La ofensiva sensible: Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político de Diego Sztulwark: y La potencia feminista o el deseo de cambiarlo todo, de Verónica Gago, interrogan al sujeto del neoliberalismo desde perspectivas radicalmente distintas. Ambos libros comparten una comprensión expansiva del neoliberalismo, que consideran no sólo como un conjunto de políticas económicas o una teoría de la relación entre la política y la administración de la vida social, sino también, y más radicalmente, como un patrón de acumulación capitalista y como un aparato para producir las formas de vida más convenientes para el. Ambos libros consideran este fenómeno dentro de la coyuntura específica de la elección de Mauricio Macri en 2015, el primer presidente conservador elegido desde Hipólito Yrigoyen, casi un siglo antes, después de doce años de las administraciones de centro-izquierda de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. En lugar de privilegiar las políticas de Macri o sus efectos como objeto de crítica, Gago y Sztulwark ven el presente como una continuación e intensificación de los mecanismos de expropiación y control social practicados bajo los gobiernos de Kirchner y Fernández de Kirchner, a pesar de la retórica inclusiva y las políticas redistributivas de esta última. Al reconstruir y teorizar la huelga de mujeres de Buenos Aires de 2017, La potencia feminista plantea una pregunta explícita e implícita acerca de cómo definir lo específicamente femenino de esta potencia y el conocimiento que produce sobre el presente. La ofensiva sensible, en cambio, argumenta el poder o potencial político de lo que su autor describe como la sensibilidad plebeya incubada a raíz de la crisis financiera de 2001.
La potencia feminista presenta una ontología social del trabajo feminizado y adopta la huelga de las mujeres como un lente heurístico que permite ver la implicación entre los fenómenos del feminicidio, la fragilidad de las formas convencionales de autoridad masculina y la precarización exacerbada de un régimen desigual del trabajo asalariado. En opinión de la autora, la huelga da testimonio de las formas en que el capitalismo contemporáneo expropia formas específicamente femeninas de conocimiento e interrelación y, al hacerlo, transforma el rostro masculino, urbano, industrial y europeo de la clase obrera. La potencia feminista también esboza las posibles formas en que la huelga piensa la explotación de la mano de obra femenina en el contexto de una formación socioeconómica definida por la transposición de diferentes modos de producción. Simultáneamente, el libro considera su propio análisis, junto con las prácticas y los discursos de la huelga de las mujeres, como formas “situadas” de conocimiento inextricables a partir de los hechos empíricos y las experiencias corporales que contemplan.
La investigación de Sztulwark sobre el tema histórico del presente toma un camino algo más tortuoso. Él sostiene que el neoliberalismo, ya sea en sus modalidades socialdemócrata o tecno-fascista, funciona a la vez como un orden económico y como lo que el autor denomina una “pedagogía severa” o ética basada en la celebración del individualismo posesivo (Sztulwark 2019, 47). Según el autor, el título del libro pretende captar la “expresión ambivalente” del plano afectivo y ético de la racionalidad productiva del neoliberalismo y su potencial subversivo (180). Al igual que La potencia feminista,La ofensiva sensible contempla en qué medida su propia perspectiva analítica está implicada en las condiciones psíquicas y políticas del neoliberalismo, que define en términos de la normalización de las “formas de vida” políticas y éticas que surgieron como respuesta a la crisis financiera de 2001. En la introducción Sztulwark señala así que “2001 posee, sobre todo, un valor cognitivo” (14). Es en este sentido que el libro pide “una política del síntoma” que “adopte la perspectiva de la crisis” (48). Sin embargo, en contraste con el relato de Gago sobre la huelga de las mujeres, Sztulwark diagnostica el presente como un momento en el que “la revolución no está en marcha, aunque hay devenires revolucionarios” (48). Se podría argumentar que el principal objetivo de Sztulwark en La ofensiva sensible es asignar un nombre y una serie de predicados a una forma de vida y de poder político potencial ignorada, mal reconocida o negada por otros relatos recientes del kirchnerismo y las teorías del populismo.
En lugar de prescribir una estrategia mejor para la izquierda, tanto Gago como Sztulwark investigan las condiciones y métodos de intelección necesarios para apreciar las formas colectivas de vida material, ética y política que ya funcionan a nivel local y de base. La clave de su enfoque es la noción, tomada de Antonio Gramsci y Louis Althusser a través de José Aricó y René Zavaleta Mercado, de la crisis o coyuntura histórico-política como una perspectiva epistemológica privilegiada. No es casualidad que Gago y Sztulwark fueran miembros fundadores del Colectivo Situaciones, un grupo de intelectuales y activistas que surgió en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires a finales de los años noventa. Con el término «investigación militante», el Colectivo Situaciones inscribió su enfoque en la tradición de las revistas obreras italianas como los Cuaderni Rossi y su efímera influencia en la revista argentina Pasado y Presente. En un texto de 2003, el Colectivo Situaciones definió la “investigación militante” como una especie de contrametodología o voluntad de no conocer ni afectar una situación política determinada, sino más bien de registrar los tipos de conocimientos prácticos que surgen de ella (Colectivo Situaciones 2003, np; Sztulwark 2019, 111). Basándose en su propio trabajo individual y colectivo anterior, tanto Gago como Sztulwark afirman que participan en una forma de “investigación militante” (Sztulwark y Benasayag 2000, 26). En este sentido, entienden sus objetos de estudio no principalmente como las prácticas de la huelga o la actitud ambivalente de los trabajadores precarios hacia las interpelaciones del Estado, sino más bien la “visión desde la perspectiva de la crisis” que cada uno de ellos proporciona (Sztulwark 2019, 137).
Ambos libros alternadamente reflexionan y realizan las dificultades y limitaciones de captar este conocimiento experiencial por escrito. Aunque el esfuerzo es más pronunciado en La ofensiva sensible, ambos libros también intentan nombrar y describir los atributos de un modo de vida colectivo que ha sido pasado por alto o negado por los marcos teóricos existentes. Simultáneamente, sin embargo, ambos libros también codifican la situación en un lenguaje teórico específico, a menudo tomado del análisis esquizofrénico de Félix Guattari y de los textos recientemente compilados de Antonio Negri sobre Michel Foucault. La propensión de Gago y Sztulwark a un cierto registro de la filosofía plantea su propia cuestión metodológica sobre cómo formalizar o conceptualizar el conocimiento producido por el síntoma, parafraseando a Sztulwark, o incrustado en la experiencia de una situación dada, como sugiere Gago. La cuestión de la transmisión también se refiere a un problema aún más profundo en relación con la legitimidad de dicho conocimiento, o, en otras palabras, las condiciones institucionales en las que el conocimiento del inconsciente o de la situación se hace inteligible como tal más allá del discurso universitario de las ciencias sociales.
En La potencia feminista se presenta una combinación de etnografía participativa, análisis de la coyuntura y reflexión teórica. Sus ocho capítulos se mueven entre el análisis de la violencia de género, la explotación del trabajo femenino y feminizado, y el relato anecdótico y teórico de las formas de organización y los problemas planteados por la huelga. Los capítulos realizan la expansión epistemológica de la huelga desde sus demandas y prácticas inmediatas hacia la contemplación y transformación de otras preocupaciones políticas inmediatas, por ejemplo, en relación con la violencia de género o el aborto; teorías anteriores sobre la huelga general; la dinámica del neoextractivismo en el antiguo mundo colonial; debates marxistas sobre la subordinación del trabajo femenino al capital; la asamblea como forma de organización; el carácter territorial o localizado del internacionalismo de los movimientos de mujeres de base en toda América Latina y España en los últimos años; y la contraofensiva ideológica, económica y militar contra la emancipación de género llevada a cabo por la Iglesia Católica y su influencia real e ideológica sobre el Estado. Los capítulos también avanzan de manera recursiva. Ya sea a través de la ilustración de la cultura asamblearia de la huelga de mujeres en Buenos Aires, de los debates feministas sobre la reproducción social, o de la teoría de Rosa Luxemburgo sobre la reproducción del capital, el texto de Gago vuelve a dos cuestiones fundamentales: ¿qué hay de nuevo en la huelga de mujeres y cómo contribuye a iluminar la dinámica de la acumulación capitalista antes y después del salario?
Tomemos, por ejemplo, las siguientes líneas: “De esta manera, no sólo nos interesa la extensión de una analítica del trabajo que intente plantear las tareas de cuidado, afecto y reproducción social como trabajo, sino más bien cómo la perspectiva que producen puede ayudar a reclasificar la propia noción de trabajo de manera más general (…). Concretamente, la dimensión gratuita, no reconocida, subordinada, intermitente y, a la vez, permanente del trabajo reproductivo funciona contemporáneamente para permitirnos ver la precariedad del trabajo como un proceso transversal. La explotación intensiva de las infraestructuras afectivas y, simultáneamente, la prolongación de la jornada laboral dentro del hogar nos permiten captar nuevas formas de trabajo inmigrante y nuevas jerarquías en la industria de servicios; la superposición de tareas y la disponibilidad como recurso subjetivo primario demandado por el trabajo de crianza de los hijos revelan de forma similar los requisitos básicos del trabajo en la industria de servicios.” (202)
En este pasaje, en particular, Gago pretende crear una cierta genealogía de la huelga general y su teorización. Cita la huelga general de los esclavos negros en la Black Reconstruction in America de DuBois (1935), las huelgas rurales de los peones españoles y chilenos masacrados en los acontecimientos de la “Patagonia rebelde” a principios de la década de 1920, y las huelgas de los inquilinos de 1907 en los conventillos de Buenos Aires. Al hacerlo, Gago también intenta inscribir en este linaje las organizaciones y reivindicaciones igualmente dispares de la huelga de mujeres de 2017 -y 2018- en todo el mundo hispanohablante.
El pasaje también habla de la ambición mucho mayor del libro. La potencia feminista no se contenta con posicionarse dentro de un cierto canon del Tercer Mundo o del marxismo poscolonial. Más bien, presenta la huelga de las mujeres como el eslabón más débil y la clave analítica para reformular los debates de larga data en la teoría marxista y el feminismo marxista, en particular, sobre la explotación del trabajo femenino y la subordinación de las formas no capitalistas de la propiedad, el trabajo y la socialización bajo el capital. Gago desplaza la cuestión de si el trabajo reproductivo es directamente productivo para el capital o, a la inversa, si la economía política fordista de Europa occidental socializó efectivamente el trabajo más allá de las paredes de la fábrica, llamando nuestra atención en cambio sobre las formas en que el capital incorpora modos de producción anteriores y redes informales de apoyo económico (Gago 2019, 95).
La potencia feminista se queda corta al no explorar a un nivel problemático lo que podría ser específicamente femenino sobre el modo de ser y saber supuestamente encarnado en la organización del trabajo feminizado o en la producción práctica-conceptual de la huelga. Gago articula los registros sociales y políticos de la huelga de las mujeres recurriendo a una cierta noción neo-espinoziana del cuerpo como objeto de la expropiación de la riqueza y a la vez como génesis de una fuerza o conatus capaz de resistir a esta misma operación. La “investigación militante” de la autora insiste en la pertinencia de la acumulación para la ontología de la política y, sin embargo, en lo que respecta a la huelga de las mujeres, lo hace obviando o dando por sentado una comprensión descriptiva de la feminidad en lo que respecta a la expropiación de la fuerza de trabajo en el sentido ampliado que la autora pretende.
En conjunto, La potencia feminista no proporciona tanto una teoría de la política de masas en la era del extractivismo expansivo, sino que realiza el tipo de disposición analítica en apoyo del síntoma que pide Sztulwark. La potencia feminista no ofrece, pues, ni un relato empírico de la huelga de las mujeres ni una teoría de sus formas políticas o de la economía política del trabajo feminizado per se. Más bien, el movimiento de la prosa del libro entre estos tres enfoques sugiere que desea subrayar el hecho de que la huelga es un pensamiento situado, territorializado y visceral como tal. Así pues, se podría argumentar que La potencia feminista es tanto un relato teórico de los acontecimientos de marzo de 2017 como una demostración de cómo “hacer teoría” de una manera informada por estos mismos acontecimientos.
A diferencia de La potencia feminista, en La ofensiva sensible se predice la necesidad de su investigación sobre el fracaso o la oportunidad perdida de sostener las nuevas formas de organización social y política desarrolladas en respuesta a la crisis económica de 2001. Sztulwark toma prestada de los últimos seminarios de Foucault la idea de que el neoliberalismo extiende y combina la función biopolítica del Estado moderno, o el poder sobre la vida, con el ejercicio del poder estatal sobre el alma. La clave para Sztulwark es la medida en que el gobierno neoliberal articula el mando del capital a través de la financiarización de la política, o los mecanismos económicos e ideológicos entrelazados de la autoempresa, el cálculo instrumental y la mediatización de la política. Sztulwark explica el reciente giro hacia una política electoral neofascista como producto, en Argentina, en particular, de dos modelos de neoliberalismo combinados y encarnados en la campaña presidencial de Macri: el del consumidor-ciudadano iniciado con el retorno a la democracia en 1983, y el de la retórica de un deseado retorno a la normalidad tras la crisis de 2001.
Sztulwark analiza las políticas políticas y las económicas de los Kirchner, por ejemplo, incentivando el consumo interno, generando ingresos para el Estado a partir de la extracción y exportación de productos básicos, ampliando el crédito al consumo privado, ampliando los programas sociales y recuperando la militancia del decenio de 1970, a la vez como reacción a la contingencia de al paro patronal de cerealeros y ganaderos de 2008, que representa una continuación del modelo de subjetividad política consumista-ciudadana adelantado por los gobiernos neoliberales de los años ochenta y noventa, y como una oportunidad perdida de canalizar la fuerza política de las nuevas formas de organización colectiva producidas en respuesta a la crisis de 2001. Sztulwark explora así lo que él denomina “la dialéctica de la inclusión y la exclusión” practicada por los gobiernos de Kirchner y Fernández de Kirchner y asumida por los teóricos contemporáneos del populismo y de la “marea rosa” de principios de la década de 2000. Ya sea a través de la interpelación de los individuos como portadores de derechos y créditos al consumo o de la “precaria mediación” de las organizaciones sociales por parte del Estado, Sztulwark se pregunta si no podríamos aprovechar los momentos de mayor consumo popular del tipo fomentado por las políticas de inclusión política y económica de los Kirchner y Fernández de Kirchner para identificar posibles nuevas dinámicas de colectividad, ampliar las estructuras productivas e inventar nuevos modos de consumo e incluso de felicidad (Sztulwark 2019, 101). Sin embargo, al hacerlo, Sztulwark no propone una visión en clave ucrónica del pasado. Más bien, su visión del kirchnerismo tiene por objeto subrayar las deficiencias de otros enfoques críticos recientes del tema popular responsable de la elección de Macri en 2015. En este sentido, Sztulwark no sugiere un análisis alternativo a los recientes relatos del Kirchnerismo, como el de Javier Trímboli, o a las teorías del populismo como la de Damián Selci, que él cita. Más bien intenta trazar un marco o punto de vista alternativo que permita captar las vicisitudes del pueblo en un solo marco y como posible fuente de resistencia productiva a las mismas estructuras económicas e ideológicas que lo constituyen.
La ofensiva sensible intenta nombrar y describir el sujeto colectivo de la soberanía popular en las condiciones de las finanzas politizadas específicas del gobierno neoliberal. Sztulwark propone “lo plebeyo” como una forma de nombrar un ethos político nacido de la gobernanza neoliberal y sus sucesivas crisis. Presenta a lo plebeyo alternativamente como una línea de fuga del orden sociopolítico actual, que aún no se puede nombrar y como un ethos concreto y muy localizado, como lo atestiguan los otros términos vernáculos con los que otros autores han tratado de nombrar el mismo tema. Sztulwark cita una clase de 1980 de Deleuze como inspiración para su elección de “plebeyo”. Con la resignificación de la palabra “plebeyo” Sztulwark crea la posibilidad de registrar una sensibilidad que ha sido ignorada o negada por los teóricos y observadores políticos. Como explica en las páginas finales del libro, la “sensibilidad” se refiere al plano micropolítico tanto de la soberanía popular como de la fábrica social del capitalismo postfordista.
Una referencia de segunda mano al ensayista político Ezequiel Martínez Estrada aparece en La ofensiva sensible y describe con acierto su funcionamiento analítico. Según Sztulwark, la “amargura metódica” de Martínez Estrada, frase propuesta por el crítico Christian Ferrer, consiste en pensar el presente sin asignarle ningún valor o hacer ninguna apuesta evolutiva o utópica sobre el futuro, incluso a riesgo de «quedarse sin ganas de creer» (Sztulwark 2019, 29). Como si resumiera los objetivos de La ofensiva sensible, su autor escribe: «Los afectos que la amargura está dispuesta a atravesar no buscan ni el nirvana ni la felicidad, sino una orientación hacia lo que Spinoza llamó ‘ideas adecuadas’, con lo que se refiere a aquellas ideas que expresan la mayor causalidad y liberan así el mayor potencial para existir». Y añade: «Las ideas adecuadas poseen también el valor añadido de retirar de la circulación otras ideas que ya no funcionan» (30). Los llamamientos de Sztulwark para una política del síntoma desmienten el racionalismo optimista de la teoría del conocimiento de Spinoza. O, mejor dicho, para Sztulwark, atender a las singularidades del síntoma sirve sólo como el primer paso para comprender una ontología de la política que podría, a su vez, permitirnos ver bajo una nueva luz la especificidad de la coyuntura. Tal como se encuentra en La potencia feminista, La ofensiva sensible no destila el conocimiento o el deseo popular incrustado en la aparente ambivalencia y espontaneidad de este ethos plebeyo, sino que emprende el trabajo preparatorio de atribuirle una relación plausible con las condiciones de la gobernanza neoliberal en Argentina.