LA BIBLIA Y EL DRON. SOBRE USOS Y ABUSOS DE FIGURAS BÍBLICAS EN EL DISCURSO POLÍTICO DE ISRAEL

Posicionarse desde los pobres de todo sistema político, ese es el método del crítico para Hermann Cohen, recuerda Enrique Dussel en el prólogo a la obra que nos convoca. La filósofa Silvana Rabinovich, judía y latinoamericana, ha adoptado ese método crítico; ha decidido situarse en el lugar de las víctimas producidas por un discurso que en lugar de apropiarse de los contenidos éticos de su milenaria tradición profética, escogió recuperar todas aquellas referencias que avalan el dominio sobre el otro.

El texto bíblico no es unívoco; contiene tradiciones contradictorias e irreconciliables. Mientras las interpretaciones monárquicas acentúan la conquista de la tierra prometida, la dominación sobre los otros y hasta su aniquilación; las proféticas defienden un respeto absoluto por el otro ser humano, expresado en la sensibilidad hacia el pobre, el huérfano, la viuda y el extranjero. Aún en pleno siglo XXI en Israel se mantiene esa tensión entre el uso de la Biblia al servicio de la Realpolitik y sus enseñanzas morales y sociales. Una vez más, ya no como farsa sino como tragedia, Israel decidió ignorar al profeta Samuel y mejor defender su estatus de monarca en tierras cananeas.

Por eso, la autora asume la tarea de rastrear las torsiones éticas en el acto de leer la Biblia, a través de las cuales muchas de sus figuras terminan significando lo contrario y cuyo antídoto es la vertiente profética del mismo texto bíblico. Con su oído sensible a quienes sufren la “memoria de una colonización”, exhibe cómo esas torsiones han sido generadoras de un discurso y una realidad opresiva. Así, para la autora el conflicto asimétrico entre Israel y Palestina es una “caja de resonancia” de los conflictos mundiales. Las raíces espirituales, aunque pretendidamente secularizadas, de Occidente yacen en Tierra Santa junto a las judías y musulmanas. El Estado de Israel usa la máscara que le heredó Occidente, la careta de la “secularización” para supuestamente mantener separada la esfera religiosa de la política, cuando en realidad en sus figuras retóricas pulula una teología política de dominación. Si bien este fenómeno no es exclusivo del discurso sionista, pues como han visto algunos teóricos sobre el teorema de la secularización, la modernidad en su conjunto reproduce ese gesto, la autora analiza el caso por antonomasia tanto en lo simbólico como en lo político.

Personajes demasiado vigentes. Cuando pensamos en clave teológico-política la historia semita en medio oriente, no solo estamos hablando de los más de 70 años que lleva existiendo el Estado de Israel, sino que es necesario recordar la larga historia de esta tierra a través de los siglos. Pero, sin proceder como el historiador historicista, Silvana Rabinovich se sale de cronología causal y busca otras formas de despertar los ecos del ayer en la vida política de hoy. En Sión, un “sismógrafo ético y político” resuenan las teologías políticas de la Cristiandad, las cuales a los países centro de Occidente les han servido para legitimar invasiones en los países árabes, la difusión del dios mercado y su doctrina neoliberal en el Sur global y despreciar la religiosidad popular en todas las latitudes.

De forma diacrónica y sincrónica busca, en ciertos personajes bíblicos, los esquemas y los signos que podemos encontrar en los conflictos más actuales. Para ello, expresa los dos tiempos, siguiendo la musicalidad de la canción de Januca: “en aquellos días, en este tiempo”.  Y con esta misma cadencia nos presenta a algunos personajes demasiado vigentes.

Los relatos de Isaac e Ismael; Jacob y Esaú; José y sus hermanos, sólo expresan constantes trágicas, pero reales de la política: el reclamo de ciertos derechos por encima de los del otro -lo que los convierte en privilegios-, el engaño como medio para aventajar al otro y los sueños propios que se vuelven pesadillas para los demás. Israel y muchos de sus habitantes han adoptado un “modelo envenenado”, el de Sansón, que recuerda la fascinación de morirse matando a los otros. Aquí resuena una realidad más amplia: vivimos en “sociedades sansonizadas” que mueren con el otro.

Para esto Silvana Rabinovich nos presenta las Fraternidades peligrosas. Es decir, la historia milenaria de cómo la fraternidad se ha colocado casi como sinónimo de hostilidad. Queriendo esquivar el lugar común que empieza con el primer fratricidio, la autora le quita la mirada a Caín, quien no sabía a ciencia cierta lo que estaba haciendo y que, sin embargo, ha sido duramente juzgado. En su lugar, comienza con Isaac e Ismael. Hermanos de diferente madre, que encuentran un conflicto doméstico entre Sarai, esposa encelada de Abraham, y Hagar, la sierva egipcia que le da un primogénito a la familia. La primogenitura de Ismael se conjura con el ímpetu de no heredar igual a los dos hijos: “porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo”. Los palestinos, miles de años después, son el mismo hijo de este útero musulmán. Rechazados por Isaac en la misma tierra que nacieron. Los ecos de un conflicto doméstico producen hoy el estruendo de las bombas y los misiles teledirigidos.

Isaac envejece en el lugar de Ismael, atado a la sentencia de Sarai que funda su morada en la misma hostilidad que desterró a su hermano. Una vida más tarde esta enemistad entre hermanos la irán a heredar sus hijos Jacob y Esaú. Isaac, enceguecido, es visitado por Jacob quien engaña a su padre para robarle la primogenitura a Esaú. Este es un movimiento milenario que no deja de acontecer todos los días desde entonces. Pero, sobre todo, desde 1947 el robo fraternal se acentuó marcando irreversiblemente este caso paradigmático que Silvana Rabinovich recuerda. El conflicto Israel-Palestina abre un expediente político con el cual la Biblia marca el contrapunto.

Benjamin Netanyahu es uno de los actores que performa este uso de metáforas bíblicas que Silvana Rabinovich supo identificar y desarrollar críticamente en su libro. Cuando le extiende la mano al presidente de Palestina diciéndole: “ambos somos los hijos de Abraham. Mi pueblo lo llama Abraham, el suyo lo llama Ibrahim”, lo que está haciendo es ponerse en el lugar de Isaac, hijo legitimo de la tierra de Israel, expulsando simbólicamente al pueblo palestino de su tierra.

A contrapelo de ese gesto, y siguiendo a Edward Said, ella lee la Biblia con los ojos de los cananeos. El Éxodo de Israel en el siglo XX, su liberación, se revela como la Nakba palestina, su catástrofe. Aunque no lo reconozcan, los herederos de David y Salomón han efectuado una negación triple: del árabe, de su realidad territorial y de la diáspora que atraviesa su propia historia. Han salido de la Shoah para producir una Nakba por medio de la identificación del árabe con el nazi.

Reflexiones en torno a la lengua hebrea. Este libro parte de la lengua hebrea, de su imposibilidad de abandonar lo bíblico. A lo largo de este libro podemos encontrar una constante, un regreso al origen de cada palabra. El sionismo que fundó el Estado de Israel escogió revivir la lengua hebrea, que había dejado de ser una lengua vernácula hace milenios, para hegemonizarla por tierra santa, creando una lingua franca que iría a comunicar a todos los israelíes. Sin embargo, como Israel es un Estado militarizado desde sus orígenes, el idioma de la guerra también fue sacado de las escrituras. Así, la palabra bíblica se puso al servicio de la guerra y la destrucción; el secularismo eurocéntrico se infiltró en la lengua.

La finura con la que Silvana Rabinovich teje la interpretación de la lengua hebrea se encuentra en ciertas palabras que desvirtúan su sentido original en aras de una lectura favorable para el Estado de Israel. Por ejemplo, la subjetividad y la alteridad invierten su papel a partir de un error en la grafía de Dalet, que cambiándose por Resh, hace que la palabra “ejad” (que significa unicidad, el uno), sea leída como “ajer” (el otro). La filosofía de la alteridad se estremece con un giro total que provocó una mala grafía. De esta misma forma, las interpretaciones bíblicas abusan de estos errores para presentarse como argumentos lingüísticos y sustanciales con los cuales se desacredita el papel de los palestinos en su tierra.

Pocas veces nos podemos encontrar con libros de esta índole, con documentos que ponen la etimología al servicio de la justicia. Aquí, la filología saca todas sus líneas de fuga hacia el desierto del Neguev.

También a lo largo de toda la obra es palpable una crítica contra la esencialización que Israel ha hecho de su carácter de víctima. Basado en la historia del antisemitismo en Occidente, culminado en Auschwitz, ha puesto sobre sí un aura de sacralidad que le permite operar con tal impunidad, bajo la justificación de evitar convertirse una vez más en víctimas. Para perpetuarse como potencial víctima ha acuñado una moneda de dos caras: identifica al árabe con el nazi y, por el otro lado, logra borrar la memoria de la Nakba. Con tal de no volver a ser víctimas, han terminado victimando al otro, aunque lo retraten injustamente como el adversario, como Satanás. 

Consideramos, sin embargo, que la autora sugiere un antídoto contra esa esencialización, trazando un primer bosquejo: la posibilidad de pensar el exilio en lo plurinacional, como ese elemento que desestabiliza o, mejor dicho, exhibe la fragilidad que atraviesa a ambos pueblos y, por tanto, impide que la identidad del Estado-Nación se solidifique, lo que no se traduciría en una liberación de un pueblo frente al otro, sino en “liberarse con el otro”. Quizá un segundo bosquejo sería trasladar la propuesta de pensar el exilio en lo plurinacional a otras latitudes donde existen conflictos interétnicos en el marco de los Estados-nación.Ante la segunda edición de La biblia y el dron, se vuelve a acentuar la necesidad de poner la mirada sobre ciertos temas que no dejan de sonar. Ciertos temas que importan, que cargan el peso de la guerra, de la injusticia y de la política. Este libro regresa tras siete años y, tristemente para los ojos de su escritora, se encuentra siendo vigente. Silvana Rabinovich, filósofa latinoamericana y maestra de muchos, firma un voto de obsolescencia. Así, mientras algunos esperan que sus obras mantengan vigencia y actualidad por muchos años, a Silvana le interesa que su libro se vuelva obsoleto lo antes posible. De esta forma, podemos entender que no es casual que este libro inicie con la promesa escatológica de su propio fin. Después de todo, de esto se trata el mesianismo judio, de pensar en el principio, el fin; y en el fin, el principio de lo nuevo. Así lo leemos en Isaías: “volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces, no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”. De la misma forma esperaríamos que este libro abandone su estatuto actual y se convierta, pronto, en un anhelo completamente otro, que sus páginas fertilicen una tierra donde puedan vivir pacíficamente dos pueblos. 


Rabinovich, Silvana. (2020). La biblia y el dron. Sobre usos y abusos de figuras bíblicas en el discurso político de Israel (segunda edición). Rosario: Casagrande; México: Heredad.