Nuevos actores en la dinámica económica y social en Cuba ponen en mayor tensión la desprotección legal acerca de las manifestaciones de discriminación por género y por “raza”.
Si bien no es un problema nuevo, lo cierto es que la proliferación de espacios donde se pueden reproducir sesgos de género y raciales, junto a la ausencia de regulaciones específicas sobre estas problemáticas, a lo único que tributa es a la regeneración de actitudes racistas y sexistas de manera impune, también en los medios de comunicación.
En consonancia con el espíritu de la Constitución recientemente refrendada en cuanto a los derechos humanos y al ejercicio del principio de respeto e igualdad entre todas las personas, las regulaciones que conforman los cuerpos legales para regular el sector privado no pueden estar identificadas únicamente por normas economicistas y fiscales.
Poner en práctica este principio implica identificar aquellos sujetos desfavorecidos y vulnerados históricamente. En este sentido, y centrándome en el tema del presente texto, podemos hablar de las mujeres, de las personas racializadas, y en específico, aquellas donde convergen ambas identidades: las mujeres afrodescendientes.
El tratamiento de la mujer afrodescendiente cubana en los medios de comunicación estatales y no estatales es el tema fundamental de este ensayo, con el objetivo de plantear la necesidad de articular una protección legal adecuada de cara a los cambios socio-económicos que se avecinan.
Cuba: Viejas deudas, viejos actores
A partir del triunfo de la Revolución en 1959, con el proceso de nacionalización de empresas, de proclamación del socialismo y del cambio en los modos de producción, la publicidad y las imaginerías que tuvieron su boom en los años cincuenta fueron desplazados por la propaganda socialista.
No obstante, la propaganda socialista no estuvo ajena a la reproducción de estereotipos o a la instauración de un arquetipo “nuevo” de mujer. Aunque la reivindicación y los derechos de la mujer y de las personas negras fueron de los ejes principales que caracterizó al proceso revolucionario en sus primeros años, la lucha contra la burguesía, la proletarización, la socialización del empleo digno y la lucha de clases fueron los proyectos que más continuidad y sistematización tuvieron en el tiempo.
La fundación de la Federación de Mujeres Cubana (FMC) se basó en la unión/unidad de todas las organizaciones de mujeres del momento, tanto femeninas como feministas. Esto contribuyó a cierta homogenización del “ser mujer”, y se fundó un modelo de mujer ideal y universal dentro de la Revolución.
Miliciana, proletaria, madre, compañera en el hogar, blanca y blanca-mestiza, fueron las imágenes más reproducidas, y el discurso político lo acentuaba. Muestra de ello son los emblemas de la propia FMC.
La mujer, como sujeto político de la Revolución, estuvo subordinada y concebida desde una concepción marxista de clase, relegando otras intersecciones como el género, la “raza”, la sexualidad, la religión, etc. Dentro del “sujeto universal revolucionario” se integró a la mujer con un “esencialismo clasista y heteronormativo”, lo que provocó cierta naturalización del orden patriarcal y un desplazamiento de la cuestión racial como otro de los ejes de opresión.
Ciertamente la Revolución subvirtió una parte importante de barreras machistas, (por ejemplo, el acceso al empleo, la licencia de maternidad, la creación de círculos infantiles, entre otras) y la segregación racial; sin embargo, fueron problemáticas rápidamente declaradas resueltas y que quedaron rezagadas en comparación con la atención a otros “frentes de lucha”. Más bien, la imbricación de las diferentes opresiones erigidas sobre el género, la “raza” y la clase, quedó invisibilizada. Si se señalaban en el discurso político era para negar su existencia.
Una famosa caricatura da cuenta de este transitar. Las “Criollitas de Wilson”, legendarias y archiconocidas por el público cubano, hacen su aparición por primera vez en 1961 en la tapa del semanario Palante, periódico satírico y cronista de la vida del país con gran volumen de seguidores. La primera publicación mostraba a una joven afrodescendiente trabajadora (otrora sirvienta) intentando abrirse una cuenta bancaria mientras la dependienta, una señora recreada con todo un matiz burgués pre-revolucionario le dice que “NO”. La intención era mostrar cómo las personas más oprimidas por razón de su sexo, clase y “raza” estaban adquiriendo derechos y beneficios con las nuevas transformaciones políticas, económicas y sociales; y asimismo contrastar las nuevas generaciones con las viejas ideologías capitalistas en decadencia.
Un año más tarde es bautizada la serie de esta mujer cubana joven y afrodescendiente como “Criollitas”, pero a la par el mismo autor lanza “Felinas”, joven blanca, más “sexy y desprejuiciada”. “Felinas” no abordaba temas asociados a los procesos de radicalización del país, sino a cuestiones sobre el hogar, la familia y la pareja. Finalmente, en 1964 “Criollitas” y “Felinas” se funden en un solo personaje, impregnado del estereotipo de la mujer mestiza (“mulata”), sexualizada y erótica, con labios gruesos “provocadores” y mirada seductora, vestida siempre con ropa muy ceñida al cuerpo, marcando las nalgas y los senos de manera pronunciada y muchas veces en traje de baño. En ocasiones el autor emulaba la hipersexualización de la criolla en detrimento de otras identidades (casi siempre la contrastaba con mujeres gordas y mayores en edad), naturalizando la cosificación de las mujeres cubanas, denigrando otras identidades y apariencias físicas, a través de un lente sexista y racializado. (Imagen 1)
Desde la década de los 60 y acrecentado a partir de los 70, el arte cubano se enfrentaba a una reflexión marxista influenciada por la perspectiva soviética de esos años. Desde una mirada totalizante del sujeto revolucionario comprometido con el trabajo y la producción del país, la figura de la mujer también adquirió un carácter unitario para la institucionalidad. La producción cultural estuvo subordinada a fomentar estas nuevas percepciones, de la mano de un occidocentrismo generalizador con tintes soviéticos, sin embargo, el cine de la época mostró inconformidades con ese patrón cultural.
Frente a este contexto y a contrapelo de él, la cineasta afrocubana Sara Gómez develó la pluralidad del pueblo cubano en aquellos años, la complejidad social y diversa de aquella época. A través del lente logró dialogar y problematizar acerca de los sujetos subalternos dentro de la propia revolución: las mujeres, las personas negras, los grupos empobrecidos.
Mi aporte (documental, 1972), aunque fue una obra por encargo de la dirección nacional de la FMC, no fue nunca estrenada, ni aprobada por la organización. En él, Sara Gómez desuniversaliza al sujeto “mujer” que quería construir la dirección política del país en función del proyecto revolucionario, y revela la permanencia de otras estructuras opresivas para la mujer como el machismo, el racismo y la pobreza. Manifiesta la ausencia de reconocimiento, soluciones y políticas para esas “otras” mujeres como las rurales, las negras, las obreras, las jefas de hogares solas, etc. También su largometraje de ficción De cierta manera articula estas tensiones sociales. En general toda su obra se enfoca a darle voz a los sujetos subalternos.
Filmes como Lucía (1968), El retrato de Teresa (largometraje, 1979) y Hasta cierto punto (1984) también proyectan una postura crítica con relación a las mujeres cubanas y la cultura dominante.
Con la crisis de los noventa, la necesidad de insertar a Cuba en el mercado internacional se hizo urgente, por tanto, los mecanismos de representación gráfica y de creación de contenidos visuales con fines publicitarios, volvieron a practicarse. A falta de nuevas formulaciones propias, socialistas, interseccionadas, heterogéneas y amplias sobre la representación del país y su gente, los contenidos de comunicación lastraban viejas fórmulas.
Un estudio1 del año 2019 acerca de Cubavisión Internacional, único canal cubano de carácter estatal y que se trasmite al exterior de Cuba, demostró sesgos sexistas y racistas en sus proyecciones.
Los autores demostraron cómo las personas negras y mestizas son encapsuladas en representar a las danzas y músicas del “folclor” nacional (tradiciones afrocubanas y yorubas), mientras que para las danzas europeas solo se proyectan imágenes de personas blancas.
Los spots relacionados con el baile y la recurrencia de personas negras en él invisibiliza las otras áreas donde mujeres y hombres afrodescendientes construyen también la nación, y refuerzan el encasillamiento de la “raza” negra en el deporte y la cultura.
El canal, a su vez, inscribe a la cubana afrodescendiente únicamente en el baile, en las artes y, además, la muestra no solo jovial, sino alegre. Desanudar este enfoque maniqueísta como lo “propio” de las mujeres no blancas en Cuba es aún tarea pendiente.
En los spots publicitarios esta cosificación es reforzada también mediante la exposición del cuerpo acentuadamente sensual y erótico. Pocas veces las mujeres son mostradas como profesionales, trabajadoras, madres, emprendedoras o campesinas.
La objetualización de las mujeres afrodescendientes en marcas y publicidades ha sido también objeto de debate y denuncia por parte de varios profesionales e investigadores en tiempos recientes.
La “mulata joven” como objeto erótico y sexual en postales turísticas mostrando visiblemente las nalgas en la playa; en anuncios de cervezas de marca nacional (Bucanero y Cristal) insinuando la disponibilidad y descartabilidad sexual; y en publicidades de bebidas (Ron Mulata) mostrando un escote pronunciado, todas de agencias estatales, confirman la continuidad de prácticas prerrevolucionarias.
Productos nacionales de fabricación estatal han reinstaurado también sesgos sexo-racializados en sus marcas y etiquetas. Por ejemplo, que el Ron se llame “Mulata” ya es de por sí una muestra de repeticiones racistas instauradas en la gráfica comercial capitalista. También lo fueron la marca de mayonesa “Doña Delicias”, cuyo ícono era una mujer negra, gorda y cocinera; y un anuncio de la marca de cosmética capilar “Sedal”, donde la melena de un león, en semejanza al peinado afro, lograba ser laciado y “domesticado” por el producto. (Imagen 2)
La confluencia del bestialismo y la animalización asociada a las identidades negras, blanquéandolas como un atributo, es profundamente racista. Las identidades afros no se consideran bellas, la cultura dominante blanca subordina los cánones estéticos para todas las personas de manera tal que ha intentado históricamente homogeneizar y universalizar los estándares de belleza en semejanza a las personas blancas. A su vez la recolocación de mujeres afrodescendientes en el etiquetado de productos comestibles y bebidas rearticula un viejo y racista esquema colonial donde se reforzaba el carácter étnico de la preparación de la comida, por ejemplo, y de otras actividades que se consideraban “típicas” de la “raza” como cocinar. El sujeto negro formaba parte del producto y con él se impregnaba de autenticidad el producto.
La misma revista Palante, en su edición de marzo de 20192, presentó la caricatura de una mujer negra y gorda como revendedora de huevos. Llama la atención cómo la propia revista estratifica y reproduce la condición de clase empobrecida de las mujeres afrodescendientes cubanas y, además, su relación con las actividades económicas “clandestinas”. La alocución la hace una gallina, sugiriendo que, si la mujer negra no los revendía entonces, ¿ponía la señora los huevos?
La escasa representación de personas afrodescendientes en los medios televisivos, todos de carácter estatal, ha sido una preocupación reiterada. El propio primer secretario del partido comunista de Cuba Raúl Castro, mientras fue Presidente, lo alertó e instó a las instituciones a velar por una televisión que reflejara la diversidad racial del país. No obstante, quedan vacíos importantes en los contenidos televisivos.
Todavía no se ha filmado en Cuba una novela o serie dramatizada donde una mujer negra sea la protagonista. Por muchos años las actrices negras solo encontraban papeles secundarios como esclavas, con problemas sociales y familiares, en personajes relacionados con la delincuencia, la santería o la prostitución. Otras veces como víctimas de violencia.
Narrativas de mujeres negras capaces de subvertir las dificultades, con identidades diversas, “empoderadas”, lideresas, y en profesiones u oficios variados, escasean.
Además, en los contenidos audiovisuales todavía existen expresiones manifiestamente racistas. Así se aprecia, por ejemplo, en una de las novelas de factura estatal más polémicas de los últimos tiempos en Cuba debido a la problematización de temas como la violencia de género, alcanzando grandes discusiones en la prensa escrita, digital, televisiva y en las redes sociales: El rostro de los días. En uno de sus capítulos le gritan “negra cochina” de manera reiterada a un personaje que representaba una mujer negra. Esta frase, desprovista de análisis antirracista en la propia narrativa dramatúrgica solo refuerza la impunidad con la que son proferidas, sin consecuencias. A pesar de que pudo colocar también en la discusión ciudadana el tema racial, este no fue tenido en cuenta y más bien reprodujo conductas y escenarios de discriminación por el color de la piel.
Los “nuevos” actores: el sector no estatal
En el 2018, se realizó una investigación3 acerca de las publicidades del sector no estatal de la economía que se anunciaban en el único directorio telefónico distribuido en el país por el estado. El soporte del estudio toma relevancia porque confluyen los agentes no estatales con un medio estatal.
Se encontró que los contenidos publicitarios del Directorio repetían un “modelo femenino” en semejanza con el de los años 30: “joven, bella, moderna, elegante y de clase social alta”. La concepción de belleza eurocéntrica las alineaba a un tipo de mujer delgada, rubia y con largas piernas, siempre en poses “atrevidas” o “sensuales”. En consecuencia, de todo el estudio realizado, solamente apareció una joven negra.
De cara al consumo turístico, la investigadora señaló, ahora sí, la prevalencia de las mujeres “trigueñas” o “morenas”, específicamente en traje de baño. La sexualidad y la racialidad figuraron como “ganchos” para la atracción de turistas en los contenidos de la guía telefónica en su sección dedicada al turismo. Ha reemergido entonces la “mulata” incónica de la cartelística cubana de la época neocolonial, reconfigurando al país como un destino con acceso al placer, incluida la objetificación de la mujer, en específico, de la mujer afrodescendiente.
Otros de los soportes que ha usado el sector “cuentapropista” (micro, pequeña y mediana empresa) para anunciar sus productos y servicios son las revistas Vistar y Garbos, ambas privadas y de formato digital en la web pero que también distribuyen sus números a personas sin conectividad mediante el Paquete Semanal (servicio privado alegal de distribución y compilación de contenidos digitales extraídos de Internet que se comercializan mediante discos duros y memorias flash, de gran aceptación por el público cubano y que sirve como sustituto a la conectividad de internet y como alternativa a la televisión cubana).
En el año 2016 la periodista Lirians Gordillo realizó una investigación acerca de los contenidos publicitarios del emergente sector empresarial privado en las revistas mencionadas. Arrojó que, en la revista Vistar, de los 17 anuncios en los que aparecen cuerpos femeninos, generalmente en trajes de baño o vestidos de noche ajustados, solamente tres eran jóvenes negras. Mientras que la Garbos, de las 13 promociones con mujeres, solamente 3 fueron mujeres negras. En todos los casos, si se empleaban parejas, estas eran blancas y heterosexuales.
Sin embargo, acercándonos a años recientes, el problema pareciera agravarse. Desde enero de 2019 y hasta junio de 2020 la revista Vistar incorporó en sus páginas 185 anuncios del sector no estatal. De ese total, se usaron modelos en 79, de los cuales 52 fueron mujeres y de estas 7 eran afrodescendientes. La mayoría de las modelos se mostraban erotizadas, sexualizadas, en ocasiones mostrando las nalgas acentuadamente, para promocionar marcas de bebidas, de ropa y eventos patrocinados, fundamentalmente.
Vale destacar que, de los 7 anuncios con chicas negras, en dos, la imagen es profundamente racista. El cuerpo negro de la joven es usado de manera utilitaria, maniquea y deshumanizante con el propósito de resaltar la “belleza” de la joven blanca que le acompaña. De hecho, la muchacha negra (a quien se le refuerza su color pintándola de negro) simula un maniquí sin expresión. Es decir, se subordina e instrumentaliza la negritud de las mujeres para resaltar los estándares de belleza europea. Práctica recurrente en la publicidad capitalista. (Imagen 3)
Por su parte, dos marcas de ropa hicieron uso de modelos adolescentes, hipersexualizándolas, exponiendo sus glúteos de manera intencionada y tratándolas como objetos de deseo sexual. No es posible conocer las edades de las jovencitas, sin embargo, es importante destacar que estos actos pueden ser hasta constitutivos de delitos si partimos de que la mayoría de edad para celebrar contratos civiles es de 18 años y en virtud de los propios contenidos de las imágenes. No obstante, de ser mayores de edad ¿cuál es la intención de emplear chicas que aparenten menos?
Apartándonos de los anuncios promocionales en las revistas y revisando los contenidos y proyecciones de estas como iniciativas no estatales, encontramos los mismos comportamientos. La revista Garbos, por ejemplo, en las portadas de los 12 números entre octubre de 2018 y noviembre de 2019, solamente incorporó una joven afrodescendiente a una de sus tapas.
De igual manera ocurre con otros productos del sector privado, cuyos contenidos audiovisuales discriminan la presencia de mujeres negras, y de personas afrodescendientes en general. Tal es el caso de la serie privada cubana transmitida por internet 10 latidos por segundo. No existe ningún personaje negro o mestizo. Recreada en ambientes glamourosos, sofisticados y clasistas, esta serie refuerza la noción de que las personas negras no pertenecen a estos espacios “snobistas”. La discriminación imbricada por la clase, el género y la “raza” encuentran un evidente terreno fértil en esta plataforma.
En el lado contrario encontramos una serie de dibujos animados de factura privada titulada Yesapín García. La protagonista de las historias es una niña negra cuyo nombre expresa, en un juego de vocablos, una mala palabra. En efecto, la niña durante la serie es recurrente en proferir palabras obscenas, groserías y comportamientos vulgares. Llama la atención que la producción de caricaturas en Cuba para la infancia casi nunca está protagonizada por niñas o niños negros4 y, cuando lo hace, resulta que refuerza estereotipos racistas.
Otro ejemplo de discriminación racial en iniciativas privadas “cuentapropistas” fue un concurso de belleza lanzado por el negocio Juanky’s Pan. En el evento por encontrar una “princesa”, de las 11 semifinalista, ninguna era afrodescendiente. Primero es necesario recordar que estos certámenes apelan a la cosificación de los cuerpos de las mujeres, acentúan el concepto de belleza eurocéntrica y discriminan otras identidades y maneras de lucir y verse.
Sin embargo, desde la infancia se pueden ir corporizando y naturalizando estos comportamientos sexistas. Las casas fotográficas no estatales promueven, desde hace años, una tendencia llamada “los miniquince”5. A las niñas de 5 años se les toman fotos en poses erotizadas y sexualizadas, se visten como adultas y se les confecciona un álbum previo a la celebración final de sus 15 años.
Todas estas tendencias siguen moldeando espacios de opresión y siguen reproduciendo violencias simbólicas y discriminación. En lugar de desmontar, desarticular imaginarios coloniales y de crear nuevos contenidos de tipo antirracistas y antisexistas, lo que logran es cristalizar aún más todas las desigualdades sociales de matriz colonial.
La invisibilización de las mujeres negras, en sus diversas identidades, es una manifestación racista. La situación se agrava si, cuando evaluamos la poca representación que tienen en los medios, las encontramos segmentadas en el baile, el deporte, las actividades ilícitas, el consumo sexual descartable, o instrumentalizadas en función de los productos y las ventas.
(des)Protección legal
Los nuevos actores no estatales en Cuba tendrán, próximamente, personalidad jurídica. Esto significa que tendrán derechos para acceder a plataformas de promoción y marketing en distintos soportes mediáticos que aún no se han establecido, pero que seguramente serán más tradicionales y legales.
También es probable que proliferen, tanto la cantidad y la diversificación de pequeñas y medianas empresas, así como los espacios donde ellas puedan anunciar sus productos y servicios.
Todavía en el país no existe una Ley de Medios y Comunicación ni una Ley contra la Discriminación que puedan regular y proscribir el tratamiento sexista, racista y discriminatorio para todos los agentes que quieran hacer uso de la comunicación pública, sea en soportes digitales, impresos, televisivos, y demás.
La nueva Constitución aprobada reguló nuevos derechos y en el caso de los derechos de las mujeres y otras identidades ciertamente los reconoce y amplía su regulación, sin embargo, esta ampliación requiere de instituciones, leyes secundarias, políticas, mecanismos y procedimientos (jurisdiccionales o no) que puedan hacerlos ejercibles, denunciables y ejecutables sus garantías.
Son varias las activistas feministas, como Zaida Capote y Sandra Abdall’Ah, que insisten en la creación de un Observatorio de Medios contra la Discriminación. Esta sería una vía de denuncia, control y reparación de acciones y contenidos lascivos a la dignidad de las personas.
Próximamente se aprobará la Ley de reclamación de los derechos constitucionales ante los tribunales que bien podría satisfacer estas demandas.
Si entre las alternativas económicas a la centralización estatal y para la diversificación de la economía socialista están contempladas ya la micro, pequeña y mediana empresa, entonces el mandato constitucional del artículo 44 deberá articularse en formas legales concretas, como la futura Ley de empresas, que obliguen a respetar la igualdad y dignidad de todas las personas.
Las leyes que se pronuncien y sus reglamentos tendrán la misión de regular los mecanismos de prevención, demanda y reparación de los daños. Los principios constitucionales son indispensables para la concepción de una sociedad comprometida con la igualdad y la equidad, no obstante, la articulación de instrumentos legales que los aterricen a nuestra vida cotidiana evitará que se acentúen las brechas raciales, de género y de clase.
Fuentes:
Abd’Allah-Álvarez, S., “Una Cuba exótica para turistas blancos”, en SEMLac Cuba, 2014, http://www.redsemlac-cuba.net/comunicacion/una-cuba-ex%C3%B3tica-para-turistas-blancos.html
Acosta, J. R., “People, Vanidades, Cosmopolitan… ¡Esas no son cubanas!”, en SEMLac Cuba, 2015, http://www.redsemlac-cuba.net/comunicacion/people,-vanidades,-cosmopolitan%E2%80%A6-%C2%A1esas-no-son-cubanas.html
Blanco, F. P., “¿Cuántas criollitas hubo?”, en Ay, vecino, 2010, http://ay-vecino.blogspot.com/2010/11/cuantas-criollitas-hubo.html
García, M., “Televisión cubana: ¿ni para “viejas” ni para “negras”?”, en SEMLac Cuba, 2018, http://www.redsemlac-cuba.net/comunicacion/televisi%C3%B3n-cubana-%C2%BFni-para-%E2%80%9Cviejas%E2%80%9D-ni-para-%E2%80%9Cnegras%E2%80%9D.html
García, O., Sara Gómez, Un cine diferente, Ediciones ICAIC, 2017.
Gordillo, L., “Comunicación machista por cuenta propia”, en SEMLac Cuba, 2016, http://www.redsemlac-cuba.net/sociedad-cultura/comunicaci%C3%B3n-machista-por-cuenta-propia.html
hooks, b., “Vendiendo bollitos calientes. Representaciones de la sexualidad femenina negra”, Criterios, La Habana, No. 34, 2003.
Ibarra, A., “Mujer y nación en Cuba: entre la norma y la performatividad del sujeto”, Política y cultura, No. 50, Ciudad de México, 2018.
Nederveen, J., Blanco sobre negro, La Habana, Centro Teórico-Cultural Criterios, 2013.
Rodríguez, C. A., “’Mujeres realizadas’. Construcción discursiva del género femenino en la prensa impresa cubana”, en Cuba Posible, 2017, https://cubaposible.com/mujeres-realizadas-genero-femenino/
Rodríguez, Y., “Nuestra ceguera blanca”, Raza y racismo, Editorial Caminos, La Habana, 2017.
Taylor, P. C., “El desriz de Malcom y los colores de Danto; o cuatro peticiones lógicas concernientes a la raza, la belleza y …”, Criterios, La Habana, No. 34, 2003.
NOTAS
* Abogada, militante feminista, antirracista y decolonial, poeta e investigadora. Nacida en Cuba y residente en México. Ha colaborado para diferentes revistas y medios como: Revista de este lado, Matria-elTOQUE, OnCuba, Progreso Semanal, y Afroféminas.
1 Rodríguez, G., Rodríguez, R. y Espinosa, L., “Construcción de la imagen país Cuba: Análisis de la conformación de la identidad nacional desde el spot publicitario”, Cuadernos.info, No. 44, Santiago de Chile, 2019.
2 Revista Palante, http://www.palante.co.cu/pages/verpdf2018.asp
3 Seguí, G. C., “Publicidad comercial en Cuba…el retorno a los años 50”, Estudios del desarrollo social: Cuba y América Latina, No. 2, FLACSO, 2018.http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2308-01322018000200003&lng=es&nrm=iso&tlng=es
4 Solo reconozco dos: la serie Fernanda y la mencionada Yesapín García.
5 Mujica, I. C., “Los ‘miniquince’. Una polémica moda en Cuba”, en El Toque, 2018, https://eltoque.com/los-miniquince-y-el-juego-a-ser-grande/