MÁS DERIVAS DEL CINE EN FEMENINO

Márgara Millán, Derivas de un cine en femenino (México: Editorial Bajo Tierra, 2021, 2a edición)

El viernes 4 de febrero de 2022, se presentó en La Volcana –librería ubicada en la colonia Santa María La Ribera–, la segunda edición del estudio sobre cine y perspectiva de género de la investigadora y profesora universitaria Márgara Millán, Derivas de un cine en femenino (México: Ediciones Bajo Tierra, 2021) que en su primera edición, fue editado por la UNAM, el PUEG y la editorial Porrúa en 1999. En esta ocasión, Ediciones Bajo Tierra lo acogió en su catálogo, dedicado a estudios y movimientos sociales. La presentación contó con la presencia de la autora, la cineasta Busi Cortés, Tania Villanueva –autora del prólogo– y quien esto escribe, profesor de Sociología del cine en la FCPyS UNAM. Tania Villanueva señaló que desde su lejana aparición, el libro se recibió en un contexto de avidez y escasez de documentos acerca de las mujeres en las carreras artísticas a final de los años 90, que se prolongó en las cátedras de los posgrados, con la ausencia de autoras en la bibliografía y en el arte reconocido. Ante las desigualdades en la representación de las mujeres, desde la academia se enfrentó mostrando y bordando las relaciones intertextuales, los argumentos interiores y caracterizando los procesos libertarios y las experiencias de vida, con testimonios y un conjunto de poéticas fílmicas que abrieron brechas y que permiten seguir profundizando desde otros lugares y a nuevas direcciones.

En el prólogo, Villanueva coloca la noción de tejido para apreciar el bordado de Margara, al que ella suma nuevas espirales para apreciar la actualidad del ensayo, al “descoser” la hechura de la investigación y caracterizar a la investigadora detrás de ese esfuerzo logrado de fundir estudios de género y psicoanálisis, con fuentes filosóficas y sociológicas en una pedagogía feminista para desaprender y desmontar críticamente el Modelo de Representación Institucional (MRI), basado en esteretotipos, géneros cinematográficos y estrellas. Asimismo subrayó el poco interés que ha habido en restaurar digitalmente esos materiales, lo que ha retrasado más su recepción, divulgación y estudio. Por ello, discutir la actualidad de sus temas es preciso y urgente. Los cines de María Novaro, Busi Cortés y Maryse Sistach –entre otras–, tienen conexiones temáticas, estéticas y políticas con el Colectivo Cine Mujer y con las pioneras como Mimí Derba, Adela Sequeyro y Matilde Landeta. La riqueza del ensayo ha iluminado las raíces y derivas que han tomado los cines en femenino en México, advirtiendo desde hace más de dos décadas: “el cine, considerado como sistema de representación avanzado, plantea preguntas sobre cómo el inconsciente estructura formas de ver y formas de placer al mirar. La mirada predominante hasta hoy es la masculina, dejando en la oscuridad y el silencio la mirada y el deseo femeninos. La mirada se torna así el enigma a descifrar”. Su propuesta abre un todo por delante, para construir desde la mirada propia y con curiosidad que supere las preconcepciones. Por su rigor metodológico y escritura clara en una reunión de numerosas perspectivas, su lectura es un viaje entrañable por conceptos, momentos y ángulos de la historia del cine en donde se ha revelado la voz del público, buscando ir más allá del rectángulo de la pantalla para encontrar relieves y capas de subjetividad en el palimpsesto de imágenes en movimiento que son las películas. Al libro le ha pasado como a los mejores vinos, cuya edad amplifica el sabor y la riqueza que guarda el tiempo. Siempre en plural, pero sobre todo, aportando una reivindicación sobre la subjetividad de quien mira, con lucidez y reparando una histórica omisión en la historia del cine mexicano, tejiendo las correspondencias con otras autoras, pero sin omitir tampoco su propia voz e incluyendo a sus quereres como parte de su mirar. 

Hoy que nos adentramos en el siglo XXI, podemos asegurar que la aportación que este libro hizo al cine mexicano en los umbrales del cine digital, es de importancia mayúscula al documentar en tiempo real una transición de muchos niveles, captando los fugaces cambios que se daban a través de universitarias, colectivos feministas y óperas primas. Busi Cortés relató la fría recepción que tuvo El secreto de Romelia (1988) y el desdén de la vieja crítica por sus películas, que llamó más la atención de los jóvenes críticos, por lo que reconoció la inmensa deuda con la socióloga, que a través de sus entrevistas y análisis fílmico, descifró símbolos y planteó coordenadas feministas con el análisis puntual de las películas y una práctica honesta, sincera, crítica y respetuosa de las subjetividades de las cineastas, que las ha llevado a muchos festivales. Compartió detalles y comentó otros libros –editados en Estados Unidos– sobre sus colegas, y refrendó el peso teórico del ensayo de Millán por descubrir sus miradas femeninas sin ser “feministas”. La rica genealogía que integra a las hermanas veracruzanas Adriana y Dolores Ehlers, pioneras de la fotografía y los noticiarios; Mimí Derba, actriz de zarzuela que se hizo empresaria cinematográfica y argumentista; Elena Sánchez Valenzuela, colaboradora de Lázaro Cárdenas que organizó por primera vez una filmoteca y la productora chilena Olga Limiñana que produjo en México el cine de José Ché Bohr, hasta Matilde Landeta, que a través de su trabajo como asistente superó por primera vez los laberintos sindicales y falogocéntricos, e inauguró el cine de mujeres, reflexionando sobre el lugar de la mujer en la sociedad mexicana, inspirada en visiones literarias.

Como un mosaico complejo del siglo XX, el libro abre panoramas de luchas, poéticas y narrativas que han cambiado el campo del cine de ficción, el documental y el cine de animación. En muchas partes del mundo, el cine en femenino está presente en la esfera pública y ha ganado un reconocimiento creciente, así como se han logrado en los años recientes importantes avances por la irrupción de las mujeres en las estructuras y las instituciones. En ámbitos universitarios y culturales, las autoras comparten con generosidad los frutos de sus estudios. El cine es una rendija inmensa y en el horizonte de la pantalla –como en un caleidoscopio–, pueden encontrarse la luz del proyector y lo luminoso de las miradas. Tener conciencia de la propia subjetividad y a la vez alentar y cultivar una política de la mirada, permite vislumbrar que estamos en una época de relecturas y de resiliencia posible. A esto invitan estas páginas. 

La autora compartió sus estrategias en las que conjugó el placer de la cinefilia con el trabajo sistemático de documentar y delimitar secuencias para profundizar en las puestas en escena, y sus habilidades antropológicas para encontrar y construir la confianza al hacer entrevistas, logró que se diera en un ámbito íntimo sin intrusión, lo que le permitió indagar en los imaginarios que están detrás de las películas. En las revisiones de las filmografías fue descubriendo a su vez “como un racimo de ideas”, a narradoras siempre filmando de algún modo la misma película; con cada una formó un conjunto con la veta teórica para descubrir el feminismo allí. En la dialéctica de la recepción, encontró otros desafíos conceptuales y políticos, como las concesiones a la etiqueta de “cine de mujeres”, así como la resistencia a llamarse “feminista” y buscar entre mundos amplios cómo veían el mundo y la vida en singular, y a la vez como crítica a la cultura del nacionalismo, el machismo y el patriarcado. Entre las preguntas del público, se reconoció la dificultad para escapar de las narrativas masculinas, y los prejuicios para excluir a las mujeres de las ramas técnicas. La autora reconoció al Colectivo Cine Mujer en los 70s romper los estereotipos y aprender a hacer todos los procesos y el caso atípico en México, en un momento de auge en el que había hasta 9 cineastas en activo y hoy están las Tercias Compas entre los zapatistas. Lucía Gajá Ferrer reconoció la deuda de las cineastas de su generación con sus antecesoras y el libro de Márgara, que ha sido una inspiración. Comentó que la diversidad actual no ha terminado de expresarse y la visibilidad, espacios y oportunidades, sigue cerrado el gremio, preservando privilegios para los varones, festivales internacionales. Sin embargo, la sororidad universitaria, ha llevado a enfocar las prioridades y reconocer los desafíos, a través de los diálogos y colaboraciones entre alumnas, profesoras y profesionales de todas las áreas de la producción. El cinefotógrafo Servando Gajá cerró reflexionando acerca de las narrativas y montajes complejos de las mujeres, para buscar y encontrar sujetos en los cuerpos, rompiendo géneros y creando narrativas distintas, con la fotografía y las formas de hacer montaje. Como antecedentes ubicó a la nouvelle vague y el 16 mm, y evocó a Jaime Humberto Hermosillo que irrumpió con sus producciones.