EL MOVIMIENTO DE LIBERACIÓN NACIONAL, A SESENTA AÑOS

El 4 de agosto de 1961, en una asamblea multitudinaria a la que acudieron representantes de todos los grupos que conformaban a la izquierda, se constituyó el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), un segundo momento de confluencia del nacionalismo revolucionario cardenista con la izquierda partidaria cuya primera expresión ocurriera en los años treinta. Impulsadas por el entusiasmo que generaba la revolución cubana las izquierdas quisieron articularse en un frente común que fortaleciera tanto la defensa de esa revolución y el apoyo a la lucha antimperialista, como la exigencia de una reforma democrática y la recuperación de una agenda progresista que encontraba en el proyecto social del cardenismo uno de sus referentes fundamentales. En un contexto de creciente autoritarismo y radicalización de las fuerzas políticas, las izquierdas buscaban no sólo contener a la derecha anticomunista sino también presionar por una agenda de reformas que atendieran las demandas que se habían expresado con gran fuerza en las movilizaciones sociales de 1958.

El MLN surgía de la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz que había tenido lugar cinco meses antes, convocada por Lázaro Cárdenas y un grupo de integrantes latinoamericanos del Movimiento por la Paz Mundial. La Conferencia era resultado a su vez de los esfuerzos por organizar un gran movimiento latinoamericano en lucha contra el imperialismo estadounidense en el que en plena guerra fría confluyeron quienes participaban en el movimiento pacifista desde fines de los años cuarenta. En sus resolutivos se planteaba la necesidad de formar comités nacionales que impulsaran esa lucha así como la defensa de la revolución cubana.

El esfuerzo de unidad de las izquierdas que se concretó en el MLN fracasó cuando se hicieron evidentes las diferencias entre el Partido Comunista Mexicano (PCM) y los cardenistas en torno a la participación en las elecciones presidenciales de 1964. Pese al fracaso como espacio unitario podría decirse que en realidad el MLN fue escenario de un momento de transición entre una vieja izquierda anclada en el nacionalismo revolucionario y la “ideología de la revolución mexicana”, frente a una nueva izquierda que se propuso de entrada impulsar la construcción de una revolución socialista, ya fuese por la vía democrática-electoral o incluso por la vía armada. A sesenta años de estos eventos vale la pena recordarlos por las implicaciones que tuvieron en su momento y las posibilidades que ofrecen para el análisis del momento actual.

I

La derrota del movimiento ferrocarrilero en la primavera de 1959 llevó a una profunda reflexión en las filas de la izquierda. La oleada represiva que llevó a la cárcel a Demetrio Vallejo y a cientos de ferrocarrileros en todo el país, así como las acusaciones que se lanzaron mutuamente Dionisio Encina y Vicente Lombardo Toledano, contrastaron con el esfuerzo unitario que dio paso a la creación en noviembre de 1959 del Comité Nacional por la Libertad de los Presos Políticos y la Defensa de las Garantías Constitucionales en el que participaron representantes de todas las corrientes. Para muchos era fundamental encontrar elementos que permitieran articular un frente común en contra de la escalada represiva gubernamental que se legitimaba con un belicoso discurso anticomunista. En un contexto marcado por la guerra fría y la revolución cubana el agotamiento autoritario de la legitimidad del “régimen de la revolución mexicana” se hacía cada vez más evidente.

Aunado a ello era imprescindible replantearse el lugar de la izquierda en la vida política así como sus alianzas con la clase obrera y el campesinado en aras de impulsar sus luchas por la democratización sindical o las reivindicaciones de justicia social. A esta discusión se sumaron en mayo de 1959 los editores de una nueva revista mensual, el espectador, un grupo conformado por Carlos Fuentes, Víctor Flores Olea, Enrique González Pedrero, Jaime García Terrés, Francisco López Cámara y Luis Villoro. Para este grupo era imprescindible la reflexión en torno a las posibilidades de construir una nueva izquierda que trascendiera los sectarismos y las divisiones en un entorno polarizado por la guerra fría y la creciente radicalización del movimiento revolucionario cubano. En el transcurso del año que duró su publicación se encontraron en sus páginas algunas de las figuras principales de la izquierda, entre ellas Demetrio Vallejo, Alberto Lumbreras y Dionisio Encina quienes se encontraban presos en la cárcel de Lecumberri. Para los editores de la revista era incuestionable el deterioro de la legitimidad y el creciente autoritarismo del régimen que se aprestaba a celebrar el cincuentenario de la revolución de 1910 con las cárceles llenas de presos políticos.

En mayo de 1960 el espectador dejó de publicarse y sus editores se integraron a Política, la revista dirigida por Manuel Marcué Pardiñas y Jorge Carrión que inició su publicación el 1 de mayo con un compromiso explícito con la defensa de la revolución cubana. En los años siguientes Política sería no sólo un espacio de información y discusión para la izquierda sino el foro privilegiado para dar a conocer las acciones y resolutivos de la Conferencia Latinoamericana y el Movimiento de Liberación Nacional en el que participaron activamente tanto los editores de Política como quienes venían de la revista el espectador

En un contexto marcado por la represión que se había desatado a partir de la derrota ferrocarrilera también en mayo de 1960 tuvo lugar el XIII Congreso Nacional del PCM. El agudizamiento de los conflictos internos, en particular en contra de la dirigencia de Dionisio Encina quien había sido detenido en el verano de 1959 en Torreón, culminó con la llegada a la secretaría general de una nueva dirección colectiva integrada por Arnoldo Martínez Verdugo, Manuel Terrazas y otros miembros del comité del Distrito Federal. Muy pronto la nueva dirigencia se volcó en la defensa de la revolución en Cuba, cada vez más asediada por el gobierno estadounidense. Los dirigentes del PCM llamaron a impulsar acciones comunes que permitieran articular la defensa del proceso revolucionario cubano con la lucha antiimperialista, así como avanzar en la exigencia de la democratización política en México.

En forma paralela a las actividades del PCM y de otros grupos desde fines de 1960 Lázaro Cárdenas trabajaba junto con los dirigentes del Círculo de Estudios Mexicanos (CEM), un grupo de intelectuales, académicos y políticos que conformaban lo que entonces se llamó la izquierda independiente, en la organización de una conferencia regional que impulsara la idea que el expresidente había esbozado desde 1948 al cubano Juan Marinello, hacer de la defensa por la paz, la independencia económica y la soberanía nacional un gran movimiento latinoamericano. La defensa de Cuba se hacía imprescindible y muy pronto todas las fuerzas políticas habrían de encontrarse con ese propósito.

II

El 5 de marzo de 1961, bajo la presidencia colectiva de Lázaro Cárdenas, Alberto T. Casella y Domingos Vellasco se inauguró en la ciudad de México la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz con la presencia de delegados de los países de América Latina, Estados Unidos, Canadá y varios países de Europa, África y Asia. 

Jorge L. Tamayo, Alonso Aguilar, Cuauhtémoc Cárdenas, Jorge Carrión, Clementina Batalla vda de Bassols, Adelina Zendejas y Enrique González Pedrero trabajaron arduamente en la organización de la Conferencia. Su capacidad de convocatoria quedó de manifiesto en la conformación de la delegación mexicana que presidida por Heriberto Jara y Natalio Vázquez Pallares, también cercanos a Lázaro Cárdenas, incluía a líderes sociales como Arturo Orona, Ramón Danzós Palomino y Othón Salazar, dirigentes partidarios como Vicente Lombardo Toledano del Partido Popular Socialista (PPS) y Alejandro Martínez Camberos del Partido Obrero y Campesino Mexicano (POCM), artistas como José Chávez Morado y Arturo García Bustos e intelectuales como Eli de Gortari, Carlos Fuentes y Víctor Flores Olea.

La declaración final de la Conferencia incorporó los puntos de la agenda en la que coincidían todos los grupos de la izquierda mexicana y latinoamericana: el imperialismo estadounidense era el principal impedimento para el desarrollo de América Latina y por tanto había que nacionalizar a las empresas extranjeras y recuperar los recursos naturales que se encontraban en sus manos. Era fundamental el apoyo y la defensa de la revolución en Cuba así como la lucha por la independencia de Puerto Rico. La agenda del movimiento por la paz debía también ser promovida. En lo económico se pronunciaba por el impulso a una industrialización nacional así como a la continuidad del proyecto cardenista para el campo en la forma de una reforma agraria integral. La declaración terminaba con un llamado a organizar comités nacionales y movimientos en los otros países latinoamericanos para continuar y fortalecer la movilización de las izquierdas. 

Entre abril y julio de 1961 una comisión trabajó en la organización de lo que el 4 de agosto se constituyó como la Primera Asamblea Nacional por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz que formalizaba la existencia del Movimiento de Liberación Nacional. Heriberto Jara hizo la Declaratoria de Apertura y después Lázaro Cárdenas dirigió un saludo que terminó con estas palabras: “Será un organismo que contribuya a la realización de los postulados de la Revolución Mexicana, consagrados en nuestra Constitución Política”.[1] El MLN nacía enmarcado en los parámetros del nacionalismo revolucionario como ejes de su propuesta.

Conformados en 24 delegaciones estatales y setenta comités locales se integraron al MLN militantes del PCM, del PPS y el POCM así como representantes de diversas organizaciones sociales, además de académicos, estudiantes, intelectuales y artistas. Muchos de ellos venían de las movilizaciones agrarias, obreras y estudiantiles que alcanzaron su cúspide entre 1958 y 1959. La primera Comisión Ejecutiva del Comité Nacional se integró en parte con quienes habían sido también los directivos del CEM, Alonso Aguilar y Fernando Carmona, además de Cuauhtémoc Cárdenas, Heberto Castillo, Enrique González Pedrero y Francisco López Cámara. 

En el documento final aprobado en la Asamblea se enumeraban “las exigencias del pueblo de México” en las que el MLN se comprometía a trabajar: “Plena vigencia de la Constitución, libertad para los presos políticos, justicia independiente, recta y democrática, libre expresión de las ideas, reforma agraria integral, autonomía y democracia sindical y ejidal, dominio mexicano de todos nuestros recursos, industrialización nacional sin hipotecas extranjeras, reparto justo de la riqueza nacional, independencia, dignidad y cooperación internacionales, solidaridad con Cuba, comercio con todos los países, democracia, honradez y bienestar, paz y libertad, soberanía y paz”.[2]

En el transcurso de los meses siguientes los promotores del MLN, entre quienes destacaba Cuauhtémoc Cárdenas, viajaron por todo el país estableciendo comités locales. En distintos puntos se encontraron con que sus partidarios pensaban que el nuevo organismo podría participar en elecciones locales. De otra manera no quedaba claro de qué manera se podrían impulsar sus objetivos y su programa. La respuesta invariable de los organizadores del Movimiento sería la negativa. Para el grupo conformado por los cardenistas y los intelectuales cercanos a ellos el control gubernamental sobre los procesos electorales obligaba a que el MLN se planteara una lucha política de otra naturaleza. Aunque en el programa se proponía una reforma electoral que incluyera entre otras cosas el sistema de representación proporcional la nueva organización debía ser un espacio de formación democrática que impulsara la organización social, la crítica política e intelectual así como la formulación de un proyecto alternativo y no tan solo la creación de otro partido político ante la inutilidad de la lucha electoral.

Pese a las mejores intenciones expresadas en la constitución del MLN muy pronto afloraron las disputas y las contradicciones internas. En junio de 1962, a raíz de la convocatoria al Congreso Mundial por la Paz, Lombardo acusó a los dirigentes del MLN de apropiarse de la lucha pacifista al hacer aparecer al Comité Mexicano por la Paz como parte del Movimiento. Acto seguido el PPS aclaró que no pertenecía al MLN y prohibió a sus militantes que se afiliaran pues sus estatutos no admitían la doble militancia “de las organizaciones políticas”. Pese a ello tanto Jorge Carrión como Jacinto López, figuras prominentes del PPS, mantuvieron su participación individual en el MLN.

A la disputa se añadía el hecho de que varios dirigentes agrarios del PCM y del MLN trabajaban ya en la formación de una nueva central campesina que rivalizaría con la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM), organización del PPS. Ya desde abril de 1961, apenas un mes después de la Conferencia Latinoamericana, se había llevado a cabo una reunión con 300 delegados campesinos de diversos estados en Zamora, Mich., quienes meses después se integraron al MLN. Desde septiembre de 1961 y a lo largo de 1962 la formación de comités locales del Movimiento fortaleció a las bases campesinas del PCM.

Así, mientras Lázaro Cárdenas enfrentaba una campaña en la opinión pública que había iniciado otro expresidente, Emilio Portes Gil, al acusar al MLN de recibir dinero de Moscú, los militantes de base avanzaban en la organización de lo que sería la Central Campesina Independiente (CCI), constituida formalmente en una ceremonia a la que asistió Lázaro Cárdenas el 6 de enero de 1963. La CCI era la tercera organización que junto con la UGOCM y la Unión de Federaciones Campesinas de México de filiación henriquista buscaba fracturar la hegemonía de la Confederación Nacional Campesina priista sobre el campesinado, además de impulsar la reforma agraria integral. Formaban su directiva personajes como Braulio Maldonado, ex gobernador de Baja California y Alfonso Garzón, dirigente de la Liga Agraria de ese estado, además de militantes del PCM como Arturo Orona, dirigente de la Unión de Sociedades de Crédito Ejidal de la Comarca Lagunera, Ramón Danzós Palomino, líder campesino del Valle del Yaqui y Manuel Terrazas. 

La cercanía de las elecciones presidenciales de 1964 agudizó el debate interno en torno a la participación electoral del MLN, mismo que sería definitivo. En marzo de 1963 los grupos cercanos al PCM convocaron a formar el Frente Electoral del Pueblo (FEP) al que se unieron los dirigentes de la recién constituida CCI, además del Consejo Nacional Ferrocarrilero, el Movimiento Revolucionario del Magisterio, representantes del Comité de Defensa de los Presos Políticos como el periodista Renato Leduc, luchadores sociales como Genaro Vázquez Rojas por la Asociación Cívica Guerrerense, así como dirigentes estudiantiles. El 3 de noviembre postularon la candidatura presidencial de Danzós Palomino, quien además de dirigente de la CCI era integrante de la presidencia colectiva del FEP. Pese a que apenas unas semanas antes la Secretaría de Gobernación les negó el registro como partido político, ello no fue impedimento para participar en la campaña electoral. 

La decisión de constituir el FEP y participar en la elección presidencial agudizó la división al interior del MLN. Para los cardenistas y los intelectuales que se identificaban con ellos la participación electoral no era parte de los acuerdos ni de las propuestas del Movimiento. Por el contrario, éste se proponía como una instancia de organización social de largo aliento, de formulación de propuestas y construcción de conciencias críticas, no de apoyo a candidaturas o estrategias de partido político. La participación electoral lo arriesgaba a una derrota en el corto plazo dada la imposibilidad de trascender el control autoritario gubernamental sobre los procesos electorales. Mientras que para los comunistas y sus aliados el FEP era la consecuencia lógica de la articulación de la izquierda que había iniciado con la Conferencia Latinoamericana, para el cardenismo y sus partidarios ello radicalizaría la ruptura con el régimen al llevar a la lucha por el poder a un movimiento que sólo buscaba impulsar y presionar al gobierno a comprometerse con una agenda de desarrollo nacionalista, reforma social y democratización de los espacios políticos. 

En junio de 1964, un mes antes de la elección, Lázaro Cárdenas expresó su apoyo al candidato presidencial del PRI, Gustavo Díaz Ordaz, en un acto definitivo que rompía en la vía de los hechos la alianza con la izquierda comunista que, en un ambiente de intolerancia gubernamental, trabajaba en las campañas de los candidatos del FEP. La decisión del expresidente fue criticada duramente en las páginas de Política. Un mes después Carlos Fuentes, Víctor Flores Olea, Enrique González Pedrero y Francisco López Cámara se separaban públicamente de la revista acusando a sus editores de sectarismo e intolerancia. Hacía meses que en la práctica se habían retirado ya del MLN. 

Las disputas internas aunadas al creciente autoritarismo que enfrentaban sus militantes contribuyeron a debilitar al MLN. En septiembre de 1965 el grupo de fundadores proveniente del CEM conformado por Alonso Aguilar, Ignacio Aguirre, Clementina Batalla de Bassols, Fernando Carmona y Guillermo Montaño renunciaron a sus cargos en la dirección del Movimiento por conflictos con Heberto Castillo, quien desde marzo de 1964 era el nuevo coordinador general de su Comisión Ejecutiva, cuestionando que pretendiera intervenir en asuntos que competían al Comité por la Paz. De nueva cuenta como ocurriera en 1962 con Lombardo Toledano la rivalidad por este Comité era la causa de otra ruptura que terminaría por ser definitiva.

En realidad esta era la expresión de una fractura más poderosa que tenía que ver con la creciente radicalización de Castillo, Rico Galán, Genaro Vázquez y otros que mantenían su militancia en el MLN aunque fuera nominal. A ello se añadieron los conflictos por la representación de  la delegación mexicana que en enero de 1966 asistió a la Primera Conferencia de Solidaridad de los pueblos de Asia, África y América Latina, la llamada Tricontinental que tuvo lugar en La Habana. Propuesta originalmente por Lázaro Cárdenas como continuidad de la articulación de las fuerzas progresistas que habían asistido a la Conferencia Latinoamericana en la ciudad de México en 1961, cinco años después la Tricontinental haría evidente la hegemonía de Cuba entre las izquierdas latinoamericanas así como la radicalización revolucionaria que se extendía en el continente. La lucha antiimperialista y por la soberanía nacional de América Latina a la que convocara Lázaro Cárdenas al iniciar la década era sustituida por “el deber de hacer la revolución”, una revolución marxista-leninista que se alejaba del reformismo del nacionalismo revolucionario.   

III

En el transcurso de la segunda mitad de los años sesenta resultó evidente que más allá de su fracaso como espacio de articulación de las izquierdas, en realidad el MLN fue un momento de transición entre la vieja izquierda en la que destacaban las figuras del nacionalismo revolucionario como Lázaro Cárdenas o Heriberto Jara, los dirigentes partidistas como Lombardo Toledano y Dionisio Encina o el grupo de intelectuales del CEM, frente a una nueva izquierda que impulsaba la construcción de un nuevo proyecto político que hacía de la revolución socialista cubana su eje ideológico. Para los integrantes de esta nueva izquierda la lucha por las promesas incumplidas de “la ideología de la revolución mexicana” no era suficiente. Había que empujar hacia una nueva revolución, tarea en la que pronto se encontraron dirigentes sociales, campesinos, jóvenes, estudiantes e intelectuales, algunos de los cuales conformaron una nueva oleada guerrillera nutrida por la influencia del foquismo guevarista. 

Así ocurrió por ejemplo con Genaro Vázquez Rojas quien formó parte del MLN, la CCI y el FEP. Después de la represión sufrida en la ciudad de Iguala en diciembre de 1962 y los embates cada vez más fuertes en su contra, la propia represión lo radicalizó hasta el punto de lanzarse a la lucha armada. Así ocurrió también con los maestros rurales Arturo Gámiz y Salomón Gaytán, así como el doctor Pablo Gómez, quienes formados en la UGOCM y participantes en el MLN conformaron el Grupo Popular Guerrillero en 1964 con la participación de estudiantes y campesinos y condujeron el asalto al cuartel de Ciudad Madera, Chihuahua con la esperanza de iniciar un foco insurreccional. Por su parte el periodista Víctor Rico Galán, colaborador de Política, y Raúl Ugalde, dirigente del FEP, junto con algunos dirigentes del movimiento médico que sacudió a la ciudad de México recién entrado el nuevo gobierno de Díaz Ordaz conformaron el Movimiento Revolucionario del Pueblo al que se unieron militantes de base del MLN. A mediados de 1967, el maestro rural Lucio Cabañas, participante de la Juventud Comunista y también de la CCI, inició otro frente de lucha guerrillera en las montañas de Guerrero después de la terrible matanza de Atoyac en el mes de mayo. 

Tal y como lo señalara el sociólogo C. Wright Mills en su carta a la Nueva Izquierda publicada en 1960 los jóvenes, los estudiantes y los intelectuales se conformaban como un nuevo sujeto político. Ello quedaría de manifiesto en 1963 cuando, en paralelo a la creación de la CCI y el FEP, el PCM impulsó también la formación de la Central Nacional de Estudiantes Democráticos en respuesta a la creciente importancia y politización de las luchas estudiantiles en distintos puntos del país. La defensa de la revolución cubana contribuyó a alimentar una movilización en la que confluían grupos estudiantiles de las normales rurales con estudiantes de universidades estatales y de los centros de educación superior de la ciudad de México.

Al finalizar la década el movimiento estudiantil de 1968 se nutrió de las demandas que venían desde las movilizaciones obreras de 1958-1959 y que encontraron un momento de articulación fundamental en el MLN: democracia, libertad a los presos políticos que aún permanecían en la cárcel, derogación del art. 145 del Código Penal que penalizaba la “disolución social”. Sólo que ahora la “ideología de la revolución mexicana” y sus símbolos cedían el paso a los íconos de la lucha guerrillera como emblemas de la revolución deseada.[3]

Por lo demás la ruptura entre el cardenismo y la izquierda comunista que terminó desintegrando al MLN no fue definitiva. La candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 dio un nuevo giro a la añeja relación entre ambas fuerzas políticas. El paso del cardenismo a la oposición permitió articular un nuevo frente político-electoral que abrió un camino definitivo para las fuerzas de izquierda.

Treinta años después quienes le apostaron a transformar al país ganando espacios políticos por la vía electoral y no por la vía armada ganaron la presidencia de la república y la mayoría en el Congreso. Cabría preguntarse ahora si en esa larga travesía construyeron un proyecto político alternativo o si de nueva cuenta, como todo parece indicar, abandonaron esa posibilidad sólo para anclarse de nuevo al viejo proyecto del nacionalismo revolucionario.

Bibliografía

Beltrán Villegas, Miguel Ángel, “El MLN: Historia de un recorrido hacia la unidad (México 1957-1967)”, tesis de doctorado en Estudios Latinoamericanos, UNAM, Medellín, 2000. 

Blanco Ramírez Lilia Elisa, “El Movimiento de Liberación Nacional Mexicano. Estudio introductorio y catálogo de los Fondos del General Heriberto Jara, del General Lázaro Cárdenas y del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas”, tesis de Licenciatura en Historia, UNAM, 1988.

Colmenero, Sergio, “El Movimiento de Liberación Nacional, la Central Campesina Independiente y Cárdenas”, en Estudios Políticos, vol. 11, núm. 2, julio-septiembre 1975.

Peláez, Gerardo, “El Movimiento de Liberación Nacional (1961-1967)”, en Rebelión.org

Reyes del Campillo, Juan, “El Frente Electoral del Pueblo y el Partido Comunista Mexicano (1963-1964)”, en Revista Mexicana de Sociología, Año L, núm. 3, julio-septiembre de 1988, Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM, pp. 217-227.

Semo, Ilán, “El ocaso de los mitos (1958-1968)”, en Enrique Semo (coord.) México: un pueblo en la historia, vol. 4, Nueva Imagen/UAP, México, 1982.

Servín, Elisa, “A golpes de autoritarismo: la Unión de Federaciones Campesinas de México, un intento fallido de organización rural independiente”, en Historia y grafía, # 37, Universidad Iberoamericana, México, julio-diciembre 2011, pp. 17-43.

Zolov, Eric, The Last Good Neighbor: Mexico in the Global Sixties, Durham, Duke University Press, 2020.


[1] Política, 15 de septiembre de 1961. 

[2] Ibid.

[3] Ilán Semo, “El ocaso de los mitos (1958-1968)”, en Enrique Semo (coord.) México: un pueblo en la historia, vol. 4, Nueva Imagen/UAP, México, 1982.