meridional” como “cuestión nacional”. Es necesario aquí llamar la atención sobre la consideración de los campesinos del Mezzogiorno como “fuerza motriz” de la revolución italiana, casi a la par del proletariado industrial y agrícola de la Italia del Norte. “La función de la masa campesina meridional en el desarrollo de la lucha anticapitalista italiana -escribe Gramsci comentando el Congreso de Lyon- debe ser examinada en sí y llevar a la conclusión de que los campesinos meridionales son, después del proletariado industrial y agrícola de la Italia del Norte, el elemento social más revolucionario de la sociedad italiana”.[9] Gramsci había llegado a esta conclusión por medio de un análisis profundo de la “estructura social italiana” el cual, como se sabe, constituye un capítulo fundamental de las Tesis de Lyon. “Las relaciones entre industria y agricultura, se lee en el parágrafo 8, que son esenciales para la vida económica de un país y para la determinación de las superestructuras políticas, tienen en Italia una base territorial”. Como se puede observar, el análisis de la composición de clase de la formación nacional no es de carácter sociológico, sino, histórico-político; se inscribe en el conjunto de las relaciones entre las clases y los grupos sociales que constituyen la base del Estado unitario, y es especificado por la forma en la cual la burguesía financiera e industrial ejerce la dirección de la sociedad y del Estado. Ésta se explica a través de un “compromiso” entre las diversas fracciones de la burguesía industrial concentrada en el Norte, y entre ese conjunto y la burguesía agraria, a expensas principalmente de los campesinos meridionales. El Sur asume por tanto el carácter de colonia interna, el cual hace permanentemente precaria la unidad de la nación y del Estado “en cuanto que la explotación económica y la opresión política se unen para hacer de la población trabajadora del Mezzogiorno italiano una fuerza continuamente movilizada contra el Estado”.[10]
Pero los campesinos meridionales no constituyen una masa amorfa y pasiva como lo eran los campesinos bajo la Rusia zarista. Del fenómeno de los bandoleros (brigantaggio) a los Fasci siciliani, las ocupaciones de las tierras y la formación del movimento de los ex combatientes de la posguerra, habían demostrado capacidad de iniciativa y madurez política, sobre todo cuando, como en 1919-1920, la clase obrera del Norte había desarrollado una ofensiva. La subordinación “colonial” de los campesinos del Sur a la burguesía industrial del Norte no se apoya solamente en las relaciones de fuerzas económicas y ni siquiera en las exclusivamente políticas sino se realiza en la sociedad incluso antes que en la economía y en el Estado. Todo eso conlleva efectuar un análisis específico de la “sociedad civil” meridional, a partir del cual tiene origen un capítulo nuevo de la “hegemonía del proletariado”, que concierne la función de los “intelectuales como masa”, los cuales inervan las relaciones entre las clases en la “sociedad civil”. Éste es el problema que Gramsci comienza a profundizar entre el verano y el otoño de 1926, introduciendo en el esquema conceptual del materialismo histórico el tema de los intelectuales, y formulando, en el ensayo sobre la “cuestión meridional” y en la carta al Comité Central (CC) del Partido Comunista Ruso (PCR) del 14 de octubre, su primera elaboración teórica. De estos dos célebres escritos examinaremos solo los pasajes que conciernen el nexo entre la teoría de los intelectuales y la concepción de la hegemonía.
El ensayo acerca de la “cuestión meridional” es una indagación sobre el modo en que se plantea en Italia el problema de la “hegemonía del proletariado”. Según Gramsci, en la arena mundial el año 1926 marca una crisis de la “estabilización capitalista”. Previendo una posible disolución del fascismo, esboza un análisis diferenciado del capitalismo europeo, centrado en el paradigma centro-periferia. Italia hace parte de los países periféricos del capitalismo europeo, caracterizados por la relevante presencia de clases medias rurales y urbanas, entre las cuales la pequeña burguesía intelectual tiene un peso determinante debido a que está en situación de influir ideológicamente a las masas campesinas. Sin embargo, también la estructura social del capitalismo periférico confirma la robustez de la “sociedad civil” y la capacidad de resistencia de las clases dominantes occidentales ante la irrupción de las crisis económicas; además evidencia la posibilidad de que, ante una crisis social aguda, la pequeña burguesía logre orientar a las masas campesinas impidiendo su alianza revolucionaria con el proletariado industrial. Aquí cabe recordar que, en el origen de este análisis, se encontraba la experiencia del fascismo y la percepción del papel de la pequeña burguesía como base de masa de su fase movimentista; además, de esta caracterización del “fenómeno fascista”, Gramsci sacaba la conclusión de su permanente inestabilidad. De cualquier modo, esas observaciones quedan desarrolladas en la relación entregada a la reunión ejecutiva del Partido Comunista de Italia (PCd’I) del 2 de agosto de 1926, donde el tema de la diferencia morfológica entre Oriente y Occidente retorna nuevamente y Gramsci acentúa las distancias de la situación italiana respecto de la de la Rusia revolucionaria: el problema de la “hegemonía del proletariado” se mueve aún más sensiblemente de la economia a la política y, poniendo el énfasis en el papel ideológico de las clases medias, Gramsci menciona por primera vez el tema que en los Cuadernos formulará como “la cuestión política de los intelectuales”.
En los países de capitalismo avanzado la clase dominante posee reservas políticas y organizativas que no poseía por ejemplo en Rusia. Eso significa también que las crisis económicas gravísimas no tienen inmediatas repercusiones en el campo político. La política siempre se encuentra en retraso y en gran retraso respecto a la economia. El aparato estatal es bastante más resistente de cuanto a menudo se pudiera pensar y en los momentos de crisis logra organizar a fuerzas fieles al régimen, más de cuanto la profundidad de la crisis pudiera hacer suponer. Ello se refiere especialmente a los Estados capitalistas más importantes. En los Estados periféricos tipo de la serie, como Italia, Polonia, España y Portugal, las fuerzas estatales son menos eficientes. En estos países se verifica un fenómeno que debe ser tenido en la máxima cuenta. A mi parecer, el fenómeno consiste en esto. En estos países entre el proletariado y el capitalismo se extiende un ancho estrato de clases intermedias las cuales quieren y en cierto sentido logran conducir una política propia con ideologías que a menudo inciden en amplias capas del proletariado, pero que tienen una particular influencia sobre las masas campesinas.[11]
En el ensayo sobre la “cuestión meridional” Gramsci da un paso aún más adelante: para estar en condiciones de ejercitar la propia hegemonía, el proletariado debe alcanzar la capacidad de dirigir no sólo a los campesinos, sino también a los intelectuales; su función dirigente asume por lo tanto un espesor siempre mayor respecto al simple dominio. Desarrollando un elemento crucial de la concepción leniniana, según el cual, para elevarse a la “hegemonía”, el proletariado debía estar en condiciones de sacrificar sus intereses corporativos[12], Gramsci plantea el tema de la capacidad del proletariado de guiar (través de su partido) no sólo a los campesinos, sino también a los intelectuales siendo ambos fuerzas decisivas en Italia, donde “representan a la mayoría de la población”:
Para ser capaz de gobernar como clase, el proletariado tiene que despojarse de todo residuo corporativo, de cualquier prejuicio o incrustación sindicalista. ¿Qué significa esto? Que no sólo deben ser superadas las distinciones que existen entre profesión y profesión, sino que, para conquistarse la confianza y el consenso de los campesinos y de algunas categorías semiproletarias de la ciudad, es necesario superar algunos prejuicios y vencer ciertos egoísmos que pueden subsistir y subsisten en la clase trabajadora como tal, aun cuando en su seno los particularismos de profesión hayan desaparecido. El metalúrgico, el carpintero, el albañil, etcétera, no sólo deben pensar como proletarios y ya no más como metalúrgico, carpintero, albañil etcétera, sino deben dar todavía un paso adelante: deben pensar como obreros miembros de una clase que tiende a dirigir a los campesinos y a los intelectuales, de una clase que puede vencer y puede construir el socialismo sólo si es ayudada y seguida por la gran mayoría de estos estratos sociales. Si ello no se logra, el proletariado no pasa a ser clase dirigente, y estos estratos, que en Italia representan a la mayoría de la población, permaneciendo bajo la dirección burguesa, confieren al Estado la posibilidad de resistir al ímpetu del proletariado y de debilitarlo[13].
La principal novedad del ensayo, por lo tanto, consiste en la profundización del problema de los intelectuales. El análisis del papel y de la función de los intelectuales permite enfocar ante todo la peculiar morfología de la sociedad meridional. Ésta se presenta como un “bloque agrario constituido por tres estratos: la gran masa campesina amorfa y disgregada, los intelectuales de la pequeña y media burguesía rural, los grandes propietarios de tierras y los grandes intelectuales”. El rol político decisivo lo tienen los intelectuales del estrato intermedio, dado que de las funciones técnicas que ellos llevan a cabo y de las orientaciones ideológicas que irradian dependen las actitudes de los campesinos respecto de las clases dominantes y el Estado. Sin embargo, los “intelectuales intermedios” no son autónomos, dependen política e ideológicamente de los estratos dominantes del bloque agrario. Este se encuentra estructurado en modo tal que “los grandes propietarios en el campo político y los grandes intelectuales en el campo ideológico centralizan y dominan, en último análisis, todo [el] complejo de manifestaciones” derivadas de las “aspiraciones” y las “necesidades” de los campesinos. Pero “es en el campo ideológico que la centralización se verifica con mayor eficacia y precisión”. “Giustino Fortunato y Benedetto Croce representan por ello -concluye Gramsci- las piedras angulares del sistema meridional y, en cierto sentido, son las dos más grandes figuras de la reacción italiana”. No obstante, prosigue, los dos son “hombres de grandísima cultura e inteligencia, surgidos en el terreno tradicional del Mezzogiorno, pero ligados a la cultura europea y por tanto mundial”. Su influencia sobre los “intelectuales intermedios” se ejerce distanciándolos de los “impulsos” del mundo campesino y favoreciendo la sublimación de sus “inquietas ambiciones de revuelta contra las condiciones existentes, para enderezarlas de acuerdo a una línea media de serenidad clásica del pensamiento y de la acción”. En otras palabras, anticipando un concepto que Gramsci elaborará en los Cuadernos, la influencia de Croce y Fortunato sobre los “intelectuales intermedios” del Mezzogiorno hace de ellos los protagonistas de una “revolución pasiva”, los agentes laboriosos de la persistencia de una fractura entre teoría y práctica indefendible, generalmente, para el intelectual técnico, que nace sobre el terreno de la industria moderna, encargado de la aplicación de la ciencia y de la técnica a la producción, y que por lo tanto interactúa directamente con el proletariado industrial. Por otro lado, el hecho de que Gramsci enjuicie a Croce y Fortunato como “los reaccionarios más laboriosos de la península” no significa que deje de considerar a la filosofía crociana de gran valor progresivo. Polemizando con la corriente “neoprotestante” que entre el 1922 y el 1927 se agrupaba entorno a la revista “Conciencia” de Giuseppe Gangale, a la casa editora Bilychnis y a la misma “Revolución liberal” de Gobetti, él observa que “no pudiendo haber una reforma religiosa de masa” en Italia, “la única reforma históricamente posible” se había verificado “con la filosofía de Benedetto Croce”, que había “cambiado la orientación y el método del pensamiento” y construido “una nueva concepción del mundo que ha superado el catolicismo y cualquiera otra religión mitológica”. “En este sentido –agrega- Benedetto Croce ha cumplido una altísima función ‘nacional’”. Se trataba sin embargo de una función ambivalente, en cuanto Croce, separando “a los intelectuales radicales del Mezzogiorno de las masas campesinas” y haciéndolos “participar de la cultura nacional y europea”, “por medio de esta cultura había hecho que fueran absorbidos por la burguesía nacional y por tanto por el bloque agrario”. Si se agrega que Gramsci atribuía al “bloque intelectual” guiado por Croce y Fortunato la dirección del mismo “bloque agrario”, resulta aún más relevante la novedad constituida por la conjugación entre teoría de los intelectuales y teoría de la hegemonía. La arquitectura de los sistemas hegemónicos detecta en las élites intelectuales y en las filosofías que, a través de su laboriosidad, devienen sentido común, el cemento y la dirección del mismo poder político. No es posible conquistar la hegemonía sin “disgregar” el “bloque intelectual” que otorga legitimación al “bloque dominante” y lo orienta. Esto conduce al tema de la hegemonía cultural, premisa de la hegemonía política, y al problema de la elaboración de una nueva filosofía “superior” a la filosofía dominante y capaz de reemplazarla:
El proletariado destruirá el bloque agrario meridional […] subordinadamente a su capacidad de disgregar el bloque intelectual que es la armadura flexible pero muy resistente del bloque agrario
Esto plantea al proletariado industrial y a su partido el problema más arduo: el de promover la formación de nuevos estratos intelectuales que reconozcan en el proletariado a la nueva clase social históricamente progresiva y sean capaces de crear un nuevo sentido común:
Los intelectuales se desarrollan lentamente, mucho más lentamente que cualesquiera grupos sociales, por su propia naturaleza y formación histórica. Ellos representan toda la tradición cultural de un pueblo: esto sea dicho especialmente del viejo tipo de intelectual, el intelectual nacido en el terreno campesino. Pensar posible que ellos puedan, como masa, romper con todo el pasado para ubicarse completamente en el terreno de una nueva ideología es absurdo.[14]
Hasta el verano de 1926 el horizonte estratégico de Gramsci es la “actualidad” de la revolución proletaria. Aun dadas todas las variantes sugeridas por la diferencia entre Oriente y Occidente, el planteamiento de la hegemonía del proletariado se inscribe en una estrategia de transformación que repite, mutatis mutandis, la secuencia de las dos revoluciones rusas del 1917: la democrática de febrero y la socialista de octubre[15]. Sin embargo, con el ensayo sobre la cuestión meridional Gramsci parece querer dejar atrás aquel planteamiento y se puede suponer que no publicó inmediatamente dicho escrito no porque lo considerara inacabado[16], sino porque era consciente de la innovación radical que el planteamiento de la “cuestión política de los intelectuales” introducía en la teoría de la “hegemonía del proletariado”. Probablemente la nueva investigación iniciada por Gramsci había tenido origen en las preocupaciones crecientes, maduradas en el curso de 1926, por el giro que iba tomando la lucha política en el grupo dirigente bolchevique y por la curvatura siempre más autoritaria y restringida que iba asumiendo el Estado soviético, hasta el punto de comprometer, en su perspectiva, la construcción del socialismo. Como hemos recordado en el inicio, el ensayo sobre la cuestión meridional es contemporáneo al carteo con Togliatti de octubre del 1926. Hacia el final del ensayo hay un paso en el cual la sobreposición de temas entre los dos escritos aparece particularmente marcada: “el proletariado, como clase -escribe Gramsci- es pobre en elementos organizativos debido a que no ha podido y no puede formarse un estrato propio de intelectuales más que muy lentamente, muy fatigosamente y sólo después de la conquista del poder estatal”[17]. Como pronto veremos, en la carta al CC del PCR este concepto es esencial. Lo que me parece transparente e imposible de ignorarse es el temor de que, después de la muerte de Lenin, la élite bolchevique no fuese capaz de desarrollar una hegemonía cultural, de crear un nuevo estrato de intelectuales capaz de acabar con el “asiatismo” de la sociedad rural rusa, de vertebrar a la sociedad civil y de hacer expansivo el poder soviético.
Sin embargo, en la carta citada, este temor no es explícitamente indicado; se puede extraer enfocando la polémica de Gramsci con los periódicos la “Tribuna”, la “Stampa” y “Il Mondo” en septiembre-octubre, estableciendo una correlación entre la carta al CC del PCR y la réplica a Togliatti del 26 de octubre y reconsiderando el ensayo sobre la cuestión meridional a la luz de todos estos escritos. En la carta del 14 de octubre, escrita a nombre del partido, la preocupación principal de Gramsci es que la ruptura de la unidad del “núcleo bolchevique” hacía retroceder a todas las facciones del partido ruso al “corporativismo” y al “sindicalismo” de la tradición socialdemócrata, frustrando la capacidad de preservar la alianza entre obreros y campesinos. La ruptura de la unidad del grupo dirigente bolchevique habría por lo tanto conllevado la imposibilidad de mantener la hegemonía del proletariado, conquistada bajo la guía de Lenin. Gramsci dirige su polémica sobre todo contra las oposiciones, unificadas en julio bajo la dirección de Trotsky, porque se apalancaban sobre la aversión a la NEP de una parte consistente de la base obrera del partido por las crecientes desigualdades que ésta creaba entre los campesinos ricos y los obreros. Gramsci objetaba que la única garantía de que la clase obrera aceptase tales “sacrificios” era a partir de la certeza de que fuesen necesarios al desarrollo de su hegemonía y esta confianza podía ser inculcada solo a partir de la unidad del partido y de su grupo dirigente, prueba tangible de la validez de su política. Mutatis mutandis, escribía, también en países mucho más desarrollados que Rusia, una vez conquistado el poder, la clase obrera habría debido soportar durante mucho tiempo grandes sacrificios económicos para mantener la alianza con las masas campesinas que representaban la mayoría de la población[18]. En Rusia el sacrificio era mucho mayor porque el desarrollo económico y la modernización del campo eran una tarea de largo plazo y la clase obrera en el poder constituía una minoría ínfima de la población. Como él mismo escribe, el enfrentamiento en proceso en el seno de la élite bolchevique permitía que los adversarios del comunismo utilizaran con astucia las contradicciones sociales que sacudían al poder soviético para minar la confianza del proletariado occidental en la Rusia de los Soviets y en la posibilidad de construir el socialismo[19]. La condena de la aspereza del enfrentamiento y la alarma por los peligros de escisión del partido derivaban del convencimiento de que la NEP era por el contrario la vía justa, y de la constatación de que los procesos de diferenciación económica y social originados por la introducción de un limitado desarrollo capitalista en el campo involucraban a una pequeña minoría de campesinos, los cuales, gracias al control total del Estado obrero sobre la banca, la industria y el comercio exterior, no representaban un riesgo real para la alianza entre el proletariado y las masas interminables de campesinos pobres[20]. Sin embargo, si el “núcleo bolchevique” se escindiera, los riesgos de regresión económico-corporativa involucrarían a todos sus componentes; de hecho, el andar de la discusión demostraba una fractura -compartida por todas las facciones- entre la “cuestión rusa” y los destinos de la revolución mundial, y esto ponía en tela de juicio tanto la posibilidad de Rusia de proseguir en la construcción del socialismo, como la orientación del proletariado internacional hacia ella. Colocando en el mismo plano mayoría y oposición, Gramsci golpeaba la visión estaliniana del “socialismo en un solo país”:
Compañeros, en estos nueve años de historia mundial ustedes fueron el elemento organizador y propulsor de las fuerzas revolucionarias de todos los países; la función que ustedes han desarrollado no tiene precedente en toda la historia del género humano que la iguale en amplitud y profundidad. Pero ustedes hoy estáis destruyendo vuestra obra, la degradáis y corréis el riesgo de anular la función dirigente que el PC de la URSS había conquistado por el impulso de Lenin; parece que la violenta pasión de las cuestiones rusas les hace perder de vista los aspectos internacionales de las cuestiones rusas mismas, les hace olvidar que sus deberes de militantes rusos pueden y deben ser cumplidos únicamente en el cuadro de los intereses del proletariado internacional.[21]
Como se conoce, Togliatti concentró sus críticas sobre este punto de la carta, invitando a los compañeros italianos a mantener la cabeza fría y a valorar la “cuestión rusa” con base en la validez de la línea política de la mayoría del PCR, más aún que en el valor simbólico de la unidad del grupo dirigente[22]. Gramsci replicó en modo áspero que la cuestión no concernía sólo a los militantes comunistas, a los cuales, con un empeño pedagógico extraordinario, se podría incluso hacer comprender los pasos particulares de la lucha política interna al grupo dirigente bolchevique y la validez de la línea política de la mayoría, pero no a las grandes masas del proletariado internacional, a las cuales sólo la unidad del “núcleo bolchevique” podría trasmitir el mensaje de que el proceso comenzado con la Revolución de Octubre proseguía su curso. La unidad del grupo dirigente bolchevique no era por lo tanto un valor simbólico renunciable, sino la garantía de que la revolución del proletariado internacional y su orientación socialista pudieran continuar. En la réplica Gramsci hacía aún más explícito su pensamiento: él temía que la ruptura del grupo dirigente, comprometiendo la alianza entre obreros y campesinos, impidiese la construcción del socialismo en la URSS. A Togliatti, que consideraba el mantenimiento del poder soviético el principal factor de enlace entre la Rusia revolucionaria y el proletariado europeo, Gramsci respondía poniendo en duda que la orientación impresa por Stalin a la construcción del socialismo “en un solo país” permitiese su continuación:
Hoy después de nueve años del octubre de 1917, no es más el hecho de la toma del poder por parte de los bolcheviques lo que puede revolucionar a las masas occidentales, porque eso ya ha sido descontado y ha producido sus efectos; hoy es activa, ideológica y políticamente, la persuasión (si existe) de que el proletariado, una vez tomado el poder, puede construir el socialismo. La autoridad del P. está ligada a esta persuasión, que no puede ser inculcada a las grandes masas con métodos de pedagogía escolástica, sino sólo de pedagogía revolucionaria, esto es, sólo delhecho político de que el P.R. como un todo está persuadido y lucha unitariamente[23].
Me parece evidente que la involución nacionalista que Gramsci había cuestionado a todas las facciones del partido comunista ruso y la denuncia de la regresión corporativa no sólo de las oposiciones, sino también de la mayoría, afectaron la naturaleza del Estado soviético. Poniendo en riesgo la hegemonía del proletariado, los unos y los otros le imprimían al Estado de los soviets un giro siempre más autoritario y sin capacidad expansiva tanto al interior como en el extranjero.
En cuanto líder de un partido comunista pequeño y perseguido, pero significativo internacionalmente por la novedad del fenómeno fascista y por la insurrección de 1919-20, de la cual se había originado el PCd’I, Gramsci no podía limitarse a criticar y recriminar, sino que buscaba contribuir a la investigación de las causas de la crisis del partido ruso. Naturalmente, según el método de la Comintern, lo hacía profundizando los problemas de la hegemonía del proletariado en la situación italiana, al fin de derivar indicaciones útiles para explicar las dificultades de la alianza entre obreros y campesinos también en Rusia y, más aún, en general. En la carta del 14 de octubre recapitulaba acerca de la reelaboración política de la cuestión campesina llevada a cabo en el bienio precedente (su formulación como “cuestión meridional” y “cuestión vaticana”) para señalar que los italianos eran conscientes de la complejidad del problema de la hegemonía del proletariado[24]. No podía llegar tan lejos como para dar sugerencias operativas a los bolcheviques que estaban en el poder desde hacía nueve años, sin embargo, no ocultaba el temor de que la crisis del partido ruso, que en un régimen de partido único afectaba directamente al Estado de los Soviets, derivara de las dificultades inherentes al planteamiento original de la alianza entre obreros y campesinos.
Ya vimos cómo, al “traducir en lenguaje histórico italiano” dicha alianza, Gramsci no se limitase a los contenidos económicos de las “concesiones” hacia los campesinos, sino que los proyectaba a la forma del Estado. Los desarrollos que tal investigación alcanza en el ensayo sobre la cuestión meridional expresan veladamente la conciencia de que la teoría leniniana de la hegemonía del proletariado, surgida en el terreno de la Rusia atrasada, colocaba el problema de la alianza entre obreros y campesinos en términos simplificados e insuficientes. Cierto que, en la sociedad civil rusa “primordial y gelatinosa”, y en el colapso de imperio zarista no había sido necesario descifrar y disgregar los andamios hegemónicos que ligaban los campesinos al poder de los Zares. Pero cuando se había pasado a la construcción de un nuevo Estado, en el cual obreros y campesinos habrían debido ser los protagonistas de la creación de una humanidad libre, activa y en promedio más evolucionada que en la Europa capitalista, el embrionario esbozo leniniano de la hegemonía del proletariado se revelaba inadecuado. Si en Rusia no existía una sociedad civil lejanamente parangonable a aquella del Occidente, en la construcción del socialismo -esto es, de una sociedad industrial avanzada fundada sobre la alianza entre ciudad y campo- el problema de la relación entre Estado y sociedad civil irrumpía en toda su complejidad. Con el ensayo sobre la cuestión meridional, introduciendo el tema de los intelectuales en el esquema teórico del materialismo histórico, Gramsci comienza a mostrarse consciente de la insuficiencia de las diversas corrientes del pensamiento marxista, incluyendo al bolchevismo, respecto del problema del Estado. Desarrollo desigual y análisis diferenciado eran paradigmas del leninismo. Pero, como hemos visto, su “traducción a lenguaje histórico italiano”, empresa llevada a cabo por Gramsci en por lo menos tres años antes, combinaba y complicaba los parámetros. La innovación del esquema teórico del materialismo histórico, comenzada en el ensayo sobre la cuestión meridional, era elaborada sobre el terreno nacional, y por lo tanto enfatizaba sus particularidades. Pero no hay quien no vea cómo Gramsci, impulsado por la crisis del partido ruso, había emprendido una revisión teórica general que tenía como horizonte los problemas del movimiento obrero internacional.
Los orígenes del programa de investigación de los Cuadernos
Los Cuadernos de la cárcel ofrecen la confirmación más completa del hecho que la teoría de los intelectuales constituye el núcleo dinámico del pensamiento gramsciano. Daré por descontado que el hilo conductor de los Cuadernos es la teoría de la hegemonía (y no la teoría de la sociedad civil, que junto a la teoría del Estado constituye sólo uno de sus capítulos)[25]. Ella supera tanto la concepción marxista clásica de la relación entre política y economía -la economía como determinante “en última instancia” de la política, según la definición de Engels- como la definición leniniana de la política como “concentrado de la economía”. Como se sabe, el momento crucial de la innovación gramsciana es el abandono de la pareja conceptual estructura – superestructura, substituida por la fórmula “análisis de las situaciones – relaciones de fuerza”[26]. Gramsci llegará a tales conclusiones haciendo del concepto de hegemonía una categoría analítica general de la política y de la historia. Tal desarrollo cambia también sus proyecciones estratégicas, en cuanto el tema originario de la “hegemonía del proletariado” sale progresivamente del horizonte nacional y del problema de la “transición”, ultrapasa la identificación de la política con el Estado y abre el camino para una nueva idea de la política. Analizando las transformaciones de la economía y la política mundial Gramsci deja atrás los andamios conceptuales de la Comintern -la teoría del imperialismo, la doctrina de la guerra y la concepción del Estado – y se coloca en la perspectiva de un “retorno a Marx” [27]. La identificación de Gramsci con el bolchevismo se puede por tanto considerar un paréntesis que coincide con los años de su empeño político más directo. En los Cuadernos, en cambio, son retomados y desarrollados de modo original temas y conceptos operantes en los escritos de 1916-1920.
Pero procedamos gradualmente. Al leer los tres índices de los Cuadernos, delineados respectivamente el 8 de febrero de 1929, en noviembre-diciembre de 1930 y en marzo-abril de 1932[28], el tema de los intelectuales salta al centro de toda la investigación. Establecido su íntimo enlace con el concepto de hegemonía y la innovación teórica que sobre ambos temas hemos registrado en los últimos escritos de 1926, el epistolario ofrece testimonios inequívocos sobre el hecho de que el programa de investigación de los Cuadernos prosigue y profundiza una revisión del leninismo y de la vulgata marxista ya iniciada poco antes del arresto. Tomaba forma de esa manera un pensamiento heterodoxo, del que no sólo Gramsci, sino también sus interlocutores directos, Togliatti y Sraffa, eran plenamente conscientes.
El epistolario es generalmente considerado una fuente esencial para reconstruir como se formó el programa de investigación de los Cuadernos. Sin embargo, debe utilizarse con precaución. Es verdad que, desde el confinamiento de Ustica, Gramsci escogiese como corresponsales a Tania y a Sraffa para también comunicarse con el partido. Pero desde el inicio su correspondencia es sometida a la censura fascista y está condicionada por las vicisitudes procesales del prisionero y por las tentativas de liberación emprendidas por el partido ya en 1927[29]. Hasta que el destino de Gramsci no fue decidido definitivamente, con la condena a veinte años de reclusión (4 de junio de 1928), es razonable pensar que, por medio de la correspondencia, él quisiese también influenciar las actitudes de las autoridades fascistas tanto en lo que respecta a su situación judicial (la orden de arresto había sido emitida por el Tribunal de Milán el 14 de enero de 1927 y el juicio ante el Tribunal Especial comenzó el 9 de febrero, cuando Gramsci, detenido en San Vittore el 7 del mismo mes, fue interrogado por primera vez por el juez instructor Enrico Macis), como en lo concerniente a las posibilidades de su liberación. Como es conocido, una primera tentativa de liberación de la cual tenemos certidumbre se remonta a septiembre-octubre de 1927[30]. Eso no quita que un intercambio de prisioneros pudiese ser considerado posible por Gramsci desde el inicio de su detención. Sobre esta posibilidad influía ciertamente el desarrollo de la investigación judicial. No se puede excluir, por tanto, que en sus cartas Gramsci buscase también ofrecer a las autoridades investigadoras elementos que pudiesen mejorar su situación procesal.
Es oportuno tener en cuenta tal posibilidad cuando se examina la carta del 29 de marzo de 1927, en la cual los intérpretes trazan el primer esbozo del programa de investigación de los Cuadernos. Se trata de la famosa carta en la cual Gramsci comunica a Tatiana de querer “hacer algo “für ewig’”, esto es de querer ocuparse “intensa y sistemáticamente”, “según un plan prestablecido […], de algún sujeto que […] absorbiese y centralizase [su] vida interior”. En aquel momento, Gramsci no sabía si sería sentenciado, ni cuánto tiempo duraría su pena (aunque sí temía que habría sido muy larga). Además, aún no tenía la autorización para escribir en la celda, ni podría saber si ésta le habría sido efectivamente concedida. Es difícil creer que estuviese ya pensando concretamente en un verdadero programa de investigación, como hará después en Turi, dos años más tarde. Se plantea, por tanto, el problema de descifrar esta carta y en particular la alusión al “für ewig”, la cual ha dado origen a una vulgata sobre el carácter de los Cuadernos tan engañosa, cuanto refractaria a acabarse. Si bien Gramsci especificase que el “für ewig” debía ser interpretado de acuerdo con “una compleja concepción de Goethe, que recuerdo haber atormentado mucho a nuestro Pascoli”, ya desde la publicación de la primera edición de las Cartas de la cárcel aquella expresión fue entendida al pie de la letra, como intención de querer dedicarse a una actividad intelectual “desinteresada”, vale decir distinta y distante de las vicisitudes políticas. Es verosímil que Gramsci quisiese hacer creer esto a las autoridades fascistas, aunque no fuese por otra razón que para facilitar la autorización de estudiar en la celda. Sin embargo, la metáfora contiene un mensaje en código que los carceleros no podrían descifrar, pero Sraffa y sobre todo Togliatti sí. Y si la decodificación del “für ewig” propuesta recientemente por Giancarlo Schirru tiene fundamento[31], probablemente Gramsci intentaba comunicar a Togliatti la necesidad de entender y continuar la elaboración iniciada en el ensayo sobre la cuestión meridional en cuanto ésta innovaba profundamente la “traducción en lenguaje histórico italiano”. Además, dada la estrecha relación entre el ensayo y el epistolario de octubre de 1926, se puede pensar que desease también agregar nuevos argumentos para sostener su posición sobre la “cuestión rusa”.
El haber aislado los Cuadernos de la biografía política de Gramsci se remonta a los criterios de la primera edición (1948-1951), una operación planeada para volverlos lo menos perturbadores posible respecto a la ortodoxia leninista imperante. Después de la publicación de la edición crítica (1975), de las primeras ediciones de los epistolarios (de Gramsci y entre sus corresponsales) y la reconstrucción de la biográfica política del prisionero, de las cuales hoy disponemos, aquel aislamiento ha cesado de tener consistencia y se ha recién comenzado a estudiar a los Cuadernos no sólo según su cronología, sino también entrecruzando las notas con el epistolario. La idea de que los Cuadernoscontuviesen un pensamiento separado de los eventos políticos ha sido desmantelada. Eso no quita el hecho que su aislamiento de la biografía política de Gramsci confundiese durante mucho tiempo la interpretación de los Cuadernos, que la herencia de la edición temática siga todavía pesando sobre las interpretaciones del pensamiento de Gramsci (sobre todo en el exterior) y que a tales deformaciones haya contribuido no poco la copiosa literatura embaucadora sobre el “für ewig”, acumulada en el tiempo. Para volver al tema de este parágrafo, quisiera adelantar la hipótesis de que el plan de estudio redactado por Gramsci en la carta a Tania del 29 de marzo de 1927 fuese concebido de modo tal de dar a entender al perspicaz carcelero (esto es a Mussolini) que él habría podido renunciar al compromiso político y facilitar la propia situación procesal y las posibles tentativas de liberación. La llamada al “für ewig” aparece sólo dos veces en las cartas de Gramsci, y únicamente al inicio de su detención. Paradójicamente, cuando condenado a veinte años de reclusión, podrá concebir un programa de investigación de verdad “sistemático” y de larga duración, Gramsci no apelará ya más a dicha metáfora. Por lo tanto, hay más de una razón para suponer que el énfasis sobre el estudio “desinteresado” y el recurrir al “für ewig” fuese un mensaje dirigido a sus interlocutores políticos y a sus carceleros, en lugar que la clave interpretativa de sus escritos carcelarios.
Es verdad que los temas de estudio enunciados en aquella carta confluirán todos en las notas de los Cuadernos y que giran en torno a la historia de los intelectuales. Pero no creo que, en la reconstrucción del programa de investigación de los Cuadernos, que Gramsci comenzó a escribir sólo dos años y medio después, se pueda partir de marzo de 1927. Como fuente del proyecto de los Cuadernos el epistolario se puede en cambio utilizar en forma más lineal a partir de la condena de Gramsci, cuando sus cartas no podían ya influir sobre la suerte del proceso y, una vez recibida la autorización a escribir en la celda (enero de 1929), pudo planear concretamente un plan de estudios de larga duración. En nuestra opinión la indicación más importante contenida en la carta del 29 de marzo de 1927 es en cambio la referencia al escrito sobre la cuestión meridional. Después de haber declarado querer desarrollar una investigación sobre la formación del espíritu público en Italia en el siglo anterior; en otras palabras, una investigación sobre los intelectuales italianos, sus orígenes, sus reagrupamientos según las corrientes de la cultura, sus diversos modos de pensar, etc. etc.”, Gramsci escribía a Tania:
¿Recuerdas mi rapidísimo y superficialísimo escrito sobre la Italia meridional y sobre la importancia de B. Croce? Pues bien, me gustaría desplegar ampliamente la tesis que había esbozado entonces, desde un punto de vista “desinteresado”, “für ewig”.
Hago incidentalmente notar de que en este caso el “für ewig” se refiere claramente al proyecto de un plan de estudios sistemático, desvinculado de la política contingente, pero no por ello apolítico y “neutro”. Además, Gramsci presenta su plan de estudios como despliegue de la “tesis” “esbozada” en el ensayo sobre la cuestión meridional: como hemos visto, una tesis con implicaciones políticas disruptivas. ¿Cuál es por lo tanto el mensaje? ¿Y a quién se dirige? Aunque haya sido esclarecido que la intermediación epistolar de Tania entre Sraffa y Gramsci data desde finales de 1928[32], se puede sostener que el envío de las cartas de Gramsci a Sraffa por parte de Tania hubiese comenzado mucho antes. Hay por lo menos dos pistas para sostenerlo. La primera es la carta de Sraffa a Tania (dirigida a Gramsci) del 11 de julio de 1931, en la cual Piero, solicitando el envío de informaciones referidas al progreso del “programa” “de estudios y de lecturas” que Gramsci iba realizando, se refiere precisamente a la carta del 29 de marzo de 1927[33]. La segunda está en la misma carta. Después de haber expuesto los “cuatro argumentos” de su plan de estudios, vale decir la historia de los intelectuales italianos en el ochocientos, ya citado, “un estudio de lingüística comparada”, que probablemente alude a la traducción del volumen del Finck Le famiglie linguistiche del mondo, a la cual Gramsci ya se estaba aplicando[34], “un estudio sobre el teatro de Pirandello” y “un ensayo sobre […] los folletines y el gusto popular en literatura”, agrega: “a quien observe bien, entre estos cuatro argumentos hay homogeneidad: el espíritu popular creativo, en sus diversas fases y grados de desarrollo, está en la base de ellos en igual medida”. Pregunta luego a Tania: “¿Qué piensas de todo ello? […] Escríbeme tus impresiones; yo tengo mucha confianza en tu buen sentido y en la validez de tus juicios”[35]. Nosotros sabemos que Gramsci informaba a Sraffa de sus estudios y a través de él a Togliatti, que continuaba siendo su principal interlocutor[36]. Es difícil creer que, con relación a argumentos así de complejos y sobre la teoría de los intelectuales que los articulaba, Gramsci estuviese real y únicamente interesado en la opinión de Tatiana; es verosímil, más bien, que intentara también comunicar a Togliatti la dirección en que se estaba desarrollando su investigación sobre la hegemonía. Además, al momento de la redacción, el ensayo sobre la cuestión meridional había permanecido desconocido para Togliatti, que en ese entonces se encontraba en Moscú. Pero en marzo de 1927 Togliatti se encontraba en París, dirigía el Centro foráneo del partido, el ensayo gramsciano había sido recuperado por Grieco y el grupo dirigente del partido debía haberlo estudiado a fondo. Se puede compartir la hipótesis de que Gramsci lo mencionase también debido a que pensaba que ahora fuese oportuno publicarlo y pedía al partido de hacerlo[37].
Sin embargo, vuelvo a repetir, si para reconstruir la formación del programa de investigación de los Cuadernos se recurre, como es correcto, al epistolario, la primera carta a la cual podemos remontarnos sin excesivas cautelas es aquella del 25 de marzo de 1929: tanto porque sigue de cerca la redacción de los 16 temas de estudios indicados en la primera página del Cuaderno 1, como porque los temas son reagrupados en tres pistas de investigación que definen las líneas más innovadoras de los Cuadernos. Gramsci de hecho escribe:
He decidido ocuparme prevalentemente y de tomar nota sobre estos tres argumentos: 1º la historia italiana del siglo XIX, con especial cuidado en la formación y el desarrollo de los grupos intelectuales; 2º La teoría de la historia y de la historiografía; 3º El americanismo y el fordismo.[38]
El primer punto reagrupa los puntos 2 y 3 del primer índice de los Cuadernos: “Desarrollo de la burguesía italiana hasta el 1870” y “Formación de los grupos intelectuales italianos: desarrollo, comportamiento.” El segundo llama literalmente la atención al primer punto del índice y el tercero al punto 16. No se puede pensar que la selección y el ordenamiento de los temas fuera causal. Si en la carta del 29 de marzo del 1927 Gramsci había comunicado querer “desarrollar ampliamente la tesis” “esbozada” en el ensayo sobre la cuestión meridional, dos años después comunica que lo está haciendo. Además, situando en el punto 2 a “La teoría de la historia y de la historiografía”, comunica en código la intención de volver a pensar la concepción materialista dela historia respecto a la cual el desarrollo del tema hegemonía -función de los intelectuales, configurado en el ensayo de 1926, representaba una decisiva novedad. En fin, indicando como tercer tema de investigación “El americanismo y el fordismo”, Gramsci señala que el campo de su investigación es la historia mundial y que él tiene la intención de profundizar las potencialidades del industrialismo americano como respuesta ejemplar y por lo tanto hegemónica a los problemas que afloraban a la superficie desde el inicio de la Gran Crisis. Era suficiente para excitar el interés de Togliatti respecto a los desarrollos de su pensamiento. Sin embargo, pocos meses después tuvo lugar el X Plenum de la Internacional y la imposición al partido italiano de abandonar la estrategia gramsciana. El “viraje” de 1930 fue rechazado por Gramsci y, después del hallazgo de los dos informes que Gennaro escribió para el Centro Exterior del partido después de su visita a Turi, sabemos que Gramsci solicitaba una mayor comunicación política con el partido y que Togliatti era informado de su oposición al “viraje” y que tenía elementos suficientes para intuir sus motivaciones más profundas.[39] Sabemos también que el medio ideado por Gramsci para informar a Togliatti sobre los desarrollos de su investigación era la sugerencia de que le fueran propuestos temas sobre los cuales pudieran comunicar en código. A Gramsci los temas eran propuestos por Sraffa, quien, empero, se ponía de acuerdo preventivamente con Togliatti.[40] Es éste el contexto en el cual el 11 de julio de 1931 Sraffa empieza a pedir a Gramsci comunicarle el punto de llegada de su investigación sobre los intelectuales y el 23 de agosto regresa sobre la cuestión con insistencia.[41] Gramsci le contestó el 7 de septiembre y a partir de su carta no es posible dudar que, en el centro de su reflexión, en no menor medida que a la atención de sus interlocutores, estaba el tema de la hegemonía y el nexo entre teoría de la hegemonía y teoría de los intelectuales. El jugo de su investigación quedaba resumido de la siguiente manera:
Yo extiendo mucho la noción de intelectual y no me limito a la noción corriente que se refiere a los grandes intelectuales. Este estudio también lleva a ciertas determinaciones del concepto de Estado que generalmente es entendido como Sociedad política (o dictadura o aparato coercitivo para conformar la masa popular según el tipo de producción o la economía de un momento dado) y no como equilibrio de la Sociedad política con la Sociedad civil (o hegemonía de un grupo social sobre la entera sociedad nacional ejercitada a través de las llamadas organizaciones privadas, como la iglesia, los sindicatos, las escuelas, etcétera) y precisamente en la sociedad civil obran especialmente los intelectuales (Benedetto Croce, por ejemplo, es una especie de papa laico y es un instrumento muy eficaz de hegemonía aun si caso por caso pueda encontrarse en contraste con éste o con aquel gobierno etcétera).
La carta continuaba enumerando otros temas cruciales de los Cuadernos; pero, en la economia de este ensayo, hay que atraer la atención sobre la parte que concierne a la teoría de los intelectuales. Esa confirma que el foco de los Cuadernos es el desarrollo de la teoría de la hegemonía, que teoría de los intelectuales, teoría de la sociedad civil y teoría del Estado constituyen sus principales capítulos y, sobre todo, indica el camino a través del cual Gramsci iba desarrollando una teoría general de la hegemonía. El camino queda resumido en la conclusión del excursus sobre los “argumentos” de estudio, donde Gramsci señala que el concepto de hegemonía era desarrollado como criterio analítico general de la política y de la historia: “Te hago estas menciones -escribía a Tania- para persuadirte que todo el periodo histórico que ha tenido lugar en Italia, desde el Imperio Romano hasta el Risorgimento, debe ser observado desde este punto de vista monográfico.”[42]
Confrontada con la vulgata marxista, la investigación de Gramsci manifestaba enteramente su carácter original y heterodoxo. Respecto al leninismo, la concepción del Estado resumida en la carta era disruptiva. La prueba más inmediata de eso llegó de la respuesta de Sraffa que, invitando a Gramsci a condensar en un ensayo los resultados de su investigación sobre los intelectuales para transmitirlos al partido, sobre las tesis expuestas en la carta se limitaba a escribir:
“Las últimas cartas de Nino, por cuanto muy interesantes, no requieren respuesta.”[43]
¿Cuál respuesta habría podido dar Togliatti a una carta en la cual Gramsci le comunicaba su revisión del leninismo? Todavía, el understatement de Sraffa indica que el mensaje había sido recibido.
[*] Publicado originariamente en Egemonie, Angelo D’Orsi (a cura di) Edizioni Dante e Descartes, Napoli 2008, pp. 77-122. Traducido del italiano al español por Lucio Oliver y Francesca Savoia.
[1] “L’Ordine Nuovo” tercera serie, 1º de marzo de 1924, n. 1, p. 3.
[2] J. V. Stalin, Opere complete, vol. V, Edizioni Rinascita, Roma 1952, pp. 212-13. Sobre el uso del término desde 1923 hasta 1926 cfr. F. Giasi, I comunisti torinesi e l´ “egemonia del proletariato” nella rivoluzione italiana en Egemonie, Angelo D’Orsi (a cura di) Edizioni Dante e Descartes, Napoli 2008, pp. 147-186.
[3] P. Togliatti, La formazione del gruppo dirigente del Partito comunista italiano nel 1923-1924, Editori Riuniti, Roma 1984 (IV), pp. 196-97.
[4] Ibidem, p. 245.
[5] A. Di Biagio, Le radici dell’egemonia gramsciana. Ponencia presentada en el Encuentro Gramsci nel suo tempo, Bari e Turi 13-15 dicembre 2007, ahora en F. Giasi (a cura di), Gramsci nel suo tempo, Carocci, Roma 2008 Vol. II, pp. 379-402.
[6] A. Gramsci, Lettere 1908-1926, a cura di Antonio Santucci, Einaudi, Torino 1992, p. 130.
[7] A. Di Biagio, L’ egemonia leninista, inédito.
[8] A. Gramsci, Quaderni del carcere. Edizione Critica dell’Istituto Gramsci, a cura di Valentino Gerratana, Einaudi, Torino 1975, p. 866. A. Gramsci, Cuadernos de la cárcel, Ediciones Era, México 1981, Tomo III, p. 157.
[9] A. Gramsci, Cinque anni di vita del partito, en “l’Unitá”, 23 de febrero de 1926, ahora e Id., La costruzione del Partito comunista 1923-1926, Einaudi, Torino 1971, pp. 106-7.
[10] Ibidem, p. 492.
[11] Ibidem, pp. 121-22.
[12] El tema es ampliamente desarrollado por Anna Di Biagio, con referencia a la influencia de Plejanov sobre Lenin en ocasión de la tremenda carestía del 1887 y al ¿Qué hacer?, en la investigación inédita arriba citada.
[13] A. Gramsci, La costruzione del Partito comunista cit., pp. 144-45.
[14] Todas las citas son desde A. Gramsci, Alcuni temi della quistione meridionale, en Id., La costruzione del Partito comunistacit., pp. 144-45 y 150-58.
[15] Cfr. G. Vacca, Gramsci a Roma, Togliatti a Mosca, en Gramsci a Roma, Togliatti a Mosca. Il carteggio del 1926, a cura di C. Daniele, Einaudi, Torino 1999, pp. 94-98 y 123-27; A. Rossi y G. Vacca, Gramsci fra Mussolini e Stalin, Fazi, Roma 2007, cap. III.
[16] F. Giasi, Egemonia e direzione politica nella “Questione meridionale”. Ponencia presentada en el encuentro Gramsci a setenta años de la muerte, IV Conferencia Internacional de Estudios Gramscianos, Ciudad de México, 29 de noviembre – 1º diciembre de 2007.
[17] A. Gramsci, La costruzione del Partito comunista cit., p. 158.
[18] A. Gramsci, Ufficio politico del PCd’I al Comitato centrale del Partito comunista russo [14 ottobre 1926, en Gramsci a Roma, Togliatti a Mosca cit., pp. 408-9. “Las cuestiones que hoy se presentan a ustedes pueden presentarse mañana a nuestro Partido. También en nuestro país, las masas rurales son la mayoría de la población trabajadora. Además, todos los problemas inherentes a la hegemonía del proletariado se presentarán para nosotros en una forma más compleja y aguda que en la misma Rusia, porque, en Italia, la densidad de la población rural es enormemente mayor, porque nuestros campesinos poseen una riquísima tradición organizativa y han conseguido siempre hacer oír muy sensiblemente su peso específico de masa en la vida política nacional, porque en nuestro caso el aparato organizativo eclesiástico tiene dos mil años de tradición y se ha especializado en la propaganda y la organización de los campesinos en una forma que no tiene iguales en los demás países.”
[19] Ibídem, pp. 406-7.
[20] A. Gramsci, In che direzione si sviluppa l’Unione Soviettista, en “l’Unitá”, 10 de septiembre, e I contadini e la dittatura del proletariato, en “l’Unitá”, 17 de septiembre 1926, en Id., La costruzione del Partito comunista cit., pp. 321-22 y 327.
[21] Gramsci a Roma, Togliatti a Mosca, cit., p. 408.
[22] Ibidem, pp. 421-23.
[23] Ibidem, pp. 438-39.
[24] Cfr. nota 18.
[25] La tesis según la cual la originalidad de los Cuadernos residiría en la concepción de “sociedad civil” remonta a la conocidísima relación de Norberto Bobbio en el convenio realizado en la ciudad de Cagliari en 1967, La societá civile in Gramsci(ahora en N. Bobbio, Saggi su Gramsci, Feltrinelli, Milano 1991). La refutación más puntual de la interpretación de Bobbio se debe a G. Francioni, Egemonia, societá civile, Stato. Note per una lettura della teoria politica di Gramsci, en Id., L’ officina gramsciana, Bibliopolis, Napoli 1984, pp. 147-228. Cfr. también G. Vacca, Appuntamenti con Gramsci, Carocci, Roma 1999, pp. 159-64.
[26] G. Cospito, “Il ritmo del pensiero in sviluppo”. Per una lettura diacronica dei “Quaderni del carcere”, Cooperativa Libraria Universitaria, Pavia 2004, cap. I.
[27] F. Izzo, I Marx di Gramsci, relación presentada en el convenio Gramsci nel suo tempo ahora en F. Giasi (a cura di) Gramsci nel suo tempo, cit. vol. II, pp. 553-80; R. Gualtieri Le relazioni internazionali, Marx e“la filosofia della praxis” en “Studi storici”, 2008 n. 3, pp. 1009-58.
[28] A. Gramsci, Quaderni del carcere cit., pp. 5 (Cuaderno 1) y pp. 935-36 (Cuaderno 8). A. Gramsci Cuadernos de la cárcel, cit. tomo I p. 73 y Tomo 3 p. 214. Para la datacion del segundo y del tercer índice, titulado Grupos de temas [Raggruppamenti di materia] cfr. G. Francioni, L’ officina gramsciana, cit., p. 142.
[29] A. Rossi y G. Vacca, Gramsci tra Mussolini e Stalin cit., cap. I y III.
[30] L’ ultima ricerca di Paolo Spriano, Edizioni de “l’Unitá”, Roma 1988, pp. 15-26.
[31] Cfr. G. Schirru, Teoria della traduzione e filosofia della prassi. Ponencia presentada en el convenio Gramsci a setenta años de la muerte, Ciudad de México, 29 de noviembre – 1º de diciembre 2007.
[32] Cfr. A. Rossi y G. Vacca, Gramsci tra Mussolini e Stalin, cit., cap. III.
[33] P. Sraffa, Lettere a Tania per Gramsci, Introducción a cargo de V. Gerratana, Editori Riuniti, Roma 1991, p. 15: “Hace algunos años Nino […] había escrito una carta en la cual exponía de manera detallada su plan de lecturas y de estudios. Sería interesante conocer como lo haya desarrollado […] y saber cuál es su programa actual. Intentas preguntarle”.
[34] A. Gramsci, Quaderni di traduzioni, a cura di G. Cospito e G. Francioni, Edizione Nazionale degli Scritti di Antonio Gramsci, Istituto della Enciclopedia Italiana, Roma 2007, pp. 23-4.
[35] A. Gramsci – T. Schucht, Lettere 1926-1935, a cura di A. Natoli e C. Daniele, Einaudi, Torino 1997, pp. 61-3.
[36] Sraffa a Togliatti el 4 de mayo 1932 en P. Sraffa, Lettere cit., p. 225.
[37] A. Rossi e G. Vacca, Gramsci cit., pp. 207-18.
[38] A. Gramsci- T. Schucht, Carteggio cit., p. 333
[39] A. Rossi y G. Vacca, Gramsci cit., pp. 207-18.
[40] P. Sraffa, Lettere cit., p. 225.
[41] Ibidem, p. 23.
[42] A Gramsci- T. Schucht, Carteggio cit., pp. 791-92.
[43] P. Sraffa, Lettere cit., p. 36.