Un domingo de noviembre de 1917, un grupo de jóvenes periodistas y escritores fueron cómplices de que la bailarina rusa Norka Rouskaya, envuelta en una túnica de gasa, al fulgor de luna y velas, estuviera presente en el cementerio de Lima para interpretar “La marcha fúnebre” de Chopin y “La danza Macabra” de Saint-Saëns, que el violín de Luis Cáceres ejecutara. Para algunos de los testigos el acto fue sublime y lo reivindicaron como una emoción honda resultado del arte, pero para diversos sectores de la opinión pública, el acto de la danzarina fue una profanación que atentaba contra la religión y la moral: fundamentos sacros de una sociedad estamental, muy rígida en los códigos de comportamiento con los que mantenía su hegemonía en el campo cultural. El escándalo llevó a la cárcel por unos días a la bailarina y a los bohemios, entre los cuáles se encontraba el artificie de conseguir el acceso al camposanto, un escritor de 23 años que firmaba sus crónicas con el pseudónimo de “Juan Croniquier”.
No fue la primera ni la última vez que este joven nacido en Moqueagua (1894), y registrado con el nombre de José del Cármen Eliseo Mariátegui, incomodara y terminara en la cárcel o en el exilio. Su vida comienza con adversidades: nunca conoció a su padre y a los 6 años, en la escuela, sufrió una lesión que le impidió llevar la vida activa de un niño sano. Convaleciente se refugió en le lectura de todo lo que pudo, habilidad que le facilitó ingresar a sus 14 años a trabajar como ayudante de linotipista en el diario La Prensa. La tenacidad con la que se alimentaba de conocimientos en el trabajo, permitieron que emprendiera una arriesgada rebeldía con el fin de cumplir su sueño de ser escritor: el 24 de febrero de 1911, con tan solo 17 años, de forma clandestina logró colar su texto “Crónicas Madrileñas”. Sin haber estado nunca en la capital española, el texto anunciaba la mordacidad con la que empuñaría la pluma. Al director del periódico no le agradó que un joven tuviera la irreverencia de burlar sus decisiones, motivo por el cual fue reprendido y suspendido por unos días. El resto es la historia de un escritor que revolucionó desde un marxismo enraizado a sus circunstancias la forma de interpretar la realidad peruana, y que se ganó en una vida corta en años (1894-1930) el reconocimiento de diversos gremios obreros, indígenas y estudiantes durante el trascurso de su vida.
Severais Thissen escribió La aventura del hombre nuevo (2017), la biografía más completa que existe de Mariátegui (más de 600 páginas y 500 fotos de Mariátegui y de la época). Por fortuna, el libro es mucho más que la acumulación de datos. Generalmente cuando se trata de explicar la vida y obra de una persona, se acude a las referencias que la misma dejo en sus textos, se rastrean a sus satélites para contrastar y complementar con las fuentes obvias y los testimonios hallados, para que una pluma que suele pretenderse ceñida por la objetivad, narre según su interpretación y su acomodo de datos, su versión del rompecabezas. Ese tipo de construcciones muchas veces relegan los sucesos de la época a figurar como una escenografía lejana, como si el personaje reconstruido dependiera más de dotes extraordinarios para moldear su circunstancia, a que unas condiciones económicas y culturales estuvieran en constante relación con el personaje descrito.
El trabajo de Servais Thissen hace una labor descomunal y meticulosa de hilvanar fragmentos de la obra de Mariátegui con el contexto del peruano, ya sean los debates, los testimonios, o la fuente que se requiera para dar cuenta de un suceso desde varios ángulos. No conozco una biografía con tantas citas textuales como esta, lo que implica que se pueda ir leyendo la biografía también como si fuera una antología cronológica y contextualizada de los textos de Mariátegui, muchos inéditos, por lo que es bastante probable que el lector quede con ganas de exigir una reactualización de sus obras completas. Leer la biografía de Servais Thissen es una forma de leer la obra de Mariátegui no reducida a sus propios textos, sino también a sus empresas editoriales, y a su vehemente participación política llena de polémicas.
La obra de Thissen también cuenta con una generosa cronología en los márgenes que da cuenta de los sucesos más importantes en el mundo y en Perú. La contextualización ambiciosa no nos remite a un archivo lejano por si se quiere constatar sus interpretaciones, la transcripción de cartas, o textos sobre Mariátegui son puestas sobre la página por si el lector quiere hacer una interpretación distinta a la del biógrafo. El libro también es una historia de la recepción inicial de las obras de Mariátegui, como también una muestra de la compleja red intelectual que el peruano mantenía con distintos círculos intelectuales del mundo.
El biógrafo no es pudoroso y no escatima arrojar sus opiniones y sus juicios, pero tiene la virtud de que su subjetividad no se interpone para nublar la información, una vez que termina de entretejer distintas perspectivas, y ya que el tema queda expuesto, se aventura a hacer un comentario, un juicio, o formula alguna de las dudas que tiene respecto algún vacío. De esta manera no es un pastiche de datos asépticos, ni una exaltación sin fundamento de la obra de José Carlos Mariátegui. Más bien contamos con un generoso guía que nos va llevando por la obra y el contexto de Mariátegui.
Sucesos pocas veces mencionados como la obra de teatro que escribió con Valdelomar, o sus obras perdidas, son indagadas y muchas veces nos ofrece una cantidad de información que no había sido recuperada. Mariátegui encarnó un compromiso intelectual y una claridad pocas veces vista, que transcendió el discurso literario y sentimentalista, para proponer interpretaciones resultado de investigaciones con propósitos siempre claros. No sólo fue un incisivo crítico del orden oligárquico; también desentrañó las filiaciones de las expresiones con las que los personajes de la ciudad letrada se mantenían cómodos en una cultura en la que no cabían las expresiones indígenas, las mujeres, o la transformación radical encabezada por las vanguardias estéticas. El libro hace un buen recorrido por la insistencia crítica que Mariátegui tuvo con algunos sectores de izquierda: polemizo con el caudillismo del APRA, y reivindicó con poco esencialismo y desde muchas trincheras el papel indígena en la transformación social, frente a algunos sectores anarquistas y comunistas que urbano-céntricos, que incluso (como sucedió en el Congreso Sindical de Montevideo) afirmaban que los grupos indígenas estaban en peligro de extinción; aunque, considero, en polémicas como la del Komintern, el libro fundamental sigue siendo el de Flores Galindo: “La agonía de Mariátegui”. En literatura, mientras algunos empezaban a intentar subordinar la estética a límites sociales poco amplios, él fue un férreo defensor de los fueros de la fantasía para llegar a una verdad menos rudimentaria.
Fue parte de una generación de autores que no eran limeños, como César Vallejo, Gamaliel Churata y muchas otras figuras literarias de la época. Además del reconocido marxista que fue Mariátegui, la biografía hace mucho hincapié en un Mariáetegui literario. Esto nos sirve para no olvidar que gran parte de la obra crítica del peruano es sobre literatura y arte; además de que el más amplio de sus famosos 7 ensayos está dedicado a la literatura. La pasión que lo acompañó hasta su muerte lo mantuvo cerca de los movimientos que empezaban a incidir en la vida pública imponiendo una nueva sensibilidad. Fue la época en que se germinaba el sufragio femenino y del auge de las organizaciones obreras. En esta biografía podemos apreciar cómo fue un intelectual crítico que se solidarizó con los grupos subalternos, generando críticas que se encaminaran a resolver los problemas. La obra de José Carlos Mariátegui sigue siendo una inspiración contra la resignación, nos enseña cómo desde las adversidades la creación heroica resulta un imperativo vital para resistir la cultura con la que diversas élites tratan de imponer su hegemonía en desmedro de la población dominada e invisibilizada. La crítica y el debate polémico para Mariátegui fue la generosidad con la que puso sus ideas al servicio de la creación de un mundo nuevo. El trabajo de Servais Thissen es como la de un gran museógrafo que logra reunir, acomodar y alumbrar las obras para que resalten su potencial, y el visitante tenga la oportunidad de apreciar el conjunto de su obra con los datos que la enriquecen. Sólo que sucede que si Mariátegui estuviera dentro de los cuadros, se saldría a increpar a los visitantes mirones, porque su obra no apela a una lectura pasiva. La obra de Mariátegui apela a la pasión por la transformación radical, desde la hondura del esfuerzo intelectual y la organización política. Este libro está hecho con la esencia con que Mariátegui dotaba de claridad a sus textos. En el N°21 de la revista Amauta, un testimonio dice sobre Mariátegui: “Desde su inmovilidad fisiológica es usted el dinamo que alimenta y cohesiona las fuerzas jóvenes del país”. Su inmovilidad fisiológica no ha variado mucho, pero su obra sigue dinamizando a los que todavía les atañe el buen vivir de Nuestra América.